GA127 St. Gallen, 26 de febrero de 1911 La afluencia de conocimientos espirituales en la vida

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RUDOLF STEINER


La afluencia de conocimientos espirituales en la vida

St. Gallen, 26 de febrero de 1911

Si en el curso de los estudios de nuestra rama, adquirimos los conceptos de la esencia del hombre, de la evolución del hombre, por ejemplo, si aprendemos que el hombre consta de cuerpo físico, cuerpo etérico, cuerpo astral y yo, entonces ciertamente hemos ganado algo en comparación con los conocimientos que hay hoy en el mundo, pero aún no podemos decir que con tales conocimientos más o menos teóricos, hayamos adquirido lo que la Ciencia Espiritual pueda significar realmente para el hombre. La Ciencia Espiritual sólo se convierte en lo que debe ser para el ser humano individual y también para la comunidad humana, cuando pasa a formar parte de los quehaceres cotidianos, cuando se convierte en la práctica de la vida, y en tales ocasiones, cuando incluso se me hace posible volver a ver a mis queridos amigos, también me gusta aprovechar la oportunidad para llamar la atención sobre cómo esas ideas, leyes del mundo y leyes de la humanidad, que por lo demás adquirimos en el curso de la vida anual de la rama, desempeñan su gran papel en la vida humana. Así que hoy también queremos echar un vistazo a cómo la Ciencia Espiritual fluye en la vida.

A veces la pregunta está en la punta de la lengua, sobre todo para los que todavía saben poco de Ciencia Espiritual: Sí, se habla de hechos y verdades de naturaleza suprasensible, pero ¿Cómo puede una persona que aún no se ha hecho clarividente hablar mucho de estos mundos espirituales, cómo puede saber algo de estos mundos, excepto que se le digan estas mismas cosas? - Este es un prejuicio muy común, pero es bastante infundado. Sin embargo, sin ser clarividente no se puede, por ejemplo, ver el cuerpo astral de un ser humano, pero lo que sucede en este cuerpo astral se puede experimentar en la propia existencia, y aquí la Ciencia Espiritual tiene un efecto tremendo.

Citaré un caso en el que una persona puede experimentar que tiene un cuerpo astral. Ustedes saben que en la vida cotidiana la gente está acostumbrada a hacer muchas cosas en las que no piensa, que también está acostumbrada a hacer muchas cosas que no son en absoluto de su agrado. Piensen en lo mucho que de la mañana a la noche, la gente hace irreflexivamente sin pensarlo mucho, sin reflexionar; lo mucho que la gente hace de tal manera que después dice: «No estoy del todo de acuerdo con lo que hice». -¿No podemos decir que entonces hacemos algo que sólo reflexionamos en parte, que sólo parcialmente nos hemos guiado por el pensar? Especialmente tales hábitos subyacen a nuestra inclinación, que hemos recogido del exterior, que no tendríamos si nos hubiéramos autoeducado.

Así es como se ve la vida desde un punto de vista materialista, como si no importara que hagamos cosas con las que estemos de acuerdo o no, cosas con las que podamos justificarnos o no. Para la visión clarividente no es así. Para la visión clarividente, con cada acto, con cada acción, la parte que no es susceptible de justificación moral, produce una impresión en nuestro cuerpo astral. Por así decirlo, tal acción tiene un efecto de repercusión en nuestro cuerpo astral. Y así, se puede decir de tal persona: Tiene tantas grietas, tantos hoyos en su cuerpo astral, porque hace muchas cosas que, si pensara en ellas, no justificaría moralmente.

No estoy pensando aquí en asuntos profesionales, sino en acciones habituales. Cada impacto de este tipo afecta al cuerpo astral, y como ya no desaparece tal cual, sigue afectando al cuerpo etérico, se imprime como la impresión de un sello y permanece allí, de modo que el ser humano anda por ahí con impresiones en su cuerpo etérico. Hasta este punto una persona que no es clarividente puede decir que no puede saber; pero lo que sucede aquí es experimentado por la persona. Las cosas permanecen presentes en cierto modo, en realidad durante toda la vida siguiente, y ahora vuelven a tener efecto sobre la persona, de modo que a veces dice: «¡Ojalá no supiera nada más de toda la vida! - O muestra su desagrado a todo el entorno, y este carácter malhumorado repercute a su vez en su salud.

Es sumamente importante tener claras esas cosas, porque a menudo, por ejemplo en nuestro trigésimo séptimo año, ocurre algo que, -sin ninguna causa externa-, nos pone interiormente malhumorados, descontentos, melancólicos, y que luego tiene una influencia nociva sobre nuestra salud, destruye nuestro sistema digestivo y cosas por el estilo. En el vigésimo año quizás se sentaron las bases para la impresión de lo astral en el cuerpo etérico.

Así que podemos decir: Lo que está en el cuerpo astral sólo lo puede ver el clarividente, pero lo que resulta de ello en la vida lo experimenta el ser humano. Muchas personas no irían de mal humor, con cierta impotencia del alma y con un sistema corporal roto, si la gente considerara que lo que no se hace efectivo inmediatamente como resultado de nuestras acciones en el mundo visible, entra en nuestra parte invisible y se hace visible más tarde. Una persona que dice: Quiero observar si lo que dice el clarividente es correcto, puede de esta manera reconocer y sentir que lo que dicen los clarividentes es verdad. - Es así:
Con los actos y acciones que realizamos cada día y que no podemos justificar ante nosotros mismos, tenemos que enfrentarnos a las consecuencias.

Supongamos el caso contrario, que el hombre puede reflexionar más, que puede pensar más, sobre lo que pone en sus acciones. En este caso, todo el mundo es un idealista. Sabe que los ideales no pueden realizarse todos, sino sólo una parte de ellos. Si tenemos grandes ideas, debemos estar satisfechos de poder realizar sólo una parte de ellas. Si somos capaces de pensar mucho más allá de lo que la vida nos permite, esto también tiene un efecto sobre el cuerpo astral, pero de un modo diferente, de modo que el ser humano lo impregna de fuerzas saludables, de modo que lo hace poderoso, interiormente firme y tranquilo. Si, por ejemplo, una persona fue idealista alrededor de los veinte años y no escuchó a los materialistas, si ha conservado la fe y la confianza en el ideal, entonces esto se demuestra por el hecho de que en la vida posterior no se altera inmediatamente por cada pequeña desgracia, ni siquiera por la enfermedad, que se mantiene firme y deja pasar las cosas más que en el caso de los demás.

Así que lo que nos da estabilidad y tranquilidad son los pensamientos que van más allá de los ideales que la vida nos permite realizar. Los médicos ya se están dando cuenta oficialmente de esto, pero no saben cómo hacer realidad que una persona puede tener pensamientos positivos en gran medida sobre lo que va más allá de la vida cotidiana.

Ciertamente, hay escritos populares que se pregonan como beneficiosos para la salud mental. Dicen que para tener estabilidad, paz interior, regularidad, no hay que divagar con los pensamientos y cosas por el estilo. Para algunos, estos escritos sobre salud mental son un buen comienzo. Pero no llegarán muy lejos con ellos si quieren un verdadero alimento para su alma. Los escritos de Duboc, Ralph Waldo Trine, etc. son muy buenos para empezar. En comparación con las exigencias reales de la salud mental, son como si nos preguntáramos: ¿Cómo tendríamos que vivir físicamente para estar sanos? - y obtuviéramos la respuesta: Entonces hay que comer alimentos que favorezcan la salud, alimentos cuyas sustancias puedan pasar fácilmente al organismo. - Muy cierto. Pero cualquiera que quiera analizar seriamente el asunto preguntará: ¿Qué clase de alimentos son ésos? ¿Por qué no me dice con más detalle qué debo comer?

Tales escritos, que se refieren a la salud espiritual de la misma manera que estas reglas para la salud física, pueden ser bastante buenos para el comienzo, pero para el curso posterior de la búsqueda espiritual no se puede hacer mucho con ellos. La ciencia espiritual, por otro lado, nos proporciona pensamientos que se sostienen de la manera más precisa, pensamientos muy específicos sobre cómo se ha desarrollado el hombre en cada época, cómo se está desarrollando en el presente. Esto nos descubre cada vez más las sabidurías teosóficas, de modo que podemos decir: La ciencia espiritual nos da mucha oportunidad de ir mucho más allá de lo que podemos realizar con nuestros pensamientos. Por lo tanto, la Teosofía es lo que nos convierte en personas estables en el alma, que, cuando sucede esto o aquello en el entorno que amenaza con trastornarlas, pueden sacar de sí mismas algo que les proporcione equilibrio.

No es decisivo que algo que ocurre en nuestro entorno llegue a nuestros oídos para que nos moleste, sino que participemos en ello y prestemos atención al proceso. Esto se aplica no sólo a las apariencias externas, sino también a nuestro estado interior, en el que unas veces andamos por el mundo regocijados y otras en estado de depresión, minando nuestra salud moral y física. Hay muchos estados dolorosos del alma que pueden compararse al traqueteo del molino: el molinero que trabaja en el molino ya no oye el traqueteo. Por tanto, puede uno rendirse ante cualquier dolor de este tipo, incluso el más pequeño, para oír el traqueteo de su propio molino, por así decirlo, o puede desviar la atención. Si se tiene el alma vacía, no es posible superarlo. Sólo puede hacerse si se tiene un contenido espiritual al que recurrir.

Pongamos el ejemplo de dos personas, una de las cuales vive así: 
Por la mañana hace su trabajo habitual en la oficina, por la tarde toma su taza de té y charla un poco, por la noche vuelve a tomar su taza de té y se acuesta. A un hombre así, si le ocurre algo que perturbe el curso ordinario de su vida, inmediatamente se sentirá abrumado por ello: oye el traqueteo de su propio molino o su propio dolor. Porque no tiene nada en su alma, nada que pueda sacar para ahogar el estruendo. 

Y otra persona vive igual que él en sus deberes cotidianos, sólo que tiene en su interior muchos grandes pensamientos, como los que nos da la ciencia espiritual. Entonces éstos resuenan en su interior, ya no oye el traqueteo. No es que tengamos que esforzarnos o pasar mucho tiempo para que salgan, sino que salen por sí solos porque hemos desarrollado fuertes sentimientos al respecto. Así sufriremos menos las perturbaciones de la vida y encontraremos cada vez más consuelo en lo que se ha acumulado en el alma a través de años de esfuerzo espiritual. Esta es una posesión, una posesión de un tipo especial, la única que nadie puede quitarnos. Todo lo demás que adquirimos en el mundo, o todo lo demás que nos viene en el mundo, pertenece a aquello que nos puede ser quitado. Pero lo que adquirimos para el espíritu es la única posesión que nunca nos podrán quitar.

Es habitual decir que la muerte hace que todo sea igual. - Ciertamente, pero también es cierto que no se puede imaginar ninguna situación a la que no se aplicaría de la misma manera lo que se ha dicho aquí. Nada más en el mundo ayuda, ni si uno es rico, ni si uno es descendiente de una rica familia noble, -si uno quiere llegar a esta posesión espiritual, debe tomar el mismo camino, el mismo y unico camino. No es sólo la muerte la que hace que todo sea igual, es la vida espiritual ante la que todos son iguales. Esto confiere a esta vida espiritual un significado de largo alcance, pues de ella brota algo que nos eleva por encima de la apariencia engañosa de los sentidos.

Alguien puede objetar: Un ladrillo puede golpearme y entonces puedo quedar lisiado, o puedo lesionarme el cerebro de tal manera que quede idiota. - Pero quien puede hacer suyos los tesoros de la teosofía de tal manera que los lleva consigo en su alma, sabe que tal caso es sólo una condición temporal. Aunque se rompiera el cerebro, no sería diferente de si quisiéramos hacer algo y se rompiera el instrumento; por ejemplo, como si quisiéramos clavar un clavo y se rompiera el martillo. No podemos hacer otra cosa que coger otro martillo; y lo mismo hacemos con el cerebro. La conciencia puede perder sus herramientas, pero en una nueva vida podemos restaurarlas, de modo que no permitamos que nuestro sentido de la eternidad se vea perturbado por la inmortalidad de esta posesión espiritual. No se trata de que conozcamos algo, sino de cómo penetra en nuestro corazón, y es capaz de penetrar en nuestro corazón de tal manera que retenemos el fruto de ello y que también nos lleva más allá de la pérdida de esta herramienta.

Todo esto es un testimonio de que podemos decir en cierto sentido: Lo que acabamos de describir tiene un efecto sobre nuestro cuerpo astral. Sólo el clarividente puede saber cómo funciona, pero en su vida cotidiana, todo el mundo experimenta las consecuencias. Una persona que lleva a cabo muchas acciones de las que no puede responsabilizarse moralmente, y que por ello se vuelve malhumorada, se expondrá con especial facilidad al dolor en situaciones desafortunadas. Si, por el contrario, una persona puede decir a los mismos incidentes: Se oponen poco a mis experiencias interiores, los ideales, por lo que esta certeza tendrá un efecto saludable. Entonces se adherirá en todos los casos a lo que vive en él como eterno. Si el espíritu de la eternidad se acerca a nosotros de esta manera integral, como es el caso en la Teosofía, entonces estamos asegurados para todas las situaciones de la vida.

Ahora bien, mis queridos amigos, hay otras cosas por las que podemos convencernos de que las cosas espirituales que absorbemos y permitimos que nos impregnen están íntimamente relacionadas con toda nuestra felicidad en la vida, con nuestra capacidad de vivir. Así como una persona puede tener buenos estados de ánimo, también puede estar expuesta a malos estados de ánimo, que pueden atravesar toda su vida y nunca hacerle feliz, que dominan toda la estructura interna de su alma. El investigador espiritual dice: «Tales estados de ánimo tienen un efecto en la naturaleza suprasensible del hombre; en el cuerpo etérico tales estados de ánimo tienen un efecto, se expresan en el cuerpo físico y tienen un efecto en la sangre. El hecho de que un estado de ánimo tenga un efecto sobre el cuerpo etérico humano, tiene consecuencias sobre la sangre, y la consecuencia de esto es que tal estado de ánimo, que no permite a una persona ser feliz durante toda su vida, perjudica la circulación sanguínea y hace que su sangre se vuelva pesada. Aquí tenemos un ejemplo en el que podemos decir: El efecto de lo que pasa en el alma entra en el cuerpo físico. Incluso una persona que no es clarividente puede reconocer esto y puede decirse a sí misma: Estoy sufriendo por mi corporalidad. Esto viene dado por mi estado de ánimo general. Si pudiera cambiar mi estado de ánimo general, entonces podría ejercerse una influencia curativa sobre toda mi constitución.

Se podría pensar ahora que es importante que el hombre se libere del cuerpo físico. Pero no se trata simplemente de exigirle que reconozca que el cuerpo depende del espíritu, sino de la realidad de que, gracias al poder del espíritu, no necesitamos depender del cuerpo. Nos independizamos convirtiéndolo en un instrumento de nuestro espíritu.

El materialista, el que cree en las doctrinas del materialismo, el que cree en la doctrina de la «fuerza y la sustancia», no es el peor, sino que el peor es el que depende de la fuerza y la sustancia, por ejemplo, si sólo puede vivir en este lugar en invierno y en aquel lugar en verano, si se hace completamente dependiente de la sustancia para no ser neurasténico. Así que no se trata simplemente de no creer en esta doctrina de la fuerza y la sustancia, sino de independizarse de la sustancia. ¿Qué clase de vida es ésta si una persona sólo puede vivir en una gran ciudad en invierno y en el campo en verano? La oración y la fe no ayudan a tal persona, porque es materialista, depende de «la fuerza y la sustancia».

Cuando permitimos que los pensamientos que se originan en la investigación espiritual tengan efecto en nosotros, nuestra conexión con el mundo espiritual se hace evidente. Pero también vemos algo más. Si somos bastante infelices, de modo que otra persona no podría hacer frente a tal infelicidad, esto demuestra que un teósofo puede hacer frente a ella. Supongamos, por ejemplo, que un joven que ha alcanzado la edad de dieciocho años y ha dependido del bolsillo de su padre experimenta ahora: El padre se arruina. Se ve obligado a trabajar. Lo considera una desgracia. Vive hasta los cincuenta y se ha convertido en alguien respetable. Entonces puede decir: Gracias a Dios que ocurrió esta desgracia, de lo contrario me habría convertido en un inútil. - Cuando ya no estás atrapado en la desgracia, puedes ver la desgracia como una herramienta educativa. Debemos ser capaces de decirnos a nosotros mismos: Somos nosotros mismos quienes nos hemos traído esta desgracia a través de nuestro karma, porque la necesitamos en esta vida para nuestra educación. Al menos, una persona capaz de captar tales pensamientos no refunfuñará contra la guía del mundo en las horas infelices, sino que reconocerá su sabiduría. Sin embargo, esto nos crea gradualmente estados de ánimo que tienen un efecto completamente diferente de los que tenemos cuando nos sentimos completamente dependientes del «poder y la sustancia». Ahora sabemos que dependemos de la guía espiritual del mundo. Esto se comunica al estado de ánimo, y entonces uno se retira de la dependencia de «fuerza y materia» a través de las influencias sobre el cuerpo etérico. Entonces no necesitamos ir a la Riviera para elevar nuestro ánimo, sino que nuestra posesión espiritual nos permite moldear nuestras herramientas de tal manera que podemos ser independientes de lo externo.

En los escritos sobre la salud del alma de Ralph Waldo Trine y otros, no encontramos cómo obtener este estado de ánimo. Verter la sabiduría de la Teosofía en el estado de ánimo nos independiza de la materia y del poder, nos abre una fuente que nos eleva por encima del espacio y del tiempo. Entonces nos desprendemos del poder de la materia y volvemos a trabajar en el instrumento de nuestro cuerpo. Así es como adquirimos gradualmente la práctica de la vida a través de la ciencia espiritual. No todo el mundo cree en esto, mis queridos amigos, porque muy pocas personas hoy en día, cuando todo el mundo es tan dependiente de la materia y del poder, están equipadas para reconocer tales cosas. Deben convencerse por experiencia de que esto es así, pues la experiencia podrá proporcionarles cada vez más pruebas de vida. Ese es el resultado de la ciencia espiritual en general, que trabaja en el manejo externo bastante ordinario de la vida.

Les demostraré con ejemplos lo que enseña la ciencia espiritual; Les daré algunas de las trivialidades de la vida. Por ejemplo, debido a que ahora vivimos en el plano físico con materia externa, en ciertos casos debemos tener la capacidad de percibir el espíritu en todas partes en la materia externa que nos rodea. Porque la materia no es más que un espejismo, Maya, todo es espíritu condensado. De modo que para la vida ordinaria tenemos que sentir el espíritu entre los objetos de la materia. Por lo tanto, debemos ser capaces de entrar en una relación externa con ella, de modo que seamos capaces de entrar en relaciones íntimas con las cosas, por así decirlo.

Hay personas que se lavan las manos con frecuencia y hay quienes rara vez se lavan las manos. Bueno, en cierto sentido hay una gran diferencia entre uno y otro. En realidad, el ser humano está impregnado de lo sobrenatural de maneras muy diferentes con respecto a sus diversas partes del cuerpo. Por ejemplo, el pecho y los muslos no están permeados por el cuerpo etérico de la misma manera que las manos. Poderosos rayos del cuerpo etérico emanan directamente de los dedos. Debido a que este es el caso de las manos, es precisamente en las manos donde podemos desarrollar una relación maravillosamente íntima con la vida exterior. Las personas que se lavan las manos suelen tener una relación más fina con su entorno, son más receptivas a su entorno porque el espíritu materializado en la sangre ejerce el efecto de que el ser humano se vuelve más sensible en sus manos. Los paquidermos, en relación con el mundo exterior, no suelen lavarse las manos. Vean cuán poco se abren estas personas robustas a las peculiaridades de sus semejantes, mientras que los que se lavan las manos más a menudo entran en una relación más íntima con el mundo que los rodea. Si un hombre tratara de hacer lo mismo en otro lugar, por ejemplo en los hombros, se vería que si los lavara tanto, se volvería neurasténico. Lo que es saludable para las manos no lo es para los hombros. El hombre está organizado de tal manera que es capaz de entrar en esta relación íntima con el medio ambiente a través de sus manos.

También sería perjudicial si las personas se inclinaran a lavarse la cara con la misma frecuencia. Tratar el rostro de esta manera no tendría un efecto beneficioso para la salud. Con otras partes del cuerpo humano, el asunto es bastante diferente. Las personas que no están debidamente entrenadas por la ciencia espiritual, los médicos materialistas, por ejemplo, no notan la diferencia y recomiendan lavados fríos a los niños; Esas cosas se hacen fanáticamente. ¡Uno debe saber que ya no se hace nada con travesuras! Esta es la base de una gran cantidad de neurastenia, que uno perjudica su salud de una manera tan abstrusa. Las manos pueden tolerar esto, y el resto del cuerpo se vuelve receptivo al material. Ahí se ve el efecto del materialismo. Aquí me estoy refiriendo por norma general. Cuando se trata de una cura temporal, el asunto es diferente.

No sólo los niños más pequeños tratan de lavarlos de forma sistemática -son atormentados todas las mañanas-, la gente no se limita a esto. Corren al sol para tomar baños de sol, para dejar que el material del mundo exterior trabaje sobre ellos en su conjunto. Debemos alegrarnos de ser capaces de trabajar desde el centro interno hacia afuera y no debemos hacernos cada vez más dependientes de lo material. Esta exposición de todas las partes es la misma que si el molinero hiciera todo lo posible para oír el estrépito de su molino todo el tiempo, y no se contentara con no oírlo más. Por supuesto, hay que excluir los casos en los que se trata de una cura temporal. Si esto se hace en la juventud, entonces el ser humano se hace apto para dejar que toda influencia obre en su organismo. Se endurece a sí mismo, es decir, se endurece a sí mismo de tal manera que finalmente está completamente "endurecido" y ya no siente ninguna influencia externa.

Tales puntos de vista no surgen simplemente de la práctica ordinaria de la vida, -eso no es posible-, sino que sólo pueden juzgarse cuando se conoce al ser humano en su totalidad. Y que el hombre es un ser complejo, y que en relación con sus miembros particulares existen las más variadas relaciones entre los cuerpos físico, etérico y astral, etc., es algo que se puede aprender a partir de cosas muy sencillas. Hoy puede haberte parecido un poco divertido lo que se ha dicho en relación con el hecho de que el hombre, con su cuerpo astral y etérico, está en una relación muy especial con el cuerpo físico. Por otra parte, puede que hayan oído que la extirpación o la enfermedad de un determinado órgano acerca a la persona a un estado parecido a la idiotez. Pero si a tal persona se le da el jugo de tiroides de una oveja, por ejemplo, se transforma de idiota en una persona pensante. Esto es un hecho bien conocido. Estos hechos sólo son correctamente evaluados por la ciencia espiritual. ¿Por qué es así? Pues verán, es porque no sólo en la glándula tiroides, sino también en un número mucho mayor de órganos glandulares, hay herramientas que se construyen a partir del cuerpo etérico. Necesitamos nuestras herramientas en el mundo físico para empezar algo. Del mismo modo que necesitamos un martillo para clavar un clavo, necesitamos las herramientas para las que se nos han dado. Si nos las quitan, ya no tenemos la herramienta. Pero eso no prueba que se haya quitado la capacidad de sustituir su efecto. Pero debemos saber que tal efecto sólo es posible cuando el cuerpo etérico entra en funcionamiento.

En el caso de aquellos órganos que están relacionados con el cuerpo astral, está fuera de cuestión que cambiemos algo en los órganos sustituyendo la secreción. He visto a personas que tenían un defecto en el cerebro comer sesos de oveja o cosas por el estilo, sin ninguna mejora mental, porque el cerebro es un órgano que está relacionado con el cuerpo astral. Ahí vemos cómo la ciencia espiritual también ilumina estas cosas. No se puede comprender al hombre si no se puede entrar en estas partes superiores, supersensibles del hombre, y entonces básicamente no se sabe lo que se está considerando.

Si leen libros de medicina hoy en día, se describen casos como si una persona perdiera el juicio debido a una enfermedad o a la ausencia de la glándula tiroides. No, simplemente pierde el interés, se vuelve torpe y no utiliza su mente. Uno no se vuelve estúpido porque no pueda pensar. Aunque no se tenga interés, la mente permanece intacta. Lo que se pierde es el vivo interés que la persona tiene por las cosas, el interés por centrar la atención en las cosas. Quien no tiene interés no dirige su atención a nada porque carece de las herramientas. Con la glándula tiroides no le dotamos de intelecto, sino que le damos una herramienta para que se interese vivamente por las cosas del mundo. Se juzga muy mal al hombre si no sabe nada en absoluto del mundo suprasensible, y gran parte de lo que se enseña en nuestros libros científicos y de divulgación se sitúa en este nivel. Cuando se lee que una persona se vuelve tonta debido a la pérdida de tiroides y se vuelve más inteligente al ingerir tiroidina, esto no es cierto. Lo que es cierto es que su atención se despierta, al ingerir tiroidina. En todas partes se puede ver por las consecuencias, que lo que se dice de la investigación clarividente no es algo fantasioso. Aunque no todo el mundo pueda verlo, se puede probar que lo que ven los clarividentes está ahí. Está ahí en todas partes. Les recomiendo que piensen una y otra vez en la frase: Si no pueden ver en sí mismos lo que se desprende de la investigación clarividente, pueden experimentarlo en el mundo. De este modo pueden obtener indirectamente pruebas de lo que se comunica espiritual y científicamente.

Les he explicado muchas cosas sobre la forma en que el cuerpo astral humano puede mostrar su influencia en relación con la vida. Les he hablado de cómo el cuerpo etérico influye en la vida. Ahora quisiera decirles algunas cosas sobre el yo que les ayudarán a tender un puente desde la teoría teosófica hasta la realidad de la vida. Todos ustedes conocen el fenómeno generalizado en la vida que se describe con dos palabras porque se expresa de dos maneras: Derramar lágrimas y estar triste.

¿Qué significa en la vida humana sentir una tristeza causada externamente que se expresa físicamente en lágrimas, o tener una experiencia interior del alma que también se expresa en lágrimas? El ser humano tiene algo en su interior que le permite no sólo experimentar lo que tiene en su propio cuerpo, sino también experimentar y sentir lo que ocurre en su entorno en su conciencia ordinaria y normal. Entonces estamos implicados en nuestro entorno cuando estamos tristes por tal o cual pérdida, tristes hasta el punto de llorar. ¿Qué prueba esto? Que podemos absorber lo que ocurre en nuestro entorno y llevarlo en nuestro corazón. Significa que tenemos un yo dentro de nosotros que tiene una conexión misteriosamente mágica con todo nuestro entorno. A través de esta conexión mágica entre las personas y aquello que no vive dentro de ellas, se experimenta una conexión con el exterior.

El yo puede ser en sí mismo de dos maneras: en primer lugar, de una manera egoísta; luego, en particular, se reduce al hecho de que a través de las lágrimas, nos damos alivio del dolor. Porque no queremos tener una [verdadera] parte. En segundo lugar, sin embargo, la tristeza también puede estar plenamente justificada porque vertemos en nosotros algo que vive en nuestro entorno. Por eso las lágrimas significan más para las personas cuando pueden entristecerse por cosas que les afectan personalmente lo menos posible. Hay personas que lloran por puro egoísmo, porque no pueden soportar lo que ocurre en sus vidas o no pueden soportar su propia pérdida. Por supuesto, también hay personas que lloran por cosas que no les conciernen, para que el mundo diga: está llorando como una Magdalena por un pasaje de una novela o un drama. Y esta posibilidad puede crear en él un cierto encanto, que también puede irradiar de su pena a todas las demás lágrimas y demás tristezas, porque cuanto mayor es nuestra tristeza, más nos conmueve todo lo demás. Y en su pena, el hombre es en cierto sentido conducido a su yo de una manera no egoísta. Aquello que carece de yo, no puede llorar ni puede estar triste. Por lo tanto, la afirmación de que los animales también lloran es básicamente un disparate. Más bien es cierto que los animales no pueden llorar ni estar tristes como los humanos. El perro sólo parece triste porque no recibe todo lo que recibía cuando el amo aún estaba allí. Los psicólogos tienen razón cuando dicen que los animales sólo pueden aullar, pero los humanos pueden llorar. -Pues el llanto y la tristeza pueden ser la prueba más contundente de que la profundización del yo está dentro de nosotros y de que así entramos en contacto con lo que nos rodea. Por eso se produce una condensación de nuestro yo, que luego sale en forma de lágrimas. Debido a esto, podemos decir que el llanto y las lágrimas son básicamente algo que está conectado con la esencia más íntima de la naturaleza humana.

Cuando una persona recupera su estabilidad interior, puede expresar mejor este estado convirtiéndolo en lágrimas. Las palabras en Fausto, después de que Fausto regrese del suicidio y se quite la copa envenenada de la boca, son pronunciadas desde las profundidades: «¡La lágrima brota, la tierra me tiene de nuevo!». En ese momento es el yo el que habla. Se expresa en estas palabras: La lágrima brota, la tierra me tiene de nuevo.

Por lo tanto, en cuanto a la tristeza, lo que experimentamos con nuestro entorno, está relacionado con lo más íntimo del ser humano. Y eso exige que el hombre lo tome con verdadera seriedad y que podamos entristecernos por la miseria de nuestro entorno, pero nunca por la miseria meramente imaginada. Todos los dramas que simplemente llevan la miseria al escenario sólo pueden producir emociones antinaturales en el alma. Sólo podemos relacionar con nuestra dignidad humana si el significado está conectado con el hecho de que el héroe, aunque caiga, sale victorioso. Sólo podemos soportar los dramas que representan la miseria si vemos la victoria del bien. Entonces nuestra tristeza y nuestras lágrimas son legítimas, porque realmente hunde la tristeza de la realidad en nuestro interior.

Con respecto a otra experiencia de nuestro yo, que podemos describir con muchos nombres, es muy diferente. Lo que se expresa en la risa, la algarabía, la alegría, tal vez incluso en los chistes, -en la parte de lo cómico, el asunto es al revés. Reírse de un tonto en la realidad es inhumano, reírse de la locura imaginada es en realidad infinitamente liberador. La locura debe experimentarse porque tiene un efecto curativo, -incluso en el circo se puede experimentar este buen remedio mental-, porque es a la vez un reencuentro con uno mismo. Cuando somos capaces de reír, nos elevamos por encima de la situación. Tomamos conciencia de nuestro valor interior y nos elevamos. Hay algo tremendamente saludable en las bromas burlescas del teatro de Punch y Judy, hasta en los cómicos que cometen todo tipo de locuras y se enredan en todo tipo de contradicciones, mientras que la risa ante la locura, si es real, delata lo inhumano.

Extrañamente, el yo se muestra en su sana relación con el entorno. Lloramos hacia la miseria, hacia lo real, no hacia lo representado. A la inversa, cuando reímos y bromeamos. Somos brutos cuando nos reímos de la locura que es inherente a la persona como característica natural. Pero son saludables y contribuyen a una formación humana sana cuando podemos sentir placer por lo burlesco y cómico que se representa. Porque eso apunta al yo sano que hay en nosotros.

Ahí se puede ver que lo sano en el entorno también se puede entender cuando nos damos cuenta de que nosotros también tenemos un yo. Ahora nos preguntamos: ¿Es esto también evidente en nuestra humanidad materialista en relación con el arte? Sí, es muy característico y evidente. Si la gente se enfrentara realmente a lo que se representa en los dramas de Hauptmann o Sudermann, por ejemplo, ¡cuántos se desmayarían! En la obra pueden soportar las mismas cosas que en la vida les entristecerían y les moverían a intervenir. Esto no es posible en el escenario. ¿De dónde viene semejante inversión de los hechos? Porque en nuestra época materialista la gente vive más en la periferia, donde el yo no se materializa. De hecho, podemos estar de lo más tristes por lo que sucedió en el Misterio del Gólgota, lo más terrible en el desarrollo del mundo, en el sufrimiento, en toda la tragedia de Cristo Jesús. Y podemos estar en el ánimo más alegre, allí donde la victoria, la victoria de la vida sobre la muerte, directamente representada para los reinos de la eternidad, fue alcanzada en la resurrección. No existe ninguna otra victoria en la que el aleluya más elevado esté tan unido a la tristeza más profunda, todo el sufrimiento en la muerte en el Gólgota y toda la gloria de la Pascua en la resurrección, -no existe ningún otro acontecimiento en el que se expresen tanto la tristeza más profunda como el regocijo más elevado.

Por tanto, no hay sabiduría más profunda que la que Pablo proclamó a propósito de este acontecimiento: ¡No yo, sino Cristo en mí! - Ahí vemos cómo podemos encontrar el centro de gravedad adecuado para que el yo en nosotros sea lo más firme posible, interpenetrando el yo con aquello que es la revelación de Cristo. A medida que la Teosofía penetra en nosotros, penetra también en nuestro yo para darnos la mayor seguridad posible en la vida, el mayor fortalecimiento vital. Pues sólo mediante la comprensión del Cristo, tal como la alcanzamos a través de la ciencia espiritual, obtenemos el centro de gravedad correcto dentro de nosotros mismos.

Por lo tanto, si la Teosofía ha de funcionar como la encontrarán indicada en mi «Ciencia Oculta en Bosquejo», entonces se intenta dar algo que pueda verter en el hombre tal firmeza como la que yace en el dicho: ¡No yo, sino Cristo en mí! - a través de lo cual el hombre pueda transformarse cada vez más, de modo que pueda brotar en nosotros esa conciencia eterna de la que podemos decir: Lo que puede ser tomado en nosotros no se nos puede quitar.

Entonces sentimos una palabra como la pronunciada por Johann Gottlieb Fichte, el gran conocedor de la Teosofía, sentimos lo que significa, lo que él dice, por ejemplo: «Cuando siento y comprendo mi conexión con lo Eterno, -y nada puede transmitirnos esta conexión tanto como la Teosofía-, cuando siento y comprendo mi conexión con lo Eterno, -así dice Johann Gottlieb Fichte-, y cuando nosotros también comprendemos esta conexión, también nos paramos allí en la tierra y decimos con él: Os miro a vosotros, rocas, y a vosotros, montañas; caed y enterrad mi cuerpo hasta el último polvo del sol y destruid todo lo que son mis herramientas físicas - ¡y yo os desafío, porque vosotros no sois eternos; pero yo estoy conectado con el Eterno, yo soy eterno!

Así habla el hombre que comprende el valor de la sabiduría de lo Eterno. Así habla el hombre que lleva la Teosofía a su interior, a su totalidad corporal, astral, etérica, a la elevación de su existencia, a su incorporación a los mundos espirituales, de los cuales sólo tiene que saber que es espíritu de su espíritu. Pues el hombre no sólo es carne de la carne, sino que es espíritu del espíritu eterno.
Traducido por J.Luelmo ene, 2025

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