GA124 Berlín, 7 de noviembre de 1910 - Correspondencias entre el desarrollo del ser humano individual a lo largo de los siete años y de la humanidad entera a través de las épocas culturales post-atlantes
GA207 Dornach, 15 de octubre de 1921 - El despertar del yo adormecido por causa de la apariencia de los sentidos
RUDOLF STEINER
EL DESPERTAR DEL YO ADORMECIDO POR CAUSA DE LA APARIENCIA DE LOS SENTIDOS
Conferencia 10
Dornach, 15 de octubre de 1921
Quisiera volver una vez más sobre las últimas consideraciones. Hemos intentado representar cómo deben entenderse la vida espiritual humana, la vida del alma humana y la vida corporal humana. Si representamos la vida anímica humana, es decir, lo que el ser humano siente en su interior como pensar, sentir y voluntad, vemos que el pensar, es decir, lo que se experimenta directamente como contenido del pensamiento, tiene lugar entre el cuerpo físico y el cuerpo etérico, que el sentir tiene lugar entre el cuerpo etérico y el cuerpo astral, y la voluntad entre el cuerpo astral y el yo. De ello se desprende que los pensamientos, en la medida en que somos plenamente conscientes de ellos, sólo representan lo que surge de las profundidades de nuestro propio ser y, en realidad, sólo pueden dar forma a las oleadas de la vida anímica. De las profundidades del ser humano surgen algo así como sombras, que llenan nuestra conciencia y son entonces el contenido de nuestros pensamientos.
Si quisiéramos visualizar el asunto esquemáticamente, podríamos decir: cuerpo físico (ver dibujo, azul), cuerpo etérico (naranja), cuerpo astral (rojo) y yo (violeta). Entonces tendríamos el contenido del pensamiento entre el cuerpo físico y el cuerpo etérico.Pero por mis descripciones de las últimas conferencias habrán visto que este contenido de pensamiento es en verdad algo mucho más real que lo que experimentamos en la conciencia. Lo que experimentamos en nuestra conciencia es sólo algo que, como he dicho, produce oleadas desde las profundidades de nuestro ser hasta el yo. Ahí es donde surge. El contenido emocional se encuentra entre el cuerpo etérico y el cuerpo astral y de nuevo late hasta el yo, y el contenido de la voluntad se encuentra entonces entre el cuerpo astral y el yo. Por lo tanto, está más cerca del yo. Podemos decir: En la voluntad el yo se experimenta a sí mismo en su forma más directa, mientras que el contenido del sentir y del pensar reposa en las profundidades de nuestro ser y sólo las oleadas llegan hasta nuestro yo.Prestemos atención a esta apariencia sensorial. Observémosla y démonos cuenta de que depende por completo de nuestra existencia física. Sólo puede colmarnos cuando confrontamos nuestro cuerpo físico con el mundo exterior en estado de vigilia. Esta apariencia de los sentidos cesa en el momento en que, al pasar por la muerte, abandonamos nuestro cuerpo físico en el sentido que hemos tratado en las observaciones anteriores.
Entre el nacimiento y la muerte, nuestro yo es despertado, por así decirlo, por la aparición de los sentidos. Como seres humanos terrenales despiertos, de nuestro verdadero ser sólo podemos disponer de lo que está animado por esta apariencia sensorial. Imaginen ahora vívidamente cómo el yo del ser humano capta la apariencia sensorial, que no es más que una apariencia, y la entreteje con su propio ser humano. Consideren ahora el hecho de que un ser exterior se convierte en un ser interior, al igual, -como pueden ver en el sueño-, yo diría que se teje interiormente una tela muy fina en la que se entretejen las impresiones sensoriales. El yo se apodera de lo que llega a través de las impresiones sensoriales. Lo externo se convierte en interno. Pero sólo lo que se convierte en interno puede una persona llevar a través de la puerta de la muerte.
Por lo tanto, lo que una persona lleva por primera vez a través de la puerta de la muerte es un tejido fino. Deja su cuerpo físico. Que fue lo que le dio las impresiones sensoriales. Por eso las impresiones sensoriales son sólo ilusorias, porque el cuerpo físico es desechado. Sólo lo que el yo ha absorbido de la ilusión es llevado a través de la puerta de la muerte. El cuerpo etérico también se desecha poco después de la muerte. De esta manera, sin embargo, lo que está entre el cuerpo físico y el cuerpo etérico es desechado por el propio ser. Como hemos visto, esto inicialmente se disuelve en el cosmos general, formando sólo el germen para mundos posteriores, pero en realidad no continúa viviendo junto con nuestro ser humano después de la muerte, sino sólo aquello que ha ascendido en oleadas y se ha unido con los sentidos. Si se considera esto, se puede tener una idea aproximada de lo que el hombre lleva consigo a través de la puerta de la muerte.
Por eso, porque esto es así, hay que preguntarse: ¿Cómo puede alguien construir un puente de conexión con una persona fallecida? - no se puede construir este puente de conexión enviando pensamientos abstractos, ideas vagas a la persona fallecida. Si se piensa en la persona fallecida con ideas abstractas, ¿cómo es allí? Las ideas abstractas ya casi no tienen apariencia de sentido, se han desvanecido, pero tampoco vive en ellas nada interiormente real, sólo lo que surge de lo interiormente real. En las ideas abstractas sólo vive un hormigueo con el ser humano. Así que lo que captamos a través de nuestro intelecto es mucho menos real que lo que colma nuestro yo en nuestros sentidos. Lo que llena nuestro yo hace que esté despierto. Pero este contenido despierto sólo se entremezcla con las oleadas que surgen de nuestro propio ser interior. Por eso, si dirigimos pensamientos abstractos y desvaídos a una persona muerta, no puede tener comunión con nosotros; pero sí puede tenerla si imaginamos interiormente de forma bastante concreta cómo estuvimos junto a él allí o allá, cómo le hablamos, cómo quiso esto o aquello de nosotros a través de su propio hablar. El contenido del pensamiento, el pálido contenido del pensamiento, no será de mucha utilidad, pero sí lo será si desarrollamos un fino sentimiento por el sonido de su lenguaje, por el tipo particular de emoción o temperamento con el que nos habló, si sentimos el vívido calor de estar junto a sus deseos, en resumen, si imaginamos esta cosa concreta, pero de tal manera que nuestras imaginaciones sean imágenes: si nos vemos a nosotros mismos como estuvimos de pie o sentados junto a él, como experimentamos el mundo con él. Uno podría creer fácilmente que son precisamente los pálidos pensamientos los que se arquean a través de la brecha de la muerte. Este no es el caso. Las imágenes vívidas se arquean a través de él. En las imágenes de la apariencia de los sentidos, en las imágenes que tenemos sólo por el hecho de nuestros ojos y oídos, nuestro sentido del tacto, etc., en tales imágenes se agita algo que la persona muerta puede percibir. Porque al morir ha dejado a un lado todo lo que no es más que un pensamiento abstracto, pálido, intelectual. Nuestras imágenes mentales pictóricas, en la medida en que las hemos hecho nuestras, las llevamos con nosotros a través de la muerte. Nuestra ciencia, nuestro pensamiento intelectual, todo eso no lo llevamos consigo a través de la muerte. Una persona puede ser un gran matemático, puede tener miríadas de concepciones geométricas, todo esto lo deja a un lado tal como lo hace con su cuerpo físico. La persona puede saber mucho sobre los cielos estrellados y la superficie de la tierra. En la medida en que ha absorbido este conocimiento en pálidos pensamientos, se deja a un lado en la muerte. Si, como botánico erudito, una persona cruza un prado y entretiene sus pensamientos teóricos acerca de las flores del prado, entonces este es un contenido de pensamiento que sólo le satisface aquí en la tierra. Sólo lo que llama su atención y está coloreado por su amor por las flores, lo que recibe calor humano por la unión del pálido pensamiento con la experiencia del yo, es llevado a través del portal de la muerte.
Es importante saber qué es lo que uno adquiere realmente como posesión humana aquí en la tierra, de tal manera que uno pueda llevarlo a través de la puerta de la muerte. Es importante saber que todo el intelectualismo, que ha sido el pilar de la civilización humana desde mediados del siglo XV, es algo que sólo tiene sentido en la vida terrenal, algo que no se lleva a través de la puerta de la muerte. De modo que se puede decir: La raza humana vivió los tiempos pasados que hemos discutido, empezando con la catástrofe atlante, los largos tiempos a través de la antigua India, la antigua Persia, a través del período egipcio-caldeo, y luego a través de nuestra propia época hasta el día de hoy; durante todo este período, es decir, hasta el primer tercio o mediados del siglo XV, los hombres aún no vivían una vida tan claramente intelectual como la que hoy valoramos tan altamente como nuestra vida civilizada. - Pero los hombres anteriores al siglo XV experimentaron mucho más de todo lo que se lleva a través de la puerta de la muerte. Pues precisamente aquello de lo que se han enorgullecido desde el siglo XV, aquello que en realidad constituye todo el valor de la vida en la tierra para el actual mundo culto, es algo que se extingue con la muerte. Casi se podría decir: ¿Cuál es la característica de la civilización más reciente? La característica de todo aquello que tanto se alaba que ha sido aportado por el copernicanismo, por el galileanismo, es algo que debe ser desechado al morir, algo que el hombre en realidad sólo puede adquirir a través de la vida en la tierra, pero que sólo puede convertirse para él en una posesión terrenal. Y al desarrollarse en la civilización moderna, el hombre ha logrado en realidad precisamente este objetivo de experimentar aquí, entre el nacimiento y la muerte, lo que sólo tiene importancia para la tierra. Es muy importante que el hombre moderno sepa a fondo que el contenido de lo que hoy se considera lo más elevado de la enseñanza escolar sólo tiene significado real para la vida en la tierra. En nuestras escuelas ordinarias enseñamos a nuestros hijos todo lo que es la civilización moderna, no inicialmente para la parte inmortal de sus almas, sino sólo para su existencia terrenal.
El intelectualismo también puede ser captado correctamente por el alma de la siguiente manera. Cuando una persona se despierta por la mañana, las imágenes sensoriales penetran en ella. Él sólo se da cuenta de que las imágenes sensoriales se entretejen con los pensamientos como una fina telaraña, y que él en realidad vive en imágenes. Estas imágenes desaparecen inmediatamente cuando se duerme por la noche. Su vida de pensamiento también desaparece. Pero la aparición de estas imágenes sensoriales es esencial, porque lo que el yo se apropia de ellas se va con él a través de la muerte. Lo que viene de dentro, el contenido del pensamiento, permanece todavía en forma de un breve recuerdo, como saben, unos días después de la muerte, mientras la persona lleve consigo su cuerpo etérico. Después el cuerpo etérico se disuelve en la inmensidad del cosmos. Para el ser humano, inmediatamente después de la muerte, se trata de una breve experiencia en la que siente sus imágenes, que contienen la apariencia sensorial, en la medida en que el yo se la ha apropiado, quisiera decir, entretejida con fuertes líneas de lo que ahora se ha apropiado a través de su conocimiento. Pero a los pocos días de su muerte se desprende de esto con su cuerpo etérico. Después vive con sus imágenes en el cosmos, y entonces estas imágenes se entretejen en el cosmos de la misma manera que se entretejen en su propio ser antes de la muerte. Antes de la muerte, las imágenes de las percepciones sensoriales se formaban hacia dentro. Son captadas por el ser humano, podríamos decir, en la medida en que está limitado por su piel. Después de la muerte, una vez transcurridos los pocos días en los que todavía se experimenta la vida del pensar, porque se tiene el cuerpo etérico antes de que se disuelva, después de estos días las imágenes se agrandan en cierto modo. Se agrandan de tal manera que ahora, por así decirlo, se reciben exteriormente de la misma manera que se recibían interiormente durante la vida en la tierra.
Todo el proceso podría esquematizarse de esta manera: Si éste es el límite del cuerpo humano (ver dibujo, color brillante) y tiene sus impresiones en el estado de vigilia, entonces sus experiencias interiores se forman a partir de las impresiones sensoriales dentro de su ser. Después de la muerte, el hombre experimenta su límite como un sentimiento integral; pero las impresiones, por así decirlo, vagan fuera de él. Las siente en su entorno (rojo). De modo que el ser humano, mientras que en la vida terrenal dice: Mis experiencias anímicas están en mí -, se dice a sí mismo después de la muerte: Mis experiencias anímicas están delante de mí, o mejor dicho, a mi alrededor. -Se mezclan con el entorno. En consecuencia, también se diferencian interiormente. Digamos, por ejemplo, que una persona, por ser amante de las flores, tiene una rosa, una rosa roja, particularmente grabada en su mente en repetidas impresiones sensoriales; entonces, cuando experimente este deambular después de la muerte, verá la rosa más grande, pictóricamente más grande, pero le parecerá verdosa. Así también la imagen cambia interiormente. Todo lo que el hombre ha percibido en la naturaleza verde, en la medida en que experimenta realmente esta naturaleza verde con una parte humana, no meramente con pensamientos abstractos, se convierte ahora para él después de la muerte en un entorno rojizo y suave de todo su ser.
Como ven, por ejemplo, el hombre vive en el calor. Del mismo modo que percibe el mundo en colores a través de su sentido de la vista, percibe el mundo en calor a través de su sentido del calor. Experimenta el calor, digamos, en su ser humano interior, en la medida en que está limitado por la piel. Pero ya hace abstracción en su percepción. El calor percibido en la vida del mundo no puede representarse realmente de otra manera que no sea captándolo en su totalidad. Pero entonces siempre hay algo en el calor que sólo puede expresarse en la experiencia humana refiriéndose al sentido del olfato. El calor, percibido objetivamente en el exterior, siempre tiene algo de olor.
Y ahora lean el capítulo de mi «Ciencia Oculta» sobre el proceso de nuestra tierra que vive principalmente en el calor: cómo se habla también de las sensaciones de olor al describir estas cosas. De ello se desprende que el calor no se describe tal como el hombre lo experimenta en el intelectualismo. Se ha extraído del ser humano. Y lo que el ser humano experimenta aquí entre el nacimiento y la muerte como calor, allí, inmediatamente después de la muerte, lo experimenta como sensación de olor.
La gente aquí en la tierra realmente experimenta la luz de una manera muy abstracta. Experimenta esta luz entregándose a un engaño constante. También me gustaría señalar esto aquí: Escribí un tratado, -podría decir que hace ahora treinta y ocho años-, muy verde y juvenil, en el que intentaba describir cómo la gente habla de la luz. Pero, ¿Dónde está la luz? El hombre percibe los colores; son sus impresiones sensoriales. Dondequiera que mire: Percibe colores, algún tipo de matiz, aun a sabiendas de que es un matiz. Pero la luz, -vive en la luz, pero no percibe la luz; percibe los colores a través de la luz, pero no percibe la luz misma. Las ilusiones en las que vive el hombre a este respecto en la era intelectualista pueden verse en el hecho de que existe una «doctrina de la luz» en nuestra física; que la gente habla como si fuera algo que tiene cara y ojos cuando lo consideran como una doctrina de la luz. No tiene ni cara ni ojos. Sólo una teoría del color tiene cara y ojos, pero no la teoría de la luz.
Fue necesario que Goethe tuviera un sentido muy sano de la naturaleza para que se le ocurriera una teoría de los colores y no de la óptica. Hoy abrimos nuestros libros de física: la luz está virtualmente construida: los rayos se dibujan, se reflejan y hacen todo tipo de cosas. Pero nada de esto es la realidad. Se pueden ver los colores. Podemos hablar de una teoría de los colores, pero no de una teoría de la luz. Vivimos en la luz. Percibimos los colores a través de la luz y en la luz, pero nada de la luz. Nadie puede ver la luz. Imagínense que estuvieran en una habitación completamente iluminada, pero en la que no hubiera ni un solo objeto. Daría igual que estuvieran a oscuras. No percibirían más por sí mismos en una habitación cuando está completamente a oscuras que con la mera luz; ni siquiera podrían distinguirla de una habitación completamente a oscuras. Sólo podrían distinguirla mediante una experiencia interior. Pero tan pronto como el hombre ha atravesado la puerta de la muerte, percibe algo en la luz, igual que percibe el olor del calor, para el que hoy en día ni siquiera tenemos una palabra adecuada en nuestro lenguaje intelectualista, tendríamos que decir: humo. Un torrente, eso es lo que realmente percibe. El hebreo aún tenía algo así: ruach. Se percibe el desbordamiento. Se percibe lo que sólo nosotros podemos llamar aire.
Y si ahora miramos lo que actúa por todas partes en nuestras relaciones terrestres como efectos químicos: Los percibimos en sus manifestaciones, estos efectos químicos, los efectos químicos del éter. Vistos espiritualmente, sin el cuerpo físico, por tanto también después de la muerte, proporcionan lo que es el contenido del agua.
Y la vida misma es lo que constituye el contenido de la tierra, de lo sólido. Desde el punto de vista del ser humano muerto, toda nuestra tierra se percibe como un gran ser vivo. Cuando caminamos por la Tierra, también percibimos sus entidades individuales, en la medida en que son entidades terrestres, como muertas. Pero, ¿En qué se basa nuestra percepción de los muertos? Toda la tierra está viva, y también se nos revela inmediatamente en su vida cuando la vemos desde el otro lado de la muerte. Si ésta es nuestra tierra -sólo vemos un trozo muy pequeño de ella y estamos adaptados a ver este pequeño trozo-, sólo cuando revoloteamos a su alrededor en espíritu y además tenemos una facultad perceptiva desde fuera, es decir, las impresiones se magnifican, entonces la percibimos como un ser completo. Pero entonces es un ser vivo.
Al hacerlo, he señalado algo que es muy importante tener en cuenta.
Luz: Humo, Aire
Efectos químicos: Agua
Vida: Tierra
Verán, una vez tuve una conversación con un señor que me dijo que gracias a la teoría de la relatividad ahora por fin sabemos que podemos imaginarnos a las personas el doble de grandes de lo que son; todo es relativo. Todo dependía del punto de vista humano.
Es una visión completamente irreal. Pues como ven, cuando un insecto solar, -ni siquiera es una imagen completamente real, pero digamos-, se arrastra sobre un ser humano, tiene un cierto tamaño en relación con el ser humano. No percibe al ser humano entero, sino sólo un poco del ser humano en proporción a su tamaño. Y por eso, para el insecto solar, el ser humano no está vivo, pero el ser humano sobre el que se arrastra está tan muerto para el insecto solar como la tierra está muerta para el ser humano. Pero también hay que ser capaz de pensar al revés. Hay que poder decirse a sí mismo: Para que el hombre experimente la tierra como muerta, debe tener un cierto tamaño en la tierra. El tamaño del hombre no es accidental en relación con la tierra, sino que es completamente apropiado para toda la vida del hombre en la tierra. Por eso no se puede pensar en el hombre como grande o pequeño, por ejemplo en términos de la teoría de la relatividad. Sólo cuando se piensa y se imagina de un modo completamente abstracto e intelectualista se puede pensar en él como grande o pequeño; sólo entonces se puede decir: si se organizara un poco de otro modo, el hombre quizá parecería el doble de grande, y cosas por el estilo.
Esto deja de ser así cuando se acepta una concepción que prescinde de lo subjetivo y se puede visualizar el tamaño del hombre en relación con la tierra. También ocurre que todo el ser humano se expande en el universo después de la muerte, que durante un tiempo después de la muerte el ser humano se vuelve mucho más grande que la propia tierra. Entonces la percibe como un ser vivo. Y entonces siente efectos químicos en todo lo que es agua. Percibe la luz en la sustancia aérea, no el aire y la luz por separado, sino la luz en la sustancia aérea, y así sucesivamente. El hombre experimenta imágenes, imágenes cambiadas en comparación con las imágenes de su vida de vigilia entre el nacimiento y la muerte.
Le decía que no podemos llevarnos con nosotros a través de la muerte nada de lo que se ha adquirido de nuestra alma de forma intelectualista, nada de ello. Pero antes del siglo XV, el hombre todavía tenía una especie de herencia de los tiempos primitivos. Como ustedes saben, esta herencia era tan grande en los tiempos primitivos que el hombre tenía una clarividencia atávica, que luego se apagó y enturbió, se paralizó, que pasó completamente a la abstracción a partir de mediados del siglo XV. Pero lo que el hombre se llevó consigo a través de la muerte de esta herencia divina le dio en realidad su ser. Así como el hombre absorbe aquí la materia física cuando entra en la existencia terrenal a través del nacimiento o la concepción, así también el ser divino que trajo consigo y llevó consigo a través de la muerte fue lo que le dio una gravedad espiritual -por supuesto es polarmente opuesta a la gravedad física-, lo que le dio una gravedad espiritual en primer lugar, si se me permite la expresión, la expresión es grotesca, pero te la hará comprensible.
Tal como están encarnadas ahora las personas, ya no tienen esta herencia, si son adecuados hombres civilizados. A lo sumo todavía se puede notar aquí y allá: las personas de civilización no adecuada, que son cada vez más raras, todavía la poseen. Y es definitivamente un asunto serio de la evolución humana que el hombre pierda básicamente su esencia a causa de lo que recibe por medio de la civilización intelectualista. Y se enfrenta al peligro de que después de la muerte crecerá de tal manera que tendrá estas impresiones, pero que perderá su ser real, su yo, como ya describí ayer desde otro punto de vista. Y sólo hay una salvación para este ser, para el nuevo y futuro ser humano, y esto se puede reconocer por lo siguiente: Si queremos captar aquí, en el mundo de los sentidos, una realidad que haga que el pensar sea tan fuerte que no sea una mera imagen pálida, sino que tenga vitalidad interior, sólo podemos reconocer en el hombre una realidad así que venga de dentro, en ese pensar puro que he descrito en mi «Filosofía de la libertad» como base de la acción. De lo contrario, sólo tenemos una apariencia sensorial en toda la conciencia humana. Pero si actuamos libremente a partir del pensar puro, es decir, como lo describí en mi «Filosofía de la Libertad», es decir, si realmente tenemos los impulsos de nuestras acciones en el pensar puro, entonces le damos a este pensar que de otro modo sería ilusorio, a este pensar intelectualista, una realidad por el hecho de que subyace a nuestras acciones. Y ésta es la única realidad que podemos tejer puramente desde dentro en la apariencia sensoria y llevarnos con nosotros a través de la muerte.
Entonces, ¿Qué es lo que realmente nos llevamos con nosotros a través de la muerte? Nos llevamos lo que hemos experimentado en verdadera libertad entre el nacimiento y la muerte. Las acciones que corresponden a la descripción de la libertad en mi «Filosofía de la libertad» justifican lo que el hombre puede llevar consigo a través de la muerte aparte de la apariencia de los sentidos, que se transforma de la manera que he descrito. Esto le confiere de nuevo un ser. Al liberarse de la determinación del mundo sensorial, el hombre recobra un ser después de la muerte, es un ser real. La libertad es lo que, al adquirir este ser, nos salva de la muerte anímico-espiritual, especialmente para el futuro como almas humanas.
Las personas que sólo se abandonan a las fuerzas de la naturaleza, es decir, a sus instintos y pulsiones, - esto lo describí desde un punto de vista puramente filosófico en mi «Filosofía de la libertad»-, están viviendo en algo que se desintegra con la muerte. Luego viven ellos mismos en el mundo espiritual. Por supuesto, sus imágenes están allí. Pero si el ser humano no se desarrollara en el pleno sentido de la libertad, para volver a ser un ser como era cuando aún tenía su herencia divino-espiritual, tendrían que ser asumidas paulatinamente por otros seres espirituales.
La era intelectualista está, pues, intrínsecamente ligada a la libertad. Por eso siempre he podido decir: El hombre tuvo que hacerse intelectualista para poder hacerse libre. En el intelectualismo el hombre pierde su ser espiritual, pues no puede llevar nada del intelectualismo a través de las puertas de la muerte. Pero a través del intelectualismo adquiere aquí la libertad, y lo que así adquiere en libertad puede luego llevarlo a través de la puerta de la muerte.
Por tanto, el hombre puede pensar todo lo que quiera de un modo meramente intelectualista, - nada de ello podrá traspasar la puerta de la muerte. Pero cuando el hombre utiliza el pensar para vivirlo en acciones libres, gran parte de la sustancia anímica-espiritual que hace de él un ser y no un mero saber pasa con él a partir de sus experiencias de libertad a través de la puerta de la muerte. En el pensar, nuestra naturaleza humana nos es arrebatada mediante el intelectualismo para permitirnos alcanzar la libertad. Lo que experimentamos en la libertad nos es dado de nuevo como ser humano. El intelectualismo nos mata, pero también nos revitaliza. Nos resucita con un ser completamente transformado al convertirnos en seres humanos libres.
Hoy he presentado esto en primer lugar tal como surge del propio ser humano. Mañana relacionaré lo que he presentado hoy sólo a partir del ser humano con el Misterio del Gólgota, con la experiencia de Cristo, para mostrar cómo la experiencia de Cristo puede verterse ahora en la muerte y la resurrección como experiencia interior en el hombre. Mañana hablaremos más de ello.
Traducido por J.Luelmo feb,2025
GA207 Dornach, 9 de octubre de 1921 - El pasado de los seres superiores y el espíritu del hombre
RUDOLF STEINER
EL PASADO DE LOS SERES SUPERIORES Y EL ESPÍRITU DEL HOMBRE
Conferencia 8
Dornach, 9 de octubre de 1921
Hemos hablado de la evolución espiritual y anímica del ser humano. Al centrarnos en el desarrollo espiritual, teníamos que señalar la manera en que este desarrollo espiritual del hombre, es decir, lo que está espiritualmente activo en él, surge a raíz de su cooperación con los seres de las jerarquías superiores de los reinos que están por encima de él. Y si volvemos a preguntarnos por la naturaleza particular de estos seres superiores, se nos remite al pasado del cosmos. Sabemos, por ejemplo, por mi «Ciencia Oculta en Bosquejo», que los seres que clasificamos en el reino de los Ángeles pasaron por la etapa humana durante la evolución de la antigua luna, que los Arcángeles pasaron por su etapa humana durante la evolución de antiguo sol, y que los Arcai pasaron por la evolución de antiguo Saturno. Brevemente, si podemos entender algo del cosmos de la forma en que lo hacemos hoy, cuando tenemos al ser humano ante nosotros. Si queremos entender estos reinos superiores de esta manera, entonces tenemos que retroceder a tiempos pasados. Así que también podemos decir: Si queremos comprender la esencia del hombre como espíritu, entonces miramos hacia el estado actual de desarrollo de los seres que en tiempos muy lejanos pasaron a su manera particular por lo que el hombre está pasando hoy durante su existencia terrena. Por consiguiente, debemos mirar al pasado de los seres superiores cuando consideramos el desarrollo espiritual del ser humano.
También hemos puesto ante nuestra mirada espiritual el despliegue del alma y hemos comprobado que este desarrollo del alma según el pensar, el sentir y la voluntad tiene lugar, por así decirlo, en los intersticios entre el yo, el cuerpo astral, el cuerpo etérico y el cuerpo físico.
No cabe duda de que lo que constituye la vida del alma humana es el presente. Desarrollamos nuestra alma a partir de lo que extraemos de las profundidades de nuestro ser, de aquello que se desarrolla entre los cuatro miembros del hombre del pensar, del sentir y de la voluntad. Absorbemos las impresiones externas, las procesamos y a menudo participamos nosotros mismos en este procesamiento en el presente inmediato. En resumen, podemos decir que cuando consideramos la vida espiritual del ser humano, debemos traer a nuestra comprensión el entramado espiritual-físico en el presente.
¿Cómo es cuando consideramos ahora el cuerpo físico, el cuerpo etérico, -cuerpo de fuerzas formativas-, el cuerpo astral y el yo del ser humano? El ser humano lleva consigo este cuerpo físico desde su nacimiento o vida embrionaria hasta su muerte. Al desprenderse de él al morir, este cuerpo físico no puede conservar su forma. Sólo tiene la posibilidad de conservar su forma, su estructura, todo su ser, si el alma y el espíritu humanos lo impregnan. Las fuerzas que actúan en el exterior, en la naturaleza terrestre-física, lo destruyen, unas más deprisa, otras más despacio, pero lo destruyen. Este cuerpo físico se desintegra porque no puede existir dentro de las fuerzas y leyes que rigen en la naturaleza terrestre en los reinos mineral, animal y vegetal. Por lo tanto, este cuerpo físico sólo existe en virtud del moldeado especial que el espíritu humano le da desde los reinos superiores, desde los reinos espirituales. Sólo existe debido a los procesos que el alma humana lleva a cabo con él al pensar, sentir y desear. Este cuerpo físico no tiene posibilidad de existencia cuando está por sí solo en la existencia física terrenal. Antes de que el ser humano entre en la vida embrionaria, después de que haya pasado por la muerte, todas las fuerzas que intervienen en este cuerpo físico no tienen efecto fuera de él, o sea dentro de la tierra. Sólo durante la vida física del ser humano en la tierra se configura la forma de este cuerpo físico, tienen lugar los procesos correspondientes en este cuerpo físico, este cuerpo físico crece, se marchita y así sucesivamente. Pertenece al hombre, pero no a la tierra. Esto da lugar a una consideración muy común.
Cuando nos acercamos a este mundo físico, para observarlo con la ciencia espiritual, comprobamos que es verdad que el cuerpo físico no puede persistir en la tierra por si solo; pues aquello que lo aglutina, que lo sostiene, tampoco existe realmente para la vida consciente del hombre. Permanece completamente subconsciente. Sin embargo, interiormente es algo pictórico, y podemos captarlo cuando desarrollamos la conciencia imaginativa. Entonces proyectamos, por así decirlo, la imagen interna de este cuerpo físico. Y lo que vemos allí pictóricamente resiste las fuerzas que las sustancias del cuerpo físico, con sus poderes, son incapaces de resistir.
Esta imagen interior no se desintegra en los procesos de la Tierra. Esta imagen interna puede al menos sobrevivir y, una vez que la tierra ya no exista, puede ser llevada a futuras etapas del desarrollo de la tierra. Entonces se formará algo a partir de este cuerpo humano físico que podemos llamar un reino natural del futuro, que todavía no existe, -un reino natural del futuro. De lo que hoy es sólo una imagen, surgirá un reino natural del futuro, un reino que, por su naturaleza, se situará en una cierta relación entre nuestro actual reino mineral, que yace muerto sobre la tierra, y el reino vegetal, que se hundirá en este reino mineral muerto, vivificándolo, desarrollando la vida.
CUERPO FÍSICO
Imagínense ustedes el mundo mineral en el que está incrustado el mundo vegetal, participando de la vida, no sólo yaciendo allí como tierra muerta y llevando las sustancias a la planta a través de las raíces y a través del aire, sino imagínense que allá donde está incrustada la planta, posee ella misma vida: toda una tierra viva que no tiene el reino mineral muerto y un mundo vegetal que ahora no sólo puede hundir vida en este reino mineral, sino que vive dentro del propio reino mineral vivo, un reino mineral vivo, una futura etapa de transformación de nuestra tierra, -en mi «ciencia Oculta» la llamo la etapa de Júpiter, un futuro reino mineral viviente, pero este reino mineral es tan viviente que se forma a sí mismo en una planta, de modo que lo que ahora está meramente sumergido materialmente como procesos químicos en el reino vegetal será a su vez procesos químicos vivientes, de modo que la vida vegetal y la formación mineral serán una sola cosa. Eso es lo que está en germen en el cuerpo físico humano de hoy como un reino posterior, me gustaría decir, vegetal. El cuerpo físico humano de hoy es la semilla de un reino futuro, un reino futuro de la naturaleza.
EL CUERPO ETÉRICO
Y consideremos el cuerpo etérico del hombre actual. Éste permanece inconsciente durante la vida entre el nacimiento y la muerte, pero es activo. En el fondo, es el artífice de la vida actual en nosotros. Es quien nos vigoriza. Es quien contiene las fuerzas del crecimiento y nutrición. Permanece en el subconsciente. Ni siquiera podemos percibir su verdadera forma. Pero esta forma, la percibimos por un corto tiempo después de haber atravesado la puerta de la muerte. Allí contemplamos un mundo de imágenes, que es, por tanto, un mundo de pensamientos entretejidos. Este mundo de imágenes es la verdadera forma del cuerpo etérico. Mientras que en el cuerpo físico percibimos imágenes a través de la conciencia imaginativa que nos garantizan que en el cuerpo físico late el germen para un posterior reino vegetal-mineral; en el curso puramente natural del desarrollo, el propio cuerpo etérico del hombre después de la muerte nos ofrece estas imágenes. Sin embargo, en la actual existencia terrenal estas imágenes no subsisten. Lo que en nosotros son las fuerzas de crecimiento, las fuerzas de nutrición, es decir, lo que da lugar a nuestra existencia etérica, vital, no tiene permanencia dentro de lo terrenal. Pocos días después de haber atravesado la puerta de la muerte, estas imágenes se disuelven; y entramos en un desarrollo de vida futuro dentro del cual no tenemos estas imágenes como tales, como cuerpos etéricos de imagen, como cuerpos de fuerza de imagen. Se disuelven en el cosmos etérico, del mismo modo que el cuerpo físico se disuelve en las fuerzas de la existencia terrenal. Una vez más, sin embargo, esta imagen existencial del cuerpo etérico muestra a través de su propia esencia que tenemos algo en él que es germinal, que ahora desaparece al igual que el germen de la planta que hundimos en la tierra, pero que luego surge como una planta, como una planta formada. De esta manera el cosmos absorbe nuestro cuerpo etérico, como disolviéndolo en el infinito. Pero todo lo que se teje a
Nos imaginamos el mundo vegetal actual, que sólo desarrolla vida, que no desarrolla sensaciones. Pero imaginemos que un reino animal-vegetal, que se desarrollará en una sustancialidad similar al mundo vegetal actual, pero entremezclado con la sensibilidad, que, por así decirlo, estará tejida alrededor de la Tierra futura o del planeta Júpiter. La sensación no será como la de los animales actuales, que se limitan a las percepciones de lo terrestre, la sensación será una sensación cósmica, una percepción de los procesos que envuelven a Júpiter.
Así que dentro del cuerpo etérico llevamos la semilla de un reino futuro, de un reino animal y vegetal. Hasta cierto punto, lo que hoy se extiende en el exterior como un reino mineral se disolverá -y esto comportará, en efecto, la caída de lo terrenal. Por otra parte, de aquello correspondiente a los cuerpos físicos humanos, que aparentemente se disuelve completamente en las fuerzas terrestres, surgirá a modo de germen un futuro mundo planetario cuyo reino inferior consistirá en un reino mineral-vegetal. De lo que se dispersa después de la muerte, se consolidará un segundo reino de este futuro mundo planetario, un reino animal-vegetal que se tejerá a su alrededor como una especie de eterización viviente.
EL CUERPO ASTRAL
En cuanto al cuerpo astral humano: Sabemos que el ser humano pasa por lo que describí en mi libro «Teosofía» como el pasar por el mundo anímico durante mucho tiempo, tras haber atravesado la puerta de la muerte. Allí describí cómo tienen lugar las transformaciones de la experiencia humana en este mundo de las almas después de la muerte, donde el ser humano pasa por ciertos estados que llamé deseo ardiente, estímulo fluyente, etcétera. Pero todo por lo que pasa el ser humano, aunque dure mucho tiempo, es también algo que puede experimentarse como disolución, que incluso puede experimentarse como desaparición. Sólo hay que leer las últimas páginas de esta descripción, que trata del paso del hombre por el mundo de las almas después de la muerte, y se tendrá esta sensación, por la forma en que allí se describe, cómo si desapareciera en el universo lo que el hombre ha llevado dentro de sí como cuerpo astral, que desaparece, por así decirlo, como si fueran nubes oscuras que se disolvieran en un mar general de luz y allí se consumieran. En mi «Teosofía» he diseñado deliberadamente la descripción estilísticamente de tal manera que uno pueda sentir y percibir algo de esta disolución, como si la oscuridad se disolviera en la luz, como si lo muerto fuera consumido por la vida. Se siente cómo es la descripción del final de este paso por el mundo del alma humana después de la muerte, entonces ustedes dirán: Cuando este paso por el mundo anímico se describe de esta manera, entonces también hemos descrito algo de forma similar a cómo se presentan las imágenes del cuerpo físico ante la mirada espiritual de la imaginación, al igual que el cuerpo etérico se presenta ante la mirada anímica del ser humano inmediatamente después de la muerte.
En esta descripción, que figura en mi libro «Teosofía», si le damos vida propiamente, tenemos algo que, en su esencia, resulta ser un germen para el futuro. Pero se desprende del hombre, como se desprenden de él los demás miembros de la naturaleza humana. El cuerpo físico se desprende y se convierte en el germen de un reino vegetal-mineral. El cuerpo etérico se desprende y se convierte en el germen de un reino animal-vegetal. El cuerpo astral humano es, por así decirlo, absorbido por el ambiente general del universo, y se convierte en el germen de un reino humano-animal, de un reino que ha elevado un peldaño la naturaleza animal superior que hoy existe, como si los animales no se movieran meramente en sensaciones, como se mueven hoy, sino que se movieran en pensamientos, y también, aunque de un modo más automático que en el caso del hombre actual, realizando en cierto modo acciones racionales: Un reino humano-animal, que hemos de imaginarnos de tal manera que sepan llevar a cabo acciones racionales, que se realicen activamente desde el interior, pero que a su vez no procedan de la misma manera que en el hombre actual, donde la acción racional procede desde el centro de su ser del yo. No es así; tendrán más bien un carácter, me gustaría decir, autómata; pero no serán como las acciones del reino animal actual, que surgen meramente de los instintos. Serán, por así decirlo, acciones llevadas a cabo por el animal de un gran sentido común de Júpiter, y el animal individual se situará en este sentido común.
YO HUMANO
Ahora nos queda el reino humano como tal. Prosigan leyendo ustedes nuevamente en mi «Teosofía» de qué modo este reino humano, que asciende al mundo espiritual después de desprenderse del cuerpo astral, tiene experiencias interiores en el mundo espiritual, pero que ciertamente pueden describirse allí de tal modo que las descripciones son imágenes de un mundo espiritual exterior. Para lograrlo, he descrito cómo se experimenta allí en el mundo espiritual algo así como una región continental del mundo espiritual, algo así como una región marina, algo así como una región aérea. En todo lo que he descrito en esta tierra espiritual, hay algo que son imágenes de un mundo que no existe hoy para lo terrenal. El entorno terrestre actual es diferente. Pero, sin embargo, si realmente se quieren describir las cosas como deben describirse según la verdad, entonces hay que hacerlo siguiendo los grandes concentraciones del planeta tierra: aplicando lo que aquí se sintetiza como regiones continentales a lo que allí se encuentra en la tierra espiritual; igualmente sintetizando la región marina. Lo que allí se describe como tierra continental, como tierra marina, como tierra aérea, como tierra de calor, se describe de tal manera que se entremezcla al mismo tiempo con lo que el hombre lleva a través de la puerta de la muerte como lo moral. Se describe de tal manera que el mundo moral-espiritual también tiene allí directamente dentro de sí lo substancial externo, que allí lo moral es un esbozo sombrío, pero no lo lleva todavía a la creación de un cuerpo celeste, de un planeta. Pero lo que el yo humano vive allí es el germen de estas categorías de distribución, de estas extensiones a gran escala para el futuro planeta Júpiter.
Así pues, en el yo humano de hoy disponemos de la semilla de lo que luego será la gran expansión, la coexistencia en zonas que luego tendrán un aspecto diferente, pero que pueden tratarse de forma similar a las zonas continentales, las zonas marinas, etcétera. Tenemos algo que ahora tenemos que resumir de otra manera para caracterizarlo, para hacernos una idea, un concepto de ello.
Tenemos que decir algo así: En este entramado en la tierra de los espíritus, que describí en el libro «Teosofía», se ve inmediatamente que no se trata del ser humano individual. Como pueden ver, ya en la segunda zona, en la zona del mar, las personas se organizan como si fueran grupos humanos: surge algo sobrehumano. El yo se eleva. El yo se une con otros yoes en grupos humanos. Lean sobre esto en la descripción de la tierra de los espíritus: es algo que sólo puede describirse como un reino que está por encima del reino humano. Y el hombre entrará en tal reino durante su existencia de Júpiter. No puede describirse diciendo, por ejemplo, «un reino angélico-humano»; eso no sería exacto, porque cuando yo describo a los Ángeles, es un término para el presente, que se caracteriza por el hecho de que los Ángeles eran seres humanos durante el período lunar. Así que si quiero caracterizar lo que se desarrollará allí durante la futura existencia terrestre o existencia de Júpiter, tendría que referirme de tal manera que diga: El hombre ha sido elevado a una esfera superior; el hombre ha llegado a ser tal en su revelación exterior, en su revelación corporal, que revela exteriormente lo que hoy vive en lo profundo, lo que hoy sólo vive en el alma. Así como hoy, digamos, revela misteriosamente su ser interior en lo encarnado, en el color de su carne, así en el futuro revelará su ser interior, sea bueno o malo, en su configuración exterior. Hoy sólo se puede adivinar por la forma humana si alguien es un pedante, o un mordaz, o un cruel, o un glotón. Ciertas cualidades morales se expresan hoy de forma sutil en la fisonomía o en los andares o en otros rasgos externos, pero siempre de tal manera que también pueden negarse, de modo que se puede afirmar, por así decirlo, uno no puede evitar tener unos labios que sugieran glotonería o una parte inferior de la cara que sugiera glotonería. Pero así como hoy en día uno puede, por así decirlo, hablar consigo mismo de esta apariencia externa del alma, esto no será posible en absoluto en el futuro. Las personas que se aferran a lo material lo expresarán entonces claramente en su forma: adoptarán formas ahrimánicas. En este futuro se distinguirá claramente entre formas ahrimánicas y formas luciféricas. Un gran número de miembros de diversas sociedades teosóficas, que pululan siempre en las regiones superiores, tienen buena disposición para estas figuras luciféricas. Habrá también figuras que formen el equilibrio. Los místicos delirantes, adoptarán las formas luciféricas. Pero lo que hay que procurar es el equilibrio a través de convertirnos en morada del Cristo. En resumen, como despliegue de lo que hoy es la semilla del yo, obtendremos el reino anímico-humano.
Germen: despliegue:
cuerpo físico humano ⇒ reino vegetal-mineral
cuerpo etérico humano ⇒ reino animal-planta
cuerpo astral humano ⇒ reino humano-animal
yo humano ⇒ reino humano-anímico
Lo que llevamos en nuestro yo: Un hombre que sufrió trágicamente la decadencia de la civilización del siglo XIX, Nietzsche, sintió que este yo debía escapar realmente para salvar su futuro de lo que hoy ya está en decadencia. Como toda la idea seguía siendo abstracta, eligió la palabra abstracta «superhombre». Pero se trata de un impulso vago y oscuro para expresar lo que no está meramente concluido en el yo, sino lo que es germinal en el yo y debe apuntar como simiente a futuras formaciones cósmicas.
Nietzsche lo expresó maravillosamente en repetidas ocasiones cuando dijo
El hombre en el fondo, es algo que ha devenido del gusano. Pero así como el hombre ha devenido del gusano, así el superhombre devendrá del hombre. -Al hacerlo, se sitúa con un oscuro sentimiento en algo a lo que nuestro tiempo tiene realmente la tarea de aportar claridad si no quiere andar a tientas en la oscuridad de una cultura y una civilización en decadencia.
Es muy comprensible que Nietzsche, que sólo adoleció trágicamente de nuestra cultura puramente intelectualista, destilara este concepto intelectualista del superhombre, que en realidad no tiene ningún contenido, de lo que se podía tener en la cultura intelectualista. Nietzsche no llegó a una verdadera comprensión de Cristo. Y fue peculiar en él que por este impulso de egoísmo, y a su vez por la necesidad de permanecer dentro de la cultura intelectualista, no se convirtió en un adorador de Cristo, sino en un adorador del Anticristo, casi un adorador y glorificador del Anticristo. El anti-cristianismo surgió con brillantez en Nietzsche. Pero este anticristianismo, si siguiera siendo lo que es, no podría conseguir otra cosa que hacer soñar al hombre con un superhombre abstracto, pero al mismo tiempo cerciorándose de que este superhombre abstracto se extingue con su existencia terrenal. Nietzsche aún quería aferrarse convulsivamente a la idea del desarrollo. Pero ni siquiera este aferramiento convulsivo le ayudó. A partir de las abstracciones del intelectualismo sólo llegó a una «repetición de lo mismo», de modo que después no resultaría ningún estadio superior, sino siempre sólo la repetición de lo mismo, que, sin embargo, como ya he dicho, también sólo está ahí convulsivamente para aferrarse a la idea de desarrollo.
Por lo tanto, hemos considerado el ser espiritual del hombre, el alma del hombre y el cuerpo del hombre. Cuando examinamos el espíritu del hombre, éste se nos aparece hoy como el espíritu que determina al hombre. Y en la medida en que consideramos este espíritu como el espíritu del hombre, no nos parece muy diferenciado. Lleva en sí ciertas, yo diría, tonalidades, pero se nos aparece como una entidad unificada. Para poder considerar este espíritu humano en su contexto universal, es necesario que recurramos a la ciencia espiritual. Si no recurrimos a la ciencia espiritual, entonces simplemente irradiamos este
Y si ahora descendemos a la corporeidad del hombre, entonces esta corporeidad nos parece inicialmente como si en realidad estuviera destinada a la nada. El cuerpo físico, que tiene este gran significado para el hombre mientras vive en la tierra, parece no ser nada comparado con las leyes individuales, pues éste se disuelve en ellas. Ellas lo destruyen. El cuerpo etérico se conserva todavía, digamos, durante un corto tiempo después de la muerte, pero se esparce por el cosmos. Desaparece del ser humano. Se aleja. De nuevo, parece no ser nada para el cosmos en presencia de la tierra. El cuerpo astral, al final de la transmigración del alma después de la muerte, es absorbido por la existencia anímica-espiritual, de nuevo como nada. El yo viene dado por la tierra, parece pertenecer a la tierra. Al principio, el yo no nos transmite una idea de lo que debería ser en el futuro. Pero si observamos estas partes del cuerpo humano a la luz de la investigación espiritual, descubrimos que en realidad, en el cuerpo físico, el cuerpo etérico, el cuerpo astral y el cuerpo del yo, están las semillas de los mundos cósmicos. Se trata simplemente de encontrar la manera de nutrir lo que llevamos dentro como gérmenes de futuros mundos cósmicos de la manera correcta, para que los gérmenes puedan florecer. Porque los gérmenes, como ustedes saben, también pueden descomponerse, y estos gérmenes, al igual que otros gérmenes, también tienen la posibilidad de descomponerse.
Nuestra conexión con el Misterio del Gólgota nos infunde los poderes que hacen del Cristo en nosotros el jardinero que no permite que los gérmenes se pudran, sino que los conduce al mundo futuro. Cuando el reino mineral de la tierra se derrite, cuando el reino vegetal de la tierra se descompone, cuando el reino de las especies animales muere, cuando incluso la forma humana actual ya no es posible porque es un efluvio de la tierra, es decir, pertenece a la tierra, cuando todo esto se descompone como en la nada,
Éstos se nos revelan según su naturaleza espiritual. Cuando los miramos desde fuera, son cuerpos. Cuando observamos su naturaleza interior, son fuerza y espíritu, pero fuerza y espíritu que crecen hacia el futuro. Uno puede juntar pasado, presente y futuro en un símbolo en relación con el hombre de tal manera que uno diga:
El pasado (ver dibujo, azul) se acerca, circula en nuestra espiritualidad presente. Desde nuestra espiritualidad irradia nuestra alma (blanco) en el pensar, el sentir, la voluntad. Y el pensar, por así decirlo, separa el cuerpo físico a un lado y el cuerpo etérico al otro; el sentir separa el cuerpo etérico a un lado y el cuerpo astral al otro; la voluntad separa el cuerpo astral a un lado y el yo al otro. Y podemos decir: todo esto se desarrolla germinalmente hacia el futuro para formar nuevos reinos (rojo).
De este modo también podemos describir las diversas jerarquías que intervienen en nosotros como si se unieran aquí en espiral, por así decirlo, y tenemos en el cuadro, esquemáticamente, el vórtice humano, que, donde se une en el centro, forma las experiencias actuales del ser humano en el alma.
En efecto, el conocimiento del hombre es el conocimiento del mundo. Pues también se nos revela desde este punto de vista, que hoy hemos vuelto a adoptar. Tenemos un mundo en el pasado. Hoy tenemos su efecto en el espíritu humano.
Si queremos comprender el espíritu humano desde el mundo, el conocimiento del mundo debe convertirse en conocimiento del hombre. El conocimiento del hombre se convierte en conocimiento del mundo cuando estudiamos los cuerpos del hombre, cuando consideramos los seres de estos cuerpos en su naturaleza germinal y observamos que lo que es la envoltura del hombre ya incluye dos mundos en su esencia. Los mundos pasados se reconocen en el ser humano presente. La cognición del ser humano presente, según el espíritu, significa: cognición del mundo pasado. El conocimiento de la persona presente, según el cuerpo, significa: conocimiento del mundo del futuro.
Sí, verdaderamente, según los puntos de vista más diversos, el conocimiento del mundo es el conocimiento del hombre. Si quieren conocer el mundo, miren dentro de ustedes. Si quieren conocer al hombre, miren en el mundo. Si quieren conocer al hombre como espíritu, miren en las glorias del mundo pasado. Si quieren conocer las glorias de los mundos futuros, miren en la naturaleza germinal de la presente corporalidad humana. Conocer al hombre es conocer el mundo y conocer el mundo es conocer al hombre.
Seguiremos a partir de aquí, la próxima vez.
Traducido por J.Luelmo feb.2025