GA207 Dornach, 2 de octubre de 1921 - El mundo del pensar en el ámbito de los órganos de los sentidos

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RUDOLF STEINER

EL MUNDO DEL PENSAR EN EL ÁMBITO DE LOS ÓRGANOS DE LOS SENTIDOS


Conferencia 5

Dornach, 2 de octubre de 1921

Me gustaría, para estar consciente de las conexiones, recapitular brevemente lo que hemos estado estudiando durante los últimos días en relación con el conocimiento de la vida anímico-espiritual del ser humano. En particular, me gustaría referirme a las cosas más importantes de lo que se ha dicho, como una especie de preludio de lo que aún queda por añadir como conclusión temporal de estos estudios. Hoy hablaré más de los resultados; En los últimos días ya expliqué el proceso de observación.

Hemos visto que en el espacio entre el cuerpo etérico y el cuerpo físico hay, por así decirlo, un tejido de pensamientos vivos. Este tejido de pensamientos vivos, ¿Qué es en realidad? Es aquello que traemos al mundo terrenal a través del nacimiento desde el mundo anímico-espiritual. Es necesario que nos imaginemos que aquello, -dentro de nuestra actividad pensante-, que sólo tenemos en imagen, aquello que por tanto sólo representa algo dentro de nuestra actividad pensante, que tiene vida propia independiente, pero que cuando tenemos pensamientos, éstos no contienen lo que sentimos, sino que el tejido de pensamientos está impregnado de esencia objetiva, que es un tejido de pensamientos trabajador, tejedor, activo. Por lo tanto, se da la circunstancia de que este tejer de pensamientos, coopera en la formación del ser humano, y de que lo hace a lo largo de toda la vida entre el nacimiento y la muerte

Ruego que sean ustedes plenamente conscientes de lo último que les he dicho. No puede decirse que en el hombre esta red de pensamientos lo forme completamente, que el hombre sea, por tanto, completamente tejido a partir de eso que puede llamarse pensamiento generalizado. No es así, al menos en lo que se refiere a esta red de pensamientos situada entre el cuerpo etérico y el físico. El ser humano está ciertamente constituido también de otras cosas que le vienen del cosmos general, y eso que he descrito como red de pensamientos sólo está entretejido con él. Pero lo encontramos, por así decirlo, en el punto donde también se encuentra nuestro pensar subjetivo, porque entretejemos los pensamientos subjetivos en este tejido del pensar. Los pensamientos objetivos no aparecen en absoluto a la conciencia ordinaria, pero a medida que los pensamientos subjetivos, que son encendidos por el mundo externo, se viven a sí mismos en este tejido, surge para nuestra conciencia aquello que es el contenido de nuestros pensamientos.

diagrama 1
Por un lado, esto es en cierto sentido, el ser humano. Es el ser humano desde el punto de vista de su piel, en la medida en que el conjunto de los sentidos está básicamente incorporado a la piel. Pero en cuanto nos acercamos hoy al mundo de los sentidos propiamente dicho, la situación es tal que no llegamos a los sentidos, por así decirlo, observando aquello que el ser humano ha incorporado al entrar en la existencia mediante el nacimiento. Debemos dibujar el asunto esquemáticamente de tal manera que digamos: Si este es el tejido de pensamiento entre el cuerpo etérico y el cuerpo físico (ver diagrama 1, brillante), entonces todo lo que es vida sensorial (roja) incorporada en la piel se enrolla alrededor de este tejido de pensamiento hacia el exterior. De este modo, a partir del cosmos, por así decirlo, se forma y se adhiere al ser humano. 

Así que esto es lo que el hombre recibe como un regalo del cosmos, por así decirlo, cuando él, llegando a través del nacimiento, lleva en lo que es inicialmente en su tejido de pensamiento. Y en realidad, cuando se habla del hombre como evolucionando a lo largo de la evolución de Saturno, de la evolución solar, de la evolución lunar, de la evolución terrestre, tal como la he descrito en mi «Ciencia Oculta en Esquema», encontramos en primer lugar principalmente esta evolución exterior, a partir de Saturno, expresada precisamente en la configuración de los órganos de los sentidos. Sin embargo, después esto continúa a través de procesos hacia el interior en el sistema glandular, el sistema nervioso, etc., pero los sentidos son la fuente de lo que el ser humano recibe como su organización proveniente del cosmos. Pero lo que he esbozado aquí como una red de pensamientos es algo que pertenece al ser humano individual, algo que cuando el ser humano llega a la existencia mediante el nacimiento, se separa del mundo etérico pero que sin embargo pertenece al ser humano individual, es decir, tiene que ver con el desarrollo terrenal individual del ser humano. De modo que se puede decir: Esta organización objetiva del pensamiento actúa sobre nosotros durante nuestra vida embrionaria y durante toda nuestra vida posterior entre el nacimiento y la muerte, pero no es todo lo que el ser humano en su totalidad produce.

Por otro lado, hemos encontrado lo que es de naturaleza volitiva. Y podemos decir que lo que es de naturaleza volitiva se desarrolla entre el cuerpo astral y el yo. En realidad, el yo es de naturaleza totalmente volitiva, como lo es el ser humano en cuanto ser humano. Pero se desarrolla de tal manera que, como he indicado, al principio, durante la vida entre el nacimiento y la muerte, los impulsos de la voluntad pasan a las acciones del ser humano, pero no completamente; quedan cosas atrás. Y lo que queda de la naturaleza volitiva pasa al karma en desarrollo. De modo que cuando miramos al hombre según su cuerpo físico, llegamos al karma pasado en el tejido del pensamiento, y al mirar al hombre según su yo, -pues este yo es el que realmente vive en sus acciones; sólo hay que ser plenamente consciente de que el yo en realidad vive completamente en las acciones, en realidad sólo despierta en las acciones del hombre-, aquello que el yo retiene en sí mismo, por así decirlo, es llevado después a través de la puerta de la muerte y pasa al karma futuro, al karma del devenir.

Aquí, observando objetivamente, encontramos, por así decirlo, lo que de otro modo está subjetivamente en nosotros como vida anímica. Allí lo encontramos objetivado. Lo encontramos de tal manera que podemos observarlo objetivamente. Pero si observamos la relación con lo subjetivo, encontramos que por un lado tenemos formas pensamiento, por otro lado tenemos formas volitivas. En el centro está la experiencia subjetiva del sentir.

A este sentir, sólo se llega a su esencia real si se tiene claro el hecho de que en realidad cada sentimiento que el hombre puede albergar como individuo está entretejido en la totalidad de la vida emocional del hombre. Y la vida emocional del ser humano en realidad sólo puede considerarse a su vez si la entendemos de tal manera que digamos: En un momento de la vida estamos impregnados, permeados por la totalidad de nuestra vida emocional. También podríamos decir: Estamos en un determinado estado de ánimo emocional; en cada momento de nuestra vida estamos en un determinado estado de ánimo emocional. Intentemos ser conscientes de este estado de ánimo emocional; al principio, cada uno de nosotros sólo puede hacerlo individualmente. Intentemos darnos cuenta de cómo una persona se encuentra en un determinado estado de ánimo emocional en un momento dado de su vida en la Tierra. Como ya saben: este estado de ánimo emocional es infinitamente variado. Es tal que en una persona puede degenerar en, me gustaría decir, exceso de felicidad, de modo que una persona está excesivamente alegre, otra sufre de depresión, la tercera está más en el estado de ánimo proporcionado. Si simplemente queremos dirigir nuestra mirada a este estado de ánimo emocional en un momento dado de la vida, no necesitamos entrar en las causas de estos estados de ánimo emocionales, sino que sólo tenemos que considerar el matiz particular, el matiz particular de este estado de ánimo emocional: cómo puede llegarse a la depresión más profunda en unos, mientras en otros, puede estar en equilibrio, otro puede ir de nuevo a la alegría, a la máxima alegría; o cómo pueden existir miles de estadios intermedios.

Este estado de ánimo emocional es, en realidad, diferente para cada persona. Y bien, si a través de una especie de autoconocimiento, se indaga acerca de este estado de ánimo emocional en realidad no se encontrará otra cosa que experiencia subjetiva en este estado de ánimo emocional, experiencia subjetiva que está matizada de todo tipo de maneras por experiencias externas, por vivencias externas; pero al fin y al cabo, se encontrará experiencia subjetiva.

Cuando uno se queda en esta experiencia subjetiva, es decir, en el tejer interior real del alma, sin pasar a la contemplación, es decir, sin pasar a que estas cosas se vuelvan objetivas para uno, no puede orientarse sobre la naturaleza, digamos, de este estado de ánimo emocional del alma en un momento dado. Pero en la vida ordinaria uno ya puede llegar a darse cuenta de lo que realmente es este estado de ánimo, este estado de ánimo que vive enteramente en los sentimientos. Para ello, sin embargo, uno debe tener la capacidad de observación psicológica. Debe ser capaz de examinar personalidades particularmente llamativas por su contenido emocional. Y aquí se puede hacer la siguiente experiencia. Es cierto que la observación externa sólo podrá darle una aproximación de la verdad real, pero esta aproximación ya es extremadamente valiosa.

Podemos, por ejemplo, proponernos la tarea de estudiar a Goethe, a quien podemos seguir bien por su diario, por su correspondencia, por lo que ha desembocado en sus obras más características, donde siempre, puesto que podemos seguirle biográficamente a veces de día en día, a veces de mañana a tarde, podemos ver muy claramente cómo era su estado de ánimo. Por ejemplo, podemos proponernos la tarea de estudiar el estado de ánimo de Goethe en un momento dado, pongamos 1790, de un modo sutilmente psicológico. Primero se lo intentará describir con la mayor precisión posible. Se puede hacer esto, se puede describir este estado de ánimo con la mayor precisión posible. Y al hacer esto, sin embargo, se señala en dos direcciones, -y es sumamente importante ponerse a sí mismo frente al alma-, por un lado se señala a la vida de Goethe antes de 1790 y por el otro a lo que Goethe vivió después de 1790. Y si uno mira entonces con una mirada psicológica, por así decirlo, todo aquello que penetró en el alma de Goethe antes de 1790, junto con lo que luego obró en su alma hasta su muerte, -si se visualiza así la vida precedente y la posterior-, allí lo maravilloso consiste en que este momento anímico del hombre representa una cooperación entre lo anterior, lo que el hombre conoce, lo que ya está presente conscientemente en su vida, y lo que está por venir, es decir, lo que aún no se ha dado a su primera experiencia consciente. Aquello que inicialmente es desconocido para la propia conciencia ya vive en el estado de ánimo emocional general. Uno ya puede, me gustaría decir, descubrir biográficamente este secreto del estado de ánimo de un momento. Y con esto uno ya está bordeando aquellas áreas de la reflexión humana que a menudo son desatendidas por la gente que vive irreflexivamente. Lo que es el futuro para el hombre, es aún desconocido, -así lo cree él-, pero para su vida emocional ya es conocido.

Y si uno continúa y examina más a fondo, examina por ejemplo el estado de ánimo de alguna persona a la que uno ha conocido exactamente y sobre la que uno se ha enterado de que murió, digamos, unos pocos años después de haber captado este estado de ánimo, entonces uno puede ver con bastante exactitud cómo la proximidad de la muerte, con todo lo que está conectado con ella, ya ha arrojado su luz sobre el estado de ánimo. De modo que, si mira en estas cosas, uno puede ver realmente en primer lugar el pasado del hombre desde la vida entre el nacimiento y la muerte, y el futuro hasta la muerte jugando en lo que convive emocionalmente en la mente. Por eso la vida emocional tiene algo tan inexplicable para el hombre mismo. Es por eso que la vida emocional tiene algo tan inexplicable para el propio ser humano. De ahí que se sitúe en la vida como algo elemental, porque ya está teñida como un sentimiento de lo que aún no hemos experimentado

Ciertamente, esta cuestión debía tenerse en cuenta en el momento en que escribía mi «Filosofía de la libertad». ¿Por qué tuve que insistir en que la acción libre sólo puede surgir del pensar puro? Bueno pues, porque si la acción se basa en el sentir, el futuro ya juega un papel en ella, ¡por lo tanto una acción verdaderamente libre nunca podría provenir del sentir! Sólo puede surgir del impulso verdaderamente captado en el pensar puro. Y si recuerdan lo que he descrito en los últimos dos días, podrán acercar el asunto aún más a su alma. Les decía que: El modo en que se nos aparece inicialmente el sentir, es porque lo que realmente sucede en nosotros, lo que sucede en nuestra naturaleza humana, es irradiado de vuelta y hacia arriba en nuestra conciencia en el sentir. Si lo dibujo esquemáticamente, puedo decir: En el sentir, lo que fluye hacia arriba en la conciencia es precisamente la experiencia del sentir; pero lo que fluye hacia abajo es lo que puede ser experimentado por la conciencia imaginativa del mismo modo que las imágenes oníricas (véase el diagrama 2), es decir, lo que tiene lugar en la imaginación. De modo que, para el ser humano en su conjunto, la vida emocional se desarrolla en realidad de tal manera que lo que fluye hacia arriba es aquello de lo que nos hacemos conscientes como sentimiento (azul), pero que lo que fluye hacia abajo y hacia el organismo humano es lo que en realidad es imagen, lo que realmente se ve como imagen cuando se ve a través de la conciencia imaginativa (rojo, en el interior. 

diagrama 2
Para la mente consciente ordinaria, esto fluye hacia todo el ser humano como algo inconsciente. No en los acontecimientos individuales, por cierto, pues éstos deben venir realmente primero, -les pido que comprendan bien esto-, sino en el estado de ánimo general de la vida, el resultado de sus experiencias futuras vive en el hombre, como si dijéramos, en una nota clave. No como si las imágenes de lo que sucede estuvieran vivas; sino que en las imágenes viven las impresiones de ello.

Así que no hay que representar esas imágenes que fluyen ahí abajo como algo parecido a un futuro cinematográfico, sino que hay que representarlas como el resultado de impresiones. Sólo con ciertas personas que son atávicamente clarividentes pueden salir a la luz las imágenes, que luego se traducen en imágenes de ciertos hechos, y entonces puede tener lugar una cierta mirada hacia el futuro próximo. Hoy, sin embargo, nos interesa sobre todo el hecho de que lo que primero se envía al ser humano de forma pictórica es lo que vive como su mundo emocional. 

Al pasar ahora del sentir a la voluntad, aquello que, tal como se lo describí, entra aquí en el ser humano, penetra hacia el exterior y se convierte en su karma futuro (rojo, exterior). De modo que lo que surge en el hombre a través de sus sentimientos tiene, por así decirlo, algo que ver con su karma hasta su muerte; pero lo que surge de la voluntad tiene que ver con su karma más allá de la muerte.

Por lo tanto, es muy posible seguir y estudiar todas estas cosas en detalle. Al avanzar cada vez más en relación con el desarrollo de la ciencia espiritual antroposófica, no se habla de manera esquemática de meros conceptos, sino que se habla de lo concreto que vive en el hombre y que, cuando el hombre lo trae a su conciencia, le da primero la iluminación sobre lo que realmente es. Pero hay que tener un fuerte sentimiento de que la voluntad, que se apoya en la vida emocional, trabaja realmente hacia el futuro, más allá de la muerte, de que la voluntad es la productora del karma del devenir.

Si volvemos una vez más al otro lado, a ese tejido de pensamientos que hemos encontrado y que realmente vive entre el cuerpo etérico y el cuerpo físico en el ser humano, entonces tenemos que tener claro que al experimentar algo del mundo por medio de las impresiones de los sentidos, formándonos así una visión sensorial del mundo, luego procesamos mentalmente estas impresiones de los sentidos, y al procesarlas mentalmente, en realidad entretejemos este tejido de pensamientos con nuestra subjetividad. Combinamos lo que experimentamos en nuestra alma como resultado de las impresiones sensoriales, por un lado, con lo que se incorpora a nosotros como tejido de pensamientos a través del nacimiento; pero el uno, el tejido de pensamientos objetivo permanece inconsciente, y sólo lo que tejemos en él, lo que, por así decirlo, forzamos en él a partir de nuestra actividad-pensamiento interior, eso llega a nuestra conciencia. En efecto, es como si la red de pensamientos estuviera ahí, los pensamientos subjetivos inciden, inciden en esta red de pensamientos y acto seguido esta red de pensamientos refleja nuestros pensamientos subjetivos, pero dándoles todo tipo de direcciones y haciéndonos así conscientes de nuestros pensamientos subjetivos (véase el diagrama 3). Digo dándoles todo tipo de direcciones.

diagrama 3
Verán, cuando percibimos, digamos, algún objeto externo, -les describiré el proceso en detalle-, por ejemplo un cubo, un cubo de cristal: primero lo vemos. Cuando lo vemos, no nos conformamos con verlo solamente. Pensamos sobre él. Pero este pensamiento nos lleva al tejido de pensamientos, y el tejido de pensamientos que se incorpora a nosotros a través del nacimiento, con el cual fuimos por tanto dotados cuando estábamos en el cosmos, que también recibimos a través del cosmos, este tejido de pensamientos es tal que ahora empezamos a formar ideas cristalográficas a partir de ciertas condiciones previas, que formamos desde dentro. Por ejemplo, formando las ideas del sistema teseral, del sistema tetragonal, del sistema rómbico, del sistema monoclínico, del sistema triclínico, del sistema hexagonal, es decir, pensando los sistemas cristalinos de manera matemático-geométrica, encontramos que podemos pensar los sistemas cristalinos. Este cubo encaja en el sistema teseral que hemos formado en nuestro ser interior. Al integrar algo como el pensamiento del cubo, por ejemplo, en lo que son, por así decirlo, pensamientos a priori que sacamos de nuestro interior, nos dirigimos hacia el ámbito objetivo del pensar en ese momento en que nos asaltan los pensamientos subjetivos. Pues lo que formamos como geométrico, como física puramente geométrico-mecánica y demás, lo sacamos de este tejer de pensamientos que se incorpora a nosotros al nacer. Y lo individual que incorporamos a estos pensamientos, que desarrollamos a través de las vistas e impresiones sensoriales externas, son las que nos iluminan dejando que se reflejen en nosotros, pero dejando que con el se afirmen, por así decirlo, el tejido de pensamientos forma eternamente vivo dentro de nosotros, al menos eternamente según el proceso, aunque no en las formas individuales, pues éstas cambian de encarnación en encarnación.

Así que vivimos pensando e integrando el pensar en nuestra vida interior de pensamiento de tal manera que lo entendemos, vivimos de tal manera que también traemos a nuestro pensamiento subjetivo lo que está en este tejer de pensamiento.

Pues bien, lo que acabo de decir es algo que ocurre constantemente en las personas, es algo que tiene lugar constantemente en las personas. Pero al mismo tiempo verán ustedes: Por un lado, al empezar con el sentir, nos estamos centrando en lo que va del sentir al organismo, a la voluntad. Aquello que desde la voluntad se convierte, por así decirlo, en karma que permanece aún en el yo, aquello que deviene, todo esto nos lleva en la dirección del futuro humano. Si miramos hacia el lado opuesto, hacia el tejido del pensamiento, hacia el cual también corren nuestros pensamientos subjetivos, esto ciertamente nos lleva en la corriente hacia el pasado humano. Por lo tanto, nuestro pasado, nuestro karma cumplido también hay que buscarlo de esta manera. En el hombre, el pasado y el futuro se encuentran realmente en los sentimientos en el sentido más eminente. El ser humano nace pues, por así decirlo, a partir del pensar.

Él vive a través del sentir y teje en su voluntad lo que le acompaña a través de la puerta de la muerte.

Al pronunciar estas palabras, en realidad estamos señalando lo que tenemos subjetivamente en nuestra vida anímica, en el tiempo entre el nacimiento y la muerte. Pero podemos ir aún más allá. Podemos considerar lo siguiente. Podemos preguntarnos: ¿Cómo es en realidad cuando estos pensamientos subjetivos, que relacionamos con impresiones externas, se funden con lo que con toda seguridad es sólo el pasado, como acabo de describir? Como ven, el pensamiento subjetivo primero se nos hace consciente como pensamiento. Como pensamiento tiene un cierto contenido imaginativo. Pensamos un contenido cuando pensamos en el cubo. Pero seguramente ustedes se darán cuenta de lo que ya indiqué anteayer: No podemos separar fácilmente el pensar, el sentir y la voluntad en la vida del alma.

Todos los motivos de nuestros pensamientos morales viven en nuestra volición. Pero también al pensar, en el pensamiento subjetivo, somos conscientes de que no tenemos un único contenido de pensamiento. Encadenamos un pensamiento tras otro, y somos conscientes de la actividad que encadena un pensamiento tras otro. ¿Qué vive en el pensamiento? Pues bien, la voluntad vive de un modo sutil en el pensamiento, especialmente en el pensamiento subjetivo. Por lo tanto, debemos ser claros: Cuando pensamos, el contenido del pensamiento vive por un lado, y la actividad de la voluntad vive en el pensamiento por otro. Ahora bien, cuando los pensamientos se desencadenan aquí (ver diagrama 3) - se nos reflejan, sin embargo, como pensamientos, pero la voluntad también vive en los pensamientos, en estos pensamientos subjetivos, que proyectamos, por así decirlo, en el tejido del pensamiento. 

En realidad, en la conciencia ordinaria no podemos utilizar esta voluntad. Simplemente sientan si esta actividad, que les he indicado aquí, se expresara con toda claridad en el recuerdo: ¡en el recuerdo la voluntad ya debe haber menguado! Todavía debe estar activa; pero cuando la memoria está terminada, cuando el pensamiento recordado está allí - ¡la memoria no sería pura, no representaría claramente lo que se supone que debe representar como una experiencia pasada, si estuviera impregnada por la voluntad! Por supuesto, si uno recuerda lo que comió ayer, ya no puede cambiar la sopa; la voluntad ya está fuera de ella, ¿no es así? Debe surgir el contenido puro del pensamiento. Por tanto, en la reflexión, hay que despojarse de la voluntad. ¿Adónde va a parar?

Ahora, si hago el mismo dibujo, si tengo el tejido del pensamiento aquí y se refleja allí, entonces el contenido del pensamiento simplemente pasa a la conciencia. El contenido de voluntad de los pensamientos baja y se une con el otro contenido de voluntad y mente y entra en el karma de devenir, se convierte así en un componente del karma de devenir (véase el diagrama 4, flecha).

Por otra parte, nuestros impulsos volitivos son como la parte dormida durante nuestra vida de vigilia. Nuestra mirada no alcanza hasta aquellas regiones donde vive realmente la voluntad. Primero tenemos el pensamiento del impulso de la voluntad. Éste pasa luego, por así decirlo, de un modo inconsciente a la voluntad, y sólo cuando la voluntad se expresa exteriormente observamos de nuevo lo que pasa a través de nosotros, lo que experimentamos en la conciencia ordinaria en la voluntad. Cuando actuamos, en realidad experimentamos todo en la imaginación, en la vida emocional, soñamos con ello, pero en relación con la voluntad real, dormimos. 

diagrama 4
Pero son pensamientos que canalizamos en este tamiz de la voluntad. ¿Pero cuándo? Sólo cuando no cedemos a nuestros instintos, a nuestros impulsos, cuando no nos rendimos meramente a la llamada naturaleza humana inferior, pues eso ya está ahí abajo, es entonces cuando nos impulsa a ejercer la voluntad y a actuar. Pero entonces metemos nuestra voluntad en lo que constituye nuestra experiencia subjetiva, si la controlamos con nuestro pensar puro, que está dirigido hacia la voluntad, es decir, si la controlamos con nuestros ideales morales intuitivamente captados. Podemos dar estos ideales morales intuitivamente captados al pensamiento volitivo en su camino hacia la región de la voluntad. En consecuencia, nuestra voluntad está impregnada de nuestra moralidad, y dentro del ser humano hay, por tanto, una lucha constante entre lo que el ser humano envía desde sus intuiciones morales a la región salvaje y lo que bulle y hierve ahí abajo, en su vida instintiva y onírica. Eso es todo lo que ocurre en el hombre. Pero lo que ocurre ahí abajo en el hombre es al mismo tiempo aquello en lo que se prepara su futuro humano más allá de la muerte. Sube a la región de los sentimientos. Este futuro vive realmente en la voluntad. Golpea hasta la región del sentimiento, y en el sentimiento se entreteje algo más que lo que he descrito antes como el estado de ánimo emocional, que tiene un sentido para la vida entre el nacimiento y la muerte. En el estado emocional ordinario, que he descrito como expandiéndose desde la depresión extrema hasta la euforia completa, hasta la excitación, puede tener lugar todo aquello en lo que el futuro humano y el pasado humano interactúan en la vida entre el nacimiento y la muerte. Pero también lo que va más allá de la muerte penetra en lo que surge de abajo. ¿Y qué vive allí? Allí vive algo que, como surge de las regiones en las que ya no participa la conciencia, lo percibimos como algo objetivo. También es algo objetivo, porque tiene que ver con las leyes por las que nosotros, como seres humanos morales, nos conducimos a través de la muerte. Lo que irradia de vuelta es entonces la conciencia. Y psicológicamente entendido, éste es el origen real de la conciencia. Si la ciencia psicológica quisiera realmente acercarse a estas cosas, entonces tendría que examinar los detalles de la vida del alma según estas directrices, y encontraría confirmación en todas partes de lo que la ciencia espiritual antroposófica da como tales directrices, hasta en los detalles más ínfimos de la vida del alma.

Vemos pues, que nuestros sentimientos fluyen hacia nuestros pensamientos. En primer lugar, fluyen hacia nuestros pensamientos subjetivos y los estimulan; pero también, por así decirlo, fluyen hacia el tejer objetivo de los pensamientos, y en ello nos experimentamos como un ser que ha llegado a la existencia terrenal a través del nacimiento. Por otra parte, podemos experimentarnos como el ser que pasa por la muerte. Sólo tenemos que estudiar realmente el interior humano, y llegamos a aquello que ya se anuncia como tal en el interior humano, que apunta más allá del ser humano, o sea, más allá del nacimiento y de la muerte, que apunta hacia ese mundo que no se define dentro de lo sensible. Pues este mundo, que no se define dentro de lo sensorial, nos ofrece ante todo lo que está realmente presente dentro de nosotros. En particular, sería de gran importancia investigar realmente en una psicología real, -pues lo que hoy se considera psicología es sólo una suma de formalismos-, el estado de ánimo del ser humano en un momento en que pasado y futuro confluyen el uno en el otro. De este modo se encontrarían muchas cosas misteriosas en la vida humana, y uno se convencería de que una objeción que es extremadamente obvia no es aplicable. La objeción, que es sumamente obvia, es la siguiente: Sí, ¿qué sería en realidad del hombre si viera a través de sí mismo de esta manera, si mirara constantemente dentro de sí, por así decirlo, para comprobar su estado de ánimo subjetivo, respecto a lo que le espera en el futuro? Esta objeción es obvia, pero no es más que la objeción de la imaginación. Uno se imagina que la forma en que aparece el futuro es exactamente la misma que cuando realmente se contempla y se experimenta. Sin embargo, el futuro no se refleja, ya que se experimenta posteriormente. Se experimenta en el trato con el mundo exterior, en el encuentro con las cosas del mundo exterior. Lo que sucede interiormente es lo que se manifiesta en el ser humano como algo que irradia, y esto es algo que, por más que el ser humano lo conozca con precisión, ciertamente no puede disuadirlo en el camino de su vida. Así como las objeciones al conocimiento del hombre surgen del miedo, que está enteramente enraizado en ilusiones que uno se hace, porque se juzga meramente según la vida de la conciencia ordinaria, porque uno no quiere elevarse a la visión de que tan pronto como la conciencia asciende a regiones más elevadas, experimenta algo completamente nuevo.

Pero ayer ya les mostré que, cuando el hombre atraviesa la puerta de la muerte, se desarrolla con dos anhelos, que, por una parte, emanan de la vida del pensar y, por otra, del tamiz de la voluntad: que la vida pensante anhela ser mundo, la vida volitiva, al atravesar la muerte, anhela ser humano; que esto dura hasta lo que he llamado la medianoche de la existencia; que a continuación se produce una inversión rítmica: donde la vida pensante comienza a anhelar lo humano, y la vida volitiva comienza a anhelar la irradiación en el cosmos, de modo que la vida volitiva vive entonces en las cualidades heredadas. La parte pensante, sin embargo, vive en el individuo, que se integra en la nueva vida en la tierra. La voluntad nos envuelve, por así decirlo, en lo que tenemos de nuestros antepasados - visto externamente: en las cualidades heredadas y las sustancias heredadas. La vida pensante es la que se integra en nosotros, y durante la vida volvemos a combinar con esta vida pensante todo lo que sacamos de las profundidades de la mente y de la voluntad. Al principio, la vida pensante se incorpora a nosotros como algo que no es inicialmente cálido y vivo como nuestra vida interior en general. Si permaneciéramos con la vida pensante tal como nacemos, nos convertiríamos hasta cierto punto en autómatas del pensamiento llenos de frialdad interior. Pero en el momento de nacer, el ser interior individual comienza a agitarse a partir de la voluntad y la mente, para afianzar con calor y vida lo que, -durante el camino que va de la muerte al nacimiento-, inicialmente se ha vuelto frío; y así nosotros, como seres humanos, tenemos la posibilidad de afianzar con lo individualmente cálido, aquello que procedente del vasto universo tiende a constituirnos en frialdad.

Así es como el hombre se integra en el espacio y en la evolución del mundo. Así es como se sitúa en él. Estas cosas están completamente ocultas debido al pensamiento científico actual. El pensamiento científico actual no quiere acercarse al conocimiento real del hombre. Por lo tanto, el hombre actual se experimenta a sí mismo, -y se experimentará cada vez más de este modo-, conociendo sobradamente su entorno, de tal manera que no puede conocerse a sí mismo en su ser real. Hoy, precisamente a causa de los conocimientos actuales y de otras formas de educación, el hombre vive de tal manera que en el fondo no sabe nada de su propia esencia. Y esto aumentará cada vez más. Y si fuera posible cumplir completamente lo que, por así decirlo, se está volviendo directo para el hombre mediante el conocimiento unilateral de la ciencia natural, el hombre se alienaría completamente de sí mismo. Su individualidad interior querría cobrar vida, querría derretir las masas de hielo que hemos traído a la existencia terrenal mediante nuestro nacimiento. A causa de este proceso, que le abruma interiormente, que también se produce si lo ignora, pero que en el fondo sólo puede soportar a la larga conociéndolo, el ser humano perecería espiritualmente. Todos los signos de los tiempos indican que el hombre debe llegar realmente a ese autoconocimiento que aquí se ha descrito. Y es simplemente tarea de la vida espiritual actual, en su impulso hacia el futuro próximo, incorporar realmente estas cosas al desarrollo de la cultura.

Pero la educación hasta ahora ha empleado grandes dosis de miedo, grandes dosis de antipatía contra la afirmación de lo que es tan necesario para la humanidad si no quiere hundirse en la ruina, sino que quiere llegar a un nuevo amanecer.

Traducido por J.Luelmo feb,2025

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