GA207 Dornach, 9 de octubre de 1921 - El pasado de los seres superiores y el espíritu del hombre

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RUDOLF STEINER

EL PASADO DE LOS SERES SUPERIORES Y EL ESPÍRITU DEL HOMBRE

Conferencia 8

Dornach, 9 de octubre de 1921

Hemos hablado de la evolución espiritual y anímica del ser humano. Al centrarnos en el desarrollo espiritual, teníamos que señalar la manera en que este desarrollo espiritual del hombre, es decir, lo que está espiritualmente activo en él, surge a raíz de su cooperación con los seres de las jerarquías superiores de los reinos que están por encima de él. Y si volvemos a preguntarnos por la naturaleza particular de estos seres superiores, se nos remite al pasado del cosmos. Sabemos, por ejemplo, por mi «Ciencia Oculta en Bosquejo», que los seres que clasificamos en el reino de los Ángeles pasaron por la etapa humana durante la evolución de la antigua luna, que los Arcángeles pasaron por su etapa humana durante la evolución de antiguo sol, y que los Arcai pasaron por la evolución de antiguo Saturno. Brevemente, si podemos entender algo del cosmos de la forma en que lo hacemos hoy, cuando tenemos al ser humano ante nosotros. Si queremos entender estos reinos superiores de esta manera, entonces tenemos que retroceder a tiempos pasados. Así que también podemos decir: Si queremos comprender la esencia del hombre como espíritu, entonces miramos hacia el estado actual de desarrollo de los seres que en tiempos muy lejanos pasaron a su manera particular por lo que el hombre está pasando hoy durante su existencia terrena. Por consiguiente, debemos mirar al pasado de los seres superiores cuando consideramos el desarrollo espiritual del ser humano.

También hemos puesto ante nuestra mirada espiritual el despliegue del alma y hemos comprobado que este desarrollo del alma según el pensar, el sentir y la voluntad tiene lugar, por así decirlo, en los intersticios entre el yo, el cuerpo astral, el cuerpo etérico y el cuerpo físico.

No cabe duda de que lo que constituye la vida del alma humana es el presente. Desarrollamos nuestra alma a partir de lo que extraemos de las profundidades de nuestro ser, de aquello que se desarrolla entre los cuatro miembros del hombre del pensar, del sentir y de la voluntad. Absorbemos las impresiones externas, las procesamos y a menudo participamos nosotros mismos en este procesamiento en el presente inmediato. En resumen, podemos decir que cuando consideramos la vida espiritual del ser humano, debemos traer a nuestra comprensión el entramado espiritual-físico en el presente.

¿Cómo es cuando consideramos ahora el cuerpo físico, el cuerpo etérico, -cuerpo de fuerzas formativas-, el cuerpo astral y el yo del ser humano? El ser humano lleva consigo este cuerpo físico desde su nacimiento o vida embrionaria hasta su muerte. Al desprenderse de él al morir, este cuerpo físico no puede conservar su forma. Sólo tiene la posibilidad de conservar su forma, su estructura, todo su ser, si el alma y el espíritu humanos lo impregnan. Las fuerzas que actúan en el exterior, en la naturaleza terrestre-física, lo destruyen, unas más deprisa, otras más despacio, pero lo destruyen. Este cuerpo físico se desintegra porque no puede existir dentro de las fuerzas y leyes que rigen en la naturaleza terrestre en los reinos mineral, animal y vegetal. Por lo tanto, este cuerpo físico sólo existe en virtud del moldeado especial que el espíritu humano le da desde los reinos superiores, desde los reinos espirituales. Sólo existe debido a los procesos que el alma humana lleva a cabo con él al pensar, sentir y desear. Este cuerpo físico no tiene posibilidad de existencia cuando está por sí solo en la existencia física terrenal. Antes de que el ser humano entre en la vida embrionaria, después de que haya pasado por la muerte, todas las fuerzas que intervienen en este cuerpo físico no tienen efecto fuera de él, o sea dentro de la tierra. Sólo durante la vida física del ser humano en la tierra se configura la forma de este cuerpo físico, tienen lugar los procesos correspondientes en este cuerpo físico, este cuerpo físico crece, se marchita y así sucesivamente. Pertenece al hombre, pero no a la tierra. Esto da lugar a una consideración muy común.

Cuando nos acercamos a este mundo físico, para observarlo con la ciencia espiritual, comprobamos que es verdad que el cuerpo físico no puede persistir en la tierra por si solo; pues aquello que lo aglutina, que lo sostiene, tampoco existe realmente para la vida consciente del hombre. Permanece completamente subconsciente. Sin embargo, interiormente es algo pictórico, y podemos captarlo cuando desarrollamos la conciencia imaginativa. Entonces proyectamos, por así decirlo, la imagen interna de este cuerpo físico. Y lo que vemos allí pictóricamente resiste las fuerzas que las sustancias del cuerpo físico, con sus poderes, son incapaces de resistir.

Esta imagen interior no se desintegra en los procesos de la Tierra. Esta imagen interna puede al menos sobrevivir y, una vez que la tierra ya no exista, puede ser llevada a futuras etapas del desarrollo de la tierra. Entonces se formará algo a partir de este cuerpo humano físico que podemos llamar un reino natural del futuro, que todavía no existe, -un reino natural del futuro. De lo que hoy es sólo una imagen, surgirá un reino natural del futuro, un reino que, por su naturaleza, se situará en una cierta relación entre nuestro actual reino mineral, que yace muerto sobre la tierra, y el reino vegetal, que se hundirá en este reino mineral muerto, vivificándolo, desarrollando la vida.

CUERPO FÍSICO

Imagínense ustedes el mundo mineral en el que está incrustado el mundo vegetal, participando de la vida, no sólo yaciendo allí como tierra muerta y llevando las sustancias a la planta a través de las raíces y a través del aire, sino imagínense que allá donde está incrustada la planta, posee ella misma vida: toda una tierra viva que no tiene el reino mineral muerto y un mundo vegetal que ahora no sólo puede hundir vida en este reino mineral, sino que vive dentro del propio reino mineral vivo, un reino mineral vivo, una futura etapa de transformación de nuestra tierra, -en mi «ciencia Oculta» la llamo la etapa de Júpiter, un futuro reino mineral viviente, pero este reino mineral es tan viviente que se forma a sí mismo en una planta, de modo que lo que ahora está meramente sumergido materialmente como procesos químicos en el reino vegetal será a su vez procesos químicos vivientes, de modo que la vida vegetal y la formación mineral serán una sola cosa. Eso es lo que está en germen en el cuerpo físico humano de hoy como un reino posterior, me gustaría decir, vegetal. El cuerpo físico humano de hoy es la semilla de un reino futuro, un reino futuro de la naturaleza.

EL CUERPO ETÉRICO

Y consideremos el cuerpo etérico del hombre actual. Éste permanece inconsciente durante la vida entre el nacimiento y la muerte, pero es activo. En el fondo, es el artífice de la vida actual en nosotros. Es quien nos vigoriza. Es quien contiene las fuerzas del crecimiento y nutrición. Permanece en el subconsciente. Ni siquiera podemos percibir su verdadera forma. Pero esta forma, la percibimos por un corto tiempo después de haber atravesado la puerta de la muerte. Allí contemplamos un mundo de imágenes, que es, por tanto, un mundo de pensamientos entretejidos. Este mundo de imágenes es la verdadera forma del cuerpo etérico. Mientras que en el cuerpo físico percibimos imágenes a través de la conciencia imaginativa que nos garantizan que en el cuerpo físico late el germen para un posterior reino vegetal-mineral; en el curso puramente natural del desarrollo, el propio cuerpo etérico del hombre después de la muerte nos ofrece estas imágenes. Sin embargo, en la actual existencia terrenal estas imágenes no subsisten. Lo que en nosotros son las fuerzas de crecimiento, las fuerzas de nutrición, es decir, lo que da lugar a nuestra existencia etérica, vital, no tiene permanencia dentro de lo terrenal. Pocos días después de haber atravesado la puerta de la muerte, estas imágenes se disuelven; y entramos en un desarrollo de vida futuro dentro del cual no tenemos estas imágenes como tales, como cuerpos etéricos de imagen, como cuerpos de fuerza de imagen. Se disuelven en el cosmos etérico, del mismo modo que el cuerpo físico se disuelve en las fuerzas de la existencia terrenal. Una vez más, sin embargo, esta imagen existencial del cuerpo etérico muestra a través de su propia esencia que tenemos algo en él que es germinal, que ahora desaparece al igual que el germen de la planta que hundimos en la tierra, pero que luego surge como una planta, como una planta formada. De esta manera el cosmos absorbe nuestro cuerpo etérico, como disolviéndolo en el infinito. Pero todo lo que se teje a partir de los cuerpos etéricos humanos en el cosmos, se convierte así en él, en las fuerzas de un futuro reino natural de Júpiter, un reino vegetal-animal, un reino animal-planta. Y las observaciones nos ofrecen la garantía de que el cuerpo etérico humano es el germen de este futuro reino, un reino que se sitúa en medio entre el mundo vegetal y el animal.

Nos imaginamos el mundo vegetal actual, que sólo desarrolla vida, que no desarrolla sensaciones. Pero imaginemos que un reino animal-vegetal, que se desarrollará en una sustancialidad similar al mundo vegetal actual, pero entremezclado con la sensibilidad, que, por así decirlo, estará tejida alrededor de la Tierra futura o del planeta Júpiter. La sensación no será como la de los animales actuales, que se limitan a las percepciones de lo terrestre, la sensación será una sensación cósmica, una percepción de los procesos que envuelven a Júpiter.

Así que dentro del cuerpo etérico llevamos la semilla de un reino futuro, de un reino animal y vegetal. Hasta cierto punto, lo que hoy se extiende en el exterior como un reino mineral se disolverá -y esto comportará, en efecto, la caída de lo terrenal. Por otra parte, de aquello correspondiente a los cuerpos físicos humanos, que aparentemente se disuelve completamente en las fuerzas terrestres, surgirá a modo de germen un futuro mundo planetario cuyo reino inferior consistirá en un reino mineral-vegetal. De lo que se dispersa después de la muerte, se consolidará un segundo reino de este futuro mundo planetario, un reino animal-vegetal que se tejerá a su alrededor como una especie de eterización viviente.

EL CUERPO ASTRAL

En cuanto al cuerpo astral humano: Sabemos que el ser humano pasa por lo que describí en mi libro «Teosofía» como el pasar por el mundo anímico durante mucho tiempo, tras haber atravesado la puerta de la muerte. Allí describí cómo tienen lugar las transformaciones de la experiencia humana en este mundo de las almas después de la muerte, donde el ser humano pasa por ciertos estados que llamé deseo ardiente, estímulo fluyente, etcétera. Pero todo por lo que pasa el ser humano, aunque dure mucho tiempo, es también algo que puede experimentarse como disolución, que incluso puede experimentarse como desaparición. Sólo hay que leer las últimas páginas de esta descripción, que trata del paso del hombre por el mundo de las almas después de la muerte, y se tendrá esta sensación, por la forma en que allí se describe, cómo si desapareciera en el universo lo que el hombre ha llevado dentro de sí como cuerpo astral, que desaparece, por así decirlo, como si fueran nubes oscuras que se disolvieran en un mar general de luz y allí se consumieran. En mi «Teosofía» he diseñado deliberadamente la descripción estilísticamente de tal manera que uno pueda sentir y percibir algo de esta disolución, como si la oscuridad se disolviera en la luz, como si lo muerto fuera consumido por la vida. Se siente cómo es la descripción del final de este paso por el mundo del alma humana después de la muerte, entonces ustedes dirán: Cuando este paso por el mundo anímico se describe de esta manera, entonces también hemos descrito algo de forma similar a cómo se presentan las imágenes del cuerpo físico ante la mirada espiritual de la imaginación, al igual que el cuerpo etérico se presenta ante la mirada anímica del ser humano inmediatamente después de la muerte.

En esta descripción, que figura en mi libro «Teosofía», si le damos vida propiamente, tenemos algo que, en su esencia, resulta ser un germen para el futuro. Pero se desprende del hombre, como se desprenden de él los demás miembros de la naturaleza humana. El cuerpo físico se desprende y se convierte en el germen de un reino vegetal-mineral. El cuerpo etérico se desprende y se convierte en el germen de un reino animal-vegetal. El cuerpo astral humano es, por así decirlo, absorbido por el ambiente general del universo, y se convierte en el germen de un reino humano-animal, de un reino que ha elevado un peldaño la naturaleza animal superior que hoy existe, como si los animales no se movieran meramente en sensaciones, como se mueven hoy, sino que se movieran en pensamientos, y también, aunque de un modo más automático que en el caso del hombre actual, realizando en cierto modo acciones racionales: Un reino humano-animal, que hemos de imaginarnos de tal manera que sepan llevar a cabo acciones racionales, que se realicen activamente desde el interior, pero que a su vez no procedan de la misma manera que en el hombre actual, donde la acción racional procede desde el centro de su ser del yo. No es así; tendrán más bien un carácter, me gustaría decir, autómata; pero no serán como las acciones del reino animal actual, que surgen meramente de los instintos. Serán, por así decirlo, acciones llevadas a cabo por el animal de un gran sentido común de Júpiter, y el animal individual se situará en este sentido común.

YO HUMANO

Ahora nos queda el reino humano como tal. Prosigan leyendo ustedes nuevamente en mi «Teosofía» de qué modo este reino humano, que asciende al mundo espiritual después de desprenderse del cuerpo astral, tiene experiencias interiores en el mundo espiritual, pero que ciertamente pueden describirse allí de tal modo que las descripciones son imágenes de un mundo espiritual exterior. Para lograrlo, he descrito cómo se experimenta allí en el mundo espiritual algo así como una región continental del mundo espiritual, algo así como una región marina, algo así como una región aérea. En todo lo que he descrito en esta tierra espiritual, hay algo que son imágenes de un mundo que no existe hoy para lo terrenal. El entorno terrestre actual es diferente. Pero, sin embargo, si realmente se quieren describir las cosas como deben describirse según la verdad, entonces hay que hacerlo siguiendo los grandes concentraciones del planeta tierra: aplicando lo que aquí se sintetiza como regiones continentales a lo que allí se encuentra en la tierra espiritual; igualmente sintetizando la región marina. Lo que allí se describe como tierra continental, como tierra marina, como tierra aérea, como tierra de calor, se describe de tal manera que se entremezcla al mismo tiempo con lo que el hombre lleva a través de la puerta de la muerte como lo moral. Se describe de tal manera que el mundo moral-espiritual también tiene allí directamente dentro de sí lo substancial externo, que allí lo moral es un esbozo sombrío, pero no lo lleva todavía a la creación de un cuerpo celeste, de un planeta. Pero lo que el yo humano vive allí es el germen de estas categorías de distribución, de estas extensiones a gran escala para el futuro planeta Júpiter.

Así pues, en el yo humano de hoy disponemos de la semilla de lo que luego será la gran expansión, la coexistencia en zonas que luego tendrán un aspecto diferente, pero que pueden tratarse de forma similar a las zonas continentales, las zonas marinas, etcétera. Tenemos algo que ahora tenemos que resumir de otra manera para caracterizarlo, para hacernos una idea, un concepto de ello.

Tenemos que decir algo así: En este entramado en la tierra de los espíritus, que describí en el libro «Teosofía», se ve inmediatamente que no se trata del ser humano individual. Como pueden ver, ya en la segunda zona, en la zona del mar, las personas se organizan como si fueran grupos humanos: surge algo sobrehumano. El yo se eleva. El yo se une con otros yoes en grupos humanos. Lean sobre esto en la descripción de la tierra de los espíritus: es algo que sólo puede describirse como un reino que está por encima del reino humano. Y el hombre entrará en tal reino durante su existencia de Júpiter. No puede describirse diciendo, por ejemplo, «un reino angélico-humano»; eso no sería exacto, porque cuando yo describo a los Ángeles, es un término para el presente, que se caracteriza por el hecho de que los Ángeles eran seres humanos durante el período lunar. Así que si quiero caracterizar lo que se desarrollará allí durante la futura existencia terrestre o existencia de Júpiter, tendría que referirme de tal manera que diga: El hombre ha sido elevado a una esfera superior; el hombre ha llegado a ser tal en su revelación exterior, en su revelación corporal, que revela exteriormente lo que hoy vive en lo profundo, lo que hoy sólo vive en el alma. Así como hoy, digamos, revela misteriosamente su ser interior en lo encarnado, en el color de su carne, así en el futuro revelará su ser interior, sea bueno o malo, en su configuración exterior. Hoy sólo se puede adivinar por la forma humana si alguien es un pedante, o un mordaz, o un cruel, o un glotón. Ciertas cualidades morales se expresan hoy de forma sutil en la fisonomía o en los andares o en otros rasgos externos, pero siempre de tal manera que también pueden negarse, de modo que se puede afirmar, por así decirlo, uno no puede evitar tener unos labios que sugieran glotonería o una parte inferior de la cara que sugiera glotonería. Pero así como hoy en día uno puede, por así decirlo, hablar consigo mismo de esta apariencia externa del alma, esto no será posible en absoluto en el futuro. Las personas que se aferran a lo material lo expresarán entonces claramente en su forma: adoptarán formas ahrimánicas. En este futuro se distinguirá claramente entre formas ahrimánicas y formas luciféricas. Un gran número de miembros de diversas sociedades teosóficas, que pululan siempre en las regiones superiores, tienen buena disposición para estas figuras luciféricas. Habrá también figuras que formen el equilibrio. Los místicos delirantes, adoptarán las formas luciféricas. Pero lo que hay que procurar es el equilibrio a través de convertirnos en morada del Cristo. En resumen, como despliegue de lo que hoy es la semilla del yo, obtendremos el reino anímico-humano.

             Germen:                              despliegue: 

 cuerpo físico humano    ⇒      reino vegetal-mineral 

 cuerpo etérico humano  ⇒      reino animal-planta 

 cuerpo astral humano    ⇒      reino humano-animal 

 yo humano                    ⇒       reino humano-anímico

Lo que llevamos en nuestro yo: Un hombre que sufrió trágicamente la decadencia de la civilización del siglo XIX, Nietzsche, sintió que este yo debía escapar realmente para salvar su futuro de lo que hoy ya está en decadencia. Como toda la idea seguía siendo abstracta, eligió la palabra abstracta «superhombre». Pero se trata de un impulso vago y oscuro para expresar lo que no está meramente concluido en el yo, sino lo que es germinal en el yo y debe apuntar como simiente a futuras formaciones cósmicas.

Nietzsche lo expresó maravillosamente en repetidas ocasiones cuando dijo

El hombre en el fondo, es algo que ha devenido del gusano. Pero así como el hombre ha devenido del gusano, así el superhombre devendrá del hombre. -Al hacerlo, se sitúa con un oscuro sentimiento en algo a lo que nuestro tiempo tiene realmente la tarea de aportar claridad si no quiere andar a tientas en la oscuridad de una cultura y una civilización en decadencia.

Es muy comprensible que Nietzsche, que sólo adoleció trágicamente de nuestra cultura puramente intelectualista, destilara este concepto intelectualista del superhombre, que en realidad no tiene ningún contenido, de lo que se podía tener en la cultura intelectualista. Nietzsche no llegó a una verdadera comprensión de Cristo. Y fue peculiar en él que por este impulso de egoísmo, y a su vez por la necesidad de permanecer dentro de la cultura intelectualista, no se convirtió en un adorador de Cristo, sino en un adorador del Anticristo, casi un adorador y glorificador del Anticristo. El anti-cristianismo surgió con brillantez en Nietzsche. Pero este anticristianismo, si siguiera siendo lo que es, no podría conseguir otra cosa que hacer soñar al hombre con un superhombre abstracto, pero al mismo tiempo cerciorándose de que este superhombre abstracto se extingue con su existencia terrenal. Nietzsche aún quería aferrarse convulsivamente a la idea del desarrollo. Pero ni siquiera este aferramiento convulsivo le ayudó. A partir de las abstracciones del intelectualismo sólo llegó a una «repetición de lo mismo», de modo que después no resultaría ningún estadio superior, sino siempre sólo la repetición de lo mismo, que, sin embargo, como ya he dicho, también sólo está ahí convulsivamente para aferrarse a la idea de desarrollo.

Por lo tanto, hemos considerado el ser espiritual del hombre, el alma del hombre y el cuerpo del hombre. Cuando examinamos el espíritu del hombre, éste se nos aparece hoy como el espíritu que determina al hombre. Y en la medida en que consideramos este espíritu como el espíritu del hombre, no nos parece muy diferenciado. Lleva en sí ciertas, yo diría, tonalidades, pero se nos aparece como una entidad unificada. Para poder considerar este espíritu humano en su contexto universal, es necesario que recurramos a la ciencia espiritual. Si no recurrimos a la ciencia espiritual, entonces simplemente irradiamos este espíritu humano indiferente, uniforme e indeterminado hacia el mundo y surge un panteísmo desdibujado. Pero si queremos aprender a reconocer este espíritu humano a través de la ciencia espiritual, entonces penetramos en el mundo de los reinos espirituales superiores que están en relación entre sí y con el hombre. Lo que tenemos en nuestro espíritu sólo se incrusta concretamente en un mundo cuando lo encontramos concretamente incrustado en el mundo de las jerarquías superiores. Aquello que tenemos fluctuando como nuestra vida anímica, diferenciada en pensar, sentir y voluntad, sólo podemos aprender a reconocerlo cuando lo buscamos, por así decirlo, en los estadios intermedios entre los miembros del cuerpo humano: Así como el pensar se entreteje entre el cuerpo físico y el cuerpo etérico, actuando, en cierto sentido, como mediador en el intercambio entre estos dos cuerpos, así también el sentir se entreteje entre el cuerpo etérico y el cuerpo astral, actuando como mediador en el intercambio entre el cuerpo etérico y el cuerpo astral. Y si queremos llegar a conocer la vida de la voluntad, entonces debemos observar la interacción del yo y del cuerpo astral y estudiar la vida de la voluntad en la interacción que se desarrolla entre los dos. Entonces tenemos la presencia del hombre, su vida anímica.

Y si ahora descendemos a la corporeidad del hombre, entonces esta corporeidad nos parece inicialmente como si en realidad estuviera destinada a la nada. El cuerpo físico, que tiene este gran significado para el hombre mientras vive en la tierra, parece no ser nada comparado con las leyes individuales, pues éste se disuelve en ellas. Ellas lo destruyen. El cuerpo etérico se conserva todavía, digamos, durante un corto tiempo después de la muerte, pero se esparce por el cosmos. Desaparece del ser humano. Se aleja. De nuevo, parece no ser nada para el cosmos en presencia de la tierra.  El cuerpo astral, al final de la transmigración del alma después de la muerte, es absorbido por la existencia anímica-espiritual, de nuevo como nada. El yo viene dado por la tierra, parece pertenecer a la tierra. Al principio, el yo no nos transmite una idea de lo que debería ser en el futuro. Pero si observamos estas partes del cuerpo humano a la luz de la investigación espiritual, descubrimos que en realidad, en el cuerpo físico, el cuerpo etérico, el cuerpo astral y el cuerpo del yo, están las semillas de los mundos cósmicos. Se trata simplemente de encontrar la manera de nutrir lo que llevamos dentro como gérmenes de futuros mundos cósmicos de la manera correcta, para que los gérmenes puedan florecer. Porque los gérmenes, como ustedes saben, también pueden descomponerse, y estos gérmenes, al igual que otros gérmenes, también tienen la posibilidad de descomponerse.

Nuestra conexión con el Misterio del Gólgota nos infunde los poderes que hacen del Cristo en nosotros el jardinero que no permite que los gérmenes se pudran, sino que los conduce al mundo futuro. Cuando el reino mineral de la tierra se derrite, cuando el reino vegetal de la tierra se descompone, cuando el reino de las especies animales muere, cuando incluso la forma humana actual ya no es posible porque es un efluvio de la tierra, es decir, pertenece a la tierra, cuando todo esto se descompone como en la nada, entonces los gérmenes están allí, que el jardinero conduce a una futura formación del mundo de la tierra, que he llamado el mundo de Júpiter en mi «Ciencia Oculta».

Éstos se nos revelan según su naturaleza espiritual. Cuando los miramos desde fuera, son cuerpos. Cuando observamos su naturaleza interior, son fuerza y espíritu, pero fuerza y espíritu que crecen hacia el futuro. Uno puede juntar pasado, presente y futuro en un símbolo en relación con el hombre de tal manera que uno diga: 

El pasado (ver dibujo, azul) se acerca, circula en nuestra espiritualidad presente. Desde nuestra espiritualidad irradia nuestra alma (blanco) en el pensar, el sentir, la voluntad. Y el pensar, por así decirlo, separa el cuerpo físico a un lado y el cuerpo etérico al otro; el sentir separa el cuerpo etérico a un lado y el cuerpo astral al otro; la voluntad separa el cuerpo astral a un lado y el yo al otro. Y podemos decir: todo esto se desarrolla germinalmente hacia el futuro para formar nuevos reinos (rojo).

De este modo también podemos describir las diversas jerarquías que intervienen en nosotros como si se unieran aquí en espiral, por así decirlo, y tenemos en el cuadro, esquemáticamente, el vórtice humano, que, donde se une en el centro, forma las experiencias actuales del ser humano en el alma.

En efecto, el conocimiento del hombre es el conocimiento del mundo. Pues también se nos revela desde este punto de vista, que hoy hemos vuelto a adoptar. Tenemos un mundo en el pasado. Hoy tenemos su efecto en el espíritu humano.

Si queremos comprender el espíritu humano desde el mundo, el conocimiento del mundo debe convertirse en conocimiento del hombre. El conocimiento del hombre se convierte en conocimiento del mundo cuando estudiamos los cuerpos del hombre, cuando consideramos los seres de estos cuerpos en su naturaleza germinal y observamos que lo que es la envoltura del hombre ya incluye dos mundos en su esencia. Los mundos pasados se reconocen en el ser humano presente. La cognición del ser humano presente, según el espíritu, significa: cognición del mundo pasado. El conocimiento de la persona presente, según el cuerpo, significa: conocimiento del mundo del futuro.

Sí, verdaderamente, según los puntos de vista más diversos, el conocimiento del mundo es el conocimiento del hombre. Si quieren conocer el mundo, miren dentro de ustedes. Si quieren conocer al hombre, miren en el mundo. Si quieren conocer al hombre como espíritu, miren en las glorias del mundo pasado. Si quieren conocer las glorias de los mundos futuros, miren en la naturaleza germinal de la presente corporalidad humana. Conocer al hombre es conocer el mundo y conocer el mundo es conocer al hombre.

Seguiremos a partir de aquí, la próxima vez.

Traducido por J.Luelmo feb.2025

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