GA125 Bremen, 26 de noviembre de 1910 - Cuestiones vitales a la luz de la reencarnación y el Karma

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RUDOLF STEINER

Cuestiones vitales a la luz de la reencarnación y el Karma


Bremen, 26 de noviembre de 1910



Hoy, en esta reunión de la rama, queremos tomar como punto de partida algunas cuestiones vitales que afectan a la vida humana inmediata. Luego queremos ascender un poco a aspectos espirituales más elevados. Me gustaría partir de dos cualidades humanas, dos defectos o vicios humanos que se perciben como algo poco atractivo, como algo que disminuye el valor de una persona. Queremos hablar de lo que se llama envidia y falsedad.

Si miramos a nuestro alrededor en la vida, encontraremos fácilmente que existe una antipatía bastante natural hacia estas dos cualidades humanas. E incluso si observamos a personas que en la vida son  líderes para los demás, veremos que conceden gran importancia a no tener estos dos defectos . Goethe, por ejemplo, que pasaba mucho tiempo practicando el conocimiento del alma, reflexionando sobre sus defectos, menciona: «Tengo tal o cual defecto, tal o cual mérito, pero lo que me parece más importante es que no puedo contar la envidia real entre mis defectos». -Y el gran Benvenuto Cellini dice que se alegra de no tener que acusarse a sí mismo de mentir.- Así vemos que estas grandes personalidades sentían la importancia de combatir estas dos cualidades o defectos humanos. Y la persona más sencilla e ingenua coincide con los líderes de la humanidad en su juicio o antipatía hacia estos vicios.

Si nos preguntamos por qué se condenan instintivamente estos dos defectos, nos daremos cuenta de que la envidia y la mentira carecen de un mínimo que se corresponda con una de las cualidades terrenales más importantes. No se corresponden en absoluto con lo que llamamos simpatizar con los demás. Porque si envidiamos a alguien, no nos sentimos inclinados a entregarnos a esa virtud que llega a lo más profundo, a lo más íntimo del ser, a la divinidad de la otra persona. Porque la compasión sólo tiene valor cuando no sólo somos compasivos, sino que podemos apreciar el núcleo, la esencia espiritual de la otra persona. El aprecio del ser humano, sin embargo, como base de la compasión, implica que podamos reconocer los méritos de la otra persona y alegrarnos de los éxitos y etapas de desarrollo de otras personas. Y todo esto excluye la envidia. La envidia es una característica estrechamente relacionada con el egoísmo más fuerte del hombre.

Lo mismo puede decirse de la mentira. Si decimos una falsedad, transgredimos la ley de establecer un vínculo que aglutine a todos los hombres con respecto a la verdad. Lo que es verdad es verdad para todos los hombres, y en nada como en la verdad, podemos practicar tanto el desarrollo de una conciencia que abarque a todos los hombres. Si decimos una falsedad, cometemos una ofensa contra el vínculo que debe ir de corazon a corazón humano. Así son las cosas cuando las consideramos como seres humanos. Y si las consideramos espiritualmente, sabemos que nuestras encarnaciones anteriores tienen un efecto en esta vida y que estamos expuestos a muchas influencias. Una y otra vez hay que pasar por dos grandes influencias: las dos influencias que llamamos luciférica y ahrimánica. Hoy no pretendemos hablar cosmológicamente de esto, lo que queremos es quedarnos en la vida humana e imaginar que hemos pasado por muchas encarnaciones, y que al pasar por la primera encarnación, el poder luciférico hizo efecto en nuestro cuerpo astral. Desde entonces, ese poder luciférico ha sido el poder tentador sobre nuestro cuerpo astral. En nuestro cuerpo astral existen fuerzas que son ejercidas por Lucifer. Básicamente el empeño de Lucifer es el de ganar influencia sobre el cuerpo astral humano en nuestra tierra. Tenemos que descubrirlo en todo lo que lo arrastra hacia abajo. Debemos buscarlo en todas las características que viven en el cuerpo astral como pasiones egoístas, deseos, impulsos y anhelos, y así darnos cuenta de que la envidia es una de las peores influencias de Lucifer. Todo lo que puede vivir en nuestra alma y puede ser inscrito bajo la envidia pertenece a su dominio, y cada vez que tenemos un asomo de envidia, Lucifer nos agarra por los instintos en nuestro cuerpo astral.

Ahriman, por su parte, tiene una influencia sobre nuestro cuerpo etérico, y todo lo relacionado con las perturbaciones del buen discernimiento puede atribuirse a él, tanto lo involuntario, cuando hacemos un juicio erróneo, como lo arbitrario, cuando decimos una mentira. Si somos presa de la falsedad, Ahriman actúa en nuestro cuerpo etérico.

Es interesante que los seres humanos sintamos estas influencias tan intensamente, que sintamos una antipatía tan fuerte cuando se producen, y que la gente haga todo lo posible por combatir estas dos características, la mentira y la envidia. No será fácil que haya personas que confiesen conscientemente: Quiero ser envidioso. Es cierto que en la lengua se ha colado un uso lingüístico como el de: no sabes cuanto te envidio. Pero no es una mala intención. La gente no quiere decir envidia de verdad. En cuanto nos damos cuenta de que tenemos envidia, de que estamos mintiendo, hacemos todo lo posible por combatirla. Así que tomamos la lucha contra Lucifer y Ahriman en esta área.

Ahora, sin embargo, a menudo ocurre algo que debemos tener en cuenta cuando nos dedicamos a la ciencia espiritual. Podemos luchar contra los impulsos concretos de la envidia y la mentira, pero si estos defectos se asientan en nuestra alma, si los hemos adquirido en encarnaciones anteriores y ahora luchamos contra ellos, entonces aparecen como otros defectos. Cuando intentamos luchar contra una tendencia a la envidia de encarnaciones anteriores, la envidia adopta una máscara. Lucifer dice: El hombre me combate, se ha dado cuenta de su envidia. Le entrego esta persona a mi hermano Ahriman. Y se produce otro efecto, que es consecuencia de combatir la envidia. Los defectos combatidos aparecen enmascarados. Y la envidia que combatimos entonces aparece a menudo en la vida de tal manera que nos entra el deseo de buscar las faltas de otras personas y reprocharlas ácidamente. En la vida, conocemos a algunas personas que, como si tuvieran un cierto poder clarividente, siempre encuentran los defectos y los lados oscuros de otras personas, y si llegamos al fondo de este fenómeno, éste consiste en que la envidia se ha convertido en un deseo de culpar, y esto para la persona en cuestión parece ser una característica muy correcta. Es bueno, según ellos, llamar la atención sobre la presencia de estas malas cualidades. Pero detrás de esa censura no se esconde otra cosa que una envidia transformada y enmascarada. Y debemos aprender a reconocer cuando esos defectos son originales o cuando se han transformado a partir de otros. Debemos considerar si alguien fue envidioso en su juventud. Tal vez hemos expulsado de él esa envidia y ahora se ha convertido en una persona adicta a culpabilizar.

Las mentiras también cambian muy a menudo en la vida y aparecen con distintos disfraces. La mentira puede hacer que nos avergoncemos de ella. Pero no la erradicamos fácilmente, muy a menudo se convierte en una cierta superficialidad hacia la verdad. Es importante que sepamos algo así, pues así prestaremos atención a lo que encontramos en otra persona en la vida. Tales personas se dan por satisfechas con una respuesta que nosotros nos preguntamos: ¿Cómo puede quedar satisfecho con semejante respuesta? - Ellos fácilmente dicen: ¡Sí, sí, así es, así es! - muy a menudo esto es la transformación resultado de la falsedad real. Debemos examinar la ley del karma en particular en busca de tales defectos. La gente no le presta atención, pues son la raza más olvidadiza en relación con todas las demás que se afirman en los diversos planos. 

Por ejemplo, si conocemos a una persona y permanecemos cercanos a lo largo de los años, podemos observar cómo cambian algunas cosas en esta persona. Si todavía estamos cerca después de treinta años, podríamos encontrar conexiones notables dentro de la vida de esa persona cuando miremos hacia atrás a lo largo de una vida juntos, mientras que la persona en cuestión no sabe nada al respecto y lo ha olvidado todo. Sin embargo, realmente deberíamos observar tales cosas en la vida. Se hacen evidentes conexiones importantes. Por ejemplo, cierta persona siente envidia cuando era niño. Más tarde, la envidia ya no es evidente, pero a una edad más tardía aparece transformada como una falta de independencia en la persona en cuestión, de querer depender de los demás. Aparece en forma de ideas de ser incapaz de valerse por sí mismo, de necesitar siempre a otras personas a su alrededor para aconsejar y ayudar. Una debilidad moral específica aparece como consecuencia de la transformación de la envidia. Cuando alguien tiene esta debilidad moral, siempre encontraremos que esta es la consecuencia kármica de la envidia transformada.

Y en la edad madura, esa falsedad transformada produce un carácter tímido. Aquellos que fueron mentirosos en su juventud no se atreven a mirar a la gente a los ojos en la vejez. En el ambiente rural, la gente tiene un conocimiento instintivo y elemental de esto, que no se reviste en conceptos. Dicen que no hay que fiarse de la gente que no sabe mirarte a los ojos. La timidez, la reticencia, no por modestia, sino por miedo a enfrentarse a otras personas, es la consecuencia kármica de haber mentido ya en una encarnación.

Lo que aparece como debilidad moral en una encarnación tiene un efecto organizador en la encarnación siguiente. La debilidad del alma, que es el resultado de la envidia, no puede destruir particularmente este cuerpo en la encarnación actual, donde el cuerpo ya está construido. Pero cuando pasamos por la muerte y volvemos a una nueva encarnación, estas fuerzas actúan de tal manera que se vuelven orgánicamente constructoras de debilidad, y vemos aquellas personas que en una encarnación anterior han tenido la envidia transformada, ahora tienen que enfrentarse a la debilidad de su cuerpo. Cuando decimos que un hombre es débil, -pero sin prejuicios, pues los hombres deben saber lo que es débil o fuerte-, cuando un hombre es fácilmente susceptible a tal o cual influencia, no tiene poder de resistencia, entonces sabemos que su cuerpo es débil y que tiene este cuerpo débil como resultado de la envidia transformada anterior.

Ahora debemos decirnos a nosotros mismos: Si un niño nace en un determinado entorno como un niño débil, no sólo debemos pensar que este karma interno se ha hecho efectivo, sino también que nos juntamos con las personas de nuestro entorno por razones, no por casualidad. Este aspecto del karma, que estamos adaptados a nuestro entorno, es muy fácil de entender. Un edelweiss, por ejemplo, sólo puede prosperar en el entorno al que está adaptado. También el hombre sólo puede prosperar en un entorno adaptado a él. La lógica más simple tendría que decir esto, porque sólo se puede entender la vida si se tiene esto en cuenta. Todo ser está adaptado a su entorno, nada es accidental.

Por eso nacemos entre aquellas personas a las que hemos envidiado o a las que hemos criticado. Y es por eso por lo que nacemos con un cuerpo débil, conviviendo entre aquellas personas a las que, en la encarnación anterior hemos envidiado por lo que han conseguido, o cosas por el estilo. Es de infinita importancia saber esto, porque sólo considerándolo podemos comprender la vida. Cuando un niño nace en un ambiente con un cuerpo débil, debemos preguntarnos: ¿Cómo debemos comportarnos? - El comportamiento más correcto debe ser el que moralmente es más sensato: perdonar. Esto también conducirá al mejor resultado en este caso, y también es la mejor educación para la persona afectada. Tiene un efecto tremendamente educativo si podemos perdonar amorosamente a un niño débil que nace en nuestro entorno. Cualquiera que haga esto de una manera verdaderamente poderosa verá que el niño se vuelve cada vez más fuerte como resultado. Perdonar con amor debe tener efecto hasta en el pensamiento, porque esto permite al niño reunir fuerzas para cambiar su karma pasado y llevarlo en la dirección correcta. El niño también se fortalecerá físicamente. Un niño así muestra a menudo características desagradables. Si lo amamos, -hasta lo más profundo de nuestro corazón-, esto actuará como el remedio más intensivo, y pronto descubriremos lo efectivo que es este remedio.

Lo mismo ocurre si tomamos la otra característica, la falsedad. En una encarnación, una persona se vuelve tímida en la vejez. Esta es una cualidad del alma. Pero en la siguiente encarnación esta cualidad actúa como arquitecto del cuerpo. Allí el niño no sólo se muestra débil, sino de tal manera que no puede relacionarse adecuadamente con su entorno en absoluto, que es deficiente mental. Debemos pensar que somos las personas a las que esa persona solía mentir, y debemos compensar lo malo que él nos causó con lo mejor que podamos hacer por él. Debemos tratar de enseñar a tal persona gran parte de las verdades de la vida espiritual, y entonces veremos cómo florece. Debemos tener siempre presente este pensamiento: Esa persona nos engañó mucho en encarnaciones anteriores, y debemos hacer todo lo posible para establecer una verdadera relación entre ese niño y su entorno.

Aquí vemos, cuando consideramos estas cosas, que nosotros como seres humanos siempre estamos llamados a ayudar a otras personas a que lleven a cabo su karma de la manera correcta. El que crea que debe dejar a la gente a su karma no ha comprendido nada del karma. Si encontramos a una persona que nos ha mentido y creemos que tiene que llevar a cabo su karma, demostraríamos que no entendemos el karma correctamente. Porque la idea correcta sería prestar ayuda primero si es posible. Si se dice que debemos dejar al hombre a su karma, como mucho se podría decir en el campo esotérico, pero nunca en la vida.

Pensemos que nos esforzamos por ayudar a otras personas según su karma. Tomemos a una persona que tiene una naturaleza tímida. Nos esforzamos amorosamente en ayudarle. Entonces establecemos una conexión entre esta persona y nosotros. Entonces veremos que a nosotros volverá algo cuando esta persona sea vieja. Pero debemos dejar eso al karma, no debemos especular sobre ello. Ayudar a otra persona, es algo que debemos ver como nuestro deber. Y aquí llego a una ley sutil. Cualquier cosa que hagamos por la otra persona para soportar y superar su karma siempre dará como resultado no sólo ayudar a la otra persona, sino también hacer algo por nosotros mismos. Pero si lo que hacemos lo hacemos por nosotros mismos, por ejemplo para salir adelante bastante rápido, por lo general no nos ayudará mucho. Sólo lo que una persona hace por los demás puede ser de provecho para ella. No podemos hacer nada bueno por nosotros mismos. Si ayudamos a una persona a superar su karma, se producen los mejores efectos, porque lo que hacemos por los demás es una ganancia para la humanidad. No podemos hacer nada por nosotros mismos, otros tienen que hacerlo por nosotros. Por eso tenemos que pensar en el sentido más elevado: Compasión por los demás. Si desarrollamos esta compasión en el sentido más elevado, entonces también sentimos este deber de compasión hacia otras personas en relación con la envidia y la mentira. De este modo desarrollamos un sentido de solidaridad que se extiende a todas las almas humanas.

La humanidad es generalmente propensa para que cada ser humano individual siempre sienta su conexión con la humanidad entera. Y este sentimiento en sus diversas expresiones de vida debe vivir también en sus batallas contra Lucifer y Ahriman. Al tratar de ayudar a las personas débiles que tienen un cuerpo físico que se ha debilitado bajo la influencia de la envidia superada, al darnos cuenta de cómo debemos comportarnos con estas personas, puede quedarnos claro que el mundo está lleno de estos impulsos de Lucifer y Ahriman, y cómo pueden ser superados en el curso de la evolución terrenal. Cuando cada ser humano persigue tales conexiones en sus sentimientos, necesariamente llega a tener un sentimiento cada vez más profundo de la humanidad en general. Hasta cierto punto, existe la posibilidad de que cada ser humano sienta algo que pueda conectarle con todas las personas. Este sentimiento ha cambiado mucho a lo largo de la evolución humana.

Si nos remontamos tres o cuatro milenios atrás, el sentimiento de lo que la gente tenía como humanidad general era claramente pronunciado en todas las personas. Si retrocedemos más y más, a lo largo de las culturas postatlantes, hasta la antigua Atlántida, -donde también estuvimos encarnados-, y si retrocedemos aún más, llegamos a una encarnación en la que por primera vez descendimos a un cuerpo físico. Hace tres o cuatro milenios, la gente se decía a sí misma que antes de eso estábamos en un cuerpo espiritual. En todas las personas de esta época, encontramos sentimientos así de sabios. Y el alma se preguntaba: ¿Qué eres porque eres un ser humano? Y se respondía a sí misma: Antes de descender a mi cuerpo por primera vez, antes estaba en un mar de vida y tejido divino-espiritual.  Yo estaba en ella, y también todas las demás almas humanas. Ese era nuestro punto de origen común. Un sentimiento tan básico en las almas humanas hacía posible sentirse fraternal, universalmente humano, porque se sentía que el origen de todas las almas humanas era común. Y si recordamos cómo en todas las antiguas escuelas de misterios se trabajaba con las personas para hacerlas buenas personas, en todas partes se daba el caso de que para hacer a las personas buenas personas y hacerlas receptivas a los sentimientos más profundos, más íntimos, más conmovedores, se hacía referencia al origen común, al origen común de todos los seres humanos a partir de la fuente divina común. Y era fácil tocar esta fibra sensible del alma. Pero cada vez resultaba más difícil. Por ejemplo, si se hubiera tocado esta fibra sensible con un número tan grande de personas como las que están aquí sentadas, en aquel momento habría causado una impresión abrumadora.

Pero los sentimientos de la humanidad hacia este origen común se fueron enfriando cada vez más. Esto tuvo que suceder porque la humanidad tuvo que pasar por un cierto punto en su desarrollo. Si quisiera describir este punto, tendríamos que mirar al futuro humano, a la meta del desarrollo terrenal.

Al igual que el origen es común y todas las almas humanas han surgido de una fuente común, también todas las almas humanas se unirán en una meta común. ¿Y cómo podemos los humanos encontrar esta meta para poder seguir desarrollándonos cuando la tierra haya alcanzado su meta y se desintegre y hunda como esfera material bajo nosotros, los humanos? ¿Cómo podemos comprender esta meta de tal manera que podamos adentrarnos juntos en un futuro? La conciencia de este carácter común debe llegar hasta las fibras más profundas del alma. Esto sólo será posible cuando los humanos aprendamos a sentir hacia el futuro lo mismo que los antiguos sentían hacia el origen de la humanidad. Este sentimiento se ha ido enfriando cada vez más en la humanidad. Pero debe prenderse cada vez más en las almas la vivencia, el sentimiento, la certeza de que algo puede ser común a todos los seres humanos como meta humana. Independientemente de que tengamos tal o cual grado de desarrollo, independientemente de dónde nos encontremos en la vida, el hecho de que seamos seres humanos debe permitir que algo se produzca en nuestras almas para que podamos decirnos a nosotros mismos: Todos nos esforzamos por alcanzar una meta. Y mirando hacia esa meta, debemos ser capaces de decirnos a nosotros mismos: Esto es algo que puede concernir a todo ser humano. Debemos ser capaces de encontrar algo en nuestro interior más profundo en el que coincidamos todos en un mismo punto.

En el ocultismo esto se da con el nombre de Cristo. Porque así como hace miles de años se podía sentir, presentir y saber que nuestras almas nacen todas del origen y fuente común de Dios, así los hombres aprenderán cada vez más a decirse a sí mismos: Igual que nosotros, cuando pensamos, nos encontramos juntos en un terreno común, igual que podemos estar unidos en un pensamiento común, igual que esto puede vivir en todas las cabezas humanas, así hay algo que puede vivir como un terreno común en todos los corazones. Hay algo que puede confluir como una sangre vital en todos los corazones humanos. Si esto resplandece a través de nosotros cada vez más en las encarnaciones siguientes, entonces éstas procederán de tal manera que cuando la tierra haya alcanzado su meta, para que pase al futuro estado planetario, Júpiter, las almas humanas se unirán en lo común, el Cristo, todas serán una. Por eso, para que esto sucediera, tuvo que producirse el Misterio del Gólgota. Para ello el Cristo se hizo hombre en Jesús, para que esta corriente común de calor pueda fluir de un corazón humano a otro corazón humano. El sentimiento por la meta humana común emana de la cruz del Gólgota. De este modo se unen el pasado y el futuro. Esta es la meta del desarrollo futuro de la humanidad. El hecho de que los hombres conserven este nombre común de Cristo no es la cuestión, sino que todos los hombres aprendan a comprender que el mismo sentimiento que los hombres tenían originalmente sobre su origen común, se transformará en un sentimiento de un futuro común en la tierra.

El desarrollo de la Tierra se divide en estas dos mitades: Una va hasta la cruz en el Gólgota y la otra desde la cruz en el Gólgota hasta el fin de la tierra. Y la humanidad tiene mucho, mucho que hacer para comprender al Cristo y su desarrollo. Y cuando esto se comprenda, entonces la humanidad se encontrará en una meta común para la evolución de Júpiter. Y todas nuestros conocimientos individuales nos llevan a encontrar este principio del Cristianismo.

Si hoy hemos intentado reconocer el modo que tiene el karma para modelar el cuerpo de una encarnación a otra, entonces comprenderemos cómo pueden las personas volverse cada vez más perfectas a medida que pasan por las encarnaciones. Seguimos hablando del Cristo, sin llamarle Cristo. Apartamos la mirada de lo personal. Cuando tenemos delante a un niño que nos miente, nos decimos: Este niño nos ha mentido. ¿Cómo podemos ayudarle a cambiar su karma? No nos planteamos si nos está haciendo daño. Nos fijamos en el núcleo del ser del niño, y con eso sacamos el karma adelante. De este modo, la profunda empatía humana será cada vez más frecuente en el mundo.

Así pues, lo que llamamos ciencia espiritual, si por tal realmente entendemos la comprensión de los procesos de la vida en el sentido de la reencarnación y el karma, es la preparación para una verdadera comprensión del impulso crístico en el mundo. No es cuestión de cómo una persona exprese sus palabras, sino que quien realmente comprende la ley del desarrollo no puede ser otra cosa que un cristiano, sea hindú o mahometano o miembro de otro sistema religioso. Lo que importa es que uno recoja el impulso en el alma, que es el impulso hacia el objetivo común de la humanidad, igual que el impulso que una vez vivió en los antiguos de mirar hacia el origen común de la humanidad.

Por eso la ciencia espiritual siempre conduce al impulso crístico. No puede hacer otra cosa. Así pues, se podría entender sencillamente la ciencia espiritual tal como aparece hoy en día, de tal manera que se podría decir: Aunque la persona que llega a conocerla tal vez no quería saber nada del cristianismo cuando se hace antroposófica, ya está siendo conducida a Cristo en verdad. En realidad ya sería conducido allí, aunque quisiera luchar contra ello con palabras.

Así que hoy hemos acercado a nuestras almas lo que está directamente relacionado con la vida. Hemos visto cómo debemos comportarnos cuando un niño miente o siente envidia. Debemos darnos cuenta de que el hilo kármico recorre todas las encarnaciones del alma humana, que el karma se hila para ella según el destino, y que cuando miramos hacia atrás, hacia el origen en Dios, y luego miramos hacia la meta humana, estamos mirando de nuevo hacia Dios.

Nos remontamos a la cultura de los antiguos rishis. Ellos se referían al origen del hombre. Señalaban el mundo en el que estaba el hombre antes de descender a sus encarnaciones. Esta enseñanza penetró a través de los siglos y milenios. El gran Buda la enseñó diciendo: «Todo esto se ha perdido para el hombre por la tendencia a encarnarse, que creó la conexión con el mundo del origen». Nos exhortó a abandonar el mundo de las encarnaciones para que el alma pueda vivir de nuevo en los mundos espirituales del origen. Y al proclamar al Cristo, los profetas señalaron un futuro en el que las personas volverán a encontrar su destino correcto en la Tierra. Y entonces el Cristo mismo estará allí, entonces cumplirá el Misterio del Gólgota. Y entonces, a través de este Misterio del Gólgota, el hombre podrá ser conducido hacia el futuro divino-espiritual en la tierra. Quizá haya pocas cosas tan chocantes como dos dichos similares a los de Buda y Cristo, que pueden traernos a la mente el contraste entre los viejos y los nuevos tiempos. Buda, de pie entre sus discípulos, les señala el cuerpo y dice: «Miro hacia atrás, de encarnación en encarnación, cómo he entrado una y otra vez en un cuerpo humano como el que ahora llevo. Y este templo corporal siempre ha sido construido de nuevo para mí por los dioses. Y una y otra vez el alma trató de entrar en este templo corporal en nuevas encarnaciones. Pero ahora sé que ya no necesito volver a un templo del cuerpo. Sé que las vigas están rotas, los pilares podridos. A través de mi conocimiento he liberado mi alma de este cuerpo. Muerto es el anhelo y el deseo de volver a tal cuerpo. Ese fue un gran, un tremendo resultado del antiguo tiempo de mirar hacia atrás al origen del hombre. Buda y con él sus discípulos y seguidores se esforzaron por liberarse del cuerpo. Qué tremenda diferencia cuando el Cristo se presenta ante sus discípulos íntimos y habla así, -independientemente de cómo lo entendamos; lo tomamos como las palabras del Cristo tal como son. Cristo dice: «Derribad el templo de mi cuerpo, y yo lo reedificaré en tres días». - Él, el Cristo, no anhela liberarse de este templo del cuerpo. Quiere reconstruirlo.

No como si el propio Cristo volviera a estar allí en encarnaciones posteriores en tal cuerpo físico. Sino que lo que enseña a sus discípulos y a todos los seres humanos es a volver a este templo terrenal de encarnación en encarnación para que el impulso crístico sea cada vez mayor y más intenso en cada una de ellas, para que los seres humanos podamos absorber cada vez más de la existencia terrenal para finalmente estar allí de tal manera que podamos decir: Hemos trabajado en estas encarnaciones para parecernos más al Cristo. Y nos parecemos más a él absorbiendo en este templo corporal lo que el Cristo desde la cruz del Gólgota dejó fluir como su propio ser. Dejamos que fluya de un alma humana a otra, porque sólo así nos entendemos ahora. Esto es lo que tienen en común todas las almas humanas del futuro en la tierra. Y entonces llegará el tiempo en que la Tierra desaparecerá como planeta, en que se hará añicos, se atomizará, y en que la gente pasará a la siguiente encarnación en otro planeta en un estado espiritualizado.

La frase del gran Buda: Siento que los postes del templo de mi cuerpo ya no me sostienen, que las vigas se derrumban, -esto puede presentarse ante nuestra alma como un punto final del origen común del hombre. Y cuando miramos lo que Cristo dice a sus discípulos: «Construiré este templo del cuerpo en tres días», -esto puede ser como el comienzo del tiempo que indica la meta en la tierra. Y podemos ampliar esta frase, pues podemos decir: Que este templo caiga en la muerte, pero sabemos que utilizaremos los mejores poderes que hemos adquirido en esta encarnación para nuestra próxima encarnación. Hemos recibido estos poderes entregando nuestras almas al conocimiento de Cristo. Continuaremos progresando de esta manera de encarnación en encarnación. Cuando las personas construyan este templo corporal por última vez, habrán llegado a comprender el futuro, el objetivo común en la Tierra.

Sólo el Misterio del Gólgota puede ser el impulso común para el desarrollo de la humanidad y de la tierra.
Traducido por J.Luelmo mar,2025

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