GA105 Stuttgart 14 de agosto de 1908 -el universo, la tierra y el ser humano 10-El reflejo en la cuarta época de las experiencias del hombre con los dioses

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RUDOLF STEINER

El reflejo en la cuarta época de las experiencias del hombre con los dioses antiguos y su camino de la cruz. El Misterio de Cristo.




Stuttgart 14 de agosto de 1908

conferencia 10
En la última conferencia aprendimos que durante la época post-Atlante el hombre había conquistado gradualmente el plano físico; había llegado a comprender gradualmente que el mundo físico en el que había entrado es la expresión de poderes espirituales que se encuentran detrás de ese mundo físico. También aprendimos que cuando los griegos y los romanos eran los pueblos líderes en la evolución humana, el hombre había establecido una especie de equilibrio entre su comprensión de los mundos físico y espiritual. Había llegado a un acuerdo con el mundo material; había aprendido gradualmente a entenderlo y a amarlo.

No debemos pensar que tales procesos no tenían paralelos correspondientes en el mundo espiritual. Incluso si nos remontamos más atrás en la evolución humana encontramos que, en la misma medida en que las condiciones externas se alteran en lo que respecta a la observación y percepción del mundo físico por parte del hombre, también se alteran esencialmente las condiciones en lo que respecta a otros estados de conciencia. Hasta ahora se ha hecho especial hincapié en el estado de conciencia cuando el hombre se retira de su cuerpo físico durante el sueño. Vimos que en la época atlante sólo percibía contornos borrosos cuando estaba despierto, pero que los seres espirituales divinos aparecían ante él cuando ejercía la tenue clase de clarividencia que entonces poseía. Para poder comprender al ser humano en su totalidad debemos tener en cuenta estas condiciones alternas de conciencia que están conectadas con lo que llamamos muerte y lo que está más allá de la muerte; entonces veremos que la vida ordinaria que observamos entre el nacimiento y la muerte también tiene un lado esencialmente diferente.

Hasta ahora hemos considerado el destino del hombre durante su vida entre el nacimiento y la muerte desde la época atlante hasta la etapa Greco- Romana; ahora debemos preguntarnos con la mayor precisión posible sobre su destino entre la muerte y el renacimiento; porque la vida del hombre continúa después de la muerte. Desde aquel tiempo en la época lemuriana en que entró por primera vez en la encarnación terrena, y alternó por primera vez la vida dentro de un cuerpo físico con la vida fuera de él, el hombre ha llevado, hasta cierto punto, una doble vida, una sobre la tierra y otra en el mundo espiritual entre la muerte y el renacimiento. Aunque algunas personas creen que los cambios sólo ocurren en el mundo físico, y que entre la muerte y el renacimiento todo puede ser descrito en unas pocas palabras típicas, esta creencia es absolutamente incorrecta.

En el periodo que transcurre durante el camino espiritual, (despues de la muerte), del desarrollo humano, también cambian los destinos. Entenderemos mejor cómo se producen estos cambios si miramos la vida que el hombre lleva aquí en el mundo físico, y su relación con los otros reinos que le rodean. El hombre, tal y como se ha desarrollado en la actualidad, no es en absoluto un ser que existe absolutamente por sí mismo; está relacionado de diversas maneras con todo lo que le rodea.

Piensen sólo en cómo la conciencia del hombre, su autoconciencia, depende de lo que le rodea. Si no existiera ningún otro reino que nos rodeara, ni mineral, ni vegetal, ni animal, si no hubiera atmósfera, ni nubes que nos reflejaran la luz, nuestro ego, tal como está ahora, no se habría encendido en el mundo exterior. El hombre, en lo que respecta a su autoconciencia, está inmerso durante el día en el mundo que le rodea.

Entre el nacimiento y la muerte se sumerge en un cierto ambiente a través de tener un cuerpo etérico y físico. Él obtiene su alimento de los reinos inferiores de la naturaleza, éstos le dan las sustancias y fuerzas que pasan a través de él. Podríamos decir que hasta el momento del nacimiento evoluciona, y luego, al entrar en la existencia terrenal, entra en contacto con los reinos inferiores de la naturaleza. Es cierto que sólo entra en ellos cuando toma un cuerpo físico, y luego tiene que asimilarlos como su medio de apoyo; en el mundo físico el hombre no es un ser definitivo, autónomo por si solo. Pensad solamente en cómo debe inhalar continuamente una cierta cantidad de aire; de modo que no está en absoluto encerrado dentro de su piel, su ser se extiende en el aire. Al entrar en la existencia física entra en una cierta relación con los reinos que están debajo de él; se sumerge en ellos; al salir de su cuerpo se eleva a reinos más altos, al de los Ángeles, Arcángeles y Archais, y de hecho a reinos aún más elevados. Así como a través de las necesidades de su cuerpo físico entra en relación con los reinos inferiores, así después de la muerte entra en relación con los reinos superiores.

Pasemos ahora a la época en que el hombre comenzó a entrar en sus encarnaciones terrenales. Esto fue en la época lemúrica, cuando, aunque entraba en un cuerpo físico, tenía muy poca conexión con el mundo circundante. Hasta entonces no tenía el más mínimo rastro de órganos sensoriales, y por lo tanto apenas tenía percepción del mundo exterior. El hombre, al principio de sus encarnaciones, pasó por una condición en la que su conexión con el mundo físico era muy débil; por eso se sentía más a gusto en los mundos del espíritu. Este fue también el período en el que, habiendo salido de su cuerpo físico -no sólo durante el sueño sino también después de la muerte- el hombre entraba en un mundo lleno de luz espiritual donde percibía seres espirituales; donde, hasta cierto punto, sacaba fuerza de estos seres como la saca ahora del mundo físico; fue un período en el que se acercaba a los reinos superiores tal como lo hace ahora en el mundo físico. Su ser se extendía hasta el reino de los Ángeles, Arcángeles, e incluso a reinos superiores que se interpenetran en el suyo. Su conciencia era tenue, y sólo en la muerte obtenía la verdadera conciencia. Sólo se introducía en el mundo físico gradualmente, alimentándose espiritualmente con la visión de seres espirituales divinos.

El hombre sólo adquirió su ego en el curso del tiempo a medida que pasaba por sus diversas encarnaciones; en las primeras etapas no lo tenía. Otros seres de los que dijimos que habían pasado por su etapa humana en un período anterior ya poseían egos, y el hombre aprendió a conocer el ego a través de contemplarlos a ellos, pero sólo llegaba a conocerlo verdaderamente en el período entre la muerte y el renacimiento.

En aquel tiempo, cuando un hombre moría, tenía la sensación de que sólo empezaba a vivir de verdad cuando podía ver a los seres espirituales divinos; en realidad, cuanto más dejaba atrás la muerte, más alta era la etapa a la que llegaba. Se hizo cada vez más consciente hasta que llegó el tiempo ( entre la muerte y el renacimiento) en el que apareció el poderoso Ser que había dado por primera vez un verdadero contenido a su vida, con respecto al cual se sentía: "De Él he venido; le pertenezco". Este era el mismo Ser, visto en un período primitivo, que más tarde encarnó en la tierra como el Cristo. En el período lemúrico no era posible para el hombre contemplar a Cristo en un cuerpo físico, pero sí lo contemplaba durante el transcurso entre la muerte y el renacimiento; así se convirtió en parte de Él y lo conoció en el mundo espiritual.

Con el paso del tiempo el hombre se hizo cada vez más consciente en el mundo físico. La plena conciencia le llegó por primera vez a mediados de la época atlante, pero fue de forma gradual. Cuanto más consciente se hizo el hombre en el mundo físico y cuanto más los rudimentos del ego iban penetrando en él, su conciencia, después de la muerte, era menos capaz de llegar a los mundos superiores. Al principio no podía expandirse a la visión del Cristo; sólo veía Ángeles y Arcángeles, y más tarde, en la época atlante, incluso esto le fue negado; sólo se concedía a los más avanzados. Normalmente, el hombre sólo percibía los Ángeles a través de su antigua y tenue clarividencia; éstos eran Ángeles también en el sentido cristiano, y son aquellos a los que los griegos llamaban Zeus, y los germanos Wotan, y eran considerados como deidades.

Ya hemos dicho que en la época atlante, durante el sueño, el hombre era el compañero de los Dioses; esto era especialmente cierto en el período entre la muerte y el renacimiento. Estos Dioses eran Ángeles o, todo lo mas, Arcángeles, y sólo cuando el hombre se había preparado en esta vida con lo que consideraba como buenas obras, la visión de Cristo, en ciertas circunstancias, le fue garantizada por estos seres subsidiarios. El hombre todavía conocía a Cristo, sin embargo, a través de las obras y la naturaleza de los Ángeles y Arcángeles. Así como la luz sigue siendo luz aunque teñida al pasar a través de cristales de colores, así la forma de Cristo fue vista, pero con una fuerza menguada. La causa de que el Espíritu del Sol apareciera con fuerza menguada, no fue otra que la atracción que el hombre sentía cada vez con más fuerza por el lado físico de la existencia y había aprendido a amarla.

Así que la humanidad se desarrolló a través de las diferentes épocas de la civilización post-Atlante, y en cada una de ellas aparecía el recuerdo de épocas anteriores; éstas eran realmente experimentadas. En la época egipcia encontramos un recuerdo de la época lemúrica.

¿Cómo representaban los Iniciados en aquel tiempo la vida después de la muerte? Su empeño era que los hombres experimentaran después de la muerte - aunque sólo fuera como un tenue eco - lo que los hombres experimentaban en la antigüedad cuando se elevaban a aquello en lo que se sentían como ocultos, a ese Ser supremo - el gran Espíritu-Sol. Este es el significado de lo que los antiguos egipcios llamaban el juicio de los muertos; cuando el muerto se presentaba ante su juez, que sopesaba sus actos. Si éstos se consideraban dignos, podía, por el mérito adquirido en el mundo físico, convertirse en una parte del Ser al que se miraba como Dios de la Luz, el Dios-Sol, Este era el mismo ser que se llamaba Osiris. Fue el viaje a Osiris - la unión con él lo que fue impartido a los muertos como un recuerdo de una condición evolutiva previa real. Así es como debemos entender lo que contiene el Libro de los Muertos, el registro más notable del pueblo egipcio.

Por la naturaleza de las condiciones establecidas en mi libro "Cristianismo como Hecho Místico", el completo esoterismo de tales cosas obviamente no puede ser dado, pero el hecho es que estas cosas pueden ser llevadas a un nivel mucho más profundo. De acuerdo con la antigua idea egipcia, si un alma, según sus acciones, se consideraba digna de esta visión, podía unirse a Osiris; de hecho, se le llamaba Osiris, porque estaba unida a él. Las palabras son: "Osiris fue limpiado en el estanque al sur del campo de Hotop y al norte del campo de langostas, donde los dioses de crecimiento se lavan en la cuarta hora de la noche y en la octava del día, con la imagen del corazón del dios pasando de la noche al día". Es imposible expresar la profundidad total de esta fórmula pero es importante entender la expresión "de la noche al día". Antes era de noche; el alma es llevada a un día, a un día espiritual, cuando se unirá a Osiris, cuando ella misma pueda convertirse en un Osiris. De esta manera, el alma experimenta su destino en otro mundo, el que se encuentra entre la muerte y el nacimiento.

La conciencia entre la muerte y el renacimiento se oscureció más y más, aunque nunca se perdió por completo; nunca se extinguió, aunque se oscureció. Cuanto más afecto desarrollaba el hombre por el mundo físico sensible, más tenía que contentarse con la visión de los seres inferiores, y menos comunión podían tener con él los seres superiores. Todos los seres que fueron sus buenos compañeros durante la época atlante, cuando todavía era clarividente, desaparecieron, especialmente en el período entre la muerte y el renacimiento, y poco a poco se perdió el vínculo de conexión entre el hombre y aquellos antiguos dioses.

Sabemos que los restos de la antigua clarividencia perduraron hasta las últimas épocas de la cultura europea; que había algunas personas que en ciertos estados de conciencia aún podían elevarse a la visión de los Dioses. Tales personas también disfrutaban de una comunión más vívida con los Dioses después de la muerte; tenían una vida más íntima con ellos. Tal comunión era buena no sólo para los hombres sino también para los Dioses, porque el hombre lleva consigo el amor que ha ganado en el mundo físico; los Dioses recibían de él como ofrenda de sacrificio lo que como amor había adquirido en el mundo físico. Los hombres, sin embargo, cada vez son menos aptos para esta comunión con los Dioses, porque su amor por el mundo físico aumenta continuamente. Las almas de los habitantes de las zonas de donde han surgido los pueblos germánicos participaban cada vez menos en la visión de los Dioses, de modo que tenían poca comunión con ellos entre la muerte y el renacimiento. A través de esto se desarrolló la idea de que los Dioses estaban perdiendo su conexión con la tierra que ellos mismos habían creado, y perdiendo también su dominio sobre ella. Este sentimiento dio lugar al concepto del "Crepúsculo de los Dioses".
Este es el fundamento real del drama. Se sentía que los Dioses tenían que retirarse del mundo que ellos mismos habían creado. Los Dioses que, incluso en una época tan tardía como la atlante, habían descendido a los cuerpos de los seres humanos más avanzados y les habían enseñado importantes secretos en los Misterios, se vieron obligados a retirarse gradualmente, y sólo podían entrar en contacto con el mundo físico utilizando a los seres humanos más avanzados como sus instrumentos o vehículos. Esto sucedió realmente en la época atlante; y aquellos que fueron iniciados en los antiguos Misterios Druídicos sabían, por ejemplo, que una antigua individualidad atlante conocida como Sig apareció durante mucho tiempo después de la catástrofe atlante de muchas maneras diferentes en los cuerpos europeos.

Todos estos nombres como Sigfrido y Sigurd conservan exotéricamente el recuerdo de las repetidas apariciones de esta individualidad que finalmente sólo fue perceptible para los iniciados en los Misterios. Se unió con los altos Iniciados, y se hizo cada vez más necesario, a medida que nos acercamos a nuestra edad, que buscara a aquellos que ya habían pasado por muchas encarnaciones en las que se habían purificado. Ahora, para que podamos comprender nuestra época, es necesario tocar los flecos de un gran misterio que arroja luz sobre mucho de lo que ha sucedido en nuestro tiempo.

Volvamos una vez más a la mitad de la época atlante, cuando el mundo físico fue revelado por primera vez al hombre. Una especie de separación de los caminos tuvo lugar para los Dioses - aquellos que habían sido los antiguos compañeros de los hombres en los reinos superiores. Viniendo de las alturas espirituales el hombre se había sumergido más y más profundamente en el mundo físico. Ya había pasado por tres grandes épocas; la tercera fue la de la Lemuria, la cuarta la de la Atlántida y a ésta le seguirán otras tres. Actualmente estamos viviendo en la quinta época. La época lemúrica terminó con grandes catástrofes de fuego; la atlante con poderosas catástrofes de hielo y agua; nuestra época terminará con otras fuerzas, con un poderoso aumento del egoísmo en la naturaleza humana y, por ello, con la guerra de todos contra todos.

Sólo aquellos que se vuelvan a la vida espiritual sobrevivirán a la catástrofe, que en este caso significa la guerra de todos contra todos, así como sólo un pequeño grupo de personas escapó de las catástrofes de Lemuria y Atlántida. La guerra de todos contra todos será aún más terrible para los involucrados en ella que la del fuego y el agua, por muy terrible que nos imaginemos que haya sido. Aquellos que ahora se dirigen hacia una vida espiritual deberían sentir que es su deber hacer todo lo posible para rescatar la buena semilla de nuestra época y llevarla a la sexta época, que seguirá a la actual. Esta época se compone de grandes subdivisiones: la antigua India, la persa, la egipcia, la grecolatina y la actual, a la que seguirán la sexta y la séptima justo en el tiempo de la guerra de todos contra todos.

La posición actual de la evolución es que hemos pasado la mitad de la época de la Tierra. Si los seres humanos se hubieran orientado hacia la espiritualización de sí mismos antes de haber entrado completamente en el mundo físico, la conquista del plano físico, de la que hablamos en la última conferencia, nunca habría tenido lugar. El hombre, sin embargo, ha tomado un camino que lo lleva cada vez más profundo en la evolución física; ha ido más allá del punto que hubiera representado la etapa más profunda si en ese momento hubiera recurrido a la auto-espiritualización.

Este punto (que se encuentra en medio de la época atlante) fue una importante separación de los caminos para ciertos seres espirituales. Tenían que decidir entonces si se hundirían en una especie de abismo del que se levantarían más tarde con más fuerza (ya que a través de su caída habrían desarrollado mayores poderes) o si tomarían el camino directo. Ciertos seres espirituales, los que antes habían sido compañeros del hombre, tomaron el camino directo; decidieron no volver a entrar nunca más en los cuerpos humanos, sino permanecer en los reinos del espíritu. El desarrollo posterior de la humanidad lo pasaron sin apenas dejar rastro.

Había, en cambio, otros seres divinos, algunos de los cuales se han conservado en la memoria de los pueblos de Europa y de otros lugares con nombres tales como Zeus, Wotan, etc.; decidieron, para la salvación de la humanidad, descender una y otra vez a los cuerpos humanos, para trabajar por la humanidad. No fue posible que todos ellos descendieran en la misma medida, ya que a través de la entrada tan profunda del hombre en el mundo físico los cuerpos humanos se convirtieron en instrumentos cada vez menos adecuados para los seres divinos.

Sólo aquellos hombres que habían purificado sus cuerpos de cierta manera, que a lo largo de muchas encarnaciones habían desarrollado cuerpos etéricos y físicos tan nobles que habían desterrado completamente de sus almas ciertas conexiones con el mundo físico, que por su entera disposición habían vivido menos en lo que era de la tierra que en lo que no era de la tierra, sólo tales hombres eran todavía capaces de recibir en sí mismos las almas de los altos Seres Espirituales como recibirían su propia alma. Así, pues, los que habían entrado en los Seres Espirituales no podían, por así decirlo, descender lo suficiente a la existencia física; por lo tanto, ocupaban una posición muy singular en el mundo.

Imaginemos a un ser así, que durante muchas encarnaciones había desarrollado las fuerzas de su cuerpo, había obtenido una victoria interna sobre él, de modo que vivía más en el mundo espiritual que en el físico, y estaba, por este motivo, preparado para ser el vehículo de un ser superior. ¿Era posible que tal ser fuera comprendido plenamente por aquellos que habían descendido completamente a la existencia física, que habían desarrollado un amor por el mundo físico y se esforzaban por trabajar en este plano físico? ¿No sería mejor comprendido por aquellos que habían preservado el carácter de una época anterior, que eran rezagados de una época anterior? Podría, en verdad, ser mucho mejor comprendido por estos rezagados de la época atlante.

Los pueblos mongoles no han descendido tan profundamente, ni se han enredado tanto en el plano físico ni han hecho tanto por su conquista como los pueblos de Europa. Vemos que la civilización física externa es lograda por las naciones occidentales más que por los rezagados de la civilización Atlante que habían permanecido estacionarios, y por lo tanto no se sentían cómodos en un mundo de desarrollo post-Atlante, porque habían retenido ciertas cualidades y luego habían degenerado.

A menudo se señala que los japoneses están atravesando un desarrollo significativo hoy en día a través de las cualidades de su propio carácter. Esto es una ilusión. No se están desarrollando a través de la fuerza de sus propias cualidades. En la última guerra contra Rusia conquistaron con la ayuda de acorazados y cañones inventados por los europeos; se sirvieron de una civilización extranjera. Sólo es desarrollo progresivo cuando un pueblo se desarrolla a partir de su propio ser. De esto depende el desarrollo.

Las individualidades espirituales que todavía eran compañeras de los hombres en la época atlante podían ser mejor comprendidas por las naciones que en cierto modo habían permanecido estacionarias, y que representaban, en una época posterior, las condiciones más allá de las cuales los pueblos de Europa se habían desarrollado debido a su autoconciencia individual y su sentimiento de libertad. Por lo tanto, la enseñanza de estas individualidades espirituales tenía que ser dirigida a tales personas, y vemos aquí la consumación de un gran misterio.

Vemos seres que, cuando los pueblos de Europa se encontraban en una etapa temprana de la evolución, fueron plenamente comprendidos, encarnando y apareciendo más tarde como maestros en las escuelas de iniciación, y por ello siendo honrados como Dioses. Vemos a Wotan, que anteriormente había vivido como un Iniciado en un cuerpo humano y enseñado en los Misterios, siendo capaz, porque no había descendido tan profundamente, de encarnarse en una nación que, en cierto modo, estaba atrasada, y por este motivo había conservado un sentimiento de la nada del plano físico, de su indignidad como expresión de la Deidad, que lo miraba como un lugar de pena y dolor, y que sostenía que la única verdadera felicidad estaba en abandonarlo. Esta individualidad, conocida como Wotan y que había enseñado en los templos de Misterios de los pueblos germánicos, es la misma que apareció más tarde como el Buda, y con la misma misión. (Es posible tocar los secretos de los que hablamos en la privacidad de una Logia Antroposófica). Buda, que medió entre nuestro mundo y los mundos superiores, es la misma individualidad que pasó por Europa y es recordado allí bajo el nombre de Wotan.

De esta manera vemos cómo se cuidaba, por así decirlo, de aquellas personas que habían conservado ciertas inclinaciones y conexiones con condiciones previas, que llevaban una vida religiosa y no querían aficionarse al plano físico. Y el fenómeno histórico externo de la buena acogida del budismo entre los pueblos mongoles les parecerá ahora comprensible.

Debido a que la humanidad tenía que conquistar el plano físico cada vez más, ya no era posible, en una época posterior, que tales seres espirituales encarnaran directamente en un cuerpo físico. Se requería un Ser Espiritual más poderoso para hacer esto, Uno que había sido predicho por todos los maestros anteriores. Incluso los antiguos egipcios cuando hablaban de Osiris recordaban su conexión con el antiguo Espíritu del Sol, y decían: "El reino de Osiris se establecerá de nuevo en la tierra".

Antes de que esto pudiera suceder, se necesitaba un Ser como el Cristo. Al retirarse cada vez más del reino de los muertos (y realmente lo vemos desaparecer del otro lado de la vida), se había acercado cada vez más a este lado, hasta que en la cuarta época de civilización encarnó en un cuerpo humano visible para todos, pero en un cuerpo que había sido preparado muy especialmente.

El principio de Cristo no podía asumir un cuerpo humano de la misma manera que aquellos que descendieron por completo al plano físico. Incluso un ser como Jesús de Nazaret, que había pasado por muchas encarnaciones y alcanzado un alto grado de iniciación, no era capaz al nacer de ser el vehículo de la personalidad de Cristo. Sólo después de prepararse a través de una vida de treinta años había logrado limpiar y purificar las envolturas físicas externas - los cuerpos físico, etérico y astral - para que la individualidad de Cristo pudiera hacer uso de ellas. En el trigésimo año de su vida, la individualidad de Jesús de Nazaret dejó los vehículos externos que había purificado.

Esto tuvo lugar en el bautismo de Juan en el Jordán. Un cambio de individualidad tuvo lugar en aquel momento, cuando el Cristo tomó posesión, no de un cuerpo humano ordinario, sino de un cuerpo purificado. Luego siguieron tres años, durante los cuales Cristo caminó por la tierra en el cuerpo de Jesús, los años descritos en los Evangelios entre el bautismo y el Misterio del Gólgota. Tenemos aquí una Individualidad que no había aparecido como en el curso ordinario de los acontecimientos, donde se da una forma al nacer de acuerdo con la experiencia de muchas encarnaciones; pero debido a que esta Individualidad había entrado en un cuerpo que durante treinta años había estado enredado en el mundo físico, y había recibido un poderoso impulso a través del Cristo, tuvo lugar algo de profunda importancia que los esoteristas pueden leer en los Evangelios cuando realmente saben cómo leerlos. Ahí está; pero tales cosas están veladas.

En el bautismo en el Jordán, cuando el símbolo significativo de la paloma apareció sobre la cabeza de Jesús, no sólo fue inspirado sino directamente intuido por el Cristo. En esa ocasión algo atravesó todo el cuerpo de Jesús de Nazaret, incluso en aquellas partes que, en la actual etapa de desarrollo humano, están más alejadas de la influencia del hombre - los propios huesos. Estoy a punto de decir algo que a la conciencia materialista de hoy en día le parece un sinsentido; pero eso no importa. En el momento en que el cuerpo de Jesús de Nazaret fue penetrado y fulgurizado por la Individualidad de Cristo - el gran Espíritu-Sol - el efecto llegó incluso a los huesos.

Si se quema un hueso, la parte cartilaginosa se consume y la ceniza del hueso queda. La sustancia mineral del hueso y el cartílago se mantienen unidos por un poder que se opone al fuego, pero también, por lo tanto, se asocia a él. Este poder está en la actualidad totalmente fuera del control de la voluntad del hombre, pero estaba bajo el control de Aquel que más tarde pasaría por el Acontecimiento del Gólgota. El hombre puede actualmente mover su mano, pero no tiene el poder de afectar las fuerzas químicas de sus huesos; se ha vuelto sólido a través de ellos. El cuerpo de Jesús de Nazaret, por haber sido intuido por el Cristo, es el único cuerpo en la tierra que ha adquirido el control sobre la fuerza que mantiene unidos el cartílago y la ceniza del hueso.

A través de este control sobre los huesos entró una fuerza en el mundo que es positivamente capaz de conquistar la muerte; porque los huesos son culpables de la muerte del hombre. El hombre se ha enredado en la parte mineral de la tierra al ser construido de tal manera que ha incorporado en sí mismo la sustancia ósea sólida. La muerte le llegó por esto, y no es por casualidad que la muerte está representada por un esqueleto - el símbolo está plenamente justificado. El impulso Crístico es la fuerza viva capaz de transformar de nuevo los huesos, es decir, de conducir a los hombres gradualmente hacia lo espiritual; y esto sucederá en la evolución futura. Por eso no se permitió que ninguna fuerza externa interfiriera en la estructura ósea de Jesucristo: ningún hueso suyo debía romperse. A los otros que fueron crucificados con Él se les rompieron los huesos, pero en Él las palabras del profeta tenían que cumplirse: "¡Ningún hueso suyo será roto!" Esto fue para que lo que había sido impartido como un poderoso impulso central a la tierra no fuera estropeado por ninguna influencia externa.

De esta manera actuó en aquel tiempo el poderoso Espíritu Solar en el misterio que tuvo lugar en el bautismo en el Jordán. Fue el mismo Espíritu Solar que con su retiro de la tierra hizo posible que el hombre entrara en la materia física, por la cual se produjo la osificación, y que continúa actuando sobre él para que pueda percibir el impulso por el cual puede volver a elevar o espiritualizar esta tendencia a la osificación.

Por muy arriesgado que sea hablar de tales asuntos, la misión del movimiento antroposófico es declarar aquellas cosas que siempre se han conocido, enseñado y visto dentro de los Misterios. Sólo porque este misterio se ha cumplido, y sólo por eso, otro misterio se ha hecho posible.

Sabemos que las diversas partes del cuerpo humano corresponden a los principios del hombre. El cuerpo físico se corresponde a sí mismo; el sistema glandular, al cuerpo etérico; el sistema nervioso, al cuerpo astral; y el sistema circulatorio (el de la sangre), al ego. El ego entró físicamente en el hombre y por causa de estar dotado cada vez más de sangre, fue por lo que quedó cada vez más arraigado al mundo material.

Llegó un momento en que la sangre sobrante tuvo que ser sacrificada. Por horrible que le parezca al químico, es sin embargo cierto que el exceso de ego, el que habría llevado a la humanidad a la guerra de todos contra todos a través del egoísmo excesivo, brotó de las heridas del Redentor en el Gólgota. En el momento en que las heridas del Redentor sangraron, se implantó en la humanidad la semilla del poder por el cual podría levantarse de nuevo del estado en el que se había hundido tan profundamente.

Si el hombre hubiera dado el giro ascendente en medio de la época atlante, nunca habría alcanzado la independencia completa. Tuvo que conquistar el plano físico, pero entonces en este plano el impulso por el cual podía levantarse de nuevo tenía que ser más fuerte; y este impulso fue dado por el Cristo. Debido a que el Cristo era más fuerte, no sólo podía sacar a la humanidad de las profundidades, sino que también podía hacer algo más, ¡algo de gran importancia! Una parte del mundo será conquistada por el hombre, una parte que se unirá al mundo espiritual que será llevada de vuelta al mundo espiritual.

En la última conferencia se demostró que durante la época greco-latina el hombre había progresado tanto en la conquista del mundo físico, se había enredado tan profundamente en él, que tenía que tener un Dios en forma humana antes de poder reconocerlo, porque ya no podía penetrar en el mundo espiritual y percibirlo allí. Mientras tanto, las condiciones al otro lado de la vida, entre la muerte y el renacimiento, también habían cambiado. A través del descenso del hombre al plano físico, del desarrollo de un amor tan grande por él y del placer que le proporcionaba, lo que estaba al otro lado de la vida se hizo cada vez menos perceptible para él. Conservó un considerable recuerdo de este mundo cuando vivió al otro lado entre la muerte y el renacimiento, y mucho de esto se ha conservado en la leyenda. Cuando leemos en un libro de origen griego que el héroe dice: "Es mejor ser un mendigo en el mundo físico que un rey en el país de las sombras", expresa exactamente el sentimiento de ese período. Debido a que el hombre había conquistado tanto del plano físico que anhelaba volver a él, ya que en ese momento no podía hacerse cargo de mucho con él. Sólo a través de la venida de Cristo a la tierra y de la experiencia del hombre en el tiempo del Antiguo Testamento, sólo porque el hombre había recibido a Cristo en sus pensamientos durante la vida, podía tomar con él lo que le traía la luz de nuevo al otro lado. Lo que se llevó consigo hizo que el otro lado fuera claro y brillante y le devolvió el Cristo con un esplendor aún mayor que en este mundo. Así vemos cómo la conciencia del otro lado se oscureció más y más a medida que se acercaba el tiempo que describimos ayer; y cómo luego se aclaró más a través del hombre aprendiendo a conocer al Cristo aquí. Porque lo que el hombre aprende de Él en este mundo no se pierde en el período entre la muerte y el renacimiento; se lleva su conocimiento con él; y esto es lo que significa la expresión "Morir en Cristo".

De lo dicho se desprende que a lo largo de la evolución la vida no sólo de los vivos cambia, sino también la de los muertos. Porque los muertos se nutren de lo que han aprendido aquí sobre el Cristo, porque se llevan los frutos de esto con ellos a la vida entre la muerte y el renacimiento, volviendo aquí de nuevo en encarnaciones siempre recurrentes, aparecerán también en cuerpos cada vez más poderosos y llenos de Cristo, y harán de la tierra cada vez más una expresión de lo que Cristo puede ser para un mundo transformado cuando en el futuro Él lleve la tierra a condiciones cada vez más altas.

Así vemos cómo la vida, tanto de este lado como del otro, coopera en la maduración de la tierra para lo que está por venir; cuando la tierra, al estar llena del Espíritu de Cristo, se unirá de nuevo con el sol, y por lo tanto se elevará una etapa más alta en el cosmos.

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919