GA105 Stuttgart 16 de agosto de 1908 -El universo, la tierra y el ser humano 11- El reflejo de la sabiduría egipcia y el arabismo en la ciencia materialista.

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RUDOLF STEINER

El reflejo de la sabiduría egipcia y el arabismo en la ciencia materialista. Sabiduría egipcia y fe cristiana en el rosacrucianismo.




Stuttgart 16 de agosto de 1908

conferencia 11
Hemos dejado pasar largos tramos del desarrollo de la humanidad y en relación con ello también del desarrollo del mundo ante los ojos de nuestra alma. Hemos visto cómo las misteriosas conexiones en el desarrollo del mundo se reflejaban en el desarrollo real de la cultura humana, en el llamado período post-atlante. Hemos visto cómo el primer período de desarrollo de nuestra tierra se reflejó en la cultura india; cómo el segundo, el de la separación del sol de la tierra, se reflejó en la cultura persa; y luego hemos intentado, en la medida en que el tiempo nos lo ha permitido, describir y dibujar de manera especial cómo se reflejaron en la cultura egipcia los más variados acontecimientos y sucesos del período lemúrico, que constituye la tercera época de desarrollo de nuestra tierra y en el que el hombre recibió el primer apego al yo, y cómo todos estos acontecimientos se reflejaron en la cultura egipcia. Hemos visto cómo la sabiduría de la iniciación de los antiguos egipcios es una especie de memoria de esa época, por la que la humanidad sólo ha pasado durante el desarrollo de la tierra. Y luego vimos cómo el cuarto período, el tiempo del matrimonio real entre el espíritu y el cuerpo, que encontramos tan hermosamente en las obras de arte de los griegos, es un reflejo de las experiencias que el hombre tuvo con los dioses antiguos, esas entidades que llamamos ángeles. No quedaba nada que pudiera reflejarse en nuestra época, la quinta, la época que ahora está en marcha. Sin embargo, existen conexiones secretas entre los diferentes períodos de la civilización post atlante; éstas ya las hemos tocado en la primera de estas conferencias.

Tal vez recuerden que se afirmó que el encadenamiento de las personas de hoy en día a su propio entorno inmediato, es decir, a la creencia materialista de que la realidad sólo se encuentra entre la vida y la muerte, se debe a la circunstancia de que los egipcios hayan puesto tanto cuidado en la preservación de los cuerpos de los muertos. En aquel tiempo trataban de preservar la forma física del hombre, y esto ha tenido su efecto en las almas después de la muerte. Cuando se preserva de ese modo la forma corporal, el alma después de la muerte sigue estando conectada en cierto modo con la forma que llevó durante la vida. Tales formas-pensamiento son fijadas en el alma, haciendo que éstas se aferren a la forma sensible, y cuando la persona se encarna una y otra vez y el alma entra en nuevos cuerpos estas formas-pensamiento perduran.

Todo lo que el alma humana experimentaba cuando miraba desde las alturas espirituales a su cadáver queda firmemente enraizado en él, por lo que no ha podido desaprenderlo ni apartarse de la visión que la unía a la carne. El resultado ha sido que innumerables almas que estuvieron encarnadas en el antiguo Egipto nacen de nuevo con los frutos de esta visión, y sólo pueden creer en la realidad del cuerpo físico. Esto estaba firmemente implantado en las almas en aquel tiempo. Las cosas que ocurren en una época cultural no están de ninguna manera desconectadas de las épocas que siguen.

Supongamos que representamos aquí los siete períodos culturales consecutivos de la civilización post-Atlante por una línea. La cuarta época, que está exactamente en el medio, ocupa una posición excepcional.





Sólo tenemos que considerar esta era exotéricamente para ver que en ella se han producido las cosas físicas más maravillosas, cosas por las que el hombre ha conquistado el mundo físico de una manera única y armoniosa. Mirando hacia atrás a las pirámides egipcias, observamos un tipo de forma geométrica que demuestra simbólicamente ciertas cosas. La estrecha unión del espíritu - el espíritu humano formativo - y la forma física aún no se había completado. Vemos esto con especial claridad en la Esfinge, cuyo origen se remonta a un recuerdo de la forma humana etérica atlante. En su forma física la Esfinge no nos da ninguna convicción directa de esta unión, aunque es una gran concepción humana; en ella vemos el pensamiento encarnado de que el hombre, (su parte inferior), es todavía como un animal y sólo alcanza lo que es humano en la cabeza etérica.

Lo que nos encontramos en el plano físico se ennoblece en la cuarta época en las formas de la plástica griega; y la vida moral, el destino del hombre, lo encontramos representado en las tragedias griegas. En ellas vemos la vida interior del espíritu plasmada en el plano físico de una manera muy maravillosa; vemos el significado de la evolución terrestre en la medida en que los dioses están conectados con ella.

Mientras la tierra formaba parte del sol, los elevados espíritus solares estaban unidos a la raza humana. A finales de la época atlante estos sublimes Seres se habían ido desvaneciendo de la conciencia del hombre, paso a paso, junto con el sol. La conciencia humana ya no era capaz de llegar después de la muerte a los elevados reinos donde la visión de los Espíritus Solares era posible. Asumiendo que estamos en el punto de vista de estos Seres (que podemos estar en espíritu), podemos imaginarlos diciendo: Una vez estuvimos unidos a la humanidad pero tuvimos que retirarnos de ellos por un tiempo. El mundo divino tuvo que desaparecer de la conciencia humana para reaparecer en una forma más nueva y elevada a través del Impulso de Cristo.

Un hombre que perteneciera a la civilización griega era todavía incapaz de comprender lo que iba a venir a la tierra a través del Cristo; pero un Iniciado, alguien que, como hemos visto, conociera de antemano al Cristo, podría decir: Esa forma espiritual que se ha conservado en la mente de los hombres como Osiris tuvo que desaparecer por un tiempo de la visión del hombre, el horizonte de los Dioses tuvo que oscurecerse, pero dentro de nosotros habita la conciencia segura de que la gloria de Dios aparecerá de nuevo en la tierra. Esta certeza era el resultado de la conciencia cósmica que poseían los hombres y esa conciencia de la retirada de la gloria de Dios y de su retorno se refleja en la tragedia griega.

Vemos al hombre aquí representado como la imagen de los Dioses, vemos cómo vive, se esfuerza y tiene un final trágico. Al mismo tiempo, la tragedia contiene la idea de que el hombre aún conquistará a través de su poder espiritual. El drama fue pensado como una presentación de la humanidad viva y moribunda, y al mismo tiempo reflejaba toda la relación del hombre con el universo. En todos los ámbitos de la cultura griega vemos esta unión entre las cosas del espíritu y las cosas de los sentidos. Fue una época única en la civilización post-Atlante.

Es notable cómo ciertos fenómenos de la tercera época están conectados por canales subterráneos con los nuestros, la quinta época. Ciertas cosas que fueron sembradas como semillas durante la época egipcia están reapareciendo en la nuestra; otras que fueron sembradas como semillas durante la época persa aparecerán en la sexta; y las cosas pertenecientes a la primera época volverán en la séptima. Todo tiene una conexión profunda y llena de leyes, el pasado apuntando siempre al futuro. Esta conexión se realizará mejor si la explicamos refiriéndonos a los dos extremos, aquellas cosas que conectan la primera y la séptima época. Volvamos a la primera época y consideremos, no lo que la historia nos dice, sino lo que realmente existió en los antiguos tiempos pre-védicos.

Todo lo que ha aparecido posteriormente ha sido preparado previamente, especialmente la división de la humanidad en castas. Los europeos pueden sentir fuertes objeciones al sistema de castas, pero estaba justificado en la civilización de aquella época, y está profundamente conectado con el karma humano. Las almas que venían de la Atlántida eran en realidad de valores muy diferentes, y en algunos aspectos era conveniente que estas almas, de las cuales algunas se encontraban en un estado más avanzado que otras, se dividieran de acuerdo con el karma que previamente habían almacenado para sí mismas. En aquella época lejana la humanidad no estaba abandonada a sí misma como lo está ahora, sino que era realmente dirigida y guiada en su desarrollo de una manera mucho más elevada de lo que se supone generalmente. En aquel tiempo, individuos muy avanzados, a los que llamamos los Rishis, entendieron el valor de las almas, y la diferencia que hay entre las diversas categorías de almas. En el fondo de la división en castas se halla una ley cósmica bien fundamentada. Aunque para una época posterior esto pueda parecer duro, en aquella lejana época, cuando la guía de la humanidad era espiritual, el principio de casta era totalmente adecuado a la naturaleza humana.

Es cierto que en la evolución normal del hombre, aquellos que vivían en una nueva era con un karma particular entraban también en una casta particular, y también es cierto que un hombre sólo podía elevarse por encima de cualquier casta especial si se sometía a un proceso de iniciación. Sólo cuando alcanzaba una etapa en la que era capaz de despojarse de lo que era la causa de su karma, sólo cuando vivía en el Yoga, podía superar la diferencia de casta, bajo ciertas circunstancias. Tengamos en cuenta el principio antroposófico que establece que debemos dejar de lado toda crítica a los hechos de la evolución y esforzarnos sólo por comprenderlos. Sin embargo, la impresión que esta división en castas nos da en la actualidad, tiene toda la justificación para ello, y debe ser tomada en relación con un arreglo justo y de gran alcance con respecto a la raza humana.

Cuando una persona habla de razas hoy en día habla de algo que ya no es del todo correcto; incluso en los manuales teosóficos se cometen grandes errores sobre este tema. En ellos se dice que nuestra evolución sigue su curso en Rondas, que en cada Ronda hay Globos, y en cada Globo, Razas que se desarrollan una tras otra - de modo que tenemos razas en cada época de la evolución de la Tierra.

Pero este no es el caso. Incluso con respecto a la humanidad actual no hay justificación para hablar de un mero desarrollo de las razas. En el verdadero sentido de la palabra sólo podemos hablar de desarrollo de las razas durante la época atlante. La fisonomía externa de los hombres era tan diferente a lo largo de los siete períodos que se podría hablar más bien de formas diferentes que de razas. Si bien es cierto que las razas han surgido a partir de esto, no es correcto icluso hablar de razas en la lejana época lemúrica; y en nuestra propia época la idea de raza desaparecerá gradualmente junto con todas las diferencias que son una reliquia de los tiempos anteriores. Todavía hablamos de razas, pero todo lo que queda de ellas hoy en día son reliquias de las diferencias que existían en los tiempos atlantes, y la idea de raza ha perdido ahora su significado original. ¿Qué nueva idea va a surgir en lugar de la actual idea de raza?
La humanidad se diferenciará en el futuro aún más que en el pasado; se dividirá en categorías, pero no de manera arbitraria; a partir de sus propias capacidades internas espirituales los hombres llegarán a saber que deben trabajar juntos para toda la corporación del cuerpo.

Habrá categorías y clases, por muy ferozmente que sea la guerra de clases hoy en día, entre aquellos que no desarrollen el egoísmo, sino que acepten la vida espiritual y evolucionen hacia lo que es bueno, llegará un tiempo en que los hombres se organizarán voluntariamente. Ellos dirán: Uno debe hacer esto, el otro debe hacer aquello. La división del trabajo hasta el más mínimo detalle se llevará a cabo; el trabajo se organizará de tal manera que un poseedor de tal o cual posición no encontrará necesario imponer su autoridad a los demás. Toda autoridad será reconocida voluntariamente, de modo que en una pequeña porción de la humanidad volveremos a tener divisiones en la séptima época, que recordarán el principio de las castas, pero de tal manera que nadie se sentirá obligado a entrar en ninguna casta, sino que cada uno dirá: Debo emprender una parte del trabajo de la humanidad, y dejar otra parte a otro - ambos serán igualmente reconocidos.

La humanidad se dividirá según las diferencias de intelecto y moral; sobre esta base aparecerá de nuevo un sistema de castas espiritualizado. Dirigido, por así decirlo, a través de un canal secreto, la séptima época repetirá lo que surgió proféticamente en la primera. La tercera, la época egipcia, está conectada de la misma manera con la nuestra. Por poco que parezca a una vista superficial, todo lo que se estableció durante la época egipcia reaparece en la actual. La mayoría de las personas que viven hoy en la tierra se encarnaron antiguamente en cuerpos egipcios y experimentaron un ambiente egipcio; habiendo vivido otras encarnaciones intermedias, están ahora de nuevo en la tierra y, de acuerdo con las leyes que hemos indicado, recuerdan inconscientemente lo que experimentaron en Egipto.

Todo esto está reapareciendo ahora de una manera misteriosa, y si están dispuestos a reconocer tal conexión secreta de las grandes leyes del universo que funcionan de una civilización a otra, deben familiarizarse con la verdad, no con todas esas ideas legendarias y fantásticas que se dan sobre los hechos de la evolución humana.

La gente piensa demasiado superficialmente sobre el progreso espiritual de la humanidad. Por ejemplo, alguien comenta sobre Copérnico que un hombre con ideas como las suyas era posible, porque en la época en que vivía había surgido un cambio de pensamiento respecto al sistema solar. Cualquiera que tenga tal opinión nunca ha estudiado, ni siquiera exotéricamente, cómo llegó Copérnico a sus ideas sobre la relación de los cuerpos celestes. Quien ha hecho esto, y más especialmente ha seguido las grandes ideas de Kepler, sabe de otra manera, y se verá fortalecido aún más en estas ideas por lo que el ocultismo tiene que decir al respecto.

Consideremos esto para que podamos ver el asunto con claridad, y tratemos de entrar en el alma de Copérnico. Esta alma había vivido en la época del antiguo Egipto y ocupaba entonces una posición importante en el culto a Osiris; sabía que Osiris se consideraba igual que el elevado Ser Solar.

El sol, en un sentido espiritual, estaba en el centro del pensar y el sentir egipcio; no me refiero al sol visible exteriormente; se consideraba sólo como la expresión corporal del sol espiritual. Así como el ojo es la expresión del poder de la vista, para el egipcio el Sol era el ojo de Osiris, la encarnación del Espíritu del Sol. El alma de Copérnico había vivido todo esto una vez, y fue su recuerdo inconsciente lo que lo movió a renovar esta idea en la forma que podría tener en una época materialista, esta vieja idea de Osiris, que entonces era espiritual. Aparece allí, donde la humanidad ha descendido más profundamente al plano físico, en la forma materialista como el copernicanismo.

Los egipcios poseían la concepción espiritual y el karma mundial de Copérnico fue el retener un recuerdo de tales concepciones, y esto evocó esa "combinación de direcciones" que llevó a su teoría del sistema solar. El caso fue similar al de Kepler, quien, en sus tres leyes, presentó el movimiento de los planetas alrededor del sol de una manera mucho más completa; por muy abstractos que nos parezcan, eran el resultado de una concepción muy profunda. Un hecho sorprendente en relación con este superdotado ser está contenido en un pasaje escrito por él mismo y que nos llena de asombro cuando lo leemos. Kepler escribe: "He pensado profundamente en el Sistema Solar. Me ha revelado sus secretos; llevaré los vasos ceremoniales sagrados de los egipcios al mundo moderno".

Los pensamientos implantados en las almas de los antiguos egipcios se encuentran de nuevo con nosotros, y nuestras verdades modernas son los mitos renacidos de Egipto. Si lo deseamos, podemos seguir esto con muchos detalles; podemos seguirlo hasta los mismos comienzos de la humanidad. Pensemos una vez más en la Esfinge, esa maravillosa y enigmática forma que más tarde se convirtió en la Esfinge de Edipo, que puso su conocido enigma al hombre. Ya hemos aprendido que la Esfinge se construye a partir de esa forma humana que en el plano físico todavía se asemeja a la de los animales, aunque la parte etérica ya había asumido la forma humana. En la época egipcia el hombre sólo podía ver la Esfinge en forma etérica después de haber pasado por ciertas etapas de la iniciación. Entonces se le aparecía. Pero lo importante es que cuando un hombre tenía una verdadera percepción clarividente no se le aparecía simplemente como un trozo de madera, sino que ciertos sentimientos estaban necesariamente asociados con la visión.

Bajo ciertas circunstancias una persona insensible puede pasarle delante de una obra de arte muy importante y permanecer impasible ante ella; la conciencia clarividente no es así; cuando se desarrolla realmente ya se despierta la emoción adecuada. La leyenda griega de la Esfinge expresa el sentimiento correcto, experimentado por el clarividente durante el período egipcio antiguo y también en los Misterios Griegos, cuando había progresado tanto que la Esfinge se le aparecía. ¿Qué era lo que aparecía entonces ante sus ojos? Contemplaba algo incompleto, algo que estaba en curso de desarrollo. La forma que veía estaba en cierto modo relacionada con la de los animales, y en la cabeza etérica vimos lo que iba a actuar dentro de la forma física para darle una forma más parecida a la del hombre. En qué se convertiría el hombre, cuál sería su tarea en la evolución, esta era la pregunta que surgía vívidamente ante él cuando veía la Esfinge - una pregunta llena de anhelos, de expectativas y de desarrollo futuro.

Los griegos dicen que toda la investigación y la filosofía se han originado en el anhelo; esto también es un dicho de los clarividentes. Al hombre se le aparece una forma que sólo puede percibir con su conciencia astral; le preocupa, le plantea un enigma, el enigma del futuro del hombre. Además, esta forma etérica, que estaba presente en la época atlante y vivió como un recuerdo en la época egipcia, se encarna cada vez más en el hombre y reaparece por otro lado en la naturaleza del hombre. Reaparece en todas las dudas religiosas, en la impotencia de nuestra época de civilización ante la cuestión: ¿Qué es el hombre? En todas las preguntas sin respuesta, en todas las declaraciones que giran en torno a "Ignorabimus", tenemos que ver la Esfinge. En épocas que aún eran espirituales, el hombre podía llegar a las alturas donde la Esfinge estaba realmente antes que él - hoy en día habita dentro de él en innumerables preguntas sin respuesta.

Por lo tanto, es muy difícil para el hombre en la actualidad llegar a la convicción con respecto al mundo espiritual. La Esfinge, que antes estaba fuera de él, está ahora en su ser interior, porque un Ser ha aparecido en la época central de la evolución post-Atlante que ha arrojado a la Esfinge al abismo - en el ser interior individual de cada hombre.

Cuando la época grecolatina, con sus secuelas, había continuado en los siglos XIII y XIV, llegamos a la quinta época post-Atlante. Hasta el presente han surgido nuevas dudas en lugar de la antigua certeza. Cada vez nos encontramos con más cosas de este tipo, y si lo deseamos podríamos descubrir muchos más ejemplos de las ideas egipcias, transformadas en su contraparte materialista en la nueva evolución. Podríamos preguntarnos qué es lo que realmente ha sucedido en la época actual, ya que no se trata de un simple traspaso de ideas; las cosas no se encuentran directamente, sino que están como modificadas. Todo se presenta en una forma más materialista; incluso la conexión del hombre con la naturaleza animal reaparece, pero se transforma en una concepción materialista. El hecho de que el hombre supiera en épocas anteriores que no podía modelar su cuerpo más que en la apariencia de los animales, y que por este motivo en sus recuerdos egipcios imaginara incluso a sus dioses en formas animales, nos enfrenta hoy en día a la opinión materialista generalizada de que el hombre ha descendido de los animales. El darwinismo no es más que una reliquia del antiguo Egipto en una forma materialista.

De esto vemos que el camino de la evolución no ha sido en absoluto sencillo, sino que se ha producido algo así como una división, una rama que se ha vuelto más materialista y otra más espiritual. Lo que antes había progresado en una línea ahora se ha dividido en dos líneas de desarrollo, a saber, la ciencia y la creencia.

Volviendo a tiempos anteriores, a las civilizaciones egipcia, persa e india antigua, no se encuentra una ciencia separada de la fe. Lo que se conocía sobre el origen espiritual del mundo pasaba en línea directa al conocimiento de las cosas particulares; los hombres eran capaces de elevarse desde el conocimiento del mundo material hasta las alturas más excelsas; no había contradicción entre el conocimiento y la fe. Un antiguo sabio indio o un sacerdote caldeo no habrían entendido esta diferencia; ni siquiera los egipcios sabían la diferencia entre lo que era simplemente una cuestión de creencia o un hecho de conocimiento. Esta diferencia se hizo evidente cuando el hombre se hundió más profundamente en la materia y adquirió más cultura material; pero para conseguir esto era necesaria otra organización.

Supongamos que este descenso del hombre a la materia no hubiera tenido lugar; ¿qué habría pasado? En la última conferencia consideramos un descenso similar, pero de naturaleza diferente; se trata de un nuevo descenso en otro reino, por el cual algo como una ciencia independiente entró junto con la comprensión de lo espiritual. Esto ocurrió primero en Grecia. Hasta entonces la oposición entre ciencia y religión no existía; y no habría tenido sentido para un sacerdote de Egipto. Tomemos, por ejemplo, lo que Pitágoras aprendió de los egipcios, la enseñanza de los números. Esto no era simplemente matemáticas abstractas para él; le dio los secretos musicales del mundo en la armonía de los números. Las matemáticas, que son sólo algo abstracto para el hombre de hoy en día, eran para él una sabiduría sagrada con un fundamento religioso.

Sin embargo, el hombre tuvo que hundirse cada vez más en el plano material y físico, y se puede ver cómo la sabiduría espiritual de Egipto reaparece, pero transformada en una concepción materialista y mítica del universo. En el futuro, se considerará que las teorías de hoy sólo tienen un valor temporal, al igual que las teorías antiguas sólo tienen un valor temporal para el hombre de hoy. Tal vez los hombres serán entonces tan sensatos que no caerán en el error de algunos de nuestros contemporáneos que dicen: "Hasta el siglo XIX el hombre era absolutamente estúpido en lo que respecta a la ciencia; sólo entonces se volvió sensato todo lo que se había enseñado anteriormente sobre anatomía era una tontería, sólo el último siglo ha producido lo que es verdad." En el futuro los hombres serán más sabios, y no darán ojo por ojo; no rechazarán nuestros mitos de anatomía, filosofía y darwinismo con tanto desdén como el hombre actual rechaza las verdades antiguas. Porque es cierto que las cosas que hoy se consideran firmemente establecidas no son más que formas transitorias de verdad.

El sistema de Copérnico no es más que una forma transitoria, se ha producido a través de la caída en el materialismo, y será sustituido por algo diferente. Las formas de la verdad cambian continuamente. Para que no se pierda toda conexión con lo espiritual, un impulso espiritual aún más fuerte tuvo que entrar en la evolución humana. Esto se describió ayer como el Impulso de Cristo. Durante un tiempo la humanidad tuvo que ser abandonada a sí misma, por así decirlo, en lo que respecta al progreso científico, y el lado religioso tuvo que desarrollarse por separado; tuvo que ser salvada del ataque progresivo de la ciencia.

Así vemos cómo la ciencia, que se dedicaba a las cosas materiales, se separó por un tiempo de las cosas espirituales, que ahora seguían un curso especial y los dos movimientos - la creencia en lo que era espiritual, y el conocimiento de las cosas externas - procedían uno al lado del otro. Incluso vemos en un período particular de desarrollo en la Edad Media, un período inmediatamente anterior al nuestro, que la ciencia y la creencia se oponen conscientemente, pero aún así buscan la unión.

Consideremos a los escolásticos. Ellos decían: La fe fue dada al hombre por Cristo, esto no podemos negarlo; fue un don directo; y toda la ciencia que se ha producido desde la división, sólo puede servir para probar este don. Vemos en la escolástica la tendencia a emplear toda la ciencia para probar la verdad revelada. En su mejor período, decía: Los hombres pueden mirar hacia arriba a la bienaventuranza de la fe y hasta cierto punto la ciencia humana puede entrar en ella, pero para ello los hombres deben dedicarse a ella.

Con el paso del tiempo toda relación entre la ciencia y la creencia se perdió, sin embargo, y ya no había ninguna esperanza de que pudieran avanzar lado a lado. El extremo de esta divergencia se encuentra en la filosofía de Kant, donde la ciencia y la creencia están completamente hundidas. En ella, por un lado, se plantea el imperativo categórico con sus postulados prácticos de la razón; por otro lado, la razón puramente teórica que ha perdido toda conexión con las verdades espirituales y declara que desde el punto de vista de la ciencia éstas no se pueden encontrar.

Sin embargo, ya se hacía sentir otro poderoso impulso que también representaba un recuerdo del antiguo pensamiento egipcio. Aparecieron mentes que buscaban una unión entre la ciencia y la creencia, mentes que se esforzaban, al entrar profundamente en la ciencia, por reconocer las cosas de Dios con tal certeza y claridad que serían accesibles al pensamiento científico. Goethe es típico de tal pensador y de tal punto de vista. Para él la religión, el arte y la ciencia eran una sola cosa; sentía que las obras del arte griego estaban conectadas con la religión, así como sentía que los grandes pensamientos de la Divinidad se reflejaban en las innumerables formaciones vegetales que investigaba.

Tomando toda la cultura moderna, tenemos que ver en ella una memoria de la cultura egipcia; el pensamiento egipcio se refleja en ella desde su comienzo.

La división en la cultura moderna entre la ciencia y la creencia no surgió sin una larga preparación, - y si queremos entender cómo se produjo esto debemos echar un vistazo brevemente a la forma en que la cultura post-Atlante fue preparada para la época Atlante.

Hemos visto cómo un puñado de personas que vivían en las cercanías de Irlanda habían progresado más; habían adquirido esas cualidades que debían aparecer gradualmente en las sucesivas épocas de la civilización. Los rudimentos del ego se habían desarrollado, como sabemos, desde la época lemúrica, pero cada etapa del ego en este pequeño grupo de personas, por el que la corriente de cultura fue llevada de oeste a este, consistía en una tendencia al pensamiento lógico y a la capacidad de juicio. Hasta ese momento no existían; si surgía un pensamiento ya estaba comprobado. El principio del pensamiento capaz de juicio se implantó en estos pueblos, y llevaron los rudimentos de éste con ellos de Occidente a Oriente en sus migraciones colonizadoras, una de las cuales fue hacia el sur, hacia la India. Aquí se establecieron los primeros cimientos del pensamiento constructivo. Más tarde, este pensamiento constructivo pasó a la civilización persa. En el tercer período cultural, el de Caldea, se fortaleció y con los griegos se desarrolló tanto que han dejado tras de sí el glorioso monumento de la filosofía aristotélica.

El pensamiento constructivo continuó desarrollándose más y más, pero siempre volvía a un punto central, donde se reforzaba. Debemos imaginarlo de la siguiente manera: Cuando la civilización pasó de Occidente a Asia, un grupo, que tenía la menor capacidad de pensamiento puramente lógico, se dirigió hacia la India; el segundo grupo, que viajó hacia Persia, tenía un poco más; y el grupo que se dirigió hacia Egipto tenía aún más. Dentro de este grupo se separaron las personas del Antiguo Testamento, que tenían exactamente esa combinación de facultades que debían ser desarrolladas para que se diera otro paso adelante en esta forma puramente lógica de la cognición humana.

Con esto se asocia la otra cosa que hemos estado considerando, a saber, el descenso al plano físico. Cuanto más descendemos, más se convierte el pensamiento en meramente lógico, y más tiende a una mera facultad de juicio externa. El pensamiento lógico puro, la mera lógica humana, la que procede de una idea a otra, requiere el cerebro humano como su instrumento; el cerebro cultivado hace posible el pensamiento lógico. Por lo tanto, el pensamiento externo, aun cuando haya alcanzado una altura asombrosa, no puede por sí mismo comprender la reencarnación, porque en primer lugar sólo es aplicable a las cosas del mundo sensorial externo que nos rodea.

La lógica puede aplicarse, en efecto, a todos los mundos, pero sólo puede aplicarse directamente al mundo físico; por lo tanto, cuando aparece como lógica humana está ligada incondicionalmente a su instrumento, el cerebro físico. El pensamiento abstracto nunca podría haber entrado en el mundo sin un mayor descenso en el mundo de los sentidos. Este desarrollo del pensamiento lógico está ligado a la pérdida de la antigua visión clarividente, y fue conseguido a costa de esta pérdida. La tarea del hombre es reconquistar la visión clarividente, añadiendo el pensamiento lógico. En el tiempo venidero también obtendrá la imaginación, pero el pensamiento lógico se mantendrá.

La cabeza humana tuvo en primer lugar que ser creada similar a la cabeza etérica antes de que el hombre pudiera tener un cerebro. Entonces fue posible que el hombre descendiera al plano físico. Para que no se perdiera toda la espiritualidad había que elegir un momento para salvarla, cuando aún no se había dado el último impulso al pensamiento puramente mecánico. Si el Cristo hubiera aparecido unos siglos más tarde, habría llegado, por así decirlo, demasiado tarde, ya que la humanidad habría descendido demasiado lejos, se habría enredado demasiado en el pensamiento y no habría sido capaz de comprender a Cristo. Cristo tuvo que venir antes de que este último impulso fuera recibido, cuando la tendencia espiritualmente religiosa todavía podía ser salvada como una tendencia que lleva a la creencia. Luego vino el último impulso, que sumió al pensamiento humano en el punto más bajo, donde fue desterrado y completamente encadenado a la vida física. Esto surgió a través de los árabes y los mahometanos. El pensamiento musulmán es un episodio peculiar de la vida y el pensamiento árabe, que en su paso a Europa dio el impulso final al pensamiento lógico - a lo que es incapaz de elevarse a lo espiritual.

Al principio, el hombre se guió tanto por lo que puede llamarse la Providencia o una guía espiritual que la vida espiritual se salvó en la cristiandad; más tarde, el arabismo se acercó a Europa desde el sur y proporcionó el campo para la cultura exterior. Sólo es capaz de comprender lo que es externo. ¿No lo vemos en el arabesco, que es incapaz de estar a la altura de lo que vive, pero tiene que permanecer formal? También podemos ver en la Mezquita cómo el espíritu es, por así decirlo, succionado.

La humanidad tuvo que ser conducida primero hacia la materia, luego de manera indirecta por medio del arabismo, y la invasión de los árabes, se nos muestra cómo la ciencia moderna surgió por primera vez en el agudo contacto del arabismo con el europeísmo que ya había aceptado el cristianismo. Los antiguos recuerdos egipcios habían vuelto a la vida, pero ¿qué los hizo materialistas? ¿Qué los convirtió en pensamientos forma de lo muerto? Podemos mostrar esto claramente. Si el camino del progreso hubiera sido más fácil, la memoria de lo que había ocurrido anteriormente habría reaparecido en nuestra época. Lo espiritual se ha salvado en su conjunto, pero un ala de la cultura europea se ha visto atrapada por el materialismo. También vemos cómo el recuerdo de aquellos que recordaban la antigua era egipcia fue tan cambiado por su paso por el arabismo que reapareció en una forma materialista. El hecho de que Copérnico comprendiera la forma moderna de considerar el sistema solar fue el resultado de su memoria egipcia. La razón por la que lo presentó en una forma materialista, haciendo de él una rotación mecánica muerta, es porque la mentalidad árabe, al encontrar esta memoria desde el otro lado, la forzó al materialismo.

De todo lo que se ha dicho se puede ver cómo los canales secretos conectan la tercera y la quinta época. Esto puede verse incluso en el principio de la iniciación, y como la vida moderna es recibir un principio de iniciación en el Rosacrucismo preguntémonos qué es esto.

En la ciencia moderna tenemos que ver una unión entre los recuerdos egipcios y el arabismo, que tiende hacia lo que está muerto. En el otro lado vemos otra unión consumada, la que se da entre lo que los iniciados egipcios imparten a sus alumnos y las cosas espirituales. Vemos una unión entre la sabiduría y lo que había sido rescatado como las verdades de la creencia. Esta maravillosa armonía entre el recuerdo egipcio en la sabiduría y el impulso cristiano de poder se encuentra en la enseñanza espiritual rosacruz. Así que la antigua semilla establecida en el período egipcio reaparece, no sólo como una repetición, sino diferenciada y en un nivel superior.

Estos son pensamientos que no sólo deben instruir con respecto al universo, la tierra y el hombre, sino que también deben entrar en nuestro sentimiento y en nuestros impulsos de voluntad y darnos alas; porque nos muestran el camino que tenemos que recorrer. Señalan el camino hacia lo espiritual y muestran también cómo podemos llevar al futuro lo que, en un buen sentido, hemos ganado aquí en el plano puramente material.

Hemos visto cómo los caminos se separan y vuelven a unirse; llegará el tiempo en que no sólo los recuerdos de Egipto se unirán con las verdades espirituales para producir una ciencia rosacruz, sino que la ciencia y el rosacrucismo también se unirán. El rosacrucismo es una religión y al mismo tiempo una ciencia que está firmemente ligada a lo material. Cuando nos dirigimos al período babilónico encontramos que esto se muestra en el mito del tercer período de la civilización; aquí se nos habla del Dios Maradú, que se encuentra con el principio maligno, la serpiente del Antiguo Testamento, y parte su cabeza en dos, de modo que en cierto sentido el adversario anterior se divide en dos partes. Esto fue lo que realmente ocurrió; una partición de lo que surgió en la primitiva y acuosa sustancia terrestre, como simboliza la serpiente. En la parte superior tenemos que ver las verdades sostenidas por la fe, en la inferior la aceptación puramente material del mundo. Estas dos deben estar unidas - la ciencia y lo espiritual - y lo estarán en el futuro. Esto sucederá cuando, a través de la sabiduría rosacruz, la espiritualidad se intensifique, y se convierta en una ciencia, cuando coincida una vez más con las investigaciones realizadas por la ciencia. Entonces surgirá de nuevo una poderosa unidad armoniosa; las diversas corrientes de la civilización se unirán y fluirán juntas a través de los canales de la humanidad. ¿No vemos en los últimos tiempos cómo se está luchando por esta unidad?

Cuando consideramos los antiguos misterios egipcios vemos que la religión, la ciencia y el arte eran entonces una sola cosa. El curso de la evolución del mundo se muestra en el descenso de los Dioses a la materia; esto se nos presenta en un gran simbolismo dramático. Cualquiera que pueda apreciar este simbolismo tiene la ciencia ante sí, ya que ve allí vívidamente retratado el descenso del hombre y su entrada en el mundo. También se enfrenta a otra cosa, a saber, el arte, ya que el cuadro que se le presenta es un reflejo artístico de la ciencia. Pero no ve sólo estos dos, ciencia y arte, en los misterios del antiguo Egipto; son para él al mismo tiempo religión, pues lo que se le presenta pictóricamente está lleno de sentimiento religioso.

Estos tres se dividieron más tarde; la religión, la ciencia y el arte tomaron caminos separados, pero ya en nuestra época los hombres sienten que deben volver a unirse.

¿Qué otra cosa fue el gran esfuerzo de Richard Wagner sino un esfuerzo espiritual, un poderoso anhelo hacia un impulso cultural? Los egipcios veían imágenes visibles porque el ojo externo las necesitaba. En nuestra época lo que ellos vieron se repetirá; una vez más las corrientes separadas de la cultura se unirán, se construirá un todo, esta vez preferentemente en una obra de arte cuyos elementos serán la secuencia del sonido. Por todos lados encontramos conexiones entre lo que pertenece a Egipto y los tiempos modernos; por todas partes se puede ver esta reflexión. A medida que pase el tiempo, nuestras almas se darán cuenta cada vez más de que cada época no es una mera repetición sino un ascenso; que en la humanidad se está produciendo un desarrollo progresivo. Entonces los más íntimos esfuerzos de la humanidad - el esfuerzo por la iniciación - deben encontrar su cumplimiento.

El principio de iniciación adecuado a la primera época no puede ser el principio de iniciación para la humanidad cambiada de hoy. No tiene ningún valor para nosotros que se nos diga que los egipcios ya habían encontrado la sabiduría y la verdad primitivas en la antigüedad; que éstas están contenidas en las antiguas religiones y filosofías orientales, y que todo lo que ha aparecido desde entonces existe sólo para permitirnos experimentar lo mismo de nuevo si queremos elevarnos a la más alta iniciación. ¡No! Esta es una charla inútil. Cada época necesita su propia fuerza particular en las profundidades del alma humana.

Cuando se afirma en ciertos círculos teosóficos que existe una iniciación occidental para nuestra etapa de civilización, pero que es un producto tardío, que la verdadera iniciación viene sólo de Oriente, debemos responder que esto no puede determinarse sin saber algo más. El asunto debe ser profundizado más de lo que se hace normalmente. Puede que haya algunos que digan que en Buda se alcanzó la cumbre más alta, que Cristo no ha traído nada nuevo desde Buda; pero sólo en lo que nos encuentra positivamente podemos reconocer cuál es realmente la cuestión aquí. Si preguntamos a los que están en el terreno de la iniciación occidental si niegan algo en la iniciación oriental, si hacen alguna declaración diferente con respecto a Buda que los de Oriente, responden: "No". Valoran todo; están de acuerdo con todo; pero entienden el desarrollo progresivo. Se pueden distinguir de los que niegan el principio occidental de la iniciación por el hecho de que saben aceptar lo que el orientalismo tiene que dar, y además conocen las formas avanzadas que el curso del tiempo ha hecho necesarias. No niegan nada en el ámbito de la iniciación oriental.

Tomen una descripción de Buda por alguien que acepta el punto de vista del esoterismo occidental. Esto no diferirá del de un seguidor del esoterismo oriental; pero el hombre con el punto de vista occidental sostiene que en Cristo hay algo que va más allá de Buda. El punto de vista oriental no permite esto. Si se dice que Buda es más grande que Cristo, eso no decide nada, porque esto depende de algo positivo. Aquí el punto de vista occidental es el mismo que el oriental. Occidente no niega lo que dice Oriente, pero afirma algo más.

La vida de Buda no se entiende correctamente cuando leemos que Buda pereció por el disfrute de demasiado cerdo; esto no debe tomarse al pie de la letra. Se objeta con razón desde el punto de vista del esoterismo cristiano que las personas que entienden algo trivial de esto no entienden nada de ello; esto es sólo una imagen, y muestra la posición en la que Buda se encontraba a sus contemporáneos. El habia impartido demasiados de los sagrados secretos brahmanicos al mundo exterior. Se arruinó por haber dado lo que estaba oculto, como todos los demás que imparten lo que está oculto.

Esto es lo que se expresa en este peculiar símbolo. Permítanme recalcar que no estamos en absoluto en desacuerdo con las concepciones orientales, pero la gente debe entender el esoterismo de tales cosas. Si se dice que esto es de poca importancia: no es el caso. Podrían pensar que es de poca importancia cuando se nos dice que el escritor del Apocalipsis lo escribió entre truenos y relámpagos, y si alguien encontró ocasión de burlarse del Apocalipsis por esto, deberíamos responder: "¡Qué lástima que no sepa lo que significa cuando se nos dice que el Apocalipsis fue impartido a la tierra 'entre relámpagos y truenos'!"

Debemos tener en cuenta el hecho de que ninguna negación ha pasado por los labios de los esoteristas occidentales, y que mucho de lo que fue desconcertante al principio del movimiento antroposófico ha sido explicado por ellos. Los seguidores del esoterismo occidental nunca encuentran en él nada que no esté en armonía con las poderosas verdades dadas al mundo por H. P. Blavatsky. Cuando se nos dice, por ejemplo, que tenemos que distinguir en el Buda el Dhyani-Buddha, el Adi-Buddha, y el Buda humano, esto es explicado primero completamente por el esoterista occidental. Porque sabemos que lo que se considera el Dhyani-Buda no es más que el cuerpo etérico del Buda histórico que había sido tomado en posesión por un Dios; que este cuerpo etérico había sido tomado por el ser al que llamamos Wotan. Esto ya estaba contenido en el esoterismo oriental, pero sólo fue comprendido por primera vez en la forma correcta a través del esoterismo occidental.

El Movimiento Antroposófico debería tener especial cuidado en que el sentimiento que se eleva en nuestras almas a partir de tales pensamientos, estimule en nosotros el deseo de un mayor desarrollo, de que no nos quedemos quietos ni un momento. El valor de nuestro movimiento no consiste en los antiguos dogmas que contiene (si éstos tienen sólo quince años), sino en comprender su verdadero propósito, que es la apertura de nuevas fuentes de conocimiento espiritual. Se convertirá entonces en un movimiento vivo y ayudará a realizar ese futuro que, aunque sea muy brevemente, se ha presentado hoy a vuestra vista mental, aprovechando lo que somos capaces de observar del pasado.

No se trata de impartir verdades teóricas, sino de que nuestro sentimiento, nuestra percepción y nuestras acciones estén llenos de fuerza.

Hemos considerado la evolución del Universo, la Tierra y el Hombre; deseamos comprender lo que hemos recogido de estos estudios para estar listos en cualquier momento para entrar en el desarrollo.

Lo que llamamos "futuro" debe estar siempre enraizado en el pasado; el conocimiento no tiene ningún valor si no se convierte en un motor para el futuro. El propósito del futuro debe estar de acuerdo con el conocimiento del pasado, pero este conocimiento tiene poco valor si no se convierte en fuerza motriz del futuro.

Lo que hemos escuchado nos ha presentado una imagen de tan poderosos poderes motrices que no sólo nuestra voluntad y nuestro entusiasmo han sido estimulados, sino que también nuestros sentimientos de alegría y de seguridad en la vida se han visto profundamente conmovidos. Cuando observamos la interacción de tantas corrientes nos vemos obligados a decir: Muchas son las semillas dentro del útero del Tiempo. A través de un conocimiento cada vez más profundo, el hombre debe aprender a fomentar mejor todas estas semillas. El conocimiento para trabajar, para ganar seguridad en la vida, debe ser el sentimiento que impregna todo estudio antroposófico.

Para concluir quisiera señalar que las llamadas teorías de la Ciencia Espiritual sólo alcanzan la verdad final cuando se transforman en algo vivo, en impulsos de sentimiento y de certeza en cuanto a la vida; de modo que nuestros estudios no sean meramente teóricos, sino que desempeñen un papel real en la evolución.



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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919