GA105 Stuttgart 10 de agosto de 1908 -el universo, el mundo y el ser humano 6- Los Espíritus de la Forma como regentes de la existencia terrenal.

  volver al ciclo completo GA105


RUDOLF STEINER

Los Espíritus de la Forma como regentes de la existencia terrenal. La participación de los seres luciféricos. La formación de la raza.




Stuttgart 10 de agosto de 1908

conferencia 6
La propia naturaleza de nuestro tema requiere que estas conferencias procedan de una manera particular, que nos acerquemos a nuestro objetivo, por así decirlo, en círculos; que partiendo de la circunferencia dibujemos círculos cada vez más pequeños para alcanzar lo que deseamos. Por lo tanto, al principio puede parecer que no hay un sistema en nuestras observaciones, pero al acercarnos gradualmente al interior desde el exterior llegaremos a una correcta comprensión del conjunto.



En nuestra última conferencia llegamos a un punto en el que encontramos que los Espíritus de la Forma, o Exusiai como se les llama en el esoterismo cristiano, son los regentes especiales de la existencia terrena humana. El corazón de la cuestión está contenido en el hecho de que estos Espíritus de la Forma trabajaron en el curso de la evolución terrestre tanto en la sustancia como en la naturaleza del alma del hombre. En cierto momento alcanzaron un grado de desarrollo tan elevado que ya no podían utilizar la tierra como campo de acción, sino que, atrayendo con ellos las fuerzas y sustancias más sutiles, abandonaron la tierra y formaron un nuevo campo para sus actividades en nuestro sol.

¿Qué queremos decir cuando decimos: "Los Espíritus de la Forma son los regentes especiales de la existencia terrenal?" ¿No estuvieron estos Espíritus ya activos en las primeras etapas de desarrollo de nuestro planeta, durante las épocas de Saturno, Sol y Luna? Sí, ciertamente lo fueron, pero entonces tenían un campo de actividad diferente al que tienen en la tierra. Esto puede entenderse cuando consideramos los hechos que ya se han presentado ante nosotros.

En Saturno sólo existían los rudimentos del cuerpo físico; ni el cuerpo etérico ni el astral se habían vertido todavía en él. Por supuesto que los Espíritus de la Forma, de los cuales Jehová es uno, estaban activos incluso en aquel tiempo; pero, para hacer uso de una expresión trivial, entonces no tenían una base tan bien preparada sobre la cual trabajar. Sólo por medio de los Espíritus de la Sabiduría, que dieron al hombre un cuerpo etérico en el Sol, y de los Espíritus del Movimiento, que le dieron un cuerpo astral en la Luna, los Espíritus de Forma encontraron un ser humano suficientemente preparado sobre el cual podían trabajar en la Tierra. Porque sólo cuando el hombre poseyó un cuerpo físico, etérico y astral dentro de sí mismo, los Espíritus de la Forma pudieron darle lo que ahora conocemos como la forma humana. La forma que podéis observar en vosotros mismos hoy en día no existía en ninguna etapa anterior de la evolución.

Las condiciones que se daban en la Luna, el Sol y Saturno eran etapas preparatorias; todo tenía que pasar primero por un cierto desarrollo antes de que el hombre pudiera elevarse a su actual forma noble. Si se pregunta por qué los Espíritus de la Forma no podían ponerse a trabajar en Saturno, debemos responder: porque los rudimentos germinales del cuerpo físico eran entonces demasiado inmaduros; primero tenía que producirse cierto estado de madurez. Esta madurez sólo se alcanzó en el momento en que nuestra tierra, junto con el Sol, formó un planeta de una sustancia muy sutil. Los Espíritus de la Forma estaban aún activos, trabajando lenta y gradualmente en el cuerpo humano. Podemos indicar el período en que esta formación del hombre llegó a una cierta conclusión, cuando la forma humana estaba, en cierto modo, terminada. Este no fue el caso en la primera parte de la época atlante.

Si nos remontamos a una época mucho antes de que la gran catástrofe arrasara la Atlántida, encontramos a nuestros antepasados en una condición muy diferente a la nuestra. Fue sólo a mediados de la época atlante cuando el hombre recibió una forma esencialmente igual a la de hoy. Hasta entonces sus partes materiales eran más suaves. Encontramos al hombre consistente en una sustancia blanda que no tiene ninguna traza de sus actuales huesos duros, nada tan sólido como el cartílago. Nadaba en el aire, que todavía estaba impregnado de un fluido denso; era una especie de ser acuático, como lo son hoy en día ciertas medusas que apenas se distinguen del agua circundante. En aquella época las fuerzas de la estructura ósea del hombre estaban organizadas, pero los huesos en sí no se habían endurecido, y la conexión entre los principios superiores e inferiores del hombre era muy diferente a la que existe ahora.

Sabemos que cuando el hombre duerme hoy en día, su cuerpo físico y etérico yace en la cama, mientras que su cuerpo astral y su ego están fuera. Como el cuerpo etérico es hoy en día aproximadamente el mismo en tamaño y forma que el cuerpo físico, el hombre también se libera rápidamente de él cuando se retira con su cuerpo astral del cuerpo físico. Esto no era así en la primera parte de la época atlante; el cuerpo etérico se proyectaba entonces por todos lados más allá del cuerpo físico, especialmente en lo que se refiere a la cabeza. La consecuencia de esto fue que cuando el cuerpo astral se retiraba, siempre permanecía conectado con el cuerpo etérico. En el caso del hombre actual, en el momento en que el cuerpo astral abandona el cuerpo físico, también ha dejado el cuerpo etérico. La consecuencia de la conexión anterior entre el cuerpo astral y el cuerpo etérico, cuando el vehículo físico había sido dejado atrás, era que durante la noche el hombre no tenía tanta oscuridad y falta de conciencia alrededor y dentro de él como la que hay hoy en día.

En aquel tiempo, cuando estaba fuera de su cuerpo físico, podía percibir seres psico-espirituales con su tenue clarividencia. Es como si cuando su cuerpo astral se retirase al irse a dormir, y su visión se apartara del mundo físico, en su lugar apareciera un mundo poblado de seres psico-espirituales.

Los primeros Atlantes no necesitaban un esqueleto sólido, y como el cuerpo físico era suave, también era flexible. Esto es algo que la conciencia clarividente puede ver como si hubiera existido realmente, por más escandaloso que le parezca a la conciencia materialista actual. Durante el período atlante el hombre tenía un gran poder sobre la forma de su cuerpo. Si deseaba que un miembro de su cuerpo, que más tarde se convertiría en una mano, tuviera un aspecto diferente, que se alargara, por ejemplo, elásticamente, podía hacerlo; tenía el poder no sólo de mover sus miembros, sino de alargarlos; podía, por así decirlo, inflarse. Esto era realmente posible en el tiempo en que estamos tratando; él podía estirar y alargar sus dedos. Encontramos esto más particularmente cuando volvemos a la época lemúrica. Les pediré ahora que noten una conexión entre dos cosas. ¿Cuándo perdió el hombre el poder de alargar y contraer sus miembros? En aquel tiempo, los Espíritus de la Forma habían completado la construcción de su forma. Mientras el hombre no recibiera la forma física completa, la forma que debía conservar, otros Espíritus podrían gobernarlo, y él podría cambiar su forma. De modo que si volvemos al período más allá de la época atlante, encontramos que el hombre no tenía una forma definida, sino una que cambiaba continuamente. Tenemos que darnos cuenta de que llegó un tiempo en el que los Espíritus de la Forma habían terminado todo lo que tenían que hacer para que la forma humana se pareciera a su propia forma, porque era su propia forma la que daban al hombre.

Supongamos ahora que ciertos seres humanos no hubieran podido esperar hasta el punto de tiempo mencionado cuando los Espíritus de la Forma habían terminado su trabajo. Tales seres se habrían endurecido en alguna etapa anterior del desarrollo, su forma se habría osificado, hasta cierto punto, conservando así alguna forma anterior. Sin embargo, era necesario que el ser que se iba a convertir en hombre mantuviese su forma flexible hasta que llegase el momento oportuno para que asumiese una forma sólida.

Consideremos brevemente un período que se remonta muy atrás, pues aquí estamos tratando con vastos períodos de tiempo en los que el ser externo del hombre era de tal naturaleza que tenía una necesidad constante de las fuerzas que trabajaban en él para remodelarlo y ennoblecerlo. Supongamos que, a través de acontecimientos que consideraremos más tarde, ciertos seres humanos se hubieran liberado en parte de las siempre activas fuerzas de la forma, y que ya no estuvieran tan completamente impregnados por estas fuerzas como lo habían estado; tales seres humanos habrían permanecido en este caso en alguna etapa anterior. Esto sucedió realmente; los seres que se liberaron demasiado pronto y no permitieron que los Espíritus de la Forma completaran su trabajo son, en efecto, los que más se parecen a nosotros: los simios. No pudieron esperar; no permanecieron el tiempo suficiente en el seno de esos seres divinos que llamamos los Espíritus de la Forma. Lo que ocurrió en el caso de los simios ocurrió continuamente con otras criaturas; una y otra vez algunos seres se quedaron atrás y se endurecieron en la forma.

Así fue como surgió toda la gama de la actual creación animal. Pero si se pregunta: El hombre permaneció sobre la superficie de la tierra en los elementos más puros, y sólo se solidificó cuando llegó el momento de hacerlo. Este punto de tiempo, cuando el hombre descendió a la tierra desde las alturas espirituales, está bellamente retratado en la Biblia en la leyenda del Paraíso. A pesar de todas las investigaciones, el Paraíso no se encuentra en la tierra, sino encima de ella. El hombre sólo descendió del Paraíso a la tierra después de haber recibido su forma definitiva.

Veamos ahora lo que debería haber sucedido en medio de la época atlante cuando los Espíritus de la Forma habían terminado la construcción del cuerpo físico. El hombre debería haber sido capaz de mirar su entorno con sus sentidos, que entonces se habrían perfeccionado; debería haber vivido por primera vez con su entorno físico externo. Hasta ese momento todo lo que le rodeaba tenía contornos indefinidos; sólo entonces pudo entrar en relación con el mundo exterior en lo que podemos llamar la forma normal. Sólo entonces pudo aprender a distinguirse de los demás objetos; porque sólo entonces tenía un cuerpo físico que podía considerarse un vehículo adecuado para su ego. Ya hemos dicho que ciertos seres se habían quedado atrás en cada etapa de la evolución. No todos ellos habían llegado a la etapa que podrían haber alcanzado; ni siquiera todos los seres a los que hemos llamado los Espíritus de la Forma, y son estos seres atrasados los que entran más esencialmente en todas las consideraciones sobre la evolución del hombre sobre la Tierra.

Ya hemos explicado que además de los seres excelsos que trabajan a partir del sol y de la luna, hay otros que se encuentran en una etapa intermedia entre el hombre y los altos Espíritus del sol y de la luna; éstos tienen su hogar en Mercurio y Venus, los cuerpos celestes que se encuentran entre el sol y la tierra. Los Espíritus del Sol han alcanzado ahora un desarrollo normal, y han alcanzado exactamente el punto de tiempo en el que son capaces de trabajar de la manera correcta.

Pero hubo otros seres entre la Tierra y los Espíritus del Sol que no encontraron este punto de tiempo, y debido a que estaban fuera del curso del desarrollo normal, estuvieron activos en otros tiempos.

Consideremos ahora cuál fue el resultado de esto. Consideremos una vez más el curso de la evolución humana. Mantengamos ante nosotros el hecho de que el hombre consiste en un cuerpo físico, un cuerpo etérico, un cuerpo astral y un ego. Sabemos que la tarea del ego es transformar los otros principios del hombre; debe comenzar por controlar gradualmente el cuerpo astral; esto significa que el hombre debe aprender a controlar sus pasiones e impulsos. Se había fijado un tiempo en el que el ego, de manera normal, debía aparecer en el hombre y proceder a trabajar en el cuerpo astral, cuando el cuerpo astral debía ser transformado gradualmente y el Yo Espiritual construido. La primera posibilidad de este trabajo de transformación fue cuando los Espíritus de la Forma se activaron en medio de la época atlante.

Ahora debemos tratar de comprender la notable función que desempeñaron en esa época los seres atrasados. No habían progresado lo suficiente como para ayudar al hombre en la formación del Yo Espiritual, por consiguiente trabajaban en su cuerpo astral, que aún no había progresado lo suficiente como para recibir el ego.

Por consiguiente, hubo un período en la evolución de la humanidad terrestre en el que el cuerpo astral no desarrollado estuvo expuesto a la influencia de estos seres espirituales atrasados. Comprenderéis esto mejor si recordáis que en la Luna el hombre tenía un cuerpo físico, etérico y astral, y que en aquella época los Espíritus de la Forma trabajaban normalmente sobre su cuerpo astral, pero estos Seres que mientras tanto se habían desarrollado más, ahora trabajaban normalmente sobre el ego; mientras que los atrasados seguían trabajando sobre el cuerpo astral, como lo habían hecho durante el período de la Luna. Así que antes de que el ego del hombre se formara, estos seres atrasados pero altamente excelsos trabajaron en su cuerpo astral. Llamamos a estos seres por su líder - seres luciféricos. Dos clases de seres, por lo tanto, trabajaron sobre el hombre; los Espíritus de la Forma que trabajan normalmente, de los que hemos hablado, y estos seres luciféricos que no habían avanzado lo suficiente como para poder trabajar sobre el ego, y que ya habían estado trabajando en el cuerpo astral. Estos últimos seres, por lo tanto, retrasaron el desarrollo del hombre si no hubiesen trabajado sobre él en el momento en que, en medio de la época atlante, habría estado suficientemente avanzado para que los Espíritus de la Forma trabajasen sobre su ego.

Podemos ahora preguntarnos: ¿Puede eso que los Espíritus atrasados hicieron al hombre - en comparación con lo que hicieron los sublimes Espíritus normales - ser calificado de malo en el sentido trivial? No, ciertamente no. Si consideramos los hechos que la visión clarividente es capaz de probar, encontramos que en realidad han acelerado la evolución humana. El hombre habría tenido que esperar hasta el último período de tiempo para el desarrollo de ciertas capacidades, mientras que por la acción de estos seres las adquirió antes. Por lo tanto, a través de los seres luciféricos el hombre recibió ciertas cualidades mentales antes del tiempo

Esto no era malo, pero, por maravilloso que parezca, algo que incluso en un sentido más elevado indica una guía infinitamente sabia en la evolución progresiva de la humanidad. Porque, al haber alcanzado el hombre en una etapa inferior ciertas capacidades que de otra manera sólo le estaban destinadas en medio de la época atlante, llegó a ellas en un estado de conciencia completamente diferente, sin conciencia de sí mismo. El hombre habría estado sujeto a hilos conductores hasta la mitad de la época atlante si estos seres atrasados no hubieran intervenido. ¿Cómo, entonces, debemos considerar que se han quedado atrás? Visto superficialmente, se podría pensar fácilmente en ellos como se piensa en los estudiantes atrasados de la universidad. Estos Espíritus no son, sin embargo, atrasados a causa de la pereza, sino que la razón de su estancamiento fue su voluntad de sacrificarse. Se sacrificaron para dar al hombre la posibilidad de recibir los dones de los Espíritus de la Forma de una manera más elevada, de forma libre.

Hubo un largo período en la evolución humana en el que a través de estos seres luciféricos el hombre recibió los primeros comienzos del habla y del pensamiento, especialmente la memoria del pensamiento; cuando recibió el germen rudimentario del Arte y de la Ciencia; esto no podría haberlo logrado antes, porque entonces lo habría adquirido simplemente como una actividad instintiva. Por medio de esto algo más entró en su dominio, algo que, bajo la guía de los Espíritus de la Forma, le habría pasado de largo; se expuso a la posibilidad de desviarse del camino correcto - se expuso al bien y al mal. Sin la intervención de los seres luciféricos el hombre nunca se habría expuesto a esto; pero esto también ocurrió por el bien de la libertad. Debido a que los seres luciféricos aceleraron una parte del desarrollo, trajeron la libertad al hombre anticipadamente. Todos llevamos dentro de nosotros las semillas del trabajo de los Espíritus Luciféricos.

A mediados de la época atlante, los Espíritus de la Forma habían perfeccionado su desarrollo hasta el punto de ser capaces de dotar al hombre de lo que ellos mismos poseían. El hombre habría recibido los rudimentos completos de su ego en esta época si sólo estos Espíritus hubieran trabajado sobre él, pero los seres luciféricos habían estado activos desde un período anterior, y habían acelerado considerablemente la evolución; hacia arriba por una parte, y hacia abajo por otra. A través de esto se produjo algo más de gran importancia.

Si la evolución hubiera proseguido sin los seres luciféricos, a mediados de la época atlante el hombre habría alcanzado cierta madurez, pero sin la posibilidad de libertad. El hombre, no por méritos propios, habría alcanzado la madurez necesaria para recibir el don de los Espíritus de la Forma. Puesto que los seres luciféricos habían hecho que madurase antes, un cierto deterioro se le aproximó desde otra dirección, y por este motivo ni los Altos Poderes Solares ni las fuerzas de los Espíritus de la Forma pudieron trabajar sobre él en dicho período. Algo de gran importancia está aquí involucrado. Si el hombre hubiese llegado a la mitad de la época atlante por un mero instinto espiritual superior, sin libertad y, por consiguiente, sin ningún mérito propio, habría estado lo suficientemente maduro para el descenso a la tierra de ese Principio que llamamos el Principio de Cristo; el Cristo habría aparecido entonces. Sin embargo, le fue concedida la libertad, y por lo tanto el hombre se vio empujado a un nivel inferior al del desarrollo normal instintivo. Por consiguiente, ahora tenía que madurar por sí mismo, para poder recibir más tarde el Principio de Cristo. Debemos entender claramente que el descenso de Cristo y su obra fue retrasado por la intervención de los seres luciféricos, pero gracias a esta intervención la humanidad estuvo más madura cuando el Cristo finalmente descendió.

De esto vemos que fueron los seres luciféricos los que hicieron al hombre lo que es hoy en día, y los que lo prepararon para el gran acontecimiento del descenso del Principio de Cristo. Los seres luciféricos podrían haber dicho: "Si dejamos al hombre en tal condición que sólo vive instintivamente en la época atlante, recibirá el Principio de Cristo también instintivamente". No será libre, no madurará en libertad. Por lo tanto, nos sacrificaremos, desarrollaremos en él ciertas capacidades y cualidades, retrasando así el momento en que pueda ver al Cristo.

Los seres luciféricos comenzaron su trabajo mucho antes de la mitad de la época atlante, ya que Cristo apareció después de ella.

Si ahora preguntamos, ¿qué fue lo que le concedieron al hombre estos poderes luciféricos? ¿Qué fue realmente lo que pudo recibir en medio de la época atlante? Debemos responder: "Recibió algo que sólo podía venirle de fuera, algo a lo que aún no podía llegar a través de su propia alma". Por esto todo lo que le venía de los Espíritus de la Forma, que habían trabajado sobre él anteriormente, venía de tal modo que no fluía de su propio interior; seguía más bien un impulso exterior; obedecía a las leyes.

Así como el animal tiene que seguir instintivamente las leyes implantadas en él, así Jehová dio leyes al hombre. Le dio la "ley" que luego fue realizada externamente por Moisés y los profetas. Mientras tanto, el hombre maduró, para poder recibir en sí mismo los motivos e impulsos de sus acciones. Los Espíritus de la Forma habían regulado su vida en la tierra sin su participación.

¿Dónde actúan pues, los Espíritus de la Forma? Actúan principalmente donde habla la sangre, en la reproducción y en todo lo que está relacionado con ella.

En la antigüedad encontramos que los Dioses y los espíritus de los pueblos, o espíritus de grupo, trabajan dentro de los grupos a través de las ordenanzas de la ley. Allí encontramos que lo que está relacionado con la sangre ama a los suyos; ama porque el amor está implantado por las leyes de la naturaleza; y cuanto más retrocedemos más encontramos que todos los relacionados por la sangre se consideran como pertenecientes recíprocamente. Todo lo que ama tiene el amor implantado por las leyes de la naturaleza, por las fuerzas que pertenecen a la forma externa. Jehová trabajó en las fuerzas de la relación de sangre; de ahí el sentimiento de pertenencia de unos a otros. Jehová produjo orden y armonía a través de la relación que está conectada con la sangre y aquellos que se opusieron a él fueron los seres luciféricos, que dirigieron sus más fuertes ataques contra el principio de la relación de sangre. Siempre quisieron, hasta el momento de la venida de Cristo, centrar al hombre dentro de su propia personalidad; y apartarlo de la relación de sangre. Entonces aparece el Cristo y centra al hombre enteramente dentro de su propia personalidad dándole su poder interior, haciendo así que la sabiduría y la gracia sean los impulsos más internos de su ser.

Los seres luciféricos habían preparado al hombre para esto durante largos períodos de tiempo. Sólo en el tiempo de la venida de Cristo el hombre estaba listo para lo que estos seres luciféricos deseaban. Aquellos que pronunciaron las palabras "Christus verus Luciferus", Cristo el verdadero Lucifer, sabían bien lo que decían. Esta es una afirmación esotérica.

Hemos visto que dos principios estaban de hecho continuamente en funcionamiento en aquellos tiempos antiguos que llamamos precristianos; había un principio vinculante que actuaba por medio de la relación de sangre, y un principio de separación que buscaba centrar al hombre en su propia personalidad. Podemos ver cómo toda la humanidad ha sido moldeada bajo la influencia de estos dos principios.

Imaginemos una cierta etapa de la evolución humana en la época atlante cuando el hombre se acercaba al momento de su endurecimiento, el momento en que aparecieron los huesos. Los espíritus que guiaban al hombre tenían que cuidar de que los huesos no se endurecieran demasiado rápido. Durante un tiempo considerable en la evolución atlante el esqueleto del hombre tenía que permanecer lo suficientemente blando como para ser modificado. Sin embargo, hubo seres, como sabemos, que se quedaron rezagados en cada etapa, y ciertos grupos de seres humanos se quedaron rezagados en un período temprano a través del sistema óseo que se endureció demasiado pronto.

Los principios actuaron de tal manera que el principio de la forma prevaleció, manteniendo a un grupo de seres humanos en la forma que habían alcanzado entonces. ¿Cuál fue la consecuencia? Las formas pueden ser endurecidas y retenidas, pero la evolución en su conjunto avanza, de modo que las formas que han sido retenidas artificialmente llegan más tarde a un momento en el que ya no son adecuadas. Llegó un tiempo en que había menos humedad en el aire, en que las condiciones climáticas cambiaron y ya no eran aptas para los que habían quedado rezagados.

Los grupos de hombres en los que los huesos se habían vuelto demasiado fuertes, ahora se dejaron atrás como razas degeneradas. No pudieron adaptarse a las condiciones post-Atlantes; el último remanente de estas personas son los indios americanos; se habían degenerado. Hay otros grupos atrasados en los que no sólo el sistema de los huesos, sino también el sistema relacionado con la nutrición se endureció demasiado pronto, ese sistema gobernado por las fuerzas del cuerpo etérico; mientras que el sistema óseo está gobernado por las fuerzas del cuerpo físico. El último remanente de aquellos grupos humanos en los que el sistema nutritivo se endureció demasiado pronto ahora forma las razas Negroides. Luego están los que se degeneraron en una etapa demasiado temprana a través de que el sistema nervioso se endureció y no permaneció blando el tiempo suficiente para que estuviera disponible como un instrumento de pensamiento superior; de éstos los malayos son la última reliquia. Por lo tanto, entre ellos hay tendencias hacia ciertos instintos apasionados y sensuales.

Por último, tenemos aquellos en los que en un cierto momento el ego se endureció dentro de sí mismo; se endureció en la sangre que es la expresión del ego. Podríamos decir de estas personas que el ego no había progresado hasta el Yo Espiritual. Aquellos que (hablando simbólicamente) se han endurecido en lo que respecta a la sangre tienen sus últimos vestigios en los pueblos de las razas mongolas. Aquellos hombres que mantuvieron flexible el principio antes mencionado, de modo que no permanecieron fijos en ninguna forma, sino que siempre fueron capaces de desarrollarse más y de superar el encierro del ego, formaron ese grupo humano que viajó desde las regiones que ahora están cubiertas por el Océano Atlántico hasta las de Europa y Asia de hoy.

En relación con esto encontramos el siguiente hecho notable: encontramos que varias emigraciones salieron del continente atlante; que estaba compuesta de seres humanos que, habiéndose endurecido de varias maneras, iban en diferentes direcciones; aquellos en los que los huesos se habían endurecido viajaron hacia el oeste, y sus últimos descendientes fueron encontrados cuando se descubrió América. Aquellos cuyo sistema nutritivo se había endurecido se dirigieron principalmente a África; otros (los malayos) se dirigieron hacia Asia. Luego están los que formaron los antepasados de la raza mongola. Los últimos en emigrar fueron los que vivían en la vecindad de la Irlanda de hoy; los que por mas tiempo se habían mantenido flexibles. Estos vagaron desde el Oeste hacia el Este, y dejaron tras de sí ciertas comunidades de personas en todo el continente europeo. Los más avanzados viajaron hacia Asia, y allí se mezclaron de varias maneras con otros que habían llegado por diferentes caminos.

Pensemos ahora en un período no muy lejano, una época en la que los hombres poseían una clarividencia tenue, y en la que los iniciados tenían todavía una influencia muy grande; una época en la que había una conciencia entre los hombres de los hechos que se acaban de mencionar. ¿Cómo se expresaba esta conciencia?

Los antiguos griegos encontraron un pueblo que se había endurecido antes que ellos; al sur de ellos había una raza que se había originado por la mezcla con otros; que había conservado la visión, el poder de mirar hacia atrás a una condición aún más temprana. Cuando el griego miraba hacia atrás en el curso de su evolución se decía a sí mismo: Miro hacia África, y allí encuentro en la época egipcia seres humanos avanzados que habían sido influenciados por anteriores épocas de civilización (la Babilonia-Caldea); aún antes había un pueblo en esta región entre los que había una fuerte tendencia al endurecimiento en lo que respecta a aquellas cualidades que llegaban a la naturaleza inferior, al principio que tiene que ver con la nutrición. Otro estado se desarrolló más tarde cuando este pueblo entró en contacto con los emigrantes asiáticos. Además de éstos, estaban aquellos que se habían mantenido flexibles por más tiempo.

En las formas esculpidas de sus dioses, el griego idealizó su conocimiento sobre la evolución del hombre, que él veía como el resultado de las fuerzas divinas. Sabía que en una etapa muy temprana ciertos seres humanos se habían endurecido, y que otros habían conservado su suavidad y flexibilidad. Entonces se observó a sí mismo; vio que en ciertas cosas él estaba en efecto atrasado, pero que pertenecía a los que se habían mantenido flexibles y plásticos por más tiempo. Todo esto está maravillosamente retratado en la escultura griega. Si lo examinamos cuidadosamente encontramos tres tipos de dioses:

(1) El tipo de Zeus, al que pertenecen los Dioses agrupados alrededor de Zeus.

(2) El tipo Hermes o Mercurio. Este fue añadido más tarde al tipo Zeus, y fue retratado por los griegos como una forma totalmente distinta. Si se observa el tipo de pelo en el caso de Zeus y su clase, y, por otro lado el pelo rizado de Hermes, también la formación de los ojos y la posición de las orejas, se verá que los griegos deseaban expresar algo diferente con esto.

(3) El tipo fauno. Este tipo pertenece a una humanidad aún más antigua, y puede distinguirse claramente del tipo Mercurio.

Aquí tenemos algo que el griego deseaba expresar a su manera. Lo que estaba al sur de él lo expresó en el tipo de fauna. Lo que estaba en el este lo asoció con el tipo Hermes y lo que podría llamarse su propio tipo, la raza que fundó la estirpe aria, lo expresó en el sublime tipo idealista de Zeus.

Cualquiera que lo desee puede ver en todas estas formas lo bien que los griegos acomodaron lo que está contenido en la forma externa a las fuerzas formativas internas. Señalaré un detalle más que muestra cuán refinados eran los artistas griegos en sus esfuerzos por dar expresión, en formas de arte, a las grandes concepciones del mundo.

Observen por un momento el tipo asiático encarnado en la forma de Hermes. Este tipo, debido a que había permanecido con las fuerzas humanas inferiores, trabajaba de tal manera que las fuerzas que se destacaban y daban forma al rostro eran las que gobernaban en la parte inferior del ser humano. Por otro lado, las fuerzas pertenecientes al tipo del propio griego trabajaban en las partes más altas. Esto se puede ver más característicamente en Zeus en la noble forma de la frente.

La especial conciencia del griego trabajaba en las formas plásticas de su arte, y sólo podemos entender lo que se ha producido en el curso de la evolución cuando seguimos estas fuerzas activas y vemos cómo los artistas formaron detalles como los ojos, por ejemplo. Vemos en esto no sólo la observación minuciosa de los artistas griegos, sino que vemos en la forma especial de lo que produjo que se daba cuenta de cómo las fuerzas formativas internas habían moldeado la forma externa. Reconocemos cómo las peculiaridades raciales han sido incorporadas en las figuras de la mitología griega, y vemos cómo en las variadas formas del arte griego se incorporan de manera única aquellas fuerzas que trabajan espiritualmente, incluso hasta detalles tales como la forma de un ojo.

No hay comentarios:

El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919