GA008 El Cristianismo como hecho místico Agustín y la Iglesia

 La máxima fuerza del conflicto que fue promulgado en las almas de los creyentes cristianos durante la transición del paganismo a la nueva religión, se muestra en la persona de Agustín (354-430). Cuando vemos cómo este conflicto se ha resuelto en el espíritu de Agustín se nos permite de una manera misteriosa penetrar en las luchas espirituales del Origen, Clemente de Alejandría, Gregorio de Nazianzus, Jerónimo y otros.

Agustín fue una personalidad en la que las profundas necesidades espirituales se desarrollaron a partir de una naturaleza apasionada. Pasó a través de ideas paganas y medio cristianas. Sufrió profundamente las más terribles dudas que pueden atacar a un hombre que ha sentido la impotencia de muchas variedades de pensamiento frente a los problemas espirituales, y que ha probado el efecto deprimente de la pregunta, ¿Puede el hombre saber algo en absoluto?

Al principio de sus luchas, los pensamientos de Agustín se aferraban a las cosas transitorias del mundo material. Él podía concebir lo espiritual sólo en imágenes materiales. Para él, fue una liberación cuando superó esta etapa. Él describe esto en sus Confesiones: "Cuando deseaba pensar en mi Dios, no sabía cómo pensar en Él excepto como una masa de cuerpos, porque lo que no era de tal naturaleza me parecía no ser nada. Esta fue la mayor y casi la única causa de mi inevitable error." Así indica el punto al que debe llegar una persona que busca la verdadera vida en el espíritu. Hay pensadores - y no son pocos - que sostienen que es imposible llegar a un pensamiento puro, libre de toda sustancia material. Estos pensadores confunden lo que creen que deben decir sobre la propia vida del alma con lo que es humanamente posible. Por el contrario, la verdad es que sólo es posible llegar a la cognición superior cuando el pensamiento se ha liberado de toda sustancia material; cuando se ha desarrollado una vida anímica en la que las imágenes de la realidad no cesan cuando su demostración en las impresiones de los sentidos llega a su fin. 

Agustín relata cómo logró la visión espiritual. En todas partes preguntó dónde se encontraba lo "divino". "Pregunté a la tierra y dijo: Yo no soy Él; y todas las cosas que están en la tierra confesaron lo mismo. Pregunté al océano y a las profundidades y a todo lo que vive en ellas, y me respondieron: No somos tu Dios. Busca por encima de nosotros. Pregunté a los vientos fugaces, y todo el aire, con todos sus habitantes me respondió: Los filósofos que buscan la esencia de las cosas en nosotros son engañados. No somos Dios. Pregunté a los cielos, al sol, a la luna y a las estrellas, y ellos dijeron: "Tampoco somos el Dios que tú buscas". Y Agustín percibió que sólo hay una cosa que puede responder a su pregunta sobre lo divino: su propia alma. El alma dijo: Ni ojos ni oídos pueden impartirte lo que hay en mí, porque sólo yo puedo decírtelo, y te lo digo de tal manera que la duda es imposible. "Los hombres pueden dudar de si la fuerza vital vive en el aire o en el fuego, pero ¿quién puede dudar de que él mismo vive, recuerda, comprende, quiere, piensa, conoce y juzga? Si duda, es una prueba de que está vivo, recuerda por qué duda, comprende que duda, se asegurará de algo, piensa, sabe que no sabe nada, juzga que no debe aceptar nada precipitadamente."

Las cosas externas no se defienden cuando su esencia y existencia son negadas. Pero el alma sí se defiende. No podría dudar de sí misma si no existiera. Por su duda confirma su propia existencia. "Somos y percibimos nuestra existencia y amamos nuestra propia existencia y conocimiento. En estos tres puntos ningún error disfrazado de verdad puede molestarnos, porque no los aprehendemos con nuestros sentidos corporales como las cosas físicas." El hombre aprende sobre lo divino llevando a su alma a percibirse a sí misma como espiritual para que pueda encontrar su camino como espíritu en el mundo espiritual. Agustín había luchado hasta llegar a esta percepción. 

De esta actitud mental surgió el deseo de las personalidades paganas que buscaban la cognición, de llamar al portal de los Misterios. En la época de Agustín tales convicciones podían llevar a un hombre a convertirse en cristiano. Jesús, el Logos convertido en hombre, había mostrado el camino que debe seguir el alma si quiere alcanzar la meta de la que debe hablar cuando está en comunión consigo misma. En el año 358, en Milán, Agustín recibió las enseñanzas de Ambrosio. Todas sus dudas sobre el Antiguo y el Nuevo Testamento se desvanecieron cuando los pasajes más importantes fueron interpretados por su maestro, no en un sentido meramente literal, sino que "fueron abiertos y expuestos espiritualmente por él, quitándose el velo místico de los mismos". Lo que se había guardado en los Misterios se encarnó para Agustín en la tradición histórica de los Evangelios y en la comunidad donde se conservaba esa tradición. Paulatinamente llega a una convicción respecto a la doctrina de la Iglesia, de la que dice: "Sentí que fue con moderación y honestidad que ella ordenaba que se creyeran cosas que no eran demostradas". Llega a la idea: "¿Quién puede estar tan ciego como para decir que la Iglesia de los Apóstoles no merece que se le dé fe, cuando es tan leal y se apoya en la conformidad de tantos hermanos; cuando éstos han transmitido sus escritos a la posteridad con tanta conciencia, y cuando la Iglesia ha mantenido tan estrictamente la sucesión de maestros hasta nuestros actuales obispos?". El método de pensamiento de Agustín le decía que, desde el acontecimiento de Cristo, habían comenzado otras condiciones para las almas que buscaban el espíritu en lugar de las que existían anteriormente.

Para él estaba firmemente establecido que en Cristo Jesús se había revelado en el mundo histórico exterior lo que el místico había buscado a través de la preparación en los Misterios. Una de sus declaraciones más significativas es la siguiente: "Lo que ahora se llama la religión cristiana ya existía entre los antiguos, y no faltó en los comienzos de la raza humana. Cuando Cristo apareció en la carne, la verdadera religión ya existente recibió el nombre de cristiana." Dos caminos de desarrollo eran posibles para tal modo de pensar. Uno es que si el alma humana desarrolla en ella las fuerzas que la conducen al conocimiento de su verdadero ser, si va lo suficientemente lejos, también llegará al conocimiento de Cristo y de todo lo que está relacionado con él. Esto habría sido un conocimiento misterioso enriquecido a través del evento de Cristo. El otro camino es el que tomó realmente Agustín, por el cual se convirtió en el gran ejemplo para sus sucesores. Consiste en cortar el desarrollo de las fuerzas del alma en un cierto punto y en recibir las ideas relacionadas con el evento de Cristo de los relatos escritos y las tradiciones orales. Agustín rechazó el primer camino como si brotara del orgullo del alma; pensó que el segundo camino era el de la verdadera humildad. Así dice a aquellos que desean seguir el primer camino: "Podéis encontrar la paz en la verdad, pero para ello se necesita la humildad, que no se adapta a vuestro orgulloso cuello". Por otra parte, se llenó de ilimitada felicidad interior por el hecho de que desde la "aparición de Cristo en la carne" se podía decir que la experiencia de lo espiritual puede ser alcanzada por toda alma que llegue lo más lejos posible en la búsqueda de sí misma, y luego, para llegar a lo más alto, tenga fe en lo que las tradiciones escritas y orales de la comunidad de los cristianos cuentan sobre el Cristo y su revelación. Sobre este punto dice: "¡Qué dicha, qué goce permanente del bien supremo y verdadero se nos ofrece, qué serenidad, qué aliento de eternidad! ¿Cómo lo describiría? Ha sido expresado, en la medida de lo posible, por esas grandes almas incomparables que admitimos que han contemplado y siguen contemplando... Llegamos a un punto en el que reconocemos cuán verdadero es lo que se nos ha mandado creer y cuán bien y provechosamente hemos sido educados por nuestra madre la Iglesia, y de qué provecho fue la leche dada por el apóstol Pablo a los pequeños..." (Está fuera del alcance de este libro dar cuenta del método alternativo de pensamiento que se desarrolla a partir del conocimiento del Misterio enriquecido a través del evento de Cristo. 

La descripción de este método se encuentra en mi escrito (la Ciencia Oculta). - Mientras que en la época precristiana quien deseaba buscar los fundamentos espirituales de la existencia se dirigía necesariamente al camino de los Misterios, Agustín podía decir, incluso a aquellas almas que no podían encontrar tal camino dentro de sí mismas: Vayan tan lejos como puedan en el camino de la cognición con sus poderes humanos; desde allí, la fe (la creencia) los llevará a las regiones espirituales superiores. - Sólo iba un paso más allá para decir: Está en la naturaleza del alma humana el poder llegar sólo a una cierta etapa de la cognición a través de sus propios poderes; desde allí puede avanzar más lejos sólo a través de la fe, a través de la creencia en la tradición escrita y oral. Este paso fue dado por el movimiento espiritual que asignó a la percepción natural una cierta esfera por encima de la cual el alma no podía elevarse por sus propios esfuerzos, pero todo lo que se encontraba más allá de esta esfera se convirtió en un objeto de creencia que debe ser apoyado por la tradición escrita y oral, y por la fe en sus representantes. Tomás de Aquino (1224-1274), el más grande maestro de la Iglesia, ha expuesto esta doctrina de las más variadas maneras en sus escritos. La percepción humana sólo puede llegar a lo que llevó a Agustín al conocimiento de sí mismo, a la certeza de lo divino. La naturaleza de lo divino y su relación con el mundo está dada por la teología revelada, que no es accesible a la percepción propia del hombre, y como artículo de fe, es superior a toda cognición.

El origen de este punto de vista puede observarse en la concepción del mundo de John Scotus Erigena, que vivió en el siglo IX en la corte de Carlos el Calvo, y que representa una transición natural desde el cristianismo temprano hasta el punto de vista de Tomás de Aquino. Su concepción del mundo se expresa en el sentido del neoplatonismo. En su tratado, De Divisione Naturae, Erigena ha elaborado la enseñanza de Dionisio el Areopagita. Esta enseñanza comenzaba con un Dios muy por encima de las cosas transitorias del mundo material y de Él derivaba el mundo. El hombre está involucrado en la transformación de todos los seres hacia este Dios, que finalmente alcanza lo que era desde el principio. Todo vuelve a caer en la Divinidad que ha pasado por el proceso universal y finalmente se ha perfeccionado. Pero para alcanzar esta meta el hombre debe encontrar el camino hacia el Logos que se hizo carne. En Erigena este pensamiento lleva a otro, que la fe en el contenido de los escritos que dan cuenta del Logos, lleva a la salvación. La razón y la autoridad de las Escrituras, la creencia y la cognición, están juntas. Una no se contradice con la otra, pero la fe debe llevar a lo que el conocimiento por sí solo no puede nunca llegar.

El conocimiento de lo eterno que los antiguos Misterios retenían de las multitudes, cuando se presentaba de esta manera por el pensamiento y el sentimiento cristiano, se convertía en un artículo de fe que por su propia naturaleza estaba relacionado con algo inalcanzable por el mero conocimiento. El místico precristiano estaba convencido de que a él se le había dado la cognición de lo divino, y a la gente, una fe expresada en imágenes. El cristianismo llegó a la convicción de que Dios ha dado su sabiduría a la humanidad a través de su revelación, y el hombre alcanza una imagen de la revelación divina a través de su cognición. La sabiduría de los Misterios es una planta de invernadero que se revela a unos pocos individuos maduros; la sabiduría cristiana es un Misterio que no se revela como conocimiento a nadie, sino como un artículo de fe que se revela a todos. En el Cristianismo el punto de vista de los Misterios vivió. Pero vivió en una forma alterada. Todos, no sólo el individuo especial, debían compartir la verdad. Pero debería suceder que en un cierto punto el hombre percibiera su incapacidad de penetrar más allá por medio de la cognición, y de ahí en adelante ascendiera a la fe. El cristianismo sacó el contenido de los Misterios de la oscuridad del templo a la clara luz del día. La única corriente espiritual dentro del cristianismo que se describe aquí llevó a la idea de que este contenido debe necesariamente ser retenido en forma de fe.



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