GA017 Berlín, año 1913 1 El umbral del mundo espiritual - introducción + la naturaleza del alma pensante y de la meditación

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RUDOLF STEINER

COMENTARIOS INTRODUCTORIOS


En este libro se dan en forma aforística algunas descripciones de aquellas partes del universo y del ser humano que aparecen cuando el conocimiento espiritual cruza la frontera entre los mundos físico y espiritual. No se ha tratado de dar un relato sistemático ni completo, sino sólo unas pocas descripciones de las experiencias espirituales sin ningún plan fijo. A este respecto, la presente obra, al igual que mi libro, Un camino hacia el autoconocimiento (publicado con este), tiene por objeto completar y ampliar mis otros escritos. Sin embargo, también se ha tratado de dar la descripción de tal manera que pueda ser leída independientemente, sin ningún conocimiento de las otras obras.


El que realmente quiere abrirse camino hacia el conocimiento de la ciencia espiritual sentirá la necesidad de contemplar continuamente el lado espiritual de la vida desde puntos de vista siempre nuevos. Es natural que en toda presentación de este tipo haya una cierta unilateralidad. Esto suele ser mucho más habitual con las descripciones de la esfera espiritual que con las del mundo físico. Y si nos conformamos con un solo relato, no se puede decir que estemos buscando seriamente el conocimiento espiritual. Mi deseo, con escritos como este, es ser de utilidad para aquellos que están realmente en serio en la búsqueda del conocimiento del mundo espiritual. En este sentido, trato de presentar los hechos espirituales una y otra vez desde nuevos puntos de vista, a pesar de que los he descrito desde otros puntos de vista en otras obras. Tales relatos son complementarios entre sí, como las fotografías de una persona o un evento tomado desde varios puntos.


En cada descripción de este tipo, hecha desde un cierto punto de vista, hay una oportunidad de comunicar conocimientos que no son alcanzables desde otros puntos de vista. También en este libro se dan fórmulas de meditación para aquellos que buscan la visión espiritual por sí mismos. Aquellos que buscan tales fórmulas para desarrollar la vida de su alma las encontrarán fácilmente aquí.


RUDOLF STEINER. 


 Agosto de 1913.


1er capítulo : Con respecto a la confianza que puede ponerse en el pensar; la naturaleza del alma pensante y de la meditación

En la conciencia de vigilia el pensar humano es como una isla en medio de la corriente de la vida del alma, que fluye en impresiones, sensaciones, sentimientos, etc. Hasta cierto punto una impresión o una sensación se acaba cuando nos hemos formado una idea sobre ella, es decir, cuando hemos enmarcado un pensamiento que arroja luz sobre la impresión o la sensación. Incluso en una tormenta de pasión y emoción, puede establecerse un cierto grado de calma, si el barco del alma ha llegado a la isla del pensar.

El alma tiene una confianza natural en el pensar. Si no pudiera tener esta confianza, toda la estabilidad de la vida se perdería. La vida saludable del alma llega a su fin cuando comienza a dudar del pensar. Porque aunque no podamos llegar a una comprensión clara de algo a través del pensar, podemos tener el consuelo de que la claridad resultaría si pudiéramos despertarnos para pensar con suficiente fuerza y agudeza. Podemos tranquilizarnos con respecto a nuestra propia incapacidad de aclarar un punto mediante el pensar; pero es intolerable que el pensar en sí mismo no sea capaz de dar satisfacción, aunque penetráramos tan lejos en su dominio como fuera necesario para obtener plena luz sobre alguna situación definida de la vida.

Esta actitud del alma con respecto al pensar subyace en todos los esfuerzos humanos en pos del conocimiento. Puede ser disminuida en ciertos estados de ánimo del alma, pero siempre se debe a los sentimientos oscuros del alma. El pensador que duda de la validez y el poder del propio pensar es engañado sobre el estado fundamental de su alma. Porque a menudo es realmente su agudeza de pensar la que, al estar sobrecargada, construye dudas y perplejidades. Si no se apoyara realmente en el pensar, no se atormentaría con estas dudas, que después de todo son sólo el resultado del pensar.

El que desarrolla en sí mismo el sentimiento que aquí se indica con respecto al pensar, siente que éste no es sólo algo que cultiva en sí mismo como una fuerza humana del alma, sino también algo que, independientemente de él y de su alma, lleva dentro de sí algún Ser de naturaleza cósmica, un Ser hacia el cual debe abrirse camino, si pretende vivir en algo que le pertenece a la vez a él y al mundo que es independiente de él.

Hay algo profundamente tranquilizador en poder entregarse a la vida del pensar. El alma siente que en esa vida puede escapar de sí misma. Este sentimiento es tan necesario para el alma como el opuesto de poder estar totalmente dentro de sí misma.
En el cambio necesario entre estas dos condiciones se encuentra el ritmo saludable de la vida anímica. Despertar y dormir son en realidad sólo los extremos de estas condiciones. Cuando está despierta el alma está en sí misma, viviendo su propia vida; en el sueño se pierde en la vida universal del mundo, y por lo tanto se libera hasta cierto punto de sí misma. Las condiciones en ambas direcciones corresponden a las diversas experiencias interiores. Y la vida del pensar es para el alma una liberación de sí misma, así como el sentir, la sensación, la vida emocional, etc., son la expresión de que el alma permanece en sí misma.

Visto así, el pensar ofrece al alma el consuelo que necesita cuando se encuentra cara a cara con el sentimiento de total soledad en el mundo. Se puede llegar de manera bastante legítima al sentimiento: "¿Qué soy en la corriente de los acontecimientos cósmicos universales, que fluyen de un infinito a otro, yo con mis sentimientos, deseos y voluntad que seguramente sólo pueden ser de importancia para mí?". Directamente la vida del pensar se ha realizado correctamente, este sentimiento es confrontado por otro. "El pensar que se ocupa de estos acontecimientos cósmicos me atrae a mí y a mi alma; vivo en esos acontecimientos cuando, a través del pensar, dejo que su ser fluya en mí." Es entonces posible sentirse llevado al universo y seguro en él. De esta condición del alma se desprende una fuerza que se siente como si proviniera de las mismas potencias cósmicas, de acuerdo con leyes sabias.

No es más que un paso más de este sentimiento al que el alma dice: "No soy sólo yo quien piensa, sino que algo piensa en mí; la vida cósmica se expresa en mí; mi alma no es más que el escenario en el que el universo se manifiesta como pensamiento".

Este sentimiento puede ser refutado por esta o aquella filosofía. Puede, por diversas razones, hacerse aparentemente bastante obvio que el pensamiento que acaba de expresarse, pensar el mundo en el alma humana, sea completamente erróneo, («SichDenken der Welt in der menschlichen Seele »). En respuesta a esto, hay que darse cuenta de que este pensamiento puede ser elaborado a través de la experiencia interior. Sólo quien lo ha elaborado así comprende plenamente su validez, y sabe que ninguna refutación puede hacerla tambalear. Quien lo ha dominado así ve desde este mismo pensamiento, muy claramente, lo que valen realmente tantas refutaciones y pruebas. Pueden parecer infalibles cuando se cree erróneamente en el poder de convicción de su contenido. En ese caso es difícil llegar a un entendimiento con las personas que consideran tales pruebas como concluyentes. Están obligados a pensar que otra persona se equivoca, porque no han realizado todavía el trabajo interior que le ha llevado a reconocer lo que les parece erróneo, o incluso absurdo.
Para el que desea encontrar su camino en la ciencia espiritual, meditaciones como la anterior sobre el pensar son de provecho. Para tal persona es cuestión de llevar su alma a una condición que le dé acceso al mundo espiritual. Tal acceso puede ser negado al pensar más claro o al método científico más perfecto, si el alma no aporta nada para conocer los hechos espirituales, o información sobre los mismos dispuesta a penetrarlos. Para la comprensión del conocimiento espiritual puede ser una buena preparación el haber sentido frecuentemente la fuerza vigorizante que hay en la actitud del alma que dice, "Me siento uno en el pensar con la corriente de los eventos cósmicos". En este caso no se trata tanto del valor abstracto de este pensamiento como conocimiento, sino de haber sentido a menudo en nuestras almas el poderoso efecto que se experimenta cuando tal pensamiento fluye con fuerza a través de la vida interior y circula como un soplo de oxígeno espiritual a través del alma. No se trata sólo de reconocer lo que hay en un pensamiento de este tipo, sino de experimentarlo. El pensamiento se reconoce cuando ha estado presente en el alma con suficiente poder de convicción; pero para que madure y dé frutos que favorezcan la comprensión del mundo espiritual, de sus seres y de los hechos, debe, una vez que ha sido comprendido, hacerse vivir en el alma una y otra vez. El alma debe llenarse una y otra vez con el pensamiento, no permitiendo que nada más esté presente en ella, y dejando fuera todos los demás pensamientos, sentimientos, recuerdos, etc. La concentración repetida de este tipo en un pensamiento tan profundamente captado reúne fuerzas en el alma que en la vida ordinaria se disipan hasta cierto punto. El alma concentra y fortalece estas fuerzas dentro de sí misma, y se convierten en los órganos para la percepción del mundo espiritual y sus verdades.

De lo que se acaba de señalar se puede aprender la forma correcta de meditar. Primero nos abrimos camino hacia un pensamiento que puede ser realizado con los medios que están disponibles en la vida y el conocimiento ordinario. Luego nos sumergimos en ese pensamiento una y otra vez, y nos hacemos completamente uno con él. El fortalecimiento del alma es el resultado de vivir con un pensamiento que ha sido así reconocido. En este caso, el pensamiento anterior fue elegido como un ejemplo que se deriva de la naturaleza misma del pensamiento. Fue elegido como ejemplo porque es muy especialmente provechoso para la meditación. Pero lo que se ha dicho aquí es válido, con respecto a la meditación, para cada pensamiento que se adquiere de la manera que se ha descrito. Es especialmente provechoso para la meditación cuando conocemos el estado del alma que resulta del mencionado giro rítmico en la vida del alma. De esta manera se llega de la manera más segura a la sensación de haber estado en contacto directo con el mundo espiritual durante nuestra meditación.
Y este sentimiento es un resultado saludable de la meditación. Cuya fuerza debe dar fuerza al resto de nuestra vida diaria, y no de forma que siempre esté presente una impresión del estado meditativo, sino que se sienta que de la experiencia meditativa fluye la fuerza en toda nuestra vida.

Si el estado provocado por la meditación se extiende a través de la vida diaria como una impresión siempre presente, difunde algo que perturba la facilidad mental de esa vida. Y el estado de meditación en sí mismo no será entonces lo suficientemente puro y fuerte. La meditación da los mejores resultados cuando a través de su propio carácter se mantiene apartada de la vida ordinaria. Influye en la vida de la mejor manera cuando se siente algo distinto y elevado por encima de la vida ordinaria.



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