GA017 Berlín, año 1913 3 El umbral del mundo espiritual En cuanto al cuerpo etérico del hombre y el mundo elemental

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RUDOLF STEINER


3er capítulo : En cuanto al cuerpo etérico del hombre y el mundo elemental

El hombre llega al conocimiento de un mundo espiritual suprasensible, superando ciertos obstáculos en el camino de tal reconocimiento, que al principio están presentes en su alma. La dificultad en este caso se debe al hecho de que estos obstáculos, aunque afectan el curso de la experiencia interior del alma, no son percibidos como tales por la conciencia ordinaria. Porque hay muchas cosas presentes y vivas en el alma humana, de las que al principio él no sabe nada, y de las cuales él tiene que adquirir conocimiento progresivamente, lo mismo que hace con los seres y acontecimientos pertenecientes al mundo exterior.

El mundo espiritual, antes de ser percibido y reconocido por el alma, es para ésta algo muy extraño y desconocido, cuyas cualidades no tienen nada en común con lo que el alma es capaz de aprender, a través de sus experiencias en el mundo físico. De esta manera se consigue que el alma se enfrente al mundo espiritual y pueda ver en él un vacío absoluto. El alma puede sentirse como si estuviera mirando a un abismo infinito, vacío y desolado. Ahora este sentimiento existe en realidad en esas profundidades del alma de las que al principio es inconsciente. El sentimiento es algo así como el miedo y el temor, y el alma vive en él sin ser consciente del hecho. Porque la vida del alma está determinada no sólo por lo que sabe, sino por lo que está realmente presente en ella, sin que ella lo sepa. Ahora bien, cuando el alma busca en la esfera del pensar razones para refutar, y pruebas contra el mundo espiritual, lo hace, no porque esas razones sean concluyentes en sí mismas, sino porque busca una especie de narcótico para embotar el sentimiento que se acaba de describir. Las personas no niegan la existencia del mundo espiritual, o la posibilidad de alcanzar el conocimiento del mismo, como resultado de poder probar su inexistencia, sino porque desean llenar sus almas con pensamientos que les engañen y les liberen de su temor al mundo espiritual. La liberación de este anhelo de un narcótico materialista que amortigue el miedo al mundo espiritual, no puede lograrse hasta que se haga un estudio de todas las circunstancias de esta parte de la vida del alma, tal como aquí se describen. "El materialismo como un fenómeno psíquico de miedo" es un capítulo importante en la ciencia del alma.

Este temor a lo espiritual se hace inteligible cuando nos hemos abierto camino hasta el reconocimiento de lo espiritual; cuando hemos llegado a ver que los acontecimientos y seres del mundo físico, son la expresión externa de los acontecimientos y seres espirituales suprasensibles. Llegamos a esta comprensión cuando podemos ver que el cuerpo perteneciente al hombre, que es perceptible para los sentidos y únicamente del cual se ocupa la ciencia ordinaria, es la expresión de un cuerpo sutil, suprasensible o etérico, en el que el cuerpo material o físico está encerrado, como un núcleo más denso, como en una nube.
Este cuerpo etérico es el segundo principio de la naturaleza humana. Forma la base de la vida del cuerpo físico. Pero el hombre, en lo que respecta a su cuerpo etérico, no está separado del mundo exterior correspondiente en la misma medida en que lo está su cuerpo físico. Cuando hablamos de un mundo exterior en relación con el cuerpo etérico, no se trata del mundo exterior físico, percibido por los sentidos, sino de un entorno espiritual que es tan suprasensible en relación con el mundo físico, como el cuerpo etérico del hombre lo es en relación con su cuerpo físico. El hombre, como ser etérico, se encuentra en un mundo etérico o elemental.

El hombre siempre "experimenta" el hecho, aunque en la vida ordinaria no sepa nada de ello, de que él, como ser etérico, habita un mundo elemental. Cuando se hace consciente de este estado de cosas, la conciencia es muy diferente a la de la experiencia ordinaria. Esta nueva conciencia se establece cuando el hombre se vuelve clarividente. El clarividente sabe entonces lo que siempre está presente en la vida, aunque oculto a la conciencia ordinaria.

Ahora en su conciencia ordinaria el hombre se llama a sí mismo "yo", refiriéndose al ser que se presenta en su cuerpo físico. La vida sana de su alma en el mundo de los sentidos, depende de que se reconozca a sí mismo como un ser separado del resto del mundo. Esa vida psíquica saludable se vería interrumpida si definiera cualquier otro evento o ser del mundo exterior como parte de su yo. Cuando el hombre se reconoce a sí mismo como un ser etérico en el mundo elemental, las cosas son diferentes. Entonces su propio ser del yo  si que se mezcla con ciertos acontecimientos y seres a su alrededor. El ser humano etérico tiene que encontrarse a sí mismo en lo que no es su ser interior, en el mismo sentido en que "interior" se concibe en el mundo físico. En el mundo elemental hay fuerzas, acontecimientos y seres que, aunque en ciertos aspectos forman parte del mundo exterior, deben considerarse como pertenecientes al propio yo. Como seres humanos etéricos estamos tejidos en la esencia elemental del mundo. En el mundo físico tenemos nuestros pensamientos, con los que estamos tan unidos que podemos considerarlos como parte constitutiva de nuestro yo. Pero hay fuerzas, acontecimientos, etc. que actúan tan íntimamente sobre la naturaleza interna del ser humano etérico, como lo hacen los pensamientos en el mundo físico; y que no se comportan como pensamientos, sino que son como seres que viven con y en el alma. Por lo tanto, la clarividencia necesita una fuerza interior más fuerte que la que posee el alma con el fin de mantener su propia independencia frente a sus pensamientos. Y la preparación esencial para la verdadera clarividencia consiste en fortalecer y vigorizar el alma interiormente, de manera que pueda ser consciente de sí misma como un ser individual, no sólo en presencia de sus propios pensamientos, sino también cuando las fuerzas y los seres del mundo elemental entran en el campo de su conciencia, como si fueran parte de su propio ser.
Si bien esa fuerza del alma por medio de la cual mantiene su posición como ser en el mundo elemental, está presente en la vida ordinaria del hombre. El alma al principio no sabe nada de esta fuerza, aunque la posee. Para poseerla conscientemente, el alma debe prepararse primero. Debe adquirir esa fuerza interior del alma que se gana durante la preparación para la clarividencia. Mientras el hombre no se decida a adquirir esta fuerza interior, tiene un temor bastante comprensible de reconocer su entorno espiritual, y recurre - inconscientemente - a la ilusión de que el mundo espiritual no existe o no puede ser conocido. Esta ilusión le libera de su miedo instintivo a la unión o mezcla de su propia esencia individual, o ser del yo, con un mundo espiritual exterior real.

Aquél que ve los hechos descritos, llega a reconocer un ser humano etérico detrás del ser humano físico, y un mundo supersensible, etérico o elemental detrás del que es físicamente perceptible.

La conciencia clarividente encuentra en el mundo elemental seres reales que hasta cierto punto tienen independencia, así como la conciencia física encuentra en el mundo físico pensamientos que son irreales y no tienen independencia. La creciente familiaridad con el mundo elemental, lleva a ver a estos seres parcialmente independientes, en una conexión más estrecha entre sí. Así como alguien puede ver primero los miembros de un cuerpo humano físico como parcialmente independientes, y después reconocerlos como partes del cuerpo en su conjunto, para la conciencia clarividente así son los varios seres del mundo elemental abrazados dentro de un gran cuerpo espiritual, del cual son miembros vivos. En el curso posterior de la experiencia clarividente ese cuerpo llega a ser reconocido como el cuerpo elemental, supersensible y etérico de la tierra. Dentro del cuerpo etérico de la tierra un ser humano etérico se siente miembro de un todo.

Este progreso en la clarividencia es un proceso de familiarización con la naturaleza del mundo elemental. Ese mundo está habitado por seres de las más diversas clases. Si deseamos expresar la actividad de estos seres de fuerza, sólo podemos hacerlo perfilando sus diversas peculiaridades en imágenes. Entre ellas se encuentran seres que se encuentran aliados con todo lo que afecta a la resistencia, la solidez y el peso. Pueden ser designados como almas terrestres. (Y si no nos creemos demasiado sabios, y no tenemos miedo de una imagen que sólo apunta a la realidad y no es la realidad misma, podemos hablar de ellos como Gnomos). También encontramos seres que están constituidos de tal manera que pueden ser designados como almas de aire, agua y fuego.
Luego aparecen a su vez otros seres. Es cierto que se manifiestan de tal manera que parecen ser seres elementales o etéricos, sin embargo se puede ver que hay algo en su naturaleza etérica que es de mayor calidad que la esencia del mundo elemental. Aprendemos a comprender que es tan imposible captar la verdadera naturaleza de estos seres con el grado de clarividencia suficiente sólo para el mundo elemental, como lo es pretender llegar a la verdadera naturaleza del hombre con una conciencia meramente física.

Los seres mencionados anteriormente, que pueden ser llamados en sentido figurado almas de tierra, agua, aire y fuego, están, con la actividad que les es propia, situados en cierto modo dentro del cuerpo etérico elemental de la tierra. Sus tareas están ahí. Pero los seres de naturaleza superior que se han caracterizado llevan su actividad más allá de la esfera terrestre. Si llegamos a conocerlos mejor, a través de la experiencia clarividente, nosotros mismos y nuestra conciencia somos llevados en el espíritu más allá de la esfera de la tierra. Vemos cómo esta esfera terrestre se ha desarrollado a partir de otra, y cómo están evolucionando dentro de sí misma los gérmenes espirituales, para que con el tiempo pueda surgir de ella una nueva esfera, en el sentido de una nueva tierra. Mi libro Ciencia Oculta explica por qué aquello de lo que se formó la tierra puede ser designado como un " antiguo planeta Luna", y por qué el mundo hacia el que la tierra aspira en el futuro puede ser llamado Júpiter. El punto esencial es que por " antigua Luna" entendemos un mundo ya pasado, del cual la tierra se ha formado a sí misma por transformación; mientras que entendemos que Júpiter, en un sentido espiritual, es un mundo futuro, hacia el cual la tierra aspira.


Resumen de lo anterior:

El ser físico del hombre se basa en un ser humano sutil y etérico que vive en un ambiente elemental, así como el hombre físico vive en un ambiente físico. El mundo exterior elemental está incorporado en el cuerpo etérico suprasensible de la tierra. Este último demuestra ser la esencia transmutada de un mundo anterior o lunar, y la etapa preparatoria de un mundo futuro (Júpiter). Podemos resumir lo anterior esquemáticamente como sigue. El hombre contiene: -

I. El cuerpo físico, en el mundo físico y material circundante. A través de este cuerpo, el hombre llega a reconocerse a sí mismo como un ser independiente, individual o yo.

II. El cuerpo sutil, etérico, en el mundo elemental circundante. A través de él el hombre llega a reconocerse como miembro del cuerpo etérico de la tierra, y por lo tanto indirectamente como miembro del mismo en tres condiciones planetarias consecutivas.


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