GA028 El curso de mi vida cap. XI Sobre el misticismo y los místicos

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 EL CURSO DE MI VIDA

RUDOLF STEINER

1879-1890

Viena

Cap. XI Sobre el misticismo y los místicos

Al final de esta primera fase de mi vida, sentí la necesidad de establecer una relación clara con ciertas orientaciones del alma humana. Una de esas orientaciones era la mística. Tal como apareció ante la mirada de mi alma en las diversas épocas del desarrollo espiritual de la humanidad, en la sabiduría oriental, en el neoplatonismo, en la Edad Media cristiana, en los esfuerzos cabalísticos, debido a mi especial disposición me fue difícil lograr una relación con ella. 

El místico me parecía una persona que no podía enfrentarse al mundo de las ideas en el que vivía para mí lo espiritual. Me parecía una falta de espiritualidad real el querer sumergirse en el interior poco imaginativo con las ideas para alcanzar la satisfacción espiritual. <No podía ver en ello un camino hacia la luz, sino más bien uno hacia la oscuridad espiritual. Me pareció una impotencia en la cognición cuando el alma quiere alcanzar la realidad espiritual, que no se teje en las ideas, sino que puede ser experimentada por el hombre a través de las ideas, huyendo de ellas.

Y sin embargo, algo también me atrajo hacia las aspiraciones místicas de la humanidad. Es el tipo de experiencia interior de los místicos. Ellos quieren convivir interiormente con las fuentes de la existencia humana, no limitarse a observarlas según las ideas como algo externo. Pero también me quedó claro que se llega al mismo tipo de experiencia interior cuando uno se sumerge en el subsuelo del alma con el contenido pleno y claro del mundo de las ideas, en lugar de despojarse de este contenido durante la inmersión. Quería introducir la luz del mundo de las ideas en el calor de la experiencia interior. El místico me parecía una persona que no puede ver el espíritu en las ideas y que, por tanto, se congela interiormente ante las ideas. La frialdad que experimenta en las ideas le obliga a buscar el calor que el alma necesita escapándose de las ideas.

El calor interior de la experiencia del alma me llegó precisamente cuando plasmé la experiencia inicialmente indefinida del mundo espiritual en ideas concretas. A menudo me decía: cómo no reconocen estos místicos el calor, la intimidad del alma que se siente cuando se convive con ideas imbuidas espiritualmente. Para mí, esta convivencia siempre había sido como un contacto personal con el mundo espiritual. 

El místico me parecía que reforzaba, no que debilitaba, la posición del observador de la naturaleza de mentalidad materialista. Este último rechaza la contemplación del mundo espiritual, bien porque no acepta en absoluto tal contemplación, bien porque cree que el conocimiento humano sólo es adecuado para lo que es visible a los sentidos. Pone límites al conocimiento allí donde la percepción sensorial tiene tales límites. El místico ordinario es de la misma opinión que el materialista con respecto al conocimiento humano de las ideas. Sostiene que las ideas no alcanzan lo espiritual, que por lo tanto uno debe permanecer siempre fuera de lo espiritual con el conocimiento de las ideas. Pero ahora que sí quiere llegar a lo espiritual, recurre a una experiencia interior libre de ideas. Así da la razón al observador materialista de la naturaleza al limitar el conocimiento de las ideas al conocimiento de lo meramente natural. 

Pero si uno se adentra en el alma interior sin llevar consigo las ideas, entonces se llega a la región interior del mero sentimiento. Se habla entonces de que no se puede llegar a lo espiritual por un camino que en la vida ordinaria se llama camino del conocimiento. Se dice que uno debe sumergirse de la esfera del conocimiento a la del sentimiento para experimentar lo espiritual.

El observador materialista de la naturaleza puede estar de acuerdo con este punto de vista si no considera todo lo que se dice del espíritu como un juego fantástico con palabras que no significan nada real. Entonces ve en su mundo de ideas orientado hacia lo sensorial la única base justificada del conocimiento y en la relación mística del hombre con el espíritu algo puramente personal, a lo que uno se inclina o no, según su disposición, pero de lo que en cualquier caso no se puede hablar del mismo modo que del contenido de un "conocimiento seguro". La relación del ser humano con lo espiritual debe dejarse enteramente al "sentimiento subjetivo".

Al poner esto ante los ojos de mi alma, las fuerzas de mi alma que se oponían interiormente al misticismo se hicieron cada vez más fuertes. <La percepción de lo espiritual en la experiencia anímica interior era para mí mucho más segura que la de lo sensorial; me era imposible fijar límites de conocimiento en relación con esta experiencia anímica. Rechacé resueltamente el mero camino emocional hacia lo espiritual.

Y, sin embargo, cuando yo observaba las experiencias de los místicos, volvía a sentir una relación lejana con mi propia posición en el mundo espiritual. Busqué la comunión con el espíritu a través de las ideas iluminadas por el espíritu de la misma manera que el místico a través de la comunión con un ideal. También podría decir: Mi punto de vista se basa en una experiencia "mística" de las ideas.

No hubo gran dificultad en aportar claridad a este conflicto de almas dentro de uno mismo, que finalmente se eleva por encima de él. Pues la visión real de lo espiritual arroja luz sobre la esfera de validez de las ideas, y muestra a lo personal sus límites. Como observador de lo espiritual, uno sabe cómo deja de actuar lo personal en el ser humano cuando la esencia del alma se transforma en el órgano de visión del mundo espiritual.

La dificultad, sin embargo, surgió del hecho de que tuve que encontrar las formas de expresión de mis puntos de vista en mis escritos. No se puede encontrar inmediatamente una nueva forma de expresión para una observación que es desconocida para el lector. Tenía la opción de expresar lo que consideraba necesario o bien en las formas que se utilizan habitualmente en el campo de la observación de la naturaleza, o bien en las formas que utilizan los escritores más inclinados a la sensibilidad mística. Estas últimas no me parecieron capaces de superar las dificultades que surgirían.

Llegué a la conclusión de que las formas de expresión en el campo de las ciencias naturales consistían en ideas llenas de contenido, aunque al principio se tratara de un contenido concebido de forma materialista. Quería formar ideas que apuntaran a lo espiritual de un modo similar a como las ciencias naturales apuntan a lo perceptible sensorialmente. De este modo, podía conservar el carácter de ideas para lo que tenía que decir. Lo mismo parecía imposible con el uso de formas místicas. Porque éstas básicamente no apuntan a la esencia fuera del ser humano, sino que sólo describen las experiencias subjetivas en el ser humano. Yo no quería describir experiencias humanas, sino mostrar cómo,, a través de órganos espirituales, se revela un mundo espiritual en el ser humano.

De tales antecedentes se formaron las figuras de las ideas, a partir de las cuales creció más tarde mi "filosofía de la libertad". No quise dejar que prevaleciera en mí ningún impulso místico al formar estas ideas, aunque tenía claro que la experiencia final de lo que iba a revelarse en ideas tenía que ser del mismo tipo dentro del alma que la percepción interior del místico. Pero seguía existiendo la diferencia de que en mi representación el ser humano se entrega y lleva el mundo espiritual exterior dentro de sí a la apariencia objetiva, mientras que el místico intensifica su propia vida interior y de este modo extingue la verdadera forma de lo espiritual objetivo.

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