GA108 Berlín, 22 de diciembre de 1908 - La experiencia de Damasco de Novalis. Reconoció en Cristo al "Dios del futuro", el "Hijo del Hombre".

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LA EXPERIENCIA DE DAMASCO EN NOVALIS

Rudolf Steiner

Berlín, 22 de diciembre de 1908


La experiencia de Damasco de Novalis. Reconoció en Cristo al "Dios del futuro", el "Hijo del Hombre". La fiesta de Navidad. La proclamación de Cristo por los iniciados en los misterios de la Atlántida y las culturas post-atlantes. El Misterio del Gólgota. Cristo con los muertos. El acontecimiento del Gólgota constituye el principio para poder trabajar desde lo físico hacia lo espiritual. El misterio de Navidad: la futura semilla del Cristo.

De vez en cuando surgen una y otra vez personas que ven, lo que durante muchos siglos ha sido sentido en el corazón y en el alma por miles y miles. Sólo aquel que vive con lo que hemos alcanzado en nuestros tiempos más recientes a través de las percepciones de las ciencias ocultas sabe que este sentimiento, experimentado por miles y miles, puede ser visto por los videntes en cualquier momento, que es posible ver lo que ha surgido como resultado del acontecimiento del Gólgota que ilumina todo nuestro desarrollo. 

Gracias a lo que sucedió en el Gólgota, toda la esfera espiritual de nuestro círculo terrestre cambió. Y desde entonces el vidente, con sólo que su ojo interior esté un poco abierto por esos sentimientos que pueden conectarnos con el acontecimiento del Gólgota, ve la consecuencia de este acontecimiento: la presencia sempiterna del poder Crístico, que desde entonces se ha incorporado al círculo espiritual de la tierra.  Los demás, cuando penetran las grandes verdades y los poderosos impulsos de la proclamación del acontecimiento del Gólgota, sienten y perciben la fuerza de este hecho. Sienten que desde entonces el corazón del hombre puede experimentar algo diferente de lo que experimentaba antes en la tierra; saben que hay algo que antes no se podía sentir de la misma manera. Y esto lo ve el vidente. 

Uno de esos videntes, como por gracia de los poderes divino-espirituales, casi se podría decir milagrosamente llamado a ser vidente, fue el joven poeta alemán Novalis. A través de un acontecimiento que le sacudió profundamente, que le enseñó como por arte de magia la relación entre la vida y la muerte, se le abrió la visión espiritual, y además de la gran retrospectiva hacia el pasado de la tierra y de los tiempos del mundo, también se le presentó ante esta visión espiritual el ser de Cristo. En relación con este Ser Crístico, a Novalis se le permitió decir de sí mismo que pertenecía a aquellos que habían visto por sí mismos con su visión espiritual aquello que se revela cuando "se levanta la piedra" haciendo visible ese Ser que ha dado pruebas a nuestra existencia terrenal de que la vida en lo espiritual siempre vence a la muerte. 

No debemos -como ya ha sucedido- referirnos a Novalis como una persona que tuvo una vida, sino como el recuerdo de una vida anterior. Con su iniciación, que obtuvo como por gracia, le vino al mismo tiempo todo lo que había adquirido en encarnaciones anteriores; en realidad sólo fue un gran don de síntesis de percepciones que había tenido en una vida anterior. Y puesto que tenía la retrospectiva de aquellos tiempos y podía mirar con visión espiritual, se le permitió decir que en la vida nada es comparable a él como  el gran acontecimiento, puesto que había descubierto en sí mismo lo que es el Cristo. Tal experiencia es como una repetición del acontecimiento de Damasco, donde Pablo, que hasta entonces había perseguido a los seguidores del Cristo Jesús y no había obedecido su anuncio, recibió a través de una visión superior la prueba directa de que Él está allí y vive, de que a través del acontecimiento del Gólgota sucedió algo, que destaca por sí solo en toda la evolución de la humanidad. Así, aquellos para quienes el ojo está abierto pueden ver este acontecimiento repetido. 

El Cristo no existía meramente en el cuerpo en el que habitaba. Permaneció unido a la tierra; el poder solar se unió a la tierra a través de él. 

Novalis habla de la revelación que le llegó como "única" y sostiene que sólo aquellos que con toda su alma están dispuestos a relacionarse con este Acontecimiento son hombres en el verdadero sentido. Dice con razón que el indio antiguo, con su sublime espiritualidad, se habría aliado con Cristo de haberlo conocido. Novalis dice que el Cristo que él ha visto con los ojos del espíritu es un Poder que impregna a todos los seres, no por un oscuro presentimiento o una fe ciega, sino por un conocimiento real. Este Poder puede ser reconocido por el ojo en el que actúa. El ojo que contempla al Cristo ha sido formado por el Poder Crístico. El Poder Crístico dentro del ojo contempla al Cristo fuera del ojo.

¡Son palabras verdaderamente maravillosas! Novalis también es consciente de la estupenda verdad de que, desde el Acontecimiento del Gólgota, el Ser que llamamos Cristo ha sido el Espíritu planetario de la Tierra, el Espíritu por el que el cuerpo de la Tierra se transformará gradualmente. Una maravillosa visión del futuro se abre ante Novalis. Él ve la Tierra transfigurada; ve la Tierra actual, en la que aún está contenido el residuo de los tiempos antiguos, transformada en el Cuerpo de Cristo; ve las aguas de la Tierra impregnadas de la Sangre de Cristo, y ve las rocas sólidas como la Carne de Cristo. Ve el cuerpo de la Tierra convirtiéndose gradualmente en el Cuerpo de Cristo; ve la Tierra y Cristo milagrosamente hechos uno; ve la Tierra en el tiempo futuro como un gran organismo que alberga al hombre, un organismo cuya alma es Cristo.

En este sentido, y a partir de su profundo conocimiento de las verdades ocultas, Novalis habla de Cristo como del Hijo del Hombre. Así como, en cierto sentido, los hombres son los "Hijos de los Dioses", es decir, de los antiguos Dioses que a lo largo de incontables millones de años han moldeado y dado forma a nuestro planeta, que han construido los cuerpos en los que vivimos y el suelo sobre el que nos movemos, así, superando las cosas terrenales, la tarea del hombre es construir, mediante sus propias fuerzas, una Tierra que será el cuerpo del nuevo Dios, el Dios del futuro. Y mientras los hombres de antaño miraban hacia atrás, hacia los Dioses primigenios, anhelando unirse a ellos en la muerte, Novalis reconoce al Dios que en el tiempo venidero tendrá como cuerpo todo lo mejor que hay en nosotros y que podemos ofrecerle. En Cristo ve al Ser al que la humanidad se ofrece para que este Ser tenga un cuerpo. Reconoce a Cristo como el "Hijo del Hombre" en este sentido superior y cosmológico. Habla de Cristo como del "Dios del futuro".

Todas estas experiencias y percepciones están tan cargadas de significado que son capaces de encender en nuestras almas el verdadero espíritu de la Navidad. Así pues, dejaremos que alguien que vivió una breve vida a finales del siglo XVIII, muriendo a la edad de 29 años, describa las experiencias asociadas con el mayor acontecimiento de su vida: la sublime visión del Ser de Cristo.

(Marie von Sivers (Marie Steiner) recitó aquí un poema de los Cantos Espirituales de Novalis).

Durante mucho tiempo, el árbol de Navidad no representaba el símbolo de las fiestas navideñas. No encontraremos ningún poema sobre el Árbol de Navidad entre, digamos, las obras de un poeta como Schiller, aunque si tal costumbre hubiera existido en su época, sin duda habría reconocido sus posibilidades poéticas y no le habría resultado difícil escribir un poema sobre el tema. Pero en la época de Schiller el árbol de Navidad en su forma actual era desconocido. Es una institución joven y bastante reciente. En épocas anteriores, los hombres celebraban esta fiesta de otra manera. Por mucho que nos remontemos a épocas pasadas, mientras se pueda hablar de seres humanos en su forma actual o que tengan los rudimentos de esa forma, encontraremos en todas partes una institución que se asemeja a nuestra Fiesta de Navidad; la encontraremos en formas constantemente nuevas entre las masas generalizadas de los pueblos y como una representación en los Misterios más elevados.

El hecho mismo de que la fiesta en sí sea tan antigua y nuestro símbolo actual tan reciente, es indicativo de un elemento de eternidad, de una realidad eterna de la que surgen siempre nuevas formas. Esta Fiesta de Cristo y todos los sentimientos y experiencias que simboliza son tan antiguos como la humanidad en la Tierra. Pero el hombre siempre podrá encontrar nuevos símbolos, símbolos acordes con los tiempos, como formas exteriores de expresión de esta fiesta. Del mismo modo que la propia Naturaleza se rejuvenece cada año y sus fuerzas eternas brotan en formas siempre nuevas, lo mismo sucede con los símbolos de la piedad navideña, que en su constante rejuvenecimiento manifiestan la realidad eterna de esta fiesta. Y así, en la solemnidad de esta hora de Navidad, traeremos ante nuestras almas una imagen de lo que los hombres de la Tierra han experimentado en el tiempo en que ahora celebramos la Navidad.

Como alumnos de la Ciencia Espiritual podemos enviar nuestros pensamientos a épocas del pasado muy, muy lejano, para empezar a los tiempos en que nuestras almas estaban encarnadas en cuerpos atlantes, cuerpos muy diferentes de los de hoy. En aquella época había grandes Maestros que eran también los Guías de la humanidad. Los hombres contemplaban un mundo diferente, en el que no existía la brillante luz del sol para revelarles con claridad las formas de los objetos en los reinos de la Naturaleza. Todo a su alrededor estaba como envuelto en niebla, no sólo porque gran parte de la Atlántida estaba cubierta de niebla a través de la cual la luz del sol no podía penetrar en la misma medida que lo haría más tarde, sino también porque la facultad de percepción del hombre aún no se había desarrollado hasta el punto de que los objetos externos aparecieran con contornos claros. Cuando los hombres se despertaban por la mañana veían todo lo que les rodeaba en la Naturaleza divina envuelto en niebla y rodeado de colores áuricos, y cuando se iban a dormir por la noche pasaban a un mundo espiritual sin caer en el olvido y la inconsciencia del dormir actual.

En los tiempos de la Atlántida, cuando los seres humanos se iban a dormir, contemplaban a los Seres divinos-espirituales que les acompañaban; contemplaban a esos Seres divinos que una vez fueron experimentados como realidades y que en épocas posteriores se conservaron como recuerdos en diferentes regiones de la Tierra, llevando diferentes nombres: Wotan, Thor, Baldur, en la Europa Media; nombres tales como Zeus, Palas Atenea, Ares, etc., fueron asignados a aquellas figuras divinas que una vez fueron visibles a los ojos del alma del hombre en la antigua Atlántida. Pero en los tiempos de la Atlántida los mundos divinos ya no eran los mundos más elevados y creativos de los que había surgido el hombre en la era de Lemuria. Nuestras almas nacieron una vez del vientre de Seres divinos de cuya sublimidad y majestad sólo podemos tener hoy un tenue indicio. Estos mismos Seres divinos enviaron los orbes cósmicos y todas las fuerzas que nos rodean. El hombre estaba en el seno de Seres divinos cuyas expresiones externas contemplamos en los cuerpos celestes; eran los Seres que atraviesan el aire en relámpagos y truenos, cuyas expresiones son las plantas y los animales y cuyos órganos sensoriales son los cristales. Todo el calor que fluye hacia nosotros, todas las fuerzas en juego a nuestro alrededor, todo esto constituye el cuerpo de los Seres divino-espirituales de los que ha surgido el hombre.

Cuanto más profundamente descendía el hombre a la Tierra, cuanto más estrechamente se unía a las sustancias materiales, cuanto más integraba en sí las sustancias de la Tierra, tanto menos capaz se volvía de contemplar a los grandes Dioses.

En los tiempos primordiales, el hombre no tenía todavía la facultad de conocer el mundo material; no podía ver con los ojos ni oír con los oídos; en su alma surgían imágenes que no eran imágenes de minerales, animales o plantas, sino de Seres divino-espirituales que estaban por encima de él. En épocas posteriores vivió cada vez más en el plano físico, aprendiendo a conocer el mundo físico a través de los órganos sensoriales externos. En los días de la Atlántida, la visión en el plano físico se alternaba con una forma de clarividencia que había permanecido como reliquia del antiguo estado de espiritualidad sublime en el que el hombre había vivido una vez. Pero los dioses que aún podía contemplar en el plano astral, cuando de noche disfrutaba de la dicha de vivir como un ser espiritual entre otros seres espirituales, eran de rango inferior a los dioses más elevados.

A medida que el plano físico se aclaraba, la visión del hombre en los planos espirituales se oscurecía. Pero en la antigua Atlántida había Iniciados que, además de impartir las enseñanzas más profundas relativas a los Dioses de antaño de donde habían surgido los hombres, proclamaban una verdad que presentaban más o menos de la siguiente manera.

Vean la semilla de una planta; vean cómo esta semilla se convierte en una planta. Crece, produce hojas, sépalos, flores y frutos. Quien observa la planta de este modo puede decirse a sí mismo: Miro hacia atrás, hacia la semilla; la semilla es la creadora de las hojas y la flor que veo ante mí, y esta flor contiene en su interior la semilla de una nueva planta; la flor se convierte en una nueva semilla. Y también se puede mirar al futuro". - Así hablaban los grandes Iniciados Atlantes a sus alumnos y, a través de sus alumnos, a todo el pueblo. Decían: 'Podéis mirar hacia atrás, hacia las semillas de los Dioses de donde han surgido los hombres. Las realidades espirituales y físicas que veis a vuestro alrededor son todas hojas que han brotado de las semillas de los Dioses Primigenios. Ved en ellas las fuerzas de esas semillas divinas, del mismo modo que las fuerzas de la semilla de la que ha brotado la planta pueden verse en sus hojas. Pero estamos en condiciones de señalar algo más: en los tiempos futuros se extenderá en torno al hombre algo que será semejante a la flor de una planta, algo que, es cierto, ha brotado de los Dioses antiguos pero que -lo mismo que la flor madura una semilla- ¡contiene una semilla en la que se despliega el nuevo Dios!".

El mundo nace de los Dioses, tal era la antigua enseñanza. Que el mundo dará a luz a un Dios, al gran Dios del futuro, tal fue la profecía hecha por los Iniciados de la Atlántida a sus alumnos y, a través de ellos, al pueblo. Pues, como todos los Iniciados, los de la Atlántida veían el futuro, preveían los grandes acontecimientos del porvenir. Su visión llegaba más allá de la época del gran diluvio atlante, más allá de aquel acontecimiento estupendo por el que cambió la faz de la Tierra. Preveían las civilizaciones que surgirían en el futuro, en la tierra de los santos Rishis, en la tierra de Zaratustra; preveían la antigua cultura egipcia fundada por Hermes, las condiciones anunciadas e inauguradas por Moisés, la felicidad reinante en Grecia, el poder y la fuerza de Roma. Todo esto lo vieron anticipadamente los Iniciados Atlantes, y su visión se extendió hasta nuestra época e incluso más allá de ella. Y a sus discípulos íntimos impartían esperanza, diciéndoles: Cierto, debéis abandonar las tierras espirituales donde ahora habitáis, debéis quedar atrapados en la materia, debéis revestiros de envolturas tejidas con sustancias físicas. Llegará un momento en que tendréis que trabajar en el plano físico, cuando os parecerá que los antiguos dioses han desaparecido de vuestra vista. Pero vuestros ojos podrán volverse hacia donde la nueva estrella pueda apareceros, hacia donde la nueva semilla cobre vida, donde brotará el nuevo Dios del futuro, el Dios que ha esperado a través de las edades para aparecer en la humanidad en el momento justo y apropiado".

Cuando los Iniciados Atlantes quisieron explicar a sus alumnos y a todo el pueblo por qué el hombre estaba destinado a descender al valle de la Tierra, les dijeron que todas las almas verían y experimentarían en algún momento futuro a Aquel que había de venir, que aún estaba oculto a su vista, morando en un reino invisible tanto para los ojos físicos como para los ojos del espíritu que, mientras el hombre aún descansaba en el vientre de los Dioses, Le habían contemplado.

Luego vino el diluvio atlante. En un tiempo comparativamente corto cambió la faz de la Tierra y, tras las migraciones de los pueblos de Occidente a Oriente, surgieron las grandes civilizaciones postatlantes, comenzando por la de la antigua India.

Los grandes Maestros de aquella época, los siete santos Rishis, enseñaron a sus alumnos, y de hecho a todo el pueblo indio, la realidad de un mundo espiritual, pues su vida transcurría ahora en el plano físico y necesitaban que se les enseñara. Sus ojos sólo podían ver ahora la forma exterior del mundo físico como expresión de lo Espiritual, pero no podían ver lo Espiritual en sí. Sin embargo, en el alma de cada indio vivía algo que puede llamarse un tenue recuerdo de lo que el alma había experimentado una vez entre los dioses en la era de la antigua Atlántida. Este recuerdo despertaba un anhelo por lo que se había perdido de tal intensidad, que el alma no podía establecer ninguna relación estrecha con el plano físico, sólo podía considerarlo como maya, ilusión, irrealidad. Las almas tampoco habrían podido soportar tales condiciones en el plano físico si los Rishis, llenos del fuego de la inspiración espiritual, no hubieran podido enseñarles las glorias del antiguo mundo que se les había ido. Las enseñanzas dadas por los Rishis concernientes al Cosmos son aún hoy muy poco comprendidas; eran enseñanzas basadas en una sabiduría primigenia, porque los Rishis fueron iniciados en lo que el hombre había experimentado cuando aún estaba dentro del vientre de los Dioses.

Pues el hombre estaba presente cuando los Dioses separaron el Sol de la Tierra y ordenaron los caminos de los orbes celestes - ¡pero durante su posterior peregrinaje terrestre lo había olvidado!

Esta sabiduría fue enseñada por los Rishis. Y algo más fue enseñado también a aquellos que eran los más avanzados y capaces de sentir su significado. A ellos se les dijo: 'Del mundo en el que el hombre se encuentra ahora, el mundo que ahora ve como maya, surgirá el Ser que aún no puede ser visible en este mundo porque el alma humana no ha alcanzado la etapa en la que puede desplegar el poder de conocer a este Ser. Pero aparecerá Aquel que aún está más allá de tu mundo". Vicva karman era el nombre del Ser proclamado por los antiguos Maestros de la India como el gran Espíritu del futuro. Al pueblo indio se le dijo: 'No podéis verle todavía, como no podéis ver en la flor la semilla de la nueva planta. Pero tan cierto como que la flor contiene la semilla, igualmente cierto es que maya despliega el poder germinativo que hará de la vida en el mundo físico una existencia digna. El Ser conocido en tiempos posteriores como el Cristo fue proclamado de antemano por los Maestros de la antigua India; ellos, con verdadera humildad, fueron sus profetas. Su mirada espiritual podía dirigirse en dos direcciones: hacia atrás, hacia la sabiduría primigenia según la cual se formó el mundo, y hacia adelante, hacia el futuro. Y a los hombres ocupados en las tareas cotidianas de la vida proclamaban la llegada de Aquél cuyo poder penetraría en las profundidades de los corazones humanos y movería las manos humanas a la actividad.

Siempre que se pueda hablar de cultura humana y de comprensión humana, no hubo época en que Él no fuera proclamado. Si en épocas posteriores los hombres han olvidado las proclamaciones, no es culpa de los grandes Maestros de una humanidad anterior.

Luego vino la antigua civilización persa de la que Zaratustra era el Guía. A sus discípulos íntimos, y también a todo el pueblo, Zaratustra proclamó que en todo lo que rodea al hombre, en las fuerzas que fluyen del Sol y de los otros cuerpos celestes a la Tierra, en todo lo que llena la extensión aérea, vive un Ser que ahora se revela al hombre sólo en forma velada. - Y a sus Iniciados, Zaratustra pudo hablar del gran Sol-Aura, de Ahura Mazdao, del Dios del Bien. Lo que dijo a sus discípulos puede traducirse más o menos de la siguiente manera. - Mirad la planta. Crece a partir de la semilla, desarrolla hojas y flores. Pero la planta está impregnada por una fuerza misteriosa que surge en el corazón de la flor como la nueva semilla. Lo que rodea a la semilla se caerá; pero la fuerza más íntima que puede percibirse en el corazón de la flor te permite sentir que una nueva planta surgirá de la antigua. Si reflexionáis sobre el poder y la fuerza de la luz del Sol, sintiendo que en ella no contempláis más que la expresión física de una realidad espiritual y dejándoos inspirar por el poder espiritual del Sol, entonces comenzaréis a comprender el anuncio profético del Fruto Divino que ha de nacer de la Tierra".

Cuando estos alumnos íntimos alcanzaron una fase muy avanzada, se les permitió, en determinados momentos, escuchar enseñanzas aún más secretas. Y en horas consagradas Zaratustra les hablaba de Uno que vendría cuando los hombres estuvieran preparados para recibirlo en su seno con comprensión. Poderosas imágenes de Aquel que vendría fueron presentadas por Zaratustra a sus alumnos. A un discípulo podía revelarle la imagen misma, a un segundo sólo una especie de reflejo; a los demás sólo era posible darles una imagen general de lo que sucedería en el futuro. - Así, Aquel que fue llamado Cristo también fue proclamado en la civilización de Zaratustra en la antigua Persia.

Lo mismo ocurrió en la civilización egipcia. Hermes también tenía sus Iniciados egipcios y a través de ellos había proclamado al Cristo de cierta manera a todo el pueblo del antiguo Egipto. En la leyenda de Osiris puede verse un reflejo del anuncio de Cristo.

¿Qué era lo que la leyenda de Osiris transmitía a los hombres? La leyenda cuenta que en los tiempos antiguos el pueblo fue bendecido porque Osiris gobernó en la Tierra de Egipto en verdadera unión con Isis, su esposa. Su malvado hermano, Set, o Tifón, resolvió destruir a Osiris. Para ello construyó un cofre en el que Osiris estaba prisionero y lo arrojó al mar. Isis encontró el cofre, pero no pudo devolver a Osiris a la vida en la Tierra. Había sido transportado a reinos superiores y desde entonces sólo podía ser visto por los hombres después de haber atravesado la puerta de la muerte. A cada egipcio se le decía: Después de la muerte puedes estar unido a Osiris tan verdaderamente como tu mano está unida a ti aquí en la Tierra. Después de la muerte puedes ser parte de Osiris y llamarle tu propio Yo superior, pero sólo a condición de que lo hayas merecido en el plano físico. Después de la muerte puedes estar unido con el Dios conocido por ti como el Altísimo.

A un Iniciado se le podía revelar algo más. Cuando había pasado por todas las pruebas y exámenes, cuando había recibido todas las enseñanzas que deben preceder a la visión de los mundos superiores, entonces, incluso durante la vida física entre el nacimiento y la muerte, se le revelaba la imagen de Osiris, la imagen que sólo se presentaba a los demás hombres después de la muerte. El Ser con el que el alumno de los Iniciados egipcios debía sentirse unido se presentaba ante él cuando estaba fuera de su cuerpo, cuando su cuerpo etérico, su cuerpo astral y su yo se habían elevado fuera del cuerpo físico; y entonces, aquel que incluso en vida había contemplado a Osiris podía proclamar a los demás: - ¡Osiris vive! Pero nunca se habría podido proclamar en el antiguo Egipto: ¡Osiris habita entre nosotros! Esto se expresaba en la leyenda diciendo: ¡Osiris es un rey que nunca ha sido visto sobre la Tierra! El " cofre " no es otra cosa que el cuerpo físico. En el momento en que Osiris es depositado en el cuerpo físico (cofre), las fuerzas enemigas del mundo físico, fuerzas que aún no están preparadas para recibir al Dios, se afirman con tal fuerza que llevan al Dios a la destrucción. El mundo físico aún no está preparado para recibir al Dios con el que el hombre debe unirse. Pero" - así hablaban aquellos que podían atestiguar personalmente que Osiris vive - "aunque os decimos que el Dios vive en verdad, sólo el Iniciado puede contemplarlo, cuando él (el Iniciado) está alejado del mundo físico. El Dios con el que el hombre debe llegar a ser uno en lo más íntimo de su ser, vive, pero vive en el mundo espiritual. Sólo quien abandona el mundo físico puede unirse con el Dios".

Al mismo tiempo, los hombres empezaban a amar cada vez más el mundo físico, pues su tarea y su misión consistían en trabajar en el mundo físico, en establecer una cultura tras otra en el mundo físico. En la misma medida en que los ojos miraban con visión más clara y la inteligencia cada vez era más capaz de comprender los acontecimientos del mundo físico, en la misma medida en que aumentaban los conocimientos del hombre, permitiéndole hacer descubrimientos e invenciones útiles para los fines de la vida física, en esa misma medida se le hacía cada vez más difícil, durante la vida entre el nacimiento y la muerte, contemplar el mundo espiritual. Podía oír de los Iniciados que el Dios con el que debe unirse, vive en verdad; pero del mundo físico poco podía extraer que le hiciera posible la comunión definitiva con Osiris en aquel mundo. Una oscuridad cada vez mayor se extendía sobre la vida en el mundo que el hombre suponía que era el hogar del Dios con el que debía unirse.

Luego vino la época griega en la que, con todo su deleite en el mundo físico, los hombres lograron ese matrimonio entre el espíritu y la materia que dio tan gloriosos frutos en el plano físico. En las maravillosas obras maestras de la antigua Grecia tenemos una imagen de cómo, en la época en que iba a tener lugar el Acontecimiento del Gólgota, los hombres se relacionaban con el mundo espiritual. 

Es difícil de concebir, pero es cierto, que el logro supremo de la arquitectura - el templo griego - corresponde con el punto más bajo en la relación del hombre con el mundo espiritual.

Imaginemos un templo griego que se eleva ante nosotros. En sus formas, en su perfección y plenitud, es la expresión más pura y noble de lo Espiritual, de modo que podría decirse una vez, y con verdad: Dios mismo habita en el templo griego. El Dios estaba presente en el templo, porque las líneas tejidas por la materia estaban en todas partes en armonía con el orden espiritual del Cosmos y con las líneas que impregnan el plano físico como las direcciones del espacio. No hay ejemplo más bello ni más noble de la compenetración del espíritu del hombre y la materia física que un templo griego. Es el ejemplo sin igual de unión entre los mundos superiores y la materia física.

A través de sus obras de arte y de los principios expresados en su creación, los griegos fueron capaces de hacer descender entre ellos a los antiguos dioses. Y aunque los griegos no contemplaran realmente a Zeus o a Palas Atenea cuando descendieron, los dioses estaban allí, atraídos y encantados por estas obras de arte, los dioses que una vez habían sido visibles para los hombres y entre los que habían vivido en los tiempos de la Atlántida. Los hombres fueron capaces de proporcionar una morada gloriosa a los antiguos dioses.

Y ahora veamos lo que el templo griego representa en otro aspecto. Supongamos que la conciencia clarividente tiene ante sí un templo griego. Pensemos en lo que sucede cuando la conciencia clarividente tiene ante sí una reliquia como uno de los templos de Paestum. La armonía de las líneas que presentan las columnas y las cubiertas de los tejados puede llenarnos literalmente de arrobamiento. La perfección es tal que uno puede imaginarse y sentir la presencia misma de la divinidad en la propia estructura física. La misma sensación puede surgir cuando la arquitectura griega se ve a través de los ojos del cuerpo físico.

Y ahora piensa en la conciencia clarividente transportada al mundo espiritual. Allí es como si una pantalla negra se dibujara a través de lo que hay que ver en el mundo físico; lo que hay que ver allí está como borrado. Nada de todo este esplendor del plano físico puede ser transportado al mundo espiritual. La belleza suprema -cuando realmente lo es- lograda en el plano físico, es borrada en el mundo espiritual. Y entonces nos damos cuenta de que no es un mito cuando, al conocer a un Iniciado, uno que era una figura destacada en Grecia pronunció las palabras: ¡Mejor es ser un mendigo en el mundo superior que un rey en el reino de las sombras! (Homero: Odisea, Canto XI, versos 488-491) - En Grecia, donde el hombre podía encontrar tanta dicha en el mundo físico, las almas entraban en una existencia sombría cuando pasaban al mundo de los muertos. Esplendor en el mundo físico - esterilidad equivalente en el mundo espiritual.

Hagamos ahora otras dos comparaciones con la experiencia que suscita un templo griego. - Pensemos en la Madonna Sixtina de Rafael o en la Última Cena de Leonardo da Vinci, obras creadas después del Gólgota e influidas por sus misterios. La visión de estos cuadros puede llenar el alma de éxtasis, y esto también es aplicable a la conciencia clarividente.

Cuando los ojos de la conciencia clarividente se posan sobre estas imágenes en el plano físico y esta conciencia se eleva después hacia el mundo espiritual, el hombre se da cuenta, aunque lo físico ya no se ve: Lo que llevo al mundo espiritual a partir de la experiencia suscitada por estas imágenes no es simplemente un eco de lo físico; aquí no sólo está el arrobamiento que experimenté al verlas, sino que ahora por primera vez me doy cuenta de toda su gloria; ¡en el mundo físico sólo puse la semilla de lo que ahora experimento en una majestad y esplendor infinitamente mayores! - Cuando un hombre contempla esas imágenes en las que se encierran los misterios relacionados con el Gólgota, está poniendo la semilla -pero sólo la semilla- de un conocimiento mayor en el mundo espiritual. ¿Qué lo ha hecho posible? Ha sido posible porque el Poder espiritual proclamado con tanta antelación, apareció realmente en la Tierra. La humanidad había logrado desplegar una flor en la que podía madurar la semilla del Dios del futuro. A través del Acontecimiento del Gólgota se comunicó a la existencia terrestre algo que el hombre no sólo puede llevar consigo al mundo espiritual, sino que en los mundos espirituales aparece en mayor gloria y sublimidad.

En el momento en que el cuerpo físico de Cristo Jesús murió en el Gólgota, Cristo apareció entre los que vivían entre la muerte y un nuevo nacimiento. Él pudo proclamarles lo que ninguno de los Iniciados anteriores, cuando pasaban al mundo espiritual, habría podido proclamar. Cuando los Iniciados anteriores -digamos de los Misterios de Eleusis- pasaban de este mundo físico al mundo de los que viven entre la muerte y un nuevo nacimiento, ¿qué habrían podido decir los Iniciados de Eleusis a esas almas? Podrían haberles hablado de lo que ocurría en el plano físico, pero eso sólo les habría causado nostalgia y dolor. Porque su vida había arraigado enteramente en el plano físico y en aquel mundo, donde nada físico podía encontrarse y reinaba la oscuridad, las almas no podían compartir el Sentimiento que hacía exclamar a un hombre importante en el plano físico: ¡Mejor es ser un mendigo en el plano físico que un rey en el reino de las Sombras! Los Iniciados que podían aportar tales tesoros a los que vivían en el plano físico, no podían haber aportado nada a las almas que entonces vivían en aquel mundo. Luego vino el Acontecimiento del Gólgota. Cristo apareció entre los muertos, y por primera vez pudo proclamarse en el mundo espiritual un acontecimiento del mundo físico que constituye el comienzo de un puente que conduce del mundo físico al espiritual. Cuando Cristo apareció en el mundo inferior, fue como si la luz brillara a través de los mundos espirituales. Pues en el propio mundo físico se había aportado la prueba incontrovertible de que lo espiritual puede vencer para siempre a la muerte. Y así sucedió que el hombre también puede llevar consigo al mundo espiritual las experiencias que le llegan en el mundo físico.

Esto es válido para el Evangelio de San Juan en un grado aún mayor y también para los otros Evangelios que relatan el Acontecimiento del Gólgota. Aquel que estudia el Evangelio de San Juan en el plano físico, experimenta un gozo intelectual por la lectura de este gran registro; pero cuando pasa al mundo espiritual, sabe que lo que pudo experimentar en el mundo físico no era más que un anticipo de lo que ahora puede percibir y contemplar. El hecho de suprema importancia es que el ser humano puede ahora llevarse consigo sus tesoros del plano físico al mundo espiritual.

Desde el acontecimiento del Gólgota, el mundo espiritual se ha iluminado con una luz cada vez más brillante y clara. Todo lo que existe en el mundo físico ha surgido del mundo espiritual. Cuando pasó del mundo físico al espiritual, el hombre precristiano podía decir: He aquí la fuente y el origen de todo lo que contiene el mundo físico. Lo que ha surgido del mundo espiritual no son más que los efectos. Pero desde el Acontecimiento del Gólgota, el hombre puede decir cuándo pasa del mundo físico al espiritual: En el mundo físico también hay causalidad y lo que se experimenta en el plano físico se traslada al mundo espiritual.

Y así continuará, cada vez en mayor medida. Todo lo que procede del trabajo de los antiguos Dioses morirá y lo que florecerá crecerá en el futuro, como el trabajo del Dios del futuro. Esto es lo que pasará al mundo espiritual. Es como cuando un hombre, mirando la semilla de una nueva planta, se dice a sí mismo: Es cierto que ha brotado de una planta vieja, de una semilla anterior, pero ahora la vieja ha caído, se ha desvanecido, y ahora está allí la nueva semilla, la semilla que se desarrollará en la nueva planta, en la nueva flor. - Nosotros también vivimos en un mundo en el que las hojas y las flores han brotado de las semillas nacidas de los antiguos dioses. Pero cada vez más el nuevo fruto, el fruto de Cristo, se está desplegando y todo lo demás caerá. Lo que se realiza aquí, en el mundo físico, tendrá valor para el futuro en la medida en que se traslade al mundo espiritual. Ante los ojos del Espíritu surge un mundo en el futuro, un mundo que tiene sus raíces en lo físico como nuestro mundo tuvo una vez sus raíces en lo espiritual. Así como los hombres son los hijos de los Dioses, así, de lo que los hombres del mundo físico experimentan al elevarse a una comprensión del Acontecimiento del Gólgota, se formará el cuerpo para esos nuevos Dioses del futuro, de los cuales Cristo es el Líder. Así, los mundos antiguos viven en el nuevo; el viejo muere completamente, y el nuevo brota de lo viejo. Pero esto sólo pudo ocurrir porque la humanidad fue capaz de desplegar una flor para ese Ser espiritual que se convertiría en el Dios del futuro.

Esta flor que podía desplegar dentro de sí la semilla del Dios del futuro sólo podía ser una triple envoltura humana consistente en cuerpo físico, cuerpo etérico y cuerpo astral, una envoltura limpia y purificada por todo lo que podía ser alcanzado por el hombre en la Tierra. Y esta envoltura de Jesús de Nazaret, que se sacrificó para que la Semilla Crística pudiera ser recibida, esta flor de la humanidad, representa la esencia más pura que los esfuerzos espirituales de la humanidad en evolución han sido capaces de producir. Hasta que la tierra no estuvo preparada para dar a luz su flor más hermosa, no pudo aparecer la semilla del nuevo Dios. Y el nacimiento de esta flor se conmemora en nuestra festividad de Navidad. En nuestra festividad de Navidad celebramos el nacimiento de la flor que iba a recibir la semilla de Cristo.

La Navidad es una festividad en la que los hombres pueden mirar al pasado y también al futuro. Porque del pasado ha brotado la flor a partir de la cual se despliega la semilla del futuro. La triple envoltura de Cristo fue un producto de la antigua Tierra, tejida y nacida de lo más alto que los hombres podían alcanzar. Y ninguna presentación externa de un misterio puede causarnos una impresión más poderosa que la presentación del misterio de cómo la flor más bella de la humanidad pudo brotar del cáliz más puro.

Que la humanidad salió una vez del vientre de la Divinidad, que el hombre fue una vez un ser espiritual y descendió a la existencia material, ¿cómo puede presentarse esto más bellamente que indicando cómo lo Espiritual se densifica gradualmente, cómo el hombre mismo se ha densificado a partir de la bruma informe de lo Espiritual? Como una profética prefiguración, el antiguo egipcio representó a la Diosa con cabeza de león, todavía totalmente espiritual, perteneciente a la época en que el hombre era todavía apenas material, todavía descansando como un ser etérico-espiritual en el vientre de la Divinidad. Luego, anticipando la posterior "Madonna Sixtina", tenemos la representación egipcia de otra forma femenina: Isis con el niño Horus. Allí vemos cómo lo que nace de las nubes, es decir, del Espíritu, se ha densificado en el cáliz, en lo que representa al ser humano desarrollándose hacia el futuro. Esta concepción, ya prefigurada por los hombres de la Antigüedad, la vemos en la Virgen cristiana con el Niño Jesús.

Con suprema pureza y delicadeza, Rafael ha plasmado este misterio en su representación de la Virgen. Un ser humano cristaliza de las cabezas de los ángeles y, a su vez, da a luz a Jesús de Nazaret, la flor en la que ha de recibirse la semilla de Cristo. Toda la historia de la evolución de la humanidad está contenida de la manera más maravillosa en esta imagen de la Virgen. No es de extrañar que, mientras estaba ante la Virgen, surgiera en aquel cuyas palabras hemos escuchado hoy, el glorioso recuerdo de la encarnación de la que su última encarnación fue a su vez un recuerdo, y que hizo revivir en sí mismo toda la sublime percepción que este misterio ilustrado de la humanidad podía despertar; no es de extrañar que estos sentimientos fluyeran hacia el ser del que nació Cristo, hacia la figura que produjo el cáliz del que brotó la flor que podía permitir que madurara la semilla del nuevo Dios.

Y así vemos cómo en el superdotado Novalis, los sentimientos libres de todo sesgo confesional se avivan ante la representación de este Misterio sagrado que se representó en la primera Navidad y se repite en cada Navidad. Es el Misterio de los antiguos Iniciados, representados por los Magos, que traen sus ofrendas al nuevo Misterio. Los Magos, portadores de la sabiduría de los tiempos pasados, hacen sus ofrendas a lo que ha de avanzar hacia el futuro, lo que, en un ser humano, albergará un día el poder por el que todos los mundos relacionados con la Tierra están impregnados.

Novalis experimentó el Misterio de Cristo, el Misterio de María, en relación con el Misterio Cósmico, cuya luz brilló ante los ojos de su alma como había brillado en la primera Navidad, cuando Seres que no habían descendido al plano físico proclamaron la unión entre un Poder cósmico y uno terrenal, que puede hacerse realidad en los corazones humanos y en el Cosmos mismo cuando el corazón humano se une con Cristo. La proclamación egipcia: "El Dios con el que debes unirte habita en el mundo al que sólo se puede llegar después de la muerte", ya no es válida. Porque ahora el Dios con el que el hombre debe unirse vive entre nosotros aquí, entre el nacimiento y la muerte; y los hombres pueden encontrarlo cuando unen sus corazones y sus almas con Él en este mundo. Así, en la primera Noche Santa de la Cristiandad resonó la melodía:


Offenbarung durch die Höhen dem Gotte,

Ruhe und Stille durch die Erdenräume,

Seligkeit in den Menschen.


Revelación en las Alturas a Dios,

Tranquilidad y paz por toda la Tierra,

Bendita alegría en los Hombres.1


Los poemas de Novalis ("Marienlieder") fueron recitados por Marie von Sivers (Marie Steiner) al final de esta conferencia.

Traducido por J.Luelmo ago.2023

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