GA227 Penmaenmawr, 22 de agosto de 1923 - La vida de los sueños

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    RUDOLF STEINER 

Conocimientos de Iniciación

LA VIDA DE LOS SUEÑOS

 Penmaenmawr, 22 de agosto de 1923

cuarta conferencia

Entre la vida despierta del hombre y su vida dormida -que ayer pude describirles al menos en líneas generales- está su vida onírica. Ésta puede tener poca importancia para las realidades inmediatas de la existencia diaria, pero tiene la mayor importancia imaginable para un conocimiento más profundo tanto del mundo como del hombre. Esto no sólo se debe a que, en la Ciencia Espiritual de la que aquí se habla, debe reconocerse plenamente lo que significa un sueño, de modo que su estudio pueda conducir a muchas otras cuestiones, sino también a la particular importancia de la vida onírica como un resquicio, digamos, a través del cual brillan en este mundo ordinario otros mundos diferentes del que experimentan los seres humanos cuando están despiertos. Así pues, los elementos desconcertantes de las imágenes oníricas a menudo llaman la atención sobre otros mundos, por debajo o por encima del normalmente accesible, y también dan algún indicio de la naturaleza de estos mundos.

Por otra parte, desde el punto de vista de la conciencia superior, es extraordinariamente difícil profundizar en los enigmas de la vida onírica, pues los sueños tienen poder para llevar a las personas a las mayores ilusiones imaginables. Precisamente cuando los sueños están en cuestión, es cuando la gente se inclina a equivocarse sobre la relación de algo ilusorio con la realidad que hay detrás de ello. A este respecto, consideremos lo que he dicho sobre la vida del dormir y las vidas repetidas en la Tierra.

Un ejemplo de la vida del sueño, que se repite constantemente de una forma u otra, es el siguiente. Soñamos que hemos hecho algo que, estando despiertos, nunca se nos habría ocurrido hacer, algo que, de hecho, está fuera del alcance de cualquier cosa que hubiéramos podido lograr en la vida real. Luego soñamos que no encontramos el artículo que creemos haber fabricado y nos ponemos a buscarlo desesperadamente.

Veamos este ejemplo más de cerca. En la forma que lo he descrito, aparece en la vida onírica de todo el mundo, con variaciones. Pero veamos un caso concreto. Digamos que un sastre, aunque sólo sea un sastre a pequeña escala, sueña que ha confeccionado un abrigo de ceremonia para un ministro de Estado. Se siente muy satisfecho con su trabajo en el abrigo, que ahora debería estar listo. Sin embargo, de repente, el estado de ánimo del sueño cambia y, cuando busca por todas partes el abrigo que debe entregar, no lo encuentra.

He aquí un sueño de algo que nunca podría sucederle al soñador, pero de algo que él puede muy bien imaginar como altamente deseable. Él es sólo un pequeño sastre para gente humilde, al que nunca podrían encargarle un abrigo así. Pero de vez en cuando, en sus ambiciosas ensoñaciones, puede haber tenido el deseo de confeccionar alguna prenda de alto rango; aunque tal vez incapaz de hacerlo, puede haberlo abrigado como una ambición.

Pero, ¿Qué hay detrás de todo esto? Algo muy real. Cuando el hombre duerme está fuera de sus cuerpos físico y etérico, con su Yo y su cuerpo astral, él se encuentra dentro del ser que pasa por repetidas vidas en la Tierra. Lo que da fuerza interior al hombre dormido, lo que sobre todo está interiormente activo en su ser, es el Yo junto con el cuerpo astral. Estos no tienen por qué limitarse a los recuerdos de la experiencia en la vida que acaba de terminar, sino que pueden remontarse a otras vidas en la Tierra. No estoy teorizando, sino hablándoles de algo arraigado en la realidad, cuando digo: Puede ser que nuestro soñador haya tenido algo que ver, -digamos en una encarnación romana anterior-, con el pedido de cierta toga ceremonial. 

En este caso no tenía por qué ser el sastre; podía haber sido el sirviente, o tal vez incluso el amigo, de un estadista romano. Y como en aquella época tenía un deseo tan vivo de que su señor apareciera ante el mundo de la forma más digna posible, el destino puede haberle llevado a su vocación actual. Porque en la vida humana, en general, los deseos, los pensamientos, tienen una significación extraordinaria; y es posible que el recuerdo de lo vivido en una vida anterior en la Tierra repercuta en el alma y en el espíritu de un hombre, en su Yo y en su cuerpo astral. Entonces, por la mañana, cuando se sumerge con su Yo y su cuerpo astral en sus cuerpos etérico y físico, un recuerdo persistente de la espléndida toga ceremonial se topa con las concepciones posibles para el sastre en su vida presente, -concepciones siempre presentes en su cuerpo etérico. Entonces, lo que queda de la antigua experiencia romana se frena; tiene que acomodarse a ideas que se limitan a confeccionar prendas para gente bastante humilde. Ahora bien, el alma que se hunde de este modo puede encontrar muy difícil transponer en otra clave el sentimiento que ha tenido acerca de la espléndida toga; es difícil relacionar esto con una imagen de las terribles ropas que el sastre se ve obligado a confeccionar. Así que la imagen de la toga, al encontrar este obstáculo, se transforma en la imagen de un uniforme oficial actual; y sólo más tarde, cuando el hombre está bien hundido en sus cuerpos etérico y físico, esta imagen se pierde.

Así pues, entre el caer dormido y la vigilia transcurre toda nuestra vida humana. Tenemos que poner en juego todo lo que, como seres terrenales, podemos concebir y pensar, y así intentar desentrañar las extrañas formas que adoptan los sueños. La gran dificultad estriba en distinguir el contenido inmediato del sueño, que puede ser pura ilusión, de la realidad que se esconde tras él, pues la realidad puede ser algo muy distinto. Pero cualquiera que se acostumbre gradualmente a encontrar su camino entre todas las complejidades de la vida onírica, verá finalmente que no necesitamos prestar mucha atención a las imágenes conjuradas ante el alma, ya que estas imágenes son moldeadas por el cuerpo etérico que queda en la cama. Este cuerpo etérico es el portador de nuestros pensamientos y concepciones y éstos están ausentes de nuestro ser real cuando dormimos. Tenemos que separar el contenido de estas concepciones de lo que yo llamaría el curso dramático del sueño, y aprender de tal modo a fijar nuestra atención en el elemento dramático que suscite preguntas tales como: Si tuviera esta experiencia en la vida de vigilia, ¿me proporcionaría un inmenso placer? Y, si en este sueño sintiera placer y alivio, ¿me dirigía en el sueño hacia una catástrofe? ¿Estaba saliendo de algún tipo de exposición y, de repente, todo se volvía confuso, se producía un choque y un desastre? En el estudio de los sueños hay que dar prioridad a estas cuestiones, no al contenido de los pensamientos, sino a los incidentes dramáticos.

Alguien puede soñar que está escalando una montaña, y que el camino se hace cada vez más arduo. Finalmente, llega a un punto en el que ya no puede avanzar más; enormes obstáculos se alzan ante él. Siente como si fueran algo importante que se cierne sobre su vida. Sin duda es un sueño que puede tener un hombre; se podría ampliar. Pero él u otra persona pueden tener otro sueño: está entrando en una cueva que conduce a una especie de caverna en la montaña. Después de pasar la entrada, todavía hay una cierta cantidad de luz, pero poco a poco se vuelve más oscuro, hasta que llega a un lugar donde no sólo está en completa oscuridad, sino que se encuentra con condiciones tan terribles, incluyendo el frío, que no puede penetrar más en la cueva.

Aquí, como ven, tenemos dos sueños bastante diferentes entre sí en contenido. Desde el punto de vista dramático, ambos se refieren a una empresa que comienza bien y luego tropieza con grandes dificultades, terminando en un obstáculo insuperable. Las imágenes son muy diferentes, pero el curso dramático es muy parecido. En el mundo suprasensible, como entre bastidores de la vida, ambos sueños pueden tener la misma base. En ambos sueños la misma cosa puede haber afectado al alma; la misma cosa puede simbolizarse a sí misma en una amplia variedad de imágenes.

Todo esto muestra cómo hemos de buscar la clave de un sueño no, -como suele hacerse-, considerando su contenido de un modo externo, sino estudiando su curso dramático y el efecto que produce en el alma y el espíritu del soñador. Entonces, cuando nuestra facultad conceptual se haya fortalecido mediante los ejercicios a los que nos hemos referido en los últimos días, progresaremos gradualmente desde el ilusorio mundo de imágenes del sueño y podremos captar a través del elemento dramático la verdadera base de todo lo que experimentamos como realidad suprasensible entre el sueño y la vigilia.

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Antes de hablar en detalle - como lo haré - del sueño y su relación con el cuerpo físico del hombre y con su elemento espiritual, me gustaría describir hoy cómo, a través del mundo onírico, se descubre que él pertenece al Cosmos como un todo. Podemos ver cómo en los sueños la conexión entre los acontecimientos individuales de la vida es muy diferente de todo lo que experimentamos cuando estamos despiertos. Acabamos de ver en el ejemplo dado que en la vida de vigilia las cosas aparecen en una cierta conexión de acuerdo con las leyes que rigen en el mundo de los sentidos: un acontecimiento posterior siempre sigue a otro anterior. El sueño toma acontecimientos que podrían ocurrir en el mundo de los sentidos y los convierte en caóticos. Todo se vuelve diferente, todo se rompe. Todo lo que normalmente está atado a la Tierra por la gravedad, como el hombre mismo, de repente, en un sueño, es capaz de volar. Un hombre realizará hábiles proezas de vuelo sin necesidad de un avión. Y un problema matemático, por ejemplo, que en la vida ordinaria podemos esforzarnos al máximo para resolver, en un sueño parece un simple juego de niños. Es probable que la solución se olvide al despertar -bueno, eso es una desgracia personal-, pero en cualquier caso uno se hace a la idea de que los obstáculos que dificultan nuestro pensar en la vida cotidiana han desaparecido. En efecto, todo lo que en la vida cotidiana tiene conexiones definidas las pierde en cierta medida en los sueños. Si queremos hacernos una idea de lo que realmente sucede -o parece suceder- en un sueño, podemos imaginar lo siguiente. En un vaso de agua echamos algún tipo de sal soluble en forma cristalina, y vemos cómo se disuelve. Vemos cómo sus formas nítidas se deshacen, cómo adoptan formas fantásticas, hasta que toda la sal se disuelve y nos queda un vaso de líquido más o menos homogéneo.

Esto se parece mucho al tipo de experiencia que tenemos interiormente en los sueños. Tanto el sueño que tenemos al acostarnos como el que tenemos justo antes de despertarnos se basan en las experiencias del día, las rompen y les dan todo tipo de formas fantásticas, al menos las llamamos fantásticas desde el punto de vista de la conciencia ordinaria. La disolución de una sal en un líquido es un buen símil del tipo de cosas que ocurren interiormente en un sueño.

Para los que han crecido en el mundo de las ideas actuales no será fácil captar sin prejuicios hechos de este tipo; porque la gente de hoy, -especialmente los que se consideran científicos-, sabe muy poco sobre ciertas cosas. En realidad, no digo esto porque me guste criticar la ciencia. No es ésa en absoluto mi intención. Valoro el enfoque científico y, desde luego, nunca desearía verlo sustituido por el trabajo de aficionados o diletantes. Incluso desde el punto de vista de la Ciencia Espiritual, el gran progreso, la estricta veracidad y fiabilidad de la ciencia actual deben ser plenamente reconocidos. Eso se sobreentiende. Sin embargo, hay que decir lo siguiente.

Hoy en día, cuando la gente desea saber algo, recurre a los objetos y procesos terrenales. Los observan y, a partir de sus observaciones, elaboran leyes de la naturaleza. También hacen experimentos para sacar a la luz los secretos de la naturaleza, y los resultados de sus experimentos son otras leyes. Así llegan a leyes de cierto tipo, a las que llaman ciencia. Luego dirigen su mirada a la inmensidad de los cielos; ven -digamos- las maravillosas nebulosas espirales, donde ven emerger cuerpos cósmicos individuales, etc. Hoy en día fotografiamos tales cosas y vemos los cuerpos cósmicos individuales y vemos muchos más detalles que los que puede dar la observación telescópica. Ahora bien, ¿Cómo proceden los astrónomos para saber lo que ocurre en esos lejanos espacios celestes? Recurren a las leyes de la naturaleza, leyes fundadas en condiciones terrestres y experimentos terrestres, y entonces empiezan a especular sobre cómo, de conformidad con esas leyes, podría haberse formado una nebulosa espiral en el espacio lejano. Formulan hipótesis y teorías sobre el surgimiento y la desaparición de los mundos, tratando los hechos descubiertos en sus laboratorios sobre el manganeso, el oxígeno, el hidrógeno, como leyes que siguen siendo válidas en las esferas celestes. Cuando por tales medios se descubre una nueva sustancia, a veces se dan indicaciones inconscientes de que la ciencia aquí no está en terreno firme.

Se ha encontrado hidrógeno por todas partes en la inmensidad del espacio, y helio, por ejemplo; y otra sustancia a la que se le ha dado un nombre curioso, curioso porque apunta al confuso pensamiento que entra. Se la ha llamado nebulium. El propio pensamiento se vuelve nebuloso aquí, pues encontramos nebulium en compañía de helio e hidrógeno. Cuando las personas son tan simples que aplican como leyes de la naturaleza conocimientos adquiridos en laboratorios terrenales, y se entregan a especulaciones sobre lo que ocurre fuera, en los amplios reinos del espacio, a la manera del pensador sueco Arrhenius [Svante August Arrhenius, pionero de la química física moderna; obtuvo el premio Nobel por sus trabajos sobre la conducción eléctrica en soluciones diluidas. En uno de sus libros, Das Werden der Welten, 1907 (traducción inglesa, Worlds in the Making, 1908), sugirió el nombre de "nebulium" para un gas hipotético representado por ciertas líneas entonces no identificadas en los espectros de las nebulosas gaseosas. En 1927 se demostró que las líneas se deben a átomos de oxígeno simple y doblemente ionizados].- que ha hecho un daño incalculable a este respecto- están abocados a caer de un error en otro, si no son capaces de considerar sin prejuicios lo siguiente.

De nuevo me gustaría empezar con una comparación. Por la historia de la ciencia sabrán que Newton, el físico y filósofo natural inglés, estableció la teoría de lo que se conoce como gravitación: el efecto del peso en el espacio universal. Extendió esta ley, ilustrada en la caída ordinaria de una piedra atraída por la Tierra, a la relación recíproca entre todos los cuerpos del Cosmos. También afirmó que la fuerza de la gravedad disminuye con la distancia. A los físicos que estén presentes les recordaré la ley: la gravedad disminuye con el cuadrado de la distancia. Así, si la distancia se duplica, la gravedad se hace cuatro veces más débil, y así sucesivamente.

Para una fuerza de este tipo, es totalmente correcto establecer una ley de este tipo. Pero mientras estemos atados a la existencia puramente física, es imposible pensar esta ley lo suficientemente distante para su aplicación universal. Imaginemos, en el caso de un cuerpo cósmico, que la fuerza de gravedad disminuye con la distancia. Es fuerte al principio y luego se hace más débil, aún más débil, siempre más y más débil.

Lo mismo ocurre con la dispersión de la luz. A medida que se propaga desde una fuente determinada, se hace cada vez más débil. Los científicos de hoy en día reconocen este hecho. Pero no reconocen otra cosa: que cuando establecen leyes de la naturaleza en un laboratorio, y luego las revisten de ideas, la verdad y el contenido de estas leyes disminuyen a medida que aumenta la distancia de la Tierra. Así, cuando en la Tierra se establece una ley para la combinación de los elementos - oxígeno, hidrógeno o cualquier otro - y si se establece una ley de la gravedad para la Tierra, entonces, a medida que se sale al espacio cósmico, la eficacia de esta ley también disminuirá. Si aquí, en mi laboratorio, establezco una ley de la naturaleza y la aplico a una nebulosa espiral en el espacio cósmico lejano, estoy haciendo lo mismo que si encendiera una vela y creyera que si pudiera proyectar sus rayos a través del espacio cósmico sobre la nebulosa espiral, la vela daría la misma cantidad de luz allí. Cometo precisamente el mismo error si creo que un hallazgo que establezco en mi laboratorio es válido en los confines del Cosmos. Así surge la idea errónea, ampliamente extendida, de que lo que se descubre, con toda razón, como una ley natural en un laboratorio aquí abajo, en la Tierra, puede aplicarse también en los vastos espacios de los cielos.

Ahora bien, el hombre mismo no está exento de las leyes que encontramos cuando, tanto las leyes terrestres como las de la gravedad o las de la luz, ya no valen. Si alguien quisiera descubrir un conjunto de leyes distintas de nuestras leyes de la naturaleza, tendría que viajar cada vez más lejos de la Tierra; y para encontrar tales leyes de una manera más íntima, más humana, se va a dormir. Cuando estamos despiertos, nos encontramos en la esfera donde imperan las leyes de la naturaleza y en todo lo que hacemos estamos sujetos a ellas. Por ejemplo, decidimos levantar una mano o un brazo, y los procesos químico-físicos que tienen lugar en los músculos, el juego mecánico de la estructura ósea, se rigen por las leyes descubiertas en los laboratorios terrestres, o por otros medios de observación. Pero nuestra alma sale en el sueño de nuestros cuerpos físico y etérico, y entra en un mundo no sometido a las leyes de la naturaleza. Por eso los sueños son una burla de esas leyes. Entramos en un mundo completamente diferente, un mundo al que nos acostumbramos en el sueño, igual que cuando, despiertos en nuestro cuerpo físico, nos acostumbramos al mundo de los sentidos. Este mundo diferente no se rige por nuestras leyes de la naturaleza; tiene leyes propias. Nos sumergimos en este mundo cada noche al salir de nuestros cuerpos físico y etérico. Los sueños son un poder que se opone por la fuerza a las leyes de la naturaleza.

Mientras sueño, el propio sueño me muestra que estoy viviendo en un mundo opuesto a estas leyes, un mundo que se niega a someterse a ellas. Mientras me acuesto por la noche y salgo de mis cuerpos físico y etérico, sigo viviendo medio sometido a las leyes de la naturaleza, aunque ya estoy entrando en el mundo donde éstas dejan de ser válidas. De ahí surge la confusión en el sueño entre las leyes naturales y las leyes suprasensibles; y lo mismo ocurre mientras volvemos a despertar.

Así, podemos decir que cada vez que nos dormimos nos sumergimos en un mundo en el que las leyes de la naturaleza no son válidas; y cada vez que nos despertamos salimos de ese mundo para volver a entrar en un mundo sujeto a esas leyes. Si imaginamos el proceso real, es así. Imaginen el mundo de los sueños como un mar en el que están viviendo, y supongan que por la mañana despiertan de las olas de la vida onírica, es como si surgieran del oleaje de esas olas. Se mueven del reino de la ley suprasensible al reino de la ley intelectual, material. Y les parece como si todo lo que ven en contornos nítidos al despertar hubiera nacido de lo fluido y lo volátil. Supongamos que están mirando, por ejemplo, una ventana. Si primero sueñan con la ventana, ésta aparecerá como nacida de algo fluido, algo indefinido tal vez, imbuido de toda clase de llamas ardientes. Entonces la ventana se eleva, y si hubieran estado soñando vívidamente se darían cuenta de cómo todo el mundo de contornos nítidos de nuestra conciencia ordinaria nace de este fondo amorfo, como si del mar surgieran olas que luego adoptaran las formas del mundo cotidiano.

Aquí llegamos a un punto en el que, -si como hombres actuales estamos investigando estas cosas de nuevo-, sentimos reverente asombro ante las imaginaciones oníricas de la humanidad de los primeros tiempos. Como he dicho durante estos días, si nos remontamos a las imaginaciones experimentadas incluso en la vida de vigilia por las almas de aquellos pueblos primigenios, las imaginaciones encarnadas en sus mitos, leyendas y dichos de los dioses, que todo pasaba ante ellos de forma tan nebulosa en comparación con nuestra clara percepción de la naturaleza -cuando miramos todo esto retrospectivamente con la ayuda de lo que ahora puede descubrirse con total independencia de aquellas viejas imaginaciones oníricas, nos llenamos de veneración y asombro. Y si en este ámbito buscamos a su vez la verdad, ésta resuena desde la antigua Grecia en una palabra que demuestra que los griegos aún conservaban cierto conocimiento de estas cosas. Se decían a sí mismos: "Algo subyace en la configuración del mundo, algo de lo que surgen todas las formas definidas, pero sólo es accesible cuando dejamos atrás el mundo de los sentidos mientras dormimos y soñamos". Los griegos llamaban a este algo "Caos". Toda especulación, toda investigación abstracta sobre la naturaleza de este caos, ha sido infructuosa, pero los hombres de hoy se acercan a él cuando juega en sus sueños. Sin embargo, en los tiempos medievales aún existía cierto conocimiento de una sustancia suprasensible, apenas material, que subyacía a toda sustancia material, pues se hablaba de la llamada quintaesencia, un quinto modo de ser, junto con los cuatro elementos: tierra, agua, aire, fuego... y quintaesencia.

O encontramos algo que recuerda la visión medieval cuando el poeta con su percepción intuitiva dice que el mundo está tejido de sueños. Los griegos habrían dicho: El mundo se teje a partir del caos que se experimenta cuando se abandona el mundo de los sentidos y se está libre del cuerpo. Por lo tanto, para comprender lo que los griegos entendían por "caos" debemos dirigirnos no al mundo material sino al suprasensible.

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Cuando desde el punto de vista de lo que se nos revela en el camino que he estado describiendo aquí, -el camino que conduce a través de la Imaginación, la Inspiración, la Intuición, al conocimiento superior y a los mundos suprasensibles-, cuando seguimos todo lo que ocurre durante nuestro soñar, dormir y volver a despertar, entonces vemos que un hombre se duerme saliendo de su estado diurno hacia su vida de sueño, de la cual pueden surgir sueños de una manera caóticamente vaga, pero también interiormente consistente. Detrás, en la cama, el cuerpo físico queda con el cuerpo etérico que se entrelaza con el físico, dándole vida, forma y poder de crecimiento. Esta doble entidad queda en la cama.

Pero otra entidad doble sale durante el dormir a una forma de existencia suprasensible que también podría describirles en relación aún con la existencia onírica. Para el conocimiento superior dado por la Imaginación, la Inspiración, la Intuición, se presenta de la siguiente manera. 

Cuando un hombre sale de su cuerpo físico y etérico, su individualidad reside en su cuerpo astral. Como he dicho antes, no es necesario que nos detengamos en las palabras. Debemos tener palabras, pero también podríamos llamar al cuerpo astral de otra manera. Estoy a punto de describir algo concerniente al cuerpo astral, y veremos que el nombre no es importante, sino más bien los conceptos que se le pueden adjuntar. Ahora bien, este cuerpo astral está formado por procesos. Algo sucede en el hombre que se desarrolla a partir de sus cuerpos físico y etérico, y son estos sucesos los que representan el cuerpo astral; mientras que nuestros conceptos, nuestros pensamientos, quedan en el cuerpo etérico.

En el cuerpo astral hay luz espiritualizada y calor cósmico impregnado por la fuerza de la capacidad de amar. Todo esto está presente en el cuerpo astral, y en el momento de despertar éste se sumerge en el cuerpo etérico. Allí es retenido y aparece como la trama, la acción, del sueño. También puede aparecer de este modo cuando, liberándose de los cuerpos físico y etérico, abandona el mundo de los conceptos. Así pues, pertenece a la naturaleza del cuerpo astral sacarnos de nuestros cuerpos físico y etérico.

Como ya he dicho, el cuerpo astral es la parte de nuestro ser que realmente se opone a las leyes de la naturaleza. De la mañana a la noche, desde que nos despertamos hasta que nos dormimos, estamos sujetos a estas leyes - leyes que en relación con el espacio y el tiempo podemos comprender por medio de las matemáticas. Cuando dormimos, sin embargo, nos liberamos tanto de las leyes de la naturaleza como de las leyes de las matemáticas - de estas últimas leyes porque nuestro cuerpo astral no tiene nada que ver con las abstracciones del espacio tridimensional. El tiene su propia matemática, sigue una línea recta en una sola dimensión. Tendré que volver a hablar de esta cuestión de las dimensiones. Es verdaderamente el cuerpo astral el que nos libera de las leyes de la naturaleza, por las cuales estamos encadenados entre la vigilia y el sueño; es también el cuerpo astral el que nos transporta a un mundo completamente diferente, el mundo suprasensible.

Para describir esquemáticamente este proceso debemos decir: Cuando estamos despiertos desarrollamos nuestra vida en la esfera en la que rigen las leyes de la naturaleza; pero al dormir salimos de allí con nuestro cuerpo astral. Mientras vivimos aquí en nuestros cuerpos físico y etérico, nuestro cuerpo astral, como miembro de nuestro ser, está sujeto a las leyes de la naturaleza, y en todos sus movimientos y funciones vive enteramente bajo esas leyes. Al salir de los cuerpos físico y etérico, el cuerpo astral entra en el mundo suprasensible y está sujeto a las leyes suprasensibles, que son completamente diferentes. El cuerpo astral también cambia. Mientras estamos despiertos está, por así decirlo, en la camisa de fuerza de las leyes de la naturaleza. Luego se duerme, lo que significa que abandona los cuerpos físico y etérico y se mueve en un mundo cuyas leyes están en sintonía con su propia libertad. ¿Qué es este mundo? Es un mundo que da libertad de movimiento a la organización del Yo, la cual, junto con el cuerpo astral, se encuentra entonces fuera de los cuerpos físico y etérico. Cada noche, el Yo se libera en el mundo al que lo lleva el cuerpo astral, libre para realizar su propia voluntad en este mundo donde las leyes de la naturaleza ya no prevalecen.

En el tiempo entre el ir a dormir y el despertar, cuando nuestro cuerpo astral ya no está sujeto a esas leyes, y estamos en un mundo donde la fuerza de gravedad, la ley de la energía, de hecho todas las leyes de esa clase han cesado de ser válidas, el camino está libre para esos impulsos morales que aquí abajo, durante la vida de vigilia, pueden encontrar expresión sólo bajo la restricción del mundo de los sentidos y su ordenamiento. Entre el dormir y el despertar el Yo vive en un mundo donde la ley moral tiene la misma fuerza y poder que las leyes de la naturaleza tienen aquí abajo. Y en ese mundo donde durante el dormir se libera de las leyes de la naturaleza, el Yo puede prepararse para lo que tendrá que hacer después de la muerte. En las próximas conferencias hablaremos de este camino de la muerte a un nuevo nacimiento.

Entre el dormir y el despertar, el Yo puede prepararse en forma de imágenes, en Imaginaciones, -que no son conceptos, sino fuertes impulsos-, para lo que tendrá que esforzarse en la realidad posterior del espíritu. Cuando el Yo ha atravesado la puerta de la muerte, las leyes morales ocupan el lugar que las leyes de la naturaleza ocupan en el mundo físico de los sentidos.

Así podemos decir que el Yo, aún como una pequeña semilla espiritual, trabaja en lo que tiene que llevar a cabo después de la muerte en el mundo del espíritu. Aquí, en lo que el Yo trabaja en forma de imagen durante el sueño, hay indicaciones de lo que seremos capaces de llevar, -no a través de ninguna ley de la naturaleza, sino por razón del mundo espiritual-, de esta vida en la Tierra a la siguiente. Los efectos causales de los impulsos morales que hemos absorbido sólo pueden seguirse aquí cuando nos hemos dispuesto a obedecerlos interiormente. Así como el Yo, mientras duerme, trabaja sobre los impulsos morales, y continúa su trabajo entre la muerte y el nuevo nacimiento, así estos impulsos adquieren la fuerza que de otro modo poseen las leyes de la naturaleza, y en el próximo cuerpo humano, que llevaremos en nuestra siguiente vida terrena, se revisten de nuestra disposición moral, de nuestro temperamento, de toda la tendencia de nuestro carácter - todo ello atribuido erróneamente a la herencia. Esto tiene que ser trabajado durante el dormir por el Yo, cuando, liberado por el cuerpo astral del mundo de la naturaleza, entra en un mundo puramente espiritual. Así vemos cómo, durante el dormir, el hombre se prepara y se familiariza con su propio futuro.

¿Qué nos muestran, pues, los sueños? Yo lo diría así. También durante el dormir el Yo está activo, pero lo que hace nos lo muestran los sueños en imágenes ilusorias. En la vida terrenal no somos capaces de asimilar lo que ya se está tejiendo mientras dormimos para nuestra próxima vida en la Tierra. Al principio de esta conferencia expliqué cómo el sueño, de la misma forma confusa en que presenta las experiencias de una encarnación pasada, también muestra, de forma caótica, lo que se prepara como semilla para la humanidad en tiempos futuros.

De ahí que la correcta interpretación de los sueños nos lleve a reconocer que son como una ventana a través de la cual sólo tenemos que mirar de la manera correcta, -una ventana al mundo suprasensible. Detrás de esta ventana el Yo está tejiendo activamente, y este tejer continúa de una vida terrenal a la siguiente. Cuando podemos interpretar correctamente un sueño, entonces, a través de esta ventana del mundo transitorio en el que vivimos como hombres terrenales, ya percibimos ese mundo eterno, esa eternidad, a la que en nuestro verdadero ser interior pertenecemos.

Traducido por J.Luelmo ago.2023

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