GA227 Penmaenmawr, 26 de agosto de 1923 Las experiencias del sueño como precursoras de las experiencias tras la muerte

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    RUDOLF STEINER 

Conocimientos de Iniciación

LAS EXPERIENCIAS DEL SUEÑO COMO PRECURSORAS DE LA EXPERIENCIAS TRAS LA MUERTE

 Penmaenmawr, 26 de agosto de 1923

octava conferencia

De lo que se ha dicho sobre la relación entre el dormir y el despertar en el hombre, y también sobre la composición de su organismo, se desprende que en el dormir experimenta una profunda escisión en su existencia terrena. Sabemos que hay que distinguir entre la parte del hombre que es materialmente perceptible por los sentidos, su cuerpo físico, y la parte que sólo puede verse por medio de la Imaginación, su cuerpo etérico o de fuerzas formativas. Este cuerpo de fuerzas formativas comprende también las fuerzas vitales que permiten al hombre crecer, son la base de sus procesos nutritivos y, en general, lo edifican. Como hemos visto, el cuerpo de fuerzas formativas incluye también todo el sistema de pensamientos del hombre. Entremezclados con su cuerpo de fuerzas formativas y su cuerpo físico hay dos miembros superiores, que podemos llamar el cuerpo astral y la organización del Yo.

Durante el día, en la vida del hombre, estos cuatro miembros de su ser están en relación interna activa. Pero cuando pasa al estado de dormir, sus cuerpos físico y etérico se separan del Yo y del cuerpo astral. Los primeros permanecen -si se puede decir así- en el lecho, mientras que el astral y el yo entran en un mundo puramente espiritual. De modo que, desde que se duerme hasta que se despierta, el ser del hombre está dividido en dos: por un lado está su organización física y la etérica, que contiene su mundo de pensamientos; por otro, el Yo y la organización astral.

Creo que alguien en el curso de estos días ha expresado el recelo: Si durante el dormir todo el mundo de pensamientos de un hombre permanece en la organización etérica, entonces no podrá llevar eficazmente al estado del dormir los pensamientos que sólo puede captar mientras está despierto. Esto demuestra una cierta ansiedad, por ejemplo, por que los deseos para con los semejantes o los pensamientos relacionados con un ausente pierdan toda su fuerza por no poder ser llevados a la vida del dormir. Quisiera responder con una imagen.

Es poco probable que hayan oído hablar de alguien que, queriendo disparar a un blanco, pensó que tenía que arrojarle su arma. Sin dejar de sostener el arma, deja que la carga haga el trabajo, y no se puede decir que porque el arma permanezca en las manos del hombre no llegue nada al blanco. Lo mismo ocurre en el caso que nos ocupa. Los efectos de nuestra vida pensante cuando estamos despiertos no cesan durante el dormir porque los pensamientos permanecen en los cuerpos físico y etérico. Es particularmente importante con estos asuntos sutiles que seamos precisos en nuestro pensar - precisos hasta un grado innecesario en el mundo físico, donde las cosas mismas proporcionan correcciones inmediatas. Sin embargo, por lo que se ha dicho en estos últimos días, verán que existe una relación mucho más íntima entre el cuerpo físico y el cuerpo etérico que entre el cuerpo etérico y el cuerpo astral. Pues durante toda la vida terrena, el cuerpo físico y el etérico permanecen juntos, sin separarse jamás, ni siquiera cuando, mientras dormimos, el cuerpo etérico tiene que separarse del cuerpo astral.

Por otra parte, existe una estrecha conexión entre el Yo y el cuerpo astral, ya que ninguno de los dos se separa del otro durante la vida en la Tierra. Pero la conexión entre los cuerpos astral y etérico es más débil, y es allí donde puede producirse la escisión. Esto, en la vida terrenal del hombre, y también en su vida más allá de la Tierra, tiene un efecto bastante definido. En nuestro estado de vigilia damos vida a nuestros sentidos a través de nuestro Yo, y a través del cuerpo astral a nuestro sistema nervioso; y lo que se produce de este modo lo enviamos a los cuerpos etérico y físico, como no puede ser de otro modo si queremos vivir en el mundo físico. De ahí que, como todo tiene que imprimirse en el cuerpo físico, para manifestarse en la vida desde el nacimiento o concepción hasta la muerte, el materialista suponga que el cuerpo físico puede constituir la totalidad del ser del hombre.

Este trabajo de incorporación de las experiencias de la existencia terrena en el cuerpo etérico y en el cuerpo físico no procede, sin embargo, sin encontrar obstáculos y trabas. Nunca somos capaces de enviar directamente a los órganos de estos cuerpos nuestras experiencias y los pensamientos incorporados en nuestro sistema nervioso, porque todo lo que absorbemos del mundo físico externo está al principio en una forma moldeada por ese mundo. Si, por ejemplo, percibimos algo angular, una experiencia de esta cualidad angular se forma en nuestro Yo y en nuestro cuerpo astral. Esto no puede ser absorbido inmediatamente por el cuerpo etérico, ya que éste se resiste a absorber cualquier cosa experimentada en el mundo externo de los sentidos. Sólo el conocimiento imaginativo puede arrojar luz sobre esta situación. Ninguna observación ordinaria de los sentidos, ningún experimento material, ninguna reflexión intelectual, nos ayudarán a tener una visión de esta necesaria re-formación, re-conformación, de lo que percibimos con los sentidos, a fin de adecuarlo para vivir en el cuerpo etérico y en el cuerpo físico de tal manera que podamos separarnos de él en el sueño. Sólo cuando somos capaces de observar la relación real entre la vigilia y el sueño en el hombre terrenal, nos damos cuenta del conflicto continuo que se produce en la vida. Así, -en el caso del ejemplo burdo ya mencionado-, si tengo que llevar mi experiencia de un objeto angular a mis cuerpos etérico y físico, primero debo redondear sus ángulos y dar al objeto una forma adecuada a esos cuerpos. Tiene que ser completamente transformado.

Esta transformación de cualquier cosa que tenga una vida tan volátil como la del Yo y el cuerpo astral mismos, y darle una forma plástica capaz de vivir en el cuerpo etérico y de continuar su existencia como movimiento plástico en el cuerpo físico. -esta transformación crea una lucha interior no percibida por la conciencia ordinaria hoy en día, pero cualquiera que tenga conocimiento Imaginativo puede percibirla. Generalmente dura dos o tres días. Tenemos que dormir sobre una experiencia durante dos o a menudo tres noches para que se una a las otras experiencias ya impresas en los cuerpos etérico y físico. El mundo onírico es una expresión real, pero sólo exterior, de esta lucha. Mientras el hombre está soñando, su Yo y su cuerpo astral afluyen a sus cuerpos etérico y físico y se detienen bruscamente, como ya se ha explicado. Esta detención es una expresión de la lucha que ahora estoy ilustrando; dura dos o tres días. Hasta que la experiencia no ha sido dormida más de una vez, no ha descendido lo suficiente hasta el cuerpo etérico, de modo que donde la conexión está floja, como ocurre entre el cuerpo astral y el etérico, puede verse un entrelazamiento continuo.

Si tenemos aquí el cuerpo etérico y el astral está allí dormido, entonces en el instante de despertarse o de dormirse tiene lugar una lucha continua, un movimiento lleno de vida, expresado exteriormente en el sueño, pero que significa interiormente este entretejerse de experiencias en los cuerpos etérico y físico. Sólo cuando un hombre ha dormido sobre alguna experiencia dos o tres veces, -quizá más a menudo-, la experiencia se une a los recuerdos ya ligados a sus cuerpos etérico y físico. La cuestión es que la experiencia tiene que transformarse en recuerdo, que se deja reposar en la cama durante el sueño, pues un recuerdo es esencialmente la expresión de los cuerpos físico y etérico en el pensamiento.

Para la cognición imaginativa, percibir esto es una experiencia extraordinariamente interesante. La forma misma de su expresión es significativa. Damos a nuestras experiencias terrenales ordinarias contornos definidos en conformidad con las leyes naturales. Estas leyes, sin embargo, dejan de ser válidas cuando las experiencias se funden con lo etérico; todo lo que estaba firmemente delineado se vuelve blando y plástico. Todo lo que estaba en reposo comienza a moverse; todo lo anguloso se vuelve redondeado. La experiencia intelectual pasa a la experiencia del artista.

Esta es la razón más profunda por la que, en aquellos días antiguos en los que la gente todavía tenía una visión instintiva, el arte estaba enraizado en la vida de una manera muy diferente a la que tenemos hoy en día. Incluso en una época tan tardía como el Renacimiento, en la búsqueda hacia el arte anterior, había todavía en Rafael y otros pintores al menos una tradición de esa conversión de lo intelectual en artístico. Nos elevamos directamente a lo suprasensible gracias a que lo intelectual pierde su forma y adquiere la naturaleza del arte. El hecho de que en el arte de hoy en día la gente se incline tan fuertemente hacia el naturalismo, queriendo modelos para todas sus obras, demuestra que ya no se dan cuenta de su verdadera naturaleza. La humanidad debe encontrar de nuevo su camino hacia el verdadero reino del arte.

La vida humana, tal como la he descrito, está hecha de tal manera que siempre es posible decir: Estoy experimentando algo que tardará tres días en fluir hacia el cuerpo etérico. Un día después, la experiencia del día anterior fluirá. Por lo tanto, un hombre tarda dos, tres o incluso cuatro días en completar esta unión de una experiencia con el cuerpo etérico.

 Ahora bien, cuando un hombre atraviesa la puerta de la muerte, el cuerpo etérico se desprende del cuerpo físico, algo que nunca ocurre durante la vida terrenal. Y ahora, cuando el cuerpo etérico se libera del físico, todo lo que se ha entretejido en el cuerpo etérico se dispersa gradualmente, y este proceso dura dos, tres o cuatro días, más o menos, tanto como duró el entretejido. La imaginación, que puede juzgar correctamente de estas cuestiones, muestra cómo durante la vida el cuerpo físico mantiene unidas, mediante su resistencia, las experiencias que han penetrado gradualmente en el cuerpo etérico. Cuando el cuerpo físico es abandonado al morir, puede verse cómo en los primeros días posteriores los recuerdos entretejidos en el cuerpo etérico pasan al éter cósmico universal y se disuelven. Y por eso, durante dos, tres o cuatro días después de la muerte, la persona experimenta esta disolución de sus recuerdos acumulados. Esto puede llamarse el abandono del cuerpo etérico, pero implica un realce cada vez mayor de los recuerdos; éstos pierden la tercera dimensión y se vuelven bidimensionales, totalmente como imágenes. Una vez traspasada la puerta de la muerte, la persona se encuentra ante el cuadro completo de su vida, que sigue su curso en vívidas imágenes durante dos, tres o cuatro días, tiempo que varía según el individuo.

Pero del mismo modo que un estudiante de botánica reconoce en una semilla la planta que se desarrollará a partir de ella, quien tiene cognición imaginativa no ve sólo en la muerte este paso de lo etérico, de todo el sistema de memoria, al cosmos; ya lo ha visto en forma de imagen, pues como imagen está siempre presente en los seres humanos. Aquellos que pueden captar correctamente el entrelazamiento que tiene lugar en el curso de tres días o más, ven ya, en esta incorporación de experiencias en el cuerpo etérico, una imagen de la experiencia interior que se vive durante tres o cuatro días después de la muerte. Mientras que en la existencia terrena, antes de adquirir la cognición imaginativa, el hombre experimenta más o menos inconscientemente esta mezcla de sus experiencias en los recuerdos unidos por el cuerpo físico, inmediatamente después de la muerte experimenta el proceso inverso, el despliegue, por así decirlo, de sus recuerdos y el paso de ellos al Cosmos. Nuestros pensamientos más preciados, que dejamos atrás cada vez que nos dormimos, se unen directamente después de la muerte con todo el Cosmos. Esto es lo que al morir tenemos que ceder a la existencia cósmica.

Estas cosas no deben comprenderse sólo intelectualmente, sino también con el corazón y el alma. Pues ante ellas el hombre siente que su vida no ha de tomarse egoístamente, sino que está colocado en el mundo como un ser pensante. Sentirá que sus pensamientos no son algo que pueda conservar, pues después de su muerte éstos fluirán hacia el Cosmos y seguirán trabajando allí como fuerzas activas. Si hemos tenido buenos pensamientos, los entregamos al Cosmos, y si hemos tenido malos pensamientos, también los entregamos. Porque el hombre no existe en la Tierra sólo para desarrollarse como ser libre. Esto ciertamente debe hacerlo, y puede hacerlo precisamente si toma en consideración algo más. Está aquí también como un ser sobre el que los propios Dioses pueden operar, para llevar al Cosmos de época en época. Además, yo diría lo siguiente: Lo que los Dioses han de tejer en el Cosmos como pensamientos tiene que ser preparado por ellos a través de todo lo que puede ser pensado y producido durante las vidas humanas individuales. Aquí es donde los Dioses tienen que cultivar los pensamientos que necesitan para la continua evolución del mundo, pensamientos que luego incorporan al Cosmos como impulsos activos.

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 Durante el sueño, el hombre vive con su Yo y su organización astral fuera de sus cuerpos físico y etérico. Mientras se encuentra en este estado como ser anímico-espiritual, como Yo y organización astral, está entretejido con las fuerzas espirituales que impregnan todo el Cosmos. El hombre se encuentra en el mundo que está, en sentido figurado, fuera de su piel, el mundo del que sólo recibe impresiones en la vida de vigilia a través de sus sentidos. Cuando duerme, por lo tanto, entra de lleno en las cosas que en la vida de vigilia sólo le muestran su lado exterior. Pero sólo lo que es experimentado por el cuerpo astral, cuando está fuera de los cuerpos físico y etérico, puede ser traído de vuelta a los pensamientos del cuerpo etérico, no lo que es experimentado ahí fuera por el Yo. Por lo tanto, durante toda nuestra existencia en la Tierra, las experiencias del Yo en el dormir permanecen subconscientes para la conciencia ordinaria, e incluso para la conciencia Imaginativa. Sólo se revelan a la conciencia Inspirada, como ya se ha descrito.

Por lo tanto, se puede decir lo siguiente: En el sueño, el hombre reúne la fuerza suficiente para imprimir en el cuerpo etérico aquellas experiencias que pueden ser expresadas en pensamientos. Pero durante su vida en la Tierra carece del poder para ocuparse de los deseos y anhelos que durante el dormir experimenta el Yo en relación con los asuntos terrenales, pues éstos también se repasan durante el dormir. En nuestra época, por lo tanto, sólo la parte de la vida de dormir que puede ser transformada en pensamientos, impresa en pensamientos, pasa a la vida consciente de vigilia de los hombres terrenales; mientras que las experiencias de dormir del Yo yacen ocultas detrás del velo de la existencia.

La conciencia imaginativa e inspirativa saca a la luz aquí cosas que pueden ser perfectamente comprendidas por cualquier persona imparcial con una mente sana, pero en nuestra civilización actual tropiezan con tremendos prejuicios. Incluso el hecho de que cuando lo tridimensional en el mundo físico se imprime en el cuerpo etérico, cambia de la forma plástica a la forma pictórica, de tres a dos dimensiones, - incluso para captar esto se requiere un enfoque desprejuiciado. Directamente nos elevamos a la Imaginación, ya no se trata de tres dimensiones, ni siquiera de cuatro, como cree una ciencia equivocada, sino de dos solamente. La dificultad de imaginar lo que entonces se experimenta proviene de que en la experiencia terrestre estamos acostumbrados a contar con tres dimensiones y a formar nuestros conceptos de acuerdo con ellas. Y así, cuando deberíamos encontrar el camino hacia las dos dimensiones, decimos: "Sí, pero dos dimensiones están incluidas en las tres; las dos dimensiones de un plano pueden estar de tal manera que aún podría haber una tercera".

Pero no se trata de eso. En cuanto entramos en el mundo Imaginativo, la tercera dimensión ya no nos afecta en absoluto, y la posición de un plano es inmaterial. Al entrar en el mundo etérico de la Imaginación, la tercera dimensión deja de tener sentido. Por lo tanto, -y añado esto para los matemáticos-, todas las ecuaciones para el éter deben transformarse para que correspondan con el mundo bidimensional.

Ahora bien, si pasamos al mundo accesible a la Inspiración, en el que estamos como Yo entre el dormir y el despertar, nos encontramos con una sola dimensión; entonces tenemos que ver con un mundo unidimensional. Esta transición a un mundo unidimensional, dada por supuesta por la facultad de Inspiración, -la facultad, es decir, de percibir realmente lo espiritual en lo que vivimos entre el dormir y el despertar-, esta comprensión de un mundo con una sola dimensión siempre ha formado parte del conocimiento iniciático.

Ya he descrito cómo se revelan a los hombres del tipo de Jacob Boehme las fuerzas ocultas del Sol, no las fuerzas de la luz solar física externa. Estas fuerzas ocultas del Sol no se extienden tridimensionalmente, sino que se perciben en una sola dimensión. Un conocimiento iniciático más antiguo e instintivo podía percibir esto por medio de la Inspiración, y así lo hacían, pero sin un conocimiento claramente consciente de lo que era. Mucho de lo que todavía se transmite en los registros antiguos de épocas pasadas de la humanidad sólo se puede entender cuando se sabe: Esto se refiere al mundo espiritual que es unidimensional, el mundo que encontramos a través de la Inspiración; en cuanto a nuestra vida terrenal se refiere a las fuerzas ocultas del Sol y las Estrellas. Entre el momento de dormir y el de despertar no vivimos en las fuerzas del Sol que se muestran exteriormente, sino en las que están ocultas.

Estas fuerzas ocultas del Sol pueden, por ejemplo, atravesar ciertos tipos de piedra que son impenetrables para las fuerzas solares físicamente perceptibles, y al atravesarlas se vuelven unidimensionales. Si alguien ha adquirido la visión de la Inspiración, entonces, aunque no perciba la luz física, puede ver las fuerzas ocultas del Sol penetrando en la piedra, que de otro modo sería opaca; así, la piedra es permeable para las fuerzas ocultas del Sol y también para las fuerzas de la Inspiración.

En períodos muy antiguos de la evolución humana en la Tierra, tales procedimientos no eran necesarios. Pero cuando la antigua clarividencia instintiva, que en aquellos tiempos era la base del conocimiento iniciático, estaba en decadencia, se adoptaron estas ayudas como un atajo, -podríamos decir-, para la percepción de cosas que ya no eran perceptibles a través de la Inspiración instintiva. La gente recurría a tales medidas de la siguiente manera, por ejemplo. Imaginemos una serie de piedras colocadas una al lado de la otra, con otras piedras colocadas encima de ellas. Si esto se dispone de tal manera que en ciertas ocasiones los rayos penetrantes del Sol caigan sobre la piedra que las cubre, entonces los rayos físicos del Sol serán retenidos por la piedra y los rayos ocultos pasarán a través de ella.

Cuando alguien entrenado para ello se coloca de modo que pueda mirar a esta estructura desde un lado, verá los rayos espirituales y unidimensionales del Sol brillando a través de ella y desapareciendo en la tierra. Si, cuando todo esto ya no se percibía a través de los poderes clarividentes instintivos, se tomaba un atajo de este tipo, permitía a cualquiera que mirara desde un lado a la zona de sombra percibir el mundo de los rayos solares espirituales que experimentamos cada noche mientras dormimos. Por lo tanto, en tales artilugios, que se encuentran en esta misma zona, podemos ver por qué medios, durante un largo período de transición, ciertos sabios guías de la humanidad trataron de penetrar en las fuerzas ocultas del Sol, lo que un hombre como Jacob Boehme podía hacer instintivamente a través de la simple contemplación de las cosas terrenales.

Aunque tales colecciones de piedras pueden verse hoy en día en lugares apropiados, su significado real sólo puede ser sacado a la luz a través de lo que revela la Ciencia Espiritual. De lo contrario, la gente se queda con una explicación superficial que pierde el punto real.

Tales piedras pueden, por supuesto, distribuirse en el círculo para mostrar cómo los rayos espirituales del Sol difieren según las constelaciones particulares de las estrellas.

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He estado tratando de esclarecerte el mundo en el que vive nuestro Yo durante el dormir. Este mundo no se mantiene unido por las fuerzas inherentes de los cuerpos físico y etérico. Estos cuerpos, sin embargo, son los únicos responsables de la clara conciencia del hombre terrenal; son la fuente de los juicios que formamos, de acuerdo con nuestros sentimientos y nuestra voluntad, sobre nuestras propias acciones, nuestras experiencias internas y pensamientos. Así, cuando estamos despiertos, juzgamos nuestra vida exterior según los pensamientos que hemos podido imprimir en nuestros cuerpos físico y etérico. Pero no es sólo el propio ser humano quien tiene algo que decir sobre sus experiencias; sus experiencias y acciones conciernen a todo el Cosmos espiritual. El Cosmos juzga si una acción, un pensamiento o un sentimiento deben ser declarados buenos o malos. Entre la vigilia y el dormir se nos deja formar nuestra propia opinión sobre nosotros mismos. Como he mostrado suficientemente durante estas conferencias, el contenido espiritual del Cosmos toma la moral como su ley natural, y lo que el Cosmos tiene que decir sobre nuestra verdadera naturaleza y nuestras acciones es experimentado por el Yo durante el dormir. La cognición inspirada muestra cómo el Yo, incluso durante el sueño más corto, experimenta de nuevo todo lo que el individuo ha pasado desde su último momento de vigilia hasta su sueño actual, -por largo o corto que este período pueda ser. De modo que un hombre, en los sucesivos estados de vigilia, dormir, vigilia, dormir, experimenta de nuevo al dormir todo lo que vivió durante su último tiempo de vigilia, especialmente en lo que se refiere a sus propias actividades.

En la medida en que ésta es la experiencia del Yo, permanece fuera de la conciencia ordinaria, pero la Inspiración puede evocarla. Entonces se revela la naturaleza particular de la experiencia, y descubrimos que es recorrida en orden inverso a nuestra experiencia diurna. Mientras que durante el día se viven las experiencias de la mañana a la tarde, dejando a un lado los sueños cortos, durante la noche, al dormir, se viven las experiencias al revés, de la tarde a la mañana. Esto es para que podamos experimentar lo que el Cosmos espiritual tiene que decir sobre la forma en que hemos vivido durante el día.

Sin embargo, durante la vida terrenal, el hombre normalmente no puede evocar esta experiencia en su conciencia. Sin embargo, debe ser consciente de ello, o su existencia humana quedaría desconectada de la existencia cósmica. La cognición inspirada muestra que tan pronto como un hombre después de la muerte ha observado el cuadro de su vida, que, como he dicho, dura dos, tres o cuatro días, y tan pronto como sus recuerdos se han disuelto en el Cosmos, esparciéndose allí, - después de esta experiencia, a menudo referida como la liberación del cuerpo etérico-, llega un momento en que el hombre es capaz de mirar hacia atrás a su vida terrenal de nuevo, pero de una manera diferente.

Si observamos esos pocos días después de la muerte, llegamos a un panorama grandioso de nuestra vida, pero al principio abarca sólo las experiencias diurnas. En realidad, sin embargo, el hombre repasa no sólo sus experiencias de vigilia, sino también las que ha tenido durante el dormir. Cuando en la vida terrenal uno repasa sus recuerdos ordinarios, siempre deja fuera los períodos de dormir, como si sus únicas experiencias hubieran sido las vividas durante el día. Y así hasta después del nacimiento, cuando cesan los recuerdos.

De hecho, es así con el panorama que aparece durante esos dos o tres días después de la muerte. Luego, más tarde, viene un período en el que el alma y el espíritu han adquirido fuerza suficiente para experimentar en el mundo espiritual todo lo que sólo podía manifestarse inconscientemente, en forma de imagen, mientras dormíamos por la noche durante nuestra vida en la Tierra. Ahora se presenta ante nosotros como experiencia. El hombre pasa entonces por un período, -que dura alrededor de un tercio de su vida en la Tierra, aproximadamente el tiempo que normalmente pasa durmiendo-, en el que vuelve a experimentar sus noches, pero en sentido inverso. Así, vive primero su última noche, luego la noche anterior, y así sucesivamente hasta el momento de su nacimiento y concepción.

En mi libro Teosofía, cuando hablaba del hombre, como ser de alma y espíritu, pasando por el mundo de las almas, he descrito, desde otros puntos de vista, este retroceso a través de un mundo muy diferente después de la muerte.

Ahora bien, cuando después de la muerte un hombre ha pasado así por el mundo de las almas, tardando en ello unos siete años si ha vivido veintiún años, o, si ha vivido hasta los sesenta, tal vez veinte años, -siempre el tiempo que ha dormido en la vida terrestre-, tiene entonces que experimentar el efecto total que ha tenido sobre la existencia terrestre -una existencia creada por los Dioses para llevar al mundo, con la ayuda de la raza humana, un poco más adelante en su progreso. Hasta el final de este examen retrospectivo de sus noches después de la muerte, el hombre ha ido adquiriendo conocimiento de lo que él mismo ha llegado a ser, de su significado para el Cosmos. Ahora tiene que experimentar cómo ha afectado su vida a la Tierra. Esto lleva mucho tiempo, la mitad del tiempo que transcurre entre la muerte terrenal y una nueva vida terrenal. Mañana tendremos que hablar de ello con más detalle.

Después de retroceder a través de nuestras noches, llegamos a nuestro nacimiento; y habiendo llegado allí, después de este viaje hacia atrás a través del mundo de las almas, tenemos que encontrar el camino de regreso a nuestra vida terrenal anterior. Esto permite al hombre traer consigo esa vida anterior para la configuración de su siguiente vida en la Tierra.

Aquí entramos en el terreno de los antiguos conocimientos iniciáticos, que hoy en día deben ser renovados de acuerdo con las facultades actuales de los hombres. En efecto, el conocimiento iniciático es siempre un conocimiento verdadero, pero de un tipo que conduce del mundo de los sentidos al espiritual, de modo que la voluntad humana se ve impulsada a tomar una forma religiosa. En la etapa de la Iniciación que conduce al conocimiento intuitivo ya descrito, siempre se ha considerado de suma importancia que, cuando un hombre regrese a su vida anterior en la Tierra, encuentre en el camino a un ser que pueda convertirse en su guía después de la muerte.

En cierta región de la Tierra un hombre se decía a sí mismo: En mi vida terrenal debo absorber la enseñanza del último Bodhisattva que apareció en la Tierra. El hombre pudo haber vivido trescientos años después de la aparición de este Bodhisattva. Pero cuando después de la muerte regresó a su vida anterior en la Tierra, él llegó en el momento en que el último Bodhisattva vivía en la Tierra. En el antiguo conocimiento iniciático, se consideraba que este encuentro con el último Bodhisattva que había aparecido en la Tierra permitía al hombre establecer un contacto real con su propia vida terrena anterior, lo que significa encontrar la fuerza necesaria para la vida eterna, pues ésta sólo puede hallarse cuando se logra un contacto real con la vida terrena anterior.

Toda posibilidad de este encuentro con los Bodhisattvas, que descienden a la Tierra desde ciertas regiones espirituales, cesó en un momento determinado de la evolución humana, de la evolución del mundo. Y hoy en día un hombre habría sido incapaz, cuando después de la muerte se hubiera remontado a su último nacimiento y concepción, de ir más allá y entrar en contacto con sus vidas terrenales anteriores. El camino para esto podría ser encontrado por un hombre durante los primeros milenios de evolución terrestre antes del Misterio del Gólgota, cuando, al volver atrás, llegaba a la época del último Bodhisattva. Hoy, sin embargo, sólo encontrará el camino si realiza el viaje bajo la dirección de aquel Ser que se unió a la Tierra a través del Misterio del Gólgota; si, en otras palabras, entra en tal relación con el Misterio del Gólgota que Cristo pueda convertirse en su guía. Pues el Cristo reúne en Sí mismo todos esos poderes de dirección para la vida entre la muerte y el renacimiento que solían pertenecer a los Bodhisattvas que aparecieron en la Tierra.

Así pues, el acontecimiento del Misterio del Gólgota, con su particular relación con nuestra experiencia entre la muerte y el renacimiento, es uno de los hechos más importantes de toda la evolución de la Tierra. Si alguien desea conocer la evolución espiritual de la Tierra y el lugar que ocupa en la evolución espiritual del Cosmos, y si además desea comprender lo que un hombre experimenta en relación con esta evolución espiritual de la Tierra y del Cosmos durante su vida entre la muerte y un nuevo nacimiento, entonces debe dar al Misterio del Gólgota el lugar que le corresponde en toda la evolución del mundo. Para el hombre de hoy, por lo tanto, debe encontrarse un camino que lleve la atención de la evolución del hombre a la evolución del mundo, de modo que el Misterio del Gólgota sea visto en todo su significado fundamental para el curso de los acontecimientos en la evolución de la Tierra y en la evolución del hombre dentro de lo terrenal.

De estas cuestiones, en la medida en que los conocimientos iniciáticos modernos pueden revelarlas, -cuestiones relativas a las experiencias posteriores de los seres humanos después de la muerte, cuando han retrocedido en la memoria a través de sus experiencias nocturnas-, nos ocuparemos más adelante, mañana, en relación con la evolución del mundo.

Traducido por J.Luelmo, ago,2023

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