GA108 Breslau, 2 de diciembre de 1908 - La vida entre dos encarnaciones

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LA VIDA ENTRE DOS ENCARNACIONES

Rudolf Steiner

 Breslau, 2 de diciembre de 1908


El ser humano cuádruple en estado de vigilia y de sueño. El sueño y la muerte. El cuadro de la memoria de tres días y medio después de la muerte; el desecho del cuerpo etérico. El tiempo Kamaloka y su duración; el descarte del cuerpo astral. Sobre el seudónimo astral. La entrada en el Devachán. La amistad, el amor filial y maternal y su significado. La actividad del ser humano en el tiempo de Devachán y la preparación para un nuevo nacimiento.

Ayer pudimos discutir algunas cosas en un círculo algo más amplio sobre los caminos que conducen a los mundos superiores. Hoy quizá sea lícito decir algo sobre los mundos superiores mismos, y queremos escoger uno de los capítulos más importantes del campo de los mundos suprasensibles y echar un vistazo a los procesos que tienen lugar con el hombre entre la muerte y un nuevo renacimiento.

Este es uno de los capítulos más importantes dentro del ámbito de la vida superior porque se refiere a los hechos y procesos más fundamentales del desarrollo humano, y puesto que la existencia física del ser humano está conectada y entretejida con importantes procesos en esos mundos, hay que penetrar en estos secretos si se quiere comprender al ser humano en general. 

Me gustaría comenzar inmediatamente describiendo la vida del ser humano entre la muerte y un nuevo nacimiento, pero para poder comprender lo que sucede en este período intermedio, primero debemos considerar la naturaleza del ser humano. Para aquellos que se han ocupado de asuntos y estudios antroposóficos durante algún tiempo, lo que se explicará en la introducción no debería representar ninguna novedad. Pero tenemos que examinar estas cosas muy detenidamente desde el principio, a fin de prepararnos para una plena comprensión de las descripciones que siguen.

Para la ciencia espiritual antroposófica, la esencia del ser humano no es meramente aquella esencia de tipo material que se nos aparece a los sentidos externos, que podemos palpar con nuestras manos y que está ligada al mundo físico por leyes físicas. La ciencia espiritual muestra que este cuerpo físico del hombre es sólo una parte de todo su ser, y de hecho el hombre tiene este cuerpo físico en común con el mundo mineral. Podemos mirar a nuestro alrededor en la naturaleza, -todo lo que es aparentemente muerto, mineral en la naturaleza, se compone de las mismas sustancias de las que está compuesto el cuerpo humano. Tanto en la piedra como en el cuerpo humano aparecen los mismos procesos físicos, pero hay una gran diferencia entre los procesos de los cuerpos físicos ordinarios, sin vida, y la naturaleza del hombre. Un cuerpo físico externo, como una piedra, tiene una forma, y conserva su forma hasta que un proceso externo, como la rotura u otro tipo de violencia, destruye la forma. El cuerpo físico humano, en cambio, o el de cualquier otro ser vivo, se destruye en la muerte debido a las leyes que rigen las propias sustancias físico-químicas que lo componen, y en este caso el cuerpo humano deviene un cadáver. 

La ciencia espiritual nos muestra ahora que en el estado entre el nacimiento y la muerte, es decir, durante nuestra vida física, está todavía presente como luchador perpetuo contra esta decadencia del cuerpo físico un segundo miembro del ser humano. Lo llamamos cuerpo etérico o cuerpo vital.

Este está presente en todos nosotros. Si este segundo miembro no estuviera en el hombre, el cuerpo seguiría en todo momento sólo las fuerzas físicas y sus leyes para terminar decayendo. El luchador contra esta decadencia es el cuerpo etérico o cuerpo vital. Sólo en el caso de la muerte este cuerpo vital se separa del cuerpo físico. El hombre tiene este cuerpo vital en común con todos los demás seres vivos; el animal lo tiene, y la planta también tiene este luchador perpetuo. También en ellos debe existir ese luchador perpetuo contra la descomposición.

Si el cuerpo físico ha sido descrito como el primero, el cuerpo vital como el segundo miembro de los seres vivos, el hombre tiene un tercer miembro además de este segundo miembro.

Utilizando nuestro intelecto, con la lógica, somos capaces de ver esto. Supongamos que un hombre está ante nosotros. En este espacio que ocupa, en esta mano que utiliza. ¿No hay acaso nada más que lo que se ha mencionado hasta ahora? O, ¿Existe algo más en ella que huesos y músculos, y que toda clase de componentes químicos que podemos ver con nuestros ojos, tocar con nuestras manos? Cada uno de nosotros sabe muy bien que hay algo más en su interior. Ese algo más es la suma de su sufrimiento y su placer; todo el mundo conoce ese algo, pues son todas las sensaciones y sentimientos que se suceden de la mañana a la noche, a lo largo de la vida. Hay un portador invisible de estas sensaciones, y lo llamamos cuerpo astral o cuerpo de sensaciones del hombre. Este cuerpo astral, que no puede ser percibido por el ojo físico, es considerablemente mayor que el cuerpo físico. Para la conciencia clarividente es reconocible como una nube luminosa en la que está inmerso el cuerpo físico. El hombre comparte este tercer miembro de su ser con el animal, pues éste también posee un cuerpo astral.

Pero además hay un cuarto miembro en el ser humano, la cúspide del reino de la tierra, la cúspide de la naturaleza humana. Podemos vislumbrar este cuarto miembro cuando indagamos acerca de un movimiento íntimo del alma humana.  Hay una cosa en el hombre que nunca puede acercarse a él desde el exterior. Se trata de este único nombre, el simple nombre "yo". Sólo desde lo más profundo del alma puede sonar este nombre, esta designación "yo". Otro ser humano nunca puede decir "yo" a otro ser humano. Sólo a sí mismo puede un ser humano decirse esto; sólo de sí mismo, de su propio ser interior más profundo puede salir, y aquí algo muy diferente, algo divino comienza a sonar a través del nombre "yo". Todas las grandes religiones sintieron también que hay algo sagrado en el "yo". Esto también se reconoce inequívocamente en el Antiguo Testamento. Allí el nombre "Yo" es sinónimo del nombre de Dios. Sólo al sacerdote se le permitía pronunciar el nombre de Dios en ocasiones especialmente solemnes, en servicios especialmente solemnes, y cuando pronunciaba reverentemente el nombre "Yahvé" en el templo, -el nombre "Yahvé" no significaba otra cosa que "Yo" o "Yo soy". Debería significar que Dios mismo se expresa en el hombre. Y sólo aquel ser puede pronunciar esta palabra en el alma a su alma en cuya naturaleza se revela el ser de Dios. La revelación de Dios en el hombre es un cuarto miembro del ser humano. Pero no debemos pensar que ahora somos Dios mismo. Es una chispa del mar de la divinidad la que brota en el hombre. Así como una gota del mar no es el mar mismo, sino sólo una gota de él, así el yo humano no es Dios, sino una gota de la sustancia divina: Dios comienza a hablar en el alma humana.

Sólo al sacerdote se le permitía pronunciar el nombre sagrado de Yahvé en ocasiones particularmente solemnes. Hacer sonar esta esencia de Dios en el alma del hombre por el hecho de que el hombre pueda decir: "Yo soy", ésa es la culminación de la creación. Este portador del Yo, o cuarto miembro de la naturaleza humana, hace del hombre el primero entre los seres visibles de la creación terrestre. Por eso en todos los antiguos Misterios se hablaba de la cuádruple forma sagrada, cuyo primer miembro es el cuerpo físico visible, su segundo miembro es el cuerpo etérico o cuerpo de vida, el tercero es el cuerpo astral o cuerpo de sentimiento, y su cuarto miembro es el yo. Estos son los cuatro miembros que queremos considerar en primer lugar. Y la vida humana, la conciencia humana, depende de la forma en que están conectados entre sí. 

Sólo en la conciencia diurna, en la vigilia, se interpenetran esos cuatro miembros de la naturaleza humana. Allí tenemos el cuerpo físico penetrado por el cuerpo etérico, sólo que más fino y algo más grande, proyectándose más allá del cuerpo físico. Luego tenemos el cuerpo astral, portador de nuestras sensaciones, penetrando el cuerpo etérico y rodeando el cuerpo físico, que está conectado con el cuerpo etérico, como un gran óvalo brillante. Y luego tenemos el cuerpo del yo. Los cuatro miembros de la naturaleza humana, sin embargo, se interpenetran entre sí sólo cuando están despiertos. Cuando el ser humano está dormido, el cuerpo astral junto con el cuerpo del yo sale, mientras que el cuerpo físico, conectado con el cuerpo etérico, permanece en la cama. Por la mañana, o cuando el ser humano despierta, los dos primeros de los cuatro miembros descienden de nuevo y se reúnen con los otros dos.

¿Qué hace el cuerpo astral por la noche en el ser humano ordinario? No permanece inactivo. Ante la mirada del clarividente aparece como una nube en espiral, y de él emanan corrientes que lo conectan con el cuerpo físico que yace allí. Cuando nos dormimos cansados por la noche, ¿Cuál es la causa de este cansancio? El hecho de que el cuerpo astral utilice el cuerpo físico durante las horas de vigilia del día, y así lo desgaste, aparece como fatiga. Pero toda la noche, mientras duerme, el cuerpo astral trabaja en la eliminación de la fatiga. De ahí viene el reparador descanso de una buena noche durmiendo, y de ahí se desprende la importancia que tiene para el ser humano un dormir realmente saludable. Restaura de manera correcta lo que se ha desgastado por la vida de vigilia. El cuerpo astral también repara otros daños mientras duerme, por ejemplo, las enfermedades del cuerpo físico y etérico. Esto no sólo lo habrán observado por experiencia propia en ustedes mismos y en otras personas, sino que también habrán experimentado que todo médico sensato dice que en ciertos casos el dormir es un remedio indispensable para la recuperación. Este es el significado del estado alternante entre el dormir y el despertar.

Pasemos ahora a considerar un estado alternante aún más importante, el que existe entre la vida y la muerte. Si antes se demostró que, tan pronto como se inicia el dormir, el cuerpo astral con el portador del yo abandona el cuerpo físico, que está conectado con el cuerpo etérico, en la vida ordinaria casi nunca se produce una separación del cuerpo etérico del cuerpo físico, a lo sumo en ciertos casos excepcionales, que se mencionarán más adelante. Sólo en la muerte se produce normalmente por primera vez la separación del cuerpo físico del cuerpo etérico. Ahora, pues, en la muerte, no sólo el cuerpo astral abandona al ser humano de cuatro miembros con el Yo, como en el sueño, sino que los tres miembros, cuerpo etérico, cuerpo astral y Yo, abandonan el cuerpo físico, y por un lado tenemos el cuerpo físico, que queda como cadáver, que es atacado inmediatamente por las fuerzas físico-químicas y queda expuesto a la destrucción, mientras que por otro lado tenemos una unión de cuerpo etérico, cuerpo astral y el portador del Yo.

La pregunta que surge ahora es cómo puede alguien saber en absoluto cómo se desarrollan estas condiciones después de la muerte. Pues bien, si han seguido la conferencia pública de ayer, comprenderán que aquellas personas que son capaces de ver en las esferas superiores también son capaces de informar sobre las condiciones después de la muerte. Y los medios están abiertos a todo ser humano y se ofrecen vías para adquirir tales capacidades, por lo que también es posible saber lo que experimenta el ser humano cuando atraviesa la puerta de la muerte. Si se relatan hechos que no son inmediatamente controlables por todos, sólo quien realmente sabe puede decidir sobre su exactitud. Sin embargo, si por parte del ignorante se hiciera el reproche al conocedor de que él tampoco puede saber nada, el reproche de arrogancia recaería totalmente del lado de los que no saben nada y, sin embargo, sostienen que no se puede saber nada. Así pues, sólo el conocedor puede decidir lo que se puede conocer. 

Cuando un ser humano ha pasado por la muerte, primero tiene la sensación de que está desplegándose en un mundo en el que se hace cada vez más grande, y que ya no está fuera de las demás entidades como en este mundo físico, que no está frente a todas las demás cosas, sino como dentro de ellas, como si se deslizara dentro de todas las cosas. En el momento inmediatamente posterior a la muerte no se siente un aquí y un allá, sino un por todas partes; es como si uno mismo se deslizara dentro de todas las cosas.

Entonces se produce un recuerdo total de toda la vida pasada, que se presenta ante uno con todos sus detalles como un gran cuadro. Este recuerdo no puede compararse con un recuerdo de la vida pasada, por bueno que sea, tal como lo conocen en la vida terrenal, sino que este cuadro del recuerdo se presenta allí de una vez en todo su tamaño. ¿En qué se basa esto? Se debe a que el cuerpo etérico es, en verdad, el portador de la memoria. Mientras el cuerpo etérico estaba todavía en el cuerpo físico, tenía que trabajar a través del cuerpo físico y estaba limitado por las leyes físicas. Allí no es libre; allí olvida, pues allí se aparta todo recuerdo que no pertenezca directamente a lo más inmediato que el ser humano está experimentando. En la muerte, sin embargo, como ya se ha explicado, el cuerpo etérico, portador de la memoria, se libera. Ya no necesita trabajar a través de lo físico y, por lo tanto, los recuerdos aparecen de repente de forma desatada.

En casos excepcionales esta separación del cuerpo físico y etérico también puede producirse durante la vida. Por ejemplo, en casos de peligro de muerte, ahogamiento, caída, es decir, en aquellos casos en que la conciencia recibe una gran conmoción por el susto. Las personas que han sufrido tal conmoción a veces dicen que durante unos momentos toda su vida se presentó ante ellos como un retablo, de modo que las experiencias ya desvanecidas de su vida más temprana reaparecieron de repente del olvido con total claridad. Tales narraciones no se basan en el engaño, sino en la verdad; son hechos. En ese momento del destello del retablo de la memoria, al ser humano le ocurre algo muy especial; sólo en tal conmoción no debe perderse la conciencia. En ese momento de conmoción u otro sobresalto que ha dado lugar a la conmoción, ocurre algo que el clarividente puede ver. No siempre, pero a veces, la parte del cuerpo etérico que llena la región de la cabeza emerge total o parcialmente de la cabeza, y aunque esto ocurra sólo por un momento, la memoria queda así liberada, porque en tal momento el cuerpo etérico se libera de la materia física, obstáculo para la memoria desinhibida.

También podemos observar una salida parcial del cuerpo etérico en otras ocasiones. Al presionar o empujar cualquier miembro del cuerpo, se produce a veces una sensación peculiar, de hormigueo, y estamos acostumbrados a describir esta sensación diciendo que el miembro se ha dormido. A menudo se ha oído decir a los niños que quieren describir la sensación que tienen: Siento como agua de Seltz en la mano. ¿A qué se debe? La causa real es que la parte correspondiente del cuerpo vital se sale de este miembro durante un tiempo. El clarividente puede entonces percibir la parte levantada del cuerpo etérico como una copia del cuerpo humano físico en su proximidad. Por ejemplo, durante una caída, la parte correspondiente del cuerpo etérico es empujada fuera de la cabeza por el movimiento de caída.

En la muerte, este retablo de recuerdos entra inmediatamente con toda su fuerza, porque queda todo el cuerpo físico. También sabemos la duración de este retablo de la memoria después de la muerte. Es de tres a cuatro días. No es fácil dar las razones de esto. Esta duración es diferente para cada persona y corresponde aproximadamente a la capacidad de la persona en cuestión de permanecer despierta sin dormirse durante el tiempo que hubiera podido aguantar en vida.

Después de eso, tiene lugar algo más. Lo que ocurre a continuación es que se libera una especie de segundo cadáver. El ser humano ahora también deja atrás el cuerpo etérico, pero retiene cierto extracto de él, una esencia, y el ser humano se la lleva consigo y la retiene por toda la eternidad. Ahora, después de dejar el cuerpo etérico, comienza para el hombre el tiempo de Kamaloka, el estado de Kamaloka.

Si desean esclarecer qué clase de estado es éste, deben tener en cuenta que el hombre, después de dejar atrás los cuerpos físico y etérico, conserva aún de sus cuatro miembros el cuerpo astral y el yo, y se nos plantea ahora la cuestión de cuál es la naturaleza del cuerpo astral con el que el yo vive ahora en el tiempo Kamaloka. El cuerpo astral es portador de placer y dolor, de anhelos y deseos, por lo tanto éstos no cesan cuando se desecha el cuerpo físico; sólo cesa la posibilidad de satisfacer los deseos, puesto que ya no se dispone del instrumento para satisfacerlos, es decir, el cuerpo físico. Todo lo que el ser humano era como ser sensible en el cuerpo físico no deja de serlo. El hombre conserva todo esto en su cuerpo astral. Pensemos en un deseo ordinario, y en aras de la simplicidad elijamos uno de tipo bastante banal, por ejemplo, el deseo de un plato sabroso. Este deseo no radica en el cuerpo físico, sino en el astral. Por lo tanto, este deseo no desaparece con el cuerpo físico sino que permanece. El cuerpo físico no era más que el instrumento con el que este deseo podía ser satisfecho. Si se tiene un cuchillo para cortar, éste es el instrumento, y la capacidad de cortar no se pierde aunque se pierda el cuchillo. De igual modo, en el momento de la muerte, sólo se desecha el instrumento para disfrutar, y por lo tanto el hombre se encuentra al principio en un estado en el que están representados todos sus diversos deseos, que ahora deben desecharse primero, o mejor dicho, deben aprender a desengancharse. El tiempo en que esto sucede es el tiempo Kamaloka. Es un tiempo de prueba, y es muy bueno e importante para el desarrollo ulterior del ser humano. Imaginen ustedes que sufren de sed y están en una zona donde no hay agua, por supuesto, ni cerveza ni vino, ni bebida de ningún tipo. Allí se sufre una sed ardiente que no puede saciarse. Del mismo modo, el hombre sufre cierta sensación de sed cuando deja de poseer el instrumento con el que sólo podía satisfacer sus deseos.

El Kamaloka es un periodo de "desenganche" para el ser humano, ya que tiene que renunciar a sus deseos para poder vivir en el mundo espiritual. Este período de Kamaloka dura más o menos tiempo, dependiendo de cómo la persona afronte la renuncia a sus deseos. Depende de cómo el hombre haya adquirido ya el hábito de regular sus deseos en la vida, y de cómo haya aprendido a disfrutar y a renunciar en la vida. Pero hay placeres y deseos de tipo inferior y superior. Tales placeres y deseos, para cuya satisfacción el cuerpo físico no es el instrumento real, los llamamos placeres y deseos superiores, y tales no pertenecen a aquellos a los que el hombre tiene que renunciar después de la muerte. Sólo mientras el hombre tenga todavía algo que le atraiga hacia la existencia física -placeres inferiores- permanece en la vida astral del tiempo Kamaloka. 

Después de ese período de "desenganche", cuando ya nada lo atrae hacia abajo, cuando se ha vuelto capaz de vivir en el mundo espiritual, entonces del ser humano se desprende un tercer cadáver. La estancia del hombre en este tiempo Kamaloka dura aproximadamente un tercio de su vida.

Por lo tanto, depende de la edad que tenía la persona cuando murió, es decir, de cuánto tiempo vivió en el cuerpo físico. Sin embargo, este tiempo de Kamaloka no siempre es horrible o desagradable. En cualquier caso, el hombre se vuelve más independiente de los deseos físicos, y cuanto más independiente se haya vuelto en la vida y más interesado esté en las cosas espirituales, más fácil le resultará este tiempo de Kamaloka. Se vuelve más libre a lo largo de este tiempo en él, de modo que el hombre se vuelve agradecido por este tiempo de Kamaloka. El sentimiento de privación en la vida física se convierte en dicha en el tiempo de Kamaloka. Entonces se producen los sentimientos opuestos, porque todo aquello de lo que uno ha aprendido en la vida a prescindir con gusto, durante el tiempo de Kamaloka se convierte en un placer. Cuando, como ya se ha dicho, el tercer cadáver se desprende del ser humano, entonces desaparece con él todo lo que el ser humano ya no puede utilizar en el mundo espiritual, el cuerpo astral. Para el clarividente estos cadáveres astrales son visibles, y pasan veinte, treinta o cuarenta años hasta que se han disuelto. Dado que tales cuerpos astrales están siempre ahí, pasan ocasionalmente a través de los cuerpos de las personas vivas, a través de nuestros propios cuerpos, especialmente durante la noche, que es cuando nuestros cuerpos astrales se separan de los cuerpos físicos en el sueño, y ésta es la fuente de ciertas influencias nocivas que el hombre puede recibir. Así como para el ser humano actual, después de la partida del cuerpo etérico, queda un extracto, una cierta esencia para toda la eternidad, así también para él, después de la partida del cuerpo astral, queda una cierta esencia para toda la eternidad como fruto de la última encarnación.

Y ahora comienza para el hombre el tiempo del Devachán, la entrada en el mundo espiritual, en el hogar de los dioses y de todos los seres espirituales. Cuando el hombre entra en este mundo, experimenta una sensación que puede compararse a la liberación de una planta que crecía en una estrecha grieta y de repente crece hacia la luz. En efecto, cuando el ser humano entra en este mundo celestial, experimenta una perfecta libertad espiritual en su interior y, a partir de ese momento, disfruta de una dicha absoluta. Pues, ¿Cuál es en realidad el tiempo del Devachán? Pueden hacerse una idea si tienen en cuenta que aquí el hombre se prepara para una nueva vida, para una nueva reencarnación. En el mundo físico, en este mundo inferior, el hombre ha experimentado y vivido mucho, y se ha llevado estas experiencias consigo. Las ha llevado dentro de sí como un fruto de la vida, que ahora puede procesar libremente dentro de sí. Ahora forma un arquetipo para una nueva vida en el tiempo del devachan. Esto sucede durante mucho, mucho tiempo. Se trata de una creación del propio ser, y toda creación, toda producción está ligada a la dicha. Que toda producción, toda creación está conectada con la dicha, puede uno hacerse una idea de ello si observa a una gallina incubando un huevo. ¿Por qué lo hace? Porque siente placer al hacerlo. Así que también es un placer para un ser humano crear en devachan y tejer el fruto de la vida pasada en el plan para una nueva vida.

En la cadena de reencarnaciones, el hombre ya ha pasado por muchas vidas, pero al final de una vida nunca vuelve a ser el mismo que era al principio de ésta. En esta vida, se ve sometido al cuerpo físico, debiendo comportarse de forma bastante pasiva. Pero ahora que está liberado, liberado del cuerpo físico, del cuerpo etérico y del cuerpo astral, teje un arquetipo en el núcleo eterno de su ser, y este entretejido lo percibe como dicha, como un sentimiento que no puede compararse con nada que pueda experimentar como dicha en el mundo físico. Su vida es dicha en el mundo espiritual. Pero no crean que la vida física carece de importancia en este mundo espiritual. Si en la vida se han formado lazos de amor y amistad entre almas, entonces sólo lo físico se desvanece con la muerte, pero el lazo espiritual permanece y forma puentes duraderos e indestructibles de alma a alma, que se condensan en efectos en los arquetipos. Estos lazos pueden después vivirse en lo físico en las siguientes reencarnaciones. Lo mismo ocurre en la relación que existe entre madre e hijo. El amor de una madre por su hijo es la respuesta al amor prenatal del niño por su madre, que se sintió atraído por esta misma madre como resultado de su parentesco anímico con ella a través del anhelo de reencarnación. Lo que luego tiene lugar en la vida, en la encarnación experimentada conjunta entre madre e hijo, forma nuevos lazos anímicos que permanecen. Y todo lo que unía alma con alma ya está entretejido en la vida espiritual que encuentran cuando entran en el mundo espiritual después de la muerte. La vida entre la muerte y un nuevo nacimiento es, por tanto, tal que lo que se hizo en la vida física anterior sigue teniendo efecto. Sí, incluso las ocupaciones favoritas a las que un hombre estaba apegado en vida tienen un efecto posterior. Pero el hombre se vuelve cada vez más libre después de la muerte, porque se prepara para el futuro, para su propio futuro.

Ahora bien, ¿Hace algo más el hombre en ese más allá? Sin duda, él es muy activo en este más allá. Alguien podría preguntar, si también puede ser activo en el más allá ¿Por qué el hombre renace y por qué vuelve a esta tierra?. Pues bien, esto sucede porque las reencarnaciones nunca se producen de tal manera que el ser humano renazca innecesariamente en el transcurso de las mismas. Siempre puede aprender algo nuevo, las condiciones terrestres siempre han cambiado de tal manera que entra en condiciones completamente diferentes con el fin de adquirir experiencia para su desarrollo posterior. La faz de la tierra, las regiones, el reino animal, la cubierta vegetal, todo esto cambia continuamente en un tiempo comparativamente corto. Piensen ustedes en en cómo era la Tierra hace cien años.

¡Qué diferencia con la actualidad! No hace tanto tiempo que todo el mundo sabe leer y escribir a los seis años, como hoy en día. En la antigüedad, había personas muy cultas a la cabeza del Estado que no sabían leer ni escribir. ¿Dónde están los bosques y las especies animales que hace quinientos años llenaban la tierra que ahora está surcada por vías férreas? ¿Cómo eran las localidades donde hoy están nuestras grandes ciudades, ¿Cómo eran hace mil años? Porque sólo para entonces volverá a nacer el hombre, sólo entonces volverá a entrar en una nueva encarnación, cuando las condiciones hayan cambiado de tal manera que el hombre pueda aprender algo nuevo. Vean con el paso de los siglos cómo la faz de la tierra es cambiada, derribada y edificada por las fuerzas intelectuales de los hombres. Pero también hay muchas cosas que siguen cambiando y sobre las que las fuerzas externas del intelecto humano no pueden actuar. La cubierta vegetal y el mundo animal, cambian ante nuestros ojos; desaparecen y otras especies ocupan su lugar. Tales cambios se efectúan desde el otro mundo. Un hombre que camina por un prado puede ver perfectamente cómo se construye un puente sobre el arroyo, pero no puede ver cómo se construye la cubierta vegetal. Eso es lo que hacen los muertos. Estos están activos en la remodelación y reelaboración de la faz de la tierra con el fin de crear para sí mismos la escena cambiada para una nueva reencarnación.

Después de que el ser humano haya estado tan ocupado durante mucho, mucho tiempo con los preparativos para la nueva reencarnación, se acerca el momento en que ésta ha de tener lugar. ¿Qué ocurre ahora? ¿Qué hace entonces el hombre cuando entra en su nuevo renacimiento? En este momento el hombre se encuentra en su Devachán, y allí siente que primero debe reunir para sí mismo un nuevo cuerpo astral. Entonces, por así decirlo, la sustancia astral se dispara hacia él desde todas partes, y según su peculiaridad se cristaliza a su alrededor. Hay que imaginarlo de la misma manera que las limaduras de hierro están sujetas a la atracción de un imán y se disponen y agrupan en torno a él, así la sustancia astral se dispone entorno al yo que ha de reencarnarse. Pero entonces todavía es necesario elegir una pareja adecuada de padres, y así el ser humano es guiado hacia tal o cual pareja de padres, pero no sólo obedeciendo a su propio poder de atracción. Pues aquí intervienen y actúan seres altamente elevados, que hoy, apropiados al estado actual del desarrollo humano, han asumido el trabajo de ordenar kármicamente estas relaciones en rectitud y justicia.

Si, por tanto, ocasionalmente los padres no parecen ser correctos con los hijos y hacia los hijos, no tiene por qué ser porque estén equivocados o sean injustos. Esto es quizás a veces lo bueno, que el hombre llega a las condiciones más complicadas y tiene que soportar las circunstancias más extrañas para aprender a través de ellas.

La secuencia de estas reencarnaciones siempre repetidas no es, sin embargo, interminable. Hay un principio y también un final. Hubo una vez, en el pasado distante, en que el hombre aún no descendía a las encarnaciones. Aún no conocía el nacimiento ni la muerte. Él llevaba entonces una especie de existencia angélica, no interrumpida por cambios tan drásticos en su condición como los que se dan hoy en día como el nacimiento y la muerte.

Pero con la misma seguridad llegará un tiempo para el hombre en el cual habrá reunido una suma suficiente de experiencia en los mundos inferiores para haber adquirido un estado de conciencia lo suficientemente maduro y clarificado como para poder trabajar en los sublimes mundos superiores sin verse obligado a sumergirse de nuevo en los mundos inferiores.

Después de escuchar estos testimonios de repetidas vidas terrenales, algunas personas creen que deben temer que el sentimiento de amor paternal pueda verse perjudicado por el hecho de que una madre oiga que el hijo no es realmente carne de su carne, pues hay algo en este hijo que no es de ella, es decir, algo ajeno. Pero estos lazos que abrazan a padres e hijos no están en modo alguno sujetos al azar y sin ley. No son lazos nuevos. Ya estaban presentes en vidas anteriores y existían en lazos de parentesco y amistad. Estos lazos de amor los unen permanentemente en los mundos superiores en la realidad eterna, y todos los seres humanos serán abrazados un día en el amor eterno, aunque ya no desciendan al ciclo de reencarnación.

Traducido por J.Luelmo ago.2023


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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919