GA174 Dornach 1 de enero de 1917 Efectos tóxicos en la naturaleza humana superior.

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RUDOLF STEINER


 EL KARMA DE LA FALSEDAD

Dornach 1 de enero de 1917

XIV conferencia

Lo que se dijo ayer acerca de las llamadas sustancias venenosas indica claramente cómo todos los impulsos de la vida están graduados en relación unos con otros. Por ejemplo, se dice que alguna sustancia es venenosa y, sin embargo, la naturaleza superior del ser humano está íntimamente relacionada con este veneno; de hecho, la naturaleza superior del hombre no puede existir sin los efectos de los venenos. Estamos tocando aquí un área importantísima del conocimiento, que tiene muchas ramificaciones y sin la cual es imposible comprender muchos secretos de la vida y de la existencia.

Mirando el cuerpo físico humano, tenemos que admitir que si no estuviera lleno de esos componentes superiores de la existencia, el cuerpo etérico, el cuerpo astral y el Yo, el cuerpo físico no podría ser tal como lo conocemos. En el momento en que el hombre atraviesa el portal de la muerte, dejando atrás su cuerpo físico, -es decir, en el momento en que los componentes superiores se retiran del cuerpo físico-, éste comienza a regirse por leyes distintas de las que lo regían mientras esos componentes estaban allí presentes. El cuerpo físico se desintegra; después de la muerte obedece a las fuerzas y leyes físicas y químicas de la tierra.

El cuerpo físico del hombre, tal como lo conocemos, no puede construirse de acuerdo con las leyes terrenales, pues estas mismas leyes son las que lo destruyen. El cuerpo sólo puede ser lo que es gracias a que en él actúan aquellas partes del hombre que no son de la tierra, es decir, sus componentes superiores anímico-espirituales. No hay nada en todo el ámbito de las leyes físicas y químicas que pueda justificar la presencia de algo como el cuerpo físico humano en la tierra.

Considerado según las leyes físicas de la Tierra, el cuerpo humano es una creación imposible. Los componentes superiores del ser humano impiden que se desintegre. Se deduce, por lo tanto, que en el momento en que estos componentes superiores, -el yo, el cuerpo astral y el cuerpo etérico-, abandonan el cuerpo humano, éste se convierte en un cadáver.

Ustedes saben por muchas conferencias anteriores que el diagrama del ser humano que hemos dado a menudo es bastante correcto como tal, pero que en realidad no es tan simple como algunos quisieran. Para empezar, dividimos al ser humano en cuerpo físico, cuerpo etérico, cuerpo astral y yo. Ya he señalado en otras ocasiones que esto implica de por sí otra complicación. El cuerpo físico, por supuesto, es lo que es, -la parte física. Pero el cuerpo etérico, como tal, es algo suprasensible, invisible, algo que no puede ser percibido por los sentidos. Vive en el ser humano como algo que no puede ser percibido por los sentidos. Pero tiene, en cierto sentido, su contrapartida física, porque se imprime en el cuerpo físico. El cuerpo físico no sólo contiene el propio cuerpo físico, sino también una huella del cuerpo etérico. El cuerpo etérico se proyecta sobre el cuerpo físico, por lo que podemos hablar de una proyección etérica sobre el cuerpo físico.

Lo mismo ocurre con el cuerpo astral. Podemos hablar de proyección astral sobre el cuerpo físico. Ustedes ya conocen algunos detalles. Saben que la proyección del Yo sobre el cuerpo físico puede buscarse en ciertas características de la circulación sanguínea, donde el Yo se proyecta sobre la sangre. De manera similar, los otros componentes superiores se proyectan sobre el cuerpo físico. Así pues, el cuerpo físico en su aspecto físico es en sí mismo un sistema complicado, pues es cuádruple. Y así como el aspecto más importante no puede existir en el cuerpo físico si el Yo y el cuerpo astral no están en él, -porque entonces se convierte en un cadáver-, lo mismo ocurre con estas proyecciones, porque todas están presentes en la sustancia física. Sin el Yo no puede haber sangre humana, sin el cuerpo astral no puede haber sistema nervioso humano en su conjunto. Estas cosas existen en nosotros como contrapartida de los componentes superiores del hombre.

Cuando el Yo ha sido, digamos, "sacado" del cuerpo físico, cuando ha atravesado el portal de la muerte, el cuerpo físico ya no tiene vida real, sino que se convierte en un cadáver. De manera similar, bajo ciertas condiciones, estas proyecciones tampoco pueden vivir de manera adecuada.

Por ejemplo, la proyección del Yo, es decir, una determinada cualidad de la sangre, no puede estar presente de forma adecuada en el organismo humano si el Yo no se fomenta debidamente. Para convertir el cuerpo físico en un cadáver es necesario, por supuesto, que el yo salga por completo del cuerpo físico. Pero si se impide que la sangre se impregne de lo que debe vivir en el yo, de modo que el alma y el espíritu puedan obrar de la manera debida en la sangre, ésta puede recorrer una cuarta parte del camino para convertirse en cadáver. De ello se desprende que es posible introducir el desorden en el alma del hombre de tal manera que no puedan ejercerse las influencias correctas sobre la naturaleza sanguínea, la sustancia sanguínea. Ese es entonces el punto en que la sangre puede transformarse en una sustancia venenosa, -no totalmente, pues en ese caso la persona moriría, pero sí en parte. El cuerpo físico humano es abandonado a la destrucción si el yo se aparta de él, y de manera similar la sangre es llevada a un estado de mala salud, -aunque esto no sea necesariamente perceptible-, si el yo no es fomentado y entretejido con el cuidado correcto.

Entonces, ¿En qué circunstancias el Yo no es fomentado y entretejido con el cuidado correcto? Esto ocurre en determinadas circunstancias muy concretas. Veamos por el momento el período post-atlante. Vemos que a medida que avanza la evolución humana, en cada época cultural sucesiva se desarrollan ciertas capacidades definidas, ciertos impulsos definidos. Es imposible imaginar que las personas que vivían en el antiguo período indio tuvieran una condición de desarrollo del alma similar a la nuestra. De época en época, a medida que los seres humanos pasan por sucesivas encarnaciones en la tierra, se necesitan diferentes impulsos para el alma humana.

Permítanme dibujarles un diagrama. Imaginen que éste es el cuerpo físico principal, el que tiene que estar lleno de todos los componentes superiores de la naturaleza humana para poder ser un cuerpo físico.

De todos estos componentes superiores, me ocuparé únicamente del Yo, aunque podría ocuparme de los tres. El sombreado aquí indica que el cuerpo físico está impregnado por el yo. Así que, en cierto modo, las otras proyecciones también tienen que estar impregnadas. Permítanme indicar aquí la proyección del cuerpo etérico, que en su mayor parte está anclado en el sistema glandular del ser humano; pues también éste tiene que ser permeado y entretejido. En tercer lugar, permítanme indicar lo que está anclado principalmente en el sistema nervioso. También éste, en cierto modo, debe estar entretejido con el funcionamiento del yo. Y el propio cuerpo del yo, también tiene que estar entretejido de la manera adecuada.

Como acabo de decir, a medida que el hombre atraviesa los sucesivos períodos de evolución, tiene que entrar en diferentes impulsos de desarrollo con cada período. Tiene que absorber todo lo que la época contemporánea le exige. En el primer período postatlante, la antigua India, hubo que absorber impulsos anímico-espirituales que permitieran desarrollar el cuerpo etérico; en el siguiente período, la antigua Persia, se desarrolló el cuerpo astral; en el período de Egipto y Caldea fue el turno del alma sensible; en el período grecolatino, el alma intelectual o mental; y en la actualidad, el alma consciente.

El hecho de que el ser humano absorba de manera correcta lo que conviene a la época en que vive dependerá de que haya penetrado correctamente en todos estos principios corporales, -así como el cuerpo físico está impregnado de los componentes superiores de su ser-, de manera que absorban lo que la época requiere. Supongamos que un individuo, durante el quinto período postatlante, se resistiera a absorber nada de lo que debería ser absorbido durante este período; supongamos que rechazara todo lo que pudiera cultivar su alma de la manera requerida por el quinto período postatlante. ¿Cuál sería la consecuencia?

Su naturaleza corporal no puede volver a un estado anterior si pertenece a la parte de la humanidad que está llamada actualmente a absorber los impulsos del quinto período postatlante. No todos están llamados al mismo tiempo, pero actualmente todas las razas blancas están llamadas a absorber la cultura del quinto período postatlante. Supongamos ahora que un individuo se resistiera a ello. Cierto miembro de su naturaleza corporal, -sobre todo, la sangre-, permanecería vacío de todo lo que podría ser absorbido, si no opusiera esta resistencia. Este miembro de su naturaleza corporal carecería entonces de lo que debería impregnar su sustancia y sus fuerzas. Esta sustancia y las fuerzas que viven en ella, -aunque no en un grado comparable a la muerte corporal provocada por la partida del yo-, enfermarían entonces en sus fuerzas vitales, que se degradan de tal modo que el hombre las lleva como un veneno en su interior. Así pues, quedarse atrás en la evolución significa que el hombre impregna su ser con una especie de fantasma formativo que es venenoso. En cambio, si absorbiera lo que sus impulsos culturales le exigen, el estado de su alma sería tal que podría disolver ese fantasma venenoso que lleva dentro. Al no hacerlo, permite que este fantasma se coagule y se convierta en parte de su cuerpo.

Este es el origen de todas las enfermedades de la civilización, de la decadencia cultural, de todos los vacíos del alma, de los estados de hipocondría, de las excentricidades, de las insatisfacciones, de los malhumores, etc., y también de todos esos instintos que atacan a la cultura, que son agresivos y antagónicos hacia los impulsos culturales. O el individuo acepta la cultura de su época y se adapta a ella, o desarrolla el correspondiente veneno que se deposita en su interior y sólo puede disolverse si acepta la cultura. Pero si se permite que el veneno se deposite, conduce al desarrollo de instintos que se oponen a la cultura de la época. El funcionamiento de un veneno es también siempre un instinto agresivo. En las lenguas de Europa Central esto puede percibirse con bastante claridad: muchos dialectos no dicen que una persona está enfadada, sino que es tóxica. Esto expresa un profundo sentido de algo que efectivamente es así. Alguien irascible se describe en Austria, por ejemplo, como "gachgiftig", lo que significa que es rápido para envenenarse, rápido para enfadarse. Los seres humanos adquieren veneno, a veces de forma muy concentrada, si se niegan a aceptar lo que podría disolver ese veneno. Hoy en día, innumerables personas se niegan a aceptar la vida espiritual en la forma adecuada para hoy, que nos hemos esforzado en describir durante tanto tiempo, más recientemente incluso en público.

En tales personas, la flor de loto aquí [en la frente] revela muy claramente lo que ocurre en estos casos, porque los efectos llegan hasta el reino del calor, y tales personas saltan como llamas contra cualquier cosa en el mundo que les rodea que revele algo que podría traer sanación a nuestros tiempos. Ciertamente, Mefistófeles, -es decir, el diablo-, está caminado entre nosotros; pero el desarrollo de incluso un pequeño comienzo, -minúsculas llamas agitándose-, comienza cuando nos negamos a aceptar algo que es apropiado para nuestro tiempo, de modo que no disolvemos el veneno sino que lo convertimos en un cadáver parcial y permitimos que se coagule en nuestro organismo como un fantasma de fuerzas formativas.

Si reflexionan bien sobre esto, descubrirán la causa de muchas insatisfacciones en la vida. Aquellos que llevan un fantasma venenoso en su interior son realmente infelices. Llamaríamos a estas personas nerviosas, o neurasténicas; pero también puede hacerlas crueles, pendencieras, monistas, materialistas, porque estas características son el resultado, más a menudo de lo que podríamos pensar, de causas fisiológicas provocadas por el veneno que se deposita en el organismo humano en lugar de ser asimilado.

De todo esto se deduce que el equilibrio general del mundo en el que estamos inmersos consiste en una especie de equilibrio inestable entre lo que es bueno y correcto, por un lado, y su opuesto, los efectos de los venenos, por otro. Para que sea posible lo bueno y lo correcto, también debe ser posible errar en lo correcto, para que los venenos tengan su efecto.

Si ahora aplicamos esto a una situación más amplia, vemos que hoy en día debe ser posible que las personas alcancen cierto grado de vida espiritual, que desarrollen en sí mismas impulsos para una vida espiritual interior y libre. Para que sea posible que el individuo alcance una vida espiritual, también debe existir lo contrario, es decir, la correspondiente posibilidad de errar por el camino de la magia gris o negra. Sin lo uno, lo otro no es posible. Del mismo modo que tú, como ser humano, no puedes mantenerte sin la base firme de la tierra bajo tus pies, tampoco es posible perseguir la iluminación de la vida espiritual sin la resistencia que debe existir y que es inevitable para los reinos superiores de la vida.

Ya hemos mencionado el hecho, muy contradictorio y no por ello menos importante, de que la pregunta: "¿A quién debemos el Misterio del Gólgota?  podría suscitar la respuesta: A Judas. Pues se podría argumentar que si Judas no hubiera traicionado a Cristo Jesús, el Misterio del Gólgota no habría tenido lugar, por lo que deberíamos estar agradecidos a Judas, ya que el Cristianismo, -es decir, el Misterio del Gólgota-, proviene de él. Sin embargo, estar agradecidos a Judas y quizás reconocerle como el fundador del cristianismo ¡es ir demasiado lejos! Dondequiera que nos esforcemos por entrar en reinos superiores tenemos que contar con la verdad viva, no muerta, y la verdad viva lleva en sí su propia contraimagen, igual que en la existencia física la vida lleva en sí la muerte.

Esto es algo que quería poner hoy en sus almas, porque sobre esta base se pueden comprender muchas cosas. Tiene que existir la posibilidad de lo espiritual, pero también de depositar el veneno que es su polo opuesto. Y si se puede depositar, entonces también se puede usar, se puede utilizar en todos los ámbitos.

Se podrían plantear muchas preguntas al respecto, pero hoy nos ocuparemos sólo de una: ¿Cómo podemos encontrar nuestro camino a través del laberinto? ¿No existe un peligro muy grande de que cualquier cosa a la que nos acerquemos en el mundo pueda contener el polo opuesto, es decir, el veneno, o al menos que alguien intente hacer de ello algo venenoso? Por supuesto, siempre existe esta posibilidad. Todo lo que es potencialmente muy bueno también puede pervertirse y convertirse en lo contrario. Así debe ser para que la evolución humana pueda seguir su curso en libertad de acuerdo con la era cultural actual. De hecho, los mejores impulsos evolutivos de nuestra época son los que tienen más probabilidades de convertirse en su opuesto.

Esto es válido tanto para la vida social como para el organismo humano. En las conferencias pronunciadas aquí el año pasado, vimos que en la época actual, para empezar sólo germinalmente, está empezando a desarrollarse la capacidad que nos permitirá crear una vida de Imaginaciones, -desarrollar pensamientos que surjan libremente-, aunque hasta ahora esta posibilidad es negada por los materialistas. Sin embargo, está en la naturaleza misma de nuestra época actual que una vida de Imaginación deba desarrollarse poco a poco. ¿Cuál es la contraimagen de la vida imaginativa? La contraimagen de la vida imaginativa es la fabricación, la creación de invenciones sobre la realidad y la correspondiente irreflexión al alegar esto o aquello. A menudo lo he descrito en estas conferencias como una falta de atención a la verdad, a lo que es actual y real. Lo más maravilloso que se le presenta a la humanidad en el quinto período postatlante es el ascenso gradual de la mera vida intelectual unilateral a la vida imaginativa, que es el primer paso hacia el mundo espiritual. Ésta puede errar y convertirse en falsedad, en la fabricación de falsedades en relación con la realidad. No me refiero, por supuesto, a la poesía, que está totalmente justificada, sino a la fabricación con respecto a lo real.

Otro elemento que debe surgir en la época actual, -también lo hemos tratado aquí-, es un pensamiento especialmente consciente y concienciado de su responsabilidad. Cuando se ve lo que ofrece la ciencia espiritual antroposófica, no se puede dejar de admitir que, para comprender lo que se dice, se necesitan pensamientos nítidamente delineados, pensamientos que estén imbuidos de la voluntad de perseguir la realidad de un modo objetivo. El pensar con claridad es ciertamente necesario para que nuestras enseñanzas -si puedo llamarlas así- sean comprendidas. Sobre todo, lo que se necesita no son pensamientos fugaces, sino una cierta quietud de pensamiento. Debemos trabajar para lograr este tipo de pensar. Debemos esforzarnos sin descanso por obligarnos a pensar pensamientos de contornos claros y no revolcarnos en simpatías y antipatías cuando nos alegamos algo a nosotros mismos y a los demás. Debemos buscar el fundamento, la base, de lo que sostenemos, - de lo contrario nunca penetraremos de la manera correcta en el reino de la ciencia espiritual. Debemos exigirnos esto a nosotros mismos. Cumpliremos nuestra tarea si nos lo exigimos. Si nos preguntan qué podemos hacer en estos tiempos difíciles, nuestra respuesta debe basarse en lo que acabo de decir. Debemos ser plenamente conscientes del hecho de que, en la actualidad, todo ser humano que anhele que la evolución de la Tierra avance de forma saludable debe buscar concienzuda y honestamente la objetividad del pensar, de la manera descrita. Esta es la tarea del alma humana en la actualidad.

Precisamente porque esto es así puede desarrollarse el correspondiente veneno, que es un estado del ser totalmente desprovisto de claridad de pensamiento, desprovisto de un pensamiento que se una con la realidad y no fabrique nada, sino que busque describir únicamente lo que es. En el transcurso del siglo XIX el anhelo de objetividad nos abandonó cada vez más. Y la ausencia de conciencia en lo que aquí hemos venido describiendo como la verdad ha alcanzado en el siglo XX un cierto clímax en comparación con todo lo anterior. El efecto es peor cuando la gente no se da cuenta de ello; sin embargo, en este aspecto, es característico de nuestro tiempo.

Permítanme darles algunos ejemplos para mostrarles lo que quiero decir. Permítanme poner estos ejemplos ante ustedes sine ira, -sin simpatías ni antipatías. He aquí un hombre al que conozco muy bien, alguien a quien podría calificarse de persona verdaderamente amable y simpática. Ocupa un cargo en la vida pública y ciertamente no se permitiría desviarse, ni siquiera mínimamente, de las actitudes rectas que se esperan de quienes ocupan cargos públicos. Sin embargo, hace poco este hombre se permitió decir algo bastante típico. Al final de un ensayo escribió: "Por último, no podemos evitar al menos una breve discusión sobre...". [Hueco en el informe]

Es comprensible que hoy en día se digan cosas así, y lo he citado precisamente porque la persona que lo dijo era un hombre muy serio y con actitudes verdaderamente rectas. Sin embargo, cuando se mira más de cerca, se descubre que es lo más deshonesto que puede haber; porque ¿cómo se puede decir algo más deshonesto que: "Me uniré al canto de "Ahora damos gracias todos a nuestro Dios" y "Un baluarte seguro sigue siendo nuestro Dios" ' y así sucesivamente, con un estado de ánimo que convierte estos himnos en oraciones, si se tienen opiniones como las expresadas por este hombre. Francamente, está elogiando la falsedad. En la actualidad, se pueden encontrar tales elogios a la falsedad dondequiera que se miren, pero se hacen, me veo obligado a decirlo, de buena fe. Son el veneno que corresponde a lo que debe desarrollarse como una vida espiritual de Imaginación. Los mejores entre nosotros, especialmente, son propensos, más o menos inconscientemente, a albergar los efectos de este veneno. Por supuesto, una vez que te das cuenta de que algo de este tipo que late en la sociedad no es diferente de una gota de veneno administrada al organismo humano, entonces estás en condiciones de juzgar todas estas cosas correctamente. Y una vez que te das cuenta de ello, no puedes sino sentirte obligado a luchar por algo en la vida que ya he descrito varias veces. Te sentirás obligado a estar atento a los hechos, querrás que tu observación de la vida sea acertada, porque sin esto hoy no hay camino que recorrer. El karma que se está cumpliendo en este momento, el karma del que he hablado antes, no es el karma de una sola nación; es el karma de toda la humanidad europea y americana del siglo XIX; es el karma de la falsedad, el insidioso veneno de la falsedad.

Esta falsedad puede experimentarse con particular intensidad en los movimientos de una variedad más elevada. A lo largo de mi vida me he topado con mucha falsedad, pero debo decir que nunca he conocido mentiras tan grandiosas como las promulgadas entre ciertas personas que proclaman el principio: No hay religión más elevada que la Verdad. Podría decir que una mendacidad tan intensa sólo se encuentra allí donde existe al mismo tiempo una profunda conciencia de luchar sólo por la verdad y nada más que por la verdad. La mayor vigilancia es necesaria cuando se lucha por lo último. Porque debemos darnos cuenta de que, mientras que en épocas culturales anteriores las posibilidades de errar eran diferentes, hoy el mayor peligro es una aberración hacia la falsedad provocada por no tener en cuenta la realidad de un modo vivo, ¡por no tener en cuenta la realidad! El hombre que he mencionado, que escribió tales mentiras, preferiría que le cortaran la lengua antes que decir conscientemente una falsedad. Sin embargo, es a través de personas tan rectas que estas cosas funcionan, filtrándose en el organismo social y convirtiéndose en veneno social. Obviamente, puesto que deben existir necesariamente entre nosotros, también pueden errar en la dirección opuesta. Otros seres humanos pueden tomarlas en su conciencia y utilizarlas para todo tipo de travesuras, por decirlo suavemente.

Algunos de ustedes recordarán lo extraño que le pareció a la gente la primera vez que hice unas declaraciones bastante radicales sobre estas cosas hace unos años, en una conferencia pública en Múnich. Dije entonces: En el curso de la evolución humana, se desarrollan en el plano físico impulsos tanto para el bien como para el mal. ¿Cuál es la causa del desarrollo de estos impulsos? Estos impulsos surgen cuando ciertas fuerzas, que en realidad pertenecen al mundo espiritual superior, son mal utilizadas aquí abajo, en el mundo físico. Si los ladrones utilizaran sus instintos ladrones, y los asesinos sus instintos asesinos, y los mentirosos sus instintos mentirosos para desarrollar fuerzas superiores, en lugar de disfrutar de ellas aquí en el plano físico, desarrollarían fuerzas superiores bastante considerables. Su error consiste únicamente en que desarrollan sus fuerzas en el plano equivocado. El mal, dije, es el bien que ha sido trasladado desde otro plano. Por supuesto, saber esto no hace mejor a un ladrón, a un asesino o a un mentiroso. Pero debemos entender estas cosas, de lo contrario no podremos comprender lo que ocurre, cayendo víctimas inconscientes de estos peligros.

No es de extrañar que muchas personas hoy en día simplemente no se dan cuenta de que se está convirtiendo en la tarea de la humanidad a preocuparse por los asuntos espirituales. Por lo tanto, no asumen esta tarea, abandonándose en su lugar a los instintos materialistas. Al hacerlo, desarrollan en sí mismos esos venenos que deberían ser disueltos por el elemento espiritual. ¿Cuál es la consecuencia? En aquellos que niegan el espíritu, los venenos se convierten en fuerzas que les llevan a ser verdaderos mentirosos; que sean conscientes o inconscientes es una mera cuestión de grado. Sin embargo, estas mismas fuerzas podrían utilizarse para lograr una comprensión razonable del conocimiento espiritual.

Considerad lo importante que es para nosotros comprender esto y cómo, al comprenderlo, podemos llegar a entender uno de los aspectos centrales del karma de nuestro tiempo, si añadimos a ello lo que dije ayer: que un solo caso no puede separarse de la humanidad en su conjunto, pues la humanidad es una totalidad. Como contraimagen del esfuerzo espiritual es esencial que exista un mal violento. Y una de las tareas del hombre de hoy es reconocer la verdadera naturaleza de este mal, para poder reconocerlo adecuadamente y oponerse a él cuando se tope con él en la vida.

Al hablar de estas cosas nos damos cuenta de la relación entre los grandes aspectos del karma de nuestro tiempo y algo que está viviendo en nuestro tiempo y que está por todas partes en el mundo provocando muchas cosas terribles. Superficialmente, vemos cómo la falsedad palpita a través del mundo en poderosas olas que devoran mucho más de lo que uno podría pensar. Porque la falsedad es monstruosamente vigorosa. Pero como hemos visto hoy, la falsedad no es otra cosa que la correspondiente contraimagen del esfuerzo espiritual que debería existir pero no existe. La sabiduría divina y espiritual del universo ha dado al ser humano la posibilidad del esfuerzo espiritual. Tenemos dentro de nosotros el veneno que podemos disolver. De hecho, debemos disolverlo, porque de lo contrario se convertirá en una especie de cadáver parcial dentro de nosotros.

Permítanme darles ejemplos de la vida cotidiana. Al mismo tiempo, nos servirán para comprender mejor ciertas cosas que hoy nos encontramos a cada paso y que están relacionadas con la vida y con todo el mal y el sufrimiento de la época actual. En efecto, uno de los objetivos de estas conferencias, en la medida en que se nos ha permitido darlas, es la comprensión de los dolorosos acontecimientos actuales. Traigo estas cosas a colación para mostrarles de forma estructurada cómo funcionan estos impulsos. Los ejemplos que doy pretenden describir hechos, no a una persona o personas concretas.

Por aquí, en Suiza, anda merodeando un hombre que hace muchos años era abogado en Berlín, un mequetrefe que se vio obligado a buscar fortuna en el extranjero a causa de todas las travesuras que había urdido. Lleva años merodeando por el extranjero, y ahora que ha estallado la guerra ha escrito un libro, J'accuse, que ha causado furor en todos los países de la periferia. Se puede decir que todo este asunto de J'accuse es uno de los síntomas más tristes de nuestro tiempo, porque es muy característico. J'accuse es un libro gordo, y ciertas personas que deberían saberlo sostienen que no hay cabaña de madera en la lejana Noruega que no albergue un ejemplar. Es, en otras palabras, uno de los libros más difundidos. La primavera pasada leí en Berlín un artículo sobre él escrito por una persona muy conocida. Dice que J'accuse le fue recomendado por alguien a quien admira mucho. Por la forma en que describe a su amigo, deducimos a quién debe referirse, es decir, a alguien que cuenta mucho en Holanda. Sin embargo, esta persona fue incapaz de valorar siquiera el estilo de prensa sensacionalista del libro. Es posible ser considerado un gran hombre y, sin embargo, ser incompetente para formarse un juicio en estas cuestiones.

Ahora, hace poco, el autor -conocido y, sin embargo, desconocido- de J'accuse ha vuelto a publicar en L'Humanité las siguientes reflexiones. Como ya he dicho, no me preocupa la persona en sí, sino que quiero describir algo que es típico de nuestro tiempo:

En el Reichstag de Berlín, un socialdemócrata pronuncia un discurso en el que expone sus puntos de vista sobre diversos acontecimientos ocurridos en el período previo al estallido de la guerra, (la I guerra mundial). No importa si estamos de acuerdo con él o no; lo que me preocupa es la forma que adoptan esas cosas. En su discurso, este miembro del Reichstag se refiere a un comentario hecho por Sir Edward Grey el 30 de julio de 1914 en el sentido de que si los austriacos se conformaran con marchar hasta Belgrado, ocupar la ciudad y esperar el resultado de un posible congreso europeo sobre la relación entre Austria y Serbia, entonces aún sería posible preservar la paz. Esta observación de Sir Edward Grey está bien documentada, ya que se la hizo al embajador alemán y también se la escribió al embajador inglés en San Petersburgo. El asunto está tan bien documentado que no cabe duda de que Sir Edward Grey hizo esta observación. Sin embargo, al sacarlo de nuevo a colación en el Reichstag, este diputado ha despertado la cólera del autor de J'accuse. ¿Y qué hace el autor de J'accuse? Escribe un artículo absolutamente calumnioso en L'Humanité en el que acusa al miembro del Reichstag de mendacidad, falsa citación, etcétera. Sin embargo, el asunto está muy bien documentado, y el miembro del Reichstag no dijo nada que no esté atestiguado en los libros, o en la carta enviada por Sir Edward Grey al embajador inglés en San Petersburgo. Entonces, ¿cómo puede el autor de J'accuse hacer la afirmación de mendacidad? Lo hizo diciendo Lo que decía el miembro del Reichstag no puede referirse a un comentario hecho por Sir Edward Grey el 30 de julio; debe referirse a uno hecho por Sasonov el 31 de diciembre. Pero el comentario de Sasonov, no el de Grey, fue el que citaré a continuación. En otras palabras, el miembro del Reichstag citó erróneamente a Sasonov, ya que el comentario de Sasonov fue el siguiente, y además afirma que el comentario de Sasonov fue hecho por Sir Edward Grey.

El hecho es que el miembro del Reichstag se refiere a un comentario de Grey. El autor de J'accuse quiere rebatirlo y dice: Lo que dice no se refiere a una observación de Grey, sino a una de Sasonov, que cita erróneamente; Sasonov dijo lo siguiente...; en otras palabras, lo que dijo en el Reichstag de Berlín es doblemente falso, ya que, en primer lugar, la cita es falsa y, en segundo lugar, afirma que la observación se hizo en Londres, cuando en realidad se hizo en San Petersburgo. Ergo, el miembro del Reichstag es un mentiroso.

Todo J'accuse es de este calibre; toda la argumentación es así. Ya ven cuán estrecho, confuso y carente de escrúpulos debe ser el pensamiento de una persona capaz de escribir tales cosas. ¿Y qué consigue? Las innumerables personas que leen L'Humanité y lo que dice el autor -conocido y, sin embargo, desconocido- de J'accuse, por supuesto, no comprueban los hechos por sí mismas. Creen lo que ven ante sus ojos. De este modo demuestra no sólo que el miembro del Reichstag mintió, sino también -y el autor de J'accuse es capaz de permitir que esto se considere una prueba- que las Potencias Centrales nunca respondieron a las propuestas de la periferia. El autor de J'accuse afirma que el miembro del Reichstag está diciendo que las Potencias Centrales sí reaccionaron a las propuestas hechas por la periferia. Y sin embargo, dice, ¡miren lo que dijo Sasonov, pues es a Sasonov a quien cita! Las Potencias Centrales nunca respondieron, así que ya ven cómo gestionaron el asunto; ni siquiera respondieron a estas importantes propuestas.

Ahora bien, lo que dijo el miembro del Reichstag se refería efectivamente a una propuesta hecha por Grey y telegrafiada por él a su embajador, que luego la transmitió a Sasonov. Sasonov dio la vuelta a toda la propuesta de Grey, que no era en absoluto mala. El autor de J'accuse exige que esta propuesta, convertida en su contrario por Sasonov, debería haber sido tenida en cuenta, aunque Sasanov no la tuviera en cuenta. Sin embargo, se puede probar que Grey envió un telegrama a su embajador en San Petersburgo y que éste se lo presentó a Sasonov, quien no lo tuvo en cuenta. Al mismo tiempo Grey envió su propuesta a Berlín y de Berlín fue enviada a Viena. De hecho, se puede probar que se llevaron a cabo negociaciones entre Viena y Berlín para persuadir a Austria de que hiciera un alto en Belgrado y esperara a las negociaciones europeas. Esto está documentado en una carta telegrafiada por el rey de Inglaterra al príncipe Heinrich. En otras palabras, las Potencias Centrales sí consideraron las propuestas de Grey. Pero Sasonov no las consideró. Aun así, el autor de J'accuse llega a la conclusión de que las Potencias Centrales no respondieron y se han hecho así culpables de estos terribles sucesos.

Todo este asunto no es insignificante, pues en el lamentable documento de ayer puede verse la misma frase. Aquí tenemos un extraordinario -permítanme decir- parentesco, relación familiar, entre un terrible documento de la historia mundial y un individuo que ha estado dando vueltas durante años porque su propia patria se volvió demasiado caliente para retenerlo y que ahora escribe todo tipo de basura bajo el rimbombante título de J'accuse. Por un alemán - basura que se ampara en excesos tan ulteriores como el último logro de L'Humanité.

No es de extrañar que luego la gente se defienda como lo ha hecho el diputado alemán del Reichstag, acusado por el autor de J'accuse de calumniador, hipócrita y mentiroso. Hizo la siguiente comparación: Usted envía a su criada a hacer un recado al Sr. Miller al número 35 de Long Lane. Cuando ella vuelve después de haber tardado mucho más de las dos horas previstas, dice: "No he podido encontrar al Sr. Miller. He ido al número 85 de Short Street. El Sr. Miller, carpintero, no vive allí, pero sí la Sra. Smith, lavandera. Esto, dijo el miembro del Reichstag, es justo el nivel de conexión entre lo que el autor de J'accuse dice y lo que realmente sucedió.

El autor de J'accuse es, por supuesto, un ejemplo particularmente desagradable. Esta forma de tratar la realidad es hoy el anverso, la correspondiente contraimagen del esfuerzo espiritual, que fluye por las venas de la sociedad en lugar de aquello por lo que todos deberíamos esforzarnos: el conocimiento espiritual, el conocimiento espiritual con el que llenar nuestro ser. Podemos encontrar tales cosas en todas partes, en múltiples variaciones. Les he dado sólo un ejemplo: la deshonestidad, tal como aparece en un individuo que conozco muy bien. En todas partes veremos cómo tales cosas aparecen como la contraimagen de lo que es necesario en nuestro tiempo. El conocimiento espiritual es necesario para aquellos que quieren reconocer cualquier cosa que valga la pena hoy en día; todo otro conocimiento va por detrás de lo que debería estar evolucionando. Por lo tanto, para que se produzca entre las naciones de Europa una actitud mental dispuesta hacia la paz, tendrán que desarrollarse sentimientos hacia estas naciones que estén imbuidos del espíritu, sentimientos que pueden nacer si las naciones son vistas de la forma en que se muestran en el ciclo de conferencias sobre los espíritus populares que di mucho antes de la guerra en Christiania. Debemos proponernos acercarnos al espíritu de una nación de este modo. Sólo entonces nuestro espíritu humano podrá activarse de manera que nos permita formar un juicio válido que abarque a todo un grupo, como una nación. Piensa en cómo se podrían formar juicios sobre las naciones si antes se hubiera llevado a cabo una preparación espiritual suficiente. Sin embargo, todo lo que hemos visto desviarse tan drásticamente en una u otra dirección no sólo vive en lo peor; también vive en lo mejor de nosotros. Al describir esto no pretendo culpar a nadie. Simplemente describo una carencia que existe porque no hay voluntad de crear la base espiritual sobre la que puedan formarse juicios acerca de las interrelaciones de las naciones. Los juicios se forman sobre la base de simpatías y antipatías más que de verdaderas percepciones.

Un ejemplo típico de ello puede encontrarse en una famosa novela escrita hace muy poco. En ella se hace un intento perfectamente honesto de describir una determinada nación, -en este caso la alemana-, a través de los diversos personajes que la representan. Sin embargo, la forma en que se hace es defectuosa porque la falta de espiritualidad impide al autor lograr un juicio basado en la realidad. No tendría por qué mencionar aquí una novela auténtica, pues en una verdadera obra de arte no se plantearía tal cuestión. Pero una novela tendenciosa en sus descripciones sí puede citarse a este respecto. Permítanme aclarar más lo que quiero decir: En una novela realmente buena nunca se oirá la voz del propio autor, pues los personajes expresarán lo que es típico de su nación, su posición, su clase, etcétera. Así, si John Smith o Adrian Swallowtail dicen algo sobre los alemanes, los franceses o los ingleses, no hay nada que objetar. Pero este no es el caso de la novela en cuestión. Aquí, el autor no deja de salir del telón y dar su opinión, de modo que cuando describe a una persona da su propia opinión sobre los alemanes, o lo que sea. Esto se ve enseguida en la descripción de un pariente del héroe:

"Era un buen conversador, de buena constitución, aunque un poco corpulento, y del tipo que en Alemania pasa por belleza clásica; tenía una frente grande que no expresaba nada, rasgos grandes y regulares, y una barba rizada: un Júpiter de las orillas del Rin".

Estarán de acuerdo en que no es probable que esto conduzca a un juicio objetivo, aunque pudiera ser cierto en casos aislados. Una orquesta de cámara alemana es descrita de la siguiente manera:

"No tocaban con mucha precisión ni a tiempo, pero nunca se salían del carril y seguían fielmente los marcados cambios de tono. Tenían esa facilidad musical que se satisface fácilmente, esa perfección mediocre que tanto abunda en la raza que se dice la más musical del mundo."

Ahora se describe al tío del héroe:

"Era socio de una gran casa comercial que hacía negocios en África y el Lejano Oriente. Era el tipo exacto de uno de esos alemanes del nuevo estilo, cuya afectación es repudiar burlonamente el antiguo idealismo de la raza y, embriagados por la conquista, mantener un culto a la fuerza y al éxito que demuestra que no están acostumbrados a verlos de su lado. Pero es tan difícil cambiar de una vez la vieja naturaleza de un pueblo, que el idealismo despreciado brota de nuevo en él a cada paso en el lenguaje, los modales y los hábitos morales, y las citas de Goethe para encajar en los más pequeños incidentes de la vida doméstica, y era un compuesto singular de conciencia e interés propio. Había en él un curioso esfuerzo por reconciliar los principios honestos de la vieja burguesía alemana con el cinismo de estos nuevos condottieri comerciales, un compuesto que siempre desprendía un repulsivo sabor a hipocresía, que siempre se esforzaba por hacer de la fuerza, la avaricia y el interés propio alemanes los símbolos de todo derecho, justicia y verdad".

 Del héroe se dice:

"... carecía de ese fácil idealismo germánico, que no quiere ver, y no ve, lo que sería desagradable a su vista, por temor a perturbar la tranquilidad propia de su juicio y lo agradable de su existencia".

He aquí otro ejemplo del autor asomándose a través de las cortinas y dando su propia opinión:

"Especialmente desde las victorias alemanas se habían esforzado por hacer un compromiso, una intriga repugnante entre su nuevo poder y sus viejos principios. No se había renunciado al viejo idealismo. Tendría que haber habido un nuevo esfuerzo de libertad del que eran incapaces. Se contentaron con una falsificación, con supeditarla a los intereses alemanes. Como el sereno y sutil Schwabian, Hegel, que había esperado hasta después de Leipzig y Waterloo para asimilar la causa de su filosofía con el Estado prusiano...".

Este señor tiene una extraña visión de la historia de la filosofía. Aquellos de nosotros con un conocimiento real de lo que ocurrió sabemos que los principios de la filosofía de Hegel sobre la fenomenología de la conciencia se escribieron en Jena en 1806 atronando el cañón mientras Napoleón se acercaba. Sin embargo, en la novela se dice con cierto "sentido de la verdad" que Hegel esperó a la batalla de Leipzig para adaptarse al Estado prusiano.

"... habiendo cambiado sus intereses, también habían cambiado sus principios. Cuando fueron derrotados, decían que el ideal de Alemania era la humanidad. Ahora que habían derrotado a otros, decían que Alemania era el ideal de la humanidad".

¡Qué frase más bonita!

"Cuando otros países eran más poderosos, decían, con Lessing, que "el patriotismo es una debilidad heroica de la que conviene prescindir", y se llamaban a sí mismos "ciudadanos del mundo". Ahora que estaban en auge, no podían menos que despreciar las utopías "a la francesa". La paz universal, la fraternidad, el progreso pacífico, los derechos del hombre, la igualdad natural: decían que los más fuertes tenían derechos absolutos contra los demás, y que los demás, siendo más débiles, no tenían derechos contra sí mismos".

Como puede verse, una vez iniciada la guerra, estas frases podrían haber servido de base para muchos artículos de fondo en los países de la periferia. Sin embargo, fueron escritas mucho antes de la guerra.

"Era el Dios vivo y la Idea encarnada, cuyo progreso se realiza mediante la guerra, la violencia y la opresión. La fuerza se había convertido en sagrada ahora que estaba de su lado. La fuerza se había convertido en el único idealismo y la única inteligencia".

Ahora falta una frase en mis notas. Usted sabe que no es fácil traer cosas a través de la frontera en este momento, y tengo el libro en Berlín.

Permítanme citar algunos pasajes más en los que el autor se asoma a través de las cortinas:

"Los alemanes son muy poco indulgentes con las imperfecciones físicas: no pueden verlas; incluso son capaces de embellecerlas, en virtud de una imaginación fácil que encuentra cualidades inesperadas ante su deseo de hacerlas semejantes a los ejemplos más ilustres de la belleza humana. El viejo Euler no habría necesitado que le insistieran mucho para hacerle declarar que su nieta tenía la nariz de la Juno Ludovisi".

Hay que añadir que esta nariz y este rostro se describen como especialmente feos.

De Schumann se dice:

"Pero eso era todo: su ejemplo hizo comprender a Christopher que la peor falsedad del arte alemán no se producía cuando los artistas trataban de expresar algo que no habían sentido, sino cuando trataban de expresar los sentimientos que de hecho sentían, sentimientos que eran falsos".

Entonces recordamos con cierto placer algo que dijo Madame de Staël:

"Se han sometido con valentía. Encuentran razones filosóficas para explicar la teoría menos filosófica del mundo: el respeto al poder y la castigadora emoción del miedo que transforma ese respeto en admiración."

El autor de la novela añade que su héroe 'encontró ese sentimiento', es decir, que se han sometido con valentía, que tienen respeto y miedo:

"... en todas partes de Alemania, desde lo más alto a lo más bajo - desde el Guillermo Tell de Schiller, ese pequeño burgués limitado con músculos de portero, que, como dice el judío libre Borne, "para conciliar el honor y el miedo pasa ante la columna del querido Herr Gessler, con los ojos bajos, para poder decir que no vio el sombrero; no desobedeció"- al anciano y respetable profesor Weisse, un hombre de setenta años, y uno de los hombres de letras más honrados de la ciudad, quien, cuando veía venir a un Herr Teniente, se apresuraba a cederle el paso, y se bajaba a la calzada. A Christopher le hervía la sangre cada vez que veía uno de estos pequeños actos de servilismo cotidiano. Le dolían tanto como si él mismo se hubiera rebajado. Los modales arrogantes de los oficiales con los que se cruzaba por la calle, su insolencia altiva, le dejaban mudo de ira. Nunca les cedía el paso. Cada vez que se cruzaba con ellos, les devolvía la mirada arrogante. Más de una vez estuvo a punto de provocar una escena. Parecía buscar problemas. Sin embargo, era el primero en comprender la inutilidad de semejante bravuconería; pero tenía momentos de aberración; el perpetuo apremio que se imponía a sí mismo, y la acumulación de fuerza en él que no tenía salida, le ponían furioso. Entonces estaba dispuesto a todo, y tenía la sensación de que si permanecía un año más en aquel lugar estaría perdido. Aborrecía el militarismo brutal que sentía que pesaba sobre él, el ruido de los sables sobre el pavimento, los montones de armas, los cañones colocados fuera de los cuarteles, con las bocas abiertas sobre la ciudad, listos para disparar".

Todo esto es interesante por varias razones. Ustedes saben que no menciono estas cosas por motivos personales o para criticar a alguien. Una vez que la novela fue escrita y causó sensación, hubo, por supuesto, quienes la elogiaron como la mayor obra de arte de todos los tiempos. Esto ocurre siempre. La opinión expresada por un estimado crítico austriaco es bastante bonita -quiero decir "estimado" entre comillas: "Esta novela es el acontecimiento más importante desde 1871, que podría acercar de nuevo a Francia y Alemania".

¡Ya ven cuánta verdad se esconde en estas cosas! Sin embargo, se trata de un hombre que hoy es muy elogiado, y no tengo la menor intención de plantear la más mínima objeción a sus actividades externas en tiempos de guerra. Sin embargo, lo que se dice en esta novela "mundialmente famosa" proporciona abundante material para eslóganes y artículos de fondo en la periferia. Lo que les he leído hoy en voz alta puede ser admirado en cualquier momento -con el debido respeto a los periodistas de la periferia- en esos artículos. Estas cosas se escribieron mucho antes de la guerra, como dijo aquel crítico austriaco "para acercar a Francia y Alemania", y pueden encontrarse en la novela John Christopher de Romain Rolland.

He aquí un ejemplo de alguien que excluye el espíritu, que no quiere el espíritu y, por tanto, no ve lo esencial en los acontecimientos y situaciones de la actualidad. ¿Qué puede saber realmente del carácter alemán alguien que escribe tales cosas? Tenemos derecho a hablar así porque los juicios subjetivos del autor se visten aquí con el ropaje de una novela inferior. Mi opinión personal es que esta novela es una de las peores. Como han visto por la opinión del crítico de Viena, se considera una de las mejores. A nivel internacional, también, los críticos la han aclamado como una de las mejores. Si no tuviéramos la opinión, no del todo injustificada hoy en día, de que todo lo que los críticos alaban debe ser necesariamente basura, podríamos incluso sentir cierto respeto por algo que nos dicen que es el mayor y más destacado logro de nuestro tiempo. Sin embargo, desde el punto de vista de la historia cultural, es un buen ejemplo para nosotros de lo imposible que es para los hombres de hoy acercarse a la tarea que se impuso a la humanidad el quinto periodo postatlante. Sólo por esta razón, el karma tendrá que cumplirse. Nuestra tarea, sin embargo, es pensar en estas cosas con imparcialidad. Sobre todo, no debemos aceptar o repetir como loros sin crítica lo que se dice en el mundo materialista, sino que debemos esforzarnos por formarnos nuestro propio juicio sobre estas cosas.


Lo que les he leído hoy en voz alta fue escrito hace muchos años, pero ahora proporciona maravillosos eslóganes para los principales artículos perpetrados por los periodistas de la Entente. Su enfoque es terriblemente antialemán, pero no se trata de eso, pues cualquier punto de vista tiene su validez. Sin embargo, es una extraña distorsión de la verdad elogiar un libro como algo nuevo cuando en realidad fue escrito hace años, aunque los volúmenes finales se hayan publicado recientemente. Otras cosas extrañas ocurren de esta manera, por ejemplo en relación con las citas que siguen apareciendo y que se dice que proceden de Nietzsche o Treitschke y otros. En el caso de Treitschke se pueden buscar en vano los pasajes en sus obras, y en el caso de Nietzsche los pasajes tienen el significado opuesto al que afirman hoy los periodistas de la Entente.

Conocí al editor de Nietzsche y discutí con él varios asuntos. En aquella época, el hombre que tradujo todo Nietzsche al francés escribía a ese editor cada pocos días desde París. Nietzsche era un dios para él. Hoy abusa mucho de él. Puedes tener las experiencias más extrañas en tales vínculos. En vano buscarás en las obras de Treitschke y Nietzsche algo que se haya podido decir en ese libro, porque cuando se citan los textos se sacan de contexto, y además también se mutilan; se cita el principio de una frase, se arranca la mitad y luego se cita el final. Sólo así pueden citar a estos escritores.

Pero pueden citar a Romain Rolland sin abreviar. Sólo les he leído unos breves pasajes de su novela. No es necesario que la juzguen por estos pasajes, aunque podrían ser aumentados por innumerables otros. Sin embargo, podría juzgarla por el final, que demuestra que toda la novela está plagada de las actitudes reveladas en los pasajes citados. Nada de esto pretende ser una condena de la persona en sí. Sin embargo, es esencial para iluminar claramente el veneno que se filtra en nuestras vidas hoy en día.

Traducido por J.Luelmo ago.2023


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