GA227 Penmaenmawr, 21 de agosto de 1923 El dormir, el despertar y el soñar

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    RUDOLF STEINER 

Conocimientos de Iniciación

ANTIGUO Y NUEVO CONOCIMIENTO INICIÁTICO

 Penmaenmawr, 21 de agosto de 1923

tercera conferencia

En el estudio de la Antroposofía, una objeción justificable al principio puede ser que la investigación antroposófica de los hechos concernientes a los mundos espirituales depende de que se susciten, mediante el entrenamiento que he descrito, fuerzas profundas en el ser humano, antes de que se pueda llegar a estos hechos. De ahí que pueda decirse: Todos aquellos que no han pasado por tal desarrollo, y por lo tanto no han llegado todavía al punto de percibir por sí mismos hechos suprasensibles, y de experimentar realmente seres suprasensibles, no tienen medios de probar la verdad de lo que dice el investigador de esos mundos. A menudo, cuando se habla en público del mundo espiritual y se dan informaciones sobre él, se oye la protesta: ¿Cómo pueden esas ideas interesar a los que no pueden ver todavía este mundo suprasensible?

Esta objeción se basa en una idea totalmente errónea: la idea de que quien habla de los mundos suprasensibles está hablando de cosas totalmente desconocidas para sus oyentes. No es así en absoluto. Pero hay una distinción importante, con respecto a este tipo de conocimiento iniciático, entre lo que es correcto hoy y lo que era correcto en los tiempos antiguos de los que hablaba ayer.

Recordarán ustedes cómo describí el camino hacia los mundos espirituales. Les hablé de cómo nos conduce primero a una gran visión panorámica de la vida, en la que vemos las experiencias que se han convertido en parte de nuestra personalidad durante esta vida en la Tierra. Seguí hablando de cómo, habiendo progresado desde el conocimiento Imaginativo al Inspirativo, un hombre es capaz, con la conciencia vacía y en absoluta quietud y paz, de examinar su vida preterrenal. Es conducido así a ese mundo de hechos espirituales que ha atravesado entre su última muerte y su reciente descenso a la Tierra.

Hay que tener en cuenta que antes de hacer este descenso, todo ser humano ha pasado por tales experiencias. No hay nadie que no haya experimentado en toda su realidad lo que el investigador espiritual tiene que contar. Y cuando el investigador reviste de palabras hechos en principio no reconocidos, no apela a algo totalmente desconocido para sus oyentes, sino a lo que todos han experimentado antes de la vida terrena. El investigador del mundo espiritual simplemente evoca los recuerdos cósmicos de la gente; y todo lo que dice sobre el mundo espiritual vive en las almas de todos, aunque en la transición de la vida preterrenal a la terrenal se haya olvidado. De hecho, como investigador del mundo espiritual, uno simplemente está evocando en la memoria de la gente algo que ésta ha olvidado.

Ahora imaginemos que durante su vida en la Tierra un hombre se encuentra con otro ser humano con el que recuerda haber vivido algo, veinte años antes, que el otro hombre ha olvidado por completo. Sin embargo, al hablar con él sobre el incidente que él mismo recuerda claramente, puede hacer que el otro hombre también lo recuerde. Es exactamente el mismo proceso, aunque a un nivel superior, cuando les hablo de mundos espirituales, con la única diferencia de que las experiencias preterrenales se olvidan más completamente que las de la vida terrenal. Sólo porque la gente se muestra reacia a preguntarse seriamente si encuentra algo en su alma que esté en sintonía con lo que dice el investigador espiritual, sólo por este sentimiento de antipatía no profundizan lo suficiente en su alma cuando escuchan o leen lo que el investigador relata. De ahí que se piense que esto es algo de lo que sólo él tiene conocimiento, algo incapaz de ser probado. Pero puede muy bien ser probado por aquellos que se deshacen del prejuicio que surge de la antipatía referida. Pues el investigador espiritual no hace más que recordar lo que cada uno de nosotros ha experimentado en la existencia preterrenal.

Alguien podría decir: ¿Por qué se le ha de pedir a alguien, durante su vida en la Tierra, que se ocupe de asuntos que, de acuerdo con el ordenamiento cósmico, o podríamos decir con el decreto divino, experimenta durante la vida más allá de la Tierra? También hay quienes se preguntan: ¿Por qué debería tomarme la molestia antes de la muerte de adquirir conocimientos sobre los mundos suprasensibles? Puedo muy bien esperar a estar muerto. Entonces, si todas estas cosas existen realmente, me encontraré cara a cara con ellas.

Todo esto, sin embargo, surge de un malentendido de la vida terrenal. Los hechos de los que habla el investigador espiritual son experimentados por los seres humanos en la existencia preterrenal, pero no son entonces objeto de pensamiento, y sólo durante la vida en la Tierra pueden experimentarse pensamientos sobre ellos. Y sólo aquellos pensamientos sobre el mundo suprasensible que han sido trabajados durante la vida terrena pueden ser llevados con nosotros a través de la puerta de la muerte, y sólo entonces podemos comprender los hechos que experimentamos entre la muerte y el renacimiento.

Se podría decir, -si se quisiera dar una imagen intransigente-, que en esta etapa actual de la evolución, la vida de un hombre después de la muerte es extraordinariamente dura si, durante su vida en la Tierra, no piensa en el mundo espiritual. Ya que, habiendo atravesado la puerta de la muerte, ya no puede adquirir ningún conocimiento real de lo que le rodea. Se encuentra en medio de lo que es incomprensible para él. La comprensión de lo que se experimenta después de la muerte tiene que conseguirse durante la vida en la Tierra. En descripciones posteriores se verá que para los hombres de épocas anteriores era diferente. Pero, en el momento actual de la evolución humana, los hombres se verán cada vez más obligados a esforzarse por comprender lo que van a experimentar en el mundo suprasensible entre la muerte y el renacimiento. Así, se puede decir que hablar públicamente de Ciencia Espiritual está plenamente justificado, pues puede ser comprobada por todos. Cuando se establece lo suficientemente profundo en el alma de un hombre, éste llegará gradualmente a decirse a sí mismo: "Lo que se ha dicho a través de este investigador espiritual ilumina las cosas para mí. Es como si ya lo hubiera experimentado todo, y ahora se me dieran los pensamientos con los que revestir la experiencia." Por eso, al hablar de Ciencia Espiritual, de conocimiento espiritual, es muy necesario elegir términos de expresión diferentes de los utilizados en la vida ordinaria. Se trata de que el estudiante de Ciencia Espiritual, por las propias palabras utilizadas, tenga la impresión: "Estoy aprendiendo algo que no sirve para el mundo de los sentidos, algo que en el mundo de los sentidos es pura tontería".

Entonces, verán, nuestros oponentes vienen y dicen: "Lo que se dice allí sobre el conocimiento espiritual son tonterías, pura fantasía". Mientras estas personas no conozcan nada fuera del mundo de los sentidos, y no quieran conocer nada más, tal afirmación está justificada, pues el mundo suprasensible parece diferente del de los sentidos. Pero si alguien renuncia al testimonio unidireccional de sus sentidos y profundiza en su propia alma, entonces dirá: "Lo que dice el investigador espiritual debe darme simplemente el impulso de sacar de mi propia alma lo que ya está ahí".

Naturalmente, hay muchas cosas que nos impiden hacer tal confesión. Sin embargo, en lo que se refiere a la comprensión de los mundos suprasensibles, es la confesión más necesaria de todas. Y se verá que incluso las cosas más difíciles se vuelven comprensibles cuando estamos dispuestos a penetrar de este modo en nuestras propias profundidades.

No cabe duda de que las verdades matemáticas se cuentan entre las cosas más difíciles. Se consideran irrefutables. Pero lo curioso es que al entrar en el mundo espiritual nos encontramos con que nuestras matemáticas y nuestra geometría ya no son correctas. Un ejemplo muy sencillo lo aclarará. Desde la primera juventud hemos aprendido a considerar las viejas verdades de Euclides como axiomáticas, evidentes por sí mismas. Por ejemplo, se afirma como obvio que, dados dos puntos, A y B, la distancia más corta entre ellos es una línea recta, y que cualquier camino curvo entre ellos es más largo.

En el reconocimiento de este hecho, evidente para el mundo físico, se basa la mayor parte de nuestra geometría. Pero en el mundo espiritual es al revés. Allí, la línea recta de A a B es el camino más largo, y cualquier otro camino es más corto porque puede tomarse en libertad. Si en el punto A uno piensa en ir a B, esta misma idea sugiere un camino indirecto; y mantener un curso recto, y así en cada punto mantenerse en la misma dirección, es más difícil y causa más demora. Por lo tanto, al determinar el camino más directo en el espacio bidimensional o unidimensional del mundo espiritual, buscamos el camino más largo.

Ahora bien, quien reflexione sobre la atención y profundice en su alma para descubrir lo que significa realmente la atención, comprobará que también en este aspecto es cierto lo que dice el investigador espiritual. Porque se dirá a sí mismo: "Cuando voy de un lado a otro tal como lo elijo, llego fácilmente, y no tengo que preocuparme por recorrer un tramo en particular; sólo necesito hacer lo que hago todos los días". Y la mayoría de la gente va de un lado para otro de la mañana a la noche. Tienen tanta prisa que apenas se dan cuenta de que gran parte de todo lo que hacen es por pura costumbre: lo que han hecho el día anterior, lo que otras personas dicen que deberían hacer, etcétera. Entonces todo va sobre ruedas. Piensen en cómo sería si tuvieran que prestar mucha atención a cada detalle de lo que hacen durante el día. Hagan la prueba. Pronto verán cómo esto les ralentiza.

Ahora bien, en el mundo espiritual nada se hace sin atención, pues no existe el hábito. Además, no existe el pronombre impersonal "se" - a cierta hora "se" debe almorzar, o "se" debe cenar a otra hora. Este "se" -para esta ocasión se debe vestir de cierta manera, y así sucesivamente- todo lo que bajo la égida de esta pequeña palabra desempeña un papel tan importante en el mundo físico, particularmente en nuestra civilización actual, no tiene lugar en el mundo espiritual. Allí, tenemos que seguir con atención individual cada paso más pequeño, e incluso menos que un paso. Esto se expresa en las palabras: En el mundo espiritual el camino recto entre dos puntos es el más largo. Entonces tenemos este contraste: En el mundo físico el camino directo entre dos puntos es el más corto, mientras que en el mundo espiritual el camino directo entre dos puntos es el más largo.

Si ahondamos lo suficiente en nuestra alma, descubrimos que podemos extraer de sus profundidades una comprensión real de esta curiosa circunstancia; y cada vez es más fácil admitir: "Lo que dice el investigador espiritual es en realidad sabiduría que yo mismo poseo - sólo tengo que recordármelo."

Entonces, paralelamente a esto - puesto que los pasos a seguir para adquirir la cognición suprasensible pueden encontrarse hoy en libros como El Conocimiento de los Mundos Superiores, -cada uno, en la medida en que su destino, su karma, lo hagan posible, puede, como veremos, seguir este camino y adquirir así su propia percepción de los mundos espirituales. De este modo llega al conocimiento de los hechos. La comprensión de las ideas del mundo espiritual tiene que ganarse llegando a conocer en su propio ser todo lo que se olvidó al entrar en la vida terrenal.

Ahora bien, puede decirse que cualquiera es capaz de captar el conocimiento del mundo espiritual cuando éste se comunica en ideas. Por lo tanto, para comprender lo que el investigador espiritual ofrece, todo lo que un hombre necesita es su propia razón sana y sin prejuicios, siempre que busque lo suficientemente profundo en el alma. El investigador de los hechos espirituales, que entra en el mundo espiritual y habla de sus hechos desde el conocimiento de primera mano, todo esto requiere naturalmente que una persona haya seguido el camino del conocimiento por su propia cuenta. Por lo tanto, está justificado que cualquiera que haya adquirido conocimiento de los mundos espirituales hable de ellos muy públicamente hoy en día; porque lo que la gente absorbe ahora en la vida, aunque sólo sea en la escuela, es una capacidad intelectual, un poder de discriminación, que los equipa para comprender lo que la Ciencia Espiritual presenta. Aquí, también, las cosas eran diferentes en épocas anteriores, y los maestros en los Misterios, los maestros de arte y religión, lo hacían de una manera diferente. Cualquiera que hoy en día hable del conocimiento espiritual a sus contemporáneos debe ordenar sus ideas de tal manera que se despierten recuerdos de su vida preterrenal. Lo que dice a su auditorio, lo que escribe para sus lectores, debe estar ordenado de tal manera que se evoquen recuerdos de la vida anterior al nacimiento.

Siempre que se habla de Ciencia Espiritual es como si se hiciera este llamamiento al auditorio: Escuchad lo que se dice, y si miráis con suficiente profundidad en vuestras almas, lo encontraréis todo allí. Además, os daréis cuenta de que no podéis haberlo aprendido durante vuestra vida en la Tierra; ninguna flor, ninguna nube, ningún manantial, nada terrenal puede habéroslo dicho, ni siquiera la ciencia, pues ésta se basa en los sentidos y el intelecto. Poco a poco te darás cuenta de que has traído este conocimiento contigo a la vida terrenal, y que antes de esta vida tomaste parte en cosas que han perdurado en tu alma como un recuerdo cósmico. Todo esto ha sido suscitado en ti por el investigador espiritual. Lo que él dice, por lo tanto, es en verdad un llamamiento a las profundidades del alma humana, no una exigencia de que aceptes algo desconocido. Es simplemente un llamamiento a los hombres para que evoquen en la memoria los mayores tesoros de sus propias almas.

Para la humanidad del pasado remoto no era así. Los sabios de los Misterios, los sacerdotes, tenían que proceder de otra manera, pues los hombres tenían entonces un recuerdo espontáneo de su existencia preterrenal. Hace algunos miles de años, incluso el hombre más primitivo nunca habría cuestionado la presencia en su alma de algo que había descendido con él desde lo suprasensible a la vida de los sentidos; era una experiencia cotidiana en sus imaginaciones oníricas. En su alma tenía algo de lo que decía: "No se lo debo a mis ojos que ven los árboles; no lo oigo con mis oídos que escuchan el canto del ruiseñor; ni lo he recibido a través de ningún otro sentido. No puedo haberlo absorbido durante la vida en la Tierra; estaba allí cuando hice mi descenso; y cuando como embrión me fue dado mi cuerpo terrenal, físico, por otro cuerpo humano, ya estaba dentro de mí lo que ahora se enciende en mis imaginaciones oníricas. Lo he revestido en mi cuerpo humano físico".

Por lo tanto, en aquellos antiguos días, no se le habría mostrado al hombre el camino hacia un mayor desarrollo, llamando su atención sobre lo que debe ser enfatizado hoy en día: que tenemos un recuerdo, al principio inconsciente, pero capaz de hacerse consciente, de la existencia preterrenal. En los antiguos Misterios, había que llamar la atención sobre algo muy diferente.

En aquella época, el hombre tenía un sentimiento de intensa tristeza al contemplar todo lo más hermoso del mundo de los sentidos. Contemplaba las flores, que brotaban de la tierra con su maravillosa belleza, y veía cómo se desplegaban. Y veía también cuán benéficas eran las flores para él. Veía la belleza de los manantiales que brotaban en lugares sombreados, y sus sentidos le hablaban de su poder refrescante. Pero entonces, se decía a sí mismo: "Parece como si todo esto hubiera caído, -caído por causa del pecado del mundo que llevo dentro de mí y que he traído a la existencia física desde los mundos espirituales". Así pues, los maestros de los Misterios tenían la tarea de explicar cómo en las flores, en las ondulantes aguas, en los murmullos del bosque y en el canto del ruiseñor - en todas partes el espíritu está trabajando y tejiendo, en todas partes se encuentran seres espirituales. Tenían que transmitir a los hombres la gran verdad: lo que vive en ti vive también fuera, en la naturaleza. Porque el hombre contemplaba el mundo exterior con pena, con dolor, precisamente en la época en que sus sentidos eran más frescos y receptivos -una época en que menos el intelecto le hablaba de leyes naturales, y contemplaba el mundo exterior con sentidos primitivos. La belleza de sus brotes y capullos se imponía a su vista, a su oído y a otros sentidos; pero todo lo que sentía era pena, pues era incapaz de reconciliarla con el contenido de su existencia prenatal, que aún vivía en su alma. Así pues, correspondía a los sabios de los Misterios señalar cómo lo divino-espiritual habita en todas las cosas, incluso en las provenientes de los sentidos. Era la espiritualidad de la naturaleza lo que estos maestros tenían que aclarar.

Esto, sin embargo, sólo podía hacerse tomando un camino diferente del actual. Así como ahora es necesario sobre todo guiar a los hombres hacia el recuerdo de su vida anterior al nacimiento, para los maestros de los antiguos Misterios era necesario suscitar en aquellos que les rodeaban un recuerdo diferente.

Ahora bien, un hombre pasa su vida rítmicamente entre dos estados, o en realidad tres: vigilia, dormir, soñar. El sueño sigue su curso en la inconsciencia. Los seres humanos de épocas más antiguas tenían, en efecto, este estado de inconsciencia en el sueño, aunque difería en ciertos aspectos del de los hombres de hoy. Sin embargo, dormían; se hundían en el estado de no experimentar nada en su alma, en su conciencia. Pero mientras dormimos, por supuesto, seguimos viviendo; no morimos y volvemos a nacer cuando despertamos. Como alma y espíritu tenemos una vida durante el dormir, pero la experiencia de ella está completamente borrada para la conciencia ordinaria y cotidiana. Las personas recuerdan sus experiencias de vigilia y, a lo sumo, las que tienen durante sus sueños, pero en la conciencia ordinaria no tienen memoria de nada de lo que experimentan durante el dormir sin sueños. Los Maestros de Misterios de antaño trataban a sus alumnos -y a través de las ideas que éstos difundían por el mundo, a todos los que acudían a ellos- de tal manera que se les despertaba lo experimentado durante el dormir.

El Conocimiento Iniciático moderno tiene que recordar lo que vivía en el alma de los hombres antes de la existencia terrena, mientras que el antiguo Conocimiento Iniciático tenía que evocar un recuerdo de experiencias mientras dormían. Así, todos los conocimientos que los Maestros de Misterios revestían de ideas estaban concebidos de tal manera que sus alumnos, o cualquier otra persona que los oyera, pudiera decir: "Se nos está hablando de algo por lo que siempre pasamos mientras dormimos. Lo apartamos de nuestra mente. Los sacerdotes de los Misterios simplemente han sido capacitados por su Iniciación para percibir en el dormir muchas cosas que están ocultas a la conciencia ordinaria, pero que se experimentan igualmente."

Así como en la Sabiduría Iniciática antigua lo que se recordaba era lo que el hombre había vivido durante el sueño, hoy se recuerda la vida preterrenal. Uno de los signos que distinguen la antigua Iniciación de la nueva es que en la antigua se recordaba al hombre lo que normalmente vivía dormido, lo que significa que no lo recordaba en la vida de vigilia. Los sabios de aquellos Misterios llevaban las experiencias de la noche a la conciencia despierta del día, y decían a la gente: "Durante la noche moras con tu alma en el mundo espiritual, y el mundo espiritual vive en cada primavera, en cada ruiseñor y en cada flor. Cada noche entras en medio de todo lo que meramente percibes con tus sentidos durante el día."

Y entonces un hombre podía convencerse de que los Dioses que experimentaba en sus sueños de vigilia también estaban ahí fuera, en la naturaleza. Así, mostrando a su alumno lo que sucedía en el dormir, el sabio maestro de los Misterios le aclaraba que los Seres divino-espirituales estaban activos ahí fuera, en los reinos de la naturaleza, todo el tiempo. De la misma manera, el investigador espiritual tiene ahora la tarea de mostrar que un hombre, antes de descender a la Tierra, vivía como un ser espiritual entre seres espirituales en un mundo de espíritu; y que lo que experimentaba allí puede recordarlo en la Tierra en términos de conceptos, de ideas.

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En la ciencia iniciática actual, los verdaderos hechos que distinguen el dormir del estar despierto llegan a ser conocidos cuando avanzamos de la Imaginación a la Inspiración. Lo que un hombre es como alma, como espíritu, desde que se duerme hasta que se despierta, sólo se hace claro para el conocimiento Inspirado, mientras que el avance hacia el conocimiento Imaginativo da al hombre el cuadro de su vida. Cuando este cuadro de la vida se despliega para él en su estado de vigilia y con la conciencia vacía está envuelto en la quietud cósmica, -como he descrito-, entra en su alma desde el Cosmos, como Inspiración, la vida antes del nacimiento. Y entonces su propio ser verdadero se le aparece en la forma en que vive como ser anímico-espiritual entre el dormir y el estar despierto.

A través de la Inspiración nos hacemos conscientes de aquello que permanece inconsciente mientras dormimos. Aprendemos a percibir lo que hacemos como alma y espíritu mientras dormimos, y tomamos conciencia de que al dormirse el alma y el espíritu abandonan el cuerpo físico y el cuerpo etérico. El cuerpo físico queda en la cama y también el cuerpo etérico, -o cuerpo de fuerzas formativas, como se ve que es en la Imaginación, y como lo he descrito. Los miembros superiores de la naturaleza del hombre, el cuerpo astral y la organización del Yo, abandonan los cuerpos físico y etérico, retornando a ellos cuando llega el momento de despertar. Esta escisión de nuestro ser, que se produce en la alternancia rítmica del dormir y el despertar, sólo puede verse en su verdadera naturaleza por medio de la Inspiración. Entonces percibimos que todo lo absorbido en la vida ordinaria de vigilia a través de nuestro pensar, a través de nuestro mundo de pensamientos, queda atrás. Los pensamientos con los que trabajamos, los pensamientos con los que nos esforzamos en la escuela, todo lo que hemos hecho para agudizar nuestra inteligencia terrenal - todo esto tiene que ser dejado atrás con nuestros cuerpos físico y etérico cada vez que dormimos. De estos dos cuerpos salimos al mundo espiritual, donde como Yo y cuerpo astral pasamos el tiempo del dormir, algo muy diferente a todo lo que experimentamos en nuestro estado de vigilia. 

Cuando pasamos de estar despiertos a dormir, experimentamos lo que normalmente no se lleva a la conciencia. Por eso, al hablarles de estas experiencias, tengo que revestirlas de conceptos pictóricos, para que puedan ser reflexionadas con sano entendimiento humano. Estos conceptos pictóricos, que son meras sombras de pensamientos realmente vivos, los dejamos atrás cuando nos dormimos; y entonces pasamos a vivir en un mundo donde el pensar no es como aquí en la Tierra, sino donde todo se experimenta interiormente. Durante el dormir, de hecho, experimentamos la luz inconscientemente. En la vida de vigilia pensamos en los efectos de la luz, en cómo hace aparecer las sombras y los colores en relación con los objetos. Todos estos pensamientos, como he dicho, los dejamos atrás. En el dormir entramos en el entramado, en la luz viva; nos derramamos en la luz. Y así como durante el día aquí en la Tierra llevamos nuestro cuerpo con nosotros, y también nuestra alma y espíritu, y vamos por la superficie de la Tierra a través del aire, así allí, como hombre durmiente, entramos en la luz tejedora y ondulante, convirtiéndonos en un ser, una sustancia, de la luz viviente. Nos convertimos en luz dentro de la luz.

La luz, en consecuencia, no se experimenta allí como en la vida terrenal, sino como espiritualidad viva y creativa. Ahora ya saben cómo, como hombres físicos aquí en la Tierra, vivimos en algo más que en la luz: en el calor que perciben nuestros sentidos. Sintiendo y experimentando el calor y el frío.

Si, ahora, al ir a dormir salimos de nuestros cuerpos físico y etérico, vivimos como sustancia del calor en la sustancia cósmica del calor, así como vivimos como luz en la luz. Así pues, no sólo somos lo que he llamado una nube de luz, sino una nube de luz impregnada por ondas tejedoras de calor; y lo que percibimos también lleva calor en su interior. Al igual que cuando estamos dormidos, y como seres anímico- espirituales, experimentamos la luz no como luz, sino como espíritu vivo, y cuando a través de la Inspiración nos damos cuenta de que nosotros mismos y otros seres también somos espíritu vivo, lo mismo ocurre con el calor. Es imposible avanzar en el mundo espiritual, incluso con la Inspiración, si nos aferramos a las ideas adquiridas aquí en la Tierra. Ya hemos tenido que acostumbrarnos a una concepción diferente de la distancia entre dos puntos, y debemos hacer lo mismo con todo lo demás. Y del mismo modo que cuando nos experimentamos como luz dentro de la luz, en realidad nos experimentamos como espíritu en el mundo espiritual, cuando nos experimentamos como calor, dentro del calor cósmico, no lo experimentamos como calor en el sentido habitual del mundo de los sentidos, sino como amor que teje y da fuerza. Como seres de amor que somos en lo suprasensible, nos experimentamos entre seres que no pueden hacer otra cosa que sacar amor de su propia esencia; que no pueden tener otra existencia que la de seres de amor en medio de una existencia cósmica de amor. Así nos experimentamos, para empezar, entre el dormir y el despertar, en una existencia espiritual impregnada hasta la médula de amor.

Por lo tanto, si queremos entrar realmente en el mundo en el que estamos cada vez que nos dormimos hasta que nos despertamos, debemos aumentar nuestra capacidad de amar; de lo contrario, este mundo está destinado a seguir siendo un mundo desconocido. Aquí, en nuestro mundo terrenal, no domina el amor espiritualizado, sino un amor en el que prevalece el impulso de los sentidos. En el mundo espiritual, sin embargo, es el amor espiritualizado, tal y como me lo he estado imaginando. De ahí que quien aspire a entrar conscientemente en el mundo que experimenta cada noche tenga que desarrollar su capacidad de amar del modo descrito ayer.

Ahora bien, un hombre no puede encontrar su verdadero ser sin esta capacidad de amor; pues todo lo que realmente es mientras duerme, -durante una tercera parte de su vida en la Tierra-, sigue siendo un libro cerrado para él, a menos que pueda encontrar su camino hacia él mediante el entrenamiento y el aumento del amor. Todo lo que se experimenta mientras duerme tendría que seguir siendo un enigma sin resolver para el ser terrenal si no tuviera el deseo de aumentar su capacidad de amar, a fin de poder adquirir cierto grado de conocimiento sobre su propia existencia, su propio ser, en la condición cambiante entre el dormir y el despertar. Pero la forma de actividad desarrollada en nuestro pensar cuando tenemos nuestros cuerpo físico y etérico dentro de nosotros, -es decir, en nuestro estado de vigilia-, la dejamos atrás en la cama, y mientras dormimos ésta se une en movimiento con todo el Cosmos. Quien quiera comprender claramente lo que ocurre en los cuerpos físico y etérico durante la noche, tendría que ser capaz de percibir desde fuera, mientras vive como un ser de calor y luz, en cómo es que el cuerpo etérico sigue pensando durante toda la noche.

Seguimos teniendo el poder de pensar incluso cuando no estamos allí con el alma, pues lo que dejamos en la cama acarrea las ondas del pensamiento una y otra vez. Y cuando nos despertamos por la mañana, nos hundimos en lo que así ha seguido pensando mientras estábamos tumbados en la cama. Volvemos a encontrarnos con nuestros propios pensamientos. No estuvieron sin vida entre el momento en que nos dormimos y el momento en que nos despertamos, aunque no estuviéramos presentes. Mañana describiré cómo, cuando estamos así ausentes, podemos ser mucho más listos, mucho más inteligentes, que durante el día, cuando con nuestra alma estamos realmente dentro de nuestros pensamientos.

Hoy quería indicar cómo el pensar es continuo en los cuerpos etérico y físico, y cómo al despertar por la mañana, cuando somos conscientes de haber tenido un sueño, el sueño nos dice, por así decirlo: Cuando tu alma se despierta, y se sumerge de nuevo en el cuerpo etérico y en el cuerpo físico, pierde algo de su poder. Por un lado tienes el cuerpo físico y el cuerpo etérico; y por otro lado tienes la organización astral y la organización del Yo, que por la mañana vuelven a entrar en los cuerpos físico y etérico. Cuando vuelven a entrar, es como si una onda densa fluyera hacia otra menos densa - hay un bloqueo, experimentado como un sueño matutino. El Yo y el cuerpo astral, que han estado tejiendo toda la noche en luz y calor, se zambullen de nuevo en los pensamientos, pero al no comprenderlos de inmediato, los confunden, y este bloqueo se experimenta como un sueño matutino.

Qué más hay que decir sobre los sueños, cómo son un elemento desconcertante en la vida humana, y la relación ulterior entre el dormir y el estar despierto - todo esto lo consideraremos mañana.

Traducido por J.Luelmo ago.2023

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919