GA227 Penmaenmawr, 25 de agosto de 1923 - La interacción de los distintos mundos.

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    RUDOLF STEINER 

Conocimientos de Iniciación

LA INTERACCIÓN DE LOS DISTINTOS MUNDOS

 Penmaenmawr, 25 de agosto de 1923

séptima conferencia

En la vida humana existe una perpetua interacción entre el mundo suprasensible y el mundo de los sentidos; y también me he referido a casos extremos en los que los dos mundos -o en realidad los tres- interactúan entre sí sin que el hombre contribuya en nada a ello mediante su propio desarrollo. Hoy hablaremos de ejemplos humanos de interacción entre los diversos mundos. Describiré primero el tipo ordinario de sonámbulo, luego el tipo de Jacob Boehme y, finalmente, el tipo representado por Swedenborg.

La relación de estos tres tipos entre sí es tal que puede decirse que cada uno indica, como por un experimento universalmente válido, cómo la evolución humana está conectada con la evolución del mundo como un todo. Esto es también lo que quiero destacar en lo que voy a decir.

Al estudiar estos tres tipos de hombres, que entran y salen del mundo espiritual sin reconocer plenamente la presencia del Guardián en el Umbral, encontramos en efecto que los tres -el tipo del sonámbulo, el tipo de Jacob Boehme y el tipo de Swedenborg- tienen una manera de percibir el mundo suprasensible -o, como es particularmente cierto en el caso del sonámbulo, están activos en él- que es diferente del camino abierto por la cognición Imaginativa, Inspirativa e Intuitiva. Esto se deriva del hecho de que cuando alguien entra en el mundo espiritual - y todo el mundo lo hace, aunque sólo sea inconscientemente, cada vez que se va a dormir -, todas las cosas, como ya he señalado, se vuelven diferentes de lo que son en el mundo físico.

Tres características del mundo suprasensible, sobre todo, son opuestas a las del mundo físico. Este contraste tiene un efecto tan fuerte sobre los seres humanos y es tan perturbador para todo lo que consideran verdadero, correcto, saludable, etc. en el mundo físico que, dada la actual condición terrenal del alma y del cuerpo, las personas nunca deberían ser trasladadas repentinamente al mundo suprasensible sin la debida preparación. De ahí que en mi libro Conocimiento de los mundos superiores haya insistido especialmente en la necesidad de una preparación adecuada. Se describe allí de tal manera que cualquiera que siga las instrucciones estará preparado en todos los aspectos para entrar en el mundo suprasensible de la manera correcta. Sin embargo, los tres tipos de los que estoy hablando hoy no entran por la preparación, sino por su destino, y su destino, su karma, les protege de cualquier peligro. En efecto, a través de su karma se familiarizan con muchas cosas relativas a la humanidad que, de otro modo, sólo pueden ser conocidas a través de la cognición Imaginativa, Inspirativa e Intuitiva.

En primer lugar, en el mundo espiritual-suprasensible, cesa todo peso, toda gravedad. Cuando se está realmente en el mundo espiritual, nunca se está en nada que se pueda pesar, sino en lo imponderable. La primera experiencia consciente allí es como la sensación que podríamos tener en el mundo físico si el suelo se estuviera cayendo bajo nuestros pies, y tuviéramos que mantenernos firmes a través de nuestras propias fuerzas internas.

Así que deben imaginarse cómo, si realmente deseamos entrar en el mundo espiritual, estamos obligados a tener esta sensación de que el suelo se desprende de nosotros, y cómo, sin gravedad en la que apoyarnos, tenemos que mantenernos en el espacio libre por la fuerza que llevamos dentro.

La segunda cosa que cesa en lo suprasensible es todo lo que tenemos como percepción sensorial en el mundo físico. Para decirlo brevemente: en el mundo suprasensible cesa la luz y uno se encuentra en la oscuridad. Pero eso no es todo, pues en realidad no es sólo la luz la que cesa; la luz cesa en el mundo físico para los ciegos, que aún poseen otros sentidos. Pero en la ciencia del espíritu la palabra luz abarca a menudo no sólo la luz y el color, sino todo lo audible, tangible o perceptible como el calor, etcétera. En el mundo suprasensible, todo esto cesa. Y uno puede dar a entender esto refiriéndose simplemente a lo que para la mayoría de la gente es su principal experiencia sensorial, y así diciendo: Donde había luz, todo se vuelve oscuro.

Lo tercero que se encuentra en el mundo espiritual, -y debemos esforzarnos por sentirlo en toda su realidad-, es el vacío en lugar de la plenitud. Aquí, en el mundo físico, generalmente hay algo que tocar, y cuando no hay nada más sigues rodeado por el aire. En todas partes hay plenitud. En el mundo espiritual es justo lo contrario: en todas partes hay vacío. De ahí que podamos decir: En el mundo físico de los sentidos, las experiencias predominantes son las de lo ponderable, de la luz en el sentido físico, que incluye todo lo experimentado por los sentidos; y en tercer lugar, la plenitud. Mientras que en el mundo espiritual prevalece lo imponderable; la oscuridad en la que el hombre debe proporcionar su propia luz a partir de lo que ha desarrollado interiormente durante su evolución; y el vacío que tiene que llenar para la conciencia superior con la realidad que absorbe al entrar en otros seres espirituales a través de la Intuición.

Ahora bien, cuando un hombre es llevado, por el destino instintivo, fuera de lo ponderable al reino donde prevalece lo imponderable, se apoderan de él fuerzas de más allá de la Tierra. Cualquiera que se desplace por la Tierra física, o incluso cuando está acostado, está siempre sujeto a las leyes de la gravedad. Si escapara de ellas durante unos minutos, entraría en juego la fuerza contraria, la contragravedad. Entonces experimenta en su interior una fuerza que le arrastra lejos de la Tierra, en lugar de encadenarle a ella. Es la misma fuerza que proviene de la Luna, además de la luz que refleja.

Por lo tanto, cuando alguien va por la Tierra, está expuesto en la vida normal a la fuerza de gravedad que lo arrastra hacia abajo y lo sujeta a la Tierra. Si a través de su karma, que está entonces ligado a las fuerzas de la naturaleza que dominan en él, esta gravedad terrestre se retira en ciertos momentos, para que las fuerzas de la Luna puedan empezar a actuar sobre él como contra-gravedad, entonces, aunque todavía esté dormido, empieza a vagar. Entonces está expuesto a las fuerzas que gobiernan sus cuerpos físico y etérico, fuerzas que están relacionadas no sólo con las fuerzas reflejadas por la Luna en forma de luz, sino con muchas otras fuerzas que fluyen de la Luna a la Tierra. Estas fuerzas tiran del hombre; siempre están tratando de alejarlo de la Tierra. En el momento en que, en lugar de estar en las garras de la gravedad terrestre, es agarrado por las fuerzas de la contra-gravedad, que vienen de la Luna y que trabajan contra las fuerzas terrestres, puede vagar por ahí a la manera lunática del sonámbulo. Las fuerzas que dominan al hombre en este momento son muy diferentes de las fuerzas terrestres normales, pero esto sólo se aplica a la época actual. Estas fuerzas sólo se encuentran ahora en el sonámbulo, y son anormales. Si se le llama por su nombre terrestre cuando, bajo la influencia de la Luna, está vagando por un tejado, caerá. Así entra inmediatamente en el reino de las fuerzas terrestres; pero en otras épocas no se daban a los hombres nombres como los que tienen hoy, y la condición temporal del sonámbulo era entonces normal. Cualquiera que analice el asunto verá que el hombre terrenal, en su llamada vida normal de hoy, está ligado a las fuerzas de la Tierra. El sonámbulo, sin embargo, nos lleva de la evolución humana a la evolución del mundo y, de hecho, a aquella época en que la evolución del mundo era la evolución de la Luna.

En el momento en que una persona entra en el reino de la evolución lunar, se comporta como si no viviera en absoluto en el reino físico de la Tierra, sino en el mundo astral, aunque el astral penetra en el físico y se sirve del cuerpo físico. Y lo que el astral desarrolla físicamente de esta manera fue en un tiempo la evolución lunar. Se nos recuerda que la actividad astral en lo físico fue una vez evolución del mundo -evolución lunar- y volverá a serlo. Pero entonces un hombre será capaz, en plena conciencia, de subir por superficies muy inclinadas, como hoy pueden hacerlo las moscas. Esto es una indicación de lo que sucederá en el futuro durante la evolución de Júpiter. Así pues, si comprendemos correctamente al sonámbulo, podemos estudiar el cuadro físico que nos presenta, como si la naturaleza misma nos diera una demostración de lo que experimentamos durante nuestra existencia lunar -no, ciertamente, en un cuerpo físico de carne, sino en una sustancia infinitamente más fina- y de lo que experimentaremos de nuevo cuando aprendamos a dominar la sustancia física con plena conciencia, durante la evolución de Júpiter. Así pues, este estado de sonambulismo apunta tanto al pasado como al futuro en la evolución del mundo.

A este respecto, nos ocupamos exclusivamente de los seres humanos que podemos llamar hombres-luna, que en ciertos momentos de su vida se vuelven sonámbulos. Pero este comportamiento sonámbulo, este ir de un lado a otro en lo imponderable, puede realizarse espiritualmente, en plena conciencia, si al mismo tiempo se tiene la fuerza suficiente para mantenerse perfectamente inmóvil. El sonámbulo sigue los impulsos de las fuerzas lunares; se entrega inconscientemente a ellas y realiza todos los movimientos a los que le impulsan. Pero el que pasa por esta experiencia con clarividencia exacta y consciente, se abstiene de tales movimientos; se mantiene inmóvil. El efecto es que los movimientos sufren en él una metamorfosis y se convierten en Intuiciones. La intuición consciente, por lo tanto, el más alto desarrollo de la clarividencia estricta, consiste realmente en detener las acciones que un sonámbulo es instintivamente obligado a realizar por las fuerzas lunares. Quien realiza esta metamorfosis no se entrega a las fuerzas físicas de la Luna, sino que las contiene en sí mismo. Así puede dedicarse intuitivamente a la espiritualidad correspondiente, es decir, alcanza la Intuición.

De ahí que sea realmente muy bueno estudiar en estos hombres-luna cómo, por un lado, el hombre está relacionado con la evolución del mundo, y por otro cómo el sonámbulo y el clarividente exacto son opuestos. Mientras que los instintivos son los sonámbulos lunáticos, los clarividentes exactos son videntes intuitivos que, absteniéndose de la acción, se mantienen frente a la Luna. Eso es lo que se nos muestra en este punto de la relación del hombre con el mundo.

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El segundo de los tres tipos de hombres de los que hablo hoy está ejemplificado en Jacob Boehme. Él era un hombre tan plenamente dotado que en ciertos momentos de su vida, como por su destino natural, su karma, era capaz, estando completamente despierto, de evocar ante sí, en lugar del mundo iluminado por el sol, el espacio oscuro. De lo que ya he dicho se desprende que aquí no se trata sólo de la oscuridad que es ausencia de luz, sino del borramiento de todo lo percibido por los sentidos. A Jacob Boehme le fue posible, bajo ciertas condiciones durante su vida, encontrarse con la oscuridad en lugar de la luz, con el silencio y la quietud en lugar de los diversos sonidos del mundo, y en lugar del calor con algo, -igualmente distinto del calor o del frío-, que podríamos llamar anti-calor, y así sucesivamente. De modo que, si a través de la Inspiración uno hubiera examinado estos estados suyos, sin experimentarlos uno mismo, habría tenido que decir que Jacob Boehme, en lugar de tener un espacio iluminado por el sol a su alrededor, se enfrentaba en ciertos momentos a una completa oscuridad.

Las personas que tienen esta experiencia sin ser conscientes de ello, es decir, que se encuentran en un sueño ligero, aunque siguen sintiendo que están en el mundo ordinario iluminado por el sol, tienen lo que se llama segunda visión: y esto es lo que Jacob Boehme tenía en su forma más pronunciada. Sólo que, en su caso, se aplicaba menos a los detalles individuales de la Tierra y más a la constitución de la Tierra como un todo. ¿Cuál era, pues, su visión?

Ahora imagínense esto. Cuando otras personas tienen ante sí la luz del Sol, Jacob Boehme la tenía, -precisamente desde el punto donde se encuentran los rayos visuales de los ojos, al mirar algún objeto lejano o cercano, o desde detrás del punto donde surge una barrera cuando cruzamos la mano derecha sobre la izquierda y nos aislamos del mundo exterior-, allí Jacob Boehme se encontraba ante la oscuridad y el silencio con respecto a todos sus sentidos. Imagínense esta oscuridad total. Hay una imagen física que se corresponde estrechamente con ella. Cuando uno se coloca ante un espejo, no ve lo que hay detrás, sólo lo que hay delante. Espiritualmente, es lo mismo para cualquiera que vea a la manera de Jacob Boehme. La oscuridad que hay detrás crea algo delante como un espejo, en el que uno ve reflejado el mundo terrenal en su espiritualidad. Así, si uno fuese del tipo de Jacob Boehme, en ciertos momentos de su vida miraría hacia la oscuridad y, como esta oscuridad le devolvía la vida espiritual de la Tierra, contemplaría la constitución espiritual de la Tierra y el curso de su existencia.

Era una poderosa segunda visión la que tenía Jacob Boehme. Otro hombre puede tener ciertos momentos en su vida en los que se enfrenta a la oscuridad que apaga la luz física, lo que le permite mirar en lo espiritual. Entonces, si comprende cómo hacer el uso correcto de este espejo espiritual, que consiste simplemente en la existencia de la oscuridad, entonces, a través de las comunicaciones internas entre todas las cosas terrenales, los hechos e incluso los pensamientos, podrá, cuando esté en Europa, percibir a un amigo en América. Pues lo que percibimos con nuestros ojos y sentidos físicos resulta, sobre todo, de la acción del Sol. Pero el Sol también actúa de forma oculta en todo: en los minerales, en las plantas, en los animales y también en los seres humanos. Aunque se encuentren en Europa, a través de estas fuerzas ocultas del Sol en su interior, están en comunicación con un amigo en la lejana América, en quien estas mismas fuerzas están activas.

Estas comunicaciones tienen efectos kármicos. Muchas personas han tenido su destino de matrimonio, amor, amistad, ligado a alguien en América, quizás, que era desconocido para él en ese momento. En este trabajo del karma en la Tierra, las fuerzas ocultas del Sol están activas; se hacen visibles allí, como en un espejo.

Esto se aplica particularmente a las personas que llevan vidas aisladas en islas, en valles montañosos o en otros lugares favorables en este sentido, y el hecho de que la segunda visión sea bastante común en tales lugares se debe a que las personas que llevan vidas aisladas responden más fácilmente que otras a estas comunicaciones interiores y son capaces de extender una oscuridad parcial a su alrededor en la vida. De ahí las segundas visiones escocesa y de Westfalia, y la segunda visión en un valle aislado de Alsacia tan bellamente descrita por Oberlin. Así aparecen tales cosas en regiones especiales de la Tierra. Cuando son auténticos, como esos efectos ocultos del Sol de los que acabo de hablar, deben juzgarse de manera muy diferente a como se juzgan normalmente en nuestra época materialista.

Algunas personas hoy en día, orgullosas de su inteligencia, discuten si alguna vez existió un Rey Arturo, si fue una figura real o legendaria. Pero los que pueden profundizar en la cuestión hablarán de otro modo. Para ellos, cualquiera que dude de que el Rey Arturo haya existido es mucho más legendario que el propio Rey Arturo. Tomemos por ejemplo a un erudito moderno que niegue la existencia de Arturo: bueno, está físicamente presente entre nosotros, pero de hecho pertenece mucho más al reino de las sagas y las leyendas que el Rey Arturo, al menos en opinión de quienes pueden ver la verdad de estas cosas.

De ahí que podamos decir de las personas que tienen una segunda visión, el don manifestado en grado sumo en Jacob Boehme, que son en un sentido especial Hombres-Sol. Así como normalmente vemos los efectos del Sol en el mundo exterior, estos hombres-Sol están impregnados interiormente por las fuerzas ocultas del Sol. Y así como nuestro primer tipo consistía en hombres-luna, el segundo tipo consiste en hombres-sol, como Jacob Boehme con su segunda visión. Son hombres-Sol que, por su karma natural, llevan dentro de sí algo que hoy es anormal, pero que, por eso mismo, está totalmente de acuerdo con la realidad; porque lo que hoy es anormal, en algún momento fue completamente normal.

Así, al darnos cuenta de lo que los hombres con segunda visión son capaces de percibir, al hacernos comprender la naturaleza de las fuerzas ocultas del Sol, por las que estos hombres-Sol están impregnados, podemos decir: Esta vida en los efectos ocultos del Sol, ahora anormal, era normal en una etapa anterior de la evolución de la Tierra, y volverá a ser normal. Fue normal durante el período que, como evolución solar, precedió a la evolución terrestre. Entonces era normal que los hombres, en todas partes, se miraran en la oscuridad como en un espejo, para que se les reflejara lo espiritual. Toda la Tierra pasó por esa etapa de evolución que hizo del hombre, en su tenue y volátil materialidad de entonces, un hombre-Sol. La conciencia era entonces muy tenue.

Esta condición volverá de nuevo. Entonces el hombre será capaz de penetrar con plena conciencia en la oscuridad que le rodea, produciendo por sus propios esfuerzos una imagen reflejada del mundo entero. Para entonces habremos llegado a la evolución de Venus, una etapa futura de la evolución de la Tierra.

Las personas que deseen adquirir la segunda visión deben desprenderse de sus percepciones y sensibilidad groseras, y de las sensaciones que reciben de lo físico de su entorno; deben extraer de sí mismas una sensibilidad libre. A esto también se puede llegar interiormente, aunque no sin peligro. Puede lograrlo cualquiera que fije su mirada, -no estoy aconsejando esto, simplemente les estoy proporcionando hechos- en algún objeto brillante, para inducir un estado de fascinación. De este modo se debilita la sensibilidad exterior, se estimula la interior y se evoca la segunda visión. En la antigüedad, en determinadas circunstancias, la segunda visión se evocaba de forma bastante sistemática. Los relatos al respecto hablan de un "espejo mágico": en realidad, se trataba de un instrumento diseñado para fascinar y, de este modo, amortiguar la sensación exterior, llamando así a la sensación interior como su polo opuesto. Se utilizaba un espejo físico para evocar un reflejo espiritual. Lo importante no era lo que se veía en el espejo físico; el espejo físico simplemente ahuyentaba toda sensación exterior y se evocaba la sensación interior. Así surgió la creencia de que en el propio espejo mágico podían verse los sentimientos, los pensamientos, etc., de amigos lejanos. En realidad, la persona veía el estado del alma provocado en sí misma por el espejo ordinario.

Cualquiera que provoque este tipo de visión ve realidades reales. Ve la actividad espiritual que tiene lugar en los reinos de la naturaleza, y está, por así decirlo, unido a todo lo que en la Tierra es semejante al Sol.

Para entender realmente los escritos de Jacob Boehme, uno debe tomar todo su contenido como derivado de una complicada y maravillosa segunda visión.

Otra personalidad, Paracelso, estaba constituida de una manera similar aunque algo diferente. En su caso, la sensación se combinaba con un mayor poder intelectual; de ahí que siempre interpretara las imágenes que le revelaba la segunda visión. Cuando reflexionamos intelectualmente sobre las cosas físicas, perceptibles por los sentidos, no las cambiamos, porque el intelecto es impotente ante lo físico; pero no es impotente ante nada que se vea en un espejo de la manera descrita. Percibir la constitución interna del mundo tan puramente en términos de segunda visión sólo es posible para alguien como Jacob Boehme, que era capaz de entregarse desinteresadamente a las cosas externas. El amor inagotable con que miraba todas las cosas, y que se hacía sentir en toda su manera de captar las imágenes reflejadas de lo espiritual en el mundo, está presente en casi todas las líneas que escribió. Así que estas reflexiones permanecieron para él en la mayor pureza como una especie de Imaginaciones de lo espiritual en el mundo.

Con Paracelso, todas estas cosas sufrieron un cambio de acuerdo con su fuerte inclinación intelectual. De ahí que sean imágenes reflejadas a las que se da una forma diferente. Incluso de un espejo físico puedes aprender que lo que refleja puede sufrir un cambio, - sólo tienes que mirar tu cara en un espejo cóncavo. No hay duda de que no te gustaría tener la cara tal y como la ves allí. Eso es más o menos lo que la intelectualidad hace a la superficie reflectante en la que uno se mira, si uno es un intelectual como Paracelso. Por este medio, sin embargo, uno penetra más profundamente en las fuerzas internas.

Así Jacob Boehme, contemplando todas las cosas con su amor verdaderamente sublime, se convirtió en un observador contemplativo; mientras que Paracelsus, concentrándose más en las fuerzas internas, y distorsionando las imágenes-espejo con las que estaba tratando, se acercó más a las fuerzas curativas que subyacen en las cosas como fuerzas solares ocultas.

Cuando alguien aprende a dominar conscientemente las fuerzas ocultas del Sol, de modo que no utiliza la oscuridad exterior para ver imágenes reflejadas, sino que lleva a la oscuridad la luz interior encendida en el alma y el espíritu a través de la meditación y la concentración; cuando llega a ser capaz de llenar con fuerzas interiores del alma el espacio que de otro modo estaría iluminado por el Sol físico, de modo que puede iluminarlo con la luz de su propia alma y espíritu, entonces surge realmente la Imaginación consciente. Esta Imaginación consciente, que puede ser evocada de la manera que hemos aprendido a hacerlo en el camino del conocimiento, es la fuente de lo que Jacob Boehme, como hombre-Sol, plasmó hasta cierto punto inconscientemente en sus escritos, y con menor dominio del mundo de las ideas y demás.

Y así como la Intuición surge cuando las fuerzas secretas de la Luna en un hombre se mantienen firmes, y no se expresan en vagabundeos sonámbulos, así las imágenes-espejo evocadas por las fuerzas del Sol a partir de la oscuridad espiritual se transforman en Imaginación consciente.

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Mientras que el tipo sonámbulo vive en las fuerzas de la Luna, y el tipo Jacob Boehme en las del Sol, un tercer tipo vive en las condiciones de calor y frío siempre presentes en el espacio alrededor de la Tierra. En la vida normal, la gente se acostumbra a la temperatura predominante. Pero existe una cierta sensibilidad delicada e íntima que se independiza del calor o del frío exterior y, por el contrario, es muy susceptible a la acción oculta del calor y del frío que impregnan el espacio que rodea y penetra la Tierra. Una facultad de este tipo para percibir estas acciones ocultas fue adquirida en cierto momento de su vida por Swedenborg. Cualquiera que desee hacer un estudio de la faceta misteriosa de la vida de Swedenborg llegará gradualmente a ver con claridad que esta susceptibilidad apareció en él a cierta edad, pues hasta entonces había sido un distinguido representante de la ciencia oficial de su época: sus escritos en este campo son muy numerosos. No todos fueron publicados en su momento, pero ahora una sociedad de eruditos suecos está preparando una edición de sus obras científicas en muchos volúmenes. No cabe duda de que Swedenborg será un hueso duro de roer para estos eruditos. Se ven obligados a admitir que sus obras demuestran que fue uno de los mayores genios de su época, pero que en un determinado momento de su vida se volvió clarividente, lo que, en opinión de quienes editan sus obras oficialmente reconocidas, es otra manera de decir medio tonto.

Ahora debemos dirigir nuestra atención más bien a esta visión superior desarrollada por Swedenborg después de haberse familiarizado con el resto del conocimiento reconocido en su época. Debemos examinar más de cerca las razones por las que se convirtió así en "medio tonto" a los ojos del saber oficial.

Al profundizar en la personalidad de Swedenborg, descubrimos que "perdió el juicio" porque en su cuadragésimo año desarrolló un amor abrumador por todo lo que había aprendido hasta entonces. Difícilmente puede haber alguien que haya amado el conocimiento puro tanto como Swedenborg llegó a amarlo. Fue este amor por el conocimiento lo que le permitió, en cierto momento de su vida, mirar a su manera en el mundo espiritual, y volverse susceptible a los efectos ocultos del calor y el frío en el espacio circundante.

Estos efectos ocultos de calor y frío no provienen ni de la Luna ni del Sol, sino principalmente de un cuerpo celeste que envía rayos muy modestos al espacio interplanetario: Saturno. Estos modestos rayos transportan las fuerzas ocultas que, en cierta época de su vida, impregnaron particularmente a Swedenborg. Por este motivo, desarrolló la capacidad de percibir el vacío, en lugar de la plenitud que nos rodea en el mundo de los sentidos, y un día se volvió sensible a ello. No hizo ningún esfuerzo para llegar a serlo; surgió instintivamente. Tampoco se sometió a ningún entrenamiento como el que he descrito en el libro El Conocimiento de los Mundos Superiores; esta sensibilidad surgió en él como un delicado instinto superior. Y así llegó a ser capaz de mirar en el mundo, -no un mundo físico-, que es perceptible sólo cuando hemos entrado en las condiciones de calor y frío que fluyen como rayos desde Saturno a través del espacio interplanetario. Así desarrolló una forma de visión muy individual.

Si se lee lo que Swedenborg ha registrado como resultados de esta visión, realmente parece casi una experiencia etérea, sutilizada, terrenal. Los seres espirituales que él ve, ángeles, arcángeles, etc., se mueven ciertamente con la libertad de lo imponderable, pero casi a la manera de los seres terrenales. Podemos preguntarnos si el mundo que contemplaba era real, o si simplemente proyectaba en el vacío lo que extraía de sus propios recursos interiores. No, la verdad es muy distinta. Además del mundo al que miramos con nuestros sentidos físicos, y además del segundo mundo que podemos experimentar, el mundo etérico, estamos rodeados por un mundo puramente espiritual. En este mundo espiritual hay seres espirituales que nunca han descendido a la Tierra, seres que llevan una vida de movimiento y actividad. Estos seres tienen que enviar su influencia a la vida terrenal; por eso imparten al elemento etérico de la Tierra su actividad en el mundo puramente espiritual. Podemos describirlo de esta manera. La Tierra está rodeada, impregnada, por su elemento etérico, y fuera, -en realidad fuera del espacio-, está el mundo de estos seres espirituales activos que entra en el reino terrenal. La Tierra es lo que es sólo gracias a la actividad de estos seres.

Esta actividad irradia en el reino terrestre, pero es devuelta y reflejada en el éter de la Tierra; y las fuerzas del éter son en realidad la realización etérica de lo espiritual que está por encima de ellas. Cuando estudiamos el éter que nos rodea en la Tierra, lo encontramos impregnado de la actividad de estos seres espirituales en forma de imágenes etéricas. La actividad real tiene lugar por encima o dentro de ella. Lo que nos rodea inmediatamente en la Tierra es la actividad que se proyecta hacia el éter de la Tierra. Es como si un espejo no sólo reflejara imágenes, sino que desarrollara gradualmente una actividad propia. La actividad espiritual se proyecta desde la Tierra hacia el éter, y esta actividad es en realidad una proyección de la actividad espiritual.

Así como Jacob Boehme veía en un espejo el reflejo de lo que sucede en el cuerpo humano o en la naturaleza, en la forma que he descrito, para Swedenborg la propia Tierra era el espejo que le devolvía en el éter las imágenes de la actividad espiritual en el mundo espiritual. Podemos decir que lo que él veía no era el mundo espiritual, o también podemos decir que sí lo era. No es más que la realización de una imagen reflejada por la Tierra. Es una imagen verdadera, pero verdadera sólo como reflejo de la realidad que hay tras ella.

Eso es lo que Swedenborg percibía. En el éter de la Tierra veía cómo los seres supraterrenales desarrollan fuerzas en el éter, -fuerzas que desempeñan un papel positivo en la vida humana y también en otras formas de vida en la Tierra. Estas fuerzas etéricas no son Ángeles ni Arcángeles, sino fuerzas que vibran en el éter. Hoy en día es anormal que alguien pueda ver estas fuerzas etéricas ocultas, que proyectan por todas partes en el éter circundante una imagen etérica de los arquetipos espirituales superiores. Sin embargo, en una época anterior de la evolución de la Tierra, esto era perfectamente normal, en el tiempo que precedió a la evolución del Sol y que puede llamarse la época de Saturno. En aquella época se dio a conocer que un día experimentaríamos una época de Venus, después de la cual vendría la época de Vulcano.

En Swedenborg surgió este tipo especial de visión, -el modo de existencia que una vez atravesó la Tierra; cómo se revelaba la Tierra a los hombres de aquel tiempo; y cómo se revelará en el futuro.

Cuando alguien ha adquirido la capacidad de ver conscientemente las imágenes que Swedenborg contempló en el éter; cuando al vacío del espacio-mundo puede oponer su propia plenitud, -entonces, para la clarividencia exacta, los seres que fueron reflejados etéricamente para Swedenborg se desvanecen de la visión etérica, y comienzan a ser audibles para la audición espiritual, los oídos espirituales. Cuando se borran como imágenes visionarias, se convierten gradualmente en Inspiraciones, sonando en la conciencia desde fuera del mundo espiritual.

De ahí que podamos decir: La Imaginación inconsciente, surgiendo en Swedenborg como imágenes etéricas, -si se observan cuidadosamente las advertencias del Guardián del Umbral, -lo que Swedenborg no pudo hacer-, pasará por una metamorfosis y reaparecerá como Inspiración astral plenamente consciente.

Ahora les he mostrado cómo se relacionan el estado más subconsciente del sonámbulo, el tipo de visión de Jacob Boehme y el tipo de Swedenborg, con lo que se puede buscar conscientemente como Intuición, Imaginación, Inspiración. Hoy he tenido que ponerlos en un orden diferente porque he estado dando una imagen cósmica. Si esto se hace de acuerdo, no con los nombres, sino con las cosas en sí mismas, entonces, si las descripciones se dan desde diferentes puntos de vista, la secuencia tiene que cambiar, al igual que las cosas a menudo pueden aparecer en un orden diferente cuando se cambia la perspectiva. Por ejemplo, supongamos que estoy entre dos hombres, uno detrás de mí y otro delante. Si me adelanto al que tengo delante, puedo mirarles a los dos. Así también, en el espacio cósmico las cosas cambian de acuerdo con nuestro punto de vista.

Por eso, en mis ciclos de conferencias, las cosas aparecen en un orden diferente, según los distintos puntos de vista desde los que hay que describirlas. Cuando esto no se aprecia plenamente y alguien persiste en un enfoque abstracto, dirá: Esto no cuadra. Pero los únicos que pueden permitirse satisfacer al intelectualista puro en este asunto son aquellos cuyas descripciones derivan de meras suposiciones. Cualquiera que describa realidades debe permitir que parezcan contradictorias, como a menudo pueden parecerlo desde distintos puntos de vista.

Traducido por J.Luelmo, ago.2023

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