GA227 Penmaenmawr, 23 de agosto de 1923 - La relación del hombre con los tres mundos

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    RUDOLF STEINER 

Conocimientos de Iniciación

LA RELACIÓN DEL HOMBRE CON LOS TRES MUNDOS

 Penmaenmawr, 23 de agosto de 1923

quinta conferencia

Los sueños, de los que ya he dicho algo, señalando que no se les debe dar demasiada importancia en la vida ordinaria en la tierra, son, sin embargo, de una importancia inconmensurable para aquellos que desean obtener conocimiento de la relación del hombre con el mundo suprasensible. En efecto, conducen a ese ámbito de experiencia en el que el hombre entra en contacto con el mundo suprasensible y las leyes de la naturaleza dejan de tener validez. Por lo tanto, el mundo de las imágenes oníricas es realmente como un velo que oculta el mundo espiritual, y podemos decir: Aquí tenemos un hombre, y allí un velo onírico tras el cual se esconde el mundo espiritual. Sin embargo, hay una gran diferencia entre entrar en el mundo espiritual inconscientemente, como lo hacemos en los sueños, o conscientemente a través de la imaginación y la inspiración. Porque si entramos en él conscientemente, todo allí parece diferente del mundo físico de la naturaleza. Detrás del velo del sueño, detrás de lo que los griegos llamaban "caos", el mundo moral es tan real como el mundo de la naturaleza aquí, en el mundo de los sentidos, donde rigen las leyes de la naturaleza. Pero la cualidad caótica del sueño, su confusión arremolinada, muestran que su conexión con el mundo que subyace tras el velo del caos es muy especial.

En realidad, sólo es posible hablar de este mundo cuando los estudios han alcanzado el punto al que nos han llevado estas conferencias. Todo lo que el hombre ve del mundo exterior en su estado ordinario de conciencia no es más que su manifestación exterior; en realidad, se trata de una gran ilusión. Porque detrás de todo ello está la realidad espiritual que actúa en él. Cuando un hombre sueña, se sumerge realmente en esta realidad espiritual, aunque sin estar debidamente preparado, de modo que lo que encuentra se le aparece en esta confusión arremolinada. Así pues, para empezar, nuestra tarea principal es aprender por qué en sueños el hombre entra en un mundo que, comparado con el de la naturaleza, es tan desorganizado, tan caótico.

Para ayudarnos, pues, en nuestro estudio de los sueños, debo decirles ahora algo de lo que la Imaginación y la Inspiración pueden percibir en el mundo espiritual.

Encontramos sobre todo que cuando por medio de la Imaginación y de la Inspiración entramos en el mundo espiritual en plena conciencia, éste se nos aparece inmediatamente como triple. De ahí que sólo podamos hablar del mundo, y de nuestro tema, la evolución del mundo y del hombre, cuando hayamos llegado al punto que hemos alcanzado ahora. Sólo ahora puedo hablar de cómo un hombre, confrontado con el mundo exterior, con todo lo que se manifiesta a los sentidos, está realmente confrontado con el mundo espiritual en su triple naturaleza, confrontado en realidad con tres mundos. Una vez levantado el velo que crea el caos, ya no tenemos ante nosotros un solo mundo, sino tres mundos, y cada uno de los tres tiene su conexión definida con el ser humano.

Cuando logramos penetrar este velo de caos, -más adelante mostraré cómo también podemos describir esto como cruzar el umbral del mundo espiritual-, percibimos los tres mundos. El primero de los tres es, en realidad, el mundo que acabamos de abandonar, algo transformado, pero que sigue existiendo espiritualmente. Cuando se ha corrido el velo del caos, este mundo aparece como si fuera un recuerdo. Hemos pasado al mundo espiritual; y así como aquí recordamos ciertas cosas, en el mundo espiritual recordamos lo que constituye el mundo físico de los sentidos. Este es, pues, el primero de los tres mundos.

El segundo mundo que encontramos es el que he llamado en mi libro Teosofía, el mundo del alma.

Y el tercer mundo, el más elevado de los tres, es el verdadero mundo espiritual, el mundo del espíritu.

Para empezar, les daré sólo una relación esquemática de todo esto, pero dependiendo de la forma en que estos tres mundos se relacionan con el hombre, ustedes comprenderán muchas cosas sobre ellos. A estos tres mundos, tal como aparecen en tres estadios ascendentes, -el inferior, el medio y el superior-, relacionaré luego los tres miembros del hombre: la cabeza; después, la organización del pecho, que abarca todo lo que es rítmico, el sistema respiratorio y la circulación sanguínea; en tercer lugar, el sistema metabólico y de las extremidades, que incluye la nutrición, la digestión y la distribución por todo el cuerpo de los productos de la digestión, todo lo cual engendra el movimiento. Todo esto tiene que ver con el sistema metabólico y de las extremidades. Si se dibujara este esquema, tendría que haber un círculo cerrado para el pecho; un círculo abierto para la cabeza, y abierto también para el sistema de extremidades. Cuando se percibe físicamente, la cabeza del hombre parece estar cerrada por encima y habría que dibujarla así, pero percibida espiritualmente, está abierta. La parte del hombre que no pertenece en absoluto al reino del espíritu es el sistema óseo, que es enteramente de naturaleza física; y cuando espiritualmente se estudia la cabeza humana, no se ve su grueso cráneo. Sólo se ve la piel donde crece el pelo.

Sin embargo, cuando esto se mira espiritualmente, aparece otra cosa. El cabello ordinario no está allí en absoluto, sino el cabello puramente espiritual; en otras palabras, los rayos que penetran en el organismo humano y son retenidos, hasta cierto punto, sólo por el cabello físico. Pero es justo donde hay hueso en el organismo donde el espíritu puede entrar más fácilmente, y esto lo hace en forma de rayos. Así, al mirar por primera vez a un hombre con los ojos físicos, se ve su forma física con la cabeza arriba, y en la cabeza -si no está ya calvo- hay pelo. Pero entonces, donde llega la cúpula del cráneo, espiritualmente no ves nada del hombre físico; ves rayos, rayos como de sol, que desde los mundos espirituales se vierten en él.
Así, la razón de que el círculo no esté cerrado para la cabeza es que la bóveda ósea que rodea el cráneo permite que el espíritu tenga allí acceso continuo.

Nada en el hombre carece de finalidad. Por intención deliberada de los poderes regentes -podría decirse- se le ha dado una cabeza así cerrada arriba, pues aquí el espíritu tiene el acceso más fácil a su ser interior debido al grosor mismo del hueso.

Cuando estamos en condiciones de observar al hombre espiritualmente, nos asombra descubrir cuán vacía está su cabeza de todo lo que proviene de su propio ser interior. En cuanto a lo espiritual, no tiene casi nada en él para llenar el globo hueco que se asienta sobre sus hombros. Todo lo espiritual tiene que entrar en él desde fuera.

No sucede así con los demás miembros del organismo humano; como pronto oiremos, éstos son, por su propia naturaleza, espirituales. Podemos distinguir en el hombre tres miembros - la cabeza, o sistema de nervios y sentidos, el sistema rítmico, el sistema metabólico y de extremidades, y tienen una relación bastante definida con los tres mundos: el mundo físico, el mundo del alma y el mundo espiritual. Ahora profundizaré en este tema.

En primer lugar, conviene distinguir, en cada uno de los tres mundos, la sustancia de la actividad. En realidad, la sustancia y la actividad son una sola cosa, pero actúan de manera diferente en el mundo. La sustancia de tu propio ser te da una idea clara de esto. Tienes sustancia en tu brazo, y cuando esta sustancia está fuera de orden sentirás algún tipo de dolor; es obvio que algo dentro de la sustancia del brazo ha ido mal. Si la actividad del brazo no está bien controlada, tal vez golpees a tu vecino y éste sienta dolor. Esto demuestra que la actividad está desajustada. Sin embargo, la sustancia y la actividad del brazo son una sola, aunque se manifiesten exteriormente de formas diferentes.

Si ahora nos fijamos en la cabeza humana, veremos que su sustancia procede por completo del mundo físico. Durante la formación del embrión humano, la sustancia de la cabeza proviene de los padres; y el desarrollo subsiguiente de la cabeza, y de todo el sistema nervioso-sensorial, depende para su sustancia enteramente del mundo terrestre-material. Por otra parte, toda la actividad que tiene que ver con la formación plástica de la cabeza del hombre, la actividad por medio de la cual se da forma a su sustancia, proviene enteramente del mundo espiritual. De modo que, en lo que respecta a la actividad, la cabeza es enteramente una formación espiritual. Por lo tanto, la cabeza tiene que quedar abierta -en sentido espiritual- para que la actividad pueda actuar en ella.

Así, en cualquier momento de la vida puedes decir: La sustancia de mi cabeza procede enteramente de la Tierra, pero está ensamblada y formada plásticamente de tal manera que no puede ser obra de fuerzas terrenales. Las formas de esta cabeza humana proceden enteramente del mundo espiritual; podría decirse que son una creación celestial. Quien contempla espiritualmente la cabeza humana, en relación con el mundo, tiene que ir muy lejos y muy profundo.

Ahora, del mismo modo, dirige su mirada a una planta. Se dice a sí mismo: La planta tiene una forma definida. Su sustancia procede de la tierra, pero su forma procede del mundo etérico, es decir, del mundo espacial.

Luego mira a un animal. El animal, -se dirá a sí mismo-, obtiene la sustancia de su cabeza enteramente del mundo del espacio, pero algo espiritual fluye ciertamente en su actividad.

Cuando llegamos a la cabeza humana, sin embargo, encontramos por primera vez que algo de la más alta espiritualidad, algo que puede llamarse celestial, está actuando. Vemos que la cabeza humana nunca podría surgir de fuerzas terrenales, aunque su sustancia se tome de materiales terrenales. Así pues, en la cabeza humana, que es en sí misma una especie de Cosmos en miniatura, el mundo espiritual construye una forma a partir de la sustancia terrenal.

Ocurre exactamente lo contrario con el sistema metabólico y de las extremidades, que comprende los órganos del movimiento exterior - piernas, brazos - y la prolongación de éstos en el interior del cuerpo - el sistema digestivo.

Por el momento voy a dejar de lado el sistema intermedio, el sistema rítmico que abarca la respiración y la circulación de la sangre. Me ocuparé ahora del sistema que reúne los procesos de digestión y alimentación, y la combustión interna que permite al hombre moverse.

Ahora bien, la sustancia de este sistema metabólico-motor no procede de la Tierra. Por improbable que parezca, ustedes llevan dentro de su hombre metabólico y de los miembros algo que no es de origen terrestre, sino que consiste enteramente en sustancia del tercer mundo, el mundo del espíritu. Pueden decir: Pero puedo ver mis piernas; son físicamente perceptibles, lo que no serían si consistieran en sustancia espiritual. Esta objeción está justificada, pero hay algo más que debemos considerar.

Tus piernas reales son, en efecto, espirituales en su totalidad; tus brazos reales también; pero el material para ellos lo proporciona tu cabeza. La cabeza es el órgano que llena de sustancia los brazos espirituales, las manos espirituales, las piernas espirituales, los pies espirituales; y esta sustancia penetra en la espiritualidad de los miembros y de los órganos digestivos. De modo que algo que en realidad pertenece enteramente al mundo espiritual es impregnado, inundado, de materia física por la cabeza. Por eso es tan difícil comprender con las ideas de la ciencia física que un hombre está formado por cabeza-seno-miembros-órganos digestivos. La gente piensa que la cabeza está en la parte superior, y suponen que cuando un hombre es decapitado no le queda cabeza. Sin embargo, no es así; un hombre es sustancialmente cabeza por todas partes. Incluso hasta el final de su dedo gordo del pie es cabeza, porque su cabeza envía su sustancia allí. Sólo la sustancia de la cabeza es terrenal en su origen, y la cabeza da su carácter terrenal-material a las otras sustancias; mientras que la sustancia de los órganos metabólico y de los miembros proviene del mundo espiritual.

Si por medio de una vigorosa autosugestión de tipo negativo podemos sugerir la desaparición de la cabeza de un hombre, de modo que en apariencia quede sin cabeza, y si podemos hacer esto no sólo con el pensamiento sino de modo que realmente veamos al hombre sin cabeza, entonces el resto de su organismo también desaparece; con la cabeza se va todo el hombre como ser perceptible a los sentidos. Y si la cabeza ha de estar ahí para nosotros, el resto del hombre ha de ser percibido espiritualmente. Pues en realidad nos movemos bajo la impronta de mundos superiores, con piernas y brazos espirituales, y sólo la cabeza los llena de materia física.

En cambio, las fuerzas, la actividad, pues todo lo que constituye al hombre de piernas metabólicas se extrae del mundo físico. Si das un paso adelante o levantas un brazo, el mecanismo implicado, e incluso los procesos químicos que tienen lugar al mover un brazo o una pierna, o los procesos químicos en los órganos digestivos - toda esta actividad es terrenal. De modo que en vuestros miembros lleváis sustancia invisible, pero fuerzas extraídas de la vida terrenal. Por lo tanto, en lo que respecta a nuestra cabeza y su sustancia, estamos construidos a partir de la Tierra, pero esta misma cabeza está impregnada de fuerzas celestiales. En nuestros miembros estamos construidos enteramente de sustancia celestial; pero las fuerzas que actúan en esta sustancia celestial durante nuestra vida en la Tierra son fuerzas terrenales: la gravitación y otras fuerzas físicas y químicas, todas ellas pertenecientes a la Tierra.

Como ven, la cabeza y los miembros son opuestos. La cabeza se compone de materia terrestre y la actividad celeste le da forma plástica. Las extremidades y el aparato digestivo están formados totalmente de sustancia celeste, y no serían visibles si no estuvieran saturados de sustancia terrestre como resultado de la cabeza. Pero cuando alguien camina, o agarra algo, o digiere la comida, la sustancia celeste se sirve de las fuerzas terrestres para que la vida en la Tierra, desde el nacimiento hasta la muerte, pueda llevarse a cabo.

De esta complicada manera se sitúa el hombre en relación con los tres mundos. El mundo espiritual participa con su actividad en la cabeza; con su substancia participa en la tercera organización del hombre, su sistema metabólico y de las extremidades. El mundo inferior, el más dominado por los sentidos, participa con su actividad en el metabolismo y el movimiento de las extremidades, y con su sustancia en la cabeza; mientras que la sustancia en el tercer sistema del hombre es totalmente espiritual.

En el sistema medio, que abarca la respiración y la circulación de la sangre, la actividad espiritual y la sustancia material se complementan. La actividad espiritual, que fluye a través del movimiento de nuestra respiración y de los latidos de nuestro corazón, va siempre acompañada, en cierta medida, de sustancialidad. Y, del mismo modo, la sustancialidad de la existencia terrenal, en la medida en que el oxígeno fluye en la respiración, va acompañada en cierta medida por la actividad terrenal. Vemos, pues, que en el hombre medio, en el segundo sistema del hombre, todo confluye: la substancia y la actividad celestiales afluyen aquí; la actividad y la substancia terrenas afluyen allá. Por este medio nos hacemos receptivos tanto a la actividad del mundo intermedio como a su sustancialidad.

Así que en este hombre medio hay una gran cantidad de entremezclas y por esta razón necesitamos nuestro sistema rítmico maravillosamente perfecto - el ritmo del corazón, el ritmo de los pulmones en la respiración. Toda la mezcla de actividad y sustancia se equilibra y armoniza a través de estos ritmos, y esto puede suceder porque el hombre está organizado para ello.

En el sistema de la cabeza y en el sistema de los miembros, la actividad y la sustancialidad provienen de fuentes muy diferentes, pero en el sistema medio provienen de los tres mundos y de diversas maneras - en un lugar la actividad acompañada de la sustancia, en otro lugar la sustancia acompañada de la actividad; aquí pura actividad, allí pura sustancia - todas estas variaciones fluyen a través del hombre medio. Si como médico toma se le toma el pulso a un hombre, puede realmente sentir allí el equilibrio de la naturaleza celestial del alma contra la actividad y la sustancialidad terrenales. A su vez, si observan la respiración, pueden sentir el esfuerzo interno de un hombre por alcanzar el equilibrio entre las diversas funciones que lo relacionan con el mundo intermedio.

Dirán ustedes que todo esto es muy complicado. Es cierto que una conferencia suele ser fácil de entender hasta cierto punto, pero cuando se llega al punto en que hay que comprender la relación del hombre con el mundo, la gente suele decir: "Esto se está volviendo muy difícil, no podemos seguir el ritmo".

Pero miren: con un pensamiento realmente flexible, libre de prejuicios, podrán seguir el ritmo. Y para quien piense así, con sana comprensión humana, hay un cierto consuelo. Como ya he dicho antes, el desprendimiento real del velo del caos y la entrada en el mundo triple, que envía su actividad y sustancia al mundo físico de una forma tan enormemente complicada, esta experiencia es tan desconcertante que se advierte plenamente de ella antes de cruzar el umbral. Lo expondré de forma pictórica, pero en plena concordancia con los hechos. La advertencia es: "Si no estás dispuesto a renunciar a lo que has considerado como la lógica naturalista ordinaria y como las conexiones habituales entre las cosas, si eres reacio a dejar atrás este manto físico, es mejor que no entres en el mundo espiritual, porque allí te verás obligado a hacer uso de otras asociaciones de ideas, otros ordenamientos y una lógica completamente diferente. Si quieres llevarte algo de tu lógica física al mundo espiritual, con toda seguridad te confundirás". Y entre los asuntos que tienen que ver con la preparación para la meditación y la concentración, tenemos que recordar la advertencia de no llevar nunca la lógica del mundo de los sentidos a la lógica del mundo espiritual.

Esta es la importante advertencia dada por ese poder que podemos llamar el Guardián del Umbral - de quien oiremos más en conferencias posteriores - a aquellos que desean traspasar el velo.

Pero cuando deseamos regresar al mundo físico, recibimos del Guardián otra advertencia, clara y contundente. Mientras seamos hombres de la Tierra debemos regresar, o nunca nos alejaríamos de los acontecimientos del mundo espiritual, y nuestro cuerpo físico abandonado moriría. Debemos volver siempre. De acuerdo con la lógica naturalista tenemos que comer, beber y adaptarnos cada día a las actividades habituales. Estamos obligados a volver al mundo donde las cosas siguen un curso naturalista, donde, por ejemplo, se nos convoca a las comidas a las horas habituales. Así pues, cuando regresamos del mundo espiritual al mundo físico, debemos, -para evitar una situación imposible-, prestar atención a la segunda advertencia dada por el Guardián que se encuentra allí donde el velo del caos separa el mundo físico de los sentidos del mundo espiritual. Esta es la advertencia "Durante tu vida en la Tierra, no olvides ni por un momento que has estado en el mundo espiritual; entonces y sólo entonces, durante los tiempos que tengas que pasar en el mundo físico, podrás guiar tus pasos con certeza."

Así pues, en el umbral de este triple mundo espiritual, con el que el hombre está relacionado a través de sus tres miembros de la manera descrita, se le advierte que deje a un lado toda lógica naturalista, que abandone este manto de los sentidos y que avance preparado para adaptarse a una lógica espiritual, a un pensamiento espiritual y a la asociación espiritual de ideas. A su regreso se le hace una segunda advertencia, igual de severa, incluso más que la primera: que no olvide ni por un momento su experiencia en el mundo espiritual, es decir, que no se limite en la conciencia ordinaria a los impulsos del mundo de los sentidos, etc., sino que sea siempre consciente de que para su mundo físico tiene que ser portador de lo espiritual.

Verán que las dos advertencias difieren considerablemente entre sí. A la entrada del mundo espiritual el Guardián del Umbral dice: Olvida el mundo físico de los sentidos mientras aquí adquieres el conocimiento de lo espiritual. Pero al volver al mundo físico la advertencia del Guardián es: Nunca olvides, ni siquiera en el mundo físico de la Tierra, tus experiencias en el mundo celestial del espíritu; mantén vivo tu recuerdo de ellas.

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Con referencia a lo que dije la última vez, hay otra diferencia considerable entre los hombres de una época evolutiva más antigua y los de la época actual. En el caso de los que representé acudiendo a los centros de Misterios como alumnos inspirados, o simplemente como gente corriente, la transición del dormir al despertar y del despertar al dormir no se hacía sin que fueran instintivamente conscientes del Guardián del Umbral. Hace tres o cuatro mil años, cuando los hombres entraban en el sueño, surgía en sus almas, como en un sueño, la imagen del Guardián. Ellos pasaban a su lado. Y cuando regresaban del dormir a la vida ordinaria, de nuevo aparecía esta imagen. Las advertencias que recibían al entrar y salir del mundo espiritual no eran tan claras como las advertencias que he dicho que se dan a los que entran en el mundo espiritual por medio de la Inspiración y la Imaginación. Pero al dormirse, y de nuevo al despertarse, tenían una experiencia onírica del paso del Guardián del Umbral, no muy diferente de sus otras percepciones instintivas del mundo espiritual. El progreso ulterior en la evolución de la humanidad, -como veremos en conferencias posteriores-, requería que el hombre conquistara su libertad perdiendo su visión espiritual, y tuvo que renunciar a ese estado mitad dormido, mitad despierto, durante el cual podía contemplar, al menos en una especie de sueño, la majestuosa figura del Guardián del Umbral.

Hoy en día, entre dormir y despertar, el hombre pasa junto al Guardián, pero no lo sabe. Es ciego y sordo al Guardián, y por eso se encuentra en un mundo onírico tan completamente desorganizado.

Consideremos ahora, con toda imparcialidad, la manera diferente en que los hombres de épocas más antiguas sabían hablar de sus sueños. Por ignorar al Guardián todas las mañanas, todas las noches y dos veces cada vez que duerme la siesta, el hombre de hoy en día experimenta este total desorden y caos en su mundo onírico. Esto puede verse en la forma que adopta cualquier sueño.

Sólo piensen: cuando cruzamos el Umbral -y lo hacemos cada vez que vamos a dormir- allí está el majestuoso Guardián. No se le puede ignorar sin que todo lo que encontramos en el mundo espiritual se desordene. La forma en que esto ocurre se ve mejor en la metamorfosis que sufre el pensar ordenado propio del mundo físico, naturalista, cuando éste pasa a la imaginería de los sueños. Los sueños individuales pueden mostrar esto muy claramente.

En el mundo físico, naturalista, las personas se comportan tal y como aprenden a hacerlo de acuerdo con sus condiciones. Veamos un ejemplo. Alguien sale a pasear. Ahora bien, en una ciudad de hoy en día, estarán ustedes de acuerdo, se dan ciertos paseos sobre todo por las experiencias que ofrecen. Por ejemplo, durante un paseo la gente se encuentra con amigos; puede mostrar su ropa si así lo desea, tanto a los conocidos como a los extraños. Todo esto puede experimentarse durante un paseo, y lo importante es que nos da la oportunidad de tener pensamientos, ideas, de modo que somos capaces -sólo nuestro organismo de la cabeza se ocupa de esto- de decir: "Pienso": "Pienso". En virtud de este "yo pienso" es posible experimentar en el mundo exterior el tipo de cosas que acabo de describir. Uno se encuentra con otras personas, y para ellas también es una experiencia. Mostramos nuestra ropa y, tal vez, una cara bonita. Lo que importa es la experiencia. Sin embargo, al ver a otras personas, al mostrarles nuestro aspecto exterior, también intervienen los sentimientos. Una cosa nos agrada, otra no. Se despiertan simpatías y antipatías. Nos gusta cuando las personas que conocemos dicen lo que nos agrada, y no nos gusta cuando dicen lo contrario. De ahí que lo que se experimenta en esos paseos esté estrechamente relacionado con lo que la cabeza concibe por medio de ese "yo pienso". El cual está conectado a través del "yo siento" del hombre rítmico - es decir, con sentimientos de simpatía y antipatía. Porque con este segundo miembro de nuestro ser podemos decir "yo siento", somos capaces de ampliar las experiencias que nos llegan en el pensamiento durante un paseo.

Pero el tercer miembro del hombre también interviene en este paseo, si estamos plenamente despiertos. En este punto debemos referirnos a ciertos detalles íntimos de la experiencia humana. Hay un sentimiento general de que la gente civilizada de hoy en día no se muestra en público sin ropa, no sale a pasear sin ella; hay una antipatía general hacia la desnudez y simpatía hacia estar vestido adecuadamente. Esto va directo a nuestros impulsos de voluntad. Nos vestimos, incluso de una forma determinada. Aquí entra en juego la voluntad, el tercer miembro de la organización humana. Vestirnos está relacionado con la parte de nosotros que nos permite decir "quiero".

YO PIENSO - YO SIENTO - YO DESEO

Así, al poder decir "quiero", salimos a pasear vestidos. Cuando estamos despiertos en el mundo físico, todo esto está regulado por la lógica de este mundo. O somos educados en ella, o aprendemos a conformarnos a las condiciones externas prescritas por el mundo físico y su lógica. Si no nos conformamos, sino que salimos a pasear sin ropa, entonces algo dentro de nosotros está fuera de orden. El orden del mundo físico, la lógica del mundo físico, van juntos en todo esto. Nunca se nos ocurre en un paseo desear encontrarnos con gente sin ropa. Aquí, nuestra experiencia del alma está determinada por el orden del mundo. Y esto muestra cómo los tres -pienso, siento, quiero- están conectados entre sí. Es el mundo el que hace esto; el mundo externo nos lleva a formar esta conexión entre pensar, sentir y querer.

Cuando, ignorando al Guardián, cruzamos el Umbral, nos enfrentamos a tres mundos, y no podemos hacer nada con ellos porque en parte trasladamos al mundo del espíritu la perspectiva con la que estamos familiarizados en el mundo de la vigilia. El mundo espiritual, sin embargo, afirma su propio orden hasta cierto punto. Entonces puede ocurrir lo siguiente. Imaginen que están dormidos en la cama. Al principio con su sentir, esto es, con la parte media de su ser, usted está enteramente bajo la influencia del sueño. Entonces la manta se resbala, una parte de su cuerpo se enfría y entra en su conciencia onírica que una parte de usted está desnuda. Ahora, debido a que se encuentra en el mar en el mundo espiritual y no conecta la sensación con ninguna parte en particular de sí mismo, este sentimiento se extiende, y se imagina que está sin ropa en absoluto. Puede que sólo esté expuesta una parte de tu cuerpo, pero esa parte que se enfría te hace sentir desnudo por todas partes.

Ahora, en su sueño todavía está preocupado por un impulso de la voluntad que se mantiene bien cuando está despierto, -que es ponerse ropa cuando está desnudo. No puedo ponérmela, algo me lo impide. No se pueden mover los miembros y se es consciente de ello en el sueño.

Ya ven cómo es. Estas dos cosas, siento que no tengo nada puesto y no puedo ponerme la ropa -el mundo físico ya no está ahí para combinar las dos, una de las cuales pertenece al mundo II, la otra al mundo I- se combinan erróneamente en su sueño. Y como esa misma noche habías pensado en dar un paseo, esto también entra en el curso del sueño. Surgen tres condiciones distintas: voy a dar un paseo; me horroriza ver que no llevo nada puesto; no puedo ponerme la ropa.

Ahora piensen. Estas tres cosas, que en nuestra vida materialista ordinaria pueden combinarse lógicamente, se deshacen cuando, al pasar, se ignora al Guardián del Umbral.

En el mundo I: el paseo

En el mundo II: estar sin ropa

En el mundo III: la experiencia de no poder ponerse la ropa. 

En esa situación te sientes en tres partes, entre extraños, expuesto a la vista por todos lados sin ropa y sin poder ponértela. Esa es tu experiencia onírica. Lo que para ti está conectado en la vida ordinaria a través de la lógica natural está separado en tu sueño y conectado, caóticamente, en conformidad con la costumbre que llevas contigo a través del Umbral. Lo conectas como si en el mundo espiritual, también, uno tuviera que preocuparse de las prendas de vestir. Por ignorar al Guardián del Umbral, llevas al mundo espiritual una costumbre propia del mundo físico. Conectas los tres mundos caóticamente, según las leyes del mundo físico, y te sientes en esta situación.

En innumerables sueños, lo esencial es que cuando pasamos el Umbral sin hacer caso de la advertencia del Guardián, lo que percibimos aquí, en el mundo físico, naturalista, como una unidad armoniosa, se desmorona, y nos vemos confrontados a tres mundos diferentes. Observando fielmente la advertencia del Guardián del Umbral, debemos encontrar la manera de unir estos tres mundos. Hoy en día, un hombre en sueños se encuentra frente a estos tres mundos - no era así en la misma medida para cualquier persona en épocas más antiguas, como se puede ver en los sueños registrados en el Antiguo Testamento - y luego trata de conectar los tres mundos de acuerdo con las leyes válidas en la vida física. Esa es la razón de las conexiones caóticas en los tres mundos, tal como las experimenta el hombre de hoy.

Verán, por lo tanto, que los sueños pueden mostrarnos este grave hecho: que cuando cruzamos el Umbral hacia el mundo espiritual nos enfrentamos de inmediato con tres mundos, y que tenemos que entrar en ellos y salir de ellos de la manera correcta. Los sueños pueden enseñarnos mucho sobre el mundo físico de los sentidos, tal como es hoy, y también sobre ese otro mundo: el mundo del alma y del espíritu.

Traducido por J.Luelmo ago,2023

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