GA115 Berlín, 26 de octubre de 1909 - Los sentidos imaginativo, inspirativo e intuitivo y la forma en que se canalizan en el ser humano como sensación, sentimiento y pensamiento lógico.

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RUDOLF STEINER
ANTROPOSOFÍA-PSICOSOFÍA-PNEUMATOSOFÍA

Los sentidos imaginativo, inspirativo e intuitivo y la forma en que se canalizan en el ser humano como sensación, sentimiento y pensamiento lógico


Berlín, 26 de octubre de 1909


tercera conferencia

En nuestras consideraciones hemos ascendido hasta lo que hemos llamado el sentido del habla, y ahora queremos considerar en primer lugar lo que hemos llamado el sentido del concepto. Por supuesto, no hay que tomar aquí la palabra en el sentido del concepto puro, sino en el sentido en que se habla en la vida ordinaria; que cuando alguien nos dice algo, cuando dice alguna palabra, podemos formarnos una idea de lo que esta palabra significa. También podría haberse llamado sentido de la representación. Pero ahora debemos comprender primero cómo se produce este sentido de la representación. Para ello, debemos volver una vez más a los dos sentidos anteriores, el sentido del sonido, o auditivo, y el sentido del habla, y plantearnos la pregunta: ¿Qué significa realmente tener el sentido del habla, tener el sentido auditivo? ¿Cómo se produce realmente la percepción auditiva, tal como la hemos descrito? - Primero hay que caracterizar lo que ocurre cuando una persona percibe un sonido, A o I, u otro sonido. Debemos, por así decirlo, aclarar el aparato de percepción auditiva. Sin embargo, como no puedo hablar de tal cosa durante toda una hora, sólo podré darles algunos detalles, que luego podrán encontrar confirmados por esto o aquello que ustedes mismos adquieran mediante la reflexión o la investigación en la vida.

Ustedes saben que dentro de la música se puede distinguir entre el tono por separado, la melodía y la armonía. Y saben que la armonía se basa en la simultaneidad de la percepción de los tonos, la melodía en la combinación de tonos sucesivos, y que luego se toma en consideración el tono por separado como tal. Bien, sólo se puede comprender el mecanismo de la percepción del sonido si se considera la relación del tono que está en el sonido con este sonido mismo. Tomemos lo que es una armonía: en ella tenemos una cooperación simultánea de sonidos; y tomemos lo que es una melodía: en la melodía tenemos una cooperación sucesiva de sonidos. Ahora imaginen que pudieran hacer conscientemente lo que hacen inconscientemente en la percepción del sonido, entonces sucedería lo siguiente.

Deben ustedes tener claro que en el sentido hay algo inconsciente, -o cuando menos subconsciente-. Si lo que es inconsciente en la percepción del sentido se hiciera consciente, ya no sería sentido, ni percepción del sentido, sino que habría que hablar de valoración, conceptualización y cosas por el estilo. Por lo tanto, deben imaginarse cómo procedería lo que tiene lugar a nivel subconsciente en la percepción del sonido, si pudieran ustedes ejecutarlo conscientemente. Imaginen que perciben una melodía. Cuando perciben esta melodía, perciben los tonos uno tras otro. Ahora piensen que pudieran fácilmente mover las notas de una melodía juntas en la línea del tiempo de tal manera que pudieran percibirlas simultáneamente. Para ello, por supuesto, tendrían que empujar el pasado y el futuro el uno hacia el otro. Tendrían que saber lo que sigue, preferiblemente en medio de una melodía, para poder empujarla del futuro al presente. Lo que una persona no puede hacer conscientemente de esta manera, en realidad ocurre inconscientemente en el sentido del sonido. Cuando oímos A o I o cualquier otro sonido, una melodía siempre se transforma momentáneamente en una armonía a través de una actividad subconsciente. Ese es el secreto del sonido. Esta maravillosa actividad subconsciente se lleva a cabo a un nivel más espiritual de la misma manera que las diversas refracciones de los rayos se llevan a cabo en el interior del ojo de acuerdo con las leyes físicas regulares, de las que uno sólo se da cuenta a posteriori. Ahora estamos haciendo lo mismo que hace el físico cuando muestra cómo se produce la refracción de los rayos en el ojo. En otras palabras, una melodía se convierte momentáneamente en armonía. Pero eso no basta. Si sólo ocurriera eso, el sonido no saldría, sino que habría que añadir algo más.

Es necesario darse cuenta de que todo tono musical no es un simple tono sino que si algún tono es un tono musical, lo es porque, aunque débilmente, los armónicos siempre resuenan. Esta es la característica especial del tono musical en comparación con otros ruidos, estruendos o similares, que los armónicos siempre se oyen, aunque sean prácticamente inaudibles. Cuando se tiene una melodía, no sólo se tienen los tonos individuales, sino que también se tienen los armónicos de cada tono. Cuando se compacta momentáneamente una melodía en una armonía, no sólo se compactan los tonos fundamentales por separado, sino también el armónico de cada tono. Sin embargo, ahora la actividad subconsciente tiene que hacer algo más: tiene que desviar su atención de los tonos fundamentales, tiene en cierta manera, que ignorarlos. Esto es lo que hace realmente el alma cuando percibe el sonido A o I. No como si los otros sonidos no estuvieran ahí, sino que sólo desvía la atención de ellos, y sólo se percibe esa armonía de armónicos. Ese es el sonido. Un sonido surge del hecho de que una melodía se transforma momentáneamente en una armonía, entonces se ignoran los tonos fundamentales y sólo se percibe el sistema de armónicos. Lo que estos armónicos nos proporcionan es el sentido del sonido, A o I. Ahora queda aclarado lo que es realmente la percepción del sonido, de la misma manera que la visión del ojo se explica físicamente.

¿Qué es pues, -y ésta es una pregunta igualmente difícil pero importante-, la percepción de la idea o concepto, la percepción por separado del sentido, (sinn), de modo que se oiga la palabra y a través de la palabra se oiga el significado, (sinn), se comprenda? ¿Cómo se produce esto?

Uno puede darse cuenta de que se trata de algo bastante especial simplemente por la trivial constatación de que cualquier cosa se puede denominar con los sonidos más diversos, y en distintos idiomas. En una ocasión se llama a una cosa «Amor» y en otra «Liebe». Así que estas dos construcciones fonéticas diferentes expresan algo que es lo mismo en ambos casos. Esto apunta al sentido subyacente de la ideación, conceptualización. Así pues, aunque en cada pueblo, en cada lengua, se oye el sonido de forma diferente en todas partes, a través del sonido, se oye la misma idea, aquello que realmente está detrás y que es lo mismo a pesar de todas las diferencias en las construcciones sonoras. Esto también debe percibirse. ¿Y cómo se percibe?

Para que esto nos quede claro, consideremos el proceso de la percepción de los conceptos, y ello, -les ruego que lo tengan presente-, a condición de que tales conceptos nos lleguen por medio del sonido. Si en la percepción del sonido tenemos ahora una melodía que se transforma en armonía, dejando de lado los tonos fundamentales, (lo cual nos da el significado del sonido o significado de la palabra), para que surja el sentido de la ideación, o conceptualización, es necesario que nuestra atención se desvíe ahora también de todo el sistema de armónicos. Si ustedes también llevan esto a cabo anímicamente, entonces miran retrospectivamente hacia aquello que se ha incorporado en los armónicos, hacia aquello que les llega como representación, concepto. Al mismo tiempo, sin embargo, esto también significa que cuando una persona escucha los sonidos y las palabras de su lengua, recibe matizado y atenuado, por así decirlo, algo de lo que es universalmente humano: la idea subyacente que atraviesa todos los sonidos y todas las lenguas.

Ya hemos dicho que a través del habla, en la medida en que el habla tiene sus sonidos, se dan a conocer elevadas entidades espirituales, entidades que tienen su misión especial en el contexto de la vida terrestre, éstos son los espíritus de los pueblos, que no sólo actúan en los murmullos misteriosos, sino en las formaciones igualmente misteriosas en los fluidos del hombre, en lo que vibra en el organismo humano en el sistema de armónicos, debemos decir que lo que se oculta tras los tonos de los armónicos como lo universalmente humano, es el espíritu humano común que se desborda sobre toda la tierra. Por tanto, este espíritu humano, que fluye por toda la tierra, sólo puede reconocerse, cuando cada cual en su respectivo lugar, escucha por así decirlo a través de los armónicos, hasta lo inaudible, hasta lo meramente imaginario. El hecho de que a los hombres se les haya dado la oportunidad de mirar más allá de las tonalidades, por así decirlo, de escuchar más allá de ellas y de reconocer un elemento común que se teje en toda la tierra, sólo les ha permitido, en el curso del desarrollo histórico de la humanidad, captar lo que es universalmente humano. Pues sólo en la vida de la ideación puede captarse por primera vez el Espíritu Crístico en su verdadera forma, en lo universalmente humano. Esos seres espirituales que lo anuncian y han de anunciarlo en las formas más diversas, que son enviados por él, cada uno a su lugar, como podrán encontrar tan bellamente representado, por ejemplo, en el poema de Goethe «Los Misterios», esos espíritus, los mensajeros de Cristo, que han recibido de él su tarea, son los espíritus de los pueblos de cada una de las individualidades nacionales.

Todo esto da una primera impresión de lo que es realmente el sentido de la conceptualización. Con esto, sin embargo, hemos recorrido un camino muy especial. Primero hemos agotado, por así decirlo, lo que es sentido en nosotros en la vida humana ordinaria. Lo hemos agotado observando esa facultad anímica subconsciente en el ser humano que es capaz de hacer retroceder el sistema de armónicos, por así decirlo. ¿Cuál será ahora una facultad aún más elevada? ¿Qué es lo que hace retroceder este sistema de armónicos? ¿Qué hay en el ser humano que actúa como tentáculos y hace retroceder el sistema de armónicos? Es el cuerpo astral humano. Si el cuerpo astral humano adquiere la capacidad de hacer retroceder los armónicos, -lo cual en lenguaje trivial no significa otra cosa que desviar la atención de ellos-, eso significa un mayor poder del cuerpo astral que cuando no puede hacerlos retroceder tanto, por así decirlo. ¿Cuándo será aún más fuerte este cuerpo astral? Será aún más fuerte cuando no sólo pueda hacer retroceder los armónicos, cuando no sólo pueda llegar a los conceptos haciendo retroceder los armónicos y alcanzar así el límite del mundo exterior y observarlo en su límite como un concepto, sino cuando sea capaz de hacer salir su sustancia astral a través de su propio poder interior sin ninguna resistencia. Para llegar a la ideación, conceptualización, todavía hay que hacer retroceder una resistencia: el sistema de armónicos. 

Cuando ya estén en condiciones de extender sus tentáculos astrales sin ninguna causa externa, entonces se produce lo que puede llamarse percepción espiritual en un sentido más elevado. Se forman los verdaderos órganos espirituales de percepción. En el momento en que el hombre alcanza la capacidad no sólo de hacer retroceder el sistema de armónicos con su atención, sino cuando puede extender su sustancia astral como dos tentáculos en cierto punto del cerebro anterior, -entre las cejas-, en este punto forma lo que se llama la flor de loto de dos pétalos, el primer órgano espiritual, que también puede llamarse el sentido imaginativo. Este es ahora el undécimo de los sentidos. Y en la misma medida en que el hombre se hace cada vez más capaz de extender su sustancia astral desde sí mismo, sin verse forzado a hacerlo por el mundo exterior, en la misma medida desarrolla otros sentidos superiores. En la región de la laringe desarrolla mediante este trabajo un sentido muy complejo, la flor de loto de dieciséis pétalos, el sentido inspirativo; más adelante, en la región del corazón, el sentido que también puede llamarse sentido intuitivo, la flor de loto de doce pétalos, y luego aún más sentidos superiores, los cuales sin embargo, debido a que se entra en lo puramente espiritual, ya no pueden llamarse sentido en la acepción ordinaria de la palabra. Basta con que añadamos a los sentidos físicos, reales, el sentido imaginativo, el sentido inspirativo y el sentido intuitivo.

Ahora preguntémonos: ¿Estos tres sentidos sólo están activos en las personas clarividentes o también hay algo en las personas corrientes que pueden percibir como una actividad de estos sentidos? Sí, incluso en la persona ordinaria hay algo que puede entenderse como una actividad de estos sentidos, el imaginativo, el inspirativo y el intuitivo. Cuando se comprende exactamente cómo funcionan estos sentidos en el clarividente, se dice que funcionan extendiéndose hacia el exterior como tentáculos. En la gente común también están presentes, con la diferencia de que no se extienden hacia afuera, sino hacia adentro. Exactamente en el punto donde surge la flor de loto de dos pétalos en el hombre clarividente, hay algo así como dos de esos tentáculos presentes en el hombre ordinario, que se extienden hacia adentro, cruzando sólo en la región del cerebro anterior. Así que la conciencia ordinaria simplemente gira estos tentáculos hacia dentro en lugar de hacia fuera como en el clarividente.

Yo aquí sólo puedo aclarar lo que está presente, mediante una comparación. Tendrían ustedes que meditar mucho si quisieran ir más allá de la comparación para llegar al hecho. Pues es un hecho. No hay más que darse cuenta de que el hombre ve lo que tiene fuera de sí y no lo que tiene dentro de sí. Nadie ha visto todavía su propio corazón o su propio cerebro. Lo mismo ocurre con lo espiritual. Los órganos no sólo no se ven, sino que uno tampoco es consciente de ellos y, por lo tanto, no se pueden utilizar. Pero están en funcionamiento. El hecho de que uno no sea consciente de algo no significa que esté inactivo. La conciencia no decide sobre la realidad. De lo contrario, todo lo que nos rodea en esta ciudad en la que nos encontramos y que ustedes no ven ahora no estaría ahí. Sin embargo, esta es la lógica de los que niegan los mundos superiores porque no los ven. Estos sentidos están activos, pero su actividad se dirige hacia el interior. Y el hombre percibe ahora este efecto de la actividad interior. ¿Cómo lo percibe?

A medida que el sentido imaginativo se vuelca hacia dentro, surge lo que en la vida ordinaria se llama la sensación de algo, la sensación exterior, la percepción exterior. El hecho de que uno vea cosas fuera se basa en que este sentido trabaja hacia dentro. Lo que ustedes tienen en el exterior como sensación, como percepción, sólo pueden tenerlo a través de aquello que trabaja en ustedes, que sale a la luz en el sentido imaginativo. Pero distinguiendo lo que aquí se llama sensación de lo que es, por ejemplo, un sonido. Otra cosa es oír un sonido, ver un color o tener una sensación. Ver un color y decir que es rojo es diferente de tener la sensación de que es bello o feo, agradable o desagradable en la impresión inmediata.

También el sentido inspirativo vierte su actividad hacia dentro, y por medio de ella surge lo que ahora es una sensación más compleja: el sentimiento. Toda la vida emocional, que es más interior que la mera vida de la sensación, es una actividad de los órganos inspirativos, que sólo son activos hacia el interior en lugar de hacia el exterior. Y cuando el sentido intuitivo se derrama hacia dentro, entonces surge lo que ahora llamamos realmente pensar, la formación de pensamientos. Este es el resultado de la actividad interna del sentido intuitivo. Primero la persona tiene una sensación de algo, luego viene el sentimiento, y finalmente forma sus pensamientos acerca de ello.

Con esto habrán podido ver que ya hemos salido de la vida de los sentidos para entrar en la vida anímica. Desde fuera, partiendo del mundo de los sentidos, hemos captado el alma dentro del propio hombre en sensaciones, en sentimientos, en pensamientos. Si ahora fuéramos más lejos y consideráramos los sentidos superiores, que ya no podemos llamar buenos sentidos, que corresponden a las otras flores de loto, en su efecto hacia el interior, encontraríamos toda la vida anímica superior. Si por ejemplo, la flor de loto de ocho pétalos o de diez pétalos situada más abajo en el organismo vierte su actividad hacia el interior, entonces surge una actividad anímica aún más sutil. Y al final de esta serie encontramos la actividad anímica más delicada, que ya no llamamos mero pensamiento, sino pensamiento puro, mero pensamiento lógico. Esto es lo que produce el trabajo hacia adentro de las diversas actividades de la flor de loto. Ahora bien, cuando este trabajo hacia el interior deja de ser un mero trabajo hacia el interior y, como he indicado, comienza a trabajar hacia el exterior, cuando esos tentáculos que de otro modo se extienden hacia el interior se cruzan por todas partes y se derraman hacia el exterior como flores de loto, entonces se produce esa actividad superior a través de la cual ascendemos del alma al espíritu, donde lo que de otro modo se nos aparece meramente como vida interior en el pensar, sentir y voluntad, aparece ahora en el mundo exterior, llevado por entidades espirituales.

De este modo, por así decirlo, hemos comprendido al ser humano ascendiendo desde los sentidos a través del alma hasta aquello que en realidad ya no está en el ser humano, sino que actúa desde fuera como lo espiritual y pertenece tanto al ser humano como a toda la naturaleza y al resto del mundo exterior. Hemos ascendido a lo espiritual.

Lo que les he descrito ahora en estas indicaciones dadas hoy y en las dos últimas conferencias, es el ser humano real. Es el ser humano como instrumento, por así decirlo, para percibir el mundo, experimentarlo anímicamente y captarlo espiritualmente. Eso es el ser humano. Y lo que este ser humano es, eso es lo que realmente forma su cuerpo. No les he descrito lo que es el ser humano cuando lo tienen ante ustedes en su aspecto físico. Les he descrito lo que es interacción mutua dentro del ser humano. Pero lo que es interacción recíproca, lo que interactúa, -sensorial, anímica y espiritualmente-, eso conforma al ser humano tal y como se presenta ante nosotros en la tierra.

¿Cómo se conforma el ser humano? Al principio sólo podré darles pistas, por así decirlo, pistas que encontrarán confirmadas en todas partes si se fijan en los resultados positivos de la observación externa. Lo que está ahí, delante de nosotros, cuando observamos al hombre con los sentidos externos, no es más que una ilusión óptica. No existe en absoluto. Se ve muy diferente cuando se observa en su totalidad. Piensen, -para hacerse una idea-, que no fuesen capaces de percibirse a sí mismos de forma completamente sensorial. Si dejan que su ojo se pasee superficialmente sobre ustedes, sólo verán una parte de ustedes mismos, sólo una parte de su superficie. Nunca pueden percibirse ni la nuca ni la propia espalda. Sin embargo, ustedes saben que las tienen. Lo saben gracias a los demás sentidos, al sentido del equilibrio, al sentido del movimiento, etcétera. Ustedes saben, por así decirlo, mediante una conciencia interior que en ustedes hay algo que no pueden percibir externamente. Así pues, hay muchas cosas en el hombre que él no puede percibir, que sólo pueden captarse, por ejemplo, cuando se desarrollan todos los órganos superiores de percepción que he descrito.

Ahora consideremos en primer lugar aquella parte del hombre que él puede percibir, -supongamos que a través de su ojo-, en sí mismo. En primer lugar, delimitemos la parte que el hombre puede ver en sí mismo. ¿Cuál es esta parte que el hombre percibe realmente en sí mismo? Sean precisos con las palabras. ¿Cómo debe percibir el hombre esta parte que puede ver en sí mismo? Todo lo que percibe, lo percibe básicamente a través del alma sensible. Pues cuando no se recibe ninguna información sobre lo que sucede por mediación del alma sensible, no se llegará a ninguna comprensión sobre nada. Si el mero cuerpo sensorial recibiera tal mensaje, no sería capaz de captarlo. Se quedaría ante él sin comprender. Pero el hecho de que el hombre pueda percibir algo se debe al alma sensible, que percibe lo que sucede. ¿Y qué es lo que se opone a esta alma sensible? ¿Cuál es el objeto que se opone al alma sensible cuando el ojo lo percibe? No es otra cosa que la apariencia del cuerpo sensorial, la ilusión externa del cuerpo sensorial. Sin embargo, ahora deben ampliar un poco el concepto. Pueden percibirse a sí mismos no sólo dirigiendo la vista a la superficie de su cuerpo, sino que también pueden llegar hasta allí con los dedos. Entonces también lo perciben a través del cuerpo sensorial. El cuerpo sensorial se extiende allí donde el ser humano puede percibirse a través del tacto, de la sensación. Sin embargo, eso que el ser humano percibe no es el cuerpo sensorial. Ustedes verían el cuerpo sensorial, verían que donde ustedes ven su propia ilusión, su cuerpo físico, una sustancia astral empuja y es empujada hacia atrás. Cuando algo es empujado hacia atrás, éste se acumula. Así que delante suyo tienen una interacción el cuerpo sensorio y el alma sensible. La corriente del alma sensible viene de atrás, de modo que empuja contra la propia piel en la parte delantera del cuerpo, y lo que es su cuerpo sensorial empuja hacia dentro desde delante. Cuando dos corrientes se acumulan, aparece la congestión. Es como cuando chocan dos corrientes: entonces surge algo. Allí ven una corriente y ven la otra corriente. Pero ahora supongan que no pueden ver ni la una ni la otra corriente, sino que sólo pueden ver lo que sale a la luz en este punto mediante la rotación de ambas corrientes. Esta es la parte de su cuerpo exterior que su ojo o cualquier otro sentido exterior puede percibir en ustedes mismos. Pueden realmente delimitar desde su propia piel, dónde tiene lugar este encuentro del alma sensible y el cuerpo sensorial. A partir de esto pueden ustedes ver ejemplificado, que lo que hemos visto espiritualmente está formado por estas diferentes partes del ser humano. Vemos que el alma moldea el propio cuerpo. Vayamos ahora más allá.

Podemos decir: En el ser humano hay una cooperación por detrás y por delante, de modo que el alma sensible y el cuerpo sensible chocan. De la misma manera hay una colisión de corrientes que vienen de la derecha y de la izquierda. Desde la izquierda se acerca al ser humano aquella corriente que pertenece a su cuerpo físico, desde la derecha aquella corriente que pertenece a su cuerpo etérico. El cuerpo etérico y el cuerpo físico se vierten el uno en el otro, se empujan el uno al otro, y donde los dos se empujan el uno al otro, donde el cuerpo físico y el cuerpo etérico trabajan juntos, lo que surge es el ser humano real perceptible sensorialmente. Una obra deslumbrante, por así decirlo, surge ante el ser humano. De la izquierda viene la corriente del cuerpo físico, de la derecha la corriente del cuerpo etérico; las dos penetran la una en la otra y forman en el centro lo que aparece como el ser humano físico sensiblemente perceptible.

Y aún más. Así como hay corrientes por la izquierda y por la derecha, por delante y por detrás, también hay una corriente por arriba y otra por abajo. La corriente principal del cuerpo astral fluye hacia arriba desde abajo y la corriente principal del yo fluye hacia abajo desde arriba. Si antes hemos caracterizado el cuerpo sensorial de tal modo que se delimita por delante, entonces en verdad se da el caso de que el cuerpo astral fluye hacia arriba en su corriente desde abajo, pero que esta corriente es luego atrapada por una corriente que va desde atrás hacia delante, y queda así limitada en cierto modo.

En este cuerpo astral no sólo hay una corriente de abajo hacia arriba y de atrás hacia adelante, sino que también hay una corriente real de adelante hacia atrás, de modo que el cuerpo astral nace a través de estas direcciones de corriente: de abajo hacia arriba y de adelante hacia atrás. En el ser humano todas estas corrientes desembocan realmente unas en otras: una de arriba hacia abajo, otra de abajo hacia arriba, otra de atrás hacia adelante, otra de adelante hacia atrás, otra de derecha a izquierda, otra de izquierda a derecha. 

¿Cuál es el resultado de las corrientes que fluyen hacia arriba desde abajo y hacia abajo desde arriba? Quiero explicarles lo que ocurre de la siguiente manera. Una corriente fluye de arriba abajo. No puede fluir sin obstáculos porque se ve frenada por la otra corriente, que fluye hacia arriba desde abajo. Lo mismo ocurre con la corriente que fluye de derecha a izquierda y así sucesivamente. Cada una de ellas es retenida, y esto proporciona la ilusión del cuerpo físico en el centro.

Si observamos las dos corrientes de atrás hacia delante y de delante hacia atrás, debemos darnos cuenta de que estas dos corrientes se cruzan con las corrientes de abajo y de arriba. Y esta intersección crea, en efecto, una triple estructura en el hombre. De modo que la parte inferior de una corriente puede describirse como el cuerpo sensorial en sentido estricto. A continuación, a raíz de la congestión surge algo que corresponde a lo que ahora puede describirse en el sentido más estricto como el desarrollo más elevado del cuerpo sensorial, donde se desarrollan los sentidos reales, que ustedes ya no pueden ver porque los propios ojos pertenecen a él, que ustedes ya no pueden oler porque el propio órgano olfativo pertenece a él. No se puede mirar dentro del ojo, sólo se puede mirar fuera del ojo.

Esta es la organización de todo el cuerpo sensorial del ser humano. Pero ¿Por qué les he descrito dos miembros si esto es todo el cuerpo sensorial? Es así, porque lo que tiene lugar ahí abajo, es principalmente el efecto del exterior y ahí arriba está a su vez la apariencia física de lo que llamamos el alma sensible. En el semblante es donde primero se manifiesta el alma sensible. El semblante lo construye el alma sensible. Y ahí arriba, en la parte más alta, la menos retraída, es donde el alma racional construye su órgano. Pero ahora se da uno cuenta de que no sólo estas corrientes vienen de abajo y de arriba, sino que las corrientes también vienen de la derecha y de la izquierda, de modo que el todo se vuelve a cruzar. Tenemos una corriente que recorre el eje longitudinal del cuerpo. Esta corriente provoca allí arriba a su vez una especie de división. 

Se separa una porción de la forma del alma racional; y esta porción separada, en la parte superior del borde, es la formación del alma consciente. Esta alma consciente se forma allí arriba en la parte más interna del ser humano, y también forma las circunvoluciones del cerebro gris. Ahí se encuentra el trabajo del alma consciente en el ser humano. Cuando el ser humano es reconocido como una entidad espiritual, todo cuanto hay en él puede entenderse como una forma de esta entidad espiritual. Así es como el espíritu trabaja en la forma del cuerpo humano. Todos los órganos individuales son, por así decirlo, cincelados esculturalmente a partir de lo espiritual. Una persona sólo puede comprender la estructura del cerebro cuando sabe cómo se arremolinan las corrientes individuales en el cerebro.

Ahora vamos a entrar en detalle para que puedan ustedes ver cómo estas cosas pueden un día tener un efecto fructífero si se convierten en la propiedad común de una verdadera ciencia en lugar de la ciencia externa de hoy. Ya lo hemos visto: Arriba, a través de las diversas corrientes, se crean los órganos externos para el alma-consciente, el alma racional, el alma sensible, por ejemplo. Mostrar cómo estos órganos continúan luego hacia el interior requeriría explicaciones muy extensas. Pero queremos plantear otra cuestión. Hemos dicho que el yo trabaja de arriba hacia abajo, y que la masa principal del cuerpo astral va de abajo hacia arriba, de modo que la masa principal del cuerpo astral y el yo se tocan en una corriente. Esto produce una interacción entre el yo y el cuerpo astral, de modo que se acumulan el uno en el otro. Para que el yo lleve a cabo una actividad consciente, debe poder llegarle algo que surja a través del alma sensible, a través del alma racional y a través del alma consciente. Por ejemplo, algo que surge a través del alma racional es el raciocinio humano. Entonces, ¿Dónde debe localizarse el raciocinio humano? Por supuesto que debe localizarse en la cabeza, porque es ahí donde las fuerzas vivas y los elementos esenciales del ser humano han encontrado su expresión. Supongamos, sin embargo, como ejemplo especial, que en el hombre surgiera un órgano en el cual el alma racional no tuviera participación, sería un órgano sin raciocinio, donde sólo participaran el cuerpo físico, el cuerpo etérico, el yo y el cuerpo astral como portadores de placer y sufrimiento, alegría y dolor, etc. Supongamos que estos cuatro miembros del ser humano, el cuerpo astral, el yo, -sin esa actividad más sutil del discernimiento y de la conciencia-, el cuerpo físico y el cuerpo etérico debieran trabajar conjuntamente. ¿Cómo debería ser entonces un órgano en el que cooperasen estas cuatro corrientes? Ese sería tal tipo de órgano que no permitiría razonamientos, que dejaría inmediatamente que a la impresión del cuerpo astral siguiera el contraefecto. El cuerpo físico y el cuerpo etérico deben cooperar, de lo contrario este órgano no podría existir. 

El cuerpo astral y el yo deben cooperar, pues de otro modo este órgano no podría tener sentimientos, ni expresar simpatía o antipatía alguna en respuesta a una impresión. Queremos pensar que el cuerpo físico y el cuerpo etérico trabajan juntos, y queremos pensar que es un órgano físico, y que naturalmente debe tener un cuerpo etérico correspondiente, porque todo órgano físico debe ser construido por un cuerpo etérico. En este caso una corriente de la derecha del cuerpo etérico de este órgano tendría que cooperar con una corriente de la izquierda, la del cuerpo físico de este órgano.  Se acumularían en el centro, no podrían empujarse unas sobre otras y, por lo tanto, provocarían un engrosamiento. Luego estarían las otras dos corrientes, la del cuerpo astral desde abajo y la del yo desde arriba; éstas provocarían una congestión diferente. Pensemos ahora esquemáticamente en esta cooperación de las corrientes en un solo órgano. Sólo quiero esbozar el asunto esquemáticamente; las formas individuales de tal órgano se derivarían de premisas muy diferentes. Quiero decir: habría un órgano, formado de alguna manera; habría una corriente que representaría el cuerpo físico y la otra corriente que representaría el cuerpo etérico. Provocan un engrosamiento en el centro. Las otras dos corrientes de arriba y de abajo también se acumulan y a su vez también provocan un engrosamiento. Acabamos de dibujar el corazón humano: aurícula derecha, ventrículo derecho, aurícula izquierda, ventrículo izquierdo. - Si visualizan todo lo que puede hacer el corazón humano, tendrán que decirse a sí mismos: ¡Así es exactamente como debe construirse el corazón humano a partir del espíritu! - Así es como el espíritu humano construye este corazón. No puede ser de otra manera.

Pongamos otro ejemplo. Ayer dijimos algo extraño. Dijimos que en la actividad visual hay básicamente una actividad de pensamiento subconsciente. La actividad pensante, cuando se hace consciente, sólo se produce en el cerebro. Ahora visualicemos cómo está construido el cerebro para que pueda producirse la actividad pensante consciente.

No tenemos tiempo ahora para cincelar las formas particulares del cerebro. Podríamos demostrar para cada órgano en concreto que debe ser como es. Desde el principio queremos presuponer el esquema del cerebro, hasta donde lo necesitemos. Queremos decir: En el cerebro tenemos, -para prescindir de todo lo demás-, la piel exterior, luego una especie de piel vascular; luego dentro, entre la piel vascular y la piel reticular, tenemos algo como el líquido cefalorraquídeo. De ahí pasa a la médula espinal. El interior del cerebro está lleno de la materia cerebral propiamente dicha, de materia nerviosa. La materia nerviosa es la forma exterior para la actividad pensante, de modo que cuando una impresión de la materia nerviosa se transmite a través de cualquier órgano de los sentidos, lo que se produce es el procesamiento mental consciente de esta impresión desde el exterior. Todo esto se transmite a la masa nerviosa. Cuando llega la impresión, primero es procesada mentalmente, y después de haber sido procesada mentalmente, es procesada posteriormente por un sistema nervioso en sensación y así sucesivamente.

Supongamos ahora que no debe tener lugar ningún procesamiento mental consciente de una impresión del exterior. En ese supuesto, primero tendrían que hacer esto de una manera análoga. Tendría que haber de nuevo una especie de, digamos, envoltura; tendría que haber de nuevo en la pared posterior lo que podríamos llamar piel vascular. Por una determinada razón, -que también podría explicarse, pero eso nos llevaría demasiado lejos-, el líquido cefalorraquídeo se atrofiaría. Para que sea posible una actividad de pensamiento subconsciente, tenemos que hacer retroceder la masa encefálica: esto crea un espacio delante, de modo que pueda surgir una actividad de pensamiento subconsciente, no trabajada por ningún sistema nervioso. Algo debe suceder con lo que, de no ser así, es inmediatamente absorbido por la masa nerviosa. Pero para que esto suceda, la masa nerviosa debe ser empujada hacia atrás. Si la masa nerviosa no fuera empujada hacia atrás, entonces el pensamiento tendría lugar aquí. Si se empuja hacia atrás, aquí no se puede pensar, ni se puede sentir. Tenemos un órgano que debe servir a una actividad de pensamiento subconsciente si hacemos retroceder todo lo que es el sistema nervioso a la pared posterior, y en lugar de dejar que la impresión sea procesada por una masa nerviosa, dejamos que sea procesada por algo que no está impregnado por un sistema nervioso. Vean ahora lo que hemos hecho: hemos convertido el cerebro en un ojo.

¿Qué es el ojo? El ojo es un pequeño cerebro que ha sido retocado por nuestro espíritu de tal manera que el propio aparato nervioso ha sido empujado hacia la pared posterior, donde se ha convertido en la retina del ojo. Así es como trabajan los maestros constructores de la naturaleza, los escultores de las formas. Así es como moldean. En el fondo, en todos los órganos humanos existe un plano, que sólo se modifica en detalle según las necesidades. Si pudiera hablar durante semanas, les mostraría cómo cada órgano de los sentidos no es otra cosa que un pequeño cerebro modificado, y el cerebro a su vez es un órgano de los sentidos en un nivel superior. Todo el organismo humano está construido a partir del espíritu.

Veamos ahora otro detalle. Primero, sin embargo, permítanme hacer una especie de observación epistemológica preliminar para aclarar el punto de vista de la Antroposofía.

Hemos dicho que la antropología tiene su punto de vista abajo, en los detalles de la vida sensorial, que la teosofía tiene su punto de vista en la cima de la montaña y que la antroposofía tiene su punto de vista en el centro. Si ahora se quiere aferrar uno a la diferencia que consiste en cómo se relaciona el hombre con el mundo exterior de los sentidos, por un lado, y con el mundo espiritual y los hechos que se comunican a partir de la investigación espiritual, por otro, entonces se puede decir: Cualquiera que tenga sentidos y que utilice su intelecto, que está ligado al mundo de los sentidos, puede convencerse de la existencia del mundo de los sentidos y de sus leyes. Es por eso que la gente generalmente cree más fácilmente en lo que es similar a lo que perciben en el mundo de los sentidos que en lo que es comunicado por la investigación espiritual. Porque lo ven más fácilmente. Pero uno podría demostrar muy fácilmente que formalmente no hay diferencia entre la fe que uno deposita en los hechos que le cuenta el investigador espiritual y la fe en el hecho de que le digan que existió un Federico el Grande. Tanto para creer que existen espíritus de la voluntad como que existió un Federico el Grande, no hay diferencia formal entre los dos. La única diferencia consiste en que lo que está disponible en los archivos nos dice: ¡Estos son los hechos de Federico el Grande que sucedieron externamente! Y si alguien, a partir de los hechos externos, construye retrospectivamente todo el acontecer histórico hasta donde vivió Federico el Grande, le crees por la razón de que en aquella época no había ningún ser vivo que tuviera un aspecto diferente al de un ser humano. Por esta razón, la persona que no quiere creer en mundos espirituales lo cree, porque se le dice algo parecido a lo que él mismo tiene en su entorno. El investigador espiritual, a partir de sus investigaciones, no está, en principio, en condiciones de hablar de tales cosas que se parecen a los seres y a las cosas que se encuentran en el entorno de la gente ordinaria. Sin embargo, lo que acabo de decir debe tenerse en cuenta en cierto modo. Pero ahora viene algo más.

Antes les describí el punto de vista de los que, por ejemplo, se sitúan en el punto de vista de la antropología, y el punto de vista de los que se sitúan en el punto de vista de la Teosofía. Está plenamente justificado, tal como les ha demostrado el Dr. Unger, tener confianza y fe fundadas en lo que propone la ciencia espiritual. Esta es ciertamente una manera plenamente justificada de reconocer las verdades científicas espirituales. Pero ahora surge la pregunta: ¿No hay acaso una tercera cosa? - ¿Existen sólo estas dos cosas: reconocer algo porque se parece a lo que uno está acostumbrado a ver en el mundo de los sentidos, o reconocer lo espiritual meramente porque uno lo recibe como una comunicación de los mundos superiores? ¿No hay todavía una tercera? En otras palabras, el hombre sólo puede distinguir razonablemente: Aquí hay algo sensiblemente perceptible; lo creo porque lo veo sensiblemente. Luego hay algo espiritualmente perceptible; lo creo porque el científico espiritual lo ve. - ¿No hay algo más en medio?

Les daré un ejemplo para mostrarles que hay una tercera cosa. Piensen en un martillo que está aquí. Mi mano lo agarra y lo coloca verticalmente. Ahora el martillo ha realizado un movimiento. Usted atribuirá este movimiento al hecho de que hubo una voluntad que levantó el martillo. No les resultará extraño, puesto que detrás de ello ven la voluntad encarnada en el hombre. Si ves a un hombre cogiendo un martillo, no lo considerarás nada especial. Pero supongamos que el mismo martillo, sin que lo toque un ser visible, se levantara verticalmente. ¿Qué dirían ahora? Ahora dirían: sería muy tonto creer que lo que se ha levantado allí es un martillo como cualquier otro que sólo puede ser levantado por un ser humano. ¿Qué tendrán que decirse ahora? Ahora se dirán a sí mismos: Es evidente que no se trata de un martillo ordinario, sino que hay algo invisible en este martillo, algo que es una voluntad. Cuando ustedes ven que el martillo se levanta, ya no pueden tomarlo como un martillo ordinario, sino que deben tomarlo como algo que es la encarnación de otra voluntad, de otro ser espiritual. Y se dirán a ustedes mismos: Si veo que una cosa hace algo que no puede hacer de otro modo según las cualidades que sé que tiene como cosa externa, según el conocimiento de la observación ordinaria de los sentidos externos, entonces debo decir que no veo el espíritu en el martillo que se ha levantado; pero en este caso no sólo debo creer en el espíritu, sino que en este caso sería un gran tonto si no creyera en el espíritu en el martillo.

Si ustedes carecieran de facultades precisas de observación y fueran caminando con alguien que es clarividente, podría haber alguien tendido en el suelo, una persona que permanece inmóvil. Ustedes, con sus imprecisas facultades de observación, no podrían decir si se trata de una persona real o de una persona hecha de cartón piedra. Pero la otra persona os lo dice: ¡Es una persona real, posee un cuerpo astral! Habrían de creerle. Pero también hay una tercera cosa, y es que la persona que está tumbada se levantase de repente. Entonces ya no dudarían de que antes tenía razón el clarividente y de que, cuando la persona en cuestión se levanta, es porque hay un espíritu y un alma dentro. Esa es la tercera cosa.

Ahora quiero mostrarles un caso donde se puede observar esto en la vida, pero no en proximidad cercana. Y sin embargo, por el contrario en estrecha proximidad. Hemos dicho: En el hombre trabaja de izquierda a derecha la corriente del cuerpo físico, de derecha a izquierda la corriente del cuerpo etérico, de adelante hacia atrás la corriente que se produce en el cuerpo sensorial y así sucesivamente. De abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo, el cuerpo astral y el yo se contrarrestan mutuamente. Estas corrientes fluyen unas a través de otras. El yo, decíamos, trabaja en el hombre de arriba abajo. ¿Cómo debe situarse, pues, el órgano exterior para que el hombre pueda tenerlo como herramienta del yo? El órgano exterior para el yo, como saben, es la circulación de la sangre. El yo no podría funcionar de arriba abajo si no encontrara su órgano en el cuerpo físico, que recorre el cuerpo humano de arriba abajo en dirección vertical. ¿Dónde no puede haber un «yo» como el que posee el ser humano? Allí donde la dirección principal del flujo sanguíneo no va de arriba abajo, sino que es horizontal. Este es el caso del mundo animal. El yo grupal de los animales no tiene órgano porque la corriente sanguínea principal es horizontal. Esa es la diferencia, que la línea sanguínea principal en los humanos tuvo que erguirse para que el yo humano pudiera entrar en esta corriente sanguínea principal. Así que tenemos los animales en los que el yo no puede tomar la sangre como su órgano porque la corriente principal de la sangre es horizontal, y tenemos los seres humanos en los que el yo puede tomar la sangre como su órgano porque la corriente principal de esta sangre se ha erguido verticalmente. Tomemos ahora el punto de vista de quienes por razones puramente externas, suponen un parentesco entre los animales y el hombre. Ustedes deben decirse a sí mismos: existen formas animales; éstas se han conservado desde épocas anteriores. Ahora bien, toda la corriente sanguínea, para llegar a ser humana, tuvo que ascender de la horizontalidad a la verticalidad. Aquí tienen ustedes la casuística histórica: tienen algo que es horizontal. Pero, por supuesto, esto no puede erguirse por sí mismo a partir de las cualidades que pueden observarse en el carácter sanguíneo animal, de la misma manera que el martillo tampoco podría erguirse por sí mismo si no estuviera imbuido de un espíritu. De la misma manera que sería insensato negar que hay un espíritu en aquello que se eleva por sí mismo, sería igualmente insensato pensar que la corriente sanguínea horizontal del animal se irguiese por sí misma hasta la corriente sanguínea vertical del hombre. Sólo cuando hay un espíritu en ella, cuando fluye una voluntad a través de ella, puede elevarse de lo horizontal a lo vertical, puede el alma grupal animal pasar al alma humana individual. Y quien no admita ante sí mismo, por un lado: Sería un necio si quisiera creer que el martillo que se irguió a sí mismo no era otra cosa que un martillo ordinario, sería igual de necio si quisiera suponer: Creo que lo que está en la sangre se yergue verticalmente por sí misma.

Aquí tienen ustedes la tercera manera en la que pueden probar que todas las verdades científico-espirituales son verdaderas, dándose cuenta de que suceden cosas en las que es una tontería, un absurdo, suponer que sólo está implicado lo que uno ve con los sentidos externos. Y cuanto más penetra uno en las cosas, tanto más se hace evidente que este tipo medio de convicción es posible para todo, este tipo medio, que consiste en el hecho de que el pensamiento ordinario está fecundado por la ciencia espiritual. Pues deben ser capaces de admitir que un corazón humano no puede mostrarse del modo en que lo hicimos sin una investigación espiritual previa. La investigación debe ser estimulada por la ciencia espiritual. Pero entonces, cuando se dan los resultados de la ciencia espiritual, y luego observamos los fenómenos externos, veremos que en estos fenómenos externos sucede algo que no podría tener lugar si no se presupusieran las cosas que la ciencia espiritual puede decirnos. Así pues, existe un método para observar las cosas imparcialmente, por ejemplo, si vemos cómo la corriente sanguínea es horizontal en los animales y vertical en los seres humanos, y luego nos preguntamos: ¿Qué debe estar presente en la sangre para que toda la corriente sanguínea principal pueda elevarse? y entonces recibiremos la respuesta de la investigación espiritual: ¡En la sangre gobiernan entidades espirituales! De modo que entonces se dice a sí mismo: ¿No me muestra también la sangre la presencia de una entidad espiritual, del mismo modo que un martillo, que se erguía a sí mismo, me mostraría la presencia de una entidad espiritual? Aquí tienen ustedes el punto de vista medio de la antroposofía, que observa los hechos de abajo, observa los hechos del mundo espiritual, compara ambos entre sí, y así explica plenamente lo que está externamente presente en el mundo.

Así hemos mostrado ahora con ejemplos concretos, como se produce la transformación del cerebro en el ojo y la contracción esquemática interior del corazón humano, cómo se puede comprender cada órgano en sus formas. De este modo podríamos construir las formas concretas de cada órgano a partir del espíritu. En todas partes se vería cómo trabaja el espíritu en el ser humano para dar lugar a los órganos y a las formas del cuerpo. Esto sólo debe insinuarse en principio. Pero a través de las cosas que se indican hoy deberían ustedes tener la sensación de que hay muchas cosas en el mundo con las que la sabiduría erudita no puede soñar, porque no quiere entrar en ellas. Si se llevan este sentimiento, verán que hay una posibilidad para el hombre de mirar el mundo imparcialmente, donde el entretejido de lo que el investigador espiritual comunica del mundo espiritual con las cosas terrenales no puede ser visto por todos a la vez, pero donde uno sin embargo se dice a sí mismo: Es absurdo no aceptar esos hechos para ciertos fenómenos que el investigador espiritual relata.

Si este sentimiento existe, entonces ya se ha ganado lo suficiente a través de estas conferencias antroposóficas; pues sólo podemos ascender lenta y gradualmente en la investigación espiritual.
Traducido por J.Luelmo mar,2025





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