La estructura de los sentidos
Anteayer nos limitamos a enumerar los sentidos humanos, por así decirlo, pero de forma que reflejaran la propia naturaleza humana. No los hemos mezclado en un batiburrillo de colores, como suele hacerse en fisiología sensorial, porque no se pueden reconocer los correspondientes nexos. Los hemos enumerado y alineado de manera completa, de acuerdo con el ser humano. Y hoy nos corresponderá considerar, -ya que el área de los sentidos humanos es una de las más importantes que necesitaremos en la consideración más detallada del ser humano-, esta entidad sensorial humana con un poco más de detalle.
Hemos comenzado por el sentido que hemos llamado sentido de la vida, sentido vital. Tendremos que preguntarnos:
¿En qué se basa realmente este sentido de la vida en la verdadera acepción de la palabra? Si queremos formarnos una idea de la fuente de lo que se denomina sentido de la vida, debemos ahondar bastante en las profundidades subconscientes del organismo humano. Por supuesto, aquí apenas podemos esbozar algo. En primer lugar, existe una cooperación peculiar entre el cuerpo físico y el cuerpo etérico. Este hecho se evidencia cuando tratamos de determinar lo que subyace al sentido de la vida. El miembro más inferior del ser humano, el cuerpo físico, y el cuerpo etérico o vital entran en una relación muy definida entre sí. Esto sucede porque en el cuerpo etérico aparece algo más introduciéndose en él, saturándolo, por así decirlo. El cuerpo etérico es impregnado y atravesado por algo más. Este algo más es algo que el hombre básicamente todavía no conoce conscientemente en sí mismo. La ciencia espiritual, sin embargo, puede decirnos qué es lo que actúa dentro del cuerpo etérico empapándolo, -hablando en sentido figurado-, lo mismo que el agua empapa una esponja. Si uno examina esto desde el punto de vista de la ciencia espiritual, encuentra que es lo mismo que lo que el hombre desarrollará un día en un futuro lejano como el hombre espiritual o Atma. Hoy todavía no tiene este Atma dentro de sí; primero debe serle otorgado, por así decirlo, desde el mundo espiritual circundante. Le es otorgado sin que él pueda participar conscientemente en ello. Más tarde, en un futuro lejano, lo habrá desarrollado en su interior. Así pues, el hombre espiritual o atma es el que impregna y penetra en el cuerpo etérico. ¿Qué hace este atma en el cuerpo etérico? Hoy en día el hombre todavía no está en condiciones de tener un hombre espiritual o Atma dentro de sí mismo, porque en la actualidad esto es todavía un ente supra-humano en el hombre. Este ente supra-humano, el Atma, se expresa contrayendo el cuerpo etérico, incluso convulsionándolo. Si queremos utilizar una imagen del mundo sensorial exterior, podríamos compararlo con el efecto enfriador del frío. Lo que un día será el miembro más elevado del hombre, para el cual hoy todavía no está maduro, lo convulsiona. La consecuencia de que se contraiga el cuerpo etérico es que se exprime el cuerpo astral del ser humano, el astral, y en la medida en que se contrae el cuerpo etérico, también se tensa el cuerpo físico. Surgen en él tensiones heladas. Es como cuando exprimimos una esponja. El cuerpo astral se desinfla, por así decirlo, es presionado, es estrujado. Los procesos en el cuerpo astral son ahora experiencias emocionales, experiencias de placer y disgusto, de alegría y dolor, etcétera. Este proceso de ser exprimido es lo que se manifiesta en nosotros como un sentimiento de vida, como un sentimiento de libertad, por ejemplo, como un sentimiento de fuerza, como un sentimiento de cansancio.
Sigamos ahora ascendiendo un poco más. El segundo sentido que hemos mencionado es el sentido del propio movimiento. Aquí también hay algo que actúa en el cuerpo etérico del ser humano que todavía no poseemos conscientemente. El cuerpo etérico está saturado e impregnado, al igual que una esponja por el agua, y lo que ahora lo impregna y permea es el espíritu vital o buddhi, que él un día desarrollará desde sí mismo. Hoy, por supuesto, esto sólo se nos concede desde el mundo espiritual por el momento, por así decirlo. El buddhi o espíritu vital actúa de forma diferente al hombre espiritual. Actúa de tal modo que en el cuerpo astral se produce un equilibrio como el del agua en reposo. El equilibrio en el cuerpo etérico y luego en el cuerpo físico da como resultado un balance, un equilibrio en el cuerpo astral. Si este equilibrio es perturbado desde el exterior, trata de restablecer su equilibrio. Si realizamos un movimiento, lo que se ha desequilibrado se reequilibra. Por ejemplo, si extendemos la mano, una corriente astral fluye en dirección opuesta a la mano extendida, y lo mismo ocurre con todos los movimientos de nuestro organismo. Siempre que se produce un cambio en una situación física, una corriente astral se mueve en el organismo en sentido contrario. Este es el caso cuando parpadeamos, cuando movemos las piernas. En este proceso de ecualización experimentado interiormente en el cuerpo astral, se revela el sentido del propio movimiento.
Llegamos ahora a un tercer elemento que puede impregnar el cuerpo etérico del ser humano. Este tercer elemento es también algo que el hombre de hoy sólo ha traído a su conciencia en una mínima parte, a saber, manas o yo espiritual. Sin embargo, ya le corresponde al hombre de hoy como su tarea de conocimiento. Por eso tiene un efecto diferente en el cuerpo etérico que, por ejemplo, el espíritu vital. Tiene un efecto expansivo sobre el cuerpo etérico, y la consecuencia de ello es que se produce lo contrario de lo que se ha descrito como la frialdad del sentido vital. El efecto de manas en el cuerpo etérico podría compararse con el flujo de calor en una habitación. Algo así como una corriente de calor se vierte en el cuerpo etérico cuando entra manas y lo expande elásticamente. La consecuencia de esto es que ahora el cuerpo astral también se diluye, pero sin ser exprimido, y puede permanecer dentro del cuerpo etérico en expansión. Mientras que la percepción sensorial del sentido vital se basa en el hecho de que el cuerpo astral es empujado, lo que se ha llamado sentido estático o sentido del equilibrio surge del hecho de que el cuerpo etérico se expande y, al mismo tiempo, el cuerpo astral recibe más espacio interior.
El cuerpo astral se vuelve menos denso, se vuelve más delgado. Como resultado de esta dilución de los cuerpos astral y etérico, la sustancia física ahora también tiene la oportunidad de estirarse y expandirse de alguna manera. Por medio de la acción de Atma el cuerpo físico se contrajo, por medio de la acción de Buddhi se mantuvo en equilibrio, pero por medio de la acción de Manas el cuerpo físico se alivia, y al igual que el cuerpo etérico también se expande, pudiéndo expulsar sus partículas en ciertos puntos. Mediante este empuje, también se crearon esos órganos, los tres pequeños canales semicirculares en el oído, que son perpendiculares entre sí, correspondientes a las tres direcciones del espacio. Son, por así decirlo, expansiones de la materia sensorial del cuerpo físico. Tales órganos surgen de las formas más variadas como nuevas formaciones, como estructuras maravillosas, que no surgen por ser impulsadas desde dentro, sino por ser eximidas desde fuera y haber cesado la presión. Debido a que el cuerpo astral puede continuar expandiéndose, es capaz de entrar en relación con el mundo exterior. Tiene que equilibrarse con este mundo exterior. Si esto no sucede, el ser humano se tambalea o incluso se cae. Para los dos primeros sentidos, esto era imposible, pero este sentido tiene la tarea de equilibrarse. Si queremos entrar en algún sitio, tenemos que hacerlo como podamos; por ejemplo, tenemos que entrar en el espacio en sus tres direcciones. Por eso, los tres canales semicirculares del oído crecen perpendiculares entre sí en las tres direcciones del espacio. Si estos órganos se lesionan, el sentido estático deja de funcionar y la persona sufre mareos, desmayos y cosas por el estilo. Cuando se trata de animales, la situación es tal que éstos han descendido a la materia física demasiado pronto, de modo que su materia física se ha endurecido aún más. Aparecen formaciones de piedra, los otolitos. Estos se depositan de tal manera que el equilibrio puede medirse y palparse.
Ya hemos hablado de tres sentidos, de dentro a fuera, por así decirlo. El último sentido se sitúa en la frontera entre lo que el hombre experimenta interiormente y lo que debe experimentar para poder integrarse en el mundo exterior. En los últimos tiempos, la ciencia externa, que se aferra a los hechos sensoriales, se ha visto obligada, por así decirlo, a reconocer finalmente estos tres ámbitos de nuestro sistema sensorial. Debemos distinguir claramente, como siempre hacemos aquí, entre lo que es el resultado real de la investigación y las opiniones que actualmente mantiene la mente del grupo erudito con su pensamiento inadecuado. Precisamente en esta materia ella ha mostrado que si no tiene la guía que conduce a través del laberinto, debe extraviarse, porque precisamente aquí se presenta un gran problema. En consecuencia, aquí se han comparado estas formaciones, que representan un órgano sensorial humano, con ciertos órganos del reino vegetal, donde también se produce una especie de equilibrio por la reordenación de tales cuerpecillos cuando las plantas se inclinan. Pero como el pensador moderno, por regla general, siempre se abandona a la lógica cuando debería tener una visión correcta de las cosas, ha llegado a la extraña conclusión de que las plantas también tienen un sentido del equilibrio. Tal lógica, sin embargo, se basa en el punto de vista que a menudo he caracterizado e ilustrado. Porque cierta planta, cuando algún insecto se le acerca, junta sus hojas para atraparlo, se dice de esta manera superficial que en la planta hay que hablar de un sentido equivalente. Sin embargo, conozco una estructura que puede hacer esto de forma más excelente, incluso llega a atraer y atrapar a los pequeños animales, se trata de la trampa para ratones. Del mismo modo que lo que se dice de los sentidos humanos se aplica a las plantas, también podría aplicarse a la ratonera. Podríamos aplicarlo con la misma insensatez a la balanza con su equilibrio y hablar del sentido del equilibrio de la balanza. Tales concepciones erróneas proceden de un pensar inadecuado, que no se estira lo suficiente, que no puede penetrar debidamente en la esencia de la cuestión.
Así pues, tenemos tres sentidos sobre los que la ciencia extiende hoy sus tentáculos en cierto modo, pero que sólo aprenderá a dominar cuando encuentre el hilo de la ciencia espiritual y sea capaz de aplicarlo. Sólo entonces comprenderá correctamente la estructura del organismo humano tal como es en realidad, precisamente bajo la influencia de las interacciones que se han descrito. Para ello, sin embargo, es necesario poder observar y comprender desde dentro a todo el ser humano en términos de ciencia espiritual.
EL OLFATO
Llegamos ahora al sentido del olfato. Aquí puede surgir la pregunta: ¿Por qué se omite lo que la ciencia llama el sentido del tacto y que suele ser el más discutido? Debido al número limitado de conferencias sobre todo este tema, algunas cosas deben pasarse por alto con cierta rapidez, y otras sonarán un tanto paradójicas. El sentido del tacto se ha omitido porque, tal y como se describe habitualmente, es una invención, un producto de la imaginación fisiológica. No existe como tal, porque existe toda una serie de sentidos que pueden describirse como los del tacto. Pero no podemos hablar de un sentido real del tacto. ¿Qué ocurre cuando se toca algo? Supongamos que ustedes tocan un objeto. En realidad, lo que ocurre ahí se limita al sentido del equilibrio. Cuando se presiona una parte del cuerpo, en esa parte del cuerpo se altera el equilibrio y no ocurre nada más que lo que ocurre dentro del sentido del equilibrio. Lo mismo ocurre cuando se empuja una mesa, se acaricia una superficie de terciopelo o se tira de una cuerda. Sólo hay cambios en el equilibrio dentro de nosotros mismos cuando la presión, el tirón o la caricia, etc., tienen lugar como procesos táctiles. El sentido del tacto debe buscarse siempre allí donde esté activo el sentido del equilibrio.
En la ciencia existen las opiniones más fatales sobre el sentido del tacto. Se habla de presión sin profundizar en la naturaleza de este hecho. Para la persona corriente, la presión es algo sobre lo que ni siquiera se lo plantea. Sin embargo, para los que consideran el asunto desde un punto de vista científico-espiritual, la presión está relacionada con la pregunta: ¿Qué tipo de perturbación del equilibrio surge en el organismo? y como consecuencia de ello., ¿Qué tipo de compensación es necesaria en el cuerpo astral? Se puede ver cómo se malinterpreta este sentido de la presión, -la cual formaría parte del sentido del tacto-, en el hecho de que uno se pregunte: ¿Por qué las personas no son aplastadas por la enorme presión atmosférica que pesa sobre ellas? Si así fuera, la presión externa ejercería una presión tremenda sobre nuestros cuerpos. Un niño curioso pregunta sobre esto en clase de física, por ejemplo, y le dicen que la presión y la contrapresión, que actúa de dentro hacia fuera, son iguales en nuestro cuerpo y se anulan mutuamente. El ser humano, dicen, está igual de lleno de aire por dentro, y el resultado es la misma presión por fuera, de modo que los dos efectos de presión, iguales y dirigidos en sentido contrario, se anulan mutuamente. Se alcanza el equilibrio y el hombre no puede ser aplastado. Pero si el muchacho en cuestión es brillante, planteará una objeción y dirá: «A menudo me he zambullido profundamente en el agua y he estado completamente rodeado de agua y no me he aplastado, aunque no estaba lleno de agua dentro de mi cuerpo; ¡de lo contrario me habría ahogado! He aquí el absurdo al que nos conducen las cosas si las interpretamos de una manera puramente materialista externa. En verdad, cuando se ejerce presión sobre nosotros se trata de un proceso eminentemente espiritual. Esto nos lleva directamente a nuestro cuerpo astral cuando las perturbaciones del equilibrio tienen que ser compensadas. Cuando se ejerce presión sobre nosotros, el equilibrio cambia, empujamos el cuerpo astral hacia la parte comprimida y así restablecemos el equilibrio perturbado, es más, incluso permitimos que sobresalga ligeramente por encima de él. Siempre hay una pequeña abolladura astral, por así decirlo, donde se aplica la presión. Este efecto compensatorio, puramente astral, es tan fuerte que es capaz de superar desde dentro toda la presión del aire del exterior. Se puede sentir literalmente el espíritu con las manos; sólo que no se es consciente
.Pero en cambio, ¿Qué ocurre con el sentido del olfato? En tales casos, algo se apodera del organismo humano, algo que está más cerca de nuestra conciencia, a saber, la propia alma consciente. Lo que en la ciencia espiritual se denomina alma consciente entra en acción cuando olemos.
Ella produce en un determinado punto del organismo no sólo una expansión, una rarificación, sino que el cuerpo astral envía su efecto hacia el exterior y que, por lo tanto, este efecto va más allá del organismo. Mientras que al oler la sustancia aérea penetra en la mucosa de la nariz, la sustancia astral es impulsada hacia el exterior en la misma medida. Esta sustancia astral siempre abandona el organismo al oler, se sumerge en la cosa y experimenta algo no sólo en sí misma, sino en esta cosa, que nosotros denominamos y experimentamos como fragancia, olor, hedor o algo parecido. Es como un tentáculo del cuerpo astral, que surge a través del alma consciente.
EL GUSTO
El sentido del gusto funciona a su manera debido a que el organismo está trabajado desde el alma mental o racional. A través del órgano del gusto, el alma vierte las corrientes astrales hacia el exterior y las envía hacia las sustancias de la lengua. Lo que sucede en el cuerpo astral cuando olfateamos es de naturaleza muy especial. ¿Qué sale del cuerpo astral cuando olemos? No es otra cosa que algo de naturaleza volitiva. Esto que sentimos interiormente como un impulso volitivo, fluye hacia la materia entrante cuando olemos. El proceso de oler es un oponerse, un pretender hacer retroceder la sustancia entrante. La investigación espiritual puede decir que esta sustancia entrante no es sólo una sustancia parecida al aire, -eso es sólo maya, ilusión-, sino que es la voluntad que fluye desde el exterior. En el olfato tiene lugar una interacción mutua de fuerzas volitivas. La consecuencia de ello, -como alguien conjeturó una vez-, es que aquí la voluntad interior y la voluntad exterior forcejean y se inhiben mutuamente. Esa persona, -Schopenhauer-, fue quien estableció una filosofía de la voluntad basada en esta corazonada. Pero esa es una falsa metafísica. Lo que Schopenhauer dice sobre esas fuerzas de la voluntad en realidad sólo se aplica al olfato; todo lo demás simplemente son interpretaciones de ello.
Así como en el sentido del olfato lo que se derrama es volitivo, en el sentido del gusto, lo que fluye hacia el alimento, es de naturaleza emocional, y lo que fluye hacia dentro también es de naturaleza emocional. Por lo tanto, aquí, en la degustación, el sentimiento interactúa con el sentimiento. Todo lo demás es sólo maya, sólo un signo externo. Aquí se muestra como sentido, un efecto emocional a saber, la degustación se percibe como agradable, desagradable, adversa y así sucesivamente. Sin embargo, no se trata del sentimiento en sí, sino sólo de las correspondientes interacciones de sentimientos.
LA VISTA
El siguiente sentido es el de la vista. Aquí ocurre que lo que ahora está trabajando en el cuerpo etérico y vertiéndose en él es el alma sensible. Lo que ocurre aquí es de naturaleza de pensamiento. Aquí actúa un principio pensante. El alma sensible ya tiene dentro de sí lo que se hace consciente en el alma consciente; sin embargo, en ella el pensamiento sigue siendo subconsciente. En el alma sensible es un pensamiento que a través del ojo, fluye hacia fuera. Aquí la sustancia del pensamiento fluye hacia fuera. Tiene una elasticidad mucho mayor que las otras dos sustancias que fluyen hacia fuera a través de los sentidos del olfato y del gusto, y por lo tanto va mucho más allá. Así es cómo la materia astral emana realmente del ser humano y fluye hacia las cosas. No es que las ondas etéricas de luz entren en el ojo, ¡que luego proyecta la imagen recibida hacia el exterior! Tendría que haber alguien sentado dentro que hiciera este trabajo de proyección. Esta sería una idea horriblemente supersticiosa, este algo que se proyecta. La ciencia, tan orgullosa de su naturalismo, se deja ayudar grotescamente en este caso por la tan denostada fantasía. Una substancia astral parecida a la substancia pensante fluye hacia la cosa penetrándola hasta el punto en que encuentra, que es resistida y otra substancia astral se le opone. El choque entre lo astral y lo astral que tiene lugar en el exterior forma el color que sentimos en las cosas. El color surge, (ver GA291, GA291a), en el límite de las cosas, donde lo astral que emana del ser humano se encuentra con lo astral de las cosas. El color surge en el límite del astral exterior e interior.
Es muy extraño cuando se tiene en cuenta, por ejemplo, que en realidad ya existe un pensar subconsciente en el alma sensible, que sólo sale a la luz en el alma racional y sólo se nos hace consciente en el alma consciente. Lo que de hecho aparece como dos impresiones cuando miramos las cosas con los dos ojos está causado por un pensar que inicialmente no entra en la conciencia. Para que éste entre en la conciencia, ambos momentos del pensar deben cooperar; deben abrirse camino desde el alma sensible hasta el alma consciente.
Podemos visualizar bien este camino con un signo externo: aquí están las dos manos. Cada mano puede sentir por sí misma, pero sólo cuando las dos manos se cruzan llega a la conciencia esta sensación de que una mano siente a la otra, del mismo modo que un objeto externo sólo se eleva a la conciencia real a través del tacto. Si las impresiones que se obtienen mediante el trabajo del pensar en el alma sensible han de entrar en la conciencia del hombre, entonces deben cruzarse. Este es el resultado del cruce de los dos nervios ópticos en el cerebro. Este cruce de los nervios ópticos tiene su razón de ser en el hecho de que un trabajo de pensar realizado en el subconsciente, en el alma sensible, se eleva al alma consciente a través del cruce, en el sentido de que ahora el trabajo de uno puede sentirse en el otro. De este modo, lo físico se construye a sí mismo a partir de lo espiritual, y sólo a través de la antroposofía puede comprenderse al ser humano hasta en sus más mínimos detalles anatómicos.EL HABLA
Pero ahora hay un sentido superior, a saber, el sentido del habla o de la palabra o sonoro. Cuando esto entra en consideración, el hombre tampoco está en disposición de dar nada por sí mismo. Por tanto, aquí deben intervenir seres cuya sustancia sea similar a aquella de la que se compone el cuerpo etérico
También supone una gran diferencia que algo se designe por la sucesión de A y O o de I y E. De acuerdo con esto, todo el sentimiento del pueblo debe cambiar. »Por ejemplo, “Amor” tiene un matiz de sentimiento diferente que cuando se dice “Liebe”. Aquí vemos típicamente el espíritu del pueblo en acción. No es indiferente, por ejemplo, que la palabra «Adán» sea utilizada por los israelitas para la primera forma humana, mientras en la antigua Persia era utilizada para nombrar al yo. Son valores emocionales muy diferentes los que se despiertan en los distintos pueblos. Hemos insinuado aquí el misterio del lenguaje, o más bien sus primeros elementos.
Este es el efecto de los espíritus que están jerárquicamente en el nivel de los arcángeles y que impregnan al hombre con lo que es el sentido auditivo y animan su fluido linfático. Además una de las mayores experiencias para la persona que asciende a lo suprasensible, es cuando comienza a sentir qué diferencia hay en el poder formador de los sonidos. El poder sonoro muestra su efecto más exquisito en el elemento fluido, el poder tonal lo muestra en el aire.
Seguidamente también se puede sentir qué significado hay en el gesto de que alguien se sintiese impulsado a designar a algún ser con el nombre de «Eva». Si la persona en cuestión quiere expresar algo más que se relacione con ello como lo espiritual con lo sensorial, podría utilizar la imagen invertida de ello y así obtener «Ave » como secuencia de sílabas para el saludo a María. Esto produce un sentimiento opuesto en el organismo humano que cuando dice «Eva».
Otra inversión de «Eva» con la J delante sería la palabra «Yahvé», como designación de Dios en el Antiguo Testamento. Todas las relaciones entre Yahvé y Eva pueden ser reconocidas por quienes penetran en el sonido cuando progresan hacia un conocimiento superior.
El lenguaje no fue creado arbitrariamente; es un producto espiritual. Para percibirlo en su espíritu, disponemos del sentido auditivo, que tiene en todo el sistema de los sentidos la misma justificación que los demás sentidos. Y hay razones más profundas por las que los sentidos tienen que ser enumerados en este orden particular.
La próxima vez ascenderemos al sentido conceptual y a los sentidos superiores para poder explicar el microcosmos de una manera espiritual-científica.
Traducido por J.Luelmo mar,2025
x l
Sentido somático 2
Sentido estático 3
Sentido del movimiento 4 tierra
Olor 5 agua
Gusto 6 Aire
Cara 7 Calor
Sensación 8
Oído 9 aire - luz
Sentido del habla 10 química - Armonía
Sentido del concepto 11
x l2
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atrás. delante.
Voluntad. Yo. Sensación.
Sentidos Sensación. Alma sensible = Alma sensible Cuerpo sensible
Imaginación
izquierda derecha memoria hábito inspiración
derecha izquierda autoconciencia intuición
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