GA124 Berlín, 6 de diciembre de 1910 - Los evangelios como descripciones de los procesos iniciáticos

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RUDOLF STEINER

Los evangelios como descripciones de los procesos iniciáticos


Berlín, 6 de diciembre de 1910

cuarta conferencia

Todos ustedes habrán aprendido de mi libro «El cristianismo como hecho místico» que los Evangelios, para ser comprendidos correctamente, deben ser interpretados de una determinada manera. Al continuar este invierno mis reflexiones sobre los Evangelios, quisiera subrayar que no es posible que los miembros más recientes empiecen desde el principio, por así decirlo, y que, por tanto, algunas de las explicaciones que seguirán serán ciertamente difíciles de entender para los miembros más recientes. Ya se ha dicho alguna vez en la Asamblea General lo necesario que es que los miembros más recientes participen en los cursos que se han creado para que siempre puedan ponerse al día sobre lo que ha habido antes, de lo contrario no podríamos avanzar. Pero me gustaría subrayar una cosa en particular: no parece factible que los miembros más recientes trabajen realmente duro para ponerse al día en las primeras partes de la vida de las humanidades. Por eso una y otra vez se repetirá, -ahora hablaré hipotéticamente-, que los miembros más recientes encontrarán incomprensible esto o aquello, que hasta cierto punto pertenece a las áreas más elevadas de la ciencia espiritual y que formula ciertas suposiciones, y por tanto se formarán un juicio muy peculiar sobre la ciencia espiritual. Esto es atribuible únicamente a las peculiaridades de cada miembro y no a lo que se quiere decir.

En mi libro «El cristianismo como hecho místico» se ha demostrado que debemos entender los Evangelios esencialmente como libros de iniciación. Esto significa que estos Evangelios no son en el fondo más que antiguos rituales de iniciación reescritos de una determinada manera. ¿Qué se habrá escrito en esas antiguas reglas de iniciación? De preferencia contenían el modo en que el candidato para el entrenamiento a los mundos superiores debía ser conducido paso a paso por su camino, cómo debía someterse gradualmente a ciertas experiencias internas, a ciertas experiencias de su alma, cómo debía llevar a despertar las fuerzas adormecidas en su alma; el modo en que una etapa superior se unía a una inferior, hasta esa etapa de la iniciación en la que el mundo espiritual irrumpe en el alma del que va a ser iniciado, en la que los secretos del mundo espiritual llegan a él. Entonces puede ver en este mundo espiritual, puede ver, por ejemplo, las diversas entidades de las jerarquías individuales, tal como las hemos enumerado a lo largo del tiempo y también las hemos caracterizado en diversos contextos. Así que lo que el iniciado tiene que hacer es lo que contienen esos libros de iniciación.

Si examinamos ahora los tiempos precristianos, encontraremos que numerosas personas fueron iniciadas en los diversos Centros de Misterios, -no siempre de la misma manera, pero sí esencialmente de la misma manera-, y eran conducidas por los distintos grados hasta ese punto en el que podían ver el mundo espiritual, donde podían tener a las entidades de las Jerarquías individuales espiritualmente ,-en oposición a corporalmente-, ante ellos. Este era el caso en los tiempos precristianos. ¿Qué significa el cristianismo para estos iniciados en los antiguos misterios? ¿Qué significa para ellos el impulso Crístico? Significa que un ser que era conocido exteriormente por la percepción del plano físico como Jesús de Nazaret no revelaba los secretos del mundo espiritual en la forma habitual de los antiguos Misterios, no como siempre se acostumbraba en los tiempos precristianos, sino de una manera diferente. Una personalidad que había sido iniciada en el sentido de los antiguos rituales de iniciación podía, cuando el gran acontecimiento que acabo de caracterizar había pasado por su alma, salir a otros hombres y hablar de los secretos de los reinos espirituales. Pero ahora, con el acontecimiento de Cristo, había algo que permitía a la personalidad de Jesús de Nazaret hablar de los misterios de los reinos espirituales sin haber tenido que llegar a ellos de la manera habitual de antaño. Pues esta personalidad de Jesús de Nazaret fue conducida a ello al recibir el Espíritu de Cristo dentro de sí en el llamado bautismo en el Jordán. Desde el momento en que esta personalidad fue iniciada en el bautismo en el Jordán, es decir, en un acontecimiento histórico, por así decirlo, histórico-mundial, a partir de ese momento el Espíritu de Cristo hablaba, -pero de una manera mucho más elevada-, de los misterios de los reinos espirituales al entorno. <Con la venida del Cristo surgió algo en el plano físico, abierto a todo el mundo, que antes sólo era accesible hasta cierto punto a los que debían ser iniciados en las profundidades de los Misterios, para que luego pudieran salir a hablar de los misterios de los reinos espirituales a sus semejantes. Si quisiéramos visualizar el asunto, podríamos decir: miramos en los antiguos templos de misterios y vemos cómo el Hierofante iniciaba a las personalidades para que pudieran mirar en los reinos espirituales y luego salir a enseñar sobre el mundo espiritual. Todo esto siempre se desarrollaba en el mas profundo secreto de los Templos de Misterios. Y en el mundo exterior, aparte de los Misterios, no había existido tal cosa como un acceso a la posibilidad de hablar de los reinos espirituales. <Ahora bien, lo que había sucedido a menudo y con frecuencia en las profundidades de los Misterios fue, por así decirlo, llevado a Palestina, presentándose como un acontecimiento histórico-mundial, como el desarrollo de Jesús de Nazaret, presentándose como una iniciación histórico-mundial en el Misterio del Gólgota. Así pues, el Misterio llevado a la historia del mundo, presentado como un hecho histórico ante todo el mundo, así es como debemos entender la conexión entre el Misterio del Gólgota y los misterios de los antiguos templos de Misterios.

Ahora bien, estas reglas de iniciación, aunque contenían esencialmente las mismas etapas en todas partes, eran sin embargo diferentes en los detalles entre los diversos pueblos de los diferentes lugares de la tierra, adaptadas a las individualidades humanas según el tiempo y el espacio. Con lo que acabamos de decir, situémonos en el alma de una de esas personalidades que, como se les suele llamar, intervienen como evangelistas en la redacción de nuestros Evangelios.

Tales personalidades, a través de su propia formación ocultista, conocían en cierto modo las reglas iniciáticas de estos o aquellos pueblos, de estos o aquellos misterios. Sabían por lo que había que pasar para ascender a la posibilidad de proclamar los secretos de los reinos espirituales y de las jerarquías espirituales. Y, a través de los acontecimientos de Palestina y del Misterio del Gólgota, ahora se habían dado cuenta de que lo que de otro modo sólo se podía ver si se era un iniciado de los Templos de Misterios, había tenido lugar fuera, en el gran plano de la historia del mundo para todos los hombres, y ahora se iba a naturalizar cada vez más en los corazones y las mentes de todos los hombres.

Los evangelistas no eran biógrafos en nuestro sentido, en el que se escribe en las biografías lo que realmente no es asunto del mundo y lo que nadie necesita saber sobre ninguna personalidad activa. No eran biógrafos que rastreaban cada asunto privado, sino que eran narradores de la vida de Cristo en el sentido de que decían: «Algo sucedió con Jesús de Nazaret, en quien estaba el Cristo, que hemos visto una y otra vez en los misterios, pero allí no se resumía como un acontecimiento histórico en años individuales. Aquí, en cambio, se ha convertido en un acontecimiento histórico, pero es una repetición de los rituales del templo. Por tanto, podríamos describir la vida de Jesús indicando las etapas que, por lo demás, se atravesaban durante las iniciaciones.

Por eso los Evangelios parecen reglas iniciáticas que se han trasladado a la historia del mundo, por así decirlo. Volvemos a encontrar las reglas iniciáticas de los antiguos misterios en los Evangelios, pero de tal manera que en cierto modo se da la razón de por qué lo que antes sucedía en las profundidades de los templos ha surgido en el gran plano de la historia del mundo. Encontramos esto motivado en cierto modo. Y podemos decir que el evangelista que comienza con esta justificación, que dice desde el principio por qué él ha llegado a la posición de escribir sobre un acontecimiento histórico-mundial que cumple un gran precepto iniciático, es el escritor del Evangelio de Marcos. <Él explica desde el principio cómo se ha desarrollado la humanidad para que pudiera ocurrir este gran acontecimiento, para que la iniciación pudiera ser llevada desde las profundidades del templo al plano de la historia del mundo. Desde el principio llama la atención sobre el hecho de que está relacionado con un acontecimiento extremadamente importante en todo el desarrollo de la humanidad, que los profetas hebreos en particular predijeron a la humanidad. Pues lo que sucedió en Palestina como Misterio del Gólgota fue previsto y predicho por los verdaderos iniciados - y los profetas hebreos pertenecen a ellos en cierto sentido.

Si nos situamos en el alma de una persona como el profeta Isaías, del cual toma su punto de partida el Evangelio de Marcos, entonces nos encontramos con algo parecido a lo siguiente en sus palabras. Dice: «Llegará un tiempo en que las cosas serán distintas en las almas humanas de lo que son ahora; pero este tiempo ya se está preparando». Esto es lo que Isaías quiso decir en su tiempo. ¿Qué quería decir, pues, el profeta Isaías? Ustedes saben que el Evangelio de Marcos comienza con las poderosas palabras de este profeta. Conocen estas palabras tal como se utilizan comúnmente, y tal como se citan en el Evangelio de Marcos más o menos de la siguiente manera. Tomaré una traducción común de estas palabras tal como aparecen en la traducción de Carl Weizsäcker.

«He aquí que envío mi mensajero delante de ti para que prepare tu camino. Oíd cómo clama en el desierto: preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas».

Así están escritas en una traducción considerada excepcionalmente buena para la literatura evangélica.
Estas palabras de Isaías son, en efecto, aquellas con las que el profeta señala el gran acontecimiento de la historia mundial en Palestina, el Misterio del Gólgota. Ustedes saben cuántos problemas hemos tenido al examinar los otros Evangelios para traer los pasajes decisivos a nuestro idioma de una manera razonablemente comprensible. No se trata aquí de dar una traducción léxica, sino de transmitir las frases pertinentes de tal manera que el sentido profundo y significativo que se quiere decir pueda resonar para nosotros a partir de las palabras alemanas, no sólo para nuestra comprensión teórica, sino también para todo nuestro sentimiento, del mismo modo que resonaba para aquellos que conocían toda la peculiaridad de la forma de hablar en aquella época. Porque la forma de hablar de entonces era totalmente distinta de la de hoy. Ante todo, hay que señalar que aquella manera de hablar no era tan abstracta, tan sobria y filistea como nuestro uso actual del lenguaje; más bien, la manera de hablar y toda la forma de expresarse era tal que siempre se oía un sentido más rico, un significado más rico, una cierta plenitud de contenido además del sentido inmediato del término, y, sin embargo, también se sabía de manera clara cuál era esa plenitud de contenido. Es esencial darse cuenta de que se oía mucho más de un mundo a partir de las palabras de lo que la gente de hoy está acostumbrada a oír a partir de lo que se dice. Ahora bien, es una peculiaridad de la antigua lengua hebrea ser tremendamente rica en este sentido, ocultar tras las palabras mundos casi enteros, mientras que se necesitaba una imagen tomada entera y puramente del mundo sensorial. Expresiones como «preparar el camino» o «enderezar los senderos» son imágenes tomadas del mundo sensorial, - similar a preparar un camino con palas y picos. Cuando se pronunciaban tales cosas, era una peculiaridad de esta lengua, particularmente magnífica en comparación con todas las demás, que detrás de estas expresiones, que se aplicaban externamente a algo, había mundos espirituales enteros, -pero de una manera inequívoca, de modo que no se podían interpretar de forma arbitraria, como hacen nuestros eruditos modernos con los poetas, por ejemplo, leyendo todo lo posible en ellas. No se podía leer cualquier cosa en las cosas. Esto se debía en parte al hecho de que en la antigua lengua hebrea existía la posibilidad de revelar secretos del mundo entero mediante el uso personal de la vocalización, que no se expresa por escrito. Había un sentimiento por esos secretos del mundo.

En griego, la lengua en la que inicialmente tenemos el texto de los Evangelios, esto ya no es así en tan gran medida. Sin embargo, aún sería posible, incluso sin ocultismo, obtener del griego traducciones mucho mejores que las que hicieron quienes tradujeron los Evangelios. Básicamente, uno siempre ha copiado al otro sin ni siquiera examinar filológicamente la situación cuando uno tiene el texto griego delante. En aras de la exhaustividad, les mostraré más adelante, con ejemplos individuales, cómo se cometieron errores y demás. Hoy, sin embargo, no quiero detener aquí nuestras reflexiones, sino que intentaré, no filológicamente, sino con la ayuda de lo que podemos saber por la investigación espiritual, mostrarles algunos de los puntos esenciales del comienzo del Evangelio de Marcos. En primer lugar, me gustaría citar el pasaje decisivo de la profecía de Isaías que muestra lo que está por venir con el acontecimiento de Palestina, para que ustedes puedan sentir lo que se quiere decir con ello.
El texto griego dice así: 

Es sobre todo importante que nos demos cuenta de que la palabra Angelos, mensajero o ángel, se utilizaba en estos tiempos antiguos sólo en el sentido en que nosotros la necesitamos en el contexto de nuestra representación de las Jerarquías, es decir, como designación de tales seres que, si procedemos de arriba hacia abajo, preceden inmediatamente al hombre en la Jerarquía. Hay que sentirlo cuando aquí se dice que se refiere a un ser precisamente de este nivel de las jerarquías. Si no se siente esto, no se puede comprender en absoluto todo el pasaje. Por eso sólo la ciencia espiritual puede formar la base para entender tal cosa. Pero si lo entendemos correctamente, podemos crear así una base para lo que el ocultismo tiene que decir sobre el acontecimiento Crístico. ¿Pues cuál es la esencia del Impulso Crístico? Lo hemos dicho así: sólo por medio del Impulso Crístico ha llegado al alma humana la plena conciencia de que en el alma humana ha de tener lugar un yo, un yo autoconsciente, y que de este yo autoconsciente han de salir gradualmente, en el curso de la siguiente evolución terrena, todos los secretos que antes salían del cuerpo astral por medio de una especie de clarividencia natural.

Antes de la época en la cual vivimos hoy, hubo otra época en la cual la gente todavía tenía una visión sanadora natural hasta cierto grado en la cultura post-atlante, a través de la cual podían ver dentro del mundo espiritual. Allí, en ciertos estados anormales del alma, los secretos del mundo espiritual fluían hacia abajo; allí los hombres miraban hacia arriba, hacia las jerarquías. Naturalmente, miraban más y durante más tiempo a la jerarquía más cercana al hombre, a la jerarquía de los ángeles. Ellos veían a los ángeles como seres que estaban directamente por encima del hombre. En aquellos tiempos de antigua clarividencia el hombre aún no era consciente de que poseía algo en su interior que le conduciría al mundo espiritual. Tenía que considerarlo como un favor que le concedían poderes externos, como un envío de los poderes espirituales al alma. Por eso, los profetas podían señalar el futuro de la siguiente manera: Llegará el tiempo en que el hombre sentirá su yo; entonces sabrá que es el yo autoconsciente del que han de brotar los secretos de los mundos espirituales. Todo debe llegar a su tiempo. Pero llegará el momento en que el hombre podrá decir: Cuando tengo mi yo dentro de mí, entonces desde el poder del yo penetro hacia arriba en los secretos del mundo espiritual.

Pero esto había que prepararlo. Así que el nivel más inferior de las jerarquías, o sea, el hombre, tuvo que ser preparado, por así decirlo, enviándole al hombre lo que él aún no es, a fin de que pueda prepararse para lo que ha de llegar a ser. El mensajero, el ángel, debía anunciar al hombre que iba a convertirse en un yo en el pleno sentido de la palabra. Y mientras que los ángeles anteriores tenían la tarea de mostrar el mundo espiritual, ahora había que dar a un ángel especial la tarea especial de ir un poco más allá con las revelaciones a los seres humanos, tenía que decirles que debían penetrar en su yo, mientras que los ángeles anteriores habían hecho revelaciones que no estaban destinadas a un yo.

Por eso Isaías señala: «El tiempo del misterio de Yo vendrá, y de la multitud general de ángeles será enviado uno para que nos muestre que vendrá este misterio del Yo». - Sólo así podemos comprender lo que significa que sea enviado primero el ángel, el mensajero,. ¿Ante quién, pues, es enviado primero este mensajero? Es enviado ante el hombre, que ha de llegar a su yo auto consciente, y ha de llegar como un ser de la Jerarquía de los Angeles, que en general todavía no se había dirigido al hombre de tal manera que se supusiera que el hombre era un yo auto consciente. Este mensajero, por lo tanto, del que habla el profeta Isaías, ha de venir y hacer consciente a la humanidad de que ha de prepararse para crear un lugar dentro de sí misma, dentro de su alma, para el yo, para la plena afirmación del yo. Así pues, este pasaje pretende esencialmente señalar el gran cambio en el desarrollo del alma humana, consistente en que las personas, que antes siempre tenían que salir de sí mismas, por así decirlo, para entrar en el mundo espiritual, ahora pueden permanecer en su yo y pueden extraer los secretos del mundo espiritual desde el propio yo.

Comparemos un alma antigua con un alma de la época en la que se aproxima el impulso Crístico. Imaginemos a un hombre de la época precristiana, especialmente de siglos anteriores. Si quería ascender a los mundos superiores, no podía hacerlo manteniendo su autoconciencia en la medida en que ya estaba desarrollada. Tenía que exteriorizarla virtualmente, tenía que llegar a un estado de auto alienación, tenía que entrar en el mundo de las jerarquías, en el mundo de la espiritualidad propiamente dicha. Su conciencia debía estar en sintonía. Este era un antiguo sentimiento de los tiempos precristianos.

¿Cuál era la situación de un hombre que ya no vivía realmente en la época en que era correcto encontrar el camino hacia el mundo espiritual a través de la auto-alienación, sino que vivía en la época en que podía encontrarse en la etapa de desarrollo del yo? El yo ya estaba presente en el período atlante, pero la plena certeza de los más grandes misterios sólo pudo surgir del impulso Crístico. Por esta misma razón un hombre de la antigua iniciación sentía de tal manera que decía: «Si quiero entrar en el mundo espiritual, si he de adquirir las revelaciones del mundo espiritual, debo suprimir cierto lugar en mí, y debo hacer que otros lugares de mi alma estén especialmente vivos.

En particular ¿Qué tenía que suprimir? ¿Y qué tenía que reavivar? Tenía que suprimir aquello que debía crecer gradualmente en el yo, que debía volverse más oscuro y apagado en su alma, por así decirlo. No se le permitía tenerlo en cuenta en absoluto, tenía que convertirse en algo estéril, algo vacío en él. Por otra parte, el cuerpo astral, es decir, el cuerpo que podía dar clarividencia hasta cierto punto, tenía que inflamarse particularmente. Entonces las antiguas observaciones clarividentes penetraban en el cuerpo astral.

He dicho que el yo ya estaba ahí hasta cierto punto. Pero si se pretendía explorar los secretos del mundo espiritual no podía servirse de él. Había que suprimir el yo e inflamar el cuerpo astral. Pero ese inflamar de los impulsos en el cuerpo astral se fue volviendo cada vez más imposible. En la antigüedad, una de las cualidades más elementales del hombre era que podía suprimir su yo y poner en movimiento el cuerpo astral para que los secretos del mundo espiritual fluyeran hacia él. Pero éste era precisamente el desarrollo ulterior, que el cuerpo astral se volvía cada vez más incapaz de recibir en sí los secretos del mundo espiritual. El ser humano tenía que decirse a sí mismo: Mi cuerpo astral se está volviendo cada vez más incapaz de lograr lo que la gente solía lograr en la antigua clarividencia; pero lo que hay en mí, mi yo, todavía no quiere realmente salir, todavía no puede unirse para lograr algo a partir de sí mismo.

Y los mejores clarividentes, sobre todo, sentían en el alma algo de desolación, algo de yermo. Era el yo, que aún no había recibido impulso. Y además, sentían la imposibilidad de ser transportados al mundo espiritual a través del yo. De esto se puede ver, el estado de ánimo en el que se encontraba alguien que quisiese obtener una visión del mundo espiritual, en el tiempo en que se acercaba el impulso crístico. Tal persona tenía que decirse a sí misma: En mi cuerpo astral ya no puedo desarrollar lo que antes era posible; pero mi yo todavía no puede recibir un impulso; todavía permanece algo desolado en mi alma, no puede ascender al mundo espiritual.

Después cuando se aproximaba el impulso crístico, se aplicaban ciertos métodos, ciertos entrenamientos, que consistían en aprender a familiarizarse con aquello que aún no podía llenarse con el espíritu. A quien pretendese ascender a los mundos superiores se le decía: «Sé consciente de que con tu cuerpo astral no puedes ascender; primero debes penetrar en esa parte de tu ser interior donde te sientes como un ser humano, como si no tuvieses conexión alguna con el mundo exterior.

Este era el estado de ánimo en el momento del acercamiento del impulso crístico, para aquellos que buscaban la iniciación. Y todos los que la buscaban debían ser conscientes de lo siguiente: Con respecto a mi cuerpo astral, debo abstenerme de ascender al mundo espiritual, pues ya ha pasado el tiempo de entrar en el mundo espiritual a través del cuerpo astral. El yo todavía no está preparado para ello.
Pero puedo reconocer, -no puedo hacer otra cosa que reconocer- que en aquello que sólo quiere salir y penetrar en el mundo espiritual, en el que quiere recibir el impulso, hay algo que pugna con toda su fuerza y poder hacia el impulso espiritual.

Esta experiencia del alma de todos aquellos que buscaban el camino hacia la luz espiritual en aquella época, se llamaba el camino hacia la soledad del alma o el camino hacia la soledad. Entonces, ¿qué tenía que hacer el mensajero para prepararse para el acontecimiento Crístico? Tenía que decir a la gente que quería saber sobre el impulso que se aproximaba cuál era el camino de la soledad. Tenía que conocer a fondo la soledad. Tenía que ser un predicador de la soledad del alma.

Aprenderán ustedes cada vez más, especialmente del Evangelio de Marcos, que en ciertos casos los grandes seres espirituales, por medio de los cuales han de tener lugar los asuntos importantes de la evolución humana, eligen sus instrumentos en seres de carne y hueso, siempre y cuando éstos sean adecuados, y se encarnan para habitar en el alma que está encarnada en la carne. Aquel mensajero del que hablaba Isaías, que no debe entenderse como un ser humano en el sentido ordinario, tomó posesión del alma del Elías reencarnado, vivió en ella y fue el mensajero que debía llamar la atención de los hombres sobre el impulso Crístico que se aproximaba. Y fue desde el alma de Juan el Bautista desde donde hablaba el mensajero al que se había referido Isaías.

Entonces, ¿Dónde resuena la voz del mensajero? En lo que acabo de caracterizar para ustedes como la soledad del alma. Entonces podemos leer que el Evangelio de Marcos dice: Escucha el grito en la soledad del alma. εν τη ερημω (en të erëmö), no debemos traducirlo simplemente como si se tratara de algo meramente externo, con la imagen del desierto; más bien, se presenta una imagen a través de la cual hemos de percibir todo el mundo espiritual. esa frase significa en realidad: en soledad.

Ahora, para entender mejor la frase, debemos preocuparnos un poco por el significado real, ya que todavía están presentes algunos vestigios en el griego, pero como se puede establecer, si junto con el griego, se mantiene la tradición original, con el significado de lo que se sentía con la palabra Κύριος o Señor; que se suele traducir aquí como: prepara el camino del Señor. Tal frase no tenía en el antiguo vocabulario, en la antigua forma de expresión, el significado abstracto y filisteo que tiene hoy. En la era del materialismo las personas se han vuelto filisteas, especialmente en lo que se refiere al lenguaje, y ya no tienen en el lenguaje lo que se puede llamar el cuerpo de las entidades del alma, con el que se siente todo un mundo con las palabras, como en la antigüedad. Lo más que se puede hacer hoy es intentarlo de nuevo. En la «Puerta de la Iniciación» intenté mostrarles cómo será posible sentir mundos.

¿Qué se sentía con la palabra Kyrios cuando se pronunciaba en un contexto como el indicado? Se sentía que sólo significaba la imagen de lo que sucede en el hombre, de lo que surge para el hombre en la vida interior del alma. El surgimiento del yo, emergiendo de las profundidades del alma y empujando cada vez más hacia la superficie, se sentía como el emerger de un amo y gobernante, como aquel que da dirección entre las fuerzas del alma, -tal como decimos hoy: el hombre tiene pensar, sentir y voluntad; estas diversas fuerzas del alma son, por así decirlo, los sirvientes del alma. Pero en el alma hay un amo, un Kyrios: el yo. Esto se expresa por el hecho de que no decimos simplemente: eso piensa en nosotros. Antiguamente no se podía decir: yo pienso, sino que se decía: ello piensa. Y con respecto a sentir y querer, se dice lo mismo: ello siente y ello quiere.

Ahora bien, en el momento en que el Señor de las fuerzas anímicas, el yo, se afirmó, se hizo sentir este gran cambio en la evolución de la humanidad, de tal manera que la gente decía ahora: yo pienso, yo siento, yo quiero. Así, en épocas anteriores las almas estaban, por así decirlo, en cierto modo en estado subconsciente, aprisionadas, sumergidas en las fuerzas servidoras. Ahora se aproximaba el amo de las fuerzas anímicas, el yo. Este pasaje no se refiere inicialmente a ninguna personalidad o entidad, sino sólo a la aparición del yo como el Señor en la estructura total del alma:

¡El Señor dentro del alma se acerca!

Esto también se proclamaba en aquellos templos que debían prepararse para lo que pudiera sucederle a la humanidad. Se proclamaba con santa reverencia y sagrado temor: Hasta ahora las almas eran tales que sólo tenían en su interior poderes servidores:

Pensar, sentir y voluntad. Pero ahora, dentro del alma humana, se acerca el Señor, el Kyrios. Esta grandeza está llegando, es obvio que sólo se está desarrollando gradualmente, -hasta el final del tiempo terrenal, donde entonces se hará cada vez más y más poderoso. Pero está llegando. Y es Cristo quien trae primero el impulso. En el devenir del reloj universal, es la gran hora en la que vive Cristo. Allí el reloj universal se sitúa en la señal donde el Yo se elevará cada vez más poderosamente como el Señor de las fuerzas del alma. Y habrá alcanzado su meta cuando la tierra se disuelva en el cosmos y el hombre ascienda a niveles superiores.

Sólo cuando uno se siente tal como debió sentirse en aquella época, puede uno hacerse una idea de lo que Isaías quería decir y de lo que Juan el Bautista volvió a retomar. Hay que referirse al gran acontecimiento del alma humana, al desarrollo ulterior del alma humana.  Pero entonces tampoco debemos traducir la palabra ευθείας (eutheiäs) como: «recto», -como suele traducirse en abstracto-, sino como abierto -no sólo recto, sino «abierto», para que se vuelvan transitables, los caminos. Así que el Kyrios viene, toma su dirección hacia el alma humana. Pero el hombre debe hacer algo al respecto para que realmente pueda apoderarse del alma humana. Hay que despejar el camino, abrirlo. En resumen, si queremos traducir el pasaje en cuestión de forma que se pueda hacer algo con él, en realidad debería traducirse si nos atenemos un poco a lo tradicional: «Observen», -esto ya no es lo que hay que decir-, «envío a mi ángel ante el Yo que hay en ustedes; él ha de preparar el camino».

Escuchad la llamada», -no está escrito ahí, pero todo el mundo lo sabía-, “en la soledad del alma”, -esa llamada que exige el Señor del alma-,: “Preparad la dirección del señor del alma; trabajad para que se le abra el camino” -o la senda-.

En esta estructura de palabras tienen aproximadamente lo que les da una idea de lo que pueden sentir en las palabras de Isaías. Estas palabras, y lo que hay en esta estructura de palabras, fue retomado por el ángel, el Angelos en el alma de Juan el Bautista. ¿Por qué pudo hacer esto? - Tenemos que fijarnos un poco en la forma en que el propio Juan el Bautista fue iniciado, cómo obró en el alma de Juan el Bautista, la iniciación.

Debido a descripciones precedentes, ustedes saben que el hombre puede ser iniciado descendiendo al interior de su propia alma, o que puede ser despertado para un surgimiento del alma, para una liberación del cuerpo y para una efusión de las fuerzas del alma en el macrocosmos. Estos dos caminos han sido seguidos de diferentes maneras por diferentes pueblos. Cuando el hombre pretendía derramar su alma en el macrocosmos, las doce etapas que debía atravesar estaban, por así decirlo, marcadas por los doce signos del zodíaco, en el sentido de que su fuerza anímica fluía hacia ciertos lugares, hacia ciertas direcciones del macrocosmos. Ahora bien, en general ya se había logrado algo extraordinario, sobre todo para un determinado fin del desarrollo histórico-mundial, se lograba algo significativo cuando cualquier alma estaba desarrollada hasta tal punto que podía recibir dentro de sí todas las fuerzas del macrocosmos que provenían de tales secretos del mundo que eran en el sentido de una sola constelación. 

En los antiguos ritos iniciáticos sucedía por lo general, que una persona por ejemplo, era iniciada en los secretos del macrocosmos, de modo que su alma fluía hacia el macrocosmos en dirección a Capricornio, para otros en dirección a Cáncer, Libra, Virgo y así sucesivamente. He subrayado repetidamente que hay doce maneras diferentes de fluir hacia el macrocosmos, que están simbólicamente indicadas por los doce signos del zodíaco. Ahora bien, si alguien alcanzara la iniciación mediante la salida de su alma hacia el macrocosmos, y si no alcanzara inmediatamente la iniciación más elevada, la iniciación solar, sino una iniciación parcial, por así decirlo, la mirada de su alma, la luz de su alma se dirigiría hacia los secretos que se encuentran en relación con una constelación determinada. Para ello, sin embargo, su mirada debía independizarse de lo material, es decir, se aseguraba, -ya fuera en los ritos de misterio o, como en el caso de Juan el Bautista, mediante una gracia de lo alto-, que la mirada en cuestión se dirigiera hacia una constelación, -pero de tal manera que tuviera la tierra entre él y la constelación en cuestión-. Es decir: por la noche su mirada debía dirigirse a través de la tierra hacia la constelación. Cuando uno ve una constelación con los ojos físicos, ve la constelación física. Pero si uno puede ver a través de la materia terrestre, por la cual la constelación física está tapada con la materia terrestre, entonces uno no ve lo físico, sino lo espiritual, es decir, los secretos que expresa la constelación.

La visión de Juan el Bautista fue entrenada para que por la noche pudiera ver a través de la tierra material hasta la constelación de Acuario. Así había tenido esa iniciación cuando los Angelos tomaron posesión de su alma, que se llama la iniciación de Acuario. Así Juan el Bautista, -con todo lo que él mismo sabía, con todo lo que él mismo sentía-, pudo poner todas las capacidades a disposición del Angelos, para que a través del Angelos pudiera expresarse todo lo que era la Iniciación de Acuario, y lo que había como indicación de que el reinado del Yo, del Señor, vendría en el alma. Eso era lo que proporcionaba la Iniciación de Acuario.

Al mismo tiempo, sin embargo, Juan el Bautista señalaba que también había llegado el momento en que esta iniciación de Acuario se encontraba en una transición, por así decirlo, en la que debía ser sustituida por otra, a fin de que pudiera comprenderse plenamente el reinado del Yo que se aproximaba. Por eso les decía a sus discípulos íntimos Yo soy aquel que es capaz de poner a disposición de su ángel todos los poderes que provienen de la Iniciación de Acuario. Pero después de mí debe venir uno que pueda poner a disposición de su ángel los poderes subsiguientes.

Si se sigue la progresión de la dirección del sol durante el día desde la constelación de Aries, pasando por Tauro, Géminis y así sucesivamente hasta Virgo, durante la noche, debe seguirse la progresión desde la dirección de Libra, Acuario hasta la constelación de Piscis; ésa es la dirección hacia el sol espiritual». Juan había recibido la iniciación de Acuario, y él indicaba que el que había de venir tendría la iniciación de Piscis, es decir, la iniciación que debía seguir a la iniciación de Juan, y que se consideraba superior. Por eso Juan el Bautista dijo a sus discípulos íntimos: A través de la iniciación de Acuario sólo puedo proporcionar a mi ángel los poderes para anunciar que el Señor viene; pero vendrá uno que tenga los poderes simbolizados por la iniciación con la constelación de Piscis. Y él recibirá al Cristo.

De esta manera, Juan el Bautista señalaba a Jesús de Nazaret. Y por eso las antiguas tradiciones asignaban a Cristo Jesús el símbolo del pez. Y como todo lo que ocurre exteriormente es símbolo de procesos internos, aunque también ocurra exteriormente, se asigna a los pescadores como ayudantes del iniciado de piscis. Todos estos son acontecimientos externos, históricos y, al mismo tiempo, acciones profundamente simbólicas para los secretos espirituales.

¡Y de los cielos descenderá sobre la humanidad una consagración superior! decía Juan. Él sólo podía dar la consagración que viene de Acuario, el aguador. Y Juan se describía a sí mismo como el aguador. Eso está muy claro. Pero tendremos que ver cada vez más que los misterios astronómicos y cósmicos también están conectados con las imágenes utilizadas para los misterios humanos. Yo os he bautizado con agua, decía Juan. El bautismo con agua, sin embargo, era el que estaba en poder de aquellos que habían recibido la iniciación del aguador del cielo, (Aquario).  Pero como el sol espiritual progresa de manera opuesta al sol físico -pues mientras el sol físico progresa de la constelación de Virgo a la constelación de Libra, el sol espiritual avanza en el sentido de la progresión de Juan el Bautista a Jesús de Nazaret, de Acuario a Piscis-, puesto que en el mundo aparece alguien con la iniciación de Piscis y es capaz de recibir esas fuerzas espirituales, ese impulso espiritual, para el cual esta iniciación de Piscis debe ser el instrumento; es posible no sólo ser bautizado como Juan bautizó, sino ser bautizado en un sentido más elevado, como Juan lo describe como el bautismo con el Espíritu Santo. 

En la conferencia de hoy les he mostrado dos cosas en cierto sentido. En primer lugar, que las palabras utilizadas aquí en el Evangelio de Marcos se refieren a procesos en la evolución de la humanidad, también procesos históricos, en el sentido de que hablan de un poder superior que ni siquiera es un hombre, sino un Ángel, pero un Ángel que habla a través del cuerpo de Juan el Bautista. Por otra parte, he demostrado que las representaciones que se dan se refieren a acontecimientos en los cielos, a saber, el avance del sol espiritual desde la constelación de Acuario hasta la constelación de Piscis. En efecto, el Evangelio de Marcos contiene en cada línea algo que sólo puede leerse si, al seguir las palabras, tenemos siempre en mente al mismo tiempo un sentido humano y un sentido cósmico, astronómico, y si nos damos cuenta de que en el hombre vive algo que en su verdadero sentido sólo puede encontrarse en los cielos.

Sin embargo, la conexión entre los secretos macrocósmicos y los secretos de la naturaleza humana debe entenderse con un poco más de precisión. Hoy, al final, sólo puedo insinuar lo que hay detrás de esto. Hoy sólo he querido dar una pista en esta dirección. Porque tendremos que ahondar en las profundidades del Evangelio de Marcos, sobre el que habrá que reflexionar durante mucho tiempo si se quiere elevarlo a algo más que una corazonada. Pero me gustaría aclarar cómo debe leerse el Evangelio de Marcos diciendo lo siguiente.

Todos ustedes conocen el arco iris. El arco iris es para el niño, por ejemplo, una realidad en el firmamento. El niño creerá al principio, si no se le ha explicado, que puede coger el arco iris con las manos, que puede tocarlo. Más tarde, el niño aprenderá que este arco iris no depende de sí mismo, sino que sólo se produce cuando hay una determinada combinación de lluvia y sol; y cuando la lluvia y el sol entran en una combinación diferente, vuelve a desaparecer. Por lo tanto, no es una realidad, es sólo una ilusión; la realidad son la lluvia y el sol en relación con el arco iris.

Cuando el hombre avanza un poco por el sendero del desarrollo oculto, entonces hay algo que compara con toda naturalidad con el arco iris, diciendo: En realidad no es nada verdadero en absoluto, sino sólo una apariencia que se mantiene unida por cosas externas. ¿Saben ustedes a qué se debe esta apariencia? El propio hombre. El hombre es sólo una apariencia. Y cuando con los sentidos físicos, lo toman ustedes como realidad, se están entregando a una ilusión; entonces se están entregando a Maya, el gran no-ser. Porque Maya, compuesta de mahat aya - mahat = grande, ya = ser, a = no, negación, por lo tanto aya = no-ser - significa el gran no-ser.

En el sendero del desarrollo oculto el hombre llega a compararse con algo como el arco iris. El ser humano es sólo una apariencia. Y todo lo que se acerca a los sentidos físicos son formaciones ilusorias. Incluso el sol como cabeza física del mundo es una imagen ilusoria. Lo que la ciencia física describe como una bola de gas en el espacio exterior es bastante bueno a efectos prácticos. Pero quien lo toma como realidad se entrega a maya, a la ilusión, al gran no-ser. Lo cierto es que existe un lugar de reunión para las jerarquías espirituales, cuyas acciones se expresan en calor y luz, y que fluyen hacia nosotros en calor y luz procedentes del sol. Lo que percibimos como calor y luz es ilusión. Pero todo es apariencia. El hombre cree que tiene un corazón en el pecho. Pero el corazón es sólo una ilusión, nada más. Es parecido a cuando caminamos por las calles al atardecer, en la niebla otoñal, y vemos ciertos anillos alrededor de los faroles; pero estos anillos tampoco son nada real, están causados por fuerzas muy concretas. Del mismo modo, el corazón humano también está causado por determinadas fuerzas. Pueden imaginárselo de la siguiente manera. Supongamos que el círculo representa la bóveda celeste; entonces, un tipo de fuerzas fluye hacia nosotros desde un lado, y otras fuerzas llegan desde el otro lado: estas fuerzas se cruzan. En verdad, no hay nada en el hombre donde él cree que está su corazón, sino fuerzas que fluyen desde el cielo y se cruzan. Imagínense todo lo demás fuera, y sólo fuerzas que se juntan como ocurre con el arco iris: y el resultado es el corazón humano. Lo mismo ocurre con los demás órganos: son fuerzas que se cruzan y surgen por la intersección de las respectivas fuerzas del mundo.
Si ustedes van de un lugar a otro y dicen:

En mí están los impulsos por los que voy de aquí a allá, - entonces están diciendo algo que pertenece a Maya de esta manera. ¿Por qué? Porque vienen fuerzas del macrocosmos que se cruzan aquí abajo y a través de la intersección producen una estructura ilusoria en relación con la dirección y las fuerzas del caminar. Lo que se ha sucedido aquí abajo es sólo una intersección de fuerzas cósmicas. Y si queremos conocer la verdad, debemos preguntar: ¿Qué ocurre en el macrocosmos? ¿Qué hacen las fuerzas cósmicas, las superiores y las inferiores? - Ellas influyen en lo que en nosotros parece como si tuviéramos un corazón, una vida, etc., o en lo que parece como si dijéramos: voy de allí a allí. Si queremos describirlo de verdad, tenemos que describir las fuerzas cósmicas.

Si queremos describir lo que Juan el Bautista hizo bautizando a la gente, debemos describir lo que el macrocosmos le ordenó hacer, es decir, los poderes simbolizados por las potencias de Acuario. <Estas fueron a su vez decididas en la gran logia mundial y enviadas a los poderes de Juan. Así que tenemos que leer en el lenguaje del mundo lo que ocurrió en un lugar determinado. Así es como el escritor del Evangelio de Marcos leía los acontecimientos relevantes en el cielo para lo que ocurrió en Palestina. Describe acontecimientos astronómicos y dice: «Comprended las cosas así: si aquí hay un muro en el que se ve un juego de sombras, si queréis saber la verdadera razón de ello, debéis mirar lo que se refleja realmente en las sombras. Estoy describiendo lo que ocurrió en el Jordán, que, sin embargo, sólo fue el instrumento para otra cosa; ¡pues en verdad estoy describiendo lo que actúa a través de las fuerzas astronómicas desde el macrocosmos sobre la tierra!

El escritor del Evangelio de Marcos describe las fuerzas cósmicas. Son fenómenos celestes por doquier. Y lo que describe es la expresión, la proyección, la imagen ensombrecida que todos los acontecimientos del macrocosmos proyectan sobre la pequeña región terrestre de Palestina. Debemos darnos cuenta de ello si queremos penetrar un poco en toda la grandeza y significación de este documento del Evangelio de Marcos. Pero primero teníamos que hacernos una idea de lo que está ocurriendo en realidad. Teníamos que entender que al principio del Evangelio de Marcos se dice: El profeta Isaías predijo que el Señor de las potencias del alma vendrá a por el hombre, y que el mensajero vivirá en Juan el Bautista, que preparará a los hombres para la llegada de este soberano de las potencias del alma. Este mensajero tuvo que tomar su lugar en un cuerpo que pertenecía a un alma humana iniciada con los poderes de Acuario. De este modo podía dar comienzo a lo que debía hacerse en la tierra a través de una personalidad como Jesús de Nazaret, que se había preparado para recibir la iniciación de los peces (piscis), y recibir así al Cristo.

Lo que ocurre en la tierra son los reflejos de los procesos cósmicos, que se relacionan con las condiciones cósmicas al igual que el arco iris con la lluvia y el sol, de modo que tenemos que estudiar la lluvia y el sol si queremos describir el arco iris. Y si queremos saber qué había en el corazón de Juan el Bautista o de Jesús de Nazaret, que se convirtió en la morada del Cristo, debemos estudiar los procesos cósmicos. Porque el mundo entero se pronunció a favor de la humanidad en los acontecimientos de Palestina y del Gólgota. Y quien lea el Evangelio de Marcos de otro modo que no sea que sólo le da las letras para los grandes acontecimientos mundiales, no se sitúa en otro punto de vista que el que dice: aquí hay un grupo de tales trazos, allí hay un grupo de otros trazos, -pero que no señala lo que señala la palabra Señor, que sólo señala los trazos negros. Sin embargo, así es simplemente como se describe el Evangelio de Marcos en nuestro tiempo. Pues lo que se cuenta en el Evangelio de Marcos es sólo la más externa de las letras. Hay que ir hacia arriba para comprender lo que se supone que señalan los acontecimientos de Palestina, como en un juego de sombras.

Intenten comprender lo que significa: los procesos terrenales son una imagen en la sombra de los procesos macrocósmicos - y habrán dado el primer paso para comprender gradualmente uno de los documentos más grandes del universo, el Evangelio de Marcos.

Traducido por J.Luelmo mar,2025

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