Los órganos corporales del ser humano y su devenir-Los sentidos
Aquí en Berlín y en otros lugares en los que nuestra Sociedad Teosófica está extendida, hemos oído tanto en los últimos años de todo el campo de la Teosofía, decir que fue tomada de regiones muy altas de la investigación clarividente, por así decirlo, que tuvo que surgir la necesidad, o más bien debería haber surgido, de hacer algo para una cimentación seria y digna de nuestra corriente espiritual. Y la presente Asamblea General, que reúne a nuestros queridos miembros tras los siete años de existencia de nuestra Sección Alemana, será probablemente la ocasión propicia para contribuir en algo a una fundamentación más sólida, a la creación de una organización más sólida de nuestra causa. Esto es lo que intentaré hacer en las cuatro conferencias sobre antroposofía de estos días.
Las conferencias de Kassel sobre el Evangelio de San Juan, las conferencias de Düsseldorf sobre las Jerarquías, las conferencias de Basilea sobre el Evangelio de San Lucas, las conferencias de Munich sobre las enseñanzas de la Teosofía Oriental, todas ellas nos dieron motivo para ascender a altas regiones de la investigación espiritual y hacer descender verdades espirituales de difícil acceso. Lo que siempre nos ocupó, la Teosofía, fue, al menos en parte, un ascenso a las altas cumbres del conocimiento humano del espíritu.
Es realmente posible, -si se adquiere gradualmente un sentimiento para ello-, ver algo más profundo en lo que se llama el curso cíclico de los acontecimientos en el mundo. Precisamente en los días de nuestra primera Asamblea General, cuando tuvimos que fundar la Sección Alemana, di conferencias ante un auditorio compuesto en muy escasa medida sólo por teósofos, que en aquel entonces también fueron descritas como un capítulo de la Antroposofía, como el capítulo histórico de la Antroposofía. Ahora, después de siete años, parece haber llegado de nuevo el momento en que se ha cumplido un ciclo, por así decirlo, también a este respecto, y en que de nuevo es posible hablar, en un sentido más amplio, de lo que debe entenderse por Antroposofía.
Primero, aclarémonos mediante una comparación qué es la Antroposofía. Cuando se pretende observar una región, se pueden ver todos los pueblos, bosques, prados, calles, etc. que allí se extienden, caminando de un lugar a otro, a través de calles y pueblos, a través de prados y bosques. Siempre tendrán ante sus ojos una pequeña, una pequeñísima parte de toda la zona, dependiendo de dónde se encuentren. Pero también pueden ustedes subir a la cima de una montaña y desde esta alta cima podrán ver toda la región. Entonces los detalles para la mirada ordinaria serán menos definidos, pero se tendrá
Pero ahora existe una tercera posibilidad, que se desprende directamente de esta comparación: no se sube hasta la cima de la montaña, sino que se queda por la mitad, por así decirlo. Cuando se está abajo, no se ven más que detalles delante de uno; no se tiene visión de conjunto, y desde abajo uno ve lo que está arriba. Cuando se está arriba, no hay nada por encima excepto el cielo divino, y por debajo todo es visible. Cuando está uno en el medio, tiene algo abajo y algo arriba, y puede uno comparar las dos vistas entre sí.
Toda comparación, por supuesto, es engañosa, pero sólo pretendía mostrarles en qué se diferencia la teosofía de la antroposofía. La teosofía está en la cima de la montaña, la antroposofía está en el centro, de modo que uno mira hacia arriba y hacia abajo. El lugar y el punto de vista son diferentes. Pero para describir lo que sigue ahora la comparación ya no es suficiente. Si uno se entrega a la Teosofía, es necesario que se eleve por encima de la visión humana, que se eleve del yo inferior al yo superior, y que sea capaz de ver con los órganos del yo superior. Porque la cumbre desde la cual la Teosofía es capaz de ver se encuentra por encima del ser humano, mientras que la cognición humana ordinaria se encuentra por debajo del ser humano, y el propio ser humano se encuentra en el medio entre los mundos natural y espiritual. Lo superior llega hasta él, pues está impregnado y lleno del espíritu. Puede ver el espíritu por encima de él; pero él no toma su punto de partida del espíritu, de la cumbre, sino de tal manera que tiene la cumbre por encima de él. Al mismo tiempo, sin embargo, debajo de él ve lo que es meramente naturaleza, porque se proyecta en él desde abajo. La Teosofía está sujeta al peligro de que, si no se aplican los medios que se han descrito, por ejemplo, en mi escrito «¿Cómo se alcanza el conocimiento de los mundos superiores?», el ser humano se vea desbordado y ese hombre pierda la posibilidad de reconocer algo que valga la pena. La Teosofía corre el peligro de dejar de ver la realidad a sus pies. Por supuesto, no tiene por qué perder esta posibilidad si se utilizan los medios adecuados para desarrollar esos órganos con los que el ser superior ve.
Pero entonces podemos decir: Teosofía es aquello que se investiga cuando habla el Dios que hay en el hombre. Esta es, en el fondo, la verdadera definición de la teosofía. Deja hablar al Dios que hay en ti, y lo que luego te dice sobre el mundo es teosofía. La antroposofía se puede caracterizar diciendo: Sitúate en el punto medio entre Dios y la naturaleza, deja que el hombre que hay en ti hable sobre lo que está por encima de ti y brilla en ti, y sobre lo que llega a ti desde abajo, entonces tienes la antroposofía, la sabiduría que expresa el hombre. Pero esta sabiduría de la cual habla el hombre será una base importante y una clave para todo el campo de la Teosofía. Y difícilmente se puede hacer mejor, después de haber absorbido la Teosofía durante algún tiempo, que adquirir esta base firme buscándola realmente. Por lo tanto, me ocuparé de que después de estas conferencias esté disponible lo antes posible un breve esbozo de lo que es la Antroposofía.
Lo que he dicho aquí también puede demostrarse históricamente desde muy diversos ángulos. No hace falta ir muy lejos. Por ejemplo, existe una ciencia, -pueden informarse sobre ella en diversos manuales de divulgación-, esta ciencia suele llamarse antropología. Tal y como se practica hoy en día, abarca no sólo al hombre, sino, si se entiende bien el término, todo lo que pertenece al hombre, todo lo que se puede experimentar en la naturaleza, todo lo que se necesita para comprender al hombre. Esta ciencia parte del caminar entre las cosas; ella misma está en el fondo. Va de detalle en detalle. Es una investigación que utiliza los sentidos para observar al ser humano con la ayuda de un microscopio. Esta ciencia, la antropología, que en los círculos más amplios hoy se considera únicamente como la ciencia del hombre, realmente toma su punto de vista por debajo de las capacidades del hombre. No aplica todas las capacidades que el hombre tiene para la investigación. Manténganse junto a esta antropología, que se pega al suelo, por así decirlo, que no puede penetrar en ninguna respuesta a las preguntas más candentes de la existencia, manténganse junto a lo que se les ofrece como Teosofía, que asciende a las más elevadas alturas, donde se trata de encontrar una respuesta a las preguntas más candentes de la existencia. Sin embargo, ustedes habrán experimentado que aquellas personas que no han encontrado su camino en ella lenta y gradualmente, que no han tenido la paciencia de seguir todo lo que hemos podido decir en los últimos años, que no han podido avanzar paso a paso, que las personas que se han quedado en el punto de vista de la antropología perciben la Teosofía como un edificio en el aire, como algo que carece de todo cimiento. Ellos no pueden ver de qué manera el alma asciende de etapa en etapa, de encarnación en encarnación, y no pueden darse cuenta de cuál es la meta de todo desarrollo humano y del mundo.
Así pues, la antropología se encuentra, por así decirlo, en el peldaño más bajo de la escalera, y la teosofía en el más alto, donde cada vez es menor la capacidad de conocimiento de muchas personas.
Tenemos un ejemplo histórico por el cual podemos reconocer en qué se convierte la Teosofía cuando quiere penetrar hacia arriba hasta la cumbre y no es capaz de penetrar hacia arriba por los medios que encontramos indicados en el libro «¿Cómo se alcanza el conocimiento de los mundos superiores?». Tenemos tal ejemplo en el teósofo alemán Solger, que vivió de 1780 a 1819. En sus puntos de vista tenemos ciertamente lo que es conceptualmente Teosofía. Pero, ¿Con qué medios pretendía Solger ascender a las alturas más elevadas? Con los conceptos de la filosofía, ¡con los conceptos agotados y demacrados del pensamiento humano! En realidad es como quien sube a una cumbre para mirar a su alrededor y olvida su telescopio y ya no puede distinguir nada más abajo. El telescopio en este caso es espiritual, es la imaginación, la inspiración y la intuición. Así que Solger intentó subir a la cumbre con medios inadecuados.
Durante mucho tiempo se ha tenido la sensación de que, a lo largo de los siglos, las capacidades humanas se han vuelto cada vez más incapaces de escalar esta cumbre. En la Edad Media, la gente lo sentía y lo admitía. En épocas más recientes también se siente, pero ya no se admite realmente. Durante mucho tiempo se ha sentido que las facultades humanas fueron una vez capaces de ascender a la cumbre desde la que era posible hablar como hablaba realmente una antigua teosofía. Existió tal teosofía antigua. Pero después había que concluir lo que se revelaba en la cumbre. Debía ser preservada de ser recibida por los medios ordinarios de conocimiento. Esta antigua teosofía se convirtió en teología, que consideraba la revelación como concluida. Y así, junto a la antropología, que sólo va de detalle en detalle con los medios ordinarios de conocimiento, se encuentra la teología, que efectivamente quiere ascender y conocer algo de lo que se ha de ver en las alturas, pero que una vez más se apoya en algo que se puede obtener con los medios humanos ordinarios, a saber, en la tradición histórica, en lo que una vez fue revelado y en lo que no ha de ser revelado una y otra y otra vez de nuevo al alma humana aspirante. La antropología y la teología se enfrentaron a lo largo de la Edad Media sin rechazarse mutuamente. También en épocas más recientes se oponen, sólo que de forma diferente. Desde el punto de vista de la antropología, los tiempos modernos rechazan en general la teología como algo científico. Si no nos detenemos en los detalles, sino que subimos, ascendemos hasta el centro que hemos caracterizado, entonces podemos situar la antroposofía junto a la teosofía, al igual que en la Edad Media la antropología se situaba junto a la teología.
También se ha intentado fundamentar la antroposofía dentro de la vida espiritual moderna, pero una vez más con medios completamente inadecuados, a saber, sólo con los medios de conceptos abstractos y agotados de la filosofía. Para entender de qué se trata, primero hay que comprender qué es la filosofía. Lo que la filosofía es en realidad sólo puede ser comprendido hoy por los teósofos, pero no por los propios filósofos. ¿Qué es la filosofía? Sólo puede entenderse si primero observamos su desarrollo histórico. Un ejemplo lo ilustrará. En la antigüedad existían los llamados misterios como centros de la vida espiritual superior. Allí los alumnos podían ser conducidos a la visión espiritual a través del desarrollo de sus capacidades. Uno de esos misterios fue, por ejemplo, el de Éfeso, donde se exploraron los secretos de Diana de Éfeso. Allí los alumnos indagaban en los mundos espirituales. Todo lo que se podía comunicar públicamente de lo que allí se recibía se comunicaba realmente. Entonces los demás lo recibían como algo visto en los Misterios, como algo que se les comunicaba, como un don. Había personas que eran conscientes de haber recibido los misterios superiores de los Misterios. Uno de ellos, por ejemplo, fue el gran sabio Heráclito. Él era particularmente consciente de los secretos del Misterio de Éfeso, los hechos que los hombres clarividentes de allí fueron capaces de desentrañar. Lo que había recibido allí como mensaje y lo que debía a su iniciación parcial, lo proclamó de tal manera que pudiera ser comprendido por todos. Por eso, quien lee las enseñanzas de Heráclito, el llamado «Oscuro», ve que hay algo más profundo subyacente en ellas, de modo que aún se puede ver brillar en estas enseñanzas originales la experiencia directa, la experiencia de los mundos superiores. Luego vinieron los seguidores de Heráclito. Ya no tenían ni idea de que esta comunicación procedía de las experiencias directas de los mundos superiores. Empezaron a especular con sus mentes, creyeron que con su mera comprensión filosófica podían encontrar algo incorrecto aquí y allá, y jugaron con ello. Esto se hiló en conceptos y se transmitió de generación en generación. Y si hoy tenemos algo de filosofía ante nosotros, no tenemos más que una reliquia de viejas doctrinas a las que se les ha soplado, exprimido la vida, y de las que sólo queda el esqueleto muerto de los conceptos. Los filósofos no saben de dónde vienen los conceptos. Las filosofías son abstracciones, reliquias de la sabiduría antigua, que han llegado al punto de ser exprimidas. No hay filósofo que pueda pensar algo por sí mismo. Para ello hay que subir a los mundos superiores.
Tales filosofías, tales conceptos moldeados estaban básicamente a disposición de los filósofos del siglo XIX cuando abordaron lo que puede llamarse antroposofía. La palabra ya se ha utilizado antes. Robert Zimmermann escribió una antroposofía, pero la emprendió con medios muy inadecuados, como hizo Solger con la teosofía. Los hilvanó con los conceptos más agotados y abstractos, y esta maraña fue entonces su antroposofía. Realmente es la red más abstracta y seca de conceptos que ya no toca para nada la materia. Ese es el rasgo característico del siglo XIX, que todo lo que quería ir más allá de la experiencia externa, individual, más allá de la antropología y ser antroposofía, se convirtió en una seca red de conceptos.
La teosofía, a su vez, al proporcionar los medios para reconocer la realidad dentro de la vida espiritual, también debe profundizar en el conocimiento de la humanidad que puede llamarse antroposofía. La antroposofía es un conocimiento espiritual del mundo que se sitúa puramente en el punto de vista medio, humano, y no en el punto de vista infrahumano, como hace la antropología. La teosofía de Solger se sitúa en un punto de vista sobrehumano, pero no tiene contenido. Los conceptos de ahí arriba sólo quieren volar por encima de la humanidad. Como desde su mundo de arriba esas personas no pueden ver nada, hilan finamente en el telar de los conceptos. No queremos hilar así en el telar de los conceptos. Queremos ir a la realidad. Y verán que la realidad de toda la vida humana se nos enfrentará. Reconocerán a los viejos amigos, a los viejos objetos de nuestras reflexiones, pero iluminados desde un punto de vista diferente, es decir, desde el punto de vista que mira hacia arriba y hacia abajo a la vez.
La parte más importante de nuestra reflexión realmente tiene por objeto al ser humano. Aunque examinemos la primera parte del ser humano, es decir, el cuerpo físico, si pensamos en lo que hemos adquirido a través de la Teosofía y profundizamos en ello, entonces nos daremos cuenta de la complicada estructura que es en realidad este cuerpo físico. Para que se hagan una idea, al menos emocional, de lo que la Antroposofía quiere en realidad, piensen en lo siguiente: Lo que hoy llamamos cuerpo físico humano es, por así decirlo, resultado de un proceso muy antiguo. Sabemos que el cuerpo físico se originó en el antiguo Saturno y que se transformó sucesivamente en el antiguo Sol, en la antigua Luna y ahora en la Tierra. Por su parte, el cuerpo etérico se añadió durante el período solar y el cuerpo astral durante el período lunar. Estas partes del ser humano siempre han ido cambiando en el transcurso del desarrollo. Lo que hoy se nos presenta como el complejo cuerpo humano con corazón y riñones, ojos y oídos, etc., es el producto de una larga evolución. Todo ha evolucionado a partir de una forma muy simple, de una forma que existía en germen en el antiguo Saturno. A través de millones de años esto ha ido cambiando y transformándose una y otra vez, de modo que finalmente pudo elevarse a su perfección y complejidad actuales. Si observan cualquier parte de este cuerpo físico hoy en día, el corazón o los pulmones, no podrán entenderlo si no tienen una visión más profunda de cómo llegaron a existir estos órganos y de cómo se fueron formando. Por supuesto, nada de lo que hoy es la forma del corazón o los pulmones estaba presente en el antiguo Saturno. Estos órganos adquirieron gradualmente su forma actual. Uno se formó antes, el otro después y se incorporó al cuerpo físico. Podemos referirnos a un órgano como órgano solar porque fue incorporado y manifestado por primera vez durante el antiguo estado solar. Podemos referirnos a otro como órgano lunar y así sucesivamente. De esta manera podemos obtener los conceptos del universo, de la observación del mundo entero, si queremos comprender cómo esta compleja estructura, el cuerpo físico humano, llegó realmente a existir y qué significa hoy en día.
Estamos describiendo la visión teosófica del ser humano. ¿Cuál es, en cambio, la visión antropológica del hombre? Si se lo mira antropológicamente, se toma el corazón y se lo mira por sí mismo, el estómago y se lo mira por sí mismo. Se analizan uno al lado del otro como si fuera irrelevante qué órgano es más reciente y cuál más antiguo. No se tiene en cuenta, todo se yuxtapone como una sola entidad. La teosofía sube a las alturas más elevadas y lo explica todo individualmente desde lo espiritual. La antropología se detiene en la parte inferior, ella parte del individuo y hoy ha llegado al extremo de observar las células individuales en su yuxtaposición, como si fuera irrelevante que un complejo celular se haya originado en la antigua luna y otro en el antiguo sol. En realidad, los complejos celulares individuales se originaron en épocas diferentes. Uno puede citar los detalles externamente, pero no los entenderá si no los mira desde un punto de vista espiritual. Así, la antropología camina por lo más bajo, y la Teosofía ocupa la cima más alta.
Ahora bien, piensen que el asunto es aún más complejo. El corazón humano es uno de los órganos más antiguos, al menos en lo que se refiere al núcleo germinal. Su aspecto actual, por supuesto, sólo se desarrolló en épocas posteriores. Y ahora echemos un vistazo al antiguo período solar. Allí, por ejemplo, este núcleo germinal del corazón humano dependía de las fuerzas que prevalecían en el antiguo sol. Luego continuó el desarrollo. En el primer período del tiempo lunar, la antigua luna se unió con el sol, y el corazón volvió a experimentar un desarrollo. Pero después ocurrió el gran acontecimiento de que el sol se separó. Ahora actuaba desde fuera, de modo que a partir de entonces el corazón experimentó un desarrollo completamente diferente. A partir de entonces, el desarrollo procedió de tal manera que había una parte solar y otra lunar, y sólo se puede comprender el corazón si se sabe distinguir entre la parte solar y la lunar. Luego el sol se volvió a unir con la luna. Durante el desarrollo de la Tierra, el sol volvió a separarse ejerciendo desde el exterior una mayor influencia en el desarrollo. Posteriormente se produjo la separación de la luna y ésta actuó desde el exterior, de modo que tenemos una nueva fase en el desarrollo de este antiguo órgano.Por lo tanto, vemos las fuerzas más diversas irradiando en el cuerpo físico humano desde los puntos más diversos. Debido a que el corazón es uno de los órganos más antiguos, realmente tenemos una parte solar, una parte lunar, una segunda parte solar y una segunda parte lunar y luego una parte terrestre extra después de la separación de la tierra. Cuando todas estas partes de un órgano o del cuerpo físico humano están en armonía entre sí, como lo están en la armonía del cosmos, entonces está presente la salud en el ser humano. En cuanto una de las partes predomina, digamos, por ejemplo, que la parte solar se hace demasiado grande en relación con la parte lunar en lo que se refiere al corazón, entonces el corazón se enferma. Y esta enfermedad podrán comprenderla si saben que la parte lunar, por algunas circunstancias, se ha quedado atrasada, por así decirlo. Toda enfermedad humana se basa en el hecho de que estas diferentes partes se han vuelto desorganizadas, irregulares. Toda curación consistiría en restablecer la armonía. Pero no basta con hablar de ello, hay que conocer realmente esta armonía, hay que entrar realmente en la sabiduría del mundo para poder encontrar las diferentes partes de cada órgano.
De modo que el cuerpo físico es una estructura tremendamente compleja. Esto ya se puede adivinar por lo que hemos visto hasta ahora. Pueden ustedes hacerse una idea de lo que es una fisiología y una anatomía verdaderamente ocultas, que tienen que contar con todos estos factores y que comprenden al ser humano a partir de todo el cosmos. Esta fisiología oculta habla de las partes solares y lunares del corazón, la laringe, el cerebro, etcétera. Pero como en ese caso todas estas partes actúan en el propio hombre, tal como el hombre se presenta hoy ante nosotros, es, por así decirlo, el producto solidificado, cristalizado, de todos los procesos que tuvieron lugar desde Saturno desde el Sol, la Luna y la Tierra. Así pues, en el ser humano hay algo en lo que todas estas partes están solidificadas.
Si no miramos hacia arriba, hacia el mundo, sino hacia el hombre mismo y comprendemos los órganos individuales, el cuerpo físico, el cuerpo etérico, el cuerpo astral, el alma sensible, el alma racional, el alma consciente, tal como el hombre es hoy, entonces eso es antroposofía. En la antroposofía también tendremos que partir de lo más bajo para ascender gradualmente a lo más alto. Lo más bajo para el hombre es el mundo físico-sensorial, lo que se da a través de los sentidos y la mente físico-sensorial. En la Teosofía lo consideramos, partiendo del mundo en su conjunto, en las conexiones cósmicas con lo físico-sensorial, los fenómenos externos. Esta es la manera teosófica de ver las cosas. La contemplación antroposófica debe partir del ser humano en relación con el mundo físico-sensorial, debe considerar lo que es físico-sensorial en el ser humano. Debe partir del hombre y considerarlo en la medida en que es un ser sensorial. Eso será lo primero. Después habrá que considerar, lo que se encuentra en él, el cuerpo etérico humano, luego el cuerpo astral y el yo.
¿Qué es lo que debe interesarnos en particular cuando entra en consideración el mundo físico- sensorial? Lo que hay en el propio hombre. Son ante todo los sentidos, pues es realmente a través de los cuales él recibe el conocimiento del mundo físico-sensorial. En Antroposofía debemos hablar en primer lugar de los sentidos humanos, si partimos del plano físico, pues son el medio por el cual el hombre conoce algo del mundo físico-sensible. Y veremos cuán importante es, para conocer realmente al hombre, partir de la observación de sus sentidos. Este es nuestro primer capítulo. Luego pasaremos a considerar las áreas espirituales individuales de la naturaleza humana.
Si ahora se consideran los sentidos humanos, entonces como antropósofo ya se entra en conflicto con la antropología, porque la antroposofía siempre debe partir de lo que es sensorialmente real, pero debe quedar claro que el espíritu actúa desde arriba. La antropología sólo se ocupa de lo que puede investigar abajo y lo confunde todo. Especialmente en el capítulo relativo a los sentidos humanos, todo se confunde en la antropología externa y se dejan de lado cosas importantes, precisamente porque no se dispone de una guía para encontrar verdadera y correctamente los hechos correspondientes. Cuando falta el hilo conductor que ha de guiarnos a través del laberinto de los hechos, no es posible salir de este laberinto.
En la leyenda, el ovillo de hilo que conduce a Teseo fuera del laberinto del Minotauro, debe ser hilado por la investigación espiritual. La antropología ordinaria permanece dentro del laberinto y cae víctima del Minotauro. Así veremos que la antroposofía, sin embargo, tiene que decir sobre los sentidos algo diferente que la mera observación externa ordinaria.Pero también es interesante ver cómo la ciencia actual se ve obligada por los hechos externos a analizar las cosas un poco más a fondo y con más seriedad que en el pasado. Lo más trivial es hablar siempre de los cinco sentidos humanos: Sentido del tacto, sentido del olfato, sentido del gusto, sentido del oído y sentido de la vista. Veremos que con toda esta lista de los cinco sentidos, realmente se ha tirado todo por la borda. A estos sentidos, sin embargo, la ciencia moderna ya ha añadido otros tres sentidos, con los que, por supuesto, no sabe muy bien qué hacer. Hoy vamos a sentar las primeras bases de una teoría antroposófica de los sentidos. Enumeraremos los sentidos en la medida en que tengan realmente sentido a partir del hilo conductor anteriormente expuesto.Tomaremos conciencia de un tercer sentido si recordamos que el hombre distingue entre arriba y abajo. Si deja de percibir esto, es muy peligroso para él, ya no puede sostenerse y se cae. Podemos señalar un órgano que tiene mucho que ver con este sentido, a saber, los tres canales semicirculares del oído. Si este órgano está dañado, el hombre pierde el sentido de la orientación. Este sentido también puede rastrearse en el reino animal. Allí se manifiesta como ciertos órganos del equilibrio. Si ciertas estructuras pequeñas, parecidas a piedras, los llamados otolitos, están situados en un lugar determinado, tenemos sentido del equilibrio; de lo contrario, sólo tenemos sentido del tambaleo. Este es el sentido del equilibrio o sentido estático.
Con estos sentidos, que hemos enumerado hasta ahora, el hombre percibe algo dentro de sí, siente algo dentro de sí. Ahora salimos del ser humano, allí donde él comienza a interactuar con el mundo exterior. La primera interacción con el mundo es aquella en la que el hombre une la sustancia consigo mismo y percibe esta sustancia. Esto sólo es posible si esta sustancia puede unirse realmente con el cuerpo humano. Esto sólo es aplicable a las sustancias gaseosas. Tales sustancias se absorben a través de los órganos del olfato. Aquí comienza la comunicación con el mundo exterior. Sin un cuerpo que emita sustancias gaseosas, no se puede oler. La rosa debe emitir sustancias gaseosas para ser olida. El cuarto sentido es, pues, el olfato.El quinto sentido surge cuando el hombre ya no se limita a percibir la materialidad, sino que ya da el primer paso hacia la materialidad, es decir, entra en una relación más profunda con lo material. La sustancia ya debe ejercer algún tipo de efecto en él. Este es el caso cuando un cuerpo acuoso llega a nuestros órganos gustativos. Aquí no percibimos la sustancia directamente, sino que el cuerpo debe primero ser disuelto por el líquido de la boca. Aquí sólo podemos percibir una relación recíproca entre la lengua y el cuerpo. Las cosas no sólo nos dicen lo que son como materia, sino también lo que pueden hacer. La interrelación entre el hombre y la naturaleza se ha hecho más íntima. Este es el quinto sentido, el sentido del gusto.
El sexto sentido es aquel en el que lo que una persona percibe sobre las cosas, revela la esencia de éstas de forma aún más íntima. Aquí las cosas le dicen al hombre más de lo que le dicen meramente a través del sentido del gusto. Esto ocurre de tal manera que se toman precauciones especiales para que las cosas puedan anunciarse al hombre de una manera muy determinada. En el caso del olfato, el cuerpo humano toma las cosas tal como son. El sentido del gusto es más complicado, pero aquí las cosas revelan algo más de su interioridad. Con el sexto sentido, sin embargo, podemos distinguir si algo deja pasar la luz o no. El hecho de que deje pasar la luz de una determinada manera se demuestra si está coloreado y cómo. Una cosa que deja pasar la luz verde muestra que sólo interiormente es de tal forma que puede dejar pasar esta luz. Mientras que en el sentido del olfato, se revela algo, ya a través del sentido del gusto se nos da a conocer la superficie exterior de la naturaleza interior de una cosa; en el sentido de la vista, en cambio, algo de lo más profundo de las cosas se hace evidente. Esta es la esencia del sexto sentido, el sentido de la vista. El ojo es un órgano tan maravilloso porque nos permite penetrar mucho más profundamente en la naturaleza de las cosas que los órganos sensoriales de los que acabamos de hablar. Hay algo muy peculiar en el sentido de la vista. Por ejemplo, cuando vemos una rosa roja con nuestros ojos, su interior se revela por su superficie. Sólo vemos la superficie, y como está condicionada por el interior, llegamos a conocer este interior hasta cierto punto a través de ella.
Si tocamos con la mano un trozo de hielo o un trozo de acero caliente, penetramos aún más en el interior de una cosa. En el caso del color, sólo tenemos lo que ocurre en la superficie. En cambio, el hielo es frío hasta la médula, e incluso con el acero caliente el calor atraviesa todo el cuerpo. Así pues, con el calor y el frío tenemos un conocimiento aún más íntimo de la naturaleza de las cosas que con el sentido de la vista, que sólo nos informa de las propiedades superficiales. El sentido del calor llega más íntimamente a la subsuperficie de las cosas. Sería el sentido del calor o séptimo sentido.
Veamos ahora cómo se desarrolla el asunto. ¿Puede el hombre, por medio de sus sentidos, llegar aún más profundamente al sustrato de las cosas? ¿Puede llegar a conocer el interior íntimo de las cosas aún mejor que a través del sentido del calor? Sí, puede, porque las cosas le muestran cómo son en su interior cuando empiezan a sonar. El calor está distribuido uniformemente en las cosas. Lo que es el sonido en las cosas no está distribuido uniformemente. El sonido hace temblar la interioridad de las cosas. Esto revela cierta cualidad interior. Se percibe cómo la cosa interior es móvil a través del sentido más íntimo del oído. Nos proporciona un conocimiento más íntimo del mundo exterior que el sentido del calor. Este es el octavo sentido, el sentido del oído. En el sonido, una cosa nos revela cómo es por dentro cuando la golpeamos. Distinguimos las cosas según su naturaleza interior, según la forma en que pueden temblar y agitarse interiormente cuando las hacemos sonar. El alma de las cosas nos habla de una determinada manera.
¿Existen sentidos más elevados que el sentido del oído? Aquí debemos ser mucho más cuidadosos en nuestros esfuerzos por investigar los sentidos superiores, pues no debemos confundir los sentidos con otra cosa. En la vida ordinaria, donde nos detenemos en el fondo, donde lo confundimos todo, hablamos de otros sentidos, por ejemplo, el sentido de la imitación, el sentido del ocultamiento, etcétera. Pero ése es un uso equivocado de la palabra sentido. El sentido es aquello a través de lo cual adquirimos conocimiento sin la cooperación del intelecto. Cuando adquirimos conocimiento mediante el discernimiento, no hablamos de sentido, sino sólo cuando nuestra capacidad de discernimiento aún no ha entrado en acción. Si se percibe un color, se está utilizando un sentido. Si se quiere distinguir entre dos colores, no se utiliza un sentido sino el discernimiento, el intelecto.
¿Hay otros sentidos en este sentido? La palabra sentido no se utiliza correctamente aquí. Sí, hay un noveno sentido. Lo encontramos cuando consideramos que en el ser humano todavía existe cierta capacidad de percepción. Esto es especialmente importante para el fundamento de la antroposofía. Existe una facultad perceptiva que no se basa en el discernimiento, pero que sin embargo, está presente en él. Es la que percibimos cuando nos comunicamos con nuestros semejantes a través del habla. En la percepción de lo que se nos da a través del habla, no sólo hay una expresión de discernimiento, sino un sentido real del habla. Este sentido del habla es el noveno sentido. Hay que hablar de él como se habla del sentido de la vista o del olfato. El niño aprende a hablar antes de aprender a razonar. El conjunto del pueblo tiene un lenguaje, pero la capacidad de juicio es responsabilidad individual. Lo que «habla» a los sentidos no está sujeto a la actividad del alma del individuo. El oído anuncia el temblor interior. La percepción de que un sonido significa esto o aquello no es mera audición. El sentido que se expresa en él como sentido del habla se da a conocer a otro sentido, el sentido del habla. Por lo tanto, el niño puede hablar o comprender lo que se dice mucho antes de aprender a razonar. Sólo aprende a razonar a través del habla. ¡Qué educador es el sentido del habla, como también lo son el sentido de la vista y el sentido del oído durante los primeros años de vida! No se puede cambiar nada de lo que percibe el sentido, no se puede estropear nada. Esto vale tanto para el color como para la percepción interior del sonido del habla. El sentido del habla debe describirse necesariamente como un sentido especial. Es el noveno sentido.
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