GA115 Berlín, 27 de octubre de 1909 - El aprendizaje del habla a través de la migración occidental desde La Lemuria a La Atlántida.

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RUDOLF STEINER
ANTROPOSOFÍA-PSICOSOFÍA-PNEUMATOSOFÍA

El aprendizaje del habla a través de la migración occidental desde La Lemuria a La Atlántida.


Berlín, 27 de octubre de 1909


cuarta conferencia

Ayer hablábamos de las diversas corrientes de fuerza que dan forma al organismo humano proporcionándole una forma tal, que ésta debe parecernos explicable. Hemos visto cuán sorprendentemente resulta que el corazón y el ojo se vean exactamente tal como se ven, cuando llegamos a conocer las fuerzas formativas. Tenemos, como ustedes han visto; lo que tiene lugar suprasensiblemente en el organismo humano para llevar a la apariencia la imagen sensible, trazada hacia atrás y compuesta de corrientes de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, de arriba a abajo y de abajo a arriba, de adelante hacia atrás y viceversa.

Ahora alguien podría decir: ¡Ahora queremos atraparte en tu propia trampa! Usted no nos explica un fenómeno muy significativo en el organismo humano, cuando habla de estas corrientes de derecha e izquierda, arriba y abajo, delante y detrás, pero no nos explica el fenómeno que radica en lo siguiente: Hay órganos en el hombre que son exactamente simétricos, similares tanto a la izquierda como a la derecha, y otros órganos que son asimétricos, corazón, hígado, estómago, etc. Se podría objetar, si fuera necesario, que podríamos comprender el organismo humano a partir de vuestras corrientes si estuviera construido de manera completamente asimétrica, si al igual que se ve diferente de abajo hacia arriba y de adelante hacia atrás, también se viese diferente de izquierda a derecha.

Eso podría objetarse. Pero sería una objeción miope. Pues como ya hemos indicado, lo que fluye de izquierda a derecha y de derecha a izquierda son precisamente las corrientes que propician la aparición de los cuerpos físico y etérico. Así pues, en la dirección en la que el ser humano está estructurado simétricamente, confluyen los cuerpos físico y etérico; precisamente en esta dirección en la que confluyen, es en la que el ser humano está estructurado simétricamente. Pero recordemos ahora lo que dice la investigación científico-espiritual sobre este hecho antroposófico y la explicación antroposófica de que tales corrientes existan, y preguntémonos si tenemos alguna posibilidad de hacer comprensible que todo debe ser tal como es.

La investigación científico-espiritual nos muestra que este cuerpo físico del hombre es una entidad muy antigua que se originó en el antiguo Saturno, que el cuerpo etérico se añadió en el sol, que el cuerpo astral se añadió en la luna y que el yo sólo se añadió en la tierra. Ahora podemos preguntarnos: ¿Cómo era la primera estructura del cuerpo físico humano cuando fue creado en el antiguo Saturno? Asimétrica, por supuesto, porque tenía que actuar en una dirección que correspondiera a la dirección del cuerpo de izquierda a derecha. ¿Cómo era la estructura del cuerpo etérico cuando fue creado en el Sol? Era asimétrica, porque tenía que colocarse en la dirección que hoy corresponde a la dirección de derecha a izquierda en el ser humano. Pero la evolución prosigue. No se detiene en el efecto del antiguo sol, sino que ahora se añade el efecto de la luna. El cuerpo físico sigue desarrollándose; su forma sigue moldeándose. Si este efecto lunar no se hubiera producido, en relación con su cuerpo físico, el hombre habría seguido siendo un ser asimétrico unilateral. Pero la formación de este cuerpo físico continuó en la Luna, y todo lo demás continuó en la Tierra. Así que tuvo que ocurrir algo que cambió toda la formación anterior, convirtiéndola en otra completamente diferente. Tuvo que haber una inversión, por así decirlo, un intercambio de direcciones. Lo que tenía que ocurrir para evitar la unilateralidad tenía que producirse desde el otro lado. Es decir, mientras que la dirección impresa en la formación del cuerpo físico por Saturno era de izquierda a derecha, ahora había que equilibrarla de nuevo con una formación de derecha a izquierda. ¿Cómo ocurrió esto?

Ya en conferencias anteriores les expliqué que durante el período de la antigua luna, el sol se separó de la luna, y que ahora las fuerzas trabajaban desde afuera, ya no desde el mismo lado, desde el cuerpo lunar. Lo mismo ocurrió con el cuerpo etérico a medida que avanzaba la formación. Lo que había sido del cuerpo físico hasta el tiempo de la antigua luna, se recibía del lado que ahora venía del sol externo. Sí, pero Lemand podría decir, tampoco podemos comprender, puesto que este otro lado se formó mucho más tarde, ¿Por qué no es mucho más pequeño que el otro? ¿Por qué ambos lados son simplemente simétricos?.

Recuerden otra cosa que les dije sobre esto. Ciertas entidades, más desarrolladas para desplegar efectos más fuertes, tuvieron que separarse de la antigua Luna y también de la Tierra. Precisamente para poder ejercer efectos más fuertes en la formación de derecha a izquierda que los que ejercieron en Saturno, estas entidades tuvieron que conquistar una ubicación diferente, más elevada. Pues no lo tenían tan fácil como los seres de Saturno cuando se habían revestido unilateralmente del cuerpo físico humano. Ya tenían que superar lo que había allí de la evolución anterior. Todo el proceso de formación ya estaba en marcha. Por lo tanto tenían que ser más fuertes, tenían que elegir un lugar fuera de la tierra, en el sol. De esta manera se fortaleció el poder y el otro lado se hizo igual al primero. El cuerpo físico se convirtió en una estructura simétrica.

Por lo tanto, si tienen paciencia, encontrarán confirmado en detalle todo lo que se ha dicho en el curso de las conferencias teosóficas. Las fuerzas educativas pueden rastrearse hasta los órganos humanos individuales. Por supuesto, sería ir demasiado lejos, por ejemplo, que yo en estas escuetas conferencias explicara el lóbulo de la oreja, pero sería factible.

Si recuerdan lo que se dijo ayer: que las corrientes se producen de adelante hacia atrás, y que éstas son los efectos del cuerpo sensorial, las emanaciones del cuerpo sensorial en el organismo humano, mientras que las corrientes del alma sensible van de atrás hacia adelante, entonces tenemos dos corrientes que trabajan una contra la otra en una dirección, de adelante hacia atrás y de atrás hacia adelante. ¿Cómo imaginar ahora que las corrientes del cuerpo sensorial de delante hacia atrás y las corrientes que van del alma sensible de atrás hacia delante construyen el organismo humano? Podríamos ilustrarlo con un pequeño esquema.

Como he dicho, el cuerpo físico, el cuerpo etérico y el cuerpo principal del cuerpo astral ya estaban allí, y ahora vienen esas corrientes que, procedentes del cuerpo sensorial, se abren camino en el organismo humano de adelante hacia atrás. Y trabajan de tal manera que forman en el organismo humano toda clase de órganos en lo que ya está allí. Ahora, supongamos que el alma sensible trabaja en el organismo de atrás hacia adelante. Este trabajo es interno, porque es el alma sensible. Las corrientes se acumularán en la parte delantera. Se acumularán de tal manera que cuando penetren en el organismo físico, se superpondrán a lo que formen allí. Allí las corrientes del alma sensible van hacia delante, y penetran allí donde el cuerpo físico está limitado. Mientras que las corrientes del cuerpo sensorial penetran de fuera a dentro, -porque el cuerpo sensorial está en el exterior-, las corrientes del alma sensible van de dentro a fuera. Así que debe haber algunas aberturas en ese lugar, deben perforarse algunos agujeros. Hay corrientes que van de atrás hacia adelante y corrientes que van de adelante hacia atrás. Las corrientes que van de atrás hacia adelante emanan del alma sensible, de algo interior; se abren camino hasta el organismo físico.

Cuando se mira este esquema, se tiene la visión lateral de un rostro humano: delante están las corrientes que taladran los órganos de los sentidos, el órgano de la vista, el órgano del olfato, el órgano del gusto, y viniendo de detrás hacia delante las fuerzas formativas que recubren el cerebro. Han visto de lado el diagrama de la estructura de la cabeza humana.

Así que podemos decir: Si lo que dice la ciencia espiritual es cierto, entonces esta cabeza humana no puede tener en realidad un aspecto diferente del que tiene en realidad. ¿Dónde está la prueba de lo que afirma la ciencia espiritual? La ciencia espiritual demuestra: Si se suponía que una cabeza humana debía llegar a existir, tenía que tener este aspecto. ¿Pregúntenle a la cabeza humana si tiene este aspecto? ¡Cierto, así es! He ahí la confirmación, la prueba de esto, que nos da el propio mundo de las apariencias.

O consideren ahora otro hecho. La acción del cuerpo sensorial va hacia dentro, y la acción del alma sensible va de dentro hacia fuera, pero aún así se estanca antes de llegar al exterior, permanece, por así decirlo, retenida dentro del cuerpo físico del cerebro. No puede salir; sólo sale en los puntos donde se encuentran los agujeros que se le practican por delante. Ahí es donde sale la actividad del alma sensible; ahí es donde emerge. De modo que tenemos una parte de nuestra vida interior que se derrama hacia fuera como el alma sensible. El alma sensible todavía puede hacer esto.

El alma racional es incapaz de esto. También permanece en su interior; debe comportarse de la misma manera en sus efectos. Se queda completamente retenida.

Ella no puede salir al exterior porque no encuentra corrientes del exterior. Por consiguiente, el pensamiento humano discurre en su interior; no puede salir al exterior. El hombre debe pensar dentro de sí mismo. Las cosas no piensan por él ni le muestran los pensamientos de fuera, sino que él debe llevar los pensamientos hacia las cosas. Podría decirse, que ese es el gran secreto de la relación de los pensamientos humanos con el mundo exterior. Los pensamientos no le llegan al hombre por medio de los órganos de los sentidos; por lo que si los propios órganos de los sentidos tienen una irregularidad, fácilmente se producen ilusiones sensoriales. Pero mientras que en la vida normal los sentidos no pueden errar, el intelecto, que no puede relacionarse con las cosas, sí lo puede hacer. Es el primer miembro del ser humano que puede errar, porque su actividad se delimita al interior del cerebro, porque su actividad no sale al exterior. ¿Qué se deduce de esto? Se deduce que es totalmente imposible que el hombre tenga pensamientos sobre el mundo exterior y que piense algo correcto sobre el mundo exterior, si dentro de sí mismo él no tiene una disposición para permitir que surjan pensamientos correctos. De esto se desprende que si los pensamientos correctos no surgieran dentro de él, el mundo exterior nunca podría proporcionarle al hombre pensamientos correctos. Puede darle sensaciones correctas. Pero las percepciones sensoriales no pueden pensar. El pensar, sin embargo, está sujeto al error, y el hombre debe tener el poder dentro de sí mismo para la rectitud del pensar.

Para quien quiera reflexionar, lo demuestra por sí solo el siguiente hecho:

Si en el hombre deben surgir pensamientos correctos sobre las cosas del mundo exterior y sin embargo en la vida presente no puede entrar en contacto con estas cosas, es porque esto apunta a una existencia pre-temporal del hombre. Piensen por un momento: El hombre debe tener pensamientos correctos acerca de la sabiduría del mundo, pero no puede en absoluto salir con sus pensamientos. Lo que fluye a través de las cosas del mundo exterior como sabiduría también debe surgir dentro de él. Y hay un límite entre ambos; los dos no pueden juntarse en absoluto. ¡Entonces deben haber estado juntos alguna vez! Eso fue en aquellos tiempos prehistóricos en los que el yo humano todavía no detenía estas corrientes de arriba hacia abajo, sino que las dejaba pasar libremente. Por lo tanto, necesariamente la conclusión de esto es que el hombre, en otro tiempo, debe haber estado organizado de manera diferente, que lo que hoy es el pensar en el cerebro, en otro tiempo fue como la percepción sensorial del ojo, conectado con el mundo exterior, de modo que el hombre veía sus pensamientos.

¿Qué significa eso de que miraba lo que ahora sólo pueden pensar? Significa que tenían clarividencia. Pero como el yo es precisamente lo que separaba al hombre de la antigua clarividencia, el yo aún no estaba allí en aquel tiempo. Por lo tanto, debemos llamarla una clarividencia que aún no está iluminada por el yo, que todavía es tenue. Y de esta manera casi podemos juntar la palabra que usamos para la antigua clarividencia: el hombre debe haber tenido una clarividencia tenue. Debe haber pasado por estados anteriores en los que tenía una clarividencia tenue.

Una vez más, es la organización actual la que nos muestra que en tiempos pasados el hombre vivía con una organización diferente. Si lo que se ha dicho es cierto, de ello se deduce algo muy importante para la vida práctica. Se deduce que para todas las condiciones del mundo sensorial la percepción sensorial, -aparte de las ilusiones sensoriales-, es algo que puede expresar la verdad. Porque en lo que respecta a la percepción de los sentidos, el hombre está en relación directa con el mundo exterior, en contacto directo con el mundo exterior. De ello se deduce también que el hombre sólo puede saber algo de lo que hay en su interior mediante el poder de su intelecto. Por ejemplo, cuando el yo fluye hacia dentro, de echo está dentro. Por lo tanto, cuando el hombre aplica su pensamiento al yo, es muy natural que este pensamiento sobre el yo, -puesto que está dentro-, sea capaz de decidir algo sobre este yo. Esto lo han visto en las conferencias del Dr. Unger. Y ahora también podrán localizar el proceso. El encuentro del alma racional con el yo es lo que produce el pensamiento puro, el pensamiento interiormente dirigido. Y ustedes se darán cuenta de que este pensar, que se capta a sí mismo, no puede estar expuesto al error, como ocurre con el pensar que vaga por el mundo exterior y quiere obtener sus juicios de las cosas. Pues con su contemplación del mundo externo, este pensar sólo puede llegar tan lejos en la medida en que pueda encontrar primero en sí mismo los conceptos, la verdad acerca de las cosas externas. Frente a las cosas, el hombre debe mantener sus conceptos como imágenes reflejas. Las cosas mismas sólo pueden mostrar el lado sensorial. El hombre debe permitir que los conceptos de las cosas, los pensamientos de las cosas, surjan dentro de sí mismo a partir de una correcta disposición a la verdad. ¿Qué es, entonces, lo único que tenemos para discernir en el mundo exterior? En realidad, el hombre sólo tiene capacidad de juicio sobre aquello del mundo exterior que se presenta inicialmente a sus sentidos. Lo que escapa a los sentidos no puede ser sopesado por los propios sentidos. Entonces, ¿Qué es lo que hay en el hombre que sólo aparece en su verdad? En el hombre, -y también en los demás seres de la naturaleza-, sólo y únicamente es veraz aquello que se presenta en el plano físico, y que los sentidos pueden ver realmente. En cuanto algo se sustrae a los sentidos en su inmediatez, entonces él no puede hacerse ningún juicio sobre el asunto desde el plano físico. Pues en ese momento el intelecto, si no está guiado y dirigido por la rectitud interior o disposición a la verdad, tendrá necesariamente que caer en toda clase de errores.

Me gustaría ilustrar este punto con un ejemplo. Les presentaré dos enseñanzas. Una la conocen ustedes por la investigación científico-espiritual: la enseñanza de las formas por las que ha pasado el hombre en los primeros estados de existencia a través de los tiempos atlantes, lemúricos y demás hasta la antigua existencia lunar, solar y saturniana. La investigación científico-espiritual les mostrará por qué estados pasó el hombre. Y hoy hemos visto un ejemplo de lo maravillosamente que nos parece comprensible lo que ven los sentidos, cuando realmente hacemos nuestra esta doctrina de la descendencia humana y la procesamos en el mundo exterior. Y uno se puede convencer cada vez más de lo asombroso que es que todo lo externo proporcione la confirmación de lo que la investigación científico-espiritual establece a partir de los hechos del mundo espiritual.

Tomemos ahora como contrapartida la investigación sensorial, la teoría sensorial de la descendencia, que sólo se ha desarrollado en tiempos más recientes. Aquí vemos sobre todo que se ha establecido una ley importante, que ya mencioné ayer: la ley biogenética básica, que establece los hechos externos de tal manera que el hombre en su estado embrionario experimenta brevemente todas aquellas formas que nos recuerdan a ciertas formas animales; en ciertas etapas nos recuerda a un pececillo etcétera. Se podría decir que repite las diversas formas del reino animal. Ahora todos ustedes saben que especialmente en la etapa en que esta doctrina de la descendencia se había vuelto desenfrenada, se concluyó a partir de este mundo de hechos que el hombre realmente había pasado por estas formas en el pre-mundo, formas que se muestran repetidamente en su estado embrionario. Ante este hecho uno quisiera decir: Fue una verdadera suerte para la humanidad que esta observación permaneciera oculta durante tanto tiempo por el cuidado de los dioses hasta el momento en que pudo ser corregida por la ciencia espiritual casi simultáneamente, -las cosas casi siempre se superponen-, después de haberse establecido en sus formas más salvajes. El estado embrionario por el que pasa el hombre hasta el momento en que aparece en el plano físico para la percepción de los sentidos, fue envuelto por los dioses y no pudo ser observado. Pues si se hubiera observado antes, el hombre podría haberse formado ideas aún más erróneas al respecto. Los hechos son, por supuesto, correctos, porque se observan a través de los sentidos. Pero si hay que emitir un juicio sobre ellos, entonces lo que entra en consideración es el poder del alma racional. Uno no puede acercarse a lo que no puede ser visto por los sentidos. Por lo tanto, si no cuenta con el sistema de la verdad en su interior, está necesariamente sujeta a error. Y aquí tenemos un ejemplo sorprendente de cómo la facultad de juzgar, que procede del alma racional, puede navegar en el error.

El hecho de que el hombre en cierta etapa de su vida embrionaria se parezca a un pececito. ¿Qué muestra? Esto muestra que el hombre no puede utilizar lo que es de la naturaleza del pez, por lo que tuvo que expulsarlo antes de comenzar su existencia humana. Y la siguiente forma embrionaria es de nuevo una que el hombre tuvo que expulsar porque no le es propia, del mismo modo que el hombre tuvo que expulsar todas las formas animales porque no le son propias. El hombre no podría haber llegado a ser hombre si alguna vez hubiera aparecido en la tierra en una forma tal como son estas formas animales. Tuvo que separarlas de sí mismo precisamente para poder llegar a ser humano. Si ustedes profundizan en estos pensamientos de la manera correcta, también llegarán a un discernimiento correcto. ¿Qué demuestran los hechos de que el hombre en la fase embrionaria, por ejemplo, se parece a un pececillo? Estos hechos demuestran que nunca se ha parecido a un pez en el curso de su linaje, que ha rechazado la forma de pez en la línea misma de su desarrollo, que no podía utilizarla porque no se le permitía parecerse a ella. Tomemos ahora todas las demás formas sucesivas que la ciencia moderna nos muestra en las formas de vida de los embriones. ¿Qué muestran estas formas? Muestran todo lo que el hombre nunca fue en la prehistoria, lo que tuvo que expulsar de sí mismo. Muestran todas aquellas imágenes a las que nunca se ha parecido. Así, a través de la embriología, uno puede en verdad aprender lo que el hombre nunca ha parecido en los tiempos prehistóricos. Así se puede aprender todo aquello por lo que el hombre no ha pasado, sino que ha expulsado. Pero si de esto se saca la conclusión de que el hombre desciende de todo esto, que ha pasado por todo esto para llegar a su estado actual de desarrollo, entonces se está en el mismo punto de vista que quien dice, por ejemplo: Aquí está el hijo, aquí el padre. Si comparo a los dos, nunca volveré a creer que el Hijo desciende del Padre.  Creeré que el Hijo desciende de sí mismo, o el Padre del Hijo. - Es precisamente el orden inverso de la evolución el que se ha adoptado navegando en el error, por el hecho de que la mente se ha mostrado realmente muy poco apta para pensar con veracidad estos hechos de la realidad. Ciertamente, estas imágenes de la prehistoria son sumamente importantes para nosotros, porque nos permiten reconocer aquello a lo que nunca nos hemos parecido.

Pero esto puede reconocerse mucho mejor por otra cosa. Puede reconocerse por aquellos ámbitos que nos brinda el propio mundo sensorial externo, que no se nos escapan. A saber, todas estas formas se nos ofrecen también en el mundo externo. Podemos observarlas mediante aquello que podemos llamar la percepción humana ordinaria, correctamente utilizada. Cuando los hombres aún no tenían sólo esta observación, cuando no aplicaban su intelecto a lo que está limitado a la percepción sensorial, sino a lo que se despliega ante la percepción sensorial, no llegaban a esa conclusión falsa. Por supuesto, en aquellos días los hombres no juzgaban su descendencia utilizando su intelecto, sino usando su sentido natural y directo de la verdad. 

Ellos observaban al mono y sentían esa peculiar sensación que toda mente cuerda siente cuando mira a un mono, y que no puede compararse a otra cosa que a un cierto sentimiento de vergüenza. Y este sentimiento de vergüenza era más verdadero que lo que la mente errada dijera después. En este sentimiento de vergüenza residía el criterio emocional de que el mono es en realidad un ser que se alejó de la corriente humana, un ser que fue dejado atrás, que proviene del linaje humano y que tuvo que ser separado. Por tanto, existía la sensación de que el hombre sólo podía haber alcanzado su altura actual teniendo primero que separar de sí mismo lo que se había convertido en la forma simiesca actual. Si lo hubiera conservado, nunca habría podido convertirse en hombre. Esto radica en el sentimiento natural y sano. Más tarde las cosas fueron investigadas por el intelecto, ¡y entonces el intelecto reveló el error de que el hombre dijera que la forma humana procedía de la corriente de los simios! Eso es un error. Cuanto más piensen en ello, más se darán cuenta de lo profundamente justificado que está lo que se acaba de decir. Que el hombre descendió de los simios es un error, del que se darán cuenta a partir de algo bastante ordinario.

Supongamos que consideran aquellas partes de la naturaleza humana que están abiertas a su propia percepción como lo que observan en sí mismos, u observan aquella parte de la naturaleza humana que pueden observar en otras personas, también como aquello que está dado a la observación sensorial. Puesto que en el hombre confluyen dos corrientes, la corriente del cuerpo sensorial de delante hacia atrás y la corriente del alma sensible de atrás hacia delante, debemos distinguir entre lo que se nos presenta en el hombre cuando estamos frente a él, entre lo que actúa de delante hacia atrás como corriente del cuerpo sensorial y lo que actúa de atrás hacia delante como corriente del alma sensible. Miremos a una persona a la cara desde este punto de vista. En la medida en que vemos a la persona a través de nuestros sentidos, la imagen es, por supuesto, correcta. No podemos equivocarnos al respecto; esto viene dado por la observación sensorial. Pero ahora viene, aunque aquí todavía en un nivel subconsciente, el intelecto humano. Y aquí se equivoca inmediatamente en un ejemplo casi clásico. Porque, ¿Cómo considera el rostro humano en lo que respecta a sus fuerzas formativas? Lo considera como algo construido de algún modo desde el exterior. En realidad, lo que vemos en el rostro humano lo construye el alma sensible desde dentro hacia fuera. Y juzgamos erróneamente cuando miramos el rostro de una persona y decimos que se trata absolutamente de un cuerpo externo. Debemos decir: Lo que los sentidos ven aquí es la imagen exterior del alma sensible, del alma en general, que obra exteriormente. Si ustedes interpretan el rostro humano como un alma, y si desvían su atención del hecho de que podría ser un cuerpo, entonces aciertan en su juicio. He ahí  un tremendo trabajo de engaño: miran un rostro humano, la imagen de un alma, y lo toman por un cuerpo al mirar la imagen del alma. Sólo la imagen del alma, por supuesto. -Este es precisamente el punto de vista fundamentalmente erróneo, en él muestra cómo el hombre malinterpreta inmediatamente las cosas cuando entra en consideración su capacidad de juicio, su intelecto. El ser humano sólo puede captar correctamente las imágenes exteriores cuando las comprende de la manera correcta, cuando habla de que el semblante humano es la imagen del alma, y que todo lo que se puede aprender sobre este semblante humano a partir de las meras fuerzas que entran en consideración como fuerzas de naturaleza física o etérica conduce a una explicación falsa. Pues este semblante humano debe interpretarse a partir de las fuerzas del alma misma, lo visible a partir de lo invisible en este caso. Cuanto más profundicen en la ciencia espiritual, más se darán cuenta de que se trata de una alta escuela de pensamiento, en la que debe cesar el modo de pensar caótico que hoy domina todos los círculos, y sobre todo los científicos. Por lo tanto, a veces puede ser agotador para ustedes oír lo que se les dice aquí, especialmente en lo que se refiere a los pensamientos que tienen que formarse. Pero la ciencia espiritual es también la alta escuela del pensamiento lógico, porque nos obliga a interpretar correctamente las cosas del mundo. Y también debemos interpretar correctamente ciertos fenómenos que conducen desde el ámbito de la antroposofía del ser humano individual, al ámbito de la antroposofía de la humanidad en su conjunto.

Volvamos a recordar nuevamente aquello que hemos llamado el sentido del sonido, y el sentido del concepto o de la ideación, y preguntémonos con respecto al desarrollo humano en la tierra: ¿Se desarrolló el hombre de tal manera que surgió primero el sentido del sonido o el sentido del concepto o de la ideación? -Con esto en realidad hemos hecho mucho si podemos examinar el desarrollo humano en este campo inferior de tal manera que podamos responder a la pregunta: ¿Aprendió primero el hombre a comprender las palabras, o aprendió primero a percibir y comprender las ideas que le llegan? Esta pregunta no pertenece realmente al campo de la ciencia espiritual, porque todo el mundo puede responderla observando cómo aprende el niño a hablar y a percibir pensamientos. Todo el mundo sabrá que el niño aprende primero a hablar y sólo después a percibir pensamientos. El habla es el requisito previo para la percepción de los pensamientos. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que el sentido auditivo es el requisito previo para el sentido de la ideación, conceptualización. El niño aprende a hablar porque puede oír, porque puede escuchar lo que su sentido auditivo puede percibir, y el hablar mismo es entonces mera imitación. Por lo tanto, también descubrirán que el niño siempre imita los sonidos del habla mucho antes de comprender algo que ya es un concepto. Observen y presten atención y verán que es así: el sentido auditivo se desarrolla primero, y sólo a partir del sentido auditivo se desarrolla el sentido conceptual. El sentido auditivo es pues, la posibilidad de percibir no sólo tonos, sino también eso que llamamos sonidos, los sonidos del habla. Y ahora se nos plantea la pregunta: si el hombre, en el curso de su desarrollo, llegó a ser capaz de percibir sonidos y, como consecuencia de ello, llegó a ser capaz de adquirir el habla, ¿Cómo debió ocurrir esto? ¿Cómo ha podido llegar el hombre al habla en el curso de su desarrollo?

Aquí debemos darnos cuenta de una cosa. Puesto que el hombre había de aprender a hablar, no sólo a oír, sino a aprender a hablar, no sólo era necesario que desde fuera se le acercase algo y que percibiese algo, sino que era necesario que algo dentro de él tomara el mismo camino que toman las corrientes del alma sensible cuando penetran desde atrás hacia delante. Tal cosa era necesaria. Así pues, durante la evolución humana tenía que producirse una corriente en el alma sensible que actuara en la misma dirección que las corrientes del alma en general que producen lo que se produce por el movimiento de atrás hacia delante. Esto tuvo que producirse para que surgiera el habla. Pero este habla debía llegar antes que el sentido de conceptualización, debía llegar antes de que fuéramos capaces de sentir en las palabras mismas, -incluso en las palabras que pronunciamos-, lo que es conceptualización. La humanidad tenía que aprender realmente a emitir sonidos primero y a vivir en la percepción de estos sonidos antes de asociar ciertas ideas a estos sonidos, algo que sólo llegaría más tarde. Al principio era algo que todavía no era un concepto o una idea, sino una sensación de lo que impregnaba los sonidos cuando se emitían. En eso se basaba el habla.

Este desarrollo tuvo que tener lugar en un momento en el que la reorganización, el enderezamiento del sistema de circulación sanguínea ya se había producido, porque los animales no pueden hablar. El yo tenía que trabajar desde arriba hacia abajo. Pero aunque este yo, que trabajaba de arriba hacia abajo, ya existía, la humanidad no podía conceptuar. Porque el sentido conceptual aún no se había desarrollado. ¿Qué se deduce de esto? Se deduce que el hombre no pudo haber recibido el habla por mediación de su propio yo, sino a través de otro yo, que podemos comparar con el yo grupal animal. En este sentido, el habla es realmente un don de los dioses. Fue inculcado al hombre desde arriba en la forma que toma el yo, cuando el yo aún no era capaz de formar el habla por sí mismo. Así que el yo que fluía desde arriba no era capaz de formar el habla. Todavía no tenía en su interior los órganos que podrían haber dado el impulso para formar el habla. Eso tenía que hacerlo el yo grupal. Pero ahora el ser humano ya estaba acabado. El ser humano ya era un ser humano erguido. Para que surgiera el habla, el yo grupal tenía que trabajar en el organismo físico, etérico, etc., desde arriba hacia abajo,. Una corriente fluía hacia este yo grupal desde abajo. La corriente del yo grupal bajaba desde arriba, y una corriente subía desde abajo, con la cual se encuentra la corriente del yo grupal. Estas se juntan y crean una especie de vórtice. Si se dibuja una línea recta a través del centro de la laringe, ésta es la dirección de la corriente que utilizaron los espíritus que nos dieron el habla. Y de la acumulación de estas dos corrientes surgió en la materia física la forma peculiar de la laringe humana. Con esto debemos decir, sin embargo, que el hombre tuvo que formar este habla bajo la influencia de un alma grupal que vivía en torno a la tierra.

Se acordarán de cuando les hablé de cómo trabajan las almas grupales realmente en la tierra. Les decía que el animal tiene su médula espinal en posición horizontal, a través de la cual pasa la corriente del alma grupal. Pero estas corrientes de fuerza de arriba hacia abajo giran continuamente alrededor de la tierra, al igual que giraban alrededor de la antigua luna. Son, pues, corrientes que no permanecen donde están, sino que dan vueltas alrededor de la tierra como corrientes verticales. Las almas grupales, que son perpendiculares en su dirección orbital, vagan alrededor de la tierra en círculos. ¿Qué se deduce de esto? Si el hombre hubiera de aprender a formar el habla bajo la influencia de las almas grupales, entonces esto no podría suceder de tal manera que pudiera permanecer en el mismo lugar donde estaba, sino que tendría que moverse, tendría que vagar, trasladarse de una región a otra, para ir en la dirección del alma grupal. El hombre nunca habría aprendido a hablar si hubiera permanecido en el lugar donde estaba cuando aún no sabía hablar.

Preguntémonos ahora: ¿En qué dirección debió ser conducido el hombre en aquella época? - Se puede averiguar esta dirección muy fácilmente de la siguiente manera. Sabemos que las corrientes etéricas en el hombre fluyen de derecha a izquierda, que las corrientes físicas fluyen de izquierda a derecha. Ahora bien, ¿Dónde están las almas grupales que dotaron al hombre de habla? Nos acercamos a la respuesta a esta pregunta por la siguiente consideración.

Observemos la tierra en su peculiar formación. Si consideramos que el hombre aprendió el habla en una época en la que, por así decirlo, él ya estaba acabado, admitiremos que fue necesaria una fuerte corriente, pues la laringe en su forma blanda tuvo antes que ser transformada en la laringe humana. Esto tuvo que ocurrir en condiciones terrenales completamente diferentes de las que tenemos hoy ante nosotros. Pero, ¿Cómo debían ser?

Veamos la Tierra. Imaginemos que nos situamos en la Tierra mirando hacia el Este; detrás tenemos el Oeste, a la izquierda el Norte y a la derecha el Sur. Ahora veamos qué extraño hecho surge. Las corrientes en el hombre que están relacionadas con la formación del cuerpo físico humano van de izquierda a derecha. Estas corrientes también están presentes en el mundo exterior y por lo tanto también estaban presentes durante la formación de la tierra. Ahí están las fuertes corrientes que vienen del norte y van hacia el sur. Ahí están las corrientes que originan la materia física. En el otro lado tienen las corrientes etéricas, que van de derecha a izquierda y que no tienen por objeto hacer cada vez más densa la materia física. Por lo tanto, en la Tierra todavía se puede ver la unilateralidad, la asimetría: en la dirección en la que se encuentra la corriente física, está la mitad norte con sus continentes. Aquí es donde se contrae la materia física condensada. Y al otro lado, en la mitad sur, tienes las vastas extensiones de mar. Del norte viene la corriente que es esencialmente igual a la corriente de izquierda a derecha en el hombre; del sur viene la corriente que es esencialmente igual a la corriente de derecha a izquierda en el hombre. Veamos ahora las otras dos corrientes en el hombre: la corriente que va de delante hacia atrás y la otra de atrás hacia delante. La corriente de delante hacia atrás, como hemos visto, va del cuerpo sensorial al alma sensible, al alma en general; la otra corriente va hacia fuera. Si ustedes lo consideran ahora, -pero les pido que lo consideren con mucho cuidado; no es muy fácil-, entonces se dirán: Para aprender a hablar, tuvo que suceder que el ser humano creara una corriente que se abriera camino desde el interior hacia el exterior, es decir, hacia el cuerpo sensorial. Así que tuvo que ir hacia una corriente anímica grupal y ofrecerle su organización interior para que allí se acumulara lo que pudiese formar su propia laringe. Tuvo que ir hacia una corriente de este tipo dentro de nuestro círculo terrestre, que pudiera trabajar en su astralidad. Así que cuando uno se proponía aprender a hablar, no había que tomar ni la dirección hacia el norte ni la otra dirección hacia el sur sino la otra dirección, que es perpendicular a ella. A partir de esto se comprenderá que cuando debía aprender a hablar el hombre tenía que moverse en dirección oeste-este o este-oeste. La ciencia espiritual dice que el hombre vivió una vez en la antigua Lemuria, donde ahora se encuentra el mar entre Asia y África. Allí fue donde se propuso aprender el habla. No podía moverse hacia el sur ni hacia el norte; tenía que moverse hacia el oeste, y se trasladó a la antigua Atlántida. Allí se movió, -en este camino hacia la antigua Atlántida, hacia el oeste-, al encuentro de aquellas almas grupales que podían producir en él el habla. Si realmente comprenden ustedes el organismo del habla humana, encontrarán la verdad de lo que se desprende de las observaciones de la ciencia espiritual. Así es como el hombre aprendió el habla en la antigua Atlántida.

No obstante, a continuación debe desarrollar el sentido conceptual a través del habla. No debe detenerse en el mero hablar, sino pasar al sentido de la conceptualización. ¿Cómo podría ocurrir esto?

Por supuesto, él no podía continuar en la misma dirección. Tuvo que ir en la dirección opuesta con la misma corriente. ¿Por qué entonces? Hemos visto lo que ocurre realmente cuando surge la conceptualización a partir del sentido del sonido o auditivo. Hemos visto cómo, a partir de la melodía surge el sonido, cuando ésta se convierte en una armonía, luego se prescinde de los tonos fundamentales y sólo se capta el sistema de armónicos. Por consiguiente, para desarrollar el sentido conceptual, hubo que dejar fuera del habla lo que se había desarrollado por uno y otro lado. El hombre tuvo que dar marcha atrás después de haber aprendido a hablar. Tuvo que trasladarse de la Atlántida a Oriente para seguir desarrollando el sentido del concepto en el hablar que había aprendido. Y aquí encontrarán ustedes el significado de los movimientos migratorios, que la ciencia espiritual les muestra diciendo que los antiguos atlantes, que estaban maduros para ello, se pusieron a peregrinar desde el Oeste hasta el Este de nuevo. Así pudieron desarrollar el sentido del concepto de manera provechosa. Pero entonces también se deduciría que si la humanidad hubiera viajado en dirección contraria, es decir, hacia el oeste, no habría podido desarrollar el sentido del concepto de forma provechosa. También en aquella época una parte de la humanidad viajó en dirección contraria: son los nativos americanos. ¿Por qué no fueron capaces de permanecer? ¿Por qué hubo que serles trasladado después lo aprendido en Oriente? Debido a que se habían movido en la dirección opuesta. Este es el destino cósmico de los nativos americanos, que habían viajado en dirección contraria.

De este modo, casi puede captarse con las manos lo que la investigación científico-espiritual les dice. Puede comprenderse toda la organización de la Tierra. Todo lo que se ve en la disposición de los continentes, los continentes, los mares, lo que se ve en la migración de los seres humanos, se puede comprender si se conoce el secreto de esas corrientes que hemos aprendido antroposóficamente en el propio ser humano. Y así la antroposofía nos conduce realmente a esa vida a través de la cual el hombre y el mundo exterior se vuelven transparentes y comprensibles para nosotros. Y aún hay más.

Podemos seguir preguntándonos: Pero seguramente la humanidad, después de haber desarrollado el sentido del concepto, debía seguir aprendiendo; esta humanidad no debía quedarse sólo con las ideas, sino progresar hacia los conceptos. Entonces tuvo que ascender de nuevo desde el mero sentido de la ideación a la vida anímica. De nuevo tenía que tomar la dirección opuesta. La humanidad toma primero la dirección hacia Oriente para llegar a la vida conceptual. Los conceptos puros, que primero tuvieron que ser conquistados de nuevo a través de una migración hacia atrás, sólo pudieron ser alcanzados de nuevo en Occidente, y de hecho después de haber migrado hacia Occidente. También podríamos comprender en detalle las migraciones de los pueblos a través de las cuatro épocas culturales post-atlantes si tuviéramos tiempo para recopilar todo lo que la Antroposofía nos aporta al respecto. Se obtendría un tejido maravilloso de las fuerzas espirituales que actúan en toda la formación de la tierra, incluida la humanidad.

Hasta ahora hemos examinado las corrientes que van de arriba abajo, de derecha a izquierda, de delante hacia atrás, etcétera. Pero en cierto sentido llegamos a un punto muerto. Nos vemos retenidos ahí. Realmente no podemos ir más allá. La ciencia espiritual nos muestra ahora que por encima del sentido conceptual hay un sentido imaginativo, un sentido inspirativo y un sentido intuitivo, que en la vida anímica ordinaria fluyen hacia dentro, pero en la conciencia clarividente fluyen hacia fuera. La ciencia espiritual nos lo muestra. Y ahora surge la pregunta: Todas estas cosas, si han de vivir en el ser humano físico, también deben construir órganos, también deben funcionar de una determinada manera. Consideremos primero algo que es exclusivo del hombre, algo que todavía no se encuentra de la misma manera en los animales: la actividad anímica interna de la memoria. Porque el hecho de atribuirle memoria a los animales es una fantasía de los científicos naturales. Que los animales muestren fenómenos que pueden explicarse por el mismo principio que en el hombre, no es sorprendente, pero explicarlos como fenómenos de la memoria es una vez más un error. Pues la dirección principal que tiene el animal, y que en el hombre tuvo que erguirse para que pudiera fluir el yo y desarrollarse la memoria, en el caso del animal permanece horizontalmente así como dirigida hacia delante, en la misma posición que en el hombre, de modo que no hay ningún obstáculo para que las corrientes del alma sensible, del alma racional y del alma consciente pasen por allí, pero en ausencia del yo. Por lo tanto, es muy posible que el animal realice acciones que en verdad son inteligentes, pero que en ningún caso están imbuidas de un yo. Por eso no debemos hablar del intelecto de los animales. Este es el comienzo de un gran campo de error en nuestra ciencia actual. Los hechos sólo demuestran que uno puede ser dirigido por una mente sin que él mismo sea inteligente. De eso es de lo que estamos hablando con respecto a los animales. Que uno puede encontrar fenómenos en el mundo animal que pueden ser similares a los fenómenos de la memoria humana es evidente por sí mismo a partir de la forma del animal. Pero hablar de la forma de la memoria es un disparate que confunde todos los conceptos. En la memoria tenemos ante nosotros algo muy distinto de lo que tenemos, por ejemplo, en el mero pensar racional o incluso en la imaginación. En la memoria tenemos ante nosotros el hecho de que una idea que hemos tenido permanece, que cuando termina la percepción todavía permanece allí la impresión, no se trata de que después hagamos algo que se parezca a lo que hicimos antes. Si ésa fuera la esencia de la memoria, el profesor H. tendría razón cuando dice: «Cuando el pollito sale del huevo, puede picotear inmediatamente; por tanto, tiene memoria, porque repite algo que hicieron sus antepasados». Ni siquiera nos hemos dado cuenta de lo que es la memoria cuando llegamos a lo inaudito que tiene lugar hoy en el campo de la psicología. Siguiendo esos razonamientos el reloj también tendría memoria, ¡porque también repite algo que hizo ayer! Se trata de términos equívocos en el sentido más amplio de la palabra. Hay que hablar de memoria cuando una idea permanece interna, no cuando un hecho se repite externamente. Si una idea permanece interna, es porque ha sido retenida por un yo. Esa es la esencia de la memoria, que el yo toma posesión de la idea y la retiene.

Pero si esto ha de concretarse en un organismo humano, entonces también debe formarse un órgano para ello, es decir, el yo del ser humano debe a su vez generar corrientes. Dichas corrientes deben emanar del propio yo hacia las diversas otras corrientes que vienen del frente, de la derecha y así sucesivamente. Las corrientes deben fluir hacia ellas desde el yo. El yo debe verterse en las otras corrientes, en lo que el yo está ausente. El yo debe superar las corrientes. Si una dirección es de afuera hacia adentro, entonces el yo debe ser capaz de crear una corriente en la dirección opuesta dentro de sí mismo.  Aquí pueden ustedes reconocer el punto esencial, según el cual inicialmente el yo todavía no era capaz de esto, por el hecho de que cuando la humanidad aprendió a hablar, tuvo que surgir tal corriente opuesta, y en ese tiempo el yo todavía no era capaz de realizar esa tarea. Tuvo que realizarla un yo grupal que condujera esta corriente hacia el interior del alma. Pero cuando comienza la vida anímica propiamente dicha, en la que está implicado el yo, entonces desde el propio yo, emanan corrientes que se introducen en las corrientes ya existentes.

Cuando el yo inserta una corriente en otra corriente ya existente. ¿Se da cuenta de esto en cierto modo? Sí, el yo se da cuenta de ello con mucha precisión. Hasta que el yo no alcanzó el grado de la conceptualización, por así decirlo, no participaba en el proceso de insertar corrientes en él. Pero si el yo quiere desarrollar una facultad superior, por ejemplo, la memoria, debe insertar una corriente en la corriente ya existente, la cual debe actuar en sentido opuesto a esa otra corriente. Esto se pone de manifiesto en que, a medida que el yo se va desarrollando, se añade algo más a a las tres corrientes del espacio que están inclinadas en ángulo recto. A medida que el yo comienza a desarrollar la memoria, inserta algo en una dirección del espacio en dirección opuesta, y esto lo percibe en la conciencia temporal. Por eso la memoria está vinculada al concepto de tiempo. Una idea que perseguimos no en la dirección del espacio, sino en la dirección del pasado, está inscrita en las direcciones del espacio. Este es el caso de todo lo que el yo forma por sí mismo. Podemos señalar la corriente, -desarrollar esto para ustedes en detalle nos llevaría demasiado lejos-, que fluye cuando el yo forma la memoria. Se trata de una corriente que fluye de izquierda a derecha. De la misma manera, cuando el yo forma algo como hábitos las corrientes fluyen de izquierda a derecha. Estas corrientes de izquierda a derecha, son las que se contraponen a las corrientes anteriores que se formaron sin el yo. Al principio, el yo se opone a ellas.

Cuando observamos la vida anímica, podemos distinguir entre el alma sensible, el alma racional y el alma consciente. El alma racional aún puede resultar equívoca. Ya he dicho que se puede tener entendimiento sin que ello implique ser inteligente. Pues el yo pertenece al entendimiento. Para llegar al yo interiormente, el alma racional debe haberse desarrollado interiormente hasta este yo. Entonces progresa hacia arriba hasta el alma consciente. Ahora bien, se trata siempre de direcciones opuestas. Cuando el alma consciente se hace consciente, la dirección que toma es opuesta a la dirección que sigue el alma racional, que todavía está trabajando en el inconsciente.

¿Demuestra esto en alguna parte que las corrientes del alma racional y las corrientes del alma consciente son opuestas entre sí? En ciertas condiciones terrestres podemos verlo. Piensen por un momento que cuando el ser humano aprende a leer, en cierto sentido es una actividad muy inteligente, que no procede necesariamente del yo inteligente,. Lo que estoy diciendo ahora se aplica principalmente a las condiciones europeas, donde, como saben, la población ha esperado en ciertos aspectos a las condiciones culturales posteriores. Por lo tanto, se llega a algo que ya estaba presente en la cultura greco-latina, cuando el alma racional se desarrolló en lo que se llama escritura. Cuando se formó el alma racional, comenzaron los primeros inicios de la lectura y la escritura; pero eran sólo los primeros inicios. Y este carácter se ha mantenido. Luego vino el efecto del alma consciente. Las actividades conscientes deben tomar direcciones opuestas, porque la corriente del alma consciente actúa en dirección opuesta a la del alma racional. El hombre sólo pudo aprender a calcular cuando hubo desarrollado el alma consciente, pues se trata de una actividad consciente.

Lo que aquí actúa como una dirección se nos evidencia en la imagen siguiente: Los pueblos europeos escriben de izquierda a derecha porque intervienen las fuerzas del alma racional, pero calculan de derecha a izquierda. Cuando suman, por ejemplo, suman de derecha a izquierda. Ahí se ven las dos corrientes diferentes empujándose la una sobre la otra. En la imagen se las ve superpuestas, una es la corriente del alma racional y la otra es la corriente del alma consciente. Esto no ocurre en todas partes. Casi podemos entender la naturaleza de la gente europea con este ejemplo. Podemos ver que los pueblos de Europa estaban destinados a esperar con el alma racional, hasta que llegara cierto momento, para no desarrollar prematuramente el alma consciente. En cambio, otros pueblos ya tuvieron que desarrollar dentro del alma racional lo que en la cultura occidental sólo debía desarrollarse en el alma consciente. Por lo tanto, se les tuvo que dar la oportunidad de lograr con el alma racional lo que los que esperaron sólo pudieron lograr más tarde con el alma consciente. Los pueblos que tenían la misión de crear los preparativos para el alma consciente ya durante el desarrollo del alma racional, para ser pioneros del alma consciente, por así decirlo, son los pueblos semitas. Por eso los pueblos semitas escriben de derecha a izquierda.

En estas cosas no sólo tenemos un medio de comprender al hombre como tal, sino también un medio de comprender todos los fenómenos culturales. A partir de estos hechos podemos comprender por qué, en un determinado momento del desarrollo de la Tierra, la escritura se hace de una forma u otra, por qué la aritmética se hace de una forma u otra. Podríamos ir aún más allá y remontarnos a las formas de las letras que tienen los distintos pueblos, si cuando trazan una línea, lo hacen de izquierda a derecha o de derecha a izquierda, etcétera. El hecho de que un pueblo escriba una letra de tal o cual manera se deduce de la comprensión de estos hechos espirituales.

A partir de tales hechos se puede ver qué misión tiene la ciencia espiritual en el futuro si se trata de arrojar luz sobre la mentalidad de las personas para que puedan ver a través de lo que de lo contrario seguiría siendo incomprensible para ellas.

Tal vez ni siquiera sería correcto que concluyéramos estas consideraciones en este momento. Por eso, mañana se continuarán de una determinada manera, para llegar a una conclusión, aunque sea somera. Así pues, mañana hablaré en sentido antroposófico sobre, digamos, una de las hijas de Goethe. Ustedes saben que yo escribí un artículo titulado «Goethe como padre de una nueva estética». En él describí la paternidad de Goethe en relación con la concepción y comprensión de las artes. Mañana les mostraré ahora a la hija, a la hija de Goethe, en una concepción verdaderamente nueva de la ciencia del arte, de la estética.

Traducido por J.Luelmo mar,2025



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