GA125 Munich, 11 de diciembre de 1910 - Efectos kármicos, la envidia y la mentira en una parte de la vida, devienen en crítica-censura y en debilidad-timidez en otra parte de esa misma vida

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RUDOLF STEINER

Efectos kármicos, la envidia y la mentira en una parte de la vida, devienen en crítica-censura y en debilidad-timidez en otra parte de esa misma vida


Munich, 11 de diciembre de 1910



Hoy quisiera hablar sobre algunas cuestiones antroposóficas de la vida y luego ascender desde estas cuestiones de la vida, desde lo cotidiano hasta lo abarcante, lo fundamental. Esa debería ser la mayor recompensa de nuestros esfuerzos, que aprendamos cada vez más a través de la ciencia espiritual, a juzgar la vida en su verdad, en su realidad, aprender a juzgarla de tal manera, que este juicio en sí mismo pueda conducirnos de la manera más eficiente, más enérgica. Cómo la vida puede colocarnos en el lugar que tenemos que ocupar según nuestro karma, que tenemos que ocupar según cuál sea nuestra mayor o menor misión en el tiempo en que estamos encarnados en el cuerpo terrenal.

Y aquí me gustaría empezar con algunas de las cualidades de la vida que encontramos cada día en nosotros mismos o en nuestro entorno, cualidades de cuyo alcance y significado sólo podemos darnos cuenta cuando podemos verlas a la luz de la ciencia espiritual. Quisiera comenzar con dos vicios de la vida y luego hablar de algunas virtudes, las virtudes de la benevolencia y el sentimiento de satisfacción, y los vicios de la falsedad y la envidia. 

Consideremos primero estos dos vicios con los que a menudo nos encontramos en la vida. No se puede negar que en los círculos más amplios, tanto entre las personas más sencillas como entre las que ya pertenecen, por así decirlo, a los líderes de la vida, existe una profunda, una profunda aversión y antipatía hacia lo que podemos llamar envidia y falsedad. Para nombrar a esas personas que han figurado entre los líderes de la vida, me remito al escultor Benvenuto Cellini y a esos pasajes de su autobiografía en los que dice que debe acusarse a sí mismo de muchos vicios en una buena autoobservación, pero puede decir, sin embargo, que nunca se ha caracterizado por una falsedad que pueda llamarse realmente grave. Este artista encuentra así una cierta satisfacción en el hecho de poder excluir la falsedad de sus rasgos de carácter en su auto-observación. Y a su vez Goethe dice, como resultado de su autoobservación, que debe acusarse a sí mismo de muchas cosas, pero que la envidia, ese feo vicio, en realidad no le había carcomido el corazón. Así vemos, por así decirlo, en las cumbres de la vida, que tanto la mentira como la envidia se perciben antipáticamente, como se dice uno a sí mismo en todas partes donde se está acostumbrado a mirar la vida algo más profundamente, incluso por así decirlo, donde grandes facultades de la vida son peculiares del alma: Debes cuidarte de estos mismos vicios. ¿Y quién negaría que esta profunda antipatía por la falsedad y la envidia atraviesa todos, todos los estratos de nuestra humanidad? Basta con que recuerden lo mucho que les corroería el corazón si tuvieran que decirse a sí mismos en un momento dado con una introspección realmente honesta y correcta: Soy una persona envidiosa. Si tuvieran que admitir esto resueltamente ante ustedes mismos, sentirían sin duda, incluso en esta admisión, que tendrían que emprender algo dentro de ustedes como una lucha contra esta envidia, una batalla contra la envidia. Es un sentimiento profundamente arraigado que la falsedad y la envidia son feas cualidades humanas. 

¿Por qué nos sentimos así? En efecto, la gente no siempre se da cuenta plenamente de por qué siente una antipatía tan profunda hacia esto o aquello. A menudo no se dan cuenta plenamente de lo que yace latente en la parte más o menos subconsciente de su vida anímica y que sin duda está ahí. Ante la envidia y la falsedad, el hombre siente que está ofendiendo algo que está relacionado con el valor más y más humano. Basta pronunciar una palabra y lo sentiremos. La ciencia espiritual debería hacernos comprender poco a poco que, aparte de las personalidades individuales encarnadas en la carne, existe algo así como una humanidad unificada, universal, que mora del mismo modo en todas las almas de la misma manera que lo hace lo divino-humano. Y precisamente es la ciencia espiritual la que nos presenta esto como un gran ideal y nos lleva gradualmente a la comprensión de lo que es universalmente humano. Y en todos los corazones humanos hay algo que, de un modo emocional, siempre se expresa de una determinada manera: Prueben ustedes de buscar un vínculo que mantiene unidas a todas las personas, que siempre serpentea de alma a alma, y lo encontrarán. Y el sentimiento correspondiente se expresa en la palabra «compasión». La compasión es una cualidad humana tan general que tenemos que decir: En esta compasión el lazo que va de un alma a otra se anuncia como oscurecido. Y ahí de nuevo se siente inconscientemente que, precisamente con la falsedad y la envidia se atenta contra la compasión, contra el reconocimiento de lo que es común en todos los seres humanos en el sentido más eminente.

Y cuando envidiamos a alguien, ya sea por sus capacidades o por otras cosas de la vida, entonces pecamos contra la compasión de tal manera que no reconocemos a la persona como lo que realmente debería ser para nosotros, como algo que nos pertenece y de cuyos méritos y dones y buena fortuna deberíamos alegrarnos realmente si nos sintiéramos realmente unidos a ella.

Así que cuando somos envidiosos y mentirosos pecamos contra lo más hermoso de la vida humana, contra la compasión. ¿Y por qué se expresa esto realmente con tanta vehemencia en nuestro desagrado hacia estas dos cualidades? ¿A qué se debe? Pues bien, ambas cualidades o mas bien defectos, pueden mostrarnos realmente cómo se propaga lo que hay en nuestra alma, cómo progresa hacia las envolturas de nuestro ser y qué significado tiene para estas envolturas.

La envidia es algo que, para la observación oculta, -si está presente en un ser humano-, se expresa claramente en una constitución muy específica del cuerpo astral. Y una persona envidiosa, por mucho que sea capaz de ocultar esta envidia al mundo exterior, esa envidia la revela en su cuerpo astral. Nuestro cuerpo astral tiene características básicas muy específicas. Aunque sea diferente en cada persona y muestre las más variadas diferencias en diferentes personas, tiene sin embargo, ciertas características básicas. Y si lo observamos con visión clarividente como un aura, tiene características de color muy específicas. En la persona envidiosa éstas se desvanecen de forma alarmante, se vuelven débiles y apagadas. Y el cuerpo astral de una persona envidiosa se vuelve hasta cierto punto pobre en fuerza, fuerza que debería suministrar a todo el organismo humano.

En el caso de la falsedad, ésta, al igual que todas las mentiras, se expresa en el cuerpo etérico. El cuerpo etérico pierde vitalidad y energía vital cuando una persona es mentirosa. Esto puede observarse incluso externamente. Aunque suene extraño para nuestra época, es cierto que en las personas que mienten mucho, por ejemplo, las heridas son más difíciles de curar que en las personas sinceras, en igualdad de condiciones. Por supuesto, no debemos sacar conclusiones absolutas; también puede haber otras razones. Pero en igualdad de condiciones, las heridas son más difíciles de curar en las personas que mienten que en las que dicen la verdad. Es bueno prestar atención a estas cosas en la vida. Y es fácil de explicar. El cuerpo etérico del hombre es el principio real de la vida, es el que debe contener las fuerzas de la vida. Pero éstas están minadas por la falsedad. De modo que el cuerpo etérico no puede liberar suficiente vitalidad como es necesaria para la curación, debido a la falsedad este cuerpo etérico ha sido privado de su vitalidad, si no tiene eso, que siempre ha estado impregnado por esos movimientos, por esos hechos, que derivan de la veracidad. Deberíamos prestar atención a esas cosas, pues comprenderemos mejor la vida en muchos aspectos si lo hacemos.

Ahora saben que debemos ver lo que se acerca al hombre a la luz de dos poderes que ejercen su influencia sobre la vida humana a medida que ésta se desarrolla de encarnación en encarnación. Debemos considerar la vida humana bajo la influencia de los poderes luciféricos y ahrimánicos. Las potencias luciféricas son aquellas que actúan sobre nuestro cuerpo astral, que irradian sus efectos de poder en nuestro cuerpo astral y nos tientan en relación con él. Los poderes ahrimánicos son los que nos tientan en relación con nuestro cuerpo etérico. Es Lucifer quien nos agarra por el cuello, por así decirlo, cuando somos personas envidiosas. La envidia es realmente un defecto luciférico, una cualidad que viene de Lucifer. Mientras que la falsedad es un defecto proveniente de Ahriman. Porque Ahrimán envía las fuerzas y los poderes que irradian en nuestro cuerpo etérico.

Ahora podemos decir: Fue absolutamente necesario que Lucifer y Ahriman fueran designados por las sabias potencias universales para que pudieran trabajar sobre nuestra independencia. Al hacernos abusar de nuestra independencia, son en cierto sentido enemigos del desarrollo superior de la humanidad. Pero aunque sean en cierto modo enemigos del hombre en su desarrollo superior, son muy amistosos y hacen entre ellos compromisos muy extraños. Podemos hablar de estos compromisos cuando consideramos cualidades, (o defectos) tales como la envidia y la falsedad.

¡Envidia! En el momento en que una persona, -salvo que sea un depravado total-, tiene que decirse a sí mismo: Soy de naturaleza envidiosa, hará realmente de todo, no hace falta ser particularmente elevado para hacer de todo para luchar contra esta envidia. Pero las cosas a veces son mucho más profundas de lo que nuestra capacidad de conciencia puede alcanzar. Y el hombre a veces se imagina demasiado fácilmente cómo es luchar contra tales cosas. Entonces sucede que lucha contra tales cosas porque las encuentra feas, solo que no desaparecen, que en realidad solo cambian de forma, que reaparecen en otro ámbito. Entonces aparecen enmascaradas, disfrazadas. Y como uno odia tanto la envidia, la combate, pero si el alma aún no es lo bastante fuerte para combatirla a fondo, desaparece como envidia, pero aparece bajo otra forma.

Todos ustedes conocen esa característica de las personas que es tan común y que se podría llamar: La crítica y la censura, la atención a los defectos de quienes nos rodean. Cuando alguien tiene que decirse a sí mismo: Soy una persona envidiosa, no quiero que mis semejantes tengan ventajas, se siente mal. Siente que tiene que luchar contra ello. Pero si puede decirse a sí mismo: Esta o aquella persona ha hecho tal o cual cosa terrible, entonces siente que el deseo de culpar está justificado en cierto modo, entonces se siente realmente en su elemento. Piensen que si no fuera por eso, cuántas fiestas de café y cervezas sociales tendrían que cancelarse, donde básicamente no se hace nada más que dejar que esta crítica y censura tomen las riendas. Y entonces la gente se justifica a sí misma. Se dice a sí mismo: Sí, ves los errores, tienes que verlos, no puedes cerrar los ojos. Sólo se trata de saber por qué vemos los defectos de nuestros semejantes, si es que los vemos con la intención de mejorar la vida o si seguimos una tendencia de nuestra alma que a menudo no es más que envidia disfrazada. La gente lucha contra la envidia porque la odia, pero no puede desarraigarla porque es demasiado débil. Así que se disfraza de censura y recorre el alma de esta manera. En ese caso no se ha combatido la envidia, sólo se la ha forzado a otra metamorfosis. 

En verdad, lo que ha sucedido es que el hombre ha luchado contra Lucifer porque él es el soberano sobre la envidia, como lo es sobre muchas cosas. Pero Lucifer dice entonces a Ahrimán, si puedo expresarme así: «Mira, querido Ahrimán, el hombre odia mi reino de la envidia, no quiere ser envidioso. ¡Bueno pues tómalo tu en relación con esta cualidad! Entonces Ahriman dice: Sí, entonces se la imprimiré en el cuerpo etérico. Y se imprime allí como censura, como crítica, como juicio equivocado del mundo que nos rodea. Porque el juicio siempre tiene algo que ver con los movimientos y las fuerzas del cuerpo etérico. Entonces la soberanía sobre nuestra alma pasa de Lucifer a Ahriman. Y muchas cualidades o vicios que odiaríamos y a los que combatiríamos si se nos mostraran en su forma original, aparecen enmascarados. A veces aparecen de tal manera que en realidad las encontramos muy justificables e incluso les atribuimos cierto mérito por el hecho de que podemos elevarnos para ver lo que es correcto en la vida. Entonces estamos realmente atrapados en los tentáculos del otro poder, el poder Ahrimánico. No debemos olvidar que una característica es mucho más peligrosa cuando aparece enmascarada que cuando aparece en su forma original. Por lo tanto, siempre es bueno preguntarse cuando vemos esto o aquello en la vida: ¿No será acaso otro vicio transformado? - Es sumamente importante que aprendamos a ver la vida en su verdad. Básicamente, sólo podemos hacerlo si utilizamos las pautas que nos da la sabiduría antroposófica para mirar la vida correctamente.

Ahora debemos decir: Aquello que aparece en la vida como tal o cual vicio, sea en forma verdadera o en una máscara, lo vemos a menudo como kármicamente efectivo en una misma encarnación. No necesitamos esperar la transición de una encarnación a otra. En una encarnación ya podemos ver el efecto kármico de una característica que aparece en una u otra época de la vida. Y quien realmente quiera observar la vida y prestar un poco de atención al hecho de que no se llega a conocer la vida olvidando siempre mañana lo que ocurrió hoy, sino observando períodos de vida más largos de las personas, encontrará que el karma ya tiene efecto en una misma encarnación, en una misma vida. Es realmente necesario prestar mucha, mucha atención a la forma en que los pecados de la vida básicamente se hacen patentes apenas décadas más tarde. Pero los seres humanos son una raza olvidadiza. De todas las razas que comienzan con la raza humana y se extienden hasta todos los mundos superiores, los seres humanos son realmente la raza más olvidadiza. Aunque conozcamos a alguien desde hace décadas, olvidamos lo que salió a la luz hace diez años, nos gusta dejar que se desvanezca de nuestra memoria.

Puede que ya haya mencionado aquí un pequeño ejemplo, pero que a su vez puede mostrarnos cómo tenemos que observar la vida en periodos de tiempo más amplios si queremos reconocerla en su verdadera forma: algo externo que sólo quiero insertar. En esta época tuve la oportunidad de observar a muchos niños en diferentes familias. Cuando se educa a los hijos, no sólo hay que observar a los niños que uno mismo tiene que educar, sino también a los vástagos más o menos pequeños de tíos, tías, sobrinos y demás. Y se pueden tomar apuntes para toda la vida. Bueno, fue hace mucho tiempo, las modas cambian. Por aquel entonces, cuando yo educaba a los niños, estaba de moda que las personas que los tenían a su cargo, dieran a los niños pequeños bastantes dosis de vino tinto a la hora de comer para fortalecerlos. Así era, se pensaba que era algo bueno. Si en aquel entonces se tomaba nota: este y aquel niño recibían vino tinto y el otro no, ahora, cuando se tiene la oportunidad de nuevo, -como yo siempre intento hacer-, de observar qué ha sido de estos niños, se pueden recabar algunas percepciones extrañas. Puedo decir que los niños de dos, tres o cuatro años de entonces, -ahora personas de veintisiete, veintiocho, veintinueve años-, a los que se les dio vino tinto de niños son personas inquietas y nerviosas a las que a veces les resulta extremadamente difícil encontrar su camino en la vida. Por supuesto, no se pueden hacer observaciones en períodos de sólo cinco años. Hoy en día es muy común probar esto o aquello, y si muestra algún éxito en los meses siguientes, se convierte rápidamente en un remedio muy extendido. La gente también es olvidadiza en este ámbito. La gente también ha olvidado cuántos remedios aplicados a la población, al cabo de cinco años ya han pasado de moda. Pero, como ya he dicho, si uno extiende su observación a lo largo de décadas, entonces ya puede sentir cómo funciona la vida. Realmente hay una gran diferencia entre los niños a los que se les dio vino tinto entonces y los que no. Pero harían falta tres décadas de observación para verlo. Y así son las cosas. He querido insertar esto para mostrar que, si se quiere ver el karma en acción, es necesario no ser olvidadizo, sino prolongar las observaciones durante períodos de tiempo más largos. Es lo mismo con lo que sale a la luz de una manera más espiritual.

Si se observa la segunda mitad de la vida de una persona en relación con la primera, se puede ver ciertamente cómo surge el efecto ya kármicamente en la segunda mitad de la vida, si la persona fue mentirosa o envidiosa en una época determinada, o tuvo envidia bajo la máscara de la censura,. Las personas mentirosas siempre muestran un efecto kármico muy específico de la mentira ya en una encarnación: una cierta timidez, una imposibilidad, podríamos decir, de mirar a las personas directamente a los ojos. Esto se materializará sin duda. Intenten observarlo. Se confirmará. Los proverbios populares a veces tienen un núcleo profundo y sabio. No en vano se dice en muchas regiones que hay que tener cuidado con una persona que no puede mirar a otra a los ojos. Porque éste es el efecto kármico de la falsedad.

La envidia, por otra parte, o la envidia disfrazada de censura y crítica, se manifiesta en una época posterior de la vida de la misma encarnación de tal manera que la persona en cuestión tiene la peculiaridad de no poder valerse por sí misma, de modo que anhela apoyarse en los demás, que necesita consejo sobre cada pequeña cosa, preferiría correr siempre hacia otra persona para que le diera consejo. La independencia en la vida se pierde por causa de la envidia, la crítica y la censura. Una persona así se vuelve emocionalmente débil.

Ahora cuando observamos una encarnación, estas cualidades con sus efectos kármicos se nos presentan anímicamente. Más adelante veremos cómo se hacen sentir los efectos kármicos cuando pasamos de una encarnación a otra.

Pero ahora, para que no seamos unilaterales, también queremos considerar las buenas cualidades: Benevolencia y satisfacción. Todo el mundo sabe lo que es una persona benevolente. Una persona benevolente es alguien que se siente satisfecho de cierta manera cuando otra persona tiene éxito, logra esto o aquello, cuando nota buenas cualidades en esta o aquella persona. La benevolencia está presente cuando uno vivencia lo que experimenta la otra persona como si fuera propio. Esta benevolencia, a su vez, tiene un efecto muy específico en nuestro cuerpo astral, que es todo lo contrario del efecto de la envidia. Cuando el ser humano expresa benevolencia, vemos cómo brillan las luces del cuerpo astral. El cuerpo astral se vuelve más brillante y radiante cuando hay impulsos de benevolencia en el alma humana. El aura se vuelve más brillante, más radiante y por lo tanto más rica, se satura más en sí misma, y entonces es capaz de derramar en la persona primero algo así como calidez anímica y luego incluso algo parecido a una sensación de salud.

Y cuando vemos ante nosotros a una persona contenta, una persona que no tiende a estar malhumorada por todo desde el principio, a estar insatisfecha por todo, entonces el cuerpo etérico nos muestra características muy específicas. Es importante que prestemos cierta atención a esto. Porque, en realidad, deberíamos darnos cuenta de hasta qué punto nuestra insatisfacción depende realmente de nosotros mismos. No puede uno hacer lo suficiente para buscar en todas partes lo que pueda producirle insatisfacción. Y sentimos que éstas naturalezas no son sólo más felices, sino también mejores naturalezas, que son capaces de prestar mucha atención al hecho de que, aunque nos enfrentemos constantemente a cosas tan malas, seguimos teniendo motivos para alegrarnos por esto o por aquello. Esas razones existen, y quienes no quieren admitir que tales razones existen, ellos mismos son los culpables. 
El sentimiento de satisfacción, sobre todo cuando es provocado por una mejor calidad de nuestra alma, fortalece el cuerpo etérico en lo que respecta a su fuerza vital. Y también ocurre, -siempre que todas las demás condiciones sean del mismo tipo-, que las heridas u otras cosas se curan más fácilmente en una persona contenta, que tiene ciertos motivos para estar fácilmente satisfecha, para no disgustarse mucho por lo que le ocurre, que en la persona gruñona e insatisfecha, que se disgusta por todo y se va insatisfecha por todo, como he dicho en circunstancias por lo demás iguales.

Ahora de nuevo podemos ver con bastante claridad en una vida, -y esto es importante que prestemos mucha atención a tales cosas cuando tenemos que educar-, que en alguien que está tan imbuido de satisfacción en una determinada época de la vida y se esfuerza por buscar las cosas que pueden satisfacerle, quizá a pesar del dolor y el sufrimiento, que se produce en él un efecto kármico en la misma vida, aunque sólo sea al cabo de decenios, que se expresa en particular por el hecho de que tal persona que se ha esforzado así por adquirir la satisfacción, en una determinada época de su vida, irradia un cierto equilibrio agradable de vida a su entorno. Ustedes saben que esto existe. Hay quienes, cuando están cerca de otros, se ponen nerviosos con mucha facilidad, y quienes, simplemente por estar allí, calman a los demás. Las personas que se han esforzado por estar contentas en una época de su vida adquieren esta posibilidad de tener un efecto armonizador en su entorno como efecto kármico para la siguiente época de la misma vida, de ser benefactores para su entorno por el mero hecho de existir, por así decirlo.

Las personas benévolas, -siempre podemos observarlo-, que se han esforzado por ser benévolas, consiguen el efecto kármico de que en una época posterior de la vida extrañamente tienen éxito en todas las cosas que dependen de ellas, que se han propuesto. A veces nos parece inexplicable que algunas personas tengan éxito en todo, que se sientan a la altura de todo lo que emprenden, y que otras no tengan éxito, que fracasen en todo lo que intentan. Esto nos lleva de nuevo a la causa kármica de la benevolencia o la desaprobación. Pueden ustedes observar estas cosas, que les estoy dando como pautas, en su vida. Si excluyen las fuentes de error que existen, verán que la vida confirma lo que he dicho.

Si ahora pasamos de una encarnación a otra, debemos decir: En una encarnación los efectos kármicos realmente sólo pueden mostrarse en el alma, sólo pueden mostrarse anímicamente. Los efectos de la envidia se manifiestan en ciertas debilidades y en la falta de independencia, los efectos de la falsedad en la timidez, los efectos de la benevolencia y de la satisfacción, como ya les he descrito. En una sola encarnación no tenemos esas influencias minuciosas y profundas en nuestro organismo corporal que nos permitan ir, -con los efectos kármicos-, más allá de una base anímica. Es en la siguiente encarnación cuando estas cosas actúan en el cuerpo, en su estructura y organización. Y mientras en una encarnación, por causa de la envidia y la censura, nos convertimos anímicamente en personas dependientes, éstas cualidades o defectos tienen un débil efecto constitutivo en el cuerpo de la encarnación actual, dejando para la siguiente encarnación sus efectos kármicos. La debilidad de un cuerpo es consecuencia de que esa persona, en una encarnación anterior vivió plagado de envidia o de envidia enmascarada, de censura y de crítica.

Pero ahora debemos decir también, si hemos estudiado un poco de lo que por otra parte nos muestra la ciencia espiritual, en lo referente a que cuando nos juntamos con tal o cual persona en una nueva encarnación, realmente no es por casualidad. Somos guiados hacia aquella familia, hacia aquel entorno con el que tenemos algo que ver. Y por eso no les parecerá muy extraño si digo: Si alguien fue una persona envidiosa en una encarnación, renacerá junto a las personas, -ya sean sus padres u otras-, a las que envidió, de las que juzgó o chismorreó, a las que criticó. Se reencontrará con ellos. Y puede que al ser traídos a este entorno entremos en el con un organismo débil. Aquí es donde las cosas se vuelven muy prácticas, donde la doctrina del karma se acerca a la práctica de la vida. Podemos decir que cuando un niño humano nace con un organismo débil: Este es el resultado de la disposición envidiosa de la encarnación anterior, y nosotros, nosotros somos aquellos que fueron envidiados, y este niño humano se ha juntado con nosotros kármicamente porque nosotros somos aquellos detrás de los cuales estaba por lo tanto con su envidia y su adicción al chisme. Esto es provechoso si nos decimos: Si el karma tiene algún significado, entonces está justificado que lo veamos así. Así que mirémoslo de esta manera.

Por supuesto, el asunto sólo se vuelve provechoso cuando nos preguntamos: ¿Qué debemos hacer con un niño humano así de débil? Sólo tenemos que preguntarnos: En la vida ordinaria cuando alguien nos persigue con su envidia y su censura ¿Qué nos parece moralmente mejor? Tal vez en la vida cotidiana ordinaria no siempre sea posible hacer lo mejor. Pero, ¿Qué nos parece lo mejor? Pues bien, el perdón nos parece ciertamente lo mejor. Se puede decir:
Puede que nuestra vida no nos permita perdonar siempre, pero lo mejor es sin duda el perdón, y lo más eficaz y también lo más fecundo en la vida es el perdón. Si de la vida ordinaria podemos decir que perdonar es lo mejor, aunque no podamos hacerlo siempre, entonces está claro que en cualquier circunstancia la verdadera aplicación del principio del perdón está en el lugar adecuado cuando tenemos que reconocer como un efecto kármico de encarnaciones anteriores, lo que les he explicado. Si en nuestro entorno ha nacido, o se ha juntado con nosotros, un niño humano débil, entonces debemos decirnos: Puesto que el karma no debe quedarse en una mera idea teórica, debemos pensar que fuimos nosotros quienes fuimos envidiados, quienes fuimos criticados. 

Bueno, podemos practicar el sentimiento del perdón en lo más profundo de nuestro corazón en cualquier circunstancia. Podemos, por así decirlo, envolver a ese niño humano en una atmósfera de sentimientos de perdón que se revitalizan constantemente. Si hiciéramos esto en la vida, si nos sintiéramos reunidos con personas débiles, y si no nos limitáramos a captar la idea del perdón en teoría, sino que despertáramos constantemente en nuestra alma el sentimiento de tengo algo que perdonarte, quiero perdonarte, y renováramos constantemente este sentimiento, entonces esto sería una introducción práctica de la actitud antroposófica en la vida. Ya se vería el efecto. Intenten ponerlo en práctica y verán que las personas que son perdonadas de esta manera y a las que siempre se les renueva el sentimiento de perdón, cuando nacen débiles en nuestro entorno, entonces florecen, que nuestro sentimiento tiene un efecto saludable y floreciente en ellas. Y podemos convertirnos en sanadores, sanadores de las personas con las que el karma nos ha reunido. Así la antroposofía, si no la consideramos sólo como una suma de ideas que nos interesan, se vuelve fecunda. En el fondo es bastante egoísta si empezamos a entusiasmarnos por la antroposofía porque las ideas de la antroposofía nos inspiran, porque nos parecen verdaderas. Porque entonces, ¿Qué estamos satisfaciendo? Satisfacemos nuestro anhelo de una visión armoniosa del mundo. Eso está muy bien. Pero lo más importante es cuando toda nuestra vida está impregnada de lo que surge de estas ideas; cuando las ideas entran en nuestras manos, en cada uno de nuestros pasos y en todo lo que experimentamos y hacemos. Sólo entonces la antroposofía se convertirá en un principio vital, y hasta que no lo haga, no tendrá ningún valor.

También podemos hablar de forma similar en relación con las otras cualidades. Por ejemplo, si hemos sido personas mentirosas en una encarnación y volvemos a nacer, entonces nos juntamos con aquellos a quienes podemos haber mentido. Muy a menudo, si se es un verdadero investigador ocultista, se puede constatar que un niño humano nace en un entorno con el que no puede establecer una relación adecuada, que no lo comprende y que no lo entiende. A veces ocurre que tenemos un efecto peculiar sobre nuestro entorno. No sé si ya habrán observado que esto, básicamente, tiene un impacto mucho más amplio que sólo en las personas. Existen ciertas personas que cuando quieren cultivar flores, éstas florecen, tienen buena mano para ello. Porque son ellos los que las cultivan, estas prosperan. Otras personas pueden hacer todo lo que quieran, que las flores mueren. Eso ocurre. Entre las entidades particulares de la existencia hay relaciones mucho más misteriosas de lo que solemos pensar. Estas relaciones misteriosas son, por supuesto, principalmente de persona a persona. Y cuando nos juntamos a través del karma con un niño humano que nos ha mentido en la encarnación anterior, es para que nos resulte difícil relacionarnos con este niño. Debemos tener esto en cuenta. No debemos juzgar esto simplemente según nuestro temperamento, sino kármicamente. Deberíamos decir: Esto viene del hecho de que quizás este niño humano nos ha mentido a menudo. Ahora podemos a su vez ayudar a este niño humano, fortalecerlo y fortificarlo.

¿Cuál es la mejor manera de perdonar algo que puede exteriorizarse en la que otra persona te diga una mentira? La mejor manera de perdonar es enseñarle la verdad. La otra manera, rectificando la mentira, con la rectificación ya está haciendo algún bien, pero no ha llevado a la persona más lejos. Se le lleva más lejos si se intenta enseñarle una verdad útil. Hay que seguir una especie de política en el trato con el hombre; eso llevará al hombre más lejos. Si nos vemos obligados a mirar el asunto kármicamente, es especialmente ventajoso que nos esforcemos por ser bastante sinceros con las personas con las que estamos kármicamente unidos y que sabemos que porque son tímidas con nosotros, no tienen ninguna relación con nosotros. Entonces veremos cómo estas personas, a su vez, florecen bajo nuestra franqueza y cómo esta franqueza es de gran beneficio para ellas. Así vemos cómo podemos adquirir principios de vida observando prácticamente la acción del Karna.

Lo que antes hemos descrito como el efecto que tiene ya en una sola vida, la benevolencia, podemos verlo de tal manera que realmente produce algo así como una armonización de la vida, pero ante todo anímicamente. Encontramos que las personas en las que esto tiene efecto de una encarnación a otra nacen realmente con un organismo más feliz, que podemos llamar «hábil». La benevolencia y la satisfacción en una encarnación traen consigo en otra encarnación, la flexibilidad y la habilidad. Es cierto que esto es así, pues siempre se puede demostrar en el campo de la investigación ocultista. Y uno puede observarse muy bien a sí mismo y aprender algo de cómo la encarnación anterior afecta a la actual. Podemos estar bastante seguros de que es el caso de las personas cuyos dedos son bastante inadecuados para coser un botón que se rompe, o de las personas que, cuando deben llevar un vaso al armario, lo tiran alegremente al suelo, -ahora estoy exagerando un poco. Pero en pequeños matices hay muchísimas personas que tienen un tipo de organismo que les imposibilita mover los dedos de la manera correcta, que siempre son torpes. Que uno puede utilizar valientemente su instrumento corporal o que éste le ofrece traicioneros obstáculos a cada momento, por así decirlo, esto tiene un profundo significado para la vida,. Esto es sumamente importante. Y cuando vemos crecer a un niño poco hábil, debemos suponer en la mayoría de los casos que le faltó satisfacción y buena voluntad en la encarnación anterior. Si vemos surgir la destreza, de modo que cuando una persona emprenda algo, pueda hacerlo literalmente de antemano, entonces se trata con toda seguridad del efecto kármico de la buena voluntad y la satisfacción.

Si lo miramos de esta manera, podemos decir que realmente podemos trabajar de una manera maravillosa de una encarnación a la siguiente. Tenemos la oportunidad de empezar a trabajar realmente en vista a nuestra próxima encarnación. Y cambiaremos muchas cosas para nuestra próxima encarnación si decidimos seriamente observar si no tenemos un poco de censura y crítica en nosotros. Si intentamos examinarnos a nosotros mismos para ver si tenemos un poco de esto en nosotros, podemos incluso descubrir que lo tenemos en un grado considerable. Es bueno que intentemos comprobar si tenemos un poco de eso en nosotros. Entonces empezamos a trabajar en nosotros mismos. Y podemos salvarnos de nacer débiles y pálidos en la próxima encarnación, salvarnos en esta vida de convertirnos, por así decirlo, en hijos humanos dependientes.

Si tenemos en cuenta estas cosas, nos diremos: Ya no es una fantasía resumir las encarnaciones individuales como eslabones de la cadena humana y considerar realmente la Tierra como una especie de entrenamiento a través del cual aprendemos a utilizar lo que se nos ofrece en las encarnaciones individuales de tal manera que llegamos cada vez más alto, progresamos cada vez más. Pues en esencia, ¿Por qué, estamos encarnados? Podemos hacernos una mejor idea de ello si nos preguntamos por las dos grandes diferencias, las grandes diferencias que existen entre nuestras encarnaciones en los antiguos tiempos precristianos y nuestras encarnaciones actuales, que pasan después de que ha llegado el impulso crístico. Pues hay una diferencia muy, muy considerable.

Esta diferencia entre nuestras encarnaciones en los antiguos tiempos precristianos y nuestras encarnaciones actuales podría describirse mejor diciendo: Si miramos hacia atrás a las encarnaciones de la gente en los tiempos precristianos, hasta cierto punto en aquel entonces las almas en estos tiempos precristianos habían conservado todas algo de lo que todas las almas tenían al comienzo de sus encarnaciones en la tierra. Había una visión curativa natural para todas las almas, una visión del mundo espiritual. Y el progreso de las encarnaciones consiste precisamente en que esta herencia del mundo espiritual, del origen espiritual, se ha ido perdiendo poco a poco, en que los hombres han ido bajando cada vez más al plano físico, en que el mundo espiritual se ha ido alejando cada vez más de ellos. El impulso crístico significa que cuando encontramos la posibilidad de recibir al Cristo en nosotros, de conectarlo con nuestro yo, empezamos de nuevo a ascender más y más a lo que éramos al principio, sólo que más enriquecidos. El hecho de que al final de las encarnaciones volvamos a estar en lo espiritual de la misma manera que estábamos al principio de nuestras encarnaciones se debe a la absorción del poder crístico, si utilizamos nuestras próximas encarnaciones de tal manera que absorbamos cada vez más del Cristo. Estas son las grandes diferencias entre las encarnaciones precristianas y postcristianas. En realidad, todavía estamos en una época de transición. Para todo lo que es conocimiento humano normal en el plano físico, estamos profundamente desplazados a la mera percepción física, y de hecho hoy es un punto álgido en cuanto a la percepción física. 

Porque el impulso crístico está apenas en sus comienzos, y en las encarnaciones subsiguientes las personas realmente absorberán al Cristo, primero llegarán a amar estas encarnaciones, porque les dan la oportunidad de experimentar lo que sólo puede experimentarse a través de la existencia terrenal: la absorción del impulso crístico en el alma. Podemos observar esto incluso en las grandes personalidades, cómo hay una tremenda diferencia, por así decirlo, entre las encarnaciones anteriores al impulso crístico en la Tierra y las posteriores. Quisiera contarles un detalle.

Hace algún tiempo fui incitado a hablar durante algunos días en nuestra rama europea más meridional, -quiero decir, en la medida en que hablamos de Teosofía Rosacruz-, en Palermo. Y cuando llegué a Sicilia en barco desde Nápoles, ya tenía la sensación muy definida de que allí había algo que aprender sobre hechos ocultos que es difícil investigar meramente en el norte. Porque hay una personalidad, una individualidad que ha aparecido, que no puedo nombrar ahora, que desempeñó un cierto papel en el cambio de la Edad Media y la nueva era, que ha hecho mucho ruido en nuestra región y en las vecinas y sobre la que al ocultista le gusta preguntarse: ¿Cuál era la situación con la encarnación anterior de esta personalidad? Esta era una importante cuestión de investigación para mí y, curiosamente, esperaba averiguar algo sobre esta cuestión a través de la investigación ocultista que allí era posible. Y ese fue el caso muy pronto. Por supuesto, es algo íntimo lo que se cuenta, pero dentro de nuestras ramas ya no hay necesidad de contenerse del todo con estas cosas íntimas. Algo se ha vertido en toda la atmósfera espiritual de Sicilia, -no me refiero a la atmósfera externa, sino a la espiritual-, algo muy, muy extraño. Y la búsqueda de esta cosa extraña realmente condujo al final a su origen, a un gran sabio que trabajó en Sicilia, quien, en la historia de la filosofía, también es mencionado apenas con unas pocas palabras, pero que en realidad se conoce muy poco exotéricamente. Se trata de Empédocles.

Si ahora queremos describir a este Empédocles como ocultista, -y se lo describiré dentro de un momento-, entonces debemos decir: en ciertos aspectos, Empédocles estaba muy adelantado a su tiempo, estaba demasiado maduro para su época. En otros aspectos, sin embargo, no podía ir más allá de su tiempo. Había una profunda dicotomía en su alma. Empédocles es realmente una gran personalidad polifacética. Trabajó en Sicilia no sólo como filósofo, no sólo como guía de los misterios, sino también como estadista, como arquitecto, como todo tipo de cosas, -era una especie de planificador, este maravilloso Empédocles. Empédocles vivió en Sicilia unos cuatro o cinco siglos antes del impulso de Cristo, y se adelantó a su tiempo en el sentido de que tenía el impulso de sumergirse en los aspectos materiales del mundo. En el pasado, la gente nunca se había limitado a sumergirse en la materia de forma tan externa como ahora. Cuando hablaban del agua, como lo hacía Tales, se referían a algo espiritual. Empédocles fue quien, en cierto sentido, anticipó un principio materialista al componer toda la existencia a partir de los cuatro elementos, que él consideraba materiales. Y mezclando y desmezclando esta materia, concibió la constitución del mundo. Lo espiritual se perdió para él porque, -precisamente como personalidad oculta, mirando hacia atrás en sus encarnaciones-, debería haber encontrado el impulso crístico; habría sido llamado a ello. Si hoy miramos hacia atrás en la Crónica Akáshica, encontramos el impulso crístico en un lugar muy concreto; pero la persona que vivió antes del impulso crístico no pudo. No podía recibirlo como un impulso terrestre, porque aún no había existido físicamente. A Empédocles le faltaba esto, no pudo verterse en su alma. No poseía el contrapeso contra ese materialismo que ya brotaba en él. Pero como era una personalidad con fuertes impulsos, pero con los impulsos del ocultista, esto le llevó a vivir esta desarmonía. Eso es lo que resultó ser la verdad. Le hizo querer ser uno con lo material de los cuatro elementos, igual que uno suele querer unirse en espíritu con lo espiritual cuando busca la verdad. Y se lanzó al Etna. Realmente se lanzó para ser uno con los elementos. Materialmente, buscaba la identificación con lo divino, que se le aparecía en la imagen material. Y me gustaría decir: Este producto de la combustión de Empédocles en las ardientes erupciones del Etna sigue presente hoy en la atmósfera de Sicilia como un agente fecundador, como el efecto de un sacrificio. Hay algo grande, algo poderoso, pero se basa en este, podríamos decir, falso, displicente, erróneamente fijado en el tiempo, -no se malinterprete el término «erróneo»- materialismo. Empédocles, que, mirando hacia atrás, no pudo encontrar al Cristo, aunque debería haberlo encontrado, tira su vida por la borda. Por eso volvió a la vida de forma tan extraña al comienzo de la nueva era y luego vivió de forma muy diferente. Todavía no es el momento de hablar de la personalidad en la que renació.

Esto proporciona una maravillosa visión de lo que es realmente el impulso crístico en el transcurso de la evolución. Entre la encarnación anterior y la posterior de Empédocles se encuentra el acontecimiento crístico. Y en la individualidad de Empédocles se puede ver, si se comparan las dos encarnaciones, cuál es el efecto, si uno puede mirar hacia atrás como espíritu perteneciente a la contemplación más reciente y encontrar el impulso crístico, o si no lo encuentra. Eso supone una gran diferencia. Así como las almas en la antigüedad tenían que retroceder de encarnación en encarnación para ver cómo se habían aliado con el ser divino-espiritual en encarnaciones anteriores, así también nosotros debemos tener la posibilidad, si retrocedemos desde nuestra propia encarnación y rastreamos el tiempo desde nuestro nacimiento hasta la muerte anterior y de nuevo desde ésta hasta el nacimiento anterior y así sucesivamente, -de encontrar el impulso crístico de esta manera. El investigador espiritual en particular debe encontrarlo. Este impulso crístico enciende una luz para él, mientras que de otro modo estaría sumido en las tinieblas en este momento y todo lo que hubiera allí estaría en la oscuridad. Necesitamos el impulso crístico como una antorcha, especialmente en el campo de la investigación espiritual, de lo contrario habrá oscuridad, de lo contrario no seremos capaces de mirar clarividentemente en las verdaderas razones de la Crónica Akáshica de los tiempos antiguos. Esto se puede observar de manera maravillosa en un ejemplo como el de Empédocles. Entonces se tiene una idea de cómo se suceden estas encarnaciones en nuestra existencia terrena, en cómo se ha movido, por así decirlo, el hombre en dirección descendente hasta el impulso crístico, en cómo se ha alejado cada vez más en el plano físico, y cómo estamos de nuevo en el proceso de ascender gradualmente al reino espiritual. El último gran espíritu de descenso es el gran Buda, el primer gran impulso de ascenso es el de Cristo Jesús, y tal vez ninguna otra cosa pueda hacer sentir tan profundamente en el interior la tremenda diferencia entre el principio búdico y el principio de Cristo Jesús como cuando se considera lo que el gran Buda dijo una vez a sus discípulos más íntimos, refiriéndose a su iluminación, que simbólicamente se llama la iluminación bajo el árbol Bodhi. El Buda dice: «Cuando miro hacia atrás a encarnaciones anteriores, veo cómo partí de la fuente divino-espiritual del mundo, cómo fui de encarnación en encarnación, morando siempre con el núcleo espiritual de mi ser en el templo corporal exterior, descendiendo al mundo físico. Pero ahora, en esta encarnación, he encontrado la posibilidad de no tener que volver más a una encarnación. He ido de templo corporal en templo corporal, en cada encarnación la deidad ha erigido el templo de mi cuerpo para mí. Pero ahora, estando encarnado en él por última vez, siento cómo se agrietan las vigas de este templo corporal, y que ya no necesito volver a tal templo. Pues proclamó que el verdadero empeño debe ser salir de esta actividad terrenal, no tener ya relación con este templo corporal, sino esforzarse por salir de él hasta la última encarnación, para vivir sólo en lo espiritual. Esta fue la última referencia a la descendencia del hombre, al recuerdo que los hombres pueden tener de la sabiduría original, de lo que está en el origen de la raza humana.

Oh, debe embargarnos cuando vemos al Buda de pie, diciendo: «De templo en templo del cuerpo he caminado; ahora siento que es por última vez». Si comparamos esto -y dejamos a un lado todos los trasfondos metafísicos, con una frase íntima que Cristo dijo a sus discípulos íntimos, con la frase: «Derribad este templo, y en tres días volveré a edificarlo», vemos que en el Buda había un gran anhelo de que las vigas del templo del cuerpo se resquebrajaran y que ya no hubiera necesidad de volver a él; pero que en el Cristo estaba la promesa: «Derribadlo, y en tres días volveré a edificarlo.» El amor por el mundo terrenal se expresa en las siguientes encarnaciones de las personas, en las que encuentran la oportunidad de construir su templo corporal una y otra vez, para poder aprender una y otra vez y elevarse más alto; para que luego, cuando la tierra haya alcanzado su meta, la tierra misma se convierta en un cadáver, por así decirlo, desprendiéndose del alma de toda la humanidad, al igual que nuestro cuerpo se desprende del alma cuando atravesamos la puerta de la muerte. Pero entonces la humanidad habrá llegado cada vez más alto. A medida que las personas se hayan eternizado, podrán vivir en nuevos niveles de existencia como humanidad global. La frase de Cristo no significa que él mismo quiera volver al cuerpo físico, sino que volverá al principio de la construcción del cuerpo, que permanecerá con la existencia terrenal hasta el fin de la tierra.

Intenté expresar esto en lo que digo a través de Teodora, la vidente en el drama misterio, donde se puede ver cómo el Cristo se hará cada vez más familiar a la vida humana, aunque no regrese a un cuerpo físico. Sino que será experimentado en los templos corporales físicos de los seres humanos. Y en este dicho suyo: «Derribad este templo y yo lo reconstruiré en tres días», está la promesa: Sí, quiero hacer realidad que puedo entrar en el alma de las personas para que vengan cada vez más personas que puedan decir en el sentido de Pablo: «¡No yo, sino el Cristo en mí!».

Vemos pues, que podemos observar la ciencia espiritual a pequeña escala como un principio de vida al obtener la posibilidad de ver ciertas cualidades de nuestro carácter, de nuestra alma, ya kármicamente efectivas entre el nacimiento y la muerte, y al ver que éstas se traspasan al organismo corporal de la siguiente encarnación.

Y también a gran escala, vemos que la ciencia espiritual nos presenta los ideales más elevados y nos dice lo que será de nosotros, -seres humanos eternizados-, cuando la tierra se convierta en un cadáver y se desprenda del alma del hombre, cuando el hombre sea llamado a progresar hacia otros estados planetarios. La ciencia espiritual puede, por tanto, darnos los más grandes ideales y puede desembocar en las más pequeñas condiciones de vida. De este modo se vuelve práctica en la vida, y esto puede y debe ser cada vez más. Cuando lleguemos a ser antropósofos en el sentido de que todo nuestro comportamiento, -aunque sea en tal o cual lugar de la vida, aparentemente tan alejado de la actividad antroposófica real-, esté impregnado en cada detalle por una actitud antroposófica, por sentidos y pensamientos antroposóficos, sólo entonces habrá llegado lo que puede llamarse la plenitud de nuestro ser con la antroposofía. La Antroposofía no debe ser considerada como una teoría, sino al mismo tiempo como una práctica vital, pero como una práctica vital que hay que aprender. Y básicamente debemos darnos cuenta de que si la Antroposofía ha de ser una práctica vital para nosotros, debemos esforzarnos por evitar decir que gracias al verdadero contenido concreto de la Antroposofía: Entiendo esto de la Antroposofía, y esto es lo correcto, -sino que primero nos familiaricemos profunda, profundamente con lo que la ciencia espiritual tiene que decirnos. Entonces debe convertirse para nosotros en la fuerza de la vida. Y sólo puede hacerlo cuando nosotros penetramos en ella. Pero entonces llega a serlo en lo más pequeño y en lo más grande, entonces se abre ante nosotros la perspectiva para las conexiones del progreso humano y para los hechos más pequeños de la vida cotidiana.
Traducido por J.Luelmo mar,2025

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