GA124 Berlín, 13 de marzo de 1911 - La relación de la luz de la luna con la luz del sol como imagen de la relación de la religión de Jehová con la religión de Cristo.

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RUDOLF STEINER

La relación de la luz de la luna con la luz del sol como imagen de la relación de la religión de Jehová con la religión de Cristo.


Berlín, 13 de marzo de 1911

novena conferencia

Hoy vamos a considerar las reflexiones que hemos hecho a lo largo de este invierno en una alusión bastante suelta y desordenada al Evangelio de Marcos, al menos con una conclusión provisional. El vínculo con lo que hemos podido transmitir a nuestras almas en estas tardes de invierno nos lo proporcionan las palabras pronunciadas aquí en la conferencia anterior, que en cierto modo señalaban que en nuestros días nos encontramos en una época de transición. Incluso aquellos que observan la vida espiritual hoy en día, se podría decir que de un modo un tanto externo, se darán cuenta de que en muchos aspectos se está produciendo lenta y gradualmente una reorganización de conceptos e ideas, aunque las personas que se encuentran en medio de esta reorganización sean ellas mismas casi completamente inconscientes de ello. Haremos bien si para las próximas semanas, pensamos en algún tipo de tema, sobre el cual podamos orientarnos cuando la procesemos en nuestro interior. Esta noche, por lo tanto, se nos darán algunas de estas sugerencias, que luego podremos procesar más a fondo sobre la base de la temática científico-espiritual que ya se nos ha dado.

Cuando hablamos de un período de transición, es útil recordar el gran período de transición que hemos vivido a lo largo de la evolución de la humanidad y del cual hemos hablado una y otra vez, recordar el punto decisivo del acontecimiento de Palestina. Sabemos lo que significa este punto por las muchas cosas que ya se han dicho. Si ahora queremos formarnos una idea de cómo esta importantísima idea, -llamémosla así-, la idea de Cristo, surgió de los pensamientos y sentimientos del período inmediatamente anterior, haremos bien en recordar que la idea de Cristo fue tan valiosa para los que se convirtieron en seguidores de Cristo, como lo fue anteriormente la idea de Yahvé o Jehová entre el antiguo pueblo hebreo. Sabemos también por otras conferencias que para aquellos que penetran más profundamente en la esencia del cristianismo, Yahvé o Jehová en realidad no es esencialmente diferente del propio Cristo. Más bien, debemos darnos cuenta de que existe una íntima conexión entre la idea de Yahvé y la idea de Cristo. Es difícil explicar aquí en pocas palabras toda la gran conexión entre la idea de Cristo y la idea de Yahvé, que se ha desarrollado hasta cierto punto en diversas conferencias y ciclos de conferencias a lo largo de los años. Pero es posible visualizar la relación entre la idea de Cristo y la idea de Yahvé. Basta con recordar una imagen sobre la que a menudo se ha llamado la atención, la imagen de la luz del sol, tal como se nos presenta, bien directamente desde el sol, bien, sobre todo en las noches de luna llena, luz que es reflejada por la luna llena. Es luz solar la que brilla hacia nosotros como luz de la luna llena, solo que es luz solar reflejada, que a su vez es algo diferente de la luz solar recibida directamente. Si por comparación, simbolizáramos al Cristo por medio de la luz del sol directa, entonces tendríamos que simbolizar a Yahvé o Jehová como la luz del sol que nos llega reflejada desde la luna, y así nos encontraríamos exactamente con el significado que se quiere dar en el devenir de la humanidad. Por eso todos los que saben algo de las cosas sienten esta transición que va de un reflejo temporal de Cristo en Yahvé o Jehová al Cristo mismo, de la misma manera que el hombre sentiría la luz de la luna y la luz del sol: una revelación indirecta es Yahvé o Jehová, una revelación directa del mismo Ser es el Cristo. Cuando pensamos en el desarrollo, sólo tenemos que pensar en aquello que se nos aparece uno junto al otro en el espacio, (sol y luna), uno tras otro en el tiempo, (Yahvé y Cristo). Y los que hablan de estas cosas desde el punto de vista ocultista dicen: Si a la religión del Cristo la llamamos una religión del Sol, -y si recordamos lo que se ha dicho sobre Zaratustra, podemos utilizar esta expresión-, entonces a la religión de Yahvé, que no es mas que el reflejo temporal de la religión del Cristo, podemos llamarla una religión de la Luna. Así pues, en la época anterior al cristianismo, a través de una religión lunar se fue preparando la religión solar. Ahora bien, sólo aquellos que saben que los símbolos no se eligen arbitrariamente, sino que están profundamente arraigados en su significado, apreciarán adecuadamente lo que ahora se va a decir. Por lo tanto, cuando cualquier religión o cosmovisión aparece con un símbolo, este símbolo significa algo que está esencialmente conectado con la cosmovisión en cuestión para aquellos que lo usan a sabiendas. La gente de hoy ya ha perdido el símbolo de la luz de la luna para la antigua religión de Yahvé en muchos casos, y también ha perdido hasta cierto punto la designación de la religión de Cristo por el símbolo del sol. Pero allí donde aparecen cosmovisiones que están completamente impregnadas del significado de su esencia con sus símbolos, debemos pensar también en una conexión consciente con los símbolos.

Ahora acuérdense de cómo he descrito el curso general de la evolución humana. En primer lugar, observamos un desarrollo descendente a partir del momento en que la humanidad fue, por así decirlo, expulsada del mundo espiritual y descendió cada vez más profundamente a la materia. Es un camino descendente. Y si imaginamos el camino de la evolución humana en general, podemos imaginar que el punto más bajo al que ha descendido la humanidad es el punto en el que se produjo el impulso crístico para transformar gradualmente el camino descendente en ascendente. Así pues, el desarrollo de la humanidad tiene un camino descendente y otro ascendente, y allí, donde estaba el punto más bajo, comenzó a actuar el impulso crístico y seguirá actuando hasta que la Tierra haya llegado al final de su misión.

Ahora bien, esta evolución se produce de un modo complejo, es decir, de tal manera que ciertos procesos evolutivos son consecuencias de los impulsos anteriores. Uno de esos procesos evolutivos es el dado por el impulso crístico. El impulso crístico surgió en su momento al comienzo de nuestra era y, por así decirlo, en progresivo avance, haciéndose cada vez más poderoso, se asentará en las almas humanas hasta alcanzar la meta de la evolución de la humanidad y, a partir de ahí, se apoderará de toda la vida en la Tierra. Se trata de un impulso que se da una única vez y que tenemos que proseguir de tal manera que podamos trazar una línea progresiva, por así decirlo, y decirnos a nosotros mismos: Todo lo que ocurre después nos muestra el desarrollo y la influencia de este impulso en un nivel superior, más perfecto.  En el mundo existen varios impulsos de este tipo. Pero también existen impulsos y factores evolutivos que tienen un efecto diferente y no pueden seguirse en línea progresiva. Ya hemos mencionado esos otros impulsos. En el período de desarrollo post-atlante hemos distinguido el período cultural de la antigua India, seguido por el período proto-Persa, el Egipcio-Caldeo, luego el Greco-Latino, luego el nuestro y, el nuestro será reemplazado por otras dos épocas culturales, de modo que en estos siete períodos, el que corresponde al período Greco-Latino, en el cual se sitúa el acontecimiento de Cristo, se encuentra en el medio.

Ahora bien, resulta que, por ejemplo, en nuestro quinto período postatlante, en el cual vivimos ahora, se repiten de manera diferente ciertos procesos que estaban allí en el tercero, en el período egipcio-caldeo; de modo que tengamos el impulso crístico en el centro y el tercer período esté contenido en el quinto en cierta proporción. Del mismo modo, el sexto período contendrá al segundo, el proto-persa, y el séptimo al primero, el de la antigua India. Se trata de factores de desarrollo globales que se manifestarán en el desarrollo de tal manera que podemos aplicarles la palabra bíblica: Los primeros serán los últimos. El período indio primitivo revivirá en el séptimo de una manera diferente, pero sin embargo de tal manera que será reconocible.

Ahí tenemos una forma diferente en la que lo anterior interviene en lo posterior. Pero tenemos esta otra manera porque en la evolución de la humanidad se forman épocas aún más pequeñas. En cierto modo, por lo tanto, lo que durante la antigua cultura hebrea estaba allí en la época precristiana, también se proyecta de nuevo, superponiéndose al impulso de Cristo por así decirlo, en el período postcristiano, de modo que lo que se preparó en la cosmovisión de Yahvé o Jehová en cierto modo ha reaparecido después y, a pesar de la existencia de los otros factores, sin embargo interviene en los factores posteriores.

Si queremos designar con un símbolo, cosa que hoy no podemos hacer debido a la brevedad del tiempo, podemos decir: Si percibimos la religión de Yahvé a través del símbolo de la luna en contraste con el sol, podemos esperar que en tiempos posteriores, vuelva a proyectarse una visión similar, la cual, como una especie de religión de la luna, abarque el impulso de Cristo. Y así es. Y quien no se tome estas cosas al pie de la letra no se burlará de ello, pues no es algo de lo que haya que reírse, sino que en realidad está relacionado con el simbolismo de la religión y la cosmovisión en cuestión: que en la religión de la media luna, ha de verse la reaparición de la antigua religión de Yahvé y la Luna que reaparece en la época posterior al acontecimiento de Cristo y proyecta los impulsos que la precedieron en la época postcristiana. Así pues, la repetición de un período anterior en otro posterior, podemos situarla en una secuencia completa en el último tercio del período grecolatino, que calculamos ocultamente hasta los siglos XII-XIII. En otras palabras, tenemos, -después de separar un período de seis siglos-, desde el siglo VI en adelante, extendiéndose al siguiente período e influyendo poderosamente en todos los factores de desarrollo, en la religión que los árabes trajeron de África a España, esa religión que, prescindiendo del impulso crístico real, representa una especie de restablecimiento de la religión de la Luna de Yahvé en una forma diferente. No es posible ahora analizar todas las peculiaridades de lo que se llevó allí. Pero ya es significativo, si sólo lo anotamos en nuestras almas, que en esta cosmovisión de Mahoma el impulso de Cristo inicialmente permaneció sin ser considerado, que esta religión de Mahoma era realmente una especie de renacimiento de lo que uno podía encontrar en el Dios Único del Mosaísmo. Sólo que este dios único fue trasladado a algo que se había tomado del otro lado, por así decirlo, por ejemplo de la cosmovisión egipcio-caldea, que aportó un conocimiento preciso de la conexión entre los acontecimientos de las estrellas del cielo y los acontecimientos del mundo. De ahí que veamos que todos esos pensamientos y conceptos que encontramos tanto entre los egipcios como entre los caldeos, babilonios y asirios reaparecen en la religión de Mahoma, pero ahora extrañamente iluminados y entrelazados con lo que podemos llamar el dios único de Yahvé o Jehová. En el arabismo, lo que nos encontramos es como una amalgama, si quisiéramos hablar científicamente, como una síntesis de todo lo que enseñaban las enseñanzas sacerdotales egipcio-caldeas, lo que se enseñaba en Caldea, con lo que enseñaba la antigua religión hebrea de Yahvé.

Pero en esa confluencia no sólo se produce una amalgama, sino que siempre hay algo que se separa y se corta. Todo lo que podía remontarse a la observación clarividente tuvo que ser separado. Era una combinación, una mera investigación intelectual lo que quedaba, de modo que los conceptos de la medicina egipcia, de la astronomía caldea, que habían surgido de la antigua clarividencia tanto entre los egipcios como entre los caldeos, nos los encontramos de forma intelectualizada e individualizada en el Arabismo de Mahoma. De una manera indirecta, por así decirlo, algo tamizado a través de los árabes llega a Europa, tamizado en el sentido de que todos los antiguos conceptos que prevalecían entre los egipcios y los caldeos, despojados de su imaginería clarividente y moldeados en formas abstractas, reaparecen para nosotros en la admirable ciencia de los árabes, que penetró en Europa desde África a través de España. Si el cristianismo aportó un impulso esencialmente para el alma humana, el mayor impulso para la cabeza humana, para el intelecto humano, llegó de forma indirecta a través de los árabes. Y aquellos que no están exactamente familiarizados con el curso de la evolución humana no se dan cuenta de lo que esta visión del mundo, que apareció una vez más bajo el símbolo de la luna, ha aportado a la humanidad en su conjunto. Kepler y Copérnico no habrían sido posibles sin los impulsos traídos a Europa por los árabes. Pues vemos reaparecer toda la forma de pensar y de combinar las cosmovisiones con la eliminación de la antigua clarividencia en el momento en que el tercer período cultural celebra su resurrección en nuestro quinto período en nuestra astronomía actual, en nuestra ciencia actual en general.


Así, por una parte, tenemos el curso del desarrollo humano procediendo de tal manera que el impulso crístico penetra en los pueblos europeos directamente a través de Grecia e Italia, y tenemos otra corriente al sur, que se desvía pasando por Grecia e Italia y conectando con lo que nos llegó de manera indirecta a través del impulso árabe.

Sólo de la confluencia de la religión de Cristo y la religión de Mahoma pudo surgir, en el período en el que tenemos que registrar un importante punto de inflexión, lo que es en realidad nuestra cultura moderna. Por razones que no se discutirán hoy, debemos pensar en épocas de aproximadamente seis a seis siglos y medio de duración precisamente por impulsos como los que ahora se han mencionado; de modo que, de hecho, seis siglos después del acontecimiento de Cristo surgió el culto renovado a la luna, el culto árabe a la luna, que se extendió y penetró en Europa y fecundó la cultura crística, que hasta el siglo XIII había recibido sus impulsos directos por otras vías. Hubo un intercambio continuo. Quien esté familiarizado incluso con el curso externo de los acontecimientos, quien sepa que incluso en los monasterios de Europa Occidental, -aunque combatieran el arabismo-, fluyeron ideas árabes hacia la ciencia y se difundieron dentro de ella, también sabe que hasta la mitad del siglo XIII, lo que significa de nuevo algo especial, hubo una confluencia de los dos impulsos, el impulso árabe y el impulso directo de Cristo.

De esto se desprende que el impulso crístico directo toma caminos diferentes de los impulsos que fluyen como corrientes laterales, por así decirlo, para conectarse con él. Seis siglos después del impulso crístico, una nueva ola de cultura comienza en Oriente, - a través de acontecimientos que no son fáciles de describir, aunque son bien conocidos por todo ocultista-, que luego se abre camino a través de África vía España hacia la vida espiritual europea y se une con el impulso crístico, que tuvo que llegar por otros medios. Por lo tanto, podemos decir que el símbolo solar se fusionó con el símbolo lunar desde el siglo VI o VII hasta el siglo XII o XIII, es decir, de nuevo en una época que duró unos seis siglos.

Ahora bien, después de que esta fecundación directa hubiera, por así decirlo, alcanzado su meta, algo nuevo se preparó gradualmente desde el siglo XII, XIII. Es interesante que aún hoy la ciencia externa reconozca que en aquella época algo inexplicable pasó por las almas de la humanidad europea. La ciencia externa dice: algo inexplicable. El ocultismo, sin embargo, dice que en este período, como si después del impulso directo de Cristo fluyera, se vertió en las almas de una manera espiritual lo que el cuarto período de la cultura post-atlante ofrecía por sí mismo; el período griego forma una ola que fluye de él después de haber concluido dicho período. Esto es lo que llamamos el período de la cultura del Renacimiento, que ahora durante los siglos siguientes, fecunda todo lo que ya existía. Así pues, tras una época de seiscientos años de afluencia del arabismo volvemos a ver una invasión de este tipo; vemos cómo tras su afluencia, se le dio tiempo al arabismo para que se asentara poco a poco. Esto sucede porque el período griego, que se sitúa neutralmente en medio de las siete épocas culturales postatlantes, discurre por detrás de la cultura renacentista. Y de nuevo significa un período de seis siglos, es decir, que esta ola griega se ha prolongado, por así decirlo hasta nuestros días. Esto es lo que vive aún hoy nuestro tiempo. Hoy vivimos una transición, por así decirlo, en la que nos encontramos de nuevo ante el comienzo de una ola cultural de seis siglos de antigüedad, en la que nuevamente se abre paso algo nuevo, en la que el impulso crístico debe fecundarse con algo nuevo. Después de que el renovado culto lunar a la media luna haya tenido tiempo de vivir a través del Renacimiento, ha llegado el momento en que el impulso crístico, que se propaga como directo, debe y tiene que tomar una corriente secundaria. Nuestra época tiene un rasgo muy especial según esta corriente secundaria. Pero debemos comprender precisamente este influjo de una corriente secundaria en nuestra cultura. Todas estas cosas corresponden al curso correcto de un esquema oculto - sistemática oculta, también podríamos decir.

Si pensamos en la Luna, Mercurio, Venus, Sol sucesivamente en el estilo antiguo -no en el nuevo- entonces, después de que la renovada influencia lunar estuviera allí y la onda lunar se repitiera a sí misma, por así decirlo, durante el período renacentista, ahora tendríamos que esperar una influencia que tendríamos que designar en el estilo bastante correcto con el símbolo de Mercurio. Por tanto, podríamos decir teóricamente que, si el simbolismo es correcto, nos encontramos ante la perspectiva de una especie de influencia de Mercurio que fluye en nuestra cultura, una ola que puede simbolizarse como una influencia de Mercurio, al igual que el arabismo podría caracterizarse como una influencia lunar.

Si comprendemos el desarrollo de los tiempos, podemos llamar a Goethe el último gran espíritu que reunió en su alma la plenitud de la ciencia, la plenitud del cristianismo y la plenitud de la cultura renacentista, y podemos esperar entonces que Goethe nos represente en su alma la hermosa unión de la cultura renacentista, de la ciencia, es decir, del intelectualismo tal como ha sido fecundado por el arabismo, y del cristianismo. Si ahora miramos a Goethe como estamos acostumbrados a hacerlo desde hace años, entonces podemos reconocer fácilmente que estos elementos realmente confluyeron en el alma de Goethe. Pero también podemos suponer, según los datos temporales que ahora se dan de seis a seis siglos, que nada de la influencia de Mercurio estaba aún presente en el alma de Goethe y que esto debía ser algo que tenía que aparecer detrás de Goethe como algo nuevo. Resulta interesante, -como saben- ,que incluso el alumno de Goethe, Schopenhauer, muestre ya esta influencia de Mercurio. Ustedes saben, por lo que he dicho, cómo penetró la sabiduría oriental en la filosofía de Schopenhauer, especialmente bajo la forma del budismo. Puesto que Mercurio es considerado ahora como el símbolo del budismo, se ha caracterizado la influencia de Buda análogamente a la época de Goethe, -en el sentido de que aquí Buda es igual a Mercurio y Mercurio es igual a Buda-, del mismo modo que se caracterizó la influencia de la Luna en el arabismo; de modo que ahora también podemos designar cuál es esta corriente secundaria que fluye en el camino recto del impulso crístico como una nueva corriente al comienzo de una nueva época de seiscientos años: Tenemos que considerar al budismo como la corriente secundaria, -como una renovación, en una nueva forma-, sólo con las restricciones que se expusieron en mi conferencia pública sobre Buda.

Ahora preguntémonos: ¿Cuál es la corriente directa de la cultura hacia el futuro? Esa es la corriente crística. Esta fluye en línea recta. ¿Y qué corrientes secundarias tenemos? Primero tenemos la corriente árabe, que desemboca en la corriente principal y luego hace una pausa y encuentra una clarificación en la cultura renacentista. Ahora tenemos una renovada afluencia de la corriente búdica. Quien sea capaz de ver estos hechos bajo la luz correcta se dirá ahora a sí mismo: Hemos tomado así aquellos elementos de la corriente búdica que antes no estaban contenidos dentro de nuestra cultura occidental. Ya podemos ver cómo ciertos elementos de la corriente búdica fluyen también a través del desarrollo espiritual occidental, como las ideas de reencarnación y karma. Estos fluyen hacia adentro. Pero hay algo más que ahora debemos inscribir estrictamente en nuestras almas: Todas estas corrientes laterales nunca podrán darnos información sobre el centro de nuestra cosmovisión, nuestra ciencia espiritual. Preguntar al budismo o a algún orientalismo precristiano, que han llegado a nuestro tiempo como cosmovisiones renovadoras, sobre la naturaleza de Cristo, por ejemplo, sería hoy tan inteligente como si los europeos cristianos hubieran preguntado a los árabes que llegaron a España sobre la naturaleza de Cristo. Los europeos sabían entonces que la idea de Cristo no podía venir de los árabes, que no tenían nada que contarles sobre Cristo. Y si les contaban algo, eran ideas que no se correspondían con la idea real de Cristo. Y los diversos profetas que aparecieron como falsos mesías surgieron básicamente del arabismo sin ninguna comprensión del impulso de Cristo, excepto Sabbatai Zewi, pues era judío. Por tanto, debemos tener claro que esta corriente lateral del arabismo tuvo que ser fecundada por elementos muy diferentes, y de ningún modo por una comprensión del misterio central de Cristo.

Exactamente de la misma manera debemos enfrentarnos a la corriente que debe fluir hacia nosotros hoy como una ola secundaria, como una vieja ola renovada que traerá comprensión para la reencarnación y el karma, pero que no puede traer comprensión para el impulso crístico. Porque eso sería tan absurdo como si los árabes hubieran querido enseñar a los europeos la idea correcta de Cristo. Pero los árabes pudieron enseñar a los europeos muchas ideas de falsos mesías, excepto Sabbatai Zewi. Tales cosas se renovarán de nuevo. Porque el desarrollo de la humanidad sólo puede avanzar si la gente tiene la fuerza para ver a través de estas cosas. Y debemos ver conscientemente a través de las circunstancias cada vez con más claridad y fuerza.

Por lo tanto, surgirá el hecho de que la ciencia espiritual con la idea central del Cristo, que fue fundada por el Rosacrucismo europeo, prevalecerá contra toda resistencia externa y contra todas las tentaciones del exterior y penetrará en las mentes de los hombres. Cómo hacer para que la idea central del Cristo penetre en las mentes de los hombres, que el Cristo esté entretejido en la evolución total no sólo de la humanidad sino del todo el orbe, se puede ver en mi «Ciencia Oculta en Esquema». A partir de esto se puede ver cuál es el camino que se está desarrollando actualmente. Todos aquellos que tengan la oportunidad de escuchar esta ciencia espiritual que se está desarrollando aún más, que entiendan una palabra como la del Evangelio de Marcos, que fue citada al final de la última lección: «Se levantarán falsos Cristos y falsos profetas...

Así pues, si alguien os dice en aquel tiempo: 'He aquí a Cristo, he aquí a Cristo', no le creáis». - Junto a esta corriente, sin embargo, habrá otra, más alejada, que creerá estar aún mejor informada sobre la naturaleza de Cristo que la ciencia espiritual occidental rosacruz. Toda clase de ideas y enseñanzas serán entonces introducidas en el mundo a partir de puntos de vista que surgirán con toda naturalidad de la corriente lateral del budismo orientalizante. Pero sería el testimonio de la peor debilidad para las almas europeas si estas almas europeas fueran incapaces de captar el pensamiento: en la búsqueda directa de la idea de Cristo, la corriente de Mercurio o Buda tiene tan poco que aportar a la luz como el arabismo ha aportado a la luz en la búsqueda directa de la idea de Cristo. Esto no está sacado de ninguna creencia, dogma o fantasía, sino del curso objetivo de la evolución del mundo. Se le demuestra  con cifras o corrientes culturales, que si ustedes lo desean pueden seguir, que las cosas deben ser tal como lo enseña la ciencia oculta.

Ahora, sin embargo, la necesidad de diferenciar entre un antiguo budismo oriental ortodoxo, que quiere trasplantar el budismo estancado a Europa, por así decirlo, y partiendo de ese budismo estancado, pretender reconocer una «idea de Cristo», y un budismo verdaderamente desarrollado estará ligada a lo que está sucediendo. Esto significa que habrá personas que hablarán de Buda de esta manera: ¡Mirad a Buda como vivió unos cinco o seis siglos antes de nuestra era! ¡Estas son sus enseñanzas! - Lo que dirán estas personas puede compararse con lo que dice la ciencia espiritual en el sentido rosacruz: Depende de ti, no de Buda, el que hoy hables como si Buda hubiera permanecido donde estaba cinco o seis siglos antes de nuestra era. ¿Crees que Buda no ha progresado? Cuando habláis así, estáis hablando de una enseñanza que era correcta para aquella época. Al menos estás hablando de una enseñanza del Buda tal como él la dio, ¡correctamente calculada para la época cinco o seis siglos antes de nuestra era! Pero nosotros observamos al Buda que ha avanzado y que desde las alturas espirituales ejerce su influencia continua en la cultura humana. Observamos al Buda que pudimos describir en el Evangelio de San Lucas, que ejerció su influencia sobre Jesús desde el linaje de Natán, de la Casa de David; observamos al Buda tal como él se ha desarrollado más en el reino del espíritu, y que hoy tiene que decirnos las verdades decisivas que importan.

Algo bastante curioso le ha sucedido al cristianismo como cristianismo dogmático en Occidente, que podría caracterizarse diciendo: Ha sucedido por una extraña concatenación de circunstancias que una figura semejante a Buda ha aparecido entre los santos cristianos. Recordarán que una vez les hablé de una leyenda que se contaba en toda Europa en la Edad Media: la leyenda de Barlaam y Josafat. En ella se cuenta algo así: había una vez un rey indio que tenía un hijo. Al principio educó a este hijo de tal manera que viviera lejos de toda miseria humana, de toda vida terrenal externa. Lo educó en el palacio real, donde sólo veía aquello que conduciría a la felicidad y a la bendición de la humanidad. Josafat era su nombre; el nombre ha sido cambiado varias veces y ha tomado muchas formas diferentes: Josafat, Judasaf, Buda-saf. Josafat vivió en el palacio real hasta cierta edad sin llegar a conocer el mundo. Hasta que un día fue sacado del palacio de su padre y conoció la vida. Entonces vio primero a un leproso, luego a un ciego y después a un anciano. Después se nos dice que encontró a un ermitaño cristiano llamado Barlaam, quien hizo que Josafat comprendiera el cristianismo y se convirtiera al cristianismo.

No dejarán de constatar que en la historia del nacimiento de un hijo de un rey indio, que vive alejado del mundo y luego es llevado a ver a un leproso, un ciego y un anciano, hay ecos de la propia leyenda de Buda. Y, por otra parte, se puede reconocer fácilmente que esta leyenda se continuó en la Edad Media, pero que se le añadió algo de lo que no se puede culpar a Buda: que se dejó convertir al cristianismo. Esto no podía decirse de Buda. 

Esta leyenda despertó cierta conciencia entre los cristianos, al menos entre los cristianos individuales, pero sobre todo entre quienes han confeccionado listas de santos. Se sabía que el nombre Josaphat, Jodasaph está relacionado con lo que llamamos un Bodhisattva: Jodasaph, Budasaph va en línea recta a Bodhisattva. Así que aquí vemos una extraña conexión, bastante profunda, entre una leyenda cristiana y la figura de Buda. Sabemos que la leyenda oriental representa al Buda pasando al nirvana, y que había entregado la corona del bodhisattva a su sucesor, el Buda Maitreya, que ahora es un bodhisattva y más tarde será el Buda del futuro. El Buda se nos aparece de nuevo en la leyenda como Josafat. Y la conexión entre el budismo y el cristianismo se nos describe de forma maravillosa por el hecho de que alguien haya dicho: Josafat es un santo; porque el propio Buda era tan santo que se convirtió al cristianismo en el sentido de la leyenda del hijo del rey indio, de modo que puede ser clasificado entre los santos -aunque a su vez fue perseguido desde otro lado.

De esto se desprende que sabían dónde buscar la forma posterior del budismo o el Buda. Entretanto en los mundos ocultos, el budismo se ha fusionado con el cristianismo. Y Barlaam, esta extraña figura, ha introducido el Bodhisattva en el cristianismo, de modo que sólo podemos revivir el budismo en la forma en que ahora existe cambiado, aunque ahora lo sigamos en el sentido de esta leyenda como una corriente mundial continua. Si comprendemos clarividentemente sus inspiraciones, deberemos hablar de Buda tal como existe hoy para nosotros. Del mismo modo que el arabismo no era judaísmo, del mismo modo que la luna de Jehová no reapareció en el arabismo en su antigua forma y figura, así también el budismo, en la medida en que pueda llegar a ser fecundo en la cultura occidental, no reaparecerá en su antigua forma, sino que reaparecerá en una forma cambiada, porque lo posterior no reaparece simplemente como una copia de lo anterior.

Estas son frases cortas y breves que pretenden ser sugerencias sobre las ideas de desarrollo de la humanidad, que ustedes pueden ampliar. Y puedo asegurarles que si toman todo el conocimiento histórico que puedan encontrar y siguen realmente el desarrollo espiritual-científico de Europa, verán que ahora estamos en el punto en que el cristianismo y el budismo se están fusionando.  Así como en el período antes decrito hubo una confluencia de la religión de Yahvé con el cristianismo, hoy estamos en una confluencia del budismo con el cristianismo. Compruébenlo tomando todo lo que puedan darles los historiadores de Europa. Pero no lo examinen como acostumbran a hacerlo los historiadores de Europa, sino de tal manera que se tomen en consideración todos los factores; entonces verán que todo lo que he dicho es cierto. Pero tendríamos que hablar durante semanas sobre lo que nos puede aportar lo que se nos da como escuela de pensamiento rosacruz dentro de Europa.

Pero se pueden encontrar pruebas de ello no sólo en la historia, sino también, si se enfoca el asunto correctamente, en la ciencia natural contemporánea y campos afines. Basta con buscar de la manera adecuada para descubrir que, efectivamente, los nuevos conceptos se abren paso por doquier en el presente, por así decirlo espasmódicamente, y que los viejos conceptos se vuelven inútiles y desaparecen. En cierto sentido, nuestros investigadores, nuestros pensadores, están trabajando con conceptos que se han vuelto inútiles, porque todavía no son capaces, en la mayor medida, de absorber y procesar de la manera correcta la corriente secundaria que se caracteriza principalmente en las ideas de reencarnación y karma, y en lo que por contra, la ciencia espiritual es capaz de dar. Nuestros investigadores trabajan con conceptos que se han vuelto inútiles. Se puede repasar la literatura actual en los campos de las ciencias más diversas, y se verá que a veces es francamente lamentable para el conocedor de estas cosas cómo brota un hecho tras otro en la vida científica y cómo los conceptos son en todas partes inadecuados para comprender estos hechos. Así tenemos un concepto, -estas cosas sólo pueden insinuarse hoy aquí-, que sigue desempeñando un papel importante en el ámbito más amplio de nuestra ciencia: el concepto de herencia. Así como este concepto de herencia sigue figurando hoy en día en las diversas ciencias e incluso entra en la vida popular, simplemente no es necesario. Los hechos enseñarán a la gente que para comprenderlos se necesitan otros conceptos que, por ejemplo, el concepto completamente inútil de herencia que se utiliza hoy en día en la más amplia gama de ciencias. En lo que se refiere a la herencia en el hombre y también en los seres afines, se pondrá de manifiesto que ciertos hechos, que hoy ya se conocen, sólo podrán comprenderse cuando se disponga de conceptos completamente diferentes. Si hoy se habla de herencia en generaciones sucesivas en el hombre, se tiene la creencia de que todo lo que aparece en las capacidades del hombre puede rastrearse en la línea de herencia de los antepasados inmediatos. Pero sólo el concepto de reencarnación y karma hará posible que los conceptos claros sustituyan a los confusos actuales. Así se verá que una gran parte de lo que hay hoy en la naturaleza humana, -sólo puedo insinuarlo aquí-, no tiene nada que ver con lo que se llama la influencia mutua de los sexos; mientras que una ciencia confusa sigue enseñando hoy que todo lo que hay en el hombre tiene su comienzo en la concepción mediante la unión del varón y la hembra. Pues no es cierto en absoluto que todo lo que ocurre en el hombre tenga algo que ver con aquello que, por así decirlo, se reúne directamente de forma física en la unión de los sexos. Tendrán que pensar más detenidamente sobre este asunto; sólo quiero darlo como sugerencia.

Si se observa el cuerpo físico del hombre, se sabe que tiene una historia antigua: ha pasado por una época de Saturno, una época solar, una época lunar y ahora está pasando por la época terrestre. Sólo durante la época lunar aparece la influencia del cuerpo astral. Antes no existía. Este cuerpo astral naturalmente también cambió el cuerpo físico del ser humano. Por eso el cuerpo físico se nos presenta hoy no sólo tal como llegó a ser a través de las fuerzas de los períodos de Saturno y del Sol, sino también tal como llegó a ser bajo estas fuerzas y bajo las fuerzas del cuerpo astral y del Yo. Sólo la parte del cuerpo físico que está relacionada con la influencia del cuerpo astral sobre el cuerpo físico, puede ser heredada mediante la cooperación de los sexos; mientras que todas las leyes que deben remontarse a los períodos de Saturno y del Sol, no tienen nada que ver con la cooperación de los sexos. Una parte de la naturaleza humana se recibe directamente, no del sexo opuesto, sino directamente del macrocosmos. En otras palabras, lo que llevamos dentro no procede de la cooperación de los sexos. Sólo lo que depende de nosotros de nuestro cuerpo astral proviene de él, mientras que llevamos dentro de nosotros una gran parte de la naturaleza humana de tal manera que se recibe, -de la madre, por ejemplo-, directamente del macrocosmos, en absoluto de manera indirecta a través del sexo opuesto. Por lo tanto, debemos distinguir en la naturaleza humana entre la parte que se remite a la cooperación de los sexos y la parte que se recibe directamente de la madre en el macrocosmos. Piensen por un momento que sólo puede prevalecer la claridad sobre estas cosas cuando se puede hacer una clara distinción entre los miembros individuales de la naturaleza humana, mientras que hoy todo está sumido en la confusión. Pues en el cuerpo físico no tenemos algo autónomo, sino la influencia de las fuerzas del cuerpo etérico, del cuerpo astral y del yo, y ahora debemos distinguir también entre las fuerzas que se deben directamente a la influencia del macrocosmos y las que se deben a la cooperación de los sexos.

Pero también se absorbe algo a través de la naturaleza paterna que no tiene nada que ver con la cooperación de los sexos. Mientras que ciertas herramientas y leyes, que no se basan en absoluto en la herencia sexual, son absorbidas e implantadas directamente del macrocosmos de forma indirecta a través del organismo materno, también se implantan leyes del macrocosmos de forma indirecta a través del organismo paterno, que toman un camino espiritual. En el caso de lo que se absorbe de forma indirecta a través del organismo materno, todavía se puede decir: El organismo materno es un momento de contacto.  Pero en relación con el organismo de la madre, aquello que no se origina en absoluto de la cooperación de los sexos, actúa en conjunto con algo que tampoco se origina de la cooperación de los sexos, sino de la paterna. Hay, pues, un proceso universal, un proceso macrocósmico, que se expresa en los miembros y formas corporales. Por eso es completamente erróneo describir hoy el desarrollo del germen humano simplemente de manera que todo se atribuya a la herencia, mientras que las cosas se toman directamente del macrocosmos.

Aquí tenemos algo en lo que los hechos actualmente van mucho más allá de lo que la ciencia tiene en términos de conceptos, porque sus conceptos todavía provienen de épocas más antiguas. Ahora se preguntarán: ¿hay alguna prueba de ello? - Los libros populares hablan poco de ello, pero en el campo de lo oculto emerge claramente. Me gustaría llamar su atención sobre algo. Sólo puedo insinuarlo, pero me gustaría señalar que existe un contraste muy extraño entre dos naturalistas y pensadores contemporáneos, que también se ha extendido y ha afectado a otros. Y los caracteres de los dos naturalistas son indicativos de toda la situación. Aquí tenemos a Haeckel, que, por procesar sus admirables hechos con los conceptos más antiguos, lo remonta todo a la herencia y presenta toda la historia de los gérmenes como basada en la herencia. Y frente a él se sitúa el investigador que ahora se ciñe más a los hechos y al que, por tanto, se le puede reprochar cierta justificación por pensar demasiado poco, el zoólogo y naturalista His. His, zoólogo y naturalista, se vio obligado a oponerse a la idea de Haeckel sobre la herencia y a llamar la atención sobre el hecho de que ciertos órganos y formas de órganos en el hombre sólo pueden explicarse si se ignora el hecho de que deben su origen a la cooperación de los sexos, ante lo cual Haeckel se burló: «¡Así que el Sr. His atribuye el origen del cuerpo humano a una cierta influencia virginal que no se basa en la cooperación de los sexos! - Pero eso también es correcto. Pues los hechos científicos actuales nos instan a separar lo que puede remontarse a la interacción de los sexos de lo que procede directamente del macrocosmos, lo cual es, por supuesto, una idea completamente absurda para amplios círculos actuales. De esto se desprende que incluso hoy en día en el terreno de la ciencia hay un empuje hacia nuevos conceptos. Estamos en medio de un desarrollo que dice: Si queréis comprender correctamente los hechos que se os presentan, debéis adoptar una serie de conceptos completamente nuevos; pues ya no os basta con lo que habéis heredado como conceptos de la antigüedad.

De esto se desprende que junto con nuestra cultura debe fluir una corriente secundaria. Esta corriente es la de Mercurio, que se manifiesta en el hecho de que quien hoy experimenta un desarrollo oculto, tal como se describe en las diversas conferencias, crece en el mundo espiritual y experimenta así ciertos hechos nuevos. Estos fluyen hacia él, fluyen hacia su alma. Podemos, en cierto modo, describir o comparar este vivir del hombre en otro mundo con el pez que se traslada del agua al aire, pero que antes se habría preparado para ello transformando su vejiga natatoria en pulmones. Podemos compararlo con el paso del ser humano de la percepción sensorial a la percepción espiritual, en el sentido de que el alma se ha hecho capaz de utilizar determinadas facultades en otro elemento. Entonces se hacen evidentes varias cosas. Hoy el aire está impregnado de esos pensamientos que hacen necesario que comprendamos realmente los nuevos hechos de la ciencia que están apareciendo en el plano físico. Como investigador suprasensible se vive en lo que viene de todas partes como hechos. Esto todavía no era así antes de que surgiera la corriente lateral de la que he hablado hoy. Vemos, pues, que, miremos por donde miremos, vivimos en una época extraordinariamente importante, en una época en la que no será posible seguir viviendo si no se producen en el pensar y en el sentir humanos alteraciones como las que se han declarado necesarias.

Les decía que así como el pez, que está acostumbrado a vivir en el agua, debe aprender a vivir en un nuevo elemento, así el hombre debe aprender a vivir en un nuevo elemento. Pero el hombre debe también, en su pensar, vivir él mismo en los hechos que el plano físico hace surgir. Las personas que quisieran resistirse a la nueva forma de pensar se encontrarían en una situación semejante a la de un pez que simplemente es sacado del agua. <¡No se puede quedar en el agua! <Y entonces verán con que falta de aire vivirán más tarde tales personas con respecto a los conceptos espirituales. Oh, ¡les faltará el aire! Y las personas que quieren seguir viviendo en el monismo actual son como peces que quieren cambiar su estancia en el agua por una estancia en el aire, pero que quieren conservar sus branquias. Sólo aquellas almas humanas que transformen sus capacidades, que hayan crecido en una nueva comprensión de los hechos con sus pensamientos, se darán cuenta de lo que les deparará el futuro.

Así que nos sentimos parados con pleno entendimiento en la confluencia de dos corrientes de visión del mundo. La una ha de traernos una comprensión más profunda del problema de Cristo, del Misterio del Gólgota, y la otra ha de aportar nuevos conceptos e ideas sobre la realidad. Ambos se encuentran en la necesidad de confluir en nuestro tiempo. No sucederá sin los peores obstáculos. Porque tales tiempos, en los que las corrientes de visión del mundo se cruzan, encuentran muchas inhibiciones y obstáculos. Y en cierto sentido la humanidad que se adhiere a la ciencia espiritual se colocará en el centro del lugar donde surgirá necesariamente la comprensión para tales cosas. Algunos de los que son nuestros miembros, por así decirlo, quizá podrían decir en referencia a una discusión como la que ha tenido lugar hoy: Lo que estáis diciendo es difícil de entender y tenemos que abrirnos camino durante mucho tiempo. ¿Por qué no nos das un alimento más cómodo que nos convenza de la espiritualidad del mundo, que nos resulte más apetecible? ¿Por qué exiges tanto de nuestra comprensión del mundo? 

Algunos podrían hablar así y decir: Cuánto más bonito sería si pudiéramos creer en lo que un budismo directamente transmitido desde la antigüedad puede decirnos: que no tenemos que pensar en el acontecimiento de Cristo como el único punto del que pende la balanza, y que no puede haber un segundo punto semejante al lado de éste, sino que una entidad como el Cristo, al igual que otros seres humanos, se encarna una y otra vez. Por qué no decís: ¡Vendrá uno aquí o allá en la carne! - en lugar de decir algo como esto, que la gente debe hacerse capaz de experimentar la renovación del acontecimiento antes de Damasco? Porque cuando se nos dice: Vendrá uno en la carne, - entonces podemos decir: ¡Allí, mira, allí está! ¡podemos verlo con ojos físicos! Eso es mucho más fácil de entender.

Otros se encargarán de que se diga algo así. Que se diga la verdad, esa es la tarea de la ciencia espiritual occidental. La verdad bajo la plena responsabilidad de todas las condiciones previas que se encuentran en el desarrollo que ha conducido hasta nuestros días. Y el que quiera consuelo en el mundo espiritual, que busque la espiritualidad por otros caminos. Pero el que quiera encontrar la verdad, la verdad tal como nuestro tiempo la necesita, es decir, de tal manera que utilicemos para esta verdad toda la intelectualidad que hemos adquirido además de la antigua clarividencia hasta el día en que la nueva clarividencia amanezca de nuevo, y el que quiera comprender esta intelectualidad tal como debe ser comprendida hoy, estoy seguro de que seguirá el camino que está marcado en las palabras que se han pronunciado hoy aquí y muchas veces antes. Porque no es que primero digamos cómo queremos que sea la verdad, sino que sabemos por todo el curso del desarrollo humano en una época particular cómo debe necesariamente decirse esta verdad en un momento particular. ¡Oh, se dirán muchas otras cosas! Pero no deben estar desprevenidos para muchas otras cosas que podrían decirse. Por lo tanto, dentro del desarrollo espiritual Rosacruz no dejará de señalar una y otra vez lo que puede estar a la altura plena del conocimiento espiritual de nuestro tiempo.

Y ustedes tienen un medio de no tomar en fe ciega lo que se dirá en este lugar o en otro; porque aquí nunca se apela a tal fe ciega, en esta corriente de pensamiento. Ustedes disponen de este medio en el uso de su razón, de su intelectualidad, de su propia mente, y pueden oír las palabras que siempre se repiten: Tomen toda la vida, toda la ciencia, todo lo que puedan experimentar juntos y ¡examinen lo que se da dentro de la corriente espiritual rosacruz! ¡No dejen de escudriñarlo todo y verán que resiste el escrutinio! Aquellos que viven en la escuela de pensamiento Rosacruz sabrán que resiste el escrutinio. <¡Pero no dejen de aplicar la prueba! Porque es precisamente en el terreno en el que más se encuentran los opuestos, cuando tal vez en alguna parte se produzca todo lo contrario, en el terreno de la verdadera espiritualidad, donde ninguna fe puede tener autoridad. Todo lo que se base en una fe ciega será infructuoso y nacerá muerto. Sería fácil construir sobre una fe ciega. Quien se sitúa en las filas de la vida intelectual occidental renuncia a ello. En su lugar, construye sobre lo que puede ser probado por la razón, por la comprensión, por la intelectualidad humana. Pues los que están relacionados con las fuentes de nuestra escuela de pensamiento rosacruz dicen, hablando desde esta escuela de pensamiento: Así son las cosas después de un examen concienzudo, y el edificio de la ciencia espiritual debe erigirse sobre el terreno de la verdad. El terreno de una fe fácil no es nuestro terreno. El edificio de la ciencia espiritual será erigido sobre el terreno de la verdad cuidadosamente probada, aunque tal vez difícil, y los profetas de una fe ciega y cómoda no sacudirán el edificio de la ciencia espiritual.

Traducido por J.Luelmo mar,2025

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