GA124 Berlín, 16 de enero de 1911 - La importancia de los Exusiai en el orden de las jerarquías espirituales

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RUDOLF STEINER

La importancia de los Exusiai en el orden de las jerarquías espirituales


Berlín, 16 de enero de 1911

sexta conferencia

Si se sigue leyendo el Evangelio de Marcos a partir de los pasajes que intentamos explicar la última vez al hablar de este Evangelio, se llegará a un pasaje significativo que es similar a las explicaciones de los otros Evangelios, pero cuyo significado completo se puede ver mejor en el Evangelio de Marcos. Este pasaje se refiere al hecho de que el Cristo Jesús, después de haber sido bautizado en el Jordán y de las experiencias en el desierto, luego, como se dice, entró en la sinagoga y se puso a enseñar.

Este pasaje suele traducirse así: «Y se asombraban de su doctrina, porque enseñaba poderosamente, y no como los escribas». ¿Qué significa esta frase para una persona moderna de hoy, -por muy creyente en la Biblia que sea-, aparte de una frase bastante abstracta: «porque enseñaba poderosamente y no como los escribas»? Si tomamos sólo el texto griego, encontramos la palabra que en el lenguaje moderno se traduce simplemente como «porque enseñaba poderosamente»:«ην γαρ διδαοχων αντονς ως εξουσίαν εχων, χαι ονχ ως οι γραμματεις (en gar didaskön autüs bös exüsiän ecbön, kai üch bös bot grammateis) “y no como los escribas”.

Si queremos penetrar ahora en el significado de este importante pasaje, nos llevará un poco más lejos hacia lo que podemos llamar los misterios de la misión de Cristo Jesús. Pues ya he señalado que los Evangelios, al igual que los demás escritos que proceden realmente del ámbito inspirado, no son tan fáciles de comprender, sino que para entenderlos, en el fondo tenemos que mantener unido todo lo que hemos reunido a lo largo de muchos años en cuanto a concepciones, ideas sobre los mundos espirituales. Y sólo tales ideas pueden introducirnos en lo que se quiere decir cuando se dice en el Evangelio: pues enseñaba a los que se sentaban en las sinagogas como un «exusiai», como un poder, como una revelación, y no como los que aquí se designan con la expresión γραμματεις; (Grammateis).

Si queremos comprender tal pasaje, debemos recordar todo lo que hemos asimilado a lo largo del tiempo sobre los mundos superiores, suprasensibles. Allí hemos asimilado que el hombre, tal como vive dentro de nuestro mundo, es, por así decirlo, el eslabón más bajo de un orden jerárquico, y que por tanto debemos situar al hombre en el peldaño más bajo de dicho orden jerárquico. Entonces el mundo suprasensible se une al ser humano. En él encontramos primero lo que llamamos, según el esoterismo cristiano, los Angeles, los primeros seres suprasensibles que están por encima del hombre y que influyen en su vida; luego vienen los Arcángeles, después los Archai o espíritus de la personalidad; siguen los Exusiai-Potestades, Dynamis-Virtudes y Kyriotetes-Dominaciones, y luego tenemos los Tronos, Querubines y Serafines. De este modo tenemos un orden jerárquico de nueve formas de seres que se superponen por encima del ser humano. Y ahora vamos a descubrir cómo intervienen en nuestra vida estos diversos seres espirituales y suprasensibles.

Los Ángeles son los seres que, como mensajeros del mundo suprasensible, están más cerca del ser humano individual tal como vive en nuestra Tierra. Son los seres que al menos influyen en lo que podemos llamar el destino de un solo ser humano individual en nuestro plano físico. En cambio, en cuanto llegamos a los Arcángeles, hablamos de seres espirituales que, por así decirlo, ya abarcan un círculo de actividades más amplio. Hablamos de entidades que también podemos llamar espíritus del pueblo, que organizan y dirigen los asuntos de grupos enteros de personas. Cuando el hombre moderno de hoy habla del espíritu de un pueblo, se refiere, -como he señalado a menudo-, a tantos y tantos miles de personas, a las que cita puramente en términos numéricos como habitantes de un territorio. Pero cuando hablamos de espíritu de un pueblo en términos de ciencia espiritual, nos referimos a la individualidad del pueblo, y nos damos cuenta de que no estamos considerando el número o cantidad de personas, sino una individualidad real, del mismo modo que hablamos de la individualidad de una sola persona. Y cuando hablamos de la guía espiritual de toda una individualidad nacional, nos referimos a los arcángeles, los archangeloi, como los guías espirituales de dicha individualidad nacional. Así pues, cuando hablamos de estos seres superiores, hablamos de criaturas reales, suprasensibles, que tienen sus ámbitos de actividad. En el caso de los Arcai o los espíritus de la personalidad, también llamados espíritus primordiales, hablamos de esos seres espirituales que son a su vez diferentes de los meros espíritus de los pueblos. Si hablamos, por ejemplo, del espíritu del pueblo francés, inglés, alemán, etc., estamos hablando, por así decirlo, de algo que está distribuido por diferentes zonas de la Tierra. Pero hay algo que todos los pueblos, al menos todos los pueblos occidentales, tienen hoy en común y en el que estos pueblos se entienden. En contraste con los espíritus de los pueblos concretos, podemos llamar a éste el espíritu de la época, y debemos hablar de un espíritu de la época diferente para la época de la Reforma, y de otro diferente en nuestro tiempo. Por encima de los espíritus del pueblo concretos, pues, están esas entidades espirituales que llamamos espíritus del tiempo, y esencialmente esos guías de las épocas sucesivas son los Arcai. Son al mismo tiempo espíritus del tiempo.

Si ascendemos aún más, hasta los Exusiai, se trata esencialmente de poderes suprasensibles muy diferentes. Para tener una idea de cómo difieren los seres de las jerarquías superiores de los tres que acabamos de caracterizar, Angeles, Arcángeles, Arcai, recordemos que el miembro de cualquier pueblo actual es esencialmente muy similar al miembro de cualquier otro pueblo en lo que se refiere a la constitución física exterior, digamos en lo que se refiere a lo que come y bebe. No podemos decir que lo que va más allá de lo anímico-espiritual distinga a un pueblo de otro. Pero incluso las épocas sucesivas siguen siendo de tal índole que podemos decir: Las entidades espirituales guías sólo se relacionan con lo que es anímico-espiritual. Pero el hombre no sólo depende de lo anímico-espiritual. Lo que es anímico-espiritual tiene una influencia esencial sobre el cuerpo astral humano. Pero en el ser humano también hay elementos más densos. Estos no son muy diferentes entre sí en cuanto a lo que tienen que hacer los Arcai, los Arcángeles y los Ángeles. Pero estos elementos humanos más densos ejercen una influencia creadora sobre estos seres humanos más densos, y aquellas entidades que comienzan con los Exusiai hacia arriba son creadoramente activas en relación con ellos. A tales espíritus del tiempo debemos el lenguaje, las ideas de las épocas, a los espíritus del Pueblo, a los Arcai, a los Arcángeles. Pero en el ser humano, también influye lo que vive en la luz y el aire, en el clima de una región determinada. Una humanidad prospera bajo el ecuador, otra en las regiones más próximas al Polo Norte. No queremos estar exactamente de acuerdo con la afirmación de un profesor de filosofía alemán en un libro muy popular: las culturas más esenciales tuvieron que desarrollarse en la zona templada; ¡pues todos esos seres que han producido las culturas más esenciales morirían congelados en el Polo Norte y quemados en el Polo Sur! - Pero podemos decir que en los distintos climas vemos de qué manera tan diferente afecta al hombre la nutrición y demás. No es en absoluto indiferente para el carácter de las personas cómo sean las condiciones externas, por ejemplo, si viven en valles montañosos o en las amplias llanuras. Allí vemos cómo actúan en toda la constitución humana las fuerzas de la naturaleza. Y puesto que sabemos, a través de la ciencia espiritual, que en las fuerzas de la naturaleza no hemos de ver otra cosa que la obra de aquellas entidades que son de naturaleza espiritual, suprasensible, debemos decir: En las fuerzas de la naturaleza actúan poderes espirituales, sensibles, que tienen un efecto puro sobre el hombre precisamente a través de las fuerzas de la naturaleza. Por lo tanto, podemos pensar en una separación entre Arcai y Exusiai de tal manera que decimos: Ángeles, Arcángeles y Arcai trabajan sobre el hombre de tal manera que todavía no utilizan las fuerzas de la naturaleza para su labor en el hombre, sino que sólo utilizan lo que actúa sobre el hombre anímico-espiritualmente, es decir, el lenguaje, las ideas del tiempo y demás. Su actividad no afecta a los miembros inferiores de su constitución, es decir, ni al cuerpo etérico ni al cuerpo físico. Por otra parte, desde los Exusiai hacia arriba tenemos a esos seres que trabajan en el ser humano, pero que también trabajan en las fuerzas de la naturaleza exterior, que son los conductores y controladores del aire y la luz, de las diversas formas en que se procesan las sustancias nutritivas en los reinos de la naturaleza. Son ellos quienes presiden estos reinos de la naturaleza. Lo que observamos en los truenos y relámpagos, en la lluvia y el sol, en cómo crece tal o cual tipo de alimento en una región, en resumen, toda la distribución y el orden de las condiciones terrenales, lo atribuimos a seres espirituales a los que buscamos entre los seres de las jerarquías superiores. Así pues, si miramos hacia arriba, hacia los exusiai, vemos sus resultados no sólo en esos efectos invisibles que son, por ejemplo, las revelaciones del espíritu de la época, sino que vemos en los exusiai aquello que actúa como luz sobre nosotros, pero que también actúa como luz sobre las plantas.

Consideremos ahora lo que se les transmite a los hombres como cultura, como aquello que tienen que aprender para progresar. Cada persona recibe en su época lo que ésta produce por sí misma, pero también todo lo que las épocas anteriores han coproducido de una determinada manera. Sólo puede conservarse históricamente, lo que procede de las jerarquías más bajas, lo que llega hasta el espíritu de la época, pudiendo así convertirse en objeto de enseñanza y aprendizaje históricos. En cambio, lo que brota de los reinos de la propia naturaleza no puede conservarse en la sabiduría y la tradición. Sin embargo, quienes pueden penetrar en los mundos suprasensibles, lo hacen a través de su facultad suprasensible de conocimiento, incluso más allá del espíritu de la época, hacia revelaciones aún más elevadas. Entonces, tales revelaciones parecen ser algo que está más allá del espíritu de la época, algo que tiene más peso que lo que procede del espíritu de la época, algo que afecta a las personas de un modo muy peculiar. Toda persona sana debería realmente tomarse un tiempo para reflexionar seriamente y preguntarse: ¿Qué tiene mayor efecto sobre mi alma: lo que se puede aprender de las tradiciones de los pueblos y espíritus de la época particulares, de la tradición histórica desde los tiempos históricos - o un maravilloso amanecer, es decir, la manifestación de la propia naturaleza, de los mundos suprasensibles? Pues el hombre puede darse cuenta de que un amanecer con toda su grandeza y poder puede desencadenar en el alma infinitamente más que toda la ciencia, que toda la erudición y el arte de todos los tiempos. Lo que revela la naturaleza en general lo puede sentir especialmente alguien que ha viajado por las galerías de Italia, que ha visto todo lo que han conservado Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, Rafael, etc., y que ha dejado que su magia obrara en él, y que luego sube a una de las montañas suizas y contempla un espectáculo natural. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿Quién es mejor pintor: Rafael, Leonardo da Vinci o los que pintan el amanecer que se ve desde el monte Rigi? - Y ustedes tendrán que decirse: por mucho que admiremos lo que los hombres han realizado alguna vez, aquello que se nos presenta como la revelación espiritual y divina de los poderes espirituales nos parece, sin embargo, lo más grande.

Pero cuando se nos aparecen esos guías espirituales de la humanidad, a los que llamamos los iniciados, y que no hablan a partir de las tradiciones sino de forma original, entonces su revelación es algo así como la revelación de la propia naturaleza. Pero aquello que puede funcionar como un amanecer nunca podrá funcionar igual si otros se limitan a repetirlo. Lo que hemos recibido en la tradición de Moisés, de Zaratustra, si es tradición, si se comunica tal como ha sido conservado por la cultura exterior, los espíritus de los tiempos y los espíritus de los pueblos, y se comunica ahora, entonces la naturaleza, en contraste con ello, actúa como lo más grande. Pues en las revelaciones de Moisés y Zaratustra sólo parecía tan grande como la naturaleza, cuando brotaban directamente de la experiencia de los propios mundos suprasensibles. Eso es lo poderoso de las revelaciones originales de la humanidad, que penetran igual que lo que la propia naturaleza tiene que revelar. Pero esto sólo comienza cuando percibimos en las fuerzas de la naturaleza, como jerarquía inferior, a los Exusiai.

¿Qué experimentaron los que estaban sentados juntos en las sinagogas cuando Cristo Jesús se presentó entre ellos? Ellos previamente habían experimentado lo que los «gramáticos», (escribas), habían enseñado, aquellos que sabían lo que los espíritus de los tiempos, los espíritus de los pueblos y demás habían comunicado. Estaban acostumbrados a eso. Ahora venía uno que no enseñaba como ellos, sino de tal manera que sus palabras eran una revelación del reino de los poderes supersensibles en la naturaleza misma, o del trueno o del relámpago. Por tanto, cuando sabemos cómo crecen las jerarquías hacia arriba, entonces comprendemos tal palabra del Evangelio y la tomamos en toda su profundidad. Debemos sentir esto en relación con tal palabra del Evangelio de Marcos.

Sin embargo, en el caso de las obras de los hombres que permanecen como las de Rafael, las de Leonardo da Vinci, etc., el que siente lo suprasensible que hay detrás de ellas puede sentir todavía en las últimas obras lo que fue revelado originalmente. Por lo tanto, las grandes obras de arte, las grandes obras espirituales pueden parecer, en efecto, un eco de las primeras obras. Y si logramos ver lo que Rafael, por ejemplo, fue capaz de plasmar en sus obras, si logramos revitalizar la obra de Zaratustra, entonces podremos escuchar algo de lo que nos llega en los Exusiai.

Pero a través de lo que era comunicado en las sinagogas por los escribas, es decir, por aquellos que habían recibido lo que venía de los espíritus del pueblo y de los espíritus de los tiempos, no se oía nada que pudiera asemejarse en modo alguno a las revelaciones de la propia naturaleza. Por lo tanto podemos decir: En tal frase se nos ha de indicar que en aquellos días los hombres empezaron a sentir y a presentir que algo enteramente nuevo les hablaba; que a través de este hombre que venía a ellos se revelaba algo que era como un poder natural mismo, como uno de los poderes suprasensibles que están detrás de los fenómenos de la naturaleza. Poco a poco, la gente empezó a sospechar lo que había entrado realmente en Jesús de Nazaret, simbolizado por el bautismo de Juan. En el fondo, ni siquiera estaban muy avanzados los que podían decir en las sinagogas: Él habla de tal manera que uno siente como si los Exusiai estuvieran hablando, no simplemente los Arcai, los espíritus de los tiempos, o los espíritus del pueblo.

Sólo cuando logremos hacer que lo que hoy se ha desvanecido tan completamente en abstracciones, se ha vuelto tan delgado en las traducciones modernas de los Evangelios, vuelva a estar lleno y rico en contenido a través de lo que hemos absorbido en la ciencia espiritual, sólo entonces comprenderemos cuánto se necesita para penetrar realmente en lo que está escrito en los Evangelios. Harán falta generaciones para empezar siquiera a sondear todas las profundidades que nuestra época actual ya puede vislumbrar. Algunas cosas sólo podrán explorarse a partir de los Evangelios en el futuro.

Lo que el escritor del Evangelio de Marcos, en particular, quería presentar era básicamente una mayor elaboración de lo que se le permitió enseñar a quien fue uno de los primeros en comprender la naturaleza y la esencia de Cristo mismo a través del conocimiento suprasensible directo, es decir, lo que Pablo pudo enseñar. Ahora tenemos que entender lo que Pablo realmente aprendió, lo que absorbió a través de la revelación de Damasco. Aunque este acontecimiento se nos describe en la Biblia como una iluminación muy repentina, cualquiera que conozca la verdadera realidad de tal iluminación sabe que, para alguien que quiere ascender a los reinos del mundo espiritual, puede tener lugar en cualquier momento y que tal persona se convierte en una persona completamente diferente como consecuencia de todo lo que experimenta. De hecho, San Pablo describe suficientemente cómo se convirtió en una persona completamente diferente a consecuencia de la revelación de Damasco.

Ahora ya saben por una presentación muy poco profunda de los Evangelios y de las cartas de Pablo, que en el acontecimiento de Cristo, en el acontecimiento del Gólgota, Pablo ve el centro de todo nuestro desarrollo humano, que este acontecimiento él lo vincula directamente con aquel otro acontecimiento que en la Biblia se expresa como la primera encarnación con Adán, de modo que Pablo quiere decir algo así: Lo que describimos como el verdadero hombre, el hombre espiritual (del cual en este mundo de Maya sólo existe un Maya) descendió en los antiguos tiempos de la Lemuria a este mundo de ilusión y a todo lo que tuvo que experimentar en la carne en encarnaciones sucesivas. Él se hizo hombre, tal como esto fue entendido en los tiempos Lemúricos y Atlantes, y hasta el tiempo de Cristo. Luego vino el Evento del Gólgota. 

Así quedó claro el asunto para Pablo después de su visión en Damasco. En el acontecimiento del Gólgota se produjo algo que en un principio era sinónimo del descenso del hombre a la carne. Se trataba del impulso para superar gradualmente las formas de existencia terrenal que el hombre había asumido a través de Adán. Por eso Pablo llama al hombre que apareció en Cristo el nuevo Adán, que todo hombre puede revestir mediante la unión con Cristo.

Por lo tanto, tenemos que ver en el hombre de los tiempos de Lemuria, y en la humanidad precristiana, un lento y gradual descenso del hombre a la materia (ya sea que se llame Adán o no). Luego vino el poder y el impulso que le permitieron levantarse de nuevo; De modo que, junto con todo lo que adquirió en la vida terrena, el hombre pudo volver a su estado espiritual original, ese estado en el que se encontraba antes de descender a la materia. A menos que malinterpretemos el verdadero significado de la evolución, debemos preguntarnos ahora:  "¿No podría el hombre haberse librado de este descenso? ¿Por qué tuvo que entrar en un cuerpo carnal y pasar por muchas encarnaciones, solo para luego resucitar a lo que había sido antes? Tales preguntas sólo pueden surgir de un completo malentendido de la naturaleza espiritual de la evolución. Porque el hombre lleva consigo todos los frutos y experiencias de su evolución terrena, y se enriquece con los resultados de sus encarnaciones. Son resultados, contenidos, que antes no tenía. Imagínense a un hombre que entra en su primera encarnación: en ella aprende ciertas cosas; Aprende más en la segunda encarnación, y así sucesivamente a través de todas sus encarnaciones subsiguientes. El curso de éstos es descendente; Está cada vez más enredado en el mundo físico. Entonces comienza a elevarse de nuevo, y es capaz de elevarse tan lejos que puede recibir dentro de sí el Impulso Crístico. Un día entrará de nuevo en el mundo espiritual, pero se habrá llevado consigo todo lo que había ganado en la tierra. 

Pablo vio en Cristo el verdadero punto central de toda la evolución terrena del hombre; Vio lo que dio al hombre el impulso de elevarse a mundos suprasensibles, enriquecidos por todas las experiencias que había adquirido en la tierra.

Desde este punto de vista, ¿Cómo ve Pablo el sacrificio del Gólgota, la crucifixión real? - Es algo difícil llevar este hecho del sacrificio del Calvario, este hecho tan esencial en el desarrollo de la humanidad, precisamente a términos modernos en el sentido de Pablo. Pues este sentido es también el del escritor del Evangelio de Marcos. Debemos familiarizarnos con la idea de que en el hombre, tal como se presenta hoy ante nosotros, hay un microcosmos, un pequeño mundo, y debemos estudiar todo lo que entra en consideración.

A medida que el hombre se presenta hoy ante nosotros en el curso de su evolución entre el nacimiento y la muerte en una reencarnación, se presentan dos partes de su desarrollo que difieren mucho entre sí; Solo que esta diferencia no se nota por regla general. Con frecuencia he hablado de estas partes fundamentalmente diferentes de la vida del hombre, (pues todo nuestro empeño científico-espiritual tiene una construcción más sistemática de lo que a menudo se supone), una de estas partes o períodos es la que va entre el nacimiento y el momento hasta el que se extiende la memoria en el presente. Si miramos retrospectivamente en nuestra vida, finalmente llegaremos a un punto más allá del cual cesa toda memoria. Aunque estuviéramos presente, y tal vez nuestros padres o parientes nos hayan contado cosas que hicimos, y por lo tanto tengamos conocimiento de ellas, no se tiene ningún recuerdo de ellas, la memoria no llega más allá de cierto punto. En circunstancias favorables, esto se sitúa alrededor del tercer año. Hasta este período, el niño es especialmente activo e impresionable. ¡Cuánto ha aprendido durante este período, durante su primer, segundo y tercer año! Pero de cómo le impresionaron las cosas no tiene el menor recuerdo.

Luego sigue el tiempo a través del cual el hilo de la memoria consciente se extiende suavemente.

Estos dos elementos del desarrollo deben ser bien tenidos en cuenta, ya que son extremadamente importantes si se quiere considerar al ser humano en su totalidad. Ahora es necesario seguir de cerca el desarrollo humano y sin los prejuicios de la ciencia actual. Los hechos de la ciencia prueban y prueban lo que tengo que decir; Pero los prejuicios de la ciencia no deben ser consultados, de lo contrario se podrían tomar caminos que se alejan mucho de la verdad. Por lo tanto, si uno sigue de cerca el desarrollo del hombre, podrá decirse a sí mismo que, así como el hombre vive como un ser social, como una individualidad social, así solo puede vivir de acuerdo con el estado que está condicionado por lo que toma en ese hilo de memoria que fluye a partir del tercer año en adelante, en el mejor de los casos. Ahí radica todo lo que uno puede decirse a sí mismo: es la dirección de la vida consciente humana; Todas las cosas que recibimos conscientemente como leyes, por las cuales nos orientamos como impulsos dignos de imitar, etc., todo esto reside en ellas. Lo que está delante de él lo absorbemos de cierta manera inconscientemente para la conciencia del yo. Esto no sigue el hilo de lo que realmente pertenece a nuestra vida plena y autoconsciente. Por lo tanto, hay ciertos años por delante de nuestra vida autoconsciente en los que el entorno nos afecta de una manera completamente diferente a como lo hace más tarde.

La diferencia es bastante radical. Si pudiéramos observar al niño antes de esta época, se vería inmediatamente que antes de la época a la que más tarde el ser humano se recuerda a sí mismo, se siente mucho más parte de la vida espiritual macrocósmica general. Todavía no se separa, todavía no se aísla, sino que se considera perteneciente a todo el entorno, incluso se dirige a sí mismo de la misma manera que los demás se dirigen a él. Pues no dice «yo quiero», sino «Carlos quiere», y sólo más tarde aprende a dirigirse a sí mismo como un «yo» - lo que los psicólogos infantiles recientes critican, pero esto no habla en contra de la verdad, sino sólo en contra de la perspicacia de los psicólogos en cuestión. En los primeros años, el niño todavía se siente parte del entorno, se siente miembro de todo el entorno. Una persona sólo empieza a aislarse de su entorno como ser independiente en el momento en que más tarde vuelve a recordar.

Así, podremos decir que lo que el hombre puede recibir como leyes, y lo que puede formar el contenido de su conciencia, pertenece a la segunda parte de su evolución en este momento. La primera parte de su evolución tiene una relación completamente diferente con el medio ambiente, de modo que uno está mucho más en él y está conectado con el medio ambiente, tiene una correspondencia directa con él. Sólo se puede pensar bien en lo que realmente se quiere decir si se imagina hipotéticamente que la conciencia que da esta conexión directa con el medio ambiente en la primera infancia se conservara para años posteriores. La vida humana sería completamente diferente. Entonces el hombre no se sentiría tan aislado, sino que en años posteriores se sentiría miembro de todo el macrocosmos, se sentiría en el gran mundo. Eso se le ha escapado. No tiene conexión con el gran mundo, se cree aislado. Si es un hombre de vida ordinaria, sólo se da cuenta de este aislamiento en abstracto. Se da cuenta de ello especialmente cuando desarrolla más y más egoísmos, cuando quiere encerrarse cada vez más en su propia piel, por así decirlo. 

Las opiniones que limitan su vida a lo que está contenido dentro de su piel no son más que opiniones a medias, de hecho tonterías, porque en el momento en que el hombre exhala aliento, el aliento que había aspirado ahora está fuera de él. De modo que incluso en lo que respecta a nuestra inhalación y exhalación, estamos continuamente en contacto con todo nuestro entorno. La forma en que el hombre considera su propio ser es una ilusión absoluta, pero su conciencia es tal que debe vivir en esta ilusión. No puede evitarlo. Porque realmente no estamos preparados, ni estamos lo suficientemente maduros, para experimentar nuestro propio Karma en el día de hoy. Si, por ejemplo, alguien desea cerrar la ventana, somos propensos a sentirnos heridos y molestos, porque nos consideramos como seres separados. Pero si creyéramos en el Karma, sentiríamos que pertenecemos a todo el macrocosmos, y sabríamos como un hecho que realmente fuimos nosotros los que cerramos la ventana, porque estamos entrelazados con todo el cosmos. Es un absoluto disparate pensar que estamos encerrados dentro de nuestra piel. Pero el sentimiento de ser uno con el macrocosmos sólo es retenido por el niño en sus primeros años, se pierde desde el punto del tiempo al que más tarde se extiende su memoria.

No siempre ha sido así. En épocas más antiguas, que no están tan lejos de nosotros, el hombre tenía hasta cierto punto esa conciencia de los primeros años de la infancia que se proyectaba en sus últimos años. Eso ocurría en los tiempos de la antigua clarividencia. Pero esto estaba relacionado con una manera muy diferente de pensar, incluso de expresar los hechos. Esta es una cuestión del desarrollo de la humanidad que el científico espiritual tendría que darse cuenta.

Cuando una persona nace en el mundo de hoy, es decir, cuando aparece entre nosotros, ¿qué es? - Para el hombre de hoy, es esencialmente el hijo de su padre, el hijo de su madre en primer lugar. Y si no tiene el certificado de nacimiento o de bautismo en la vida civil, en el que están escritos el padre y la madre, según los cuales se puede identificar a la persona, entonces no se sabe nada en absoluto de la persona en cuestión y, en determinadas circunstancias, se niega su existencia. Así, para la conciencia de la humanidad actual, una persona es el hijo físico de su padre, el hijo físico de su madre.

No es así como pensaba la gente de una época no muy lejana. Pero debido a que los científicos e investigadores de hoy en día no saben que las personas solían pensar de manera diferente y tenían cosas muy diferentes en sus palabras y descripciones, también llegan a interpretaciones muy diferentes de los mensajes antiguos. Por ejemplo, se nos habla de un cantante griego, Orfeo. Lo menciono porque pertenece en cierto modo a la época que precedió inmediatamente a la cristiana. Orfeo fue quien instituyó los Misterios Griegos. El período griego es el cuarto dentro de nuestra cultura post-atlante, de modo que la cultura de Orfeo preparó, por así decirlo, lo que más tarde fue dado a la humanidad por el acontecimiento de Cristo. Así que para Grecia, Orfeo es este gran preparador. ¿Qué diría un hombre moderno si se enfrentara a un hombre como Orfeo? Él diría: es el hijo de este padre y el hijo de esa madre, sí, la ciencia moderna tal vez incluso busque las características heredadas. Hoy en día ya existe un grueso libro que muestra todos los rasgos heredados de las familias Goethe, y por lo tanto Goethe quiere resumir los rasgos heredados. No es así como la gente pensaba en la época de Orfeo, no consideraban al hombre carnal externo y sus cualidades como lo esencial, sino que consideraban como lo esencial en Orfeo aquello por lo cual podía convertirse en el inaugurador, el verdadero líder de la cultura griega precristiana, y estaba claro que lo que se llamaba el cerebro físico, como un sistema nervioso en él, no es lo esencial. Más bien, se consideraba esencial que llevara dentro de sí un elemento, —en lo que experimentaba—, que se originaba directamente de los mundos suprasensibles y que luego se encontraba a través de él en la escena dada por su personalidad, con un elemento físico-sensual. El griego no veía en la personalidad de Orfeo lo carnal, que descendía del padre y de la madre, quizá también del abuelo y de la abuela; eso carecía de importancia para él, era sólo la expresión exterior, la envoltura. Lo esencial para él era lo suprasensible que descendía y se encontraba con lo sensible en el plano físico. Por eso el griego se decía a sí mismo: «Cuando tengo a Orfeo ante mí, apenas entra en consideración que descendiera de un padre y una madre; pero sí entra en consideración que su cualidad anímica, a través de la cual llegó a ser algo, descendiera de algo suprasensible que nunca ha tenido nada que ver con el plano físico, y que lo sensual-físico pudiera tener un efecto sobre lo suprasensible en su personalidad a través de lo que los hombres ya eran en ese momento, y pudiera conectarse con lo suprasensible». Y precisamente porque los griegos veían en Orfeo un elemento puramente suprasensible como elemento esencial, decían de él que descendía de una musa. Era hijo de una musa, Calíope; no era simplemente hijo de una madre carnal, sino de un elemento suprasensible que nunca tuvo conexión alguna con lo sensual.

Si no hubiera sido más que el hijo de la musa Calíope, sólo habría podido sacar a la luz lo que era la manifestación del mundo suprasensible. Pero también fue llamado, en virtud de su edad, a expresar lo que había de servir a la edad física. Por lo tanto, no sólo era un portavoz de la musa, para Calíope, al igual que en tiempos anteriores los Rishis eran sólo los portavoces de los poderes suprasensibles, sino que vivía lo suprasensible de tal manera que el mundo físico tenía una influencia en su expresión. Por lo tanto, desciende de su padre Öagros, que era un dios tracio del río. Lo que Orfeo proclamaba estaba así conectado y adaptado al clima de Grecia, a lo que daba la naturaleza externa de Grecia, al dios tracio del río Oeagros.

Así que esto nos muestra cómo se veía la esencia de Orfeo en lo que vivía en su alma. En el pasado, este era el nombre que se le daba a las personas. No fueron llamados como lo fueron más tarde, cuando se decía: es hijo de esto o de aquel, o: es descendiente de tal o cual ciudad; Sino que las personas eran designadas de acuerdo a su valor espiritual. Es ahora muy interesante ver en Orfeo cuán íntimamente se sentía todo el destino de un hombre así, que descendía por una parte de una musa y, por otra, de un dios tracio del río. Un hombre así no sólo había absorbido lo suprasensible, como lo hacían los antiguos profetas, sino que ya había absorbido lo sensible. Ya estaba expuesto a todas las influencias que el mundo físico-sensual ejerce sobre nosotros.

Ahora sabemos que el ser humano consta de diferentes partes: la más baja, el cuerpo físico, luego el cuerpo etérico, -del que hemos dicho que alberga el sexo opuesto-, y después el cuerpo astral y el yo. Una persona como Orfeo todavía ve el mundo espiritual, por un lado, porque desciende de una musa, -ahora saben lo que eso significa. Pero, por otra parte, su capacidad de vivir en el mundo espiritual se ve socavada precisamente por su vida en el plano físico, por su descendencia de su padre, del dios tracio del río. Esto socava su vida puramente espiritual. Con todos los antiguos guías de la humanidad en el segundo y tercer periodos culturales postatlantes, en los que sólo se hablaba, a través de ellos, de los mundos suprasensibles, era para que pudieran, por así decirlo, percibir su propio cuerpo etérico como algo separado del cuerpo físico. En las culturas de la antigua clarividencia, incluso entre los celtas, si una persona debía percibir algo que tenía que revelar a sus semejantes, entonces esto le era revelado por su propio cuerpo etérico que emergía de él. Este cuerpo etérico era entonces el portador de las fuerzas que bajaban hacia él. Ahora bien, si los heraldos eran hombres y, por tanto, sus cuerpos etéricos eran femeninos, entonces percibían aquello que les transmitía algo de los mundos espirituales en forma femenina.

Ahora debe mostrarse que Orfeo, allí donde él estaba en una relación pura con los poderes espirituales, porque él ya era el hijo del dios tracio del río, estaba expuesto a la posibilidad de no ser capaz de sostener lo que estaba abierto a él a través de su propio cuerpo etérico. Y cuanto más se instalaba en el mundo físico y expresaba lo que era como hijo de la tierra, más perdía sus poderes de clarividencia. Esto está representado por el hecho de que Eurídice, su reveladora, su novia del alma, le es arrebatada por la mordedura de una víbora, es decir, por lo que sale de él como ser humano, y es llevada al inframundo. Sólo debía recibirlo de nuevo a través de una iniciación, por la que luego tenía que pasar. Dondequiera que se hable de un paseo al inframundo, se refiere a una iniciación. De esta manera, iba a recuperar a su esposa a través de una iniciación. Pero ya estaba demasiado entretejido con el mundo físico. Es cierto que adquirió la capacidad de penetrar en el inframundo, pero cuando volvió a subir, cuando volvió a ver el sol diurno, Eurídice desapareció de él. ¿Por qué? Porque cuando vio el sol diurno, hizo algo que no se le permitía hacer: mirar a su alrededor, mirar hacia atrás. Es decir, violó un mandamiento que le había sido estrictamente impuesto por el dios del inframundo. ¿Qué clase de mandamiento es ese? Que el hombre físico, tal como vive hoy en el plano físico, no debe mirar hacia atrás más allá del punto en el tiempo descrito anteriormente, cuando yacen las experiencias macrocósmicas de la infancia, y que, si penetraran en la conciencia posterior, darían origen a la antigua clarividencia. No debes, dice el dios del inframundo, desear ver realmente a través de los misterios de la infancia, recordar dónde está erigido el umbral. - Al hacer esto, pierde la capacidad de clarividencia.

Así, algo extraordinariamente fino e íntimo de Orfeo está representado por esta pérdida de Eurídice. Entonces es sólo una consecuencia de esto que el hombre se convierte en una víctima del mundo físico. Ha entrado en lo que tenía que llegar a ser en el plano físico con un ser que aún estaba enraizado en lo suprasensible. Así penetran en él todas las fuerzas del plano físico, y pierde a Eurídice, su propia alma inocente, que debe perderse para el hombre moderno; él la pierde. Y esas fuerzas a las que entonces es transferido lo destrozan. Se trata entonces de una especie de sacrificio de Orfeo.

Entonces, ¿Qué es lo que Orfeo experimenta primero, porque vive del tercer al cuarto periodo cultural post-atlante? Primero experimenta aquello de lo que se desprende el primer nivel de conciencia de la infancia, la conexión con el macrocosmos. El macrocosmos, no está ahí, no entra en la vida consciente. Y tal como es el ser humano según su naturaleza real, es consumido, asesinado por la vida del plano físico, que en realidad sólo comienza con el período mencionado. Ahora consideremos a este ser humano que es, por así decirlo, el ser humano del plano físico, que en la conciencia normal de hoy recuerda hasta cierto momento; tres años de infancia preceden a esto. Esta persona con el hilo de la memoria está tan enredada con el plano físico que Orfeo, según su naturaleza real, no puede soportarlo en él, sino que se desgarra. Este es el verdadero espíritu humano de la época actual, el espíritu humano que nos muestra cómo el hombre puede estar más profundamente enredado con la materia. Este es el espíritu que se llama Hijo del Hombre en el sentido del cristianismo de Pablo. Tienen que apropiarse de esto como concepto: el Hijo del Hombre, que se encuentra en el hombre desde el punto en el tiempo hasta el que el hombre de hoy se puede recordar a sí mismo, con todo lo que el hombre se puede apropiar de la cultura. Visualicen a este ser humano e imaginen ahora todo lo que el ser humano podría ser a través de la conexión con el macrocosmos, si se añadiera lo que penetra desde el macrocosmos en los primeros años de la infancia. En los primeros años de la infancia no puede ser otra cosa que un fundamento, porque el yo humano desarrollado aún no está ahí. Pero si penetrara en el yo humano desarrollado, entonces ocurriría lo que ocurrió por primera vez en el momento en que Jesús de Nazaret recibió el espíritu de lo alto a través del bautismo en el Jordán:
Las tres etapas inocentes del desarrollo infantil mezcladas con el resto de la humanidad. Eso es lo siguiente. ¿Y cuál fue la consecuencia de esto? La consecuencia fue que esta inocente vida infantil, cuando quiso desarrollarse en la tierra física, sólo pudo desarrollarse durante tres años, -lo mismo que se desarrolla en todas partes sólo durante tres años-, y luego encontró su fin en el Gólgota, es decir, no pudo mezclarse con lo que el hombre llega a ser en la época a la que luego normalmente vuelve a recordar.

Si lo piensan detenidamente: qué significaría si toda esa conexión con el macrocosmos, que en los primeros años de la infancia surge débil y tenuemente, pero que debido a que el niño aún no tiene conciencia del yo, todavía no puede brillar realmente, se fundiera en un ser humano; Y si ustedes siguen pensando, en nosotros se formaría algo, cómo si surgiera en la conciencia posterior, entraría algo que no procede del ser humano que llevamos dentro, sino de toda la profundidad del mundo del cual nacemos, -entonces tienen la interpretación de las palabras que se han pronunciado allí en relación con lo que se representa en el descenso de la paloma: «Este es mi Hijo amado; ¡hoy lo he engendrado!». Esto significa que el Cristo se ha encarnado aquí, en Jesús de Nazaret, «engendrado», el Cristo que nació efectivamente en Jesús de Nazaret en el momento del bautismo de Juan y que estaba en la cumbre de esa conciencia que, por lo demás, sólo se tiene en los primeros años de la infancia, pero con todo el sentimiento cósmico de pertenencia que el niño tendría que tener para saber lo que se siente en los tres primeros años. Entonces, sin embargo, aquellas palabras adquirieron un significado completamente distinto: «Yo y el padre» -el padre cósmico- «somos uno».

Si dejan que esto haga efecto en sus almas, sentirán un poco de lo que, por así decirlo, le ocurrió a Pablo como primer elemento básico en la Revelación de Damasco, y que se expresa en las hermosas palabras: «¡Si no os hacéis como niños, no podréis entrar en los reinos de los cielos!». Esta frase tiene múltiples significados, pero también éste. Pablo dijo: «¡No yo, sino el Cristo en mí!» -

es decir, la entidad que tiene el tipo de conciencia macrocósmica que tendría el niño si pudiera interpenetrar la conciencia de los tres primeros años con la conciencia del período posterior. En el ser humano normal de hoy, estos dos tipos están separados, deben estar separados; de lo contrario, no podrían llevarse bien entre sí. Tampoco se llevaban bien en Cristo Jesús. Porque después de esos tres años tenía que venir necesariamente la muerte, y eso en las condiciones que se dieron en Palestina. No se produjeron así por casualidad, sino por la coexistencia de estos dos factores: el Hijo de Dios, que es el hombre desde el momento del nacimiento hasta el desarrollo de la conciencia del yo, y el Hijo del Hombre, que es el hombre después del momento de la consecución de la conciencia del yo. La coexistencia del Hijo del Hombre y del Hijo de Dios provocó los acontecimientos que condujeron a los sucesos de Palestina.
Traducido por J.Luelmo mar,2025

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