Dornach,
el 7 de abril de 1920.
No
hay duda de que la Cuestión Social es uno de los problemas más
preocupantes en el pensamiento de la época actual. Dondequiera que
comprendamos todos aquellos sucesos que se producen en el curso de la
evolución de la historia humana, tanto de los impulsos amenazantes
como de los incipientemente fecundos para el futuro, todos estos
asuntos se incluyen en la "Cuestión social". Sin embargo,
debe decirse que el punto de vista desde el cual se consideran estos
problemas sociales y la forma en que se manejan en la actualidad,
padecen el mal básico inherente a tantas esferas de nuestra vida
mental y moral: me refiero al intelectualismo que predomina en
nuestra época. De hecho, estos problemas a menudo están limitados
por el ángulo del estudio intelectual. No importa si la cuestión
social se aborda desde el ala "izquierda" o "derecha",
la naturaleza puramente intelectual de las diferentes ideologías se
revela en el hecho de que las personas parten de ciertas teorías:
esto o aquello debe hacerse, esto o aquello Debería ser eliminado.
Al
propio ser humano se le tiene poco en cuenta. Los seres humanos son
tratados aplicándoles un término genérico: "Hombre". No
se presta atención a las cualidades personales y distintivas de los
seres humanos individuales. Y esta es la razón por la cual todo
nuestro concepto de la cuestión social se ha vuelto abstracto, rara
vez se captan los sentimientos y sensibilidades sociales que se
desempeñan entre hombre y hombre. Esa falta de observación social
se hace más evidente cuando recurrimos a un ámbito especial como el
de la higiene, un ámbito que posiblemente sea más propenso que
muchos otros a ser objeto de estudio sociológico, en la medida en
que es un asunto público, que no solo afecta al ser humano
individual sino a toda la sociedad.
Es
cierto que no faltan consejos sobre el tema de la higiene, ni falta
de protocolos y escritos sobre el tema del cuidado de la salud como
preocupación pública. Sin embargo, uno no puede evitar preguntarse:
¿Cuál es la actitud real de la vida social frente a todos estos
mandatos y regulaciones sobre la higiene? Y la respuesta es que
cuando la ciencia médica o fisiológica alcanzan las conclusiones
sobre este tema, entonces se publican ya sea por escrito o por la
palabra hablada, por lo que aceptar dichos preceptos solo puede
hacerse sobre la base de que el hombre deposite su confianza en una
"profesión", cuya naturaleza interna él no puede poner en
duda. Amplios círculos de personas cuya única opción es, (como es
también la de todos), la de aceptar con autoridad todo lo que
provenga, en materia de higiene, de los laboratorios médicos al
mundo exterior. Pero aquellos que están convencidos de que en el
curso de la historia moderna durante los últimos cuatro siglos ha
surgido un anhelo entre la humanidad por un ordenamiento democrático
de los asuntos, se enfrentan a la naturaleza completamente
antidemocrática de esta "confianza en la autoridad" que se
le exige a la humanidad en materia de higiene. En resumen, esta
actitud antidemocrática enfrenta el anhelo de democracia que ha
alcanzado su apogeo hoy, aunque con frecuencia en una forma altamente
contradictoria.
Sé
que lo que acabo de decir puede parecer paradójico, ya que las
personas no suelen relacionar la aceptación incuestionable de todo
lo que afecte al cuidado de la salud, con la exigencia democrática
de que los asuntos de interés público relacionados con cada hombre
y mujer maduros sean arbitrados por la gente en general, ya sea
directa o indirectamente a través de sus representantes. Es cierto
que puede resultar imposible aplicar principios esencialmente
democráticos en el ámbito de la higiene pública, porque estas
cosas dependen del criterio de los especialistas. Pero, por otro
lado, no se puede evitar preguntar: ¿no se debería intentar aplicar
los principios democráticos que sean posibles en las condiciones
modernas a una esfera como la de la salud pública que concierne
tanto al individuo como a la comunidad?
Hoy
se habla mucho sobre la necesidad de aire, alumbrado, alimentación,
saneamiento, etc., pero las normas establecidas con respecto a estas
cosas, por regla general, no pueden ser puestas en duda por aquellos
a quienes se aplican. Ahora por favor no me malinterpreten. No quiero
que me acusen en esta conferencia de tomar partido por ninguno en
particular. No deseo mantener antiguas supersticiones de diablos y
demonios que entran y salen de los seres humanos en forma de
enfermedades, ni apoyar las modernas supersticiones de que los
bacilos y las bacterias causan las diferentes enfermedades. No
necesitamos considerar hoy si realmente nos enfrentamos con los
resultados de las supersticiones espiritualistas de tiempos pasados,
o con las supersticiones del materialismo. Prefiero considerar algo
que impregna toda la cultura de nuestra época, especialmente en la
medida en que esta cultura está determinada por las convicciones de
la ciencia moderna. Hoy estamos seguros de haber superado el
materialismo de mediados y el último tercio del siglo XIX, pero esta
afirmación no "cuela" para quienes realmente conocen la
naturaleza del materialismo y su opuesto. Lo máximo que se puede
decir es que el materialismo ha sido superado por algunas personas
aquí y allá. Estas personas se dan cuenta de que los hechos de la
ciencia moderna ya no justifican la explicación general de que todo
lo que existe es simplemente un proceso mecánico, físico o químico
que tiene lugar en la materia. Pero el hecho de que algunas personas
aquí o allá hayan llegado a esta conclusión no significa que se
haya superado el materialismo, ya que es igualmente cierto que cuando
se trata de una explicación concreta o un pensamiento concreto,
incluso estas personas, y por supuesto las demás, aún revelan una
tendencia materialista. Es cierto que se dice que los átomos y las
moléculas son solo unidades convenientes de cálculo (y aquí lo que
está implícito es que los átomos y las moléculas están hechos de
la sustancia del pensamiento), pero el modo de observación es, sin
embargo, de carácter atomista y molecular. Cuando explicamos los
fenómenos mundiales a partir del comportamiento y las relaciones de
los procesos atómicos y moleculares, la cuestión no es si
concebimos algún pensamiento, sentimiento o actividad que sea
inseparable de los procesos materiales en átomos o moléculas. La
cuestión es la orientación de la actitud de nuestra alma y nuestro
Espíritu cuando nuestra explicación se basa en la teoría atómica,
la teoría de las entidades más pequeñas. La cuestión no es si un
hombre, verbal o mentalmente, está convencido de que hay algo más
que la acción material de los átomos, sino si su mente y espíritu
pueden dar explicaciones que no estén basados en fenómenos
atómicos. En resumen, lo esencial no es lo que creemos, sino cómo
explicamos, en una palabra, nuestra actitud anímica. Y aquí debe
decirse que solo una verdadera Ciencia Espiritual Antroposófica
puede ayudar a deshacerse del mal del que he hablado.
Quiero
demostrar concretamente que esto es así. Casi no hay nada más
confuso que las diferenciaciones que a menudo se resaltan hoy entre
la naturaleza corporal del hombre y su naturaleza anímica y
Espiritual, entre las enfermedades físicas y las llamadas
enfermedades psíquicas o mentales. Es precisamente la distinción
adecuada y la correcta interrelación de hechos de la vida humana
como los del cuerpo enfermo o del alma aparentemente enferma los que
sufren en relación con la comprensión de la forma de imaginar
materialista. ¿Cuál es la verdadera esencia del materialismo que
gradualmente se ha convertido en la concepción mundial de tantos
hombres modernos, y que lejos de ser superada, está hoy en su
apogeo? La esencia de este materialismo no es que las personas
observen los procesos materiales en el cuerpo y estudien con
reverencia la maravillosa estructura y funciones de los nervios y
otros órganos, sino que el Espíritu se haya alejado del estudio de
estos procesos materiales. Las personas miran el mundo de la materia
y solo ven la materia y los procesos materiales.
Sin
embargo, lo que la Ciencia Espiritual debe recalcar es brevemente
esto: dondequiera que se presenten a los sentidos, procesos
materiales, (y para la ciencia moderna estos son los únicos procesos
que admitirá como válidos y exactos), no son más que la
manifestación externa, la revelación externa de la actividad de
poderes espirituales que subyacen detrás y dentro de ellos. La
Ciencia Espiritual no tiene como característica, observar a un ser
humano y decir: “Existe su cuerpo físico, una suma total de
procesos materiales, pero no consiste solo en esto.
Independientemente de esto, tiene un alma inmortal". Está lejos
de ser característico de una concepción espiritual del mundo hablar
así y después elaborar todo tipo de teorías abstractas y místicas
sobre esta alma inmortal que es independiente del cuerpo.
Solo
podemos ser científicos espirituales en el verdadero sentido cuando
nos damos cuenta de que este cuerpo material, con sus procesos
materiales, es una creación anímico-Espiritual. Debemos aprender a
comprender en cada detalle la forma en que el alma y el Espíritu,
(que estaban allí antes del nacimiento, o más bien, antes de la
concepción), están forjando y moldeando la estructura y los
procesos "materiales" del cuerpo humano. Debemos ser
capaces de percibir la unicidad inmediata entre cuerpo, alma y
Espíritu, y darnos cuenta de que debido a la actividad de estos
principios, el cuerpo como tal se destruye gradualmente. El cuerpo
sufre una muerte parcial con cada minuto que pasa, pero es solo en la
muerte real cuando se expresa radicalmente lo que le ha estado
sucediendo todo el tiempo, como resultado del trabajo del alma y del
Espíritu. No somos científicos espirituales en el verdadero sentido
hasta que no tengamos una comprensión concreta de esta interacción
viviente, entre el alma y cada parte del cuerpo, y podamos decir: El
alma y el Espíritu intervienen en procesos concretos, en las
funciones del hígado, en la respiración, en la acción del corazón,
el cerebro, etc. En resumen, cuando describimos la parte material del
hombre, debemos saber retratar el cuerpo como resultado de la
intervención directa del Espíritu. La Ciencia Espiritual otorga un
verdadero valor a la materia porque, ante los diferentes procesos
concretos, no solo observa lo que está a la vista o elaborado
mediante conceptos abstractos de la ciencia moderna, sino porque
muestra cómo actúa el Espíritu en la materia , y mira con
reverencia las obras materiales del Espíritu.
Ese
es un punto esencial. El otro es que tal concepción protege al
hombre contra toda la charla abstracta sobre si el alma es
independiente de la naturaleza corporal, ya que en lo que respecta a
la vida entre el nacimiento y la muerte, el hombre solo puede hacer
fantasías sobre esto. Entre el nacimiento y la muerte (con la
excepción del tiempo de sueño), el ser anímico-Espiritual está
tan completamente entregado a las actividades corporales que se
manifiestan en ellos, que viven a través de ellos. Debemos poder
observar el ser anímico-Espiritual fuera de los parámetros de la
vida terrenal, para darnos cuenta de que la existencia entre el
nacimiento y la muerte no es más que el resultado del ser
anímico-Espiritual. Entonces podremos contemplar la unidad real
anímico-Espiritual con los elementos físicos del cuerpo. Esta es la
Ciencia Espiritual Antroposófica, porque sabemos en verdad que el
alma y el Espíritu han creado al ser humano tal como lo percibimos
con todos sus órganos y estructuras. Las ideas místicas y
teosóficas pueden desarrollar todo tipo de teorías de alto nivel
sobre una espiritualidad que está libre del cuerpo, pero tales ideas
nunca pueden servir a las ciencias concretas de la vida. Solo pueden
complacer un anhelo intelectual o psíquico que desearía deshacerse
de la vida exterior y luego tejer fantasías sobre el alma y el
Espíritu para inducir un estado de satisfacción interior.
A
este nuestro movimiento antroposófico, le corresponde trabajar con
fervor y sinceridad para desarrollar una ciencia espiritual que pueda
dar vida a la física, las matemáticas, la química, la fisiología,
la biología y la antropología. No sirve de nada hacer declaraciones
en un sentido religioso o filosófico sobre si el hombre lleva un
alma inmortal dentro de él, para luego trabajar en las diferentes
ramas de la ciencia como si solo nos interesáramos de los procesos
materiales. El conocimiento del alma y el Espíritu debe aplicarse a
los detalles de la vida, a la maravillosa estructura del cuerpo
mismo. Se encontrarán con muchos místicos y teósofos a quienes les
encanta charlar sobre que el hombre está compuesto de cuerpo físico,
cuerpo etérico, cuerpo astral y Ego. ¡Y sin embargo, no tienen idea
de qué maravillosa manifestación de la vida del alma es cuando uno
se suena la nariz! El punto es que debemos ver en la materia una
manifestación de lo espiritual. Así tendremos ideas saludables del
Espíritu, ideas que están llenas de contenido, y con ellas una
Ciencia Espiritual que puede ser fructífera para todas las ciencias
ordinarias de la vida.
Esto
nuevamente permitirá superar elementos que, debido a la tendencia
materialista del conocimiento científico, han llevado a la
especialización en las diversas ramas de la ciencia. Ahora no tengo
ningún deseo de ofrecer una arenga contra la especialización,
porque soy muy consciente de su utilidad. Ciertos dominios de la vida
deben ser tratados por especialistas simplemente porque necesitan una
técnica especializada. El punto que quisiera señalar es que un
hombre que se aferra a lo material nunca puede alcanzar una
concepción del mundo aplicable a los detalles prácticos de la vida
cuando se convierte en un especialista en el sentido ordinario.
Porque la gama de procesos materiales es infinita, tanto en el
exterior en la naturaleza como en el ser humano. Podemos dedicar
mucho tiempo, tanto como los profesionales dedican a su entrenamiento
al estudio del sistema nervioso en el hombre, por ejemplo, pero si
los procesos materiales son todo lo que vemos en el funcionamiento
del sistema nervioso, los procesos que luego se describen de acuerdo
con los conceptos abstractos de la ciencia moderna: nunca seremos
conducidos a ningún principio universal ni a nada en lo que pueda
basarse una concepción del mundo. Si comenzamos directamente a
estudiar el sistema nervioso en el sentido de la Ciencia Espiritual,
inevitablemente descubriremos que el Espíritu que vemos activo allí,
nos conduce al alma y al Espíritu que subyace en los sistemas de
músculos, huesos y sentidos, etc. Porque el Espíritu no se "separa"
en partes individuales como hace el materialismo. Muy brevemente
expresado, el Espíritu se despliega como un organismo. Así como no
podemos realmente estudiar a un ser humano si simplemente miramos sus
cinco dedos y el resto de él lo cubrimos, así tampoco la Ciencia
Espiritual puede observar un solo detalle sin guiarse por el alma y
el Espíritu dentro de este detalle, hacia la totalidad . Si llegamos
a convertirnos en especialistas en el cerebro o los nervios, entonces
aún deberíamos, al observar la parte individual, formar una imagen
del ser humano en su conjunto. Deberíamos alcanzar un principio
universal capaz de formar parte de una concepción del mundo, y luego
podríamos comenzar a hablar de temas especializados de una manera
inteligible para todo ser humano razonable y de mentalidad sana.
Esta
es la gran diferencia entre la forma en que la Ciencia Espiritual
puede hablar sobre el ser humano y la forma en que la ciencia
materialista está obligada, por su propia naturaleza, a hablar. Si
como hombres y mujeres que, en el curso normal de las cosas, no saben
mucho sobre el sistema nervioso, intentan leer un libro de texto
científico sobre el tema, probablemente lo dejarán de lado. En todo
caso, no aprenderá mucho que le sirva para darse cuenta del valor y
la dignidad del ser del hombre. Sin embargo, si escuchan lo que la
Ciencia Espiritual dice sobre el sistema nervioso, todo en ello les
conduce a la totalidad del ser del hombre. Se proyecta tal
iluminación sobre la naturaleza del hombre que la idea que surge
dentro de ustedes sugiere el valor, la esencia y la dignidad del ser
humano.
De
esta verdad nos damos cuenta no tanto cuando observamos simplemente
una parte del ser humano sano, sino cuando observamos al hombre que
está enfermo, (cuando hay tantas desviaciones de la llamada
condición normal). Ahora bien, si podemos observar al conjunto del
ser humano bajo la influencia de alguna enfermedad, todo lo que la
Naturaleza nos revela en el hombre enfermo nos guía profundamente
hacia las conexiones cósmicas. Entendemos la constitución
particular de este ser humano, por cómo actúan en él las
influencias atmosféricas y extraterrestres, a consecuencia de su
constitución particular, y así podemos relacionar su organización
con las diversas sustancias de la naturaleza que tendrán un efecto
curativo. Cuando agreguemos a nuestra comprensión del hombre sano
todo lo que aprendemos de la observación del hombre enfermo, surgirá
una visión profunda de las conexiones más profundas y del
significado de la vida.
Y
tal percepción se convierte a su vez en la base para un conocimiento
del hombre que sea inteligible para todos. Es cierto que todavía no
hemos logrado mucho en esta dirección, porque la Ciencia Espiritual,
tal como la pretendemos, solo existe desde hace poco tiempo. Las
conferencias dadas aquí 1
solo deben considerarse, por lo tanto, como un comienzo. Pero, por su
propia naturaleza, la Ciencia Espiritual es capaz de trabajar y
desarrollar lo que está contenido en las diversas ciencias de tal
manera que el conocimiento que todos deben poseer del ser del hombre,
realmente se pueda ofrecer al mundo.
Y
ahora piensen lo que significará cuando la Ciencia Espiritual logre
transformar la ciencia de esta manera: cuan logre desarrollar formas
de conocimiento relacionadas con los hombres en los estados de salud
y enfermedad que sean accesibles para la conciencia humana ordinaria.
Si la Ciencia Espiritual tiene éxito en eso, ¡cuán diferentes
serán las relaciones entre seres humanos en la vida social! Habrá
una comprensión mucho mayor en la relación de los seres humanos
entre sí que hoy en día cuando los hombres se cruzan sin tener la
más mínima comprensión de la individualidad del otro. La cuestión
social se deshará de su carácter intelectualista cuando las
diversas ramas de la vida se basen en el conocimiento objetivo y en
la experiencia concreta. Aplicándolo muy especialmente al ámbito de
la salud y al cuidado de la salud. Piensen en el efecto que una
verdadera comprensión de la salud y de la enfermedad en nuestros
semejantes, tendría en la vida social. ¡Piensen lo que significaría
si el cuidado de la salud fuese tomado en cuenta por toda la
humanidad con comprensión! Por supuesto, no debe haber diletantismo
científico o médico; lo mejor es que no. Pero si se puede despertar
la comprensión de la salud y la mala salud de nuestros semejantes,
la comprensión que surge de una verdadera concepción del hombre
piensen en el efecto que tendría en la vida social. Entonces, de
hecho, se comprendería que la reforma social y la reconstrucción
deben proceder en sus diferentes ramas del conocimiento real y no de
las teorías marxistas y similares. Dichas teorías pierden de vista
al ser humano como tal y desean organizar el mundo sobre la base de
conceptos puramente abstractos. La curación nunca puede surgir de
conceptos abstractos, sino únicamente de un verdadero conocimiento
de las diferentes esferas de la vida. Y la higiene, el cuidado de la
salud, es un dominio muy importante, ya que nos lleva de inmediato a
toda la alegría que recae sobre nuestros semejantes cuando su modo
de vida es saludable y cuando los elementos de la enfermedad yace
dentro de ellos, a sus sufrimientos y limitaciones.
Cuando
tienen esta actitud hacia la vida social, tanto aquellos que están
interesados en desarrollar un conocimiento del hombre sobre la salud
y la enfermedad, como aquellos que realmente se convierten en
médicos, podrán arrojar luz sobre sus problemas, ya que tendrán
una verdadera comprensión. La posición del médico hoy en día es
que aquellos que no son sus amigos o parientes personales van a su
consulta en su busca porque alguien tiene dolor o se ha roto una
pierna. Cuando los hombres tengan conocimiento del tipo que he
descrito, el médico será un maestro que continuamente estará dando
instrucciones e indicando medios para la higiene profiláctica. El
médico no solo será llamado cuando haya algo que sanar, cuando la
enfermedad haya llegado a un punto en que los hombres se den cuenta
de que están enfermos, sino que siempre estará trabajando para
mantenerlos sanos, en la medida de lo posible. En resumen, habrá una
relación viva y social entre los médicos y el resto de la
comunidad. Y, además, esta influencia saludable se hará sentir en
el dominio de la medicina misma.
Debido
a que el materialismo también se ha extendido a la concepción
médica de la vida, hemos desarrollado ideas extraordinarias sobre la
enfermedad. Primero por un lado, nos enfrentamos a todas las
enfermedades físicas. Se investigan observando los diferentes
órganos, o los diversos procesos que se consideran de naturaleza
física y se hallan dentro de los confines de la piel humana. Después
el objetivo es tratar de rectificar lo que está mal. En cuyo caso,
pensar en el cuerpo de los hombres en sus condiciones normales y
anormales es totalmente materialista.
Además
están las llamadas enfermedades psíquicas o mentales. Como
resultado del pensar materialista, se las considera enfermedades
cerebrales o del sistema nervioso, aunque se han hecho esfuerzos para
encontrar las causas en otros sistemas orgánicos del ser humano.
Pero debido a que la gente ignora la forma en que el Espíritu y el
alma actúan en el cuerpo sano, no son capaces de relacionar estas
enfermedades del Espíritu y el alma de una manera racional con lo
que realmente está ocurriendo en el organismo humano.
La
Ciencia Espiritual puede mostrar en cada detalle cómo todas las
llamadas enfermedades mentales y psíquicas tienen su origen en las
perturbaciones de los órganos, en las dilataciones y contracciones
de los órganos en el hombre. Una llamada enfermedad mental o
psíquica es siempre el resultado de alguna irregularidad en un
órgano, en el corazón, el hígado, los pulmones, etc. Una Ciencia
Espiritual que se ha desarrollado hasta el punto de saber cómo actúa
el Espíritu en un corazón normal, también puede descubrir en el
deterioro o la irregularidad del corazón, la causa de una vida
anímico-espiritual enferma.
El
mayor defecto del materialismo no es que niegue la existencia del
Espíritu. Ya se encargará la religión de asegurarse que se le
otorga el debido reconocimiento al Espíritu. El mayor pecado del
materialismo es que no nos da conocimiento de la materia porque, de
hecho, solo observa el lado externo de la materia. ¡Lo que le falta
al materialismo es que no tiene una idea de la materia! Tomemos, por
ejemplo, los tratamientos psicoanalíticos, donde la atención se
centra totalmente en algo que ha tenido lugar en el alma y es
descrito como un "complejo", una pura abstracción.
Mientras que la forma correcta de proceder es estudiar cómo ciertas
impresiones que el alma del ser humano ha recibido en algún momento
de su vida y que normalmente están ligadas a un órgano sano, han
entrado en contacto con órganos defectuosos, con un órgano enfermo
en lugar de un hígado sano, por ejemplo. Y debe recordarse que esto
puede haber sucedido mucho tiempo antes del momento en que el defecto
se vuelve orgánicamente perceptible.
La
Ciencia Espiritual no debe temer mostrar que la llamada enfermedad
mental o psíquica está invariablemente conectada con algún que
otro fenómeno orgánico en el cuerpo del hombre. Todo lo contrario,
debe mostrar con todo énfasis que cuando se estudia un "complejo
del alma", una desviación de la llamada "vida anímica
normal", lo máximo que se puede lograr es un diagnóstico
unilateral. El psicoanálisis, por lo tanto, nunca puede conducir a
nada más que a un diagnóstico, nunca a una terapia real en este
campo. En las enfermedades mentales o espirituales, la terapia debe
proceder a administrar una cura para el cuerpo y por esta razón debe
haber un conocimiento exacto de las ramificaciones de lo espiritual
en lo material. Debemos saber localizar en el cuerpo material (que
está impregnado de Espíritu) para curarlo de la enfermedad, cuyas
anormales condiciones anímicas no son más que los síntomas. Una y
otra vez la Ciencia Espiritual debe insistir en que la raíz de las
llamadas enfermedades mentales o psíquicas radica en el sistema
orgánico del ser humano. Pero solo es posible comprender una
organología anormal cuando el Espíritu puede rastrearse en las
partes más diminutas de la materia.
Y
contrariamente: fenómenos de la vida que aparentemente afectan o
actúan en el elemento anímico, por ejemplo, todo cuanto se expresa
en los diferentes temperamentos, y en la actividad de los
temperamentos en el ser humano, en la forma en que actúa el niño
pequeño, juegos, caminatas: todo eso es hoy simplemente estudiado
desde un punto de vista "psicológico", pero también tiene
su aspecto corporal. Algún error en la educación del niño puede
manifestarse en la edad adulta en forma de alguna enfermedad física
familiar. En ciertos casos de problemas mentales, a menudo debemos
estudiar la constitución corporal y buscar allí la causa, y
viceversa en ciertos casos de enfermedades físicas, debemos estudiar
lo espiritual antes de que podamos encontrar la causa. La esencia de
la Ciencia Espiritual es que no habla en abstracciones de un Espíritu
nebuloso, como las personas de mentalidad mística o teosófica, sino
que rastrea al Espíritu directamente en sus efectos materiales. La
Ciencia Espiritual nunca concibe la materia en el sentido que lo hace
la ciencia moderna, sino que siempre penetra sobre lo Espiritual, y
entonces se da cuenta de que una vida anímica anormal debe
expresarse inevitablemente en una vida corporal anormal, aunque la
anormalidad puede, para empezar, estar oculta a la observación
externa. En todos los lados, hoy en día las personas se forman ideas
totalmente falsas sobre la verdadera Ciencia Espiritual Antroposófica
y puede haber una cierta justificación para ello cuando oyen los
discursos de aquellos que no penetran seriamente en el corazón de la
enseñanza, sino que expresan teorías abstractas, (el hombre
consiste en tal y tal, hay vidas terrenales repetidas, y demás). Por
supuesto, todas estas cosas están llenas de significado y belleza,
pero lo que importa es que debemos penetrar en el corazón de los
temas particulares y las diversas esferas de la vida de las que
hablamos.
En
el sentido más amplio, el modo de pensamiento científico-espiritual
conduce a una conciencia social y colectiva entre los hombres. Porque
cuando las personas son capaces de percibir, por un lado, cómo un
alma que está enferma envía sus impulsos al organismo, cuando
realmente comprenden la conexión entre el organismo y el alma que
está enferma, y cuando saben cómo el orden general de la vida,
afecta a la salud de los seres humanos, entonces la posición de cada
individuo en la comunidad será bastante diferente. Una verdadera
comprensión de su prójimo surgirá en el hombre y lo tratará de
manera muy diferente. Él tendrá en cuenta los caracteres
particulares de quienes le rodean, sabiendo que uno posee ciertas
cualidades y el otro cualidades muy diferentes. Aprenderá cómo
responder a todas las variaciones, cómo aprovechar al máximo los
diferentes temperamentos en la sociedad humana y, sobre todo, cómo
desplegarlos y desarrollarlos en el verdadero sentido.
Un
ámbito de la vida en particular estará saludablemente influenciado
por tal conocimiento de la naturaleza humana. Me refiero al ámbito
de la educación. Sin un conocimiento integral del ser humano,
simplemente no podemos, por ejemplo, medir las consecuencias de
permitir que nuestros hijos se sienten en la escuela con la espalda
doblada para que nunca respiren correctamente, o nunca les enseñemos
a pronunciar los sonidos de las vocales y las consonantes de manera
clara y definitiva. De hecho, toda la vida posterior depende de si el
niño en la escuela respira de la manera correcta y si se le enseña
a articular de manera clara y consciente. Esto se dice simplemente a
modo de ejemplo, ya que lo mismo se aplica en otros ámbitos. Sin
embargo, es una ilustración de la aplicación en el ámbito de la
educación, de los principios generales de higiene. Todo el
significado social de la higiene se revela en este ejemplo.
También
es evidente que, en lugar de una mayor especialización, la vida
exige que las ramas especializadas del conocimiento se combinen para
formar un concepto integral de la vida. Necesitamos algo más que
reglas educativas según las cuales el maestro debe instruir al niño.
Necesitamos algo que haga que el maestro se dé cuenta de lo que
significa si ayuda al niño a hablar de manera articulada y clara, o
las consecuencias que se producirán si permite que el niño recupere
el aliento después de que se haya pronunciado solo media frase o
línea, y lo hace no vele por que todo el aire se agote mientras se
pronuncia la oración.
Por
supuesto, hay muchos de esos principios. Solo se desarrollará una
apreciación y práctica correcta de ellos, cuando podamos medir su
significado completo para la vida humana y la salud social, ya que
solo entonces darán lugar a un impulso social.
Necesitamos
maestros capaces de educar a los niños sobre la base de un concepto
del mundo que comprenda el verdadero ser del hombre. En esto radica
el pensamiento del Curso que di a los maestros cuando se fundó la
Escuela Waldorf en Stuttgart. Todos los principios del arte de la
educación, tal como se expusieron en ese Curso, se esfuerzan por
lograr que los niños que están siendo educados, se conviertan en
hombres y mujeres, hombres y mujeres en quienes los pulmones, el
hígado, el corazón y el estómago estén sanos en el futuro, porque
en su infancia se les ayudó a desarrollar sus funciones vitales de
manera correcta, porque efectivamente, el alma actuó de manera
correcta. Este concepto del mundo nunca dará una interpretación
materialista del tipo, "Mens sana in corpore sano", que
interpretado en sentido materialista, significa: si el cuerpo está
sano, si ha sido sanado por todo tipo de métodos físicos, entonces
será por sí mismo portador de un alma sana. Ahora bien, esto es
pura tontería. El único significado real de la frase es este: un
cuerpo sano es la prueba del hecho de que la fuerza del alma sana lo
ha erigido, moldeado, hecho saludable. Un cuerpo sano demuestra que
un alma sana ha trabajado dentro de él. Esa es la interpretación
correcta de la frase, y solo en este sentido puede ser un principio
de verdadera higiene.
En
otras palabras: no es suficiente con tener, al igual que los maestros
de escuela que trabajan simplemente a partir de una ciencia educativa
abstracta, tener un médico de escuela que aparece quizás una vez
cada quince días, pasa por la escuela y no tiene idea de cómo
ayudar realmente. No, lo que necesitamos es una conexión viva entre
la ciencia médica y el arte de educar. Necesitamos un arte de educar
que enseñe e instruya a los niños de una manera que conduzca a una
salud real. Este es el elemento que hace de la higiene una cuestión
social. Porque la pregunta social es esencialmente una pregunta
educativa, y esto a su vez es una pregunta médica, pero solo en el
sentido de una medicina, de una higiene impregnada de Ciencia
Espiritual.
Estas
cosas nos llevan hacia algo de extraordinaria importancia en nuestro
tema. Porque cuando realmente ingresamos en la Ciencia Espiritual,
cuando se concreta en nosotros, sabemos que recibimos de ella algo
más que el intelectualismo de las ciencias naturales, de la historia
o de la jurisprudencia. (Todas estas ciencias hoy en día son
intelectualistas; aunque afirman estar basadas en la experiencia
práctica, esto simplemente significa que interpretan
intelectualmente los resultados de las experiencias sensoriales.)
Ahora el contenido de la Ciencia Espiritual difiere esencialmente de
estos resultados intelectualistas de la ciencia natural y otras ramas
de la cultura moderna. Estaríamos en una situación lamentable si
todo lo que vive en nuestra cultura intelectualista no fuera
simplemente una imagen, sino un poder real que trabaja profundamente
en los seres humanos. El intelectualismo permanece simplemente en la
superficie del ser del hombre, y uso esta frase en su sentido
integral. Hay personas que solo estudian Ciencia Espiritual
intelectualmente, que toman notas mentales: hay un cuerpo físico, un
cuerpo etérico, un cuerpo astral, un ego, una reencarnación, un
karma y similares. Lo ponen todo en casilleros como es costumbre en
las ciencias naturales o sociales modernas, pero no se están
dedicando sinceramente a la Ciencia Espiritual cuando piensan así.
Simplemente están llevando su modo de pensar ordinario a lo que
encuentran en la Ciencia Espiritual. Lo esencial de la Ciencia
Espiritual es que debe ser concebida, sentida y experimentada no de
una manera intelectualista, sino de manera muy diferente. Es por esta
razón que, por su propia naturaleza, la Ciencia Espiritual tiene una
relación viva y vital con el ser humano en la salud y la enfermedad,
pero una relación completamente diferente de lo que a menudo se
imagina.
Las
personas deben haberse dado cuenta a su costa de la impotencia de la
cultura puramente intelectual para tratar con aquellos que padecen la
llamada enfermedad mental. El enfermo le dirá, por ejemplo, que
escucha voces que le hablan. No importa qué razonamiento intelectual
uses con él, todo es inútil, porque él sabrá cómo hacer todo
tipo de objeciones. ¡Pueden estar seguros de eso! Incluso esto
podría ser una indicación de que en tal caso uno tiene que ver, no
con una enfermedad de la vida consciente o inconsciente del alma,
sino con una enfermedad del organismo. La Ciencia Espiritual enseña,
sin embargo, que uno no puede enfrentarse con las llamadas
enfermedades mentales y psíquicas mediante los tipos de métodos que
recurren, por ejemplo, al hipnotismo, la sugestión y cosas
similares, sino que uno debe abordar la enfermedad mental por medios
"físicos", sanando los órganos del hombre, y aquí es
exactamente donde el conocimiento espiritual del ser humano es
esencial, el conocimiento espiritual reconoce que en las llamadas
enfermedades mentales no pueden surtir efecto los métodos que son"
espirituales "o de Naturaleza "psíquica", porque, de
hecho, este tipo de enfermedad reside en el hecho de que el miembro
espiritual del ser del hombre ha sido expulsado hacia afuera (como en
el caso solo del sueño). Como consecuencia, el miembro espiritual es
débil y debemos proceder a curar el órgano corporal para que el
alma y el Espíritu puedan ser recibidos nuevamente de manera
saludable.
Lo que procede, no solo del
intelecto, sino de todo el ser del hombre como resultado de la
Ciencia Espiritual, tales como Imaginación, inspiración e
intuición2
, penetran en todo el organismo. En resumen, la verdadera Ciencia
Espiritual penetra con fuerza que sanadora en la organización física
del hombre.
El
hecho de que ciertas personas soñadoras se sientan enfermas o
muestren el reverso de la salud en sus actividades
científico-espirituales no es prueba de que esta afirmación sea
falsa. Hay muchos que no son realmente científicos espirituales,
sino que simplemente acumulan con su intelecto colecciones de notas
sobre los resultados de la Ciencia Espiritual. La promulgación de la
sustancia real de la Ciencia Espiritual es en sí misma una higiene
social, ya que actúa sobre la totalidad del ser humano y regulariza
sus funciones orgánicas cuando muestran signos de desviarse de lo
normal, ya sea al lado del sueño o al revés.He ahí la diferencia
esencial entre el contenido de la Ciencia Espiritual y el de la
ciencia meramente intelectualista. Los conceptos que surgen en el
ámbito del intelectualismo son demasiado "endebles",
porque son meras analogías para familiarizarse con el ser del hombre
y trabajar sanamente sobre él. Los conceptos de Ciencia Espiritual,
por otro lado, han surgido del conocimiento de todo el ser del
hombre. Los pulmones, el corazón, el hígado, todo el ser y no solo
el cerebro, han colaborado en la construcción de conceptos
científico-espirituales. Inherentes a ellos, penetrando con una
fuerza formativa plástica, hay elementos que proceden de todo el ser
del hombre. Y este es el sentido en el que la Ciencia Espiritual
puede entrar y orientar la higiene como una preocupación social.
También
en muchas otras formas, ya que solo puedo indicar ciertos ejemplos,
la Ciencia Espiritual, cuando alcance una posición firme en el
mundo, podrá establecer líneas guía para la vida de la humanidad
en la esfera de la salud.
Permítanme
aquí dar solo una breve indicación. La gran diferencia entre la
organización humana en la vida de vigilia y la de sueño es uno de
los temas a los que la Ciencia Espiritual tiene que volver una y otra
vez. ¿Cómo actúan el Espíritu y el alma en la vida de
vigilia?, ¿cómo y cuándo se impregnan mutuamente en el cuerpo, el
alma y el Espíritu del hombre?, ¿cómo actúan cuando se separan
temporalmente unos de otros mientras duermen?, todas estas
cosas son estudiadas concienzudamente por la Ciencia Espiritual. Aquí
no puedo hacer más que referirme a un cierto principio, pero sin
embargo es una deducción bien fundada de la Ciencia Espiritual.
En
la vida aparecen ciertas epidemias, enfermedades que afectan a masas
enteras de población y, por lo tanto, son esencialmente una
preocupación social. La ciencia materialista ordinaria estudia estas
enfermedades examinando el organismo físico del hombre. No sabe nada
del tremendo efecto que la actitud anormal de los seres humanos hacia
la vida de vigilia y del sueño tiene sobre las epidemias y la
susceptibilidad a las enfermedades epidémicas. Durante el sueño
suceden ciertas cosas en el organismo y si suceden en exceso,
predisponen fuertemente al ser humano a las llamadas enfermedades
epidémicas. Hombres y mujeres que ponen en acción procesos
orgánicos como resultado de dormir demasiado, es decir, procesos que
no deberían llevarse a cabo, porque la vida despierta no debe ser
interrumpida por períodos de sueño tan largos; estas personas
tienen una predisposición mucho más fuerte a enfermedades
epidémicas y son menos capaces de resistirlas.
Pueden
hacerse cargo de lo que significaría explicar las proporciones
correctas de la vida de sueño y vigilia. Estas cosas no pueden ser
dictadas. Por supuesto, se puede le decir a la gente que no debe
enviar niños con escarlatina a la escuela, pero no se les puede
decir que deberían dormir, digamos, siete horas. Y, sin embargo, es
mucho más importante que cualquier receta, que las personas que lo
necesitan deben dormir siete horas y otras para quienes esto no es
necesario, deben dormir mucho menos, y así sucesivamente.
Estos
asuntos, que están tan íntimamente relacionados con la vida
personal de los seres humanos, tienen una gran influencia y efecto en
la vida social. Cómo se producen los efectos sociales, si un número
mayor o menor de personas están obligadas por enfermedad a estar
ausentes de su trabajo, si una región entera se ve afectada o no,
todas estas cosas dependen de los detalles más íntimos de la vida
del hombre. La higiene aquí juega un papel inmensamente importante
en la vida social. No importa lo que la gente piense acerca de la
infección o no, este elemento es, sin embargo, un factor en las
epidemias. Y aquí las regulaciones externas no sirven de nada; lo
único que servirá es educar, dentro de la sociedad humana, a
hombres y mujeres que puedan conocer a los médicos que intentan
explicar las medidas profilácticas, con comprensión. Esto puede dar
lugar a una cooperación activa para la preservación de la salud
entre los médicos que entienden la técnica de su profesión y los
laicos que entienden la naturaleza del ser humano. ... Por supuesto,
no son los laicos ni los aficionados quienes harán la curación,
sino que los seres humanos razonables aportarán comprensión para
conocer a los profesionales médicos que les dicen esto o aquello. Si
comprende al ser humano, y esta comprensión se puede desarrollar en
la vida social en colaboración con el médico, el laico puede formar
una idea inteligente de la ciencia técnica y luego, en los
Parlamentos democráticos, puede decir "Sí" con cierta
comprensión y no debido a la presión de la autoridad. La esfera de
la higiene puede convertirse en una preocupación social en el
verdadero sentido si se hace fructífera por una ciencia de la
medicina enriquecida por la Ciencia Espiritual. En resumen, la
higiene puede convertirse en el sentido real y, en gran medida, en un
asunto del pueblo, de la democracia.
1
[Dr. Steiner se refiere a una serie de conferencias impartidas por
varios científicos durante el Curso de Medicina en el Goetheanum.]
2
[Los tres modos superiores de cognición descritos por el Dr.
Steiner en muchas conferencias y escritos.]