GA215 Dornach 7 de septiembre de 1922 Ejercicios para el pensar, el sentir y la voluntad

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FILOSOFÍA, COSMOLOGÍA Y RELIGIÓN


GA215 

Dornach 7 de septiembre de 1922



II conferencia


La filosofía no surgió del modo en que se lleva a cabo en la actualidad. Ahora es una suma, un conjunto de ideas que se conectan y cuyo contenido interno y real no es experimentado por los filósofos; en cambio, buscan pruebas teóricas para demostrar que se relacionan con la realidad. Por ello, el filósofo no puede verificar sus ideas en referencia a la realidad tan directamente como siempre se puede hacer en el caso de cualquier hecho del mundo real. Por supuesto, las personas pueden albergar ciertamente algunas ilusiones en relación con un hecho determinado, pero pueden llegar fácilmente a un entendimiento mutuo al confrontarlo. 
En la filosofía, las ideas, que a pesar de la creencia contraria sólo se toman de la tradición, pueden relacionarse de diversas maneras con la realidad porque ésta no se experimenta. Es así como surgen los diversos y divergentes sistemas de la filosofía. La validez de los cuales no puede establecerse de forma absoluta porque, a medida que se presentan razones a favor de uno u otro sistema, siempre se pueden aportar razones contrarias para refutarlas. 
Puesto que sólo se trata de una corrección relativa, se puede decir entonces que quien demuestra algo y quien lo refuta tienen, en la mayoría de los casos, la misma razón. Si bien en la actualidad se puede alcanzar una filosofía que difiera de la de uno u otro filósofo, es imposible llegar a algo que a la vez pueda ser sentido directamente como real y que además conlleve convicción por lo directo de la observación.
La filosofía se originó a partir de un estado de conciencia que difiere completamente del pensar abstracto en el que se produce ahora. Por lo tanto, hay que aprender de nuevo a vivir con el alma en aquel estado de conciencia. Pero como entretanto la humanidad ha progresado en su evolución, simplemente es imposible retomar la antigua conciencia que dio origen a la filosofía. Aunque hay que alcanzar algo similar si se quiere tener una filosofía hoy en día, es, sin embargo, algo muy diferente. El antiguo estado de conciencia que dio origen a la filosofía y mediante el cual el filósofo experimentaba la actividad de su propio organismo etérico, era en parte inconsciente.
En comparación con la conciencia moderna en la que pensamos científicamente, aquella conciencia era como un sueño. Lo que debemos tener en cuenta como ideal para una nueva filosofía es poder experimentar la filosofía en el cuerpo etérico, pero no de aquella manera onírica como sucedía en la antigüedad. Sin embargo, hay que tener en cuenta que estos sueños de los antiguos filósofos no eran sueños en el mismo sentido que los sueños de hoy. 
Los sueños actuales son conceptos pictóricos en los que, sin embargo, el factor de realidad no está asegurado en ninguna parte por el contenido de los propios conceptos oníricos. Estos conceptos pueden consistir en todo tipo de reminiscencias de la vida; pueden referirse a procesos del organismo físico. En el propio concepto onírico nunca se tiene un indicio convincente de ninguna realidad. 
Con la conciencia que cultivaba la filosofía en la antigüedad era de otra manera. Aquellos conceptos eran también pictóricos, pero surgían de tal manera que la imagen garantizaba absolutamente la presencia de una realidad espiritual, etérica, que venía indicada por la propia imagen. 
Hoy en día no podemos abandonarnos a ese estado anímico soñador y semiconsciente. Nuestra manera científica de formar conceptos requiere que pensemos de manera plenamente consciente, que en todos los aspectos vivamos en plena conciencia en nuestra vida anímica si queremos alcanzar el conocimiento. Por lo tanto, para lograr una nueva filosofía debemos desarrollar una forma de pensar que siga su curso en el organismo etérico, pero que al mismo tiempo sea tan plenamente consciente como el pensar científico que utilizamos en las matemáticas o en las ciencias naturales.
Mediante la investigación antroposófica se consigue hoy en día un pensamiento pictórico plenamente consciente que se relaciona con una realidad etérica, a través de un ejercicio meditativo interior del alma. Estos ejercicios meditativos consisten básicamente en la concentración por parte del alma en un contenido conceptual fácilmente visualizable a simple vista. Tendré que describir los detalles relativos a esta meditación en las siguientes conferencias. Lo encontrarán también en mi libro Cómo se alcanza El Conocimiento de los Mundos Superiores y en mi Ciencia Oculta un esbozo. Aquí sólo mencionaré, en principio, que consiste en concentrar todas las fuerzas del alma, prescindiendo de todo lo que cause impresiones desde el exterior o desde el interior, de modo que las fuerzas del alma puedan descansar imperturbables sobre un concepto fácilmente reconocible. Si se repite con la energía y la perseverancia necesarias, durante meses o tal vez durante años, tal ejercicio meditativo, se llega un día a notar que en la vida anímico-espiritual se está independizando totalmente del organismo físico, de modo que se puede llegar a comprender: "Cuando pienso en el organismo físico, me sirvo de él como de un instrumento". Ciertamente, el propio pensar no sigue su curso en el organismo físico, pero, debido a su organización más fina, éste organismo físico proporciona un reflejo del pensar; por lo tanto, me vuelvo consciente de él". "
Sin el organismo físico el pensar de la conciencia ordinaria no puede llevarse a cabo; la conciencia ordinaria, por lo tanto, está ligada al organismo físico. Así como nos damos cuenta claramente de que todo el pensar ordinario tiene lugar sólo con el soporte del organismo físico, también vemos claramente que en la meditación se pone en juego una actividad de pensar pictórica; porque por medio de la meditación, a través de estos períodos siempre recurrentes de reposo del alma en un contenido conceptual fácilmente visualizable, en esta actividad anímica interna nos liberamos del cuerpo físico. Ahora, se experimenta un mundo de imágenes que nos rodea, que, en lo que respecta a esta cualidad pictórica, se asemeja al mundo de imágenes de los antiguos pensadores que adquirieron su filosofía a partir de él. Se experimenta, sin embargo, con la misma presencia clara de la mente que se encuentra en cualquier concepto claro producido por las observaciones y experimentos de la ciencia natural.

En este mundo de imágenes que tiene ante sí, el hombre adquiere ahora una visión global de aquellas fuerzas de su propio ser que han estado activas desde el nacimiento como fuerzas de crecimiento, y que fueron responsables del aumento de su tamaño corporal. También obtiene una visión sobre las fuerzas activas en el metabolismo, en la nutrición y en los procesos de digestión. En otras palabras, adquiere en forma de imagen una visión completa de las fuerzas vitales que lo impregnan desde el mundo etérico espiritual, y construyen en él un organismo etérico particular, dando lugar a su forma y a su vida. De nuevo, surge en el hombre, pero en plena conciencia, lo que estaba presente en los primeros filósofos en una condición onírica, de los cuales los filósofos posteriores simplemente han tomado, en una forma más abstracta, lo que ahora se conoce comúnmente como filosofía. En otras palabras, ahora se eleva al nivel del conocimiento suprasensible, que puede ser designado como conocimiento imaginativo, el conocimiento de la imaginación. En este conocimiento imaginativo, él estudia las fuerzas de su propio crecimiento y vida.
Pero lo que aquí se percibe como organismo etérico o vital no está tan marcadamente separado del mundo exterior como lo están las cosas objetivas separadas de lo subjetivo en la observación sensorial. En la percepción sensorial yo sé: ese objeto está ahí, yo estoy aquí. En la percepción imaginativa etérica el propio organismo etérico crece junto, por así decirlo, con el cosmos etérico. Del mismo modo, uno se experimenta a sí mismo dentro de su propio organismo etérico y en el cosmos etérico. Lo que se experimenta a través de la confluencia de su propia naturaleza etérica con el tejido etérico y la pulsación en el cosmos, el hombre es ahora capaz de llevar a conceptos de imagen nítidamente esbozados, y luego también de formularlo y expresarlo en el lenguaje humano. De este modo, el hombre puede volver a adquirir una filosofía.

Esta filosofía, por lo tanto, puede ser recuperada a través del hecho de que el hombre se esfuerza por desarrollar el pensar imaginativo. Pero cuando el pensador imaginativo -en el nivel de la clarividencia exacta puede llamarse imaginación- expresa sus percepciones en el habla y en formas de pensamiento, el asunto se formula de tal manera que otra persona, que no puede percibir imaginativamente por sí misma, puede llevar a la plena conciencia del pensamiento ordinario lo que el filósofo dice, y, por ser diferente, también se siente y se experimenta de manera diferente. Pero a través de la comunicación verbal y su comprensión, esa realidad también se experimenta en la conciencia ordinaria. El pensador imaginativo puede impregnar sus palabras con esta realidad, pues adquiere sus concepciones del mundo etérico real.
Por tanto, se puede lograr de nuevo una filosofía adquirida partiendo del mundo etérico, del organismo etérico humano y del cosmos etérico. Esto afecta al oyente de tal manera que, al asimilarlo con su entendimiento ordinario y sano, siente: Eso se ha sacado de la realidad suprasensible, sobre todo de la etérica. En consecuencia, cuando se alcance el pensar imaginativo, se restablecerá en el mundo una verdadera filosofía cuya autenticidad está garantizada.

Para la cosmología, debe ampliarse la vida meditativa. Esto puede tener lugar, cuando el alma se acostumbra, con toda la amplitud de sus fuerzas, no sólo a detenerse en un concepto o complejo de conceptos que puede ser estudiado, y a detenerse en él una y otra vez, para entrar en una actividad intensiva creciente, que finalmente se desprende del organismo físico y continúa en lo puramente etérico, sino que el alma debe llegar al punto de poder eliminar nuevamente de su conciencia aquellos conceptos en los que ha estado deteniéndose. 
De la misma manera en que se concentra totalmente en ciertos conceptos, manteniéndolos en su conciencia, el alma debe ser capaz de eliminarlos de nuevo y entrar en una condición de mera vigilia y plena conciencia, desprovista de cualquier contenido anímico derivado de los sentidos o del pensamiento. El alma debe estar despierta pero no tener en sí misma nada de todos los contenidos adquiridos a través de la conciencia ordinaria.
Cuando, en plena vigilia, el alma produce un estado de conciencia vacía después de la meditación y logra una cierta vigorización con fuerza interior al mantener este vacío del alma mientras está completamente despierta, entonces llega finalmente el momento en que en este vacío fluye un contenido anímico-espiritual, cósmico, no conocido anteriormente: un nuevo mundo espiritual, un mundo exterior espiritual. Esta es la etapa de la inspiración, que sigue a la etapa de la percepción suprasensible a través de la imaginación.

Si se tiene esta capacidad de recibir un contenido cósmico anímico-espiritual en la conciencia vaciada a través de la inspiración, también se puede tomar lo que llamé ayer el organismo astral del hombre. Es aquella parte de él que vivió en un mundo anímico-espiritual antes de descender a la tierra y revestirse de un cuerpo físico y etérico. El hombre se familiariza con su propia vida anímico-espiritual antes de la vida embrionaria, antes del nacimiento. Aprende a conocer el organismo astral que abandona al hombre físico al morir y sigue viviendo en el mundo anímico-espiritual. En la cognición inspirada aprende a conocer el organismo astral que en la conciencia ordinaria vive en el pensar, sentir y querer.
Pero al mismo tiempo, aprende a conocer el cosmos espiritual. 
Así como el hombre tiene ante sí el cosmos físico por medio de sus sentidos y su pensamiento ligado a los sentidos, ahora se enfrenta al cosmos espiritual; sólo que lo que está dentro de su organismo físico y etérico es obra de este cosmos espiritual y es mucho más real que las impresiones sensoriales recibidas en la conciencia ordinaria. En efecto, se puede decir que lo que fluye en el hombre a través de la inspiración, gracias a la cual llega a una vida anímica independiente de su cuerpo, puede compararse con la inhalación de oxígeno real. 
Entre otras cosas, a través de este conocimiento inspirado se obtiene una visión más exacta de la naturaleza del proceso de la respiración humana, y también del proceso de la circulación de la sangre, que está rítmicamente conectado con el proceso de la respiración. A través del conocimiento inspirado, uno obtiene una visión real de todos los procesos rítmicos en el hombre. Se obtiene una visión de cómo funciona el organismo astral en el hombre rítmico, y además, cómo este organismo, envuelto por los organismos físico y etérico, está conectado con la respiración, con todo el sistema rítmico, insertándose directamente en el ritmo de la respiración y de la circulación sanguínea.
Ahora también estamos en condiciones de comprender por medio de la cognición lo que es meramente hereditario en los organismos físicos y etéricos y, por lo tanto, está sujeto a las leyes de la herencia que son de la tierra, y lo que el hombre trae consigo del mundo suprasensible, cósmico, como ser anímico-espiritual. Este ser entra en el mundo terrenal y sólo se reviste de los organismos físicos y etéricos. Se puede entonces distinguir entre las características heredadas del hombre y lo que trajo consigo del mundo espiritual a su existencia física.

En lo que ahora percibimos a través de nuestro organismo astral y su reflejo en los procesos humanos rítmicos, tenemos algo que ahora puede integrarse en el cosmos espiritual que nos rodea, haciéndose accesible a nosotros a través de la inspiración. Alcanzamos una cosmología que puede incluir al hombre. Se obtiene una imagen cósmica de cómo el organismo astral del hombre, con el ego -del que hablaré en breve-, entra en el organismo físico en las ondas de la respiración y los demás procesos rítmicos. Vemos el cosmos en su orden fundamental y legítimo, tal como continúa en el hombre a través de sus procesos rítmicos. Llegamos a una cosmología por la que se comprende el organismo astral; asimismo, los procesos rítmicos en cada persona individual.
De este modo, el conocimiento inspirado se convierte en la fuente de una cosmología genuina y moderna que está a la par con aquella cosmología antigua, que mediante las fuerzas anímicas oníricas del hombre lo hacía igualmente miembro de todo el cosmos, de un mundo anímico-espiritual, cósmico. El conocimiento obtenido en la percepción inspirada, sin embargo, se obtiene en plena conciencia, y entonces puede verse en su reflejo en el cuerpo etérico. Es así: Las experiencias de la inspiración se proyectan en imágenes sobre el cuerpo etérico. La visión así obtenida en la inspiración en el cosmos se conecta con las experiencias de la fantasía en la actividad del cuerpo etérico. Lo que se inspira en el cosmos está hasta cierto punto en movimiento interior y no puede ser llevado de inmediato a contornos nítidos. Esto sólo ocurre cuando se vincula con las experiencias de la fantasía en el cuerpo etérico. Entonces, la cosmología también puede ser llevada a los contornos nítidos. Así surge una filosofía cósmica completamente apropiada para el hombre moderno; una cosmología filosófica, que de este modo se forma a través de un fluir conjunto del conocimiento inspirado con las imaginaciones experimentadas pictóricamente en el cuerpo etérico. Es tal cosmología la que he tratado de dar en mi libro, An Outline of Occult Science, traducido al francés como La Science de l'Occulte.
Para que la vida religiosa se establezca sobre una base de conocimiento, es necesario un mayor desarrollo de la vida meditativa, de los ejercicios anímicos. Estos ejercicios deben extenderse ahora a la voluntad humana. Hasta ahora, hemos descrito principalmente una forma de ejercicios anímicos basada en un desarrollo especial de la vida del pensamiento. Ahora, la vida anímica, en la medida en que se revela en la voluntad, debe liberarse de la vida de los organismos físicos y etéricos del investigador espiritual. Eso tiene lugar cuando la voluntad se emplea de otra manera que en la conciencia ordinaria. Ilustraré este método con un ejemplo.
Los acontecimientos del mundo exterior normalmente se observan como si se sucedieran unos a otros: primero el anterior, después el posterior, y así también los registramos en nuestro pensar. Ahora, sin embargo, debemos tratar de colocar estos acontecimientos en orden inverso, poniendo primero el último, luego el inmediatamente anterior, y así sucesivamente hasta el primer acontecimiento. De este modo, mediante un esfuerzo de la voluntad en el alma, logramos algo que no se consigue en la conciencia ordinaria. 
El curso de los acontecimientos exteriores se sigue normalmente con la voluntad que vive en el pensar. Por medio de este pensar en orden inverso, pensando de manera diferente al curso real de los eventos en la naturaleza, dejáis libre a la voluntad de los organismos físico y etérico. La voluntad, que de otro modo no es más que un reflejo del organismo astral, queda así ligada a este organismo astral. Como este último es extraído de los organismos físico y etérico a través de las otras meditaciones, la voluntad es llevada fuera del organismo físico al mundo espiritual exterior. 
Al sacar así la voluntad de su propio organismo en el cuerpo astral, también se lleva con ella, fuera de los cuerpos físico y etérico, lo que es el verdadero hombre espiritual, el "yo". Ahora, es posible vivir con el ego y el organismo astral en el mundo espiritual junto con los seres espirituales. Así como vivimos por nosotros mismos en nuestro propio cuerpo en el mundo físico, ahora aprendemos - a través de tal entrenamiento de la vida anímica - a vivir juntos en el mundo espiritual exterior con todos los seres que se revelaron por primera vez en la imaginación y la inspiración. 
De este modo alcanzamos la capacidad de llevar una vida en el mundo espiritual independiente de nuestro propio organismo físico.
Estos ejercicios pueden reforzarse aún más, con el fin de que la voluntad despliegue otro tipo de esfuerzo. Cuanto más esfuerzo sea necesario para este desarrollo de la voluntad, mejor será para experimentar el mundo espiritual fuera de los organismos físico y etérico. El hombre puede cambiar sus hábitos tomando la determinación deliberada y conscientemente: "Este o aquel hábito lo has tenido durante muchos años; ahora lo cambiarás en otra cosa mediante un uso energético de tu voluntad, de modo que en cuatro, cinco o diez años esté tan transformado que con respecto a él parecerás una persona diferente". Pueden ser, por ejemplo, pequeños e insignificantes hábitos, de esos que persisten sin que se les preste mucha atención. Si se trabaja en ellos, son los más eficaces para el tipo de conocimiento suprasensible que estoy caracterizando ahora. Por ejemplo, tienes una determinada forma de escribir a mano. Con toda tu energía, te aplicas a cambiarla a una forma diferente de la que estás acostumbrado y has desarrollado desde la infancia.

Cuando uno se dedica durante años a tales ejercicios de voluntad, el alma finalmente se vuelve lo suficientemente fuerte como para vivir fuera de los organismos físicos y etéricos con los seres espirituales del mundo espiritual exterior, con las almas humanas, ya sea antes de encarnarse o después de pasar por la muerte y estar viviendo en el mundo espiritual antes de volver a la existencia física y también con aquellos seres espirituales que sólo están en el mundo espiritual y habitan allí de tal manera que, a diferencia de los seres humanos, nunca tienen un cuerpo físico y etérico. 
De esta manera se llega a vivir con el alma y el espíritu en ese mundo donde se experimenta el contenido de la conciencia religiosa. En plena conciencia se entra en ese mundo descrito por los antiguos maestros de la religión como el mundo divino; en aquella época esto ocurría a través de una familiarización más onírica con lo divino, pero ahora, es a través de una plena conciencia, el mismo estado mental plenamente consciente que sólo se desarrolla en las matemáticas o la exactitud de la ciencia natural moderna. 
Así se cultiva el tercer nivel de conocimiento suprasensible, el de la verdadera intuición.
A través de esta verdadera intuición mediante la cual aprendemos a vivir en el mundo divino-espiritual, somos capaces de traer experiencias de ese mundo para darles forma en el contenido de la conciencia religiosa. A su vez, aprendemos a reconocer un hecho básico de la naturaleza humana: cómo puede vivir el ser humano, con su verdadero "yo" y su organismo astral, en un mundo puramente espiritual. 
Ahora obtenemos una visión de la condición del hombre en la vigilia y en el sueño; obtenemos una visión de cómo el yo y el organismo astral se envuelven durante el estado de vigilia en lo que he descrito anteriormente como los procesos de la respiración y la circulación, los procesos rítmicos; pero cómo, al crear el yo un reflejo de sí mismo en el organismo físico, los procesos metabólicos que viven en la circulación de la sangre están incluidos en esta naturaleza reflejada. 
Lo que el hombre en su conciencia ordinaria llama su "yo" no es más que un débil reflejo de su verdadero "yo". El verdadero yo está enraizado en el mundo divino-espiritual descrito anteriormente. En la conciencia ordinaria este yo se percibe a través de la impregnación que los procesos metabólicos ejercen sobre el sistema circulatorio. En estos procesos, que laten en la circulación, se percibe, se siente, lo que en la conciencia ordinaria se percibe como el ego. Pero eso no es más que un débil reflejo del verdadero ego.
En el estado de vigilia el reflejo del ego vive en el metabolismo que circula a través del sistema rítmico del hombre. Es decir, el verdadero ego existe, pero la conciencia ordinaria sólo contiene su reflejo producido en el metabolismo. Sin embargo, cuando los organismos físico y etérico del hombre utilizan los procesos de respiración y circulación, impregnados por el metabolismo, cuando utilizan ellos mismos las fuerzas de este hombre rítmico, como es el caso en el estado de sueño, entonces el verdadero ego, con el cuerpo astral, vive en el mundo espiritual exterior. 
La respiración y la circulación, con el metabolismo pulsante que contienen, cuidan entonces de las necesidades de los organismos físico y etérico por sí mismos; el verdadero ego y el organismo astral llevan una existencia aparte de los cuerpos físico y etérico en el mundo espiritual. Uno contempla estas condiciones alternas por medio de la verdadera intuición - cómo los organismos físico y etérico necesitan la respiración y la circulación de la sangre, con el metabolismo contenido en ellas, para renovar sus fuerzas. 
Durante este tiempo el verdadero ego y el organismo astral permanecen por un tiempo en el mundo espiritual, llevando su propia existencia. Cuando las fuerzas de los cuerpos físico y etérico se regeneran a través del hombre rítmico hasta el punto de no necesitar más procesos regenerativos rítmicos, el cuerpo astral y el ego regresan e impregnan el proceso metabólico que pulsa a través de la respiración y la circulación sanguínea, y el hombre vuelve a estar despierto.
De este modo, se ve cómo el verdadero ego y el organismo astral palpitan en el metabolismo. Así, se aprende a conocer ese mundo designado por las antiguas religiones como el mundo divino en el que el ego del hombre, el verdadero ego, tiene su hogar innato. Y puesto que lo que se capta de este modo a través de la intuición se refleja de nuevo en los organismos físico y etérico como en un espejo, ello permite también expresar en palabras, en imágenes, en conceptos, lo que se experimenta en el mundo puramente espiritual, independiente de toda corporeidad humana. Esto hace que pueda ser captado a su vez por la sana razón humana del hombre. Puede sentirse y percibirse, puede experimentarse en el corazón humano, y luego forma el contenido de la conciencia religiosa, que así se fundamenta en el conocimiento.

No es necesario que cada persona encuentre su camino hacia el mundo divino a través de la intuición. Eso debe hacerlo quien se convierte en un investigador del espíritu. Pero cuando el investigador del espíritu pone en palabras lo que descubre en el mundo espiritual de la manera descrita anteriormente, entonces toma tales formas que, a través de lo que viene a ser revelado de esta manera, uno experimenta en el estado ordinario de conciencia: "Aquí se pronuncian palabras que no se relacionan con este mundo, pero con el poder de la realidad inherente a ellas cobran plena vida en el alma humana". A través de este poder es como lo que se extrae del mundo espiritual mediante la investigación espiritual a través de una experiencia intuitiva del mundo divino-espiritual tiene su influencia religiosa en nuestra conciencia.
Si los hombres quieren volver a adquirir con su propio esfuerzo una vida religiosa basada en el conocimiento, deben aceptar lo que el investigador espiritual es capaz de revelar como sus propias experiencias obtenidas en el mundo divino-espiritual a través de la verdadera intuición. La religión volverá a ser lo que era antes. En su origen, toda religión fue una revelación del mundo divino-espiritual: una revelación de las experiencias que se pueden tener con aquellos seres divinos que antes se habían revelado a la percepción imaginativa e inspirativa, pero a los cuales sólo se conoce en su propio nivel a través de la intuición.

El tipo de pensar que puede vivir en abstracciones, que se emplea principalmente en la investigación científica y en el que basamos nuestras observaciones y experimentos, sólo ha podido alcanzarse en el curso de la evolución humana. No existía entre aquellos pueblos de los que procedían los primeros filósofos y maestros de religión, aquellos que fundaron la antigua filosofía, la cosmología y la vida religiosa, de las que tanto se ha conservado gracias a la tradición. En aquellos tiempos prevalecían las experiencias imaginativas, inspirativas e intuitivas semiconscientes. De estas experiencias los hombres de épocas anteriores extraían sus conocimientos en todos los ámbitos de la vida. Sólo a partir del surgimiento de la ciencia natural moderna tenemos lo que experimentamos como pensar abstracto. No hay que creer que sólo los científicos piensan de esta manera. Hoy en día, es absorbido a través de las escuelas ordinarias y por la persona más sencilla que vive en una zona rural alejada de toda cultura urbana.
En ninguna parte de la humanidad, ni siquiera en los siglos VIII y IX d.C., existía rastro alguno de la conciencia que hoy se extiende por el mundo civilizado mediante este pensar abstracto. Pero la condición de plena conciencia, que debemos interpretar como la verdadera expresión de la humanidad actual, sólo pudo alcanzarse por el hecho de que el pensamiento abstracto, que ahora es el orgullo de la vida científica, se ha integrado en la experiencia humana. En otras palabras, la forma de pensar que utiliza el organismo físico del hombre y lo necesita para pensar como ocurre hoy, tal forma de pensar no existía en la antigüedad. 
Entonces, el hombre pensaba sólo con los elementos etéricos y astrales de su naturaleza y con la organización de su ego. Sus pensamientos le eran dados por las revelaciones de la imaginación, la inspiración y la intuición. Este es todavía el caso hoy de las personas que, por alguna circunstancia que mencionaremos más adelante, poseen una especie de clarividencia. No se trata de la clarividencia moderna y exacta, sino de algo heredado de antiguas condiciones de clarividencia onírica. Tales personas nunca son capaces de controlar sus experiencias anímicas, pero pueden tenerlas, como las tenían las personas en épocas anteriores. 
A menudo es sorprendente la claridad de los pensamientos que se les da a esas personas en sus visiones oníricas; pensamientos basados en una lógica mucho más brillante que la que puede producir incluso un filósofo. Esos son los pensamientos revelados desde el mundo espiritual. En épocas antiguas de la evolución humana, sólo existían tales pensamientos, es decir, pensamientos revelados.
El pensar abstracto, el único que se conoce hoy en día, se obtiene utilizando el cuerpo físico como herramienta. Se experimenta a través del instrumento del cuerpo físico. Esto caracteriza lo que la humanidad moderna ha alcanzado al elevarse a su plena conciencia. En lo que respecta al mundo espiritual, tal pensar alcanzado a través del cuerpo físico es en realidad un pensar desplazado. Pues precisamente a través de lo que acabo de describir, el pensar muestra que pertenece al mundo espiritual. Ahora es desplazado cuando el hombre emplea su organización física en su pensamiento. De este modo, el pensar vive en un elemento que no le es propio. Pero sin embargo, el hombre logra en este pensar algo que nunca podría alcanzar si el pensar resultara simplemente como una revelación de la imaginación, la inspiración y la intuición. Debido a que el pensar se obtiene a través del organismo físico, no contiene sustancialmente nada del mundo espiritual. Es fundamentalmente una actividad que tiene lugar únicamente en el cuerpo físico. En otras palabras, este pensar abstracto no experimenta nada real; es como si fuera presionado, filtrado por la imaginación. Lo que se experimenta es una ilusión. Lo que experimentamos en el pensamiento abstracto es una experiencia ilusoria justo porque nos hacemos plenamente conscientes en este pensar.
Podemos experimentar dos hechos en este pensar. En primer lugar, en él la ilusión, que no pretende por sí misma expresar algo, se convierte en un reflejo de la naturaleza objetiva. Sólo así el hombre ha alcanzado lo que hoy tanto le enorgullece, una ciencia natural objetiva. Los sucesos externos de la naturaleza no podrían ser presentados objetivamente por un pensar lleno de sustancia propia. No podemos reconocer como ciencia natural objetiva las descripciones de los procesos naturales que se daban en la antigüedad. Justo porque el pensar sólo tiene una vida de apariencia, el mundo exterior puede reflejarse en esta apariencia. 
En un pensar que no tiene sustancia propia, la sustancia de los sucesos exteriores de la naturaleza aparece en forma de imagen. Así, la humanidad en su progreso está en deuda con la ciencia natural objetiva por el hecho de haber alcanzado la plena conciencia en una experiencia ilusoria del pensar. La época en la que surgió el pensar abstracto fue también la época en la que se alcanzó la ciencia natural objetiva.
Un segundo hecho que debe el hombre a este avance hacia el pensar abstracto es su experiencia de la libertad. Lo que el hombre experimenta como impulsos morales a través de la imaginación, la inspiración y la intuición, incluso cuando lo experimenta de manera onírica como en la antigüedad -cuando se experimentaba siempre a través de los sueños, los instintos y las emociones y, por tanto, se convertía en un impulso a la acción-, esto siempre supone una limitación para el hombre. Un instinto subyacente a una acción en el organismo del hombre es algo que lo impulsa, lo obliga aquí y allá. Lo que sale del mundo etérico real en la imaginación como impulsos morales me impulsa; no puedo hacer otra cosa que seguirlo. 
Lo mismo ocurre con lo que se deriva de la inspiración y la intuición.
Entre el nacimiento y la muerte el hombre experimenta la vida ilusoria del pensar abstracto, del pensar puro que es únicamente pensar, pero que se lleva a cabo a través del organismo físico. Si el hombre asume ahora los impulsos morales en este pensar, éstos viven entonces en el puro pensar que únicamente tiene una vida ilusoria y no puede obligarle a hacer nada, como tampoco una imagen reflejada puede obligarle a uno a emprender ninguna acción. Lo que me empuja en la realidad sí me coacciona. 
Pero lo que tiene una mera apariencia de vida, como, por ejemplo, lo que experimentamos en el puro pensar, no puede obligar a una persona. Yo mismo debo decidir si quiero seguirlo o no. De este modo, a través de la experiencia ilusoria del pensar, se da al mismo tiempo la posibilidad de la libertad humana. Aunque el pensar del hombre no puede experimentar más que la apariencia, cuando los impulsos morales arraigados en el mundo espiritual entran en él y forman su contenido, entonces se convierten en impulsos libres.
Por consiguiente, el ser humano debe dos cosas a su avance hacia la experiencia ilusoria en el pensar: la era de la ciencia natural objetiva y el haber alcanzado la libertad real. Así como he descrito el ascenso a los mundos suprasensibles en los libros Cómo se alcanza El Conocimiento de los Mundos Superiores, La Ciencia Oculta, un esbozo y en la Teosofía, del mismo modo he tratado de presentar las bases para alcanzar la conciencia de la libertad en la época moderna en mi Filosofía de la Libertad. Por tanto, podemos decir que en la época en la que el hombre ha alcanzado su plena conciencia debido a que el pensar ha penetrado en su organismo físico y se sirve de él, este pensar ha rechazado la antigua clarividencia onírica que antes era la base de una antigua filosofía, una antigua cosmología y una antigua vida religiosa. De este modo, el hombre ha adquirido la posibilidad de desarrollar la ciencia natural objetiva en su organismo físico entre el nacimiento y la muerte, y además, la posibilidad de desarrollar la libertad.
Hoy, sin embargo, el hombre se encuentra en el punto en el que, conservando su plena conciencia, debe volver a recorrer el camino hacia el mundo suprasensible en la imaginación, la inspiración y la intuición plenamente conscientes. Debe hacerlo para alcanzar -además de lo que puede experimentar en la ciencia natural objetiva y en la libertad- una nueva filosofía, una nueva cosmología y una nueva vida religiosa construidas sobre el conocimiento del mundo suprasensible. Éstas, como revelaciones del mundo suprasensible, satisfacen al hombre moderno de la misma manera que se satisface cuando, por medio de su conciencia ampliamente despierta en el mundo de los sentidos, alcanza una ciencia objetiva, y la libertad.

Así pues, hemos caracterizado la libertad y la ciencia natural objetiva, por un lado, y la ciencia espiritual moderna, por otro, mostrando así cómo la humanidad debe avanzar desde el presente hacia el futuro, para que mediante el logro del conocimiento suprasensible pueda participar en el verdadero avance humano que exige el orden mundial.

Traducido por J.Luelmo marzo 2021

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919