GA215 Dornach 15 de septiembre de 1922 La experiencia de la naturaleza del alma volitiva

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FILOSOFÍA, COSMOLOGÍA Y RELIGIÓN


GA215 

Dornach 15 de septiembre de 1922



X conferencia


Las experiencias del alma humana en la conciencia ordinaria durante su existencia en la tierra se expresan en el pensar, el sentir y el querer. Sin embargo, su trasfondo real debe buscarse en lo que he descrito aquí como el organismo astral y el ego del ser humano. He mostrado cómo la parte del alma que ejerce el pensar se relaciona de una manera específica con la organización de la cabeza; también he mostrado cómo la parte del alma que produce los sentimientos tiene una conexión algo diferente con el sistema rítmico, con la respiración, la circulación y otros procesos rítmicos. Y también aunque de una manera mucho más vaga, la naturaleza de la voluntad del alma está conectada con los organismos físico y etérico.

Cuando examinamos la naturaleza del alma pensante y su relación con el sistema de la cabeza, descubrimos que se dedica por completo a él, se transforma, por así decirlo, en el organismo de la cabeza. El organismo de la cabeza forma una réplica física y etérica de la parte del alma que participa en el pensar: por lo tanto, cuando el hombre piensa realmente en la vida cotidiana de la vigilia, no puede observar realmente el proceso del pensar en sí mismo, sino que debe buscarlo en su réplica en los procesos físicos y etéricos del cerebro y del resto del sistema nervioso. Por eso, la anatomía y la fisiología del cerebro son el verdadero dominio para la parte física de una ciencia del alma, porque las réplicas de lo que ocurre en el pensar pueden observarse realmente en la estructura del cerebro y, por tanto, también en sus procesos.

La parte del alma que se expresa en el sentimiento no se dedica de la misma manera a los organismos físico y etéricos, ni se ha convertido en una parte de ellos. Podemos decir de ella que, a veces, se dedica por completo a la respiración y a la circulación sanguínea, introduciéndose en ellas, de modo que se vuelve como invisible a la visión imaginativa e inspirada; la enfocamos y vemos que se desliza en los procesos respiratorios y circulatorios. A veces, el Alma-sentimiento se desprende de estos procesos, se independiza y exhibe en sí misma una actividad formativa propia. Así, el alma-sentimiento se desliza, por así decirlo, en el sistema circulatorio y luego se retira, se desliza de nuevo, y así sucesivamente.

La parte del alma que es la base de la voluntad humana se comporta de manera muy diferente. No se dedica continuamente a los organismos físico y etérico, ni se involucra en una alternancia de impregnar los dos organismos y retirarse de ellos; más bien, por sus propios poderes, se mantiene alejada de las partes física y etérica del organismo del ser humano. Tiene una existencia propia e independiente por medio de sus propias capacidades. En virtud de estas fuerzas, en realidad permanece dentro del reino del alma y del espíritu, y se quedaría allí si no interviniera nada más. Por lo tanto, podemos decir que en esta alma volitiva, la naturaleza del alma sigue siendo siempre alma-espiritual, incluso durante la vida en la tierra. Cuando, a través de la intuición, se recibe una visión de la verdadera realidad que existe detrás del alma volitiva, se puede estudiar el ser anímico-espiritual perdurable del hombre en este elemento de la voluntad. Sin embargo, existe una especie de entrega del alma volitiva al organismo físico, un vertido en él, pero no es continuo como en el caso del alma pensante, ni es una alternancia rítmica como en el caso del alma sintiente. Por el contrario, es así: Cuando, por ejemplo, nuestra alma pensante se apodera de un pensamiento por medio del organismo de la cabeza, el cual, por su contenido, es en sí mismo un impulso para querer algo, entonces, no se produce el proceso que tiene lugar en la mera contemplación. Sólo el organismo de la cabeza está involucrado cuando una persona reflexiona sobre los asuntos del mundo sin llegar a un acto de la voluntad. A través de la actividad del pensar, el organismo de la cabeza se desgasta, o por lo menos es llevado hacia una tendencia a la ruptura, a la disolución y a la muerte, como lo describí ayer. Pero si formulamos el pensamiento: "Quiero esto o aquello", entonces la actividad que pertenece al alma pensante se extiende desde el organismo de la cabeza hacia el organismo metabólico y de las extremidades. Cuando un hombre tiene un pensamiento que representa una intención de la voluntad, la intuición percibe cómo una actividad astral pulsa en alguna parte del sistema metabólico o incluso de las extremidades. Entonces, a través de tal pensamiento que despierta la voluntad, se produce un proceso degenerativo no sólo en el sistema de la cabeza, sino también en los órganos metabólicos y en los miembros. A través de tales pensamientos surgen procesos destructivos. Estos procesos destructivos, a su vez, hacen que el alma volitiva que subyace a la voluntad humana como realidad se derrame en el sistema metabólico o de las extremidades y restablezca el equilibrio reconstruyendo lo que ha sido desgastado por el pensamiento.

Si quiero ilustrar esto con claridad, esto es lo que sucede: Tengo el pensamiento: Voy a levantar el brazo. Este pensamiento sale entonces del organismo de la cabeza hacia el brazo, allí induce un proceso degenerativo de destrucción. Se puede llamar una forma de combustión. Algo en la configuración de mi brazo se destruye. La parte del organismo astral que corresponde al alma volitiva sigue la estela del proceso degenerativo, entra en el brazo y repara el daño. El levantamiento de mi brazo tiene lugar durante esta regeneración, - lo que se quemó se restaura y el acto real de la voluntad se produce durante esta restauración.

Ahora bien, el verdadero ser del ego está contenido en la parte del organismo astral que subyace a los impulsos de la voluntad del alma; por lo tanto, siempre que la voluntad es movida a la acción, el ego se despierta. Cuando observamos cómo el hombre despliega su voluntad, obtenemos una visión de cómo el organismo astral humano y el ser del ego fluyen en los cuerpos físico y etérico en respuesta a un determinado estímulo. Esto también ocurre cuando se produce una expresión de la voluntad que no requiere que ponga en movimiento mis miembros, sino que es quizás un impulso suplementario o tal vez un deseo bastante vivo. Ahí también ocurre algo similar, sólo que las partes mucho más internas del organismo humano están impregnadas de la verdadera naturaleza volitiva del alma.

Podéis ver que el despliegue de la voluntad puede ser estudiado en todos sus detalles, pero para ello necesitáis un conocimiento del ser anímico y espiritual real del hombre. Sin este conocimiento, no se puede estudiar el alma volitiva, ni llegar al ser del ego, pues este último se expresa sólo en una débil réplica en el pensar, aparece como un impulso en el sentir, y tiene su verdadera realidad en la vida terrenal sólo en la voluntad. Aparte de este despliegue de la voluntad que sigue a una determinada inducción, un elemento que corresponde a la voluntad humana como realidad es el deseo continuo en todo el organismo humano por el cuerpo físico. Inconscientemente, en la naturaleza volitiva del alma, el hombre anhela, por así decirlo, estar encerrado en los sistemas metabólicos y de las extremidades de su cuerpo. Si nos adentramos en esta parte del alma humana, vemos a través de esta naturaleza volitiva las profundidades, los sustratos de la vida del alma humana, los procesos del alma que están completamente ocultos a la conciencia ordinaria.

Ya he mostrado que la conciencia ordinaria permanece completamente inconsciente de los procesos de degeneración y regeneración que tienen lugar en el cuerpo humano. Pero aparte de estas actividades que el alma humana desarrolla y que entran en consideración respecto a los impulsos ordinarios de la voluntad, existen otros procesos, procesos subconscientes en el ser del hombre que son muy reales, pero que no proyectan sus efectos hacia la conciencia ordinaria en absoluto durante la vida terrenal. Se describen a continuación.

Ayer vimos cómo en el alma sintiente tiene lugar una evaluación continua de la naturaleza moral y moral-espiritual del ser humano. El proceso que sólo se enciende como un débil reflejo en la conciencia como agitación de la conciencia, como evaluaciones de las propias acciones, es una actividad muy significativa e incisiva en la esfera subconsciente. Todo lo que una persona hace, también lo evalúa en su organización anímica subconsciente; en este nivel, sólo se trata de una evaluación. Pero algo adicional y muy diferente ocurre en la parte del alma que corresponde a la voluntad. En el curso de la vida terrenal, vemos cómo el cuerpo astral y el ego, que están ligados a esta naturaleza de la voluntad, construyen realmente una entidad interna del hombre -sólo está levemente viva- por medio de las fuerzas astrales y del ego en el cosmos. En efecto, es así: Al evaluar interiormente nuestras propias capacidades, hacemos nacer un ser astral que existe dentro de nosotros y que crece cada vez más. Este ser contiene estas evaluaciones como hechos, mientras que el alma sintiente sólo hace surgir las evaluaciones, por así decirlo, como un proceso de pensamiento, o -después de que haya sucedido- como un pensamiento recuerdo subconsciente. Una vez realizado el acto, surge algo más en el alma volitiva. El juicio "he perpetrado un acto malo" se convierte en un ser en nosotros. Con este ser, poseemos algo dentro de nosotros que es la evaluación actualizada de los actos del individuo.

Ahora bien, como acabáis de ver en esta descripción, esta naturaleza volitiva del alma contiene algo perdurable, algo que también estaba presente antes de que el hombre descendiera del mundo anímico-espiritual a un organismo físico-etérico. En esta parte espiritual del alma, esta alma volitiva, la secuela de la existencia anímica-espiritual está trabajando para construir de nuevo un organismo humano, pues esa era su actividad en la vida preterrenal. Ahora sólo se ve obstaculizada por la presencia del organismo físico; su actividad no puede desplegarse ya que choca con todas las protuberancias y paredes, por así decirlo, de este organismo físico, pero la tendencia permanece. Ahora bien, la realidad que acabo de describir, el ser que representa la evaluación actualizada de la naturaleza moral y moral-espiritual del individuo, se une a esta tendencia. Así, llevamos dentro de nosotros una entidad en la que confluyen los impulsos para formar un nuevo organismo y la evaluación moral realizada. Llevamos este ser a través del portal de la muerte cuando nuestra vida terrenal ha llegado a su fin.

De mis descripciones habéis visto que las fuerzas regenerativas y degenerativas están constantemente presentes en el organismo humano, fuerzas que causan la muerte y la revitalización, fuerzas que amortiguan y despiertan la vida. Encontramos fuerzas entorpecedoras en el alma pensante, revitalizadoras en el alma volitiva. Esta batalla entre la muerte y la vida nos acompaña durante toda nuestra estancia en la tierra. Cuando la terminamos, llevamos el resultado inconsciente de nuestras cualidades morales al mundo espiritual.

Habéis visto por las descripciones que he dado en los últimos días que en el momento en que el ser humano atraviesa la puerta de la muerte su conciencia, hasta ahora sólo terrenal, se expande hacia una conciencia cósmica. Así como el ser humano se acostumbra en la tierra a vivir en un organismo físico y se siente encerrado en la piel de su cuerpo, después de la muerte encuentra su camino hacia las extensiones del cosmos. Su antiguo entorno se convierte ahora en su contenido interior. Su conciencia se convierte en una conciencia cósmica. Entonces surge la pregunta: ¿Qué sucede con la evaluación de las cualidades morales del individuo, cuando, habiendo atravesado el portal de la muerte, el ser humano recibe esta conciencia cósmica y tiene el deseo de formar un nuevo organismo físico y etérico? La respuesta a esto se dará en la segunda parte de las consideraciones de hoy.

Antes de poder responder a la pregunta que acabo de plantear, tengo que hacer una descripción de varios puntos relativos al curso de la vida terrenal del hombre a la luz de las condiciones descritas anteriormente. Habéis visto que en el organismo humano se produce una continua degeneración y regeneración. Esta destrucción y revitalización tienen lugar a lo largo de la vida entre el nacimiento y la muerte. En la medida en que somos seres de alma pensante debemos deteriorarnos, como seres de voluntad debemos restaurar lo que se ha desgastado. Como seres sintientes, ejercemos una función entre la degeneración y la regeneración. 

Por lo tanto, los elementos del alma representados interiormente como pensamiento, sentimiento y voluntad se expresan como procesos de destrucción, recreación y una interacción entre ambos. Estos procesos en la organización humana, que son extremadamente complicados, son diferentes para cada período de la vida. Se expresan de una manera en un niño y de otra en un adulto. Es especialmente importante para cualquiera que críe y enseñe a los niños, ver por medio de un conocimiento espiritual del ser humano en esta continua interacción de procesos degenerativos y regenerativos del individuo. 

Es importante ser consciente de esta irrupción de los procesos constructivos en los destructivos, de los destructivos en los constructivos; ver cómo se entremezclan constantemente en ciertas partes del organismo humano y discernir sus efectos en él. Porque sólo se puede educar y enseñar correctamente cuando se puede discernir cómo actúan estas fuerzas en el niño y qué efecto se puede ejercer sobre ellas mediante la crianza y la educación.

Citaré sólo un ejemplo de ello. Hay una gran diferencia entre hacer que un niño memorice únicamente lo que es bueno para él, o hacerle memorizar demasiado de modo que su memoria se vea sobrecargada. Debido a la opinión que prevalece hoy en día sobre la interacción de los procesos constructivos y destructivos, se podría creer fácilmente que éstos ejercen una influencia sólo en el organismo anímico del joven. No es así. Cuando hacemos que un niño memorice demasiado, forma pensamientos que pertenecen a la memoria de forma irregular. Encuentran su camino en el sistema de la cabeza. Allí, causan irregularidades al continuar en los pensamientos de la voluntad, llegando incluso al organismo metabólico y de las extremidades. Podemos descubrir que si hemos criado y educado mal a un niño en lo que respecta a su memoria, este error se manifiesta, quizá ya a los treinta, cuarenta o cuarenta y cinco años, en una mala digestión y en trastornos metabólicos.

Sólo lo menciono como un ejemplo cercano. Estos asuntos son muy complicados. Es un hecho que, a partir de una visión espiritual del individuo, un verdadero pedagogo puede estimar y examinar el alcance de lo que emprende con un niño con respecto al cuerpo y al alma. Por lo tanto, sólo se puede establecer una pedagogía genuina y verdadera sobre la base de un conocimiento de la persona que contemple la corporeidad física y el alma y el espíritu, y que también comprenda la interacción entre estos tres miembros del ser humano en su totalidad. Una pedagogía así se ha creado en el seno de nuestro movimiento antroposófico. Se hace realidad en la Escuela Waldorf, también en ciertos intentos de formación continua aquí en Dornach. Pero hay que afirmar de una vez por todas que la mera ciencia derivada de los sentidos que hoy se acepta de forma generalizada nunca podrá establecer una verdadera pedagogía. Ésta sólo es posible mediante una profundización antroposófica de la vida científica. Algunos de los detalles de lo que ahora se ha tocado se desarrollarán más en las conferencias de mañana y pasado mañana.1

Además, la visión clarividente contempla un cierto intercalado de actividades destructivas y constructivas, un entrecruzamiento de una u otra manera de ambas en todo el cuerpo humano y en los órganos individuales según el estado de salud del individuo. Sólo podemos aprender a comprender las enfermedades y sus diversos síntomas rastreando la manera en que los procesos degenerativos se imponen sobre todo el organismo, sobre un órgano o un grupo de órganos, haciendo que el organismo se vuelva inflexible y duro; o bien acerca de cómo los procesos regenerativos ganan el control, dando lugar a una vida y un crecimiento desenfrenados. También aprendemos a reconocer cómo los procesos destructivos penetran en los constructivos de forma errática y los impregnan de productos no digeridos del metabolismo. En resumen, al igual que es importante que el maestro sea capaz de juzgar el curso normal de estos procesos en un niño, también es importante que el que trata con los enfermos tenga conocimiento de los procesos anormales de degeneración y regeneración.

Ahora bien, si nos adentramos en los distintos reinos de la naturaleza que nos rodean en el mundo físico -el mineral, el vegetal y, en parte, el animal-, encontraremos que todo está impregnado de elementos anímicos-espirituales ocultos. En un tipo particular de planta, por ejemplo, encontramos fuerzas regenerativas que, cuando se preparan de una manera determinada y se introducen en el organismo humano, son eficaces contra esos procesos destructivos, patológicamente anormales. En resumen, encontramos medicamentos para los procesos anormales de la naturaleza exterior. La conexión entre los medicamentos y una enfermedad sólo puede percibirse observando el organismo del hombre de la manera que acabamos de caracterizar. En todo lo que se puede emprender de alguna manera para un organismo enfermo -ya sea la aplicación de medicamentos externos, o que el organismo enfermo sea tratado de una manera que no se trata al organismo sano, o que se encuentren suplementos para lo que el cuerpo mismo no puede hacer-, ya sea que se trate de tales medidas correctamente empleadas o de lo que he planteado como Euritmia Curativa, siempre se busca por tales medios volver a equilibrar en el organismo los procesos desenfrenados de regeneración o los procesos destructivos que exceden la norma.

Ya veis que la medicina que se basa meramente en una ciencia orientada a los sentidos debe ser complementada y ampliada por lo que puede resultar de la visión espiritual, de un conocimiento del ser humano total. Dado que, en la fisiología y la anatomía, la ciencia física sólo puede juzgar los aspectos externos del organismo humano, sólo puede encontrar la relación de un medicamento con una enfermedad mediante la experimentación externa. La inspiración, la imaginación y la intuición permiten ver simultáneamente la conexión interna de un medicamento o de un proceso de curación con la naturaleza de la enfermedad. En lugar de una terapia meramente experimental y empírica, es posible llegar a una terapia racional que tenga una visión del ser humano y de los procesos de curación. Hoy sólo puedo referirme a esto de pasada, pero de ello se desprende que un punto de partida para una ampliación de la patología así como de la terapia en la línea descrita anteriormente está contenido en lo que se establece como conocimiento antroposófico. Estas cuestiones ya han tomado forma práctica dentro de nuestro movimiento. En nuestros institutos terapéuticos de Stuttgart y aquí en Arlesheim no practicamos con espíritu de diletantismo médico. La medicina actual está plenamente reconocida y aplicada, pero nuestros métodos de tratamiento están impregnados de lo que la percepción y el punto de vista espirituales pueden aportar.

Los críticos que se basan únicamente en la ciencia física siguen afirmando hoy en día que lo que esta ciencia espiritual, elaborada a partir de la antroposofía, tiene que decir sobre la enfermedad y los procesos de curación es infantil. Esto es bastante comprensible, viniendo de personas que eligen basar sus ideas y su trabajo sólo en la ciencia física. Pero debo decir que cuando tales personas llaman a nuestros métodos "infantiles", no tienen idea de los hechos reales. En efecto, lo que la ciencia física produce como anatomía, patología y terapia es sólo una subestructura de lo que resulta para la medicina de la observación espiritual. Quisiera decir -no en sentido despectivo, sólo en referencia a ciertos críticos- que si algo es infantil en algunos aspectos es la medicina que intenta basarse sólo en los fenómenos físicos. No me burlo de lo que es infantil con esta observación, sólo quiero señalar cómo se complementa con lo que surge de una percepción espiritual respecto al ser total del hombre. Si consideráis todo esto, os daréis cuenta de cómo hay que entrar en detalles si se quiere alcanzar la comprensión de las actividades de los organismos etérico, astral y del ego del individuo durante la vida física.

Ahora bien, al morir, la persona se desprende de su organismo físico; éste se pierde para ella. Comienza entonces una condición en la que la persona ya no está revestida de un cuerpo físico, pero en la que su ser yoico y su organismo astral están todavía envueltos en el organismo etérico. Ya he señalado que lo que constituye el organismo etérico del individuo no está estrictamente separado por límites claros del organismo general del cosmos etérico. Las corrientes de este cosmos etérico fluyen continuamente dentro y fuera del organismo etérico humano. Por eso, en el momento en que el individuo atraviesa la puerta de la muerte, pero aún lleva su organismo etérico dentro de sí, su conciencia se expande en las extensiones etéricas y, sin embargo, sigue sintiendo que el cuerpo etérico que acaba de ser extraído de la corporalidad física es el suyo. Durante este estado, la persona se dedica por completo a las experiencias etéricas del cosmos, que para su conciencia se contraen de vez en cuando a la mera experiencia etérica de su propio organismo. Después de haber pasado por la muerte, la persona está, por así decirlo, dominada por lo que esta conciencia cósmica representa para ella. Todavía no surge ninguna contemplación consciente para lo que he descrito como una entidad que se desarrolla en nosotros y representa las valoraciones actualizadas de las cualidades morales del individuo. Este ser moral-espiritual, que se ha incorporado al cuerpo astral, es llevado por nosotros a través de la muerte, pero no percibimos mucho de él en el primer período después de la muerte. En cambio, al entrar y salir del elemento cósmico, estamos absortos en la contemplación del curso de nuestra vida recién concluida en la tierra, pues ese es el contenido del cuerpo etérico. Durante un tiempo, miramos retrospectivamente esta vida terrenal que acabamos de completar. El curso de nuestra vida aparece directamente después de la muerte en su naturaleza interna de la misma manera que se representa a sí mismo a la conciencia imaginativa, como ya lo describí durante los últimos días. Esta condición, sin embargo, dura sólo unos pocos días, más o menos el tiempo que las experiencias diurnas de una persona estimulan la conformación de los sueños, lo cual es algo que varía con cada individuo.

En cuanto a la forma que adoptan los sueños, siempre corresponden directamente a las experiencias del día anterior o del segundo o tercero anterior. Del mismo modo que soñamos con algo del día anterior, que está vinculado, sin embargo, en una asociación de pensamientos con otras experiencias anteriores nuestras, del mismo modo estas otras experiencias también surgen en un sueño. Soñamos, por ejemplo, que hemos hablado con alguien ayer sobre una u otra cosa; esta experiencia del día pasado sigue entrando directamente en la vida de los sueños. Tal vez le hablamos animadamente de alguien que conocimos hace quizá diez años y que no hemos vuelto a ver. Como esta experiencia se ha entretejido en la conversación, soñamos todo tipo de cosas sobre esa persona. Los sueños no se estudian correctamente. Si se estudiaran, se reconocerían estas experiencias de la vida onírica como lo que son. Ahora bien, los sueños varían según las personas. Una persona sueña sólo con lo que ocurrió ayer, otra sueña con lo que vivió el día anterior, y otra sueña con lo que ocurrió tres o cuatro días antes. En la medida en que esta posibilidad existe para cada persona individual, esto determina la duración de la condición después de la muerte que un individuo todavía permanece en el cuerpo etérico. También podría caracterizarlo de otra manera y decir: La duración de este tiempo coincide con el tiempo que un individuo no requiere dormir, el tiempo que dura tantos días y noches como pueda permanecer despierto sin dormirse. Una persona se duerme cuando pasa una sola noche sin dormir. Otra puede soportar estar despierta durante dos, tres o cuatro noches. Igual de larga es la experiencia durante la cual el ser humano aún permanece en su cuerpo etérico después de la muerte.

Sin embargo, luego ocurre que somos atrapados cada vez más por nuestra conciencia que ha vivido su camino hacia el mundo cósmico-etérico. Como nuestro organismo etérico ya no está estrictamente separado del mundo cósmico-etérico, fluye hacia él, por así decirlo. Nos sentimos en este mundo cósmico-etérico, y cuando miramos hacia atrás, nuestro cuerpo etérico ya nos parece más grande. Esto continúa hasta que por fin dejamos de poseer el cuerpo etérico. Entonces, revestidos de nuestro organismo astral, encontramos nuestro camino hacia el cosmos y hacia nuestra nueva conciencia. Es entonces cuando surge en el individuo lo que he caracterizado como un ser que representa la valoración actualizada de las cualidades morales-espirituales del individuo. Se siente cargado de este ser. Su naturaleza se compone entonces de lo que sale de él hacia el cosmos, y del ser al que debe volver una y otra vez en sus experiencias después de la muerte, es decir, el ser que representa realmente la suma total de sus cualidades morales.

Ahora, debido a que las fuerzas compensatorias, por así decirlo, trabajan continuamente desde la conciencia cósmica de manera muy real, surge una tendencia extraordinariamente fuerte a decir: ¡Ahora debes afrontar las cosas erróneas y tontas que has hecho con la acción correcta! Por lo tanto, en el curso ulterior de la vida que he caracterizado ayer como el mundo anímico, la persona encuentra su camino en el ritmo que alterna entre sus cualidades morales-espirituales y las cualidades cósmicas. En este ritmo, se desarrolla en ellla una suma de tendencias para experimentar de nuevo la posibilidad de crear compensaciones para lo que encuentra moralmente inferior, y así sucesivamente. Si, por ejemplo, ha hecho algo que ha afectado a otra persona de un modo u otro, se desarrolla la tendencia a enmendarlo en una acción en la siguiente vida terrestre. En resumen, la semilla del destino que pasa por las repetidas vidas terrestres se crea de esta manera. Pero al mismo tiempo, la conciencia puramente cósmica se vuelve bastante oscura y tenue porque llevamos este elemento dentro de nosotros. Durante todo el paso por el mundo de las almas, el alma humana debe permanecer en un estado de conciencia apagado -al menos más apagado-, hasta que le sea necesario entrar en la tierra de los espíritus y desprenderse del ser que he descrito. Entonces podemos vivir durante un tiempo en el cosmos amoral, al que no podemos llevar lo que hemos experimentado en el mundo del alma como la suma total de nuestro ser espiritual moral o inmoral.

Si quisiera describir esta transición de la experiencia del alma a la experiencia espiritual después de la muerte, podría presentarla desde el punto de vista de la vida terrenal humana de esta manera diciendo: Mientras el ser humano pasa por el mundo anímico, donde experimenta un ritmo cósmico y el ser moral-espiritual contenido en él desde la vida terrenal pasada, es decir, el latido interactivo de estas dos realidades manifiestas, permanece en una especie de afinidad, como si estuviera hechizado a su última vida terrenal. El ser que ha traído consigo, que representa sus cualidades morales-espirituales, ha salido, después de todo, de su última vida terrenal. Se aferra a él con todas las inclinaciones de su alma. Sólo puede pasar a la experiencia pura del cosmos cuando se ha liberado interiormente de estas inclinaciones. Los seres espirituales pueden convivir allí con el ser humano, de tal manera que éste obtiene de sus poderes las fuerzas que pueden desarrollar la parte cósmica-espiritual universal de un organismo humano físico para su futura encarnación.

Esto se dice desde el punto de vista de la experiencia terrestre humana. Pero la misma relación puede caracterizarse desde el punto de vista de la conciencia y la experiencia cósmicas. Entonces hay que decir: Después de que el individuo ha dejado su cuerpo etérico, y mientras la inclinación hacia la vida terrestre continúa viviendo en su ser del ego y en su organismo astral, tal como lo he descrito, es penetrado interiormente por las fuerzas lunares espirituales que impregnan el cosmos. Ya tuve que mencionar las fuerzas lunares cuando caractericé la condición del sueño.

Ahora tales fuerzas se afrontan de nuevo durante la existencia del ser humano después de la muerte. Estas fuerzas lunares son el elemento que aportan o desean aportar al ser humano una cierta conexión con la existencia terrestre. Aquí, después de la muerte, se expresan tratando de impedir que el ser humano abandone la existencia terrestre. Él ha dejado su cuerpo físico, pero está ansioso por volver de nuevo a la tierra. Esto sucede porque las fuerzas lunares del cosmos lo impregnan. El pensamiento terrenal ordinario ha cesado después de la muerte, porque está ligado al organismo de la cabeza del cuerpo físico. El ser humano preterrenal fluyó en este sistema de la cabeza. Al dejar de lado el cuerpo físico, todo lo que se produjo de manera meramente material deja de funcionar. Por lo tanto, el ser humano ya no es un ser terrestre en sentido directo, aunque lo es indirectamente porque las fuerzas lunares siguen afectándole. Durante mucho tiempo después de la muerte, siguen produciendo en él, por así decirlo, una tendencia a volver a la tierra, porque fue allí donde preparó el ser que ahora está encerrado en él.

Sin embargo, después de la muerte, es necesario que el ser humano luche para liberarse de las fuerzas lunares y llegar más allá de ellas, para liberarse interiormente de sus influencias que fluyen hacia él y lo afectan. Éstas conservan siempre en él una especie de memoria cósmica de las fuerzas rítmicas, es decir, en las inspiraciones e imaginaciones le confrontan continuamente con lo que ocurre en los movimientos de los planetas y sus relaciones con las estrellas fijas. Pero le impiden experimentar esos seres espirituales que tienen su réplica física en las constelaciones de las estrellas fijas. Sin embargo, ahora se enfrenta a la necesidad de entrar en el mundo puro y espiritual. Mientras dichas fuerzas lunares le influyan, le impedirán entrar. Sin embargo, no debe ver el cosmos que experimenta únicamente desde el lado que le da la existencia física; su tarea es verlo desde el otro lado. Si el individuo desarrolla una conciencia cósmica puramente espiritual, llegará a esta condición. Entonces, alcanza una posición en la que se encuentra, por así decirlo, en la periferia del cosmos. Así como estamos aquí en el centro y miramos hacia afuera en el cosmos, así, en esta percepción espiritual, miramos desde la periferia hacia adentro en el cosmos. Pero ahora no vemos las réplicas físicas de los seres espirituales en cuestión, sino que contemplamos a los seres mismos. No miramos el cosmos desde la periferia de manera espacial. Así como aquí en la tierra miramos el cosmos desde el punto focal de nuestros dos ojos, allí miramos desde una superficie esférica. Sin embargo, se trata en cierto modo de una experiencia espacial. La contemplamos cualitativamente. Nos asomamos al reino de las estrellas fijas y observamos este universo desde el exterior.

Entre la muerte y el nuevo nacimiento, debemos independizarnos del mundo físico donde pasamos nuestra existencia terrenal. En el período de desarrollo de la humanidad anterior al Misterio del Gólgota, el ser humano entraba en el mundo de los espíritus de una manera muy diferente a la de la época que siguió a este acontecimiento. Durante el curso de la evolución humana en la tierra, se ha producido una tremenda metamorfosis en la vida interior del ser humano. El acontecimiento de Cristo representa un punto de inflexión en el desarrollo de la humanidad terrestre. Por lo tanto, en la cuarta parte de mis consideraciones y como culminación de esta velada, quisiera aún describir cómo aparece esta entrada del ser anímico-espiritual del ser humano en la tierra espiritual desde el comienzo de la evolución cristiana.

Antes de que el ser humano entre en el mundo espiritual propiamente dicho, donde lleva una vida en común con otras almas humanas que no están encarnadas y que se encuentran en una condición similar a la suya -como es el caso, convive con estas almas incluso antes-, es decir, antes de que pueda entrar en una vida común con esos seres espirituales de más alto rango, cuya réplica física se expresa en las constelaciones estelares, debe dejar atrás en la esfera lunar el ser que constituye su valoración moral. Es preciso que entre, sin él, en la región de las estrellas, donde ya no prevalecen las fuerzas lunares. Allí, mediante el compañerismo con seres espirituales del tipo más elevado, nacen en su alma las fuerzas que le permiten ahora realmente preparar y trabajar en el germen espiritual del futuro organismo físico humano.

Antes del Misterio del Gólgota, cuando los antiguos iniciados querían describir la forma en que se producía esta transición a la tierra de los espíritus para la humanidad de aquel tiempo, tenían que decir a los que estaban dispuestos a escuchar: "Cuando, después de la muerte, hayáis de pasar del mundo de las almas a la tierra de los espíritus, tendréis que dejar tras vosotros, en la esfera lunar, la parte formadora de destino de vuestras buenas y malas acciones. Pero las fuerzas de vuestra propia organización humana no son suficientes para daros el poder de realizar la transición de la esfera lunar a la de las estrellas. Por lo tanto, el Ser Sol intercede por ti; Él, cuyo reflejo físico es el sol físico. Así como tu vida exterior procede bajo la influencia de la luz y el calor del sol físico, después de la muerte, el elevado Ser Sol te reclama, te libera de tu carga de destino y te lleva a la esfera de las estrellas. Allí, con la ayuda de tu Guía Solar, puedes elaborar el germen espiritual de tu futuro organismo físico. Entonces, después de haber trabajado suficientemente bajo la guía de tu Líder Solar en la formación de tu organismo físico en el reino espiritual, puedes volver de nuevo a la vida en la tierra. En este regreso a la tierra, eres recibido de nuevo por la esfera lunar. En ella encuentras el ser del destino que sacaste de tu vida anterior en la tierra a través de la puerta de la muerte. Te unes de nuevo a él y ahora, después de haber preparado el germen espiritual de tu futuro organismo físico junto con el gran Ser Sol, puedes controlarlo de forma muy diferente. Puedes unir este ser de destino con las fuerzas que hay en ti y que son atraídas hacia tu organismo físico. Vuelves a atravesar la esfera lunar. "Luego sigue la entrada en la vida terrestre tal como la he descrito anteriormente.

Los iniciados que fueron contemporáneos del Misterio del Gólgota, o que vivieron en los siglos siguientes hasta el tercero y cuarto, podían decir a sus seguidores: La forma que el organismo físico humano asume en la vida terrestre moldea y desarrolla cada vez más el ego. Pero el ser humano pierde el poder de entrar en esa región en la que el elevado Ser del Sol podría ser su guía en lo alto, en los reinos espirituales de las estrellas. Por ello, el Cristo descendió a la tierra y realizó el Misterio del Gólgota. El poder que el alma humana obtiene al guardar en sus sentimientos un vínculo con el Misterio del Gólgota actúa después de la muerte. Arranca al alma del ser germinal del destino y de la esfera lunar. Bajo el efecto posterior del Acontecimiento Crístico terrenal, el alma forma su futuro organismo físico con los demás seres de los mundos estelares y encuentra a su vez la semilla de su destino, en la que está colocada la tendencia del destino que se desarrollará en las vidas terrestres venideras. La fuerza que el alma humana ha recibido del Impulso Crístico le permite atravesar el reino espiritual de forma correcta y tomar la semilla del destino correctamente.

Quienquiera que hable hoy desde la ciencia iniciática debe añadir lo siguiente " Efectivamente, es gracias al impulso crístico cuyos efectos se prolongan más allá de la muerte. Bajo su influencia el ser humano se aleja de la esfera lunar y penetra en la esfera de las estrellas y del sol. Allí, a partir de los impulsos que los seres de las estrellas le proporcionan al ser humano, éste puede trabajar en el moldeado del organismo físico para su siguiente vida terrestre. Pero se libera de la esfera lunar por medio de las fuerzas que ha acumulado en su ego al haberse vuelto en la tierra hacia el Ser Cristo y el Misterio del Gólgota. Se esfuerza por liberarse de la esfera lunar de tal manera que pueda, a su vez, trabajar en la esfera estelar de una manera específica para que, cuando regrese de nuevo a la esfera lunar y el núcleo de su destino se enfrente a él, pueda incorporar en sí mismo esta semilla del destino como un acto espiritual libre. Pues debe decirse a sí mismo: La evolución del mundo sólo puede proceder de forma correcta si incorporo en mí la semilla de mi propio destino y ajusto lo que así he preparado como mi destino como compensación en futuras vidas terrestres."

En la esfera lunar, este es el elemento principal de la nueva experiencia en la vida después de la muerte. Llega un momento en la existencia cósmica en el que el ser humano, de manera autosuficiente, pone en relación su destino, su karma, con su propio ser que avanza. En la siguiente vida terrestre, el reflejo terrenal de este hecho, que se realiza en el reino suprasensible, es la libertad humana, el sentimiento de libertad durante la vida terrenal. Una verdadera comprensión de la idea del destino, que la traslada hasta los mundos espirituales, no establece una filosofía de la determinación, sino una verdadera filosofía de la libertad, como expuse en los años noventa del siglo XIX en mi libro La filosofía de la libertad.

Así, cuando el ser humano encuentra su camino hacia las regiones espirituales después de la muerte de forma correcta, trae consigo a la tierra -incorporado a su organismo y vinculado a su destino universal- las secuelas de haber estado impregnado de los mundos espirituales, algo que ha experimentado en la tierra de los espíritus. En la medida en que experimenta al Cristo en su interior, el ser humano moderno puede experimentar la libertad; y en relación con la libertad puede tener también la sensación de estar impregnado por Dios, la impregnación con lo divino en la tierra que puede ser un recuerdo de lo que ha experimentado al pasar por el mundo de las estrellas hasta la esfera lunar, y por la propia esfera lunar.

La ciencia espiritual se esfuerza por conocer todas estas relaciones, en la medida en que se propicia la intuición mediante ejercicios anímicos de la voluntad. En la antigüedad, esta intuición se establecía según las instrucciones de los entonces iniciados. Estas instrucciones dirigían al individuo a mortificar su organismo físico exterior mediante el ascetismo. Al mortificar y someter su cuerpo físico, la voluntad independiente del ser humano, que de otro modo sólo expresa el ansia del organismo físico, surgía con mayor intensidad. Mediante el ascetismo, el organismo físico se mortifica de tal manera que es difícil que la voluntad entre en el cuerpo y se exprese allí. La voluntad es rechazada, por así decirlo. Cuanto más difícil le resulta a la voluntad sumergirse y vivir en el organismo físico, más se abre camino en el mundo espiritual y desarrolla intuiciones. Esto es lo que provocaba el ascetismo. Sin embargo, en los tiempos modernos es un error continuar con este antiguo ascetismo. Desde el Misterio del Gólgota, el cuerpo físico humano ha asumido una forma que ya no es capaz de tolerar una práctica exitosa del ascetismo. Por medio de tal ascetismo, el ser humano moderno, al mismo tiempo, amortiguaría su organismo físico hasta el punto de que la conciencia del ego que debe desarrollarse no podría hacerlo adecuadamente. El ser humano nunca alcanzaría la conciencia de libertad. Tampoco podría unirse de manera adecuada y libre con el Impulso Crístico.

Por lo tanto, los ejercicios de la voluntad deben realizarse de tal manera que el cuerpo físico no sea sometido como sucedía en la antigüedad; en cambio, por medio de estos ejercicios, las capacidades espirituales del alma pura de la persona se fortalecen tanto que el cuerpo no se aleja del alma, sino que el alma puede encontrar su camino hacia los mundos espirituales y vivir en ellos. No sólo ha cambiado lo que los antiguos iniciados decían a sus seguidores sobre las experiencias entre la muerte y el renacimiento, sino también lo que hay que decir sobre los ejercicios que las personas deben realizar para adquirir los conocimientos que conducen a los mundos superiores. Estos ejercicios también han cambiado de acuerdo con el desarrollo progresivo de la humanidad. El asceta de la antigüedad no podía alcanzar la conciencia real de libertad que el hombre moderno debe alcanzar mediante su organismo actual. Tampoco podía el antiguo asceta, entre la muerte y el renacimiento, encontrarse con el Ser Sol, que en aquella época tenía que realizar para él después de la muerte lo que ahora, desde que el Cristo pasó por el Misterio del Gólgota, el ser humano puede encontrar en sí mismo la fuerza para llevarlo a cabo.

Con la entrada del cristianismo en la evolución humana, la conciencia religiosa ha cambiado, pues esta conciencia es la imagen refleja terrenal de lo que el ser humano debe experimentar como impregnación de Dios en el mundo espiritual entre la muerte y el nuevo nacimiento. En todos los aspectos, la ciencia iniciática moderna nos conduce a una comprensión más profunda de la cristología. Por lo tanto, podemos hablar de una renovación de la conciencia religiosa por medio de la visión antroposófica, al igual que hemos hablado en los últimos días de una renovación de la filosofía, que se convierte en una ciencia filosófica viva; asimismo, hablamos de una profundización de la cosmología por medio de la inclusión de la visión de los mundos superiores que sólo puede alcanzarse por medio de la intuición y la inspiración. Mediante el perfeccionamiento por parte de la Antroposofía, se puede alcanzar para toda la humanidad una renovación de la conciencia religiosa, que sólo entonces se convertirá en una conciencia cristiana plena. La Antroposofía quiere contribuir a un mayor desarrollo correcto del cristianismo; esto se entiende en el sentido de que no quiere convertirse en una nueva religión, sino que quiere ayudar al desarrollo de la religión cristiana que vino al mundo a través del Misterio del Gólgota. Esta religión cristiana tiene en sí misma el poder de desarrollarse aún más, y la antroposofía desea comprender esto de manera correcta y ser una verdadera ayuda en este desarrollo posterior.

Así pues, en estas conferencias he tratado de describirles cómo la filosofía, la cosmología y el conocimiento religioso han de ser fecundados por la antroposofía. Naturalmente, el conocimiento de la religión no es religión. La religión también se puede experimentar si te dedicas con tu corazón (Gemüt) de forma abierta a lo que comunica el conocimiento intuitivo, pues el corazón (Gemüt) puede comprenderlo. Por lo tanto, la renovación del conocimiento religioso puede traer consigo una nueva profundización de la vida religiosa.

Todo esto lo he podido describir sólo de forma somera durante estos días. Naturalmente, estos asuntos sólo pueden ser penetrados completamente si uno se familiariza con los detalles. Entonces, mucho de lo que tuvo que quedar esbozado aquí podría aparecer en todo su colorido y con todos los matices posibles. Sólo eso presentaría una imagen completa.

Estimadas señoras y señores. Al concluir estas conferencias, me siento profundamente gratificado cuando pienso en el hecho de que ustedes han venido desde un país extranjero para asistir a estas conferencias. Este sentimiento me lleva a expresar mi más sincero agradecimiento por su atención. Quisiera expresar mi más sincero agradecimiento especialmente al Dr. Sauerwein por las molestias que se ha tomado para presentar una traducción fiel, y pedirle que cumpla un deseo más mío, a saber, que le traduzca también mi agradecimiento, al igual que ha traducido todo lo demás. Me alegraría especialmente que se llevara a casa la sensación de que el tiempo que ha pasado aquí no ha sido una pérdida de tiempo para usted.

En este sentido, me gustaría despedirme de ustedes.

1 Steiner pronunció ocho conferencias de las cuales los días 16 y 17 de septiembre de 1922 no están disponibles en inglés (GA216 Impulsos básicos de la historia mundial de la humanidad). 


Traducido por J.Luelmo abril2021

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919