GA149-Leipzig 28 de diciembre de 1913 Dificultades de comprensión del ser de Cristo-Jesús. El pensamiento de los gnósticos

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CRISTO Y EL MUNDO ESPIRITUAL

GA149

Leipzig 28 de diciembre de 1913



I conferencia

Dificultades de comprensión del ser de Cristo-Jesús. 

Muchas personas que están naturalmente dotadas para recibir la Antroposofía en nuestra época actual, encontrarán necesario despejar diversas contradicciones que pueden surgir en su mente. Concretamente, el alma puede enfrentarse a una cierta contradicción cuando quiere tomar en serio los recuerdos de una época festiva como la que comprende la Navidad y el Año Nuevo. Cuando tomamos en serio estos recuerdos, entonces se nos hace evidente que, al mismo tiempo que tratamos de adquirir conocimientos, debemos penetrar en la historia espiritual de la humanidad si queremos comprender correctamente nuestra propia evolución espiritual.

Basta con tomar un determinado pensamiento, y lo encontraremos, por una parte, lleno de luz, mientras que, por otra, nos hace tomar conciencia inquietantemente de cómo las contradicciones, las dificultades, se agolpan ante el alma de cualquiera que quiera aceptar en el sentido correcto nuestros conocimientos antroposóficos relativos al ser humano y a la evolución del mundo

Entre las variadas formas de conocimiento que intentamos alcanzar a través de nuestros estudios antroposóficos debemos incluir, por supuesto, el conocimiento del Cristo; el conocimiento del impulso fundamentalmente importante -lo hemos llamado el Impulso Crístico- que llegó al principio de nuestra era. Y nos vemos obligados a preguntarnos a menudo cómo podemos esperar penetrar más eficazmente en el curso de la evolución humana, para comprender el Impulso Crístico, con conocimientos antroposóficos más profundos del que pudieron lograr los que vivieron en la época del Misterio del Gólgota. ¿No fue mucho más fácil para ellos penetrar en este Misterio, cuyo secreto está especialmente ligado a la evolución de la humanidad, que para nosotros, a esta gran distancia en el tiempo? Esa podría ser una pregunta molesta para las personas que quieren buscar una comprensión de Cristo a la luz de la Antroposofía. Podría convertirse en una de esas contradicciones que tienen un efecto deprimente justo cuando queremos tomar con mayor seriedad los principios más profundos de nuestro conocimiento antroposófico. Esta contradicción sólo puede ser aclarada cuando evocamos ante nuestras almas toda la situación espiritual de la humanidad al comienzo de nuestra era.

Si intentamos -al principio sin ningún tipo de sentimiento religioso o similar- entrar en la disposición psíquica del individuo de aquella época, podemos hacer un descubrimiento de lo más peculiar. Podemos decirnos a nosotros mismos que nos basaremos en lo que no puede ser negado ni siquiera por las mentes más entregadas a lo externo; nos basaremos en la antigua tradición que se encuentra en la historia, pero trataremos de penetrar en aquella parte de ella que abarca la más pura vida espiritual. De este modo, podemos esperar encontrar elementos esenciales en la evolución de la humanidad. Intentemos, pues, entrar en la historia de los esfuerzos que hicieron los seres humanos, digamos doscientos años antes del Misterio del Gólgota y ciento cincuenta años después, para profundizar en su pensamiento con el fin de comprender los secretos, los enigmas, del mundo. Entonces nos damos cuenta de que durante los siglos anteriores y posteriores al Misterio del Gólgota se produjo un cambio de gran trascendencia en el alma de las personas con respecto a la vida del pensar. Encontramos que una gran parte del mundo civilizado recibió la influencia de lo que la cultura griega y otras formas de pensar más profundas habían logrado algunos siglos antes.

Cuando consideramos lo que la humanidad había logrado de esta manera por sus propios esfuerzos, no en respuesta a ningún impulso del exterior, y lo mucho que habían logrado los llamados "sabios" en el sentido estoico (y una buena cantidad de personalidades en la historia romana fueron calificadas así), entonces estamos obligados a decir: Estas conquistas en el ámbito del pensar y de las ideas se hicieron al principio de nuestra era, y la vida occidental no ha añadido mucho a ellas. Hemos adquirido un sinfín de conocimientos sobre los hechos de la Naturaleza y hemos pasado por revoluciones en nuestras formas de pensar sobre el mundo exterior. Pero los pensamientos, las ideas mismas, a través de las cuales se han hecho estos avances, y con las que los seres humanos han tratado de discernir los secretos de la existencia en términos externos y espaciales, se han desarrollado realmente muy poco desde el comienzo de nuestra era. Todos ellos estaban presentes -incluso aquellos de los que el mundo moderno se siente tan orgulloso, incluida la idea de la evolución- en las almas de aquel período. Lo que podría llamarse un asentamiento intelectual del mundo, una vida de ideas, había alcanzado una cierta cumbre, y no sólo entre individuos particulares, como los alumnos de Sócrates un poco antes; se había popularizado en un sentido limitado y se había extendido ampliamente por el sur de Europa y otras regiones. Esta profundización del pensar es realmente asombrosa.

Una historia imparcial de la filosofía tendría que prestar especial atención a este triunfo del pensamiento humano en aquella época.

Pero si tomamos ahora estos avances tan significativos en el ámbito de las ideas, y por otro lado los secretos ligados al Misterio del Gólgota, nos damos cuenta de algo diferente. Nos damos cuenta de que, a medida que la historia del acontecimiento del Gólgota se fue conociendo en aquella época, se produjo una inmensa pugna de pensamiento con ese Misterio. Vemos cómo las filosofías de la época, sobre todo la filosofía gnóstica en su forma mucho más profusa, se esforzaron por aportar todas las ideas que habían adquirido a este único propósito. Y es muy importante dejar que esta pugna actúe sobre nosotros. Porque entonces llegamos a reconocer que fue en vano; que para el entendimiento humano el Misterio del Gólgota aparecía como si estuviera disperso por mundos espirituales lejanos y no se desvelara.

Ahora bien, desde el principio quiero decir que cuando en estas conferencias hablo del Misterio del Gólgota, no quiero revestir este término con ningún colorido extraído de tradiciones o convicciones religiosas. Nos ocuparemos puramente de los hechos objetivos que son fundamentales para la evolución humana, y de lo que la observación física y espiritual puede sacar a la luz. Dejaré de lado todo lo que los credos religiosos individuales tienen que decir sobre el Misterio del Gólgota y sólo miraré lo que ha sucedido en el curso de la evolución humana. Tendré que decir muchas cosas que serán aclaradas y fundamentadas más adelante.

Lo primero que llama la atención al situar el Misterio del Gólgota al lado del pensamiento más profundo de aquella época es lo que he expresado al decir: La naturaleza de este Misterio está mucho, mucho más allá de lo que se puede alcanzar con el desarrollo del pensar. Y cuanto más exactamente se estudia este contraste, más se llega al siguiente reconocimiento. Uno puede entrar profundamente en el mundo del pensar que pertenece al principio de nuestra era; uno puede tratar de representar vivamente ante su alma lo que el pensar significaba para aquellos hombres de Grecia y Roma; uno puede evocar ante su alma las ideas que surgían de su pensar, y entonces se llega al sentimiento: Sí, aquella fue la época en la que el pensar experimentó una profundización sin precedentes. Algo sucedió con el pensar; éste se acercó al alma humana de una manera totalmente nueva. Pero si luego, después de volver a vivir en el mundo del pensar de aquel tiempo y recrearlo en el alma, se incorpora la percepción clarividente a esta experiencia, de repente surge algo sorprendente. Uno siente que algo está sucediendo muy, muy lejos en los mundos espirituales y que la profundización del pensar es una consecuencia de ello.

Ya hemos llamado la atención sobre el hecho de que detrás de nuestro mundo hay otros mundos: el Astral, el Devachánico y el Devachánico Superior. Recordemos primero que estos tres mundos están detrás del nuestro. Pues bien, si el estado clarividente del alma se eleva a la plena actividad dentro de uno mismo, se recibe la impresión de que ni en el mundo Astral ni en el mundo Devachánico inferior puede encontrarse una explicación completa de la profundización del pensar en aquel tiempo. Sólo si uno pudiera situar su alma en el mundo devachánico superior -así lo dice la percepción clarividente- podría experimentar qué es lo que fluye a través de los otros dos mundos y penetra hasta nuestro mundo físico.

En este plano físico no hay necesidad de tener en cuenta, mientras uno se sumerge en ese mundo de ideas del pasado, nada de lo que se cuenta sobre el Misterio del Gólgota. Uno puede dejar eso fuera de consideración y preguntar simplemente: No importa lo que haya sucedido allí en Palestina, ¿qué indica la historia externa? Muestra que en Grecia y Roma se produjo una infinita profundización del pensar. Pongamos un círculo alrededor de este mundo del pensar griego y romano y hagamos de él una isla cerrada, por así decirlo, en nuestra vida anímica, una isla aislada de todo lo exterior; imaginemos que no ha llegado a ella ningún informe sobre el Misterio del Gólgota. Entonces, cuando contemplamos interiormente este mundo, ciertamente no encontramos allí nada de lo que hoy se conoce sobre el Misterio del Gólgota, pero sí encontramos una infinita profundización del pensar que indica que aquí, en la evolución de la humanidad, ocurrió algo que se apoderó de lo más íntimo del alma en el plano físico. Estamos persuadidos de que en ninguna época anterior y entre ningún otro pueblo el pensar había sido así. Por muy escéptico que sea alguien, por muy poco que le interese saber sobre el Misterio del Gólgota, debe admitir una cosa: que en este mundo insular que hemos encerrado hubo una profundización del pensar nunca antes conocida.

Pero si uno se coloca en este mundo de pensamiento, y tiene una facultad clarividente en el fondo, entonces se siente verdaderamente inmerso en el carácter individual de este pensamiento. Y entonces uno se dice a sí mismo: Sí, a medida que este pensamiento florece en la idea, con Platón y otros, al pasar al mundo que intentamos encerrar, tiene una cualidad que libera al alma, que se apodera del alma y la lleva a una visión más elevada de sí misma. Cualquier otra cosa que puedas aprehender en el mundo exterior o en el mundo espiritual te hace depender de esos mundos; al pensar te apoderas de algo que vive en ti y que puedes experimentar completamente. Puedes alejarte del mundo físico, puedes no creer en un mundo espiritual, puedes negarte a saber nada de las impresiones clarividentes, puedes cerrarte a todas las impresiones físicas - con el pensamiento puedes vivir en ti mismo; ¡en tu pensamiento te apoderas, por así decirlo, de tu propio ser!

El pensamiento de los gnósticos

Pero entonces -y no puede ser de otro modo si uno se adentra con la percepción clarividente en este mar de pensamientos, como podría llamarlo-, le invade a uno un sentimiento de aislamiento del pensamiento; un sentimiento de que el pensamiento sigue siendo sólo pensamiento; de que vive, en primer lugar, sólo en el alma, y de que uno no puede extraer de él el poder de salir a un mundo en el que se encuentra el fundamento del resto de nuestro ser, el fundamento de lo que somos. En el mismo momento en que uno discierne la grandeza del pensamiento, uno discierne también su irrealidad. Entonces uno puede ver también cómo en el mundo circundante que uno ha llegado a conocer a través de la clarividencia, no hay fundamentalmente nada que sostenga el pensamiento.

Entonces, ¿por qué debería existir el pensamiento? El mundo físico no puede hacer otra cosa que falsearlo. Aquellos que quieren ser materialistas puros, que se niegan a atribuir al pensamiento cualquier realidad primigenia propia, deberían realmente preferir prohibirlo. Pues si el mundo natural es el único mundo real, el pensamiento no puede sino falsificarlo. Justamente debido a que los materialistas son ilógicos no abrazan la única teoría de la cognición que va con el Materialismo monista: la teoría de abstenerse de pensar, de no pensar más. Pero a cualquiera que se sumerja con una percepción clarividente en el mundo del pensamiento le llega esta inquietante conciencia del aislamiento del pensamiento, como si estuviera completamente solo con él. Y entonces sólo le queda una cosa; pero le queda. Algo viene hacia él, aunque sea desde una distancia espiritual lejana, separada de él por dos mundos; y se evidencia que, -así se dice el alma clarividente a sí misma- en este tercer mundo se encuentra el verdadero origen, la fuente, de lo que hay en la vida del pensamiento. Para las almas clarividentes de nuestro tiempo podría ser una experiencia poderosa sumergirse, a solas con su pensar, en aquella época en que el pensamiento experimentó su profundización; excluir todo lo demás, incluido el conocimiento del Misterio del Gólgota, y reflexionar sobre cómo surgió en el mundo grecorromano el contenido del pensamiento del que todavía nos nutrimos.

Luego hay que volver la mirada hacia otros mundos y sentir que sobre el mundo devachánico se eleva una estrella que pertenece a un mundo espiritual superior; la estrella de la cual irradia el poder que se hace sentir en el mundo del pensamiento de la antigüedad grecorromana. Entonces uno se siente aquí en la Tierra, pero alejado del mundo de hoy y sumergido en el mundo grecorromano, con su influencia extendida sobre otras regiones en aquella época, antes del Misterio del Gólgota. Pero tan pronto como uno deja que el mundo espiritual haga su impresión en uno, aparece de nuevo, brillando sobre el Devachán, la estrella (hablo simbólicamente), o el Ser espiritual del que uno dice para sí mismo: Sí, la experiencia del aislamiento del pensamiento, y de la posibilidad de que el pensamiento haya sufrido tal profundización al comienzo de nuestra era - es una consecuencia de los rayos que brillan desde esta estrella en el mundo espiritual superior. Y luego viene un sentimiento que al principio no conoce la tradición histórica del Misterio del Gólgota, pero que puede expresarse así: Sí, estás allí, en el mundo grecorromano de las ideas, con todo lo que Platón y otros fueron capaces de dar a la educación general de la humanidad, con lo que han impartido a las almas de los hombres - te sientes vivir en medio de eso. Y entonces esperas... y en verdad no en vano, pues como si en el fondo de la vida espiritual apareciera la estrella que envía sus rayos de poder; y puedes decir que lo que has experimentado es un resultado de ese poder.

Se puede atravesar por esta experiencia. Y al pasar por ella, uno no se ha apoyado en ningún tipo de tradición, sino que ha buscado con toda imparcialidad el origen de lo que tuvo lugar en el mundo grecorromano. Pero también se ha tenido la experiencia de estar separado al menos por tres mundos de la comprensión de las causas fundamentales de ese mundo grecorromano.

Y entonces, tal vez, uno se dirija a los hombres de aquella época que intentaron, a su manera, comprender el cambio. Incluso la erudición externa de hoy ha llegado a reconocer que en este período de transición al principio de nuestra era vivieron algunos genios religioso-filosóficos. Y la mejor forma de conocerlos es a través del gnosticismo. La Gnosis se conoce de las formas más variadas. Externamente, se sabe muy poco sobre ella, pero de los documentos disponibles se puede obtener una impresión de su infinita profundidad. Hablaremos de ella sólo en la medida en que tenga que ver con nuestras consideraciones actuales.

Sobre todo podemos decir que los gnósticos tenían un sentimiento de lo que acabo de describir; que para las causas de lo que ocurrió en esa época pasada hay que mirar a mundos que se encuentran infinitamente lejos en el fondo. Esta conciencia fue transmitida a otros, y si no somos superficiales podemos, si queremos, verla vislumbrar a través de lo que podemos llamar la teología de Pablo, y también en muchas otras manifestaciones.

Ahora bien, quien se empapa de la Gnosis de esa época tendrá grandes dificultades para comprenderla. Nuestras almas están demasiado afectadas e infectadas por los frutos de los desarrollos materialistas de los últimos siglos. Al rastrear la evolución del mundo se inclinan demasiado fácilmente a pensar en términos de la teoría Kant-Laplace de una nebulosa cósmica, de algo bastante material. E incluso aquellos que buscan una concepción más espiritual del mundo - incluso ellos, cuando miran hacia el principio de los tiempos, piensan en esta nebulosa cósmica o algo similar. Estas personas modernas, incluso las más espirituales, se sienten muy felices cuando se les ahorra la molestia de discernir lo espiritual en los inicios primigenios de la evolución cósmica. Encuentran un gran alivio, estas almas de hoy, cuando pueden decirse a sí mismas: "Esta o aquella forma enrarecida de sustancia material estaba allí al principio, y a partir de ella todo lo espiritual se desarrolló al lado de todo lo físico". Y así encontramos a menudo almas que se sienten muy reconfortadas cuando pueden aplicar los métodos de investigación más materialistas al comienzo del cosmos y llegar a la concepción más abstracta de una especie de cuerpo gaseoso.

Por eso es tan difícil entrar en el pensamiento de la Gnosis. Pues lo que la Gnosis sitúa en el principio del mundo no lleva ninguna sugerencia de nada en absoluto material. Cualquiera que esté en sintonía con la educación moderna quizá no pueda contener una leve sonrisa si se le invita a pensar en el sentido de la Gnosis que el mundo en el que se encuentra, el mundo que explica tan bellamente con su darwinismo, no tiene ninguna relación con una imagen verdadera de cómo empezó el mundo. En efecto, apenas podrá evitar sonreír cuando se le pida que piense que el origen del mundo reside en ese Ser cósmico que está más allá de todos los conceptos, al que no se puede llegar por ninguno de los medios que se aplican hoy en día para explicar el mundo. En el Padre Divino primigenio -dice la Gnosis- está el fundamento del mundo, y sólo en lo que procede de Él encontramos algo por lo que el alma puede esforzarse si se aparta de todos los conceptos materiales y busca un poco su propia profundidad más íntima. Y esto es el Silencio: el Silencio eterno en el que no hay ni espacio ni tiempo, sino sólo silencio.

Fue a esta dualidad del Padre primordial y del Silencio que precede al tiempo y al espacio a la que el gnóstico dirigió su mirada; y después, a partir de la unión del Padre primordial con el Silencio, por así decirlo, concibió otras existencias subsiguientes: se les puede llamar igualmente Mundos o Seres. Y de ellos otros, y de nuevo otros, y de nuevo otros - y así a través de treinta etapas. Y sólo en la trigésima etapa el gnóstico planteó una condición anterior a nuestra mentalidad actual -una condición tan deliciosamente explicada por el darwinismo en términos de esa mentalidad. O, estrictamente hablando, en la trigésima primera etapa, pues treinta de estas existencias, que pueden llamarse Mundos o Seres, preceden a nuestro mundo. "Eón" es el nombre que se da generalmente a estos treinta Seres o Mundos que preceden al nuestro.

Solo se puede tener una idea clara de lo que se entiende por este mundo eónico diciéndose a sí mismo: A la trigésima primera etapa pertenece no sólo lo que tus sentidos perciben como mundo externo, sino también la forma en que tu pensamiento como hombre físico trata de explicar el mundo de los sentidos. Es bastante fácil llegar a un concepto espiritual del mundo si uno dice: Sí, el mundo externo es ciertamente Maya, pero con el pensamiento penetramos en un mundo espiritual - y si uno espera que este pensamiento pueda realmente alcanzar el mundo espiritual. Pero según el gnóstico esto no es así; para él, este pensamiento pertenece al trigésimo primer eón, al mundo físico. Así pues, no sólo la percepción de los sentidos, sino también el pensamiento humano, se encuentra fuera de los treinta eones, a los que se puede mirar a través de las etapas de la evolución espiritual, y que se revelan en una perfección cada vez mayor.

Uno puede imaginar fácilmente la sonrisa que le viene a un monista, de pie en la cima de su tiempo, si se le pide que crea en treinta mundos precedentes - treinta mundos con un contenido totalmente diferente de cualquier cosa que su pensamiento pueda concebir. Pero ese era el punto de vista de los gnósticos. Y entonces se preguntaron: ¿Cómo es este mundo?

Dejaremos de lado por un momento lo que nosotros mismos hemos dicho sobre el mundo en el sentido de principios del siglo XX. Lo que ahora les digo no debe tomarse como una imagen del mundo convincente. En la Antroposofía del siglo XX tenemos naturalmente que ir más allá de la Gnosis, pero justo ahora queremos hundirnos en ella.

¿Por qué este mundo circundante, incluida la facultad humana de pensar en él, está aislado de los treinta eones? Debemos mirar, dijo el gnóstico, al Eón más bajo, pero todavía puramente espiritual. Y allí encontramos a la Divina Sophia, la Divina Sabiduría. Ella había evolucionado espiritualmente a través de las veintinueve etapas, y en el mundo espiritual miraba hacia el Aeón más alto a través de las filas de los Seres o Mundos espirituales. Pero un día, un día cósmico, se hizo evidente para ella que si quería mantener una visión libre en el mundo espiritual de los Eones, tenía que separar algo de sí misma. Y separó de sí misma lo que existía en ella como deseo. Y este deseo, al no estar ya presente en la Divina Sofía, la Divina Sabiduría, vaga ahora por los reinos del espacio e impregna todo lo que surge en los reinos del espacio. El deseo no vive sólo en la percepción de los sentidos, sino también en el pensar humano, y en el anhelo que mira hacia el mundo espiritual; pero siempre como algo proyectado en el alma de los seres humanos. Este deseo, Achamod,i vive como una imagen, pero como una imagen de la Divina Sofía proyectada fuera de ella, proyectada al mundo e impregnándolo.

Si mirais en vosotros mismos, sin elevaros a los mundos espirituales, miráis en el mundo lleno de deseos de Achamod. Debido a que este mundo está lleno de deseo, no puede revelar dentro de sí mismo lo que se revela al mirar hacia el mundo de los Aeones. Lejos, muy lejos, en el mundo de los Aeones -así pensaba la Gnosis- la espiritualidad pura de los Aeones engendra lo que los gnósticos llamaban el Hijo del Dios-Padre, y también lo que llamaban el Espíritu Santo puro. Tenemos pues aquí otra generación, por así decirlo, otra línea evolutiva, diferente de la que condujo a la Divina Sophia. Así como en la propagación de la vida física los sexos están separados, en la progresión de los Aeones otra corriente tuvo su origen en un nivel muy alto del mundo espiritual: la corriente del Hijo y del Espíritu Santo que proviene del Padre. Así, en el mundo de los Aeones había una corriente que conducía a la Divina Sophia y otra al Hijo y al Espíritu Santo. Si uno asciende a través de los Aeones, llega finalmente a un Aeón del que surgió, por un lado, la sucesión que conducía a la Divina Sofía, y por otro, la sucesión que conducía al Hijo y al Espíritu Santo. Y entonces se asciende al Dios-Padre y al Silencio Divino.

Debido a que el alma humana está desplazada con Achamod en el mundo material, tiene en el sentido de la Gnosis un anhelo por el mundo espiritual, y sobre todo por la Divina Sophia, de la que está separada por estar llena de Achamod. Este sentimiento de estar separado de la Divinidad, de no estar dentro de la Divinidad - este sentimiento se experimenta realmente, según el gnóstico, como el mundo material. Y el gnóstico ve originado en el mundo divino-espiritual, pero ligado a Achamod, lo que podríamos llamar (tomando prestada una palabra griega) el Demiurgos, el Arquitecto cósmico.

Este Demiurgo es el verdadero archicreador y sustentador de lo que está impregnado de Achamod y de lo material. Las almas de los seres humanos están entretejidas en su mundo. Pero también están imbuidas del anhelo de la Divina Sophia. Como si en la lejanía del mundo-eón aparecieran el Hijo y el Espíritu Santo en su pura espiritualidad divina, pero sólo aparecen para quien se ha elevado -en el sentido de la Gnosis- por encima de todo aquello en lo que se encarna Achamod, el deseo que impregna el espacio.

¿Por qué existe este anhelo en las almas que han sido atraídas al mundo de Achamod? ¿Por qué, después de haber sido separadas del mundo divino-espiritual, sienten tal anhelo por él? Los gnósticos también se hacían estas preguntas, y decían: Achamod fue expulsada de la Sabiduría Divina, la Divina Sophia, pero antes de que Achamod se convirtiera completamente en este mundo material, en el que ahora viven los seres humanos, vino a ella algo así como un breve rayo de luz del Hijo de Dios; y luego, inmediatamente, la luz se desvaneció de nuevo. Para el gnóstico éste era un concepto importante: que a Achamod -el mismo Achamod que vive en las almas de los hombres- se le había concedido en el remoto pasado primigenio un destello de luz divina, que luego había desaparecido inmediatamente. Pero su recuerdo sigue vivo hoy en día en las almas humanas, por más que el alma esté profundamente enredada en el mundo material. "Vivo en el mundo de Achamod, el mundo material", podría haber dicho un alma así. "Estoy rodeado de una envoltura extraída del mundo material, pero cuando me sumerjo en mi ser interior, cobra vida en mí un recuerdo. El elemento que me mantiene atado al mundo material anhela la Divina Sofía, la Divina Sabiduría; porque el ser de Achamod, que vive en mí, fue una vez iluminado por un. rayo del Hijo de Dios, que mora en el mundo de los Aeones".

Debemos tratar de imaginarnos claramente un alma como ésta, un discípulo de la Gnosis. Hubo tales almas: no son una invención hipotética. Cualquiera que estudie la historia con entendimiento se dará cuenta, a través de los documentos externos, de que muchas almas de este tipo vivieron en ese período.

Es preciso ver con claridad por qué hoy en día hay objeciones tan fuertes a lo que he estado diciendo. ¿Qué tendrá que decir sobre la Gnosis un hombre de hoy con la cabeza bien puesta? Ya hemos tenido que escuchar la opinión de que la teología de Pablo da una impresión de sutilezas rabínicas, demasiado intrincadas para que un monista sensato se ocupe de ellas, un monista que mira con orgullo el mundo y lo une todo con el simple concepto de la evolución o con el concepto aún más simple de la energía, y dice: "Ahora, por fin, hemos crecido; hemos adquirido las ideas que nos dan una imagen del mundo basada en la energía, y miramos hacia atrás a aquellos niños, aquellos pobres y queridos niños, que hace siglos construyeron la Gnosis a partir del infantilismo: ¡se imaginaban toda clase de espíritus, treinta eones! Eso es lo que hace el alma humana en su etapa infantil. El alma adulta de hoy, con su Monismo de largo alcance, ha dejado muy atrás tales fantasías. Debemos mirar hacia atrás con indulgencia a estos infantilismos gnósticos - ¡son realmente encantadores!"

Tal es el talante que prevalece hoy en día, y no es fácilmente enseñable. Se le podría decir: Sí, si un gnóstico, con su alma nacida de la Gnosis, se presentara ante vosotros, podría también tomarse la libertad de expresar su punto de vista, algo así: "Comprendo muy bien cómo os habéis vuelto tan orgullosos y arrogantes, con vuestras ideas sobre la evolución y la energía, pero esto se debe a que vuestro pensamiento se ha vuelto tan burdo y simple y primitivo que os conformáis con vuestras nebulosas y vuestros conceptos totalmente abstractos. Decís las palabras "evolución" y "energía" y pensáis que tenéis algo, pero estáis ciegos a la vida espiritual más sutil que busca su camino hacia lo que se eleva a través de treinta etapas por encima de todo lo que tenéis".

Pero para nosotros, la antítesis mencionada al principio de esta conferencia se vuelve aún más marcada. Vemos por un lado nuestra propia época, con sus conceptos bastante burdos y primitivos, y por otro la Gnosis. Y hemos visto cómo la Gnosis emplea conceptos interminablemente complicados -treinta eones- para encontrar en el curso de la evolución al Hijo de Dios y al Espíritu Santo, y para encontrar en el alma el anhelo de la Divina Sophia y del Espíritu Santo.

Entonces nos preguntamos: ¿Acaso no es a partir de la profundización del pensamiento en el mundo grecorromano, de donde proviene lo que hemos logrado y llevado tan espléndidamente lejos en nuestros pensamientos sobre la energía y la evolución? Y en esta Gnosis, con sus complicadas ideas, tan poco afines a la actualidad, ¿no estamos ante algo bastante extraño? ¿No son estos contrastes colosales? En efecto, lo son. Y la contradicción, que pesa sobre el alma, se hace aún más grande si reflexionamos sobre lo que se ha dicho de las almas clarividentes: que pueden trasladarse al mundo del pensamiento de los griegos y de los romanos, y ver entonces el mundo con la estrella, de la que hemos hablado. Y mezclado en todas partes con esta profundización del pensamiento griego encontramos esa otra profundización que la Gnosis ejemplifica. Sin embargo, cuando miramos esto con la ayuda de lo que la Antroposofía debería darnos hoy en día, y todavía somos incapaces de entender lo que la estrella debería significar, separados como estamos de ella por tres mundos - y si preguntamos a los gnósticos: ¿Habéis comprendido lo que ocurrió en aquel tiempo de la evolución histórica de la humanidad? ... entonces, estando en el terreno de la Antroposofía, no podemos tomar la respuesta de los gnósticos, pues nunca podría satisfacernos; no arrojaría ninguna luz sobre lo que se muestra al alma clarividente.

No pretendo que creáis que nuestras consideraciones de hoy ofrecen una explicación de nada. Cuanto más sintáis que lo que os he dicho no es una explicación; cuanto más sintáis que he puesto ante vosotros contradicción tras contradicción y os he mostrado sólo una experiencia oculta, la percepción de la estrella, mejor me habréis entendido por hoy. Quiero que veáis claramente que al principio de nuestra era apareció en el mundo algo que influyó en el entendimiento humano y que aún estaba lejos, muy lejos de ser comprendido; quiero que sintáis que el período del principio de nuestra era fue un gran enigma. Quiero que sientas que en la evolución humana ocurrió algo que al principio parecía una profundización del pensamiento, o un descubrimiento del pensamiento; y que las causas fundamentales de esto son un profundo enigma. Debéis buscar en los mundos ocultos aquello que apareció en el maya del mundo sensorial físico como una profundización del pensamiento grecorromano. Y lo que quería daros hoy no es una explicación de lo que hemos oído, sino el planteamiento de un enigma. Continuaremos mañana.

i   Término hebreo equivalente de Sofia (griego Koinē :Σοφíα)


Traducido por J.Luelmo abril2021

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