GA215 Dornach 14 de septiembre de 1922 La continuidad de la conciencia del yo, (después de la muerte) en relación con el Cristo

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FILOSOFÍA, COSMOLOGÍA Y RELIGIÓN


GA215 

Dornach 14 de septiembre de 1922



I
X conferencia


La vida anímica terrenal ordinaria sigue su curso en las manifestaciones de pensar, sentir y querer experimentadas interiormente. En realidad, como hemos visto en las conferencias anteriores, la razón de esto es que cuando estamos despiertos, están contenidos en la organización física del ser humano un organismo etérico y astral, así como un ego. En cierto sentido, el organismo astral y el ego del ser humano están fuera de su cuerpo físico durante el sueño, o, más exactamente, fuera de la organización de la cabeza del cuerpo físico. Sin embargo, cuando el ser humano está despierto en la vida terrenal, los organismos etérico y astral y el ego están completamente unidos al organismo físico.

Están activos en la corporeidad física. Durante el sueño, el sistema de fuerzas propio del alma no es lo suficientemente fuerte como para ser consciente de lo que experimenta en los organismos astral y del ego. En cambio, únicamente en la condición de vigilia entra claramente en la conciencia ordinaria lo que el cuerpo físico refleja como pensamientos a partir de la actividad del organismo etérico y astral y del ego.

Si, en su estado de vigilia, el ser humano fuera plenamente capaz de experimentar la actividad de todo su ser anímico, experimentaría en primer lugar el curso de su propia vida, es decir, lo que subyace en los recuerdos como la realidad del curso de la vida. Sería igualmente consciente de la experiencia cósmica en los mundos superiores que hemos conocido y que, durante el sueño, permanece imperceptible y más allá de la conciencia. Porque si el individuo fuera plenamente capaz de utilizar su cuerpo astral, descendería a su conciencia de vigilia lo que experimenta cada noche como una réplica de los movimientos planetarios. Sentiría cómo las imágenes posteriores de estos movimientos planetarios fluyen a través de su respiración y sistema circulatorio. Aunque suene paradójico para la conciencia ordinaria, podría decir Por mis venas corre el poder del Sol, intensificado por la fuerza de Marte, impregnado por la fuerza sustancial de Júpiter, etc. El ser humano podría decir que está sintiendo en su propio ser una secuela de los movimientos planetarios. Y si pudiera experimentar su ser completo durante la conciencia de vigilia, también sentiría cómo la esencia espiritual de las estrellas fijas del cielo impregna su propio ser.

Todo esto es suprimido durante la conciencia de vigilia ordinaria. El ser humano no experimenta en la conciencia de vigilia nada de la actividad del cuerpo etérico, que, al fin y al cabo, constituye el fundamento real que subyace al curso de su vida. No sabe nada de los impulsos que provienen de los movimientos de los planetas y que viven como estímulos en su respiración, y palpitan a través de su circulación sanguínea. Ninguna de las muchas actividades del organismo astral llega a ser experimentada en la conciencia ordinaria de la vigilia. 

Tampoco experimenta nada de lo que se expresa en las constelaciones de las estrellas fijas y se reproduce en el núcleo eterno de su ser del yo, y que, si pudiera experimentarlo, le llevaría a decir: "Estoy impregnado de Dios". Esto tampoco llega a percibirse conscientemente en la conciencia ordinaria, porque las actividades que llevan a cabo los cuerpos etérico y astral y el ego en la condición cotidiana de vigilia están relacionadas con el organismo físico de la misma manera que el ser humano se reviste de él de nuevo cada mañana.

Aunque no sea consciente de ello, impregna activamente su organismo físico con las fuerzas que ha recogido durante el sueño del mundo estelar y que ha adquirido de los movimientos planetarios. Debido a que el ser humano penetra activamente en su cuerpo físico, debido a que sus tres elementos anímicos -las organizaciones etérica y astral y el ser del ego- afectan al organismo físico con su actividad desde el momento en que se despierta hasta el momento en que se duerme, el organismo corporal se ve afectado de una manera específica. Pues la actividad puramente física que surge entonces en el propio cuerpo provoca y permite que toda la vida anímica se exprese en conceptos, en pensamientos que son imágenes reflejadas lanzadas por el cuerpo físico de vuelta al alma.

El ser humano no tiene conciencia de la vitalidad que lo recorre, no es consciente de los movimientos planetarios y del mundo de las estrellas fijas, porque toda la actividad de su ser interior se refleja durante la vida de vigilia en el cuerpo físico. A través de sus sentidos, el cuerpo físico lleva los efectos del mundo exterior al interior físico; los fenómenos de la luz entran por los ojos y por el oído, el mundo de los sonidos; las realidades del calor y del frío entran por el sentido del calor. Por medio de la actividad del alma todo esto se refleja como pensamientos en el organismo físico, y el alma experimenta estos pensamientos reflejados en su conciencia clara y ordinaria.

Estos son los hechos que rodean la experiencia del alma en la vigilia ordinaria, y esto nos plantea la pregunta: ¿Qué hace realmente el alma en el organismo físico para que los pensamientos aparezcan como reflejos? - Pero antes, tengamos bien presente que el organismo físico impide realmente al alma tener conciencia de los hechos cósmicos, que en realidad reverberan y producen secuelas en ella. A continuación nos ocuparemos de los detalles de cómo se desarrolla la conciencia de la vigilia.

Comencemos por examinar qué es lo que produce esta tríada -los cuerpos etérico y astral y el yo- al actuar en el organismo de la cabeza física del ser humano. Resulta que la actividad que ejerce esta tríada sobre el organismo de la cabeza humana tiene un efecto degenerativo. Si sólo penetrara el cuerpo etérico humano en el organismo físico, se produciría una actividad revitalizadora continua en el sistema de la cabeza física. Por así decirlo, las actividades de la cabeza estarían completamente llenas de vida. Pero en ese caso no surgiría ninguna conciencia física. La conciencia física sólo surge debido a que el organismo astral interviene en el organismo de la cabeza. 

Este organismo astral está adaptado y sintonizado con la vida preterrenal del hombre, algo con lo que ya nos hemos familiarizado. El organismo astral debe considerar como su tarea, si se me permite decirlo así, no actuar sobre esta corporeidad densamente material y física, sino llenar con su propia actividad astral la forma espiritual cósmica del cuerpo como lo hizo en la existencia preterrenal. Este organismo astral del ser humano es, después de todo, una imagen posterior de lo que el alma extrajo de los secretos de los movimientos planetarios y de las constelaciones de las estrellas fijas para formar lo que he llamado antes el germen cósmico del organismo físico. 

La actividad del organismo astral no se dirige, pues, a la metamorfosis terrestre del cuerpo físico, sino a la metamorfosis cósmica del espíritu del organismo físico. Esto significa que mientras el organismo astral está activo en el organismo físico, quiere continuamente espiritualizar lo físico en lo que se refiere al organismo cerebral o de la cabeza. En efecto, nuestro organismo astral trabaja constantemente para transformar nuestro organismo de la cabeza en algo espiritual. No se logra una transformación real, exteriormente visible, sólo está siempre presente la tendencia a la transformación.

Esta tendencia, pues, está presente continuamente. Las fuerzas degenerativas son constantemente añadidas por el organismo de la cabeza del cuerpo astral a las fuerzas regenerativas del organismo de la cabeza humana que, de otro modo, producirían una vida fresca y chispeante, pero inconsciente, en la cabeza humana. En la medida en que se trata de un organismo cefálico, estas fuerzas degenerativas tratan de destruir el organismo físico, haciendo posible que de él resplandezca un organismo espiritual, pues a eso está acostumbrado el organismo astral desde la vida preterrenal. La configuración de la cabeza física, sin embargo, ofrece resistencia, no puede ser destruida. Esta resistencia se expresa en el hecho de que en el momento en que la configuración física de la cabeza se desintegraría debido a la actividad del cuerpo astral, debe intervenir cada vez el sueño. Entonces, en el sueño, sólo vuelven a actuar en la cabeza las fuerzas del cuerpo etérico.

Esta tendencia, pues, está presente continuamente. Las fuerzas degenerativas son constantemente añadidas por el organismo de la cabeza del cuerpo astral a las fuerzas regenerativas del organismo de la cabeza humana que, de otro modo, producirían una vida fresca y chispeante, pero inconsciente, en la cabeza humana. En la medida en que se trata de un organismo cefálico, estas fuerzas degenerativas tratan de destruir el organismo físico, haciendo posible que de él resplandezca un organismo espiritual, pues a eso está acostumbrado el organismo astral desde la vida preterrenal. La configuración de la cabeza física, sin embargo, ofrece resistencia, no puede ser destruida. Esta resistencia se expresa en el hecho de que en el momento en que la configuración física de la cabeza se desintegraría debido a la actividad del cuerpo astral, debe intervenir cada vez el sueño. Entonces, en el sueño, únicamente las fuerzas del cuerpo etérico vuelven a estar activas en la cabeza.

La alternancia de los estados de vigilia y sueño también puede describirse diciendo que durante el estado de vigilia las fuerzas astrales exponen continuamente al organismo de la cabeza humana a la muerte. En el momento en que su actividad destructiva está a punto de pasar de un estado latente a uno activo, si puedo decirlo así, interviene el sueño. La conciencia imaginativa del conocimiento iniciático moderno puede observar estos hechos en la apariencia del cuerpo etérico del hombre durante los períodos de vigilia y sueño.

Con respecto al organismo de la cabeza, el cuerpo etérico, que impregna el cuerpo físico como actividad espiritual, se vuelve cada vez más indiferenciado durante las horas de vigilia. En una persona despierta se encuentra un organismo etérico marcadamente diferenciado hacia el interior y que posee formas complicadas en aquellas partes del cuerpo físico donde se encuentran los pulmones, el hígado, el estómago y las extremidades. El organismo etérico tiene una abundancia de formas en estas áreas durante las horas de vigilia. Por el contrario, cuanto más dura la vigilia, más indiferenciado se vuelve el cuerpo etérico en la organización de la cabeza. Finalmente, se convierte en algo comparable a una nube uniforme en la cabeza, pues las fuerzas regenerativas características que, por lo demás, están presentes en este organismo etérico, pierden su impacto a medida que las fuerzas degenerativas del organismo astral en el estado de vigilia ejercen su efecto amortiguador sobre el sistema de la cabeza.

Es muy diferente durante el estado de sueño. Con la conciencia imaginativa se puede ver cómo este elemento de diferenciación, de manifestación del organismo etérico, penetra en el sistema etérico de la cabeza. En el sueño, la organización etérica de la cabeza adquiere el mismo tipo de formas que posee el resto del organismo etérico durante el estado de vigilia. En el sueño, las fuerzas vitales, las fuerzas formativas del cuerpo etérico se despiertan en la cabeza. Entonces, la cabeza se convierte en un organismo inconsciente pero muy vivo.

Así se puede ver que en la existencia terrestre, debido a la conciencia despierta, el ser humano lleva continuamente la muerte potencial en su organismo de la cabeza. La tendencia a morir está presente en la cabeza todo el tiempo. El organismo astral quiere transformar continuamente el sistema de la cabeza en espíritu. Quiere convertir la cabeza en un órgano de movimiento planetario, en una imagen de las constelaciones estelares. La organización astral es un destructor siempre presente de la configuración física de la cabeza.

Si la ciencia actual conociera estos hechos, le resultaría totalmente imposible sucumbir al materialismo. Porque, ¿qué es lo que dicen aquellos que quieren interpretar todo el organismo humano de forma materialista? Dicen que los procesos orgánicos de la vida tienen lugar tanto en la cabeza como en el hígado o en el estómago, sólo que en el cerebro se expresan como pensamientos, como actividad del alma. Sin embargo, comparado con los hechos, esto es una auténtico disparate. No pensamos ni experimentamos el alma en la conciencia ordinaria debido a los procesos vitales constructivos que tienen lugar en la cabeza, sino porque nuestro sistema nervioso está continuamente a punto de ser destruido como resultado de la presencia de la muerte en nosotros. Estar despierto en la vida del alma en la conciencia ordinaria significa que los procesos orgánicos no se desarrollan sino que se descomponen. Primero deben morir en sí mismos y dejar espacio para el alma, si es que han de desarrollarse en la conciencia ordinaria. Si esto se entendiera correctamente, habría que decir que ciertamente la vida del alma no puede originarse a partir de los procesos orgánicos, porque estos procesos tienen que llegar primero al punto de morir. Deben retirarse primero del organismo de la cabeza para que el alma sea activa en él.

Estos son los verdaderos hechos en cuanto a la forma en que el alma del hombre y su cuerpo físico colaboran conjuntamente. Esto también muestra cómo, al nacer, el ser humano lleva de inmediato en su sistema craneal la predisposición a la muerte. A través del conocimiento suprasensible aprendemos a comprender que en nosotros la muerte tiene la tendencia a producirse continuamente y que sólo se mantiene a raya mediante el sueño. El acontecimiento de morir una vez en la vida, la muerte en el sentido físico, es de hecho sólo un resumen, un proceso más pronunciado en comparación con los continuos, si se me permite decirlo, diminutos procesos moleculares de muerte que tienen lugar todo el tiempo en la conciencia despierta. Mientras poseamos un organismo físico, éste se defiende de la destrucción que realiza el organismo astral. Así están las cosas en el organismo de la cabeza.

El organismo astral del ser humano, sin embargo, no sólo tiene este efecto en la vida de vigilia, sino que sólo una parte de él lo tiene. Otra parte se abre paso en la vida terrenal más bien en la forma en que es activa en la existencia preterrenal. Esta parte del cuerpo astral humano no está activa en el organismo de la cabeza, sino en todo lo que constituye el sistema rítmico, es decir, aquellos órganos del cuerpo físico en los que tienen lugar la respiración, la circulación de la sangre y los demás procesos rítmicos. Aunque esta parte del cuerpo astral, a la que me refiero ahora, vive en el sistema rítmico del ser humano, no se une tan estrechamente al sistema rítmico como la otra parte que actúa en la cabeza. Esa parte se apodera tan fuertemente del organismo de la cabeza que lo hace degenerar continuamente hacia la muerte, descomponiéndolo, mientras que la parte del cuerpo astral que entra en el sistema rítmico del ser humano impregna este organismo. Vive en la respiración y en la circulación de la sangre, pero como no se apodera de este organismo de una manera tan intensa, lo deja en algunos aspectos imperturbable. No se apodera de este sistema con el propósito de destruirlo. Pero por esta misma razón, tampoco surge ninguna vida de pensamiento a través de esta unión del organismo astral humano y el sistema rítmico. Las expresiones de la vida anímica se reflejan en el organismo físico de la cabeza que tiene la tendencia constante a desintegrarse. Esto produce un pensar plenamente consciente. Por otra parte, lo que se produce continuamente en la confluencia de los organismos astral y rítmico no se refleja de la misma manera que en la vida de los pensamientos para que pueda resultar una conciencia clara. Se expresa en esa forma más vaga de la vida anímica: la vida emocional del hombre, sus sentimientos. Las emociones surgen porque, en la vida de vigilia, el organismo astral palpita a través de la respiración y la circulación sanguínea, pero no destruye estos procesos ni se sumerge tan profundamente en ellos. En cambio, gracias a su interacción con el sistema rítmico, se despierta la vida de sentimientos del ser humano.

De aquello que el ser humano experimentó en su estancia preterrenal y cósmica, vive un elemento en el sistema rítmico-orgánico, aunque no llega a la conciencia clara. Esto tiene una consecuencia bastante definida. A través de esta interacción entre los organismos astral y físico-rítmico que he descrito, se produce continuamente algo abajo en el inconsciente que entra en la conciencia diurna ordinaria sólo como un débil reflejo. Estudiemos esto en detalle. Digamos que una persona realiza sus actividades, sus actos en la vida física. Estas acciones suyas no se expresan en él como los meros fenómenos naturales. Por un cierto impulso que surge de su subconsciente, se siente impelido a juzgar si estas actividades son morales o inmorales, valiosas o inútiles, sabias o imprudentes. La evaluación moral, el juicio moral, se une a la vida del pensar, por lo demás amoral, no antimoral.

Ahora bien, ¿Qué es eso que destella desde la profundidad de la experiencia del alma y nos dice: Esta acción es buena, aquella es mala, esta acción es sabia, aquella es tonta? Es una actividad del alma que se ha mantenido inalterada como en la existencia preterrenal, que penetra en el organismo rítmico del ser humano de la respiración y la circulación de la sangre, pero que no puede fluir plenamente en la vida de los pensamientos. Sólo los colorea. De este modo, también tenemos reflejos de esta experiencia interior en nuestra vida consciente de pensamientos, que son valiosos para las actividades que realizamos en el mundo físico. No llevamos dentro de nosotros sólo lo que expresamos en nuestras acciones como el juicio consciente del pensar. No, en el sistema rítmico del hombre vive y palpita un elemento astral-espiritual que se asemeja en su forma a lo que ya era en la vida preterrenal y que -de forma clara para sí mismo pero indistinta para la conciencia ordinaria- dice Sí o No a sus acciones. Aquí, dentro de nosotros, vive un juez que juzga la valía de nuestra alma, y este alma-juez es tan real como lo es nuestra alma que vive como alma pensante dentro de nuestro organismo de la cabeza.

En los tiempos antiguos de la evolución de la humanidad, quienes querían alcanzar la percepción superior de la manera antigua, buscaban, por lo tanto, llevar el sistema rítmico a la conciencia, la respiración y también la circulación sanguínea. Observen ahora lo que resultó de sus esfuerzos por utilizar un método más antiguo para entrar en el mundo espiritual, un método que ya no se emplea hoy en día. Resultó que aquellas personas eran capaces de discernir su propio valor humano a partir de lo que el cosmos inscribía en su respiración, considerándolo bueno o malo, sabio o tonto. En el antiguo yogui indio, el juicio sobre lo que era moralmente natural y naturalmente moral en él era llevado al cerebro mediante la respiración desde el sistema rítmico. Durante su percepción del Yoga, convertía su cerebro en un órgano respiratorio durante un tiempo y experimentaba lo que el cosmos decía sobre su actividad.

Este juicio del cosmos sobre nuestros actos es muy real en el organismo astral humano. Cuando el cuerpo físico del ser humano es abandonado en el momento de la muerte, se elimina el obstáculo que impide que lo que vive en la respiración y la circulación sanguínea del ser humano entre en su conciencia. El organismo físico es como una cubierta no transparente para lo que ocurre en el organismo astral en la forma que acabo de describir. Por lo tanto, aquellas experiencias astrales que viven en la respiración y en la circulación sanguínea entre el nacimiento y la muerte, continúan viviendo en el ser humano más allá de la muerte. Comprenderemos cómo funciona esto cuando pase a describir lo que experimenta el alma humana cuando atraviesa realmente el portal de la muerte.

Cuando, al morir, el organismo físico humano se desprende de la entidad humana y se desintegra, en un principio la persona permanece en los organismos etérico y astral y en su yo. En la medida en que el organismo físico ya no es un obstáculo para el despliegue del alma en el elemento cósmico y deja de retenerla en su propia esfera, surge de inmediato para el alma humana la posibilidad de la conciencia cósmica. El alma humana está ahora revestida del organismo etérico que ya no está ligado a un cuerpo físico. Mientras que este organismo etérico representa el curso de la vida del ser humano, por un lado, es al mismo tiempo el vehículo para la continua entrada de las fuerzas cósmicas de la vida. A medida que el alma atraviesa gradualmente la muerte junto con el cuerpo etérico, experimenta el mundo etérico cósmico en el organismo etérico. Las actividades que tienen lugar en este mundo etérico fluyen ahora hacia el organismo etérico, ya que antes sólo lo impedía el cuerpo físico. Ahora este obstáculo ha desaparecido. En sus actividades internas, el organismo etérico no está tan separado de los acontecimientos y realidades cósmicas externas como lo está el organismo físico. Los acontecimientos exteriores en el mundo-etérico cósmico fluyen activamente en el organismo etérico del individuo, y lo que ocurre en el organismo etérico humano pulsa hacia el mundo-etérico. Después de la muerte, el individuo no sólo vive directamente en su propio organismo etérico, sino que, en la medida en que lo ha liberado de la organización física, se encuentra en el elemento etérico-cósmico, que entra y sale continuamente de él.

Sin embargo, dado que el alma humana es una unidad, el ser astral y el ego del ser humano son arrastrados al reino cósmico-etérico. La conciencia cósmico-etérica brilla cada vez más en el alma humana como su propio ser interior. Pero en comparación con esta gran y poderosa conciencia cósmica, el propio cuerpo etérico del hombre representa sólo un elemento etérico muy pequeño; y el éter cósmico vive realmente dentro de este diminuto elemento etérico. Por esta razón, las propias experiencias etéricas del ser humano, que se mantenían unidas una y otra vez por su organización física, ya no tienen ningún significado en el gran océano cósmico del éter con su conciencia cósmica. Esto, sin embargo, significa ni más ni menos que el organismo etérico del ser humano se disuelve muy pronto después de la muerte. Entonces, junto con la conciencia cósmica que ha alcanzado, el individuo conserva su organización astral y su yo.

En este organismo astral, sin embargo, están contenidas las secuelas de lo que experimentó en la tierra mientras estaba dentro del cuerpo físico. He descrito cómo una parte del organismo astral conserva su naturaleza cósmica, por así decirlo, ya que sólo está vagamente conectada con los ritmos respiratorio y circulatorio. Ahora que los órganos físicos de la respiración y la circulación han sido desechados, la naturaleza interior del hombre, que se desarrolló junto con los procesos físicos de la respiración y la circulación durante la vida terrenal, sigue viviendo con su contenido de cualidades morales y de valores. Impregnada por la conciencia cósmica, sigue viva y se experimenta después de la muerte. El elemento que encontró su reflejo durante la vida terrenal en la respiración física y la circulación sanguínea llega a expresarse en un ritmo cósmico después de la muerte. Vuelve a haber un ritmo, pero en el que el ser humano siente que predomina la valoración de la calidad moral que trajo de la vida terrenal. Experimenta su contenido astral como cualidades morales; hasta que punto llegaron a ser buenas o malas, sabias o tontas durante la vida en la tierra. Es una especie de pulso interior.

El proceso cósmico que aún no está impregnado del elemento moral, sino que representa un elemento puramente cósmico, fluye continuamente en este latido interior desde el exterior. Esto representa un proceso amoral, no antimoral, que se refleja en la tierra en los procesos de la naturaleza. No distinguimos entre "bueno" y "malo" en la naturaleza, todo procede según las leyes naturales neutras. Todo lo que ocurre en la naturaleza es un reflejo de un proceso cósmico, y ese proceso cósmico pulsa rítmicamente en el efecto posterior de la valoración rítmico-moral. Después de la muerte, el hombre se experimenta a sí mismo como existente en un ritmo cósmico, inhala el cosmos en su inocencia moral y exhala en el cosmos los juicios morales que ha acumulado. Un ritmo cósmico ha ocupado el lugar del ritmo físico, y el alma humana experimenta en este ritmo cósmico cómo surge un elemento moral en el cosmos -que está destinado a reflejarse amoralmente en la naturaleza exterior-, un elemento que, a causa de las experiencias humanas en la tierra, es llevado a través de la puerta de la muerte a este cosmos. Las evaluaciones morales de sus actos que el alma humana lleva a través del portal de la muerte al cosmos se incorporan a la amoralidad cósmica. Los resultados morales de la vida del individuo que han sido llevados a través de la muerte están ahora incrustados en las profundidades del cosmos. Por medio de su conciencia que ya no está impedida por nada, el ser humano se convierte en testigo de cómo se desarrolla un elemento moral para un mundo futuro en las profundidades del cosmos amoral. Nuestro mundo es moralmente neutro en la medida en que la naturaleza es un reflejo del cosmos. Del nuestro surgirá un mundo futuro cuya naturaleza en su reflejo (del cosmos) no será moralmente neutra, sino que todo lo moral será natural y todo lo natural será moral. La semilla de esto la lleva el hombre al cosmos a través de sus actos morales. Durante esta experiencia, el alma humana se enfrenta conscientemente a la gran pregunta: Al continuar mi existencia, ¿las cualidades morales que he adquirido me hacen digno de participar en el cosmos futuro que ya no tendrá una imagen meramente neutra en la naturaleza, sino moral?

Esta experiencia del alma después de la muerte en el ritmo cósmico, descrita anteriormente como sensaciones y sentimientos -podemos utilizar estos términos aunque no representen del todo la experiencia suprasensible- es una prueba del impacto de la moral sobre el mundo físico. Esto da un matiz propio a las experiencias del alma durante un cierto tiempo después de la muerte. Una vez describí estas experiencias, que ahora se representan desde otro lado, en mi libro Teosofía, y allí las llamé el "mundo del alma".

Pero si, después de la muerte, el ser humano tuviera que permanecer sólo dentro de estas experiencias, no podría llegar a preparar adecuadamente el arquetipo espiritual de su futuro organismo físico que he descrito anteriormente, y que debe llevar dentro de sí en una nueva vida terrestre. No pudo desarrollarse de forma adecuada y saludable a partir de una vida anímica llena de imperfecciones morales de la vida terrestre precedente. En consecuencia, en un determinado momento después de la muerte, el alma debe entrar en un mundo en el que sólo vive en el cosmos purificado, donde las experiencias del ritmo cósmico que he descrito disminuyen. Esto se debe a que toda valoración moral de las actividades del alma afecta a este ritmo cósmico, y esto sólo produciría un arquetipo espiritual decadente para el futuro organismo físico. Un cuerpo físico sano sólo puede crearse cuando se permite al alma entrar en un mundo en el que ya no está influenciada por las secuelas de las experiencias anímicas terrenales de su encarnación pasada, en el que, en cambio, están activos los impulsos espirituales no humanos del cosmos, tal como lo he imaginado. Estas experiencias que tiene que vivir el alma humana en el cosmos purificado del espíritu también fueron caracterizadas por mí en mi libro Teosofía, desde otro lado que el que se hace aquí. Allí las he llamado "tierra del espíritu". El ser humano tiene que entrar en esta tierra espiritual del alma, pues sólo entonces podrá colaborar en la creación universal y omnipresente del organismo espiritual que en el tiempo futuro se metamorfosea en el organismo físico. El ser humano debe aliviarse durante un tiempo de las imperfecciones derivadas de una vida anterior, pues de lo contrario tendría que reencarnarse en un organismo físico deforme en su próxima vida terrestre.

Llegamos así, a través de la percepción interna, a una descripción de lo que el ser humano experimenta por medio de sus fuerzas anímicas en el cosmos espiritual después de la muerte. Junto con su cuerpo astral, naturalmente también lleva al mundo espiritual cósmico lo que vive en su ego. Este ego, sin embargo, debe ser trabajado de otra manera. Eso puede ser el tema de la conferencia de mañana. Hoy tendré que describir en la última parte de mi conferencia cómo se relaciona la forma que asume el ser humano después de la muerte con la evolución cristiana y el Misterio del Gólgota.

Comprenderéis que una verdadera cosmología sólo puede nacer cuando incluimos en ella lo que la inspiración puede saber sobre la incorporación de un germen cósmico y moral como el que he descrito. Toda cosmología quedaría incompleta si no supiera que el cosmos actual, que encuentra un reflejo neutro y amoral en la naturaleza física, se convertirá un día, a través de la vida de las personas, en un cosmos en el que lo natural es al mismo tiempo moral, y lo moral es natural. Por ello, una verdadera cosmología sólo puede surgir cuando el conocimiento ordinario se enriquece con la inspiración, del mismo modo que una verdadera filosofía sólo puede recibir un contenido vivo cuando incluye los resultados de la imaginación, como expuse ayer. Una cosmología así, sin embargo, requiere también del cristianismo.

En la época que precedió al Misterio del Gólgota hubo iniciados que empleaban métodos distintos a los que se deben utilizar en la iniciación de la actualidad. Aquellos antiguos iniciados, que vivieron antes de este Misterio del Gólgota y que conocían lo que ocurre en los mundos espirituales que el ser humano encuentra después de la muerte, ya podían decir a sus seguidores: "Después de la muerte, entráis en un mundo anímico en el que tenéis que experimentar las consecuencias de vuestras cualidades morales y de otras similares. Pero no podéis entrar en la tierra de los espíritus con las mismas fuerzas anímicas que se desplegaron en el mundo de las almas, pues aunque entrarais allí, la secuela, presente en vuestra conciencia, de la evaluación moral presente en el organismo astral, embotaría y extinguiría vuestra conciencia del ego, la conciencia de vuestro yo que de otro modo alcanzaríais en la tierra de los espíritus después de la muerte."

Como he dicho, la conciencia del ego se ha desarrollado aquí en el mundo físico sobre la base del organismo físico. Pero precisamente para el cultivo del germen espiritual del ser humano, la conciencia del ego tuvo que estar presente para la estancia en la tierra espiritual incluso en los tiempos antiguos de la evolución humana.

"El ser humano no puede poseer esta conciencia del ego por medio de sus propias fuerzas", decían los antiguos iniciados a aquellos de sus seguidores que querían escuchar. "Sólo puede tenerla si, en un determinado momento, después de haber pasado por el mundo anímico, el elevado Ser Espiritual, Cuyo reflejo físico es el sol físico, viene y se pone a su lado, y le conduce desde el mundo anímico a la tierra espiritual, siendo su Guía desde entonces. Así como el ser humano aquí en el mundo físico experimenta sus mejores fuerzas físicas bajo la influencia del sol físico", así hablaban los iniciados de antaño, "así debe ser tomado de la mano, pictóricamente hablando, cuando pasa del mundo anímico a la tierra de los espíritus para recibir sus mejores fuerzas de los impulsos de ese Ser Solar, cuyo reflejo físico aquí es el sol físico". "De este modo, los antiguos iniciados presentaban al Ser Sol espiritual como el elevado Compañero del alma humana a través de la tierra espiritual.

Los iniciados, que vivieron en la época del Misterio del Gólgota y tres o cuatro siglos después, decían a los que deseaban ser sus seguidores y querían escuchar lo que decían: Debido a la dirección tomada por el desarrollo físico del organismo del ser humano, el ser humano interior, después de su paso por el mundo anímico, está tan obsesionado por lo que ha percibido de las consecuencias morales, que si permaneciera dependiendo de sus propios poderes, su conciencia se oscurecería allí y no podría recibir la influencia de ese Ser Sol. Por esta razón, el propio Ser Sol descendió a la tierra, asumió una naturaleza humana en el cuerpo de Jesús de Nazaret y llevó a cabo el acto del Misterio del Gólgota.

Si el ser humano, además de lo que puede alcanzar aquí en la tierra por medio de su percepción sensorial y el desarrollo de su conciencia del yo, puede también darse cuenta del Ser Crístico en sus sentimientos, si adquiere una visión del Misterio del Gólgota en sus sentimientos -que están ligados al cuerpo astral-, entonces, el efecto posterior de la relación entre los acontecimientos terrestres y el Cristo y el Misterio del Gólgota también ejerce su efecto sobre el ser astral del ser humano que vive después de la muerte de la manera que he descrito. Por medio de este efecto posterior, la conciencia del ser humano, que de otro modo permanecería nublada y oscura, recibe fuerza cuando pasa del mundo del alma a la tierra de los espíritus después de la muerte. Se hace capaz de percibir en el mundo espiritual, lo que a su vez permite al alma preparar el arquetipo espiritual del siguiente organismo físico entre la muerte y un nuevo nacimiento.

Por lo tanto, los iniciados, que fueron contemporáneos del Misterio del Gólgota, o vivieron algunos siglos después, decían a sus seguidores: Aunque el ser humano se ha desarrollado de tal manera que no lleva las fuerzas a través de la muerte que puedan guiarlo desde el mundo del alma a la tierra del espíritu, Cristo descendió a la tierra y realizó la Gesta del Gólgota. A través de los efectos de esta Gesta del Gólgota en el alma humana, las fuerzas del alma pueden fortalecerse de tal manera que después de la muerte, en la transición del mundo de las almas a la tierra de los espíritus, el ser humano tiene experiencias tan ricas en el mundo cósmico que, a partir de sus impulsos, es capaz de cooperar en la elaboración del organismo físico para su próxima vida terrenal. A través de la Obra de Cristo, el alma humana se purifica durante la transición del mundo del alma a la tierra de los espíritus. Así hablaban los iniciados contemporáneos del Misterio del Gólgota, como lo habían hecho los iniciados de la antigüedad: A través de la guía del sublime Ser Sol, el alma humana es purificada durante su transición del mundo del alma a la tierra del espíritu.

De ello se desprende que lo que hay que resumir como el misterio de la muerte está relacionado con la evolución cristiana de la humanidad terrestre. Sin embargo, después del siglo IV, como ya he expuesto, se desvaneció el conocimiento iniciático que era capaz de hablarle a la gente que deseaba convertirse en sus seguidores de la manera mencionada anteriormente. Ahora, sin embargo, ha llegado el momento en que una nueva ciencia iniciática es capaz de revelar de nuevo la conexión entre las personas y Cristo Jesús. Esta nueva ciencia de la iniciación debe decir de nuevo: Quien acepta el secreto del Misterio del Gólgota en su vida de sentimientos durante la vida terrenal, fortalece y vigoriza de tal manera su ser anímico interior en la transición del mundo anímico a la tierra espiritual, que puede hacerse lo suficientemente fuerte como para evitar formar el tipo de organización física que formaría si no existiera tal impulso de un cristianismo renovado. Pues, sin este impulso, en la futura evolución terrestre surgirían inevitablemente organismos físicos que serían patológicos. A través de un cristianismo renovado, podemos unirnos al impulso que hace posible organismos físicos que serán sanos y vigorosos durante el resto de la existencia terrestre.

Por lo tanto, existe una profunda conexión entre el desarrollo del ser humano después de la muerte y el Ser Crístico. En una verdadera cosmología, Cristo se erige como un Poder Mundial, una Fuerza Cósmica. Su Poder puede ser percibido en la transición del individuo, después de la muerte, del mundo del alma a la tierra del espíritu.

En la próxima conferencia consideraremos cómo pasa a través de la muerte el elemento que vive en el alma humana y se expresa en impulsos de la voluntad en la conciencia ordinaria. Veremos cómo entre la muerte y el renacimiento puede convertirse en la base germinal de ciertas fuerzas que sólo llegarán a expresarse en la siguiente vida, y cómo el destino humano - antes llamado karma - continúa de una vida terrestre a otra. La conferencia de mañana añadirá una contemplación de la esfera de la voluntad humana a las consideraciones de hoy sobre las esferas del pensar y el sentir humanos. Eso mostrará una vez más cómo la relación significativa entre el ser humano y el Ser Crístico, el Misterio del Gólgota y toda la evolución cristiana, debe desarrollarse con respecto a la voluntad humana. Hoy hemos colocado a Cristo en la evolución cosmológica, en la verdadera percepción cosmológica; será nuestra tarea en la conferencia de mañana colocar a Cristo en una renovada percepción cristiana de la religión.

Traducido por J.Luelmo abril 2021


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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919