GA149-Leipzig 29 de diciembre de 1913 Las sibilas como síntomas de un aspecto de la vida anímica humana.

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CRISTO Y EL MUNDO ESPIRITUAL

GA149

Leipzig 29 de diciembre de 1913



II conferencia

Las sibilas como síntomas de un aspecto de la vida anímica humana. El contraste entre ellas y los Profetas. Pablo y el olivo.

Si recordamos nuevamente las reflexiones de la conferencia de ayer, podemos resumirlas diciendo que el período del comienzo de nuestra era hizo todos los esfuerzos posibles para comprender el Misterio del Gólgota a partir del tesoro de su sabiduría, y que este esfuerzo encontró las máximas dificultades. Debemos detenernos a considerar esto, pues si no tenemos claro este inevitable malentendido de lo que se produjo a través del Misterio del Gólgota, no podremos comprender un hecho esencial de los siglos posteriores: el advenimiento de la idea del Grial, sobre la que tendremos algo que decir en relación con nuestro tema.

Cuando recordamos el comienzo de nuestra era y observamos su corriente de pensamiento más significativa y llena de sabiduría -es decir, cuando observamos a los gnósticos-, entonces, por un lado, podemos ver, a la luz de la conferencia de ayer, cuán grandiosas eran las ideas originales con las que pretendían colocar al Hijo de Dios en el centro de una imponente imagen del mundo. Pero si, por otro lado, observamos lo que se puede aprender sobre el Misterio del Gólgota a partir de la crónica espiritual de la época, debemos decir que no se puede obtener ninguna verdad real de los conceptos e ideas de los gnósticos. Y esto es particularmente evidente cuando consideramos las diversas formas en que los gnósticos imaginaron la manifestación del Cristo en Jesús de Nazaret.

Hubo algunos gnósticos que dijeron: "Sí, el Cristo es un Ser que trasciende todo lo terrenal y que proviene de los reinos espirituales; tal Ser puede permanecer sólo por un tiempo limitado en un cuerpo humano, como lo fue el cuerpo de Jesús de Nazaret". Estos gnósticos habían discernido algo sobre lo que hoy debemos insistir una y otra vez: que en verdad el Ser Crístico sólo habitó durante tres años en el cuerpo de Jesús de Nazaret. Pero estos gnósticos se equivocaron en la forma en que el Ser Crístico se había encarnado en el cuerpo de Jesús. En primer lugar, el misterio del cuerpo de Jesús de Nazaret no estaba claro para ellos. No sabían que el Ego de Zaratustra había vivido en este cuerpo; que los tres cuerpos de Jesús de Nazaret representaban en su conjunto una esencia de la humanidad que nunca antes se había encarnado en la carne en la Tierra. Toda la relación del Cristo con los dos Jesús-niños 1 fue ocultado a estos gnósticos. De ahí que nunca estuvieran satisfechos -o, al menos, sus seguidores nunca estuvieran satisfechos- con lo que podían decir sobre la encarnación temporal del Cristo en el cuerpo de Jesús de Nazaret.

Otra cuestión abordada por los gnósticos fue la forma del nacimiento de Cristo, el misterio más tremendo de la evolución humana. Sabían muy bien que la razón necesaria para la aparición de Cristo en la Tierra está relacionada con el paso por la concepción en la carne, pero no podían ver muy bien cómo poner en relación a la madre de Jesús con el nacimiento de Cristo. Y los que trataron de resolver esto -hubo algunos- fueron muy poco comprendidos.

Además, había gnósticos que, debido a estas diversas dificultades, negaban por completo que el Cristo hubiera aparecido en la Tierra en forma corporal. Se formaron la idea de que sólo era un cuerpo fantasma -lo que deberíamos llamar un cuerpo astral- que había recorrido la Tierra antes y después de la muerte en el Gólgota: había aparecido aquí y allá, pero no era un cuerpo físico. Debido a la dificultad de concebir cómo el Cristo pudo haberse unido a un cuerpo físico, se dijo que tal unión no había ocurrido y que cuando la gente pensaba que Él había ido en un cuerpo físico, esto era una ilusión, Maya. Esta noción, tampoco obtuvo ningún reconocimiento. Así que podemos ver en todas partes que los gnósticos trataron de dominar con sus conceptos el mayor misterio histórico en la evolución de la Tierra; pero sus ideas eran inadecuadas, impotentes frente a lo que realmente había ocurrido.

Ahora debemos hablar de la forma en que Pablo trató de resolver el problema, pero primero será bueno comprender claramente cómo fue que tales malentendidos fueron inevitables. Si con la ayuda de la investigación espiritual, nos planteamos una serie de preguntas y tratamos de responderlas, el curso de los acontecimientos se nos hará evidente, podríamos decir, de forma abstracta.

Por ejemplo, podemos preguntar: Si la época de Cristo Jesús estaba tan mal dotada para comprender su naturaleza, ¿habría estado otra época en condiciones de comprenderlo? Si como investigador espiritual uno entra en las almas de los hombres en diferentes períodos del pasado, ciertamente se llega a un resultado extraño. En primer lugar, se puede entrar en las almas de los grandes maestros de la antigua civilización india, la primera de las épocas culturales postatlantes. Allí, como hemos subrayado a menudo, nos encontramos con la más profunda admiración ante la sabiduría integral y profundamente arraigada, impregnada en todo momento de visión clarividente, de los santos Rishis indios de aquella época antigua. Sabemos que las almas de esos grandes maestros estaban abiertas a los misterios cósmicos que se perdieron para el conocimiento de la sabiduría de los tiempos posteriores. Y cuando uno trata de entrar clarividentemente, tan bien como puede, en el alma de uno de estos grandes maestros de la antigua India, debe decir que si hubiera sido posible que el Ser Crístico apareciera en la Tierra entre los santos Rishis de aquella época, su sabiduría habría sido en el más alto grado capaz de comprender la naturaleza de Cristo. Entonces no habría habido dificultades; habrían sabido de qué se trataba. Y como no se puede expresar adecuadamente con palabras abstractas fenómenos tan significativos como los que acabo de describir, permítanme evocar una imagen.

Si los santos Rishis de la antigua India hubieran percibido en un hombre el esplendor de la sabiduría del Logos, la sabiduría que pulsa a través del mundo, habrían llevado al Logos su ofrenda de incienso, simbolizando un reconocimiento de la Divinidad que actúa en los reinos de la humanidad. Pero en aquel período el Ser Crístico no pudo encontrar un cuerpo; los cuerpos de aquella época no habrían sido adecuados para Él. Así que no pudo aparecer -las razones de esto se darán más adelante- en la época en que todos los medios de comprensión estaban presentes.

Si vamos más allá y entramos en las almas de la antigua civilización zaratustra, podemos decir: Estas almas no estaban ciertamente dotadas de los elevados recursos espirituales de la antigua civilización india, pero habrían comprendido que el Espíritu-Sol había elegido vivir en un cuerpo humano, y habrían sido capaces de captar el significado de este hecho en relación con el Espíritu del Sol. Para hablar de nuevo pictóricamente: los discípulos de Zaratustra habrían honrado a su Espíritu Solar con una ofrenda de oro brillante, símbolo de la sabiduría.

Si nos adentramos aún más en la época de la cultura caldeo-egipcia, encontramos que la posibilidad de comprender a Cristo Jesús habría vuelto a disminuir; pero aún no  tanto como en la cuarta época post-atlante, la época grecolatina, cuando ni siquiera la Gnosis era lo suficientemente poderosa para comprender esta manifestación. Se habría entendido que una Estrella habría hecho su aparición desde las alturas espirituales y habría nacido en un ser humano. Esta trayectoria divino-espiritual de descenso desde las esferas más allá de lo terrenal habría sido claramente captada; y se habría traído mirra como ofrenda. Y si nos adentramos en las almas de los que figuran en la Biblia como los tres Reyes Magos, que vienen de Oriente y son los guardianes de los tesoros de sabiduría derivados de las tres épocas culturales precedentes, encontramos que la propia Biblia indica que había una cierta comprensión, ya que estos tres Reyes Magos aparecen al menos en el nacimiento del niño Jesús.

Sin duda, nos llama la atención una cosa en la que muy poca gente piensa hoy: que en lo referente a los tres Reyes Magos la Biblia se encuentra en una posición extraña. Pues ¿Acaso no quiere decir que aquellos tres hombres de excepcional sabiduría desde el momento del nacimiento comprendieron su significado? Pero cabe preguntarse: ¿Dónde estaban los tres Reyes Magos más tarde? ¿Qué se hizo de su sabiduría al final? ¿Tenemos algo que pueda llevarnos a comprender la manifestación de Cristo a través de estos tres Reyes Magos? Esto debe ser lanzado sólo como una pregunta. Es una de las muchas preguntas que ciertamente hay que plantear a la Biblia, y que será más significativa que toda la pedante crítica bíblica del siglo XIX.

Cuando llegamos a la cuarta época post-atlante, podemos decir de ella: Ahora ya se dispone de un cuerpo en el que el Cristo puede encarnarse. En las épocas anteriores no existía, pero ahora sí. En esta cuarta época, sin embargo, los seres humanos carecen de la posibilidad de encontrar su camino hacia una verdadera comprensión de lo que está sucediendo. Una extraña paradoja, ¿no es cierto? Porque el hecho al que nos enfrentamos es en realidad éste: el Cristo apareció en la Tierra en una época que era la menos adecuada para comprenderlo. Y cuando observamos todos los intentos que se hicieron en los siglos posteriores para comprender la naturaleza de Cristo Jesús, nos encontramos con interminables disputas teológicas; y finalmente en la Edad Media se establece una distinción tajante entre el conocimiento y la fe -lo que implica un abandono total de cualquier conocimiento sobre el ser de Cristo Jesús-... por no hablar de los tiempos modernos, que hasta el momento han permanecido impotentes ante esta manifestación.

¡Un fenómeno verdaderamente notable! El Cristo nació en la época menos adaptada para comprenderlo. Y si en la evolución de la humanidad lo esencial hubiera sido que Cristo actuara sobre la comprensión de las almas humanas en la Tierra, entonces -hay que decirlo- esta actuación habría sido de forma lamentable. Tal vez se podría decir que eso es muy radical; pero para que no se me malinterprete quiero decir esto: Para cualquiera que observe, desde el punto de vista de la Ciencia Espiritual, la historia de la teología en relación con el Acontecimiento Cristo, debe parecer como si la teología se hubiera propuesto deliberadamente poner un obstáculo tras otro en el camino de la comprensión del Ser Crístico. Pues la erudición teológica parece tomar un rumbo que la aleja cada vez más de esta comprensión. Esto está expresado de forma radical, pero cualquiera que esté dispuesto a entrar en esta forma de expresarlo podrá captar el significado más profundo de mis palabras.

Ahora bien, en lo fundamental, no es ciertamente fácil desentrañar el enigma del que he estado hablando, y confieso que en el curso del tiempo he tratado de acercarme a él a través de las más variadas formas de investigación espiritual. Evidentemente, no hay tiempo para hablar ahora de esos caminos. Pero hay un camino entre los muchos que me gustaría mencionar. Es el camino que conduce al principio de nuestra era a través de una manifestación muy notable de la vida espiritual, la vida de las Sibilas. 

JEREMIAS

Estas sibilas eran, en efecto, un fenómeno notable, con un carácter profético totalmente propio. Los estudiosos externos no pueden decir de qué lengua procede la palabra "Sibila". En cuanto empezamos a examinar los conocimientos bastante detallados sobre las sibilas que proporcionan los documentos externos, nos encontramos con algo bastante extraordinario, al principio de la era sibilina. A partir del siglo VIII a.C., aproximadamente, encontramos los primeros lugares de residencia de las sibilas, en Erithrea jónica; desde allí las primeras sibilas enviaron al mundo sus múltiples profecías. Y estas profecías, incluso en la forma transmitida por la tradición externa, muestran que surgieron de extrañas regiones subconscientes de la naturaleza humana y de la vida del alma. Como si salieran de profundidades psíquicas caóticas, las sibilas pronuncian toda clase de profecías sobre el desarrollo futuro de tal o cual pueblo, hablando principalmente de cosas horribles que vendrán, pero a veces también de cosas buenas. Lejos de cualquier cosa que se parezca a un pensamiento ordenado, las declaraciones de las Sibilas se difunden de tal manera que, si se estudian con los medios de la Ciencia Espiritual, parece que cada Sibila es una fanática espiritual que quiere imponer a la gente lo que tiene que decir. No espera a que se le pregunte, a la manera del oráculo griego de los pituitas; se adelanta, la gente se reúne, y sus declaraciones sobre los hombres y los pueblos y los ciclos de la Tierra parecen resonar con una fuerza abrumadora.

Es notable, como dije, que las sibilas aparezcan primero en Jonia, ya que Jonia fue al mismo tiempo la cuna de la filosofía griega: la sabiduría que desde Tales y Aristóteles hasta la época romana es tan preeminentemente una expresión de una vida anímica bien ordenada, totalmente opuesta a todo lo caótico. Extrae de la vida anímica todo lo que puede expresarse en conceptos claros, lúcidos y llenos de luz. De Jonia surgió la filosofía de la claridad y la luz, que con Platón -podríamos decir- se convirtió en la filosofía de lo celestial. Y como su sombra aparecen las sibilas, con sus productos psíquicos emanados del caos del alma, a menudo arrojando una verdadera iluminación sobre el futuro, pero también a menudo anunciando cosas que sus seguidores tuvieron que falsear para hacer creer que la profecía se había cumplido.

Y luego vemos cómo las sibilas, siempre acompañando a la cuarta época cultural como una sombra de su sabiduría, se extendieron por Grecia, por Italia. Oímos hablar de las más variadas clases de sibilas, y vemos cómo el sibilismo se extiende por Italia, hasta llegar a la época del Misterio del Gólgota. Entonces vemos cómo el sibilismo adquiere influencia sobre los poetas romanos; cómo incluso interviene en los poemas de Virgilio; cómo son justamente los intelectuales los que tratan de modelar su vida apelando a los dichos de las sibilas. La importancia que se concedía a estos dichos queda demostrada por los llamados Libros Sibilinos, a los que se acudía en busca de orientación. Y también en el mundo exterior vemos cómo, en relación con los dichos sibilinos, la gran inteligencia se mezcla caóticamente con la patraña. Y luego vemos que el sibilinismo incluso gana un punto de apoyo en el cristianismo. Oímos su voz en el himno de Tomás de Celano: 

Dies irae, Dies illa,

Solvet saeclum in favilla,

Teste David cum Sibylla.

¡Día de la ira, oh día, que lleva esta era del mundo a la destrucción, según el testimonio de David y de la Sibila!

Y así, hasta la época del desarrollo del cristianismo, muchas mentes conocían a las sibilas y sus profecías, especialmente las que hablaban de la perdición y la destrucción y de la llegada de un nuevo orden mundial. Por lo tanto, se puede decir que a lo largo de muchos, muchos siglos -de hecho, a lo largo de toda la cuarta época post-atlante y con una influencia que se extiende, aunque sea escasamente, hasta la quinta época- las Sibilas se encuentran en la historia de la humanidad. Sólo alguien dominado por las ideas racionalistas actuales puede pasar por alto la gran influencia del sibilismo en el mundo en el que creció el cristianismo. Como he dicho a menudo, la historia que se nos da a leer es en muchos aspectos una convención de fábula, especialmente en lo que se refiere a cualquier cosa de naturaleza espiritual. Hasta hace pocos siglos, las ideas de todas las clases de personas estaban influenciadas mucho más ampliamente de lo que generalmente se cree por lo que provenía de las sibilas. El sibilismo es un fenómeno notable y enigmático, que se produjo en la cuarta época post-atlante.

Debemos interesarnos por lo que realmente ocurría en las almas de las sibilas, pues mediante la investigación espiritual debemos desenterrar esas cosas de debajo de la capa de cultura materialista que las cubre hoy en día. En tal estado son inútiles; deben ser sacadas a la luz y renovadas por los recursos de la investigación espiritual que están disponibles en nuestra época. Pero también hay que llamar la atención sobre el hecho de que en tiempos comparativamente recientes la naturaleza del sibilismo no estaba tan olvidada como lo está hoy. De hecho, tenemos una importante obra de arte que señala las tradiciones relativas al significado del sibilismo. Tal vez no siempre miremos esta obra con conciencia de su importancia en este sentido, pero la importancia existe y debería dar pie a la reflexión. Me refiero a las grandes pinturas de la Capilla Sixtina, donde Miguel Ángel representó no sólo el desarrollo de la Tierra y la Humanidad, sino también a los Profetas y las Sibilas. Y al mirar estas pinturas debemos notar la manera en que Miguel Ángel retrata a las Sibilas, y particularmente cómo las contrasta con los Profetas. En este contraste, si lo miramos imparcialmente, encontramos algo que a través de la Ciencia Espiritual podemos reconocer que tiene que ver con varios aspectos ocultos de la cuarta época post-atlante, durante la cual se cumplió el Misterio del Gólgota.

En esta maravillosa obra de arte vemos primero la representación de los profetas: Zacarías, Joel, Isaías, Ezequiel, Daniel, Jeremías y Jonás. Y junto a ellos están las sibilas: la persa, la délfica, la eritrea, la libia y la cumana. Encontramos que casi todos los Profetas tienen, en mayor o menor grado, algo del carácter que nos llama la atención inmediatamente en Jeremías y que se manifiesta con especial significación en Zacarías; son hombres profundamente reflexivos, en su mayoría absortos en los libros o en algo similar, que recogen tranquilamente en sus mentes bien ordenadas lo que están estudiando. En los semblantes de estos Profetas encontramos la serenidad de sus almas. Daniel parece una ligera excepción, pero sólo aparente. Está de pie ante un libro que se apoya en la espalda de un muchacho; tiene en la mano algo para escribir, para anotar en otro libro lo que está leyendo. Aquí hay un ligero efecto de transición de la lectura de los secretos del mundo a la escritura; mientras que los otros Profetas permanecen en meditación, tranquilos y con el alma relajada, enteramente dedicados a los secretos del mundo. Al contemplarlos vemos -y esto debe tenerse firmemente presente- que todos están absortos en las cosas supraterrenas; sus almas están en reposo en lo espiritual y buscan comprender el surgimiento de la humanidad, a partir de lo espiritual. Vemos que en su pensamiento están muy alejados de su entorno inmediato, muy por encima de la pasión y el fanatismo humanos, sin ser tocados por el éxtasis que puede surgir de estas emociones; no sólo están más allá del conocimiento humano, sino más allá de cualquier cosa que un ser humano pueda experimentar en sí mismo en la medida en que es un hombre en la Tierra. Esa es la grandeza de esta representación de los Profetas realizada por Miguel Ángel.

LAS SIBILAS

A continuación, nos fijamos en su representación de las sibilas. Aquí tenemos primero a la sibila persa, cercana al profeta Jeremías, que contrasta notablemente con su actitud meditativa. Ella levanta la mano como si quisiera imponer a la humanidad lo que ha experimentado; como si al estilo de un mal orador quisiera añadir todo el énfasis posible a sus palabras; como si estuviera impelida por la pasión de un fanático a imponer con gesto imperioso su mensaje a toda la humanidad. Luego nos dirigimos a la Sibila de Eritrea; vemos cómo está relacionada con todo lo que puede aportar al hombre los secretos elementales de la Tierra. Sobre su cabeza hay una lámpara; un niño desnudo la enciende con una antorcha. ¿Cómo podría expresarse más claramente la intención del cuadro? Aquí está la pasión humana encendiendo desde las fuerzas inconscientes del alma el mensaje que ha de ser inculcado con todo el poder de la profecía a la humanidad.

Los Profetas están consagrados en su alma a la eternidad primordial del espíritu; las Sibilas se dejan llevar por lo terrenal, en la medida en que lo terrenal revela lo psíquico-espiritual. La Sibila de Delfos lo muestra con especial claridad; vemos cómo sus cabellos son incluso movidos hacia un lado por una ráfaga de viento, y el mismo viento atrapa su velo azul, por lo que tiene que agradecer al elemento aire lo que imparte. En esta ráfaga de viento vemos representado lo que la Tierra quiso revelar a través de los labios de esta Sibila, con un poder forzosamente persuasivo. Luego, la Sibila de Cumas. Habla con la boca entreabierta, como si murmurara; como si balbuceara una profecía del inconsciente, de lo desconocido. La sibila libia, la apresurada, parece que se da la vuelta para agarrar algo de lo que se pueden leer los secretos, ¡algo así! En estas Sibilas todo está dedicado, por así decirlo, al elemento inmediato de la Tierra.

Se confiaba mucho a imágenes de este tipo en los días en que -como podemos comprender fácilmente- las cosas podían expresarse mucho más eficazmente en pinturas y otras formas de arte de lo que lo harían en nuestra época, en la que los conceptos y las ideas son más adecuados.

¿Cuál es entonces el carácter especial de estas sibilas? ¿Qué son? ¿Qué significan sus profecías? Debemos penetrar profundamente en los misterios de la evolución humana si queremos descifrar lo que ocurría en las almas de estas Sibilas.

Con este objetivo en mente, preguntemos de nuevo: ¿Por qué habría sido tan fácil para los antiguos Rishis indios, con su sabiduría apenas concebible, entender a Cristo Jesús? Parece trivial, sin embargo es cierto decirlo - porque tenían los conceptos y dones de sabiduría necesarios, y en la cuarta época post-Atlante faltaban. Tenían todo aquello por lo que los gnósticos, y los antignósticos, y los Padres Apostólicos, como se les llama, anhelaban en vano. Lo tenían todo, pero ¿en qué forma lo tenían? No como ideas elaboradas, como se elaboraron las ideas de Platón y Aristóteles, sino como inspiraciones, como algo que se presentaba ante ellos con todo el poder de las inspiraciones concretas. Sus cuerpos astrales se veían afectados por lo que entraba en ellos desde el gran Universo, y de esta acción del Cosmos sobre sus cuerpos astrales surgían los conceptos que podían evocar ante sus almas el Ser de Cristo Jesús. Se podría decir que esto les fue dado. No lo habían elaborado por sí mismos, sino que venía como una lluvia desde la profundidad del cuerpo astral. Y con maravillosa claridad se derramaba sobre los santos Rishis y sus alumnos, y fundamentalmente sobre toda la cultura india de la primera época post-atlante. Fue disminuyendo cada vez más, pero en la segunda y tercera épocas post-atlantes todavía estaba allí, y los remanentes pasaron a la cuarta época. ¿Pero qué era este remanente?

Si examináramos cómo eran las cosas en la tercera época post-atlante, encontraríamos que al menos aquellos que se habían elevado a la altura de su época -y proporcionalmente había muchas más personas espiritualmente desarrolladas que hoy- tenían ideas sobre las interconexiones de lo supraterrenal y el significado simbólico de los cielos estrellados. Podían leer los secretos del mundo en los movimientos de las estrellas. Es bastante seguro que la tercera época post-atlante, si Cristo hubiera aparecido en la Tierra entonces, se habría sabido por la escritura en las estrellas qué relación tenía con Él. Pero -de acuerdo con el principio que hemos mencionado a menudo con respecto a la evolución de la humanidad- fue necesario que el don de entrar en relación con los misterios del mundo a través de las imágenes vivas se alejara cada vez más en lo profundo de la astralidad del hombre. Estas imágenes se volvieron cada vez más caóticas. Lo que fluía por este canal hacia el alma humana se volvía cada vez menos determinante -no digo que perdiera fuerza expresiva-, pero sí se volvía cada vez menos determinante a la hora de comprender los verdaderos misterios del Universo.

De este modo, se pueden trazar dos desarrollos bastante diferentes. Por un lado, el mundo de los conceptos, digamos de Platón y Aristóteles: un mundo de ideas que podría llamarse la forma más atenuada del mundo espiritual, un mundo que contenía lo menos posible de espíritu, un mundo captado y explorado directamente desde el Yo y ya no experimentado a través del cuerpo astral. Pues esa es la marca distintiva de la filosofía griega: allí, por primera vez, el espíritu hablaba desde el Yo, como puede hacerlo, en conceptos perfectamente lúcidos, pero alejados de la vida espiritual real. Pero el filósofo griego seguía sintiendo que sus pensamientos emanaban del mundo espiritual, mientras que el filósofo moderno es necesariamente un escéptico, porque ya no siente ninguna conexión entre sus pensamientos y los misterios del mundo. En los tiempos modernos ha disminuido la facultad de decir: Cuando pienso, el espíritu del mundo está pensando en mí. Como he tratado de mostrar en El Umbral del Mundo Espiritual, es necesario ganar, a través de la meditación, un poco de esa confianza en la formación de conceptos e ideas que era natural para el filósofo griego, porque era capaz de aceptar sus pensamientos como pensamientos del propio espíritu del mundo. Sólo la franja más externa del espíritu del mundo se acercó a la humanidad a través de la filosofía griega, pero era una franja impregnada de la vida real del espíritu del mundo; y esto se sentía así.

El segundo elemento que persistía desde tiempos más antiguos era atávico, una herencia, y donde más claramente persistía era en las profecías de las Sibilas, las cuales, a partir del caos de su vida interior sacaron a su vez las fuerzas anímicas humanas que habían funcionado armoniosamente durante la segunda y tercera épocas postatlantes y que ahora daban confusos atisbos del mundo espiritual.

Tomemos una hipótesis que en nuestro contexto actual es quizás permisible: ¿Qué habría ocurrido si no hubieran venido al mundo ni el Cristo ni la filosofía griega? La humanidad habría tenido entonces que arreglárselas con lo que había recibido como herencia del pasado, y en la cuarta época postatlante esto había alcanzado el estadio del sibilismo. Imagínese que esto se desarrolla en Occidente, sin el Impulso Crístico y sin la filosofía, y sin la ciencia que siguió a la filosofía - entonces tendréis una idea del caos espiritual que se habría apoderado de Occidente, surgiendo inevitablemente de todo lo que había estado activo en las almas de los Sibilas. Pero las fuerzas tienen efectos posteriores. Si con los recursos de la Ciencia Espiritual se examina esta fuerza elemental, a través de la cual los poderes espirituales conectados con el viento y el agua y el fuego encuentran expresión en la circunferencia inmediata de la Tierra, y si se estudia cómo estos poderes habrían encontrado una morada en las almas humanas - especialmente si se prueba la fuerza con la que los espíritus del viento y del fuego, agua y tierra, se habrían apoderado de las almas de los hombres - entonces se puede ver cómo la armonía y el orden se habían desvanecido de la antigua manera de conocer el mundo, predominante durante las tres primeras épocas postatlantes, y cómo las fuerzas sólo habrían permanecido en las almas humanas.

Las almas humanas habrían perdido la capacidad de relacionarse verdaderamente con los grandes fenómenos del Cosmos, pero habrían tenido seguramente una relación con los espíritus del viento y del agua, del fuego y de la tierra, y particularmente con toda la tribu de los espectros y de los demonios que se habrían desprendido de sus conexiones cósmicas. Los hombres habrían caído completamente bajo el dominio de los espíritus elementales; sus maestros habrían sido del tipo sibilino, y la fuerza habría sido tan fuerte que habría persistido hasta el presente, y de hecho hasta el mismo final de los días de la Tierra. Y si preguntamos por qué esto no ha sucedido, y quién ha provocado que la fuerza tan aparente en las Sibilas haya declinado gradualmente, entonces debemos responder: el Cristo, quien a través del Misterio del Gólgota fluyó en el aura de la Tierra con Su Ser; así destruyó la fuerza sibilina en las almas de los hombres y la ha alejado.

Y así, en el terreno de la Ciencia Espiritual, observamos el hecho notable de que los hombres con su sabiduría no han comprendido mucho sobre el Impulso Crístico: sus conceptos e ideas han resultado prácticamente impotentes al respecto. Pero lo esencial no es que el Impulso Crístico haya venido al mundo principalmente como una enseñanza. Lo esencial es el carácter de los hechos, el impulso directo que brotó del Misterio del Gólgota. Y esto debemos buscarlo no sólo en lo que se enseña o se entiende, sino en lo que se realiza para las almas humanas. Y uno de estos hechos, la lucha llevada a cabo por Cristo, que había impregnado el aura terrestre, contra el sibilismo - es este hecho el que he querido traer hoy ante vosotros.

Así pues, el Cristo tenía que desempeñar de hecho el oficio de juez. Esto fue malinterpretado por aquellos que lo tomaron de forma materialista para implicar que Cristo volvería poco después de su resurrección. Los conceptos humanos de aquella época no podían llegar a comprender estas cosas. Pero en las ideas caóticas de un retorno temprano estaba la verdad de que había habido esta manifestación temprana de Cristo. Se había manifestado en un terreno que (como veremos mañana) había sido preparado externamente por Pablo; pero sobre todo se había manifestado en la región que está detrás del mundo de los sentidos, donde se había librado el conflicto espiritual entre Cristo y las sibilas. Debemos atravesar el velo que nos muestra la difusión del cristianismo en el plano físico. Debemos mirar detrás del plano físico el conflicto espiritual por el que las almas de los hombres fueron liberadas de ese elemento caótico que, de otro modo, habría ido a más. Y este hecho es visto bajo una luz falsa por cualquiera que no comprenda que a través de este hecho suprafísico se logró algo de valor infinito para la humanidad por el Cristo. ¿Pero quiénes fueron los que lograron al menos algo, incluso mucho, para esta comprensión? Fueron los escritores de los Evangelios, y Pablo, que estaban dotados de una cierta inspiración o revelación del mundo espiritual.

Tendremos que apreciar desde otros puntos de vista la aparición de los evangelistas y de Pablo. Pero ahora podemos ver cómo Pablo se encuentra en medio de un mundo en el que algo está sucediendo más allá del alcance de sus palabras, más allá de todo lo que podría contribuir con sus poderosas y ardientes palabras a la comprensión del Misterio del Gólgota. Y sin embargo -sobre todo si se capta la naturaleza de la lucha librada por el Cristo contra las sibilas- se tiene un sentimiento sobre Pablo que me gustaría resumir en unas pocas palabras finales. Con Pablo siempre parece que hay mucho más entre sus palabras de lo que se obtiene de su simple lectura. Es como si la visión de Damasco se hubiera expresado a través de él; como si a través de él hubiera penetrado en la humanidad una nota opuesta a la nota profética de las sibilas; como si a través de él resonara de nuevo la nota de los antiguos profetas que Miguel Ángel ha representado tan bellamente en sus cuadros. Como he dicho, las Sibilas tenían algo que provenía de los elementales de la Tierra; algo que no podría haber existido si los espíritus elementales de la Tierra no les hubieran hablado. Con Pablo había algo similar, algo que la erudición externa ha notado de una manera notable pero bastante exotérica; y esto, si uno lo examina desde el punto de vista de la Ciencia Espiritual, realmente lo lleva a uno ante un mundo de asombro.

Pablo también, en cierto modo, creó algo a partir de la naturaleza elemental de la Tierra, pero en una región distintiva de la Tierra. Naturalmente, se puede entender a Pablo bastante bien de una manera teológica, racionalista y abstracta, si se deja de lado lo que voy a decir, ya que esto no se puede explicar en términos de ciencia externa. Uno puede entender a Pablo bastante bien, si uno quiere entenderlo sólo desde el punto de vista del racionalismo ordinario. Pero si se quiere captar qué es lo que vivía espiritualmente en Pablo, en y entre sus palabras, y por qué se siente a través de sus palabras algo parecido a las profecías de las sibilas, pero procediendo él de un buen elemento de la evolución terrestre, entonces se llega al fenómeno que responde a la pregunta: ¿Hasta dónde se extiende el mundo de Pablo? ¿Cuáles son sus límites? Y la notable respuesta que recibimos es: Pablo es grande en todo el mundo donde se cultiva el olivo. Sé que estoy diciendo algo extraño, pero veremos que esta extrañeza se explica, en cierto sentido, cuando mañana entremos un poco en el carácter de Pablo.

También geográficamente el mundo está lleno de secretos. Y la región de la Tierra donde florece el olivo es diferente de las regiones donde florece el roble o el fresno. El hombre, como ser físicamente encarnado, tiene una relación con los espíritus elementales. En el mundo del olivo el susurro y el movimiento, el susurro y el gesto, no son los mismos que en el mundo del roble o del fresno o del tejo. Y si queremos comprender la conexión de la naturaleza terrestre con los seres humanos, tenemos que prestar atención a hechos tan peculiares como éste: el hecho de que Pablo lleva su mensaje tan lejos sobre la Tierra justo adonde se extiende el dominio del olivo. El mundo de Pablo es el mundo del olivo.


Traducido por J.Luelmo abril2021

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919