GA204-Dornach 9 de abril de 1921 sobre el proceso de adquisición del habla

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RUDOLF STEINER

PERSPECTIVA DE DESARROLLO DE LA HUMANIDAD

EL MATERIALISMO Y LA TAREA DE LA ANTROPOSOFÍA


Dornach 9 de abril de 1921

Antes de Aristóteles aún se comprendía el proceso de adquisición del habla; de ahí la conciencia instintiva de que el elemento anímico-espiritual que resuena en la palabra es idéntico al que, habiendo creado la naturaleza en el mundo, se ha vuelto silencioso; también la percepción de la preexistencia, aún antes, de la reencarnación. Camino que lleva del desvanecimiento de la antigua comprensión de la palabra a la espiritualidad abstracta de la lógica y el concepto: lógica de Aristóteles; "nous" de Anaxágoras; "idea" de Platón; enseñanza del Logos del gnosticismo; Logos y cristianismo; Evangelio de Juan. Siglo IV d.C.: pérdida definitiva del conocimiento del Logos. Recuperación consciente a través de la antroposofía.

Esta tarde no quiero continuar directamente con las consideraciones que normalmente se llevan a cabo aquí los sábados y domingos. En cambio -para que los amigos de nuestra causa, que se han reunido aquí, puedan llevarse lo más posible de lo que está más o menos relacionado con los estudios realizados durante esta semana- nos aventuraremos en consideraciones aún más íntimas destinadas a relacionarse con las cuestiones ya tocadas.

Incluso en lo que se refiere a la fructificación de la filología por medio de la ciencia espiritual antroposófica, yo mismo he indicado que se ha perdido una forma original de sensibilidad para el lenguaje y que en su lugar ha surgido una orientación más abstracta hacia las cosas del mundo circundante. He señalado que una fuerza de desarrollo importante en la historia humana está representada en el hecho de que a través de Aristóteles, en el siglo IV antes de Cristo, surgió lo que posteriormente se llamó lógica. En efecto, significa una orientación hacia el mundo en un sentido abstracto encontrar el camino conscientemente hacia el elemento lógico, que antes había estado presente de forma más inconsciente e instintiva en la constitución del alma humana.

Decía que en la antigüedad todavía se experimentaba un proceso concreto interior que es comparable a lo que podemos estudiar en los procesos de la pubertad. Lo que aparece en el niño cuando aprende a hablar, es una metamorfosis, una metamorfosis de desarrollo más interior del proceso que se desarrolla más tarde en el ser humano en el proceso de alcanzar la madurez sexual. Y lo que se desarrolla interiormente en este proceso de aprender a hablar, en la antigüedad tenía efectos posteriores para toda la vida de las personas. El ser humano se experimentaba a sí mismo como si a través de la palabra llegara a expresarse en él algo que vivía también en las cosas de fuera, algo que las cosas no expresan, sin embargo, porque se han vuelto, en cierto sentido, mudas. Al resonar la palabra, se sentía algo en su interior que correspondía a los procesos del mundo exterior. Lo que se experimentaba entonces era mucho más sustancial, mucho más estrechamente relacionado con la vida humana que lo que se experimenta interiormente hoy en día al comprender el mundo mediante conceptos abstractos. Lo que el ser humano experimentaba entonces a través de la palabra era más orgánico, yo diría que más instintivo, más inclinado hacia el elemento anímico animal que lo que podemos experimentar ahora a través de la comprensión conceptual y abstracta de las cosas. A través de esta comprensión abstracta nos acercamos a la vida espiritual. Pero, al mismo tiempo, llegamos a la abstracción. Así, precisamente en el momento histórico-mundial en que los seres humanos se elevaron en cierto modo hasta el punto de captar gradualmente el espíritu, su experiencia mental sufrió al mismo tiempo una dilución en abstracciones -puedo expresar estas cuestiones sólo de manera más o menos pictórica, ya que nuestro lenguaje no ha acuñado aún palabras para ello.

Naturalmente, este proceso no se desarrolló de la misma manera en toda la humanidad. Tuvo lugar antes en aquellos grupos humanos que fueron los principales portadores de la civilización; otros se quedaron atrás. He podido señalar que en el siglo XI la población asentada en Europa central todavía ocupaba un punto que debe designarse como prearistotélico en comparación con el desarrollo griego de la civilización. En Europa central, la población avanzó mucho más tarde del punto que los griegos superaron con Aristóteles. A través del aristotelismo, los griegos anticiparon mucho de lo que se produjo para las naciones de Europa central y las que se cuentan entre ellas por su cultura sólo en el primer tercio del siglo XV.

Ahora bien, con este desarrollo se relacionan dos cosas respecto a la comprensión del lenguaje y del elemento abstracto. Ya he señalado una. A medida que la vida anímica humana se elevaba hacia la abstracción a través del aristotelismo -que seguía siendo sólo un síntoma para una comprensión general de las cosas dentro de la cultura griega-, a la vez se alejaba de la experiencia directa de la palabra, del lenguaje. Con ello, se cerró el portal que conducía al despliegue de la vida del hombre en dirección al nacimiento. En su experiencia cotidiana, los seres humanos ya no pudieron encontrar el camino de vuelta al punto en el que hubieran podido darse cuenta, a través del proceso de adquisición de la palabra, de cómo el elemento anímico-espiritual ejerce su influencia en ellos al igual que lo hace fuera en el mundo. Debido a esto, también fueron desviados de mirar hacia atrás aún más. Porque las etapas siguientes habrían mostrado lo que podríamos llamar la unión global del espíritu con la materia físico-corporal. Habrían aportado la comprensión de la preexistencia, el entendimiento de que el elemento espiritual del alma humana lleva una existencia en los mundos suprasensibles antes de unirse con la naturaleza corpórea que surge dentro de la materia física. Es cierto que esta percepción no existía en épocas anteriores de la evolución de la humanidad en la forma definitivamente consciente en que tratamos de adquirirla hoy a través de la ciencia espiritual; en cambio, estaba presente de una manera más instintiva. Los vestigios de la misma se nos presentan en la civilización oriental, que considera la mirada sobre el alma humana preexistente como algo natural.

Si el ser humano está entonces en condiciones de seguir adelante, se convierte en conocimiento y percepción real algo que es aún más difícil de discernir que la preexistencia, a saber, las vidas terrestres repetidas. Este punto de vista existía en épocas anteriores del desarrollo humano, aunque de forma instintiva. Sobrevivió en una forma más poética e imaginativa en las civilizaciones de Oriente, cuando éstas ya habían caído en la decadencia, aunque una decadencia muy significativa, incluso hermosa.

Así, cuando miramos a épocas anteriores de la evolución humana sin los prejuicios de la antropología moderna, encontramos un modo de percepción que penetraba, aunque de forma instintiva, en las cosas. En la medida en que los seres humanos todavía comprendían los procesos de adquisición del habla, también captaban algo de la actividad anímica dentro de la naturaleza exterior; y en la medida en que comprendían la incorporación de lo anímico-espiritual al elemento físico corpóreo, comprendían algo del espíritu que vibra y se teje a través del mundo.

En la medida en que se remonta el conocimiento histórico de los griegos, sólo los escasos restos de esta antigua percepción del espíritu están contenidos en las tradiciones de la civilización griega. Si nos remontamos más allá de Aristóteles y Platón, hasta los filósofos jónicos, en torno a los siglos V y VI a.C. en el desarrollo del pensamiento griego, encontramos una filosofía, por ejemplo en la obra de Anaxágoras, que no puede ser comprendida sobre la base de los supuestos actuales. Los filósofos de Occidente, motivados por una cierta y sana perspicacia, deberían admitir realmente ante sí mismos que la filosofía occidental carece sencillamente de los requisitos necesarios para comprender a Anaxágoras. Pues lo que Anaxágoras reconoce -aunque ya en forma decadente- como su nous se remonta a esas épocas de las que acabo de hablar, épocas en las que los hombres todavía intuían y percibían cómo el mundo está infundido y tejido por el espíritu, cómo, desde el espíritu, el ser anímico-espiritual del hombre desciende para unirse con la naturaleza físico-corporal. En tiempos pasados, esto era una percepción instintiva y concreta. Luego se redujo al conocimiento presente en la percepción instintiva del proceso del habla, algo que a su vez se perdió durante la época aristotélica, sobre todo en lo que respecta a las civilizaciones más avanzadas.

Como ya he explicado, cuando la gente todavía tenía conocimiento de este proceso de habla emergente, percibía algo en el resonar de la palabra que era expresión de un acontecimiento objetivo en la naturaleza exterior. Aquí, llego a una diferencia esencial: Aquello que era concebido como el alma universal por aquellos que pueden ser llamados "conocedores del habla" en el sentido antiguo, era predominantemente pensado como llenando el espacio, y los seres humanos se experimentaban a sí mismos como formados a partir de este elemento anímico-espiritual llenando el espacio. Sin embargo, esto era algo diferente de lo que descubrimos cuando nos remontamos más allá del nous de Anaxágoras. Entonces llegamos a algo que conduce a la preexistencia de los seres humanos; es algo que no se limita a tratar el hecho de que el alma humana se teje y existe en el presente dentro del espíritu y el alma universales. Por el contrario, encontramos aquí que esta alma humana habita con el espíritu y el alma universales en el tiempo.

Debemos familiarizarnos con estas cuestiones a través de una comprensión interior, si queremos obtener una visión verdaderamente histórica de un proceso muy significativo en el desarrollo de la civilización en Asia occidental y Europa. Hoy en día, la gente realmente no tiene una concepción relevante del estado de ánimo de la humanidad que vivía en la época en que se estableció la cristiandad. Ciertamente, si se considera la condición general del alma humana de hoy en día en su configuración particular, hay que imaginar que la gran mayoría de aquellos pueblos de Asia occidental y Europa no tenían educación en comparación con la educación de nuestra época moderna de la que estamos tan orgullosos. Sin embargo, en aquellos tiempos, había individuos que sobresalían por encima de la gran masa de la humanidad inculta. Podría decir que los sucesores de los antiguos iniciados destacaban por un conocimiento significativo, un conocimiento que, en efecto, no habitaba en el alma de la misma manera que lo hace nuestro conocimiento, que está impregnado por todas partes de conceptos abstractos y que, por tanto, ha alcanzado la plena conciencia. Algo instintivo existía incluso en el conocimiento más elevado de aquella época. Sin embargo, al mismo tiempo, algo contundente era inherente a este conocimiento instintivo, algo que aún penetraba en la profundidad de las cosas.

Es curioso que muchos representantes de las confesiones tradicionales actuales tengan un curioso temor ante la posibilidad de que alguien descubra que en tiempos pasados sí existía un conocimiento tan penetrante, un conocimiento que llegaba a conceptos refinados, aunque éstos se vieran más bien a través de imágenes instintivas, como he dicho, y se expresaran en formas de habla, para cuya comprensión existe hoy poco sentimiento.

Nuestra antroposofía no pretende ser una renovación de lo que se llama Gnosis, sino que es el camino que nos permite indagar en la naturaleza de esta Gnosis. En cuanto a sus fuentes, nuestra antroposofía no tiene nada en común con las antiguas filosofías indias. Sin embargo, puede penetrar en los aspectos convincentes y magníficos, la efusión de todas las cosas, de las filosofías Vedanta, Sankhya o Yoga, porque vuelve a alcanzar de manera consciente aquellas regiones del mundo a las que entonces se llegaba instintivamente. Asimismo, nuestra antroposofía puede penetrar en la esencia de la Gnosis. Sabemos que esta Gnosis fue erradicada por ciertas sectas de los primeros siglos cristianos hasta el punto de que se dispone aún de muy pocos conocimientos gnósticos históricamente. En realidad, la Gnosis sólo ha llegado a ser conocida por la humanidad moderna a través de los documentos de aquellos que intentaron refutarla. Ellos incluyeron citas de los textos registrados en sus refutaciones escritas, mientras que los propios textos gnósticos originales se perdieron. Así, la Gnosis ha pasado realmente a la posteridad sólo a través de los documentos de sus enemigos que, naturalmente, sólo citaron lo que consideraron conveniente de acuerdo con su astucia.

Basta con estudiar la capacidad de citación de nuestros adversarios para hacerse una idea de hasta qué punto se puede penetrar en la naturaleza de un tema como éste. ¡Cuando uno tiene que depender de los documentos de los oponentes! El conocimiento de la Gnosis ha dependido en la mayoría de los casos de los textos de sus adversarios, exteriormente e históricamente depende de ellos incluso hoy en día. Imagínese que alguien como el Sr. von Gleich desearía que se quemaran todos los textos antroposóficos -seguramente es lo que más le gustaría- y que la antroposofía pasara a la posteridad sólo a través de sus propias proclamas. Sólo hay que imaginarse las cosas por medio de algo que pueda llamar verdaderamente la atención.

Si, por estas razones, no somos capaces de indagar en lo que ya existía en aquellos tiempos, iremos por mal camino con todos los tratados, por muy bien intencionados y científicos que sean, que se refieran a algo importantísimo para la comprensión del cristianismo. Un punto, en el que casi todo está por hacer, porque todo lo que se ha hecho hasta ahora no conduce en absoluto a lo que podría designarse mediante un esfuerzo honesto de conocimiento como una verdadera comprensión, es el concepto de Logos que encontramos al principio del Evangelio de Juan. Este concepto del Logos no puede ser comprendido si no se entiende interiormente el desarrollo anímico-espiritual de los seres humanos pertenecientes a la civilización más avanzada de esa época. Sobre todo si no se comprende el desarrollo anímico-espiritual que siguió su curso en la cultura griega y brilló en Asia, arrojando sus sombras en lo que se nos presenta en el Evangelio de Juan.

No debemos acercarnos a este concepto de Logos simplemente mediante un diccionario o un método filológico superficial. Sólo podemos acercarnos a él si estudiamos interiormente el desarrollo anímico-espiritual en cuestión, aproximadamente desde el cuarto siglo precristiano hasta el cuarto siglo d.C. Todavía no se ha escrito una historia satisfactoria sobre lo que entonces ocurría interiormente en la parte más avanzada de la humanidad y sus representantes de la sabiduría. Pues esto está relacionado con la desaparición de toda comprensión para el proceso de aprender a hablar. El otro asunto, la comprensión de la preexistencia, se conservó en las tradiciones hasta la época de Orígenes; sin embargo, se perdió para la comprensión interior mucho antes que la comprensión del proceso del habla, del resonar de la palabra en el ser interior del hombre.

Si nos centramos en la condición anímico-espiritual de los representantes de la sabiduría en Asia Menor y Europa, descubrimos que se produjo una transición. Lo que había existido como un proceso uniforme en la percepción, a saber, el resonar de la palabra y en ella el ser del mundo, se diferenció en una orientación hacia los conceptos abstractos, las ideas, y un sentimiento, una sensación apagada de lo que fue empujado más abajo en la subconsciencia - el mundo como tal. ¿Y qué resultó de esto? A causa de ello se produjo un hecho determinado en relación con la vida anímica humana. El contenido de la palabra y el contenido ideal y conceptual de la conciencia fueron experimentados de manera indiferenciada por los seres humanos en la antigüedad. Ahora, el contenido conceptual se separó.

Sin embargo, al principio conservaba algo de lo que los seres humanos poseían antes en la naturaleza indiferenciada de la palabra, el concepto y la percepción. La gente hablaba de "conceptos"; hablaba de "ideas", pero, sin embargo, es evidente -por ejemplo, en el caso de Platón- que la gente seguía experimentando la idea de forma espiritual y llena de contenido. Al hablar de la idea, ésta seguía conteniendo algo de lo que antes se había percibido en la palabra indiferenciada concepto. Así, la gente ya se acercaba a la idea que se capta como mero concepto, pero esta captación aún conservaba algo de lo que se comprendía en el antiguo resonar de las palabras. Al desarrollarse esta transición, el contenido del mundo captado espiritualmente por el ser humano se convirtió en lo que entonces se expresó como el concepto del Logos. El concepto del Logos sólo se comprende cuando se sabe que contiene esta transición a la idea, pero sin ningún resto del antiguo concepto de la palabra en la captación de esta idea. Cuando se hablaba del Logos como elemento creador del mundo, no se tenía una conciencia clara, sino tenue, de que este elemento espiritual creador del mundo tiene algo en su contenido que se captaba en épocas anteriores mediante la percepción de la palabra.

Debemos tener en cuenta este matiz tan especial de la experiencia del alma del mundo exterior en el Logos. Existía un matiz muy especial de la percepción del alma, la percepción del Logos. Aristóteles salió de él, se acercó a la abstracción y alcanzó a partir de ella la lógica subjetiva. En Platón, en cambio, encontramos la idea como principio creador del mundo; en Platón, todavía está impregnada de espiritualidad concreta, porque todavía contiene los restos de la antigua palabra concepto, siendo básicamente el Logos, aunque en forma disminuida.

Así, podemos imaginarnos que lo que vino con el Cristo en el hombre Jesús iba a ser designado como el principio creador del mundo a partir de los puntos de vista de esa época. La gente tenía un concepto para eso, el concepto que de hecho se mantuvo en el concepto del Logos. El concepto del Logos existía. Con él, la gente trató de captar lo que se había dado al mundo en la historia de Cristo Jesús. el concepto, que se había desarrollado a partir de la antigüedad y había asumido una forma especial, se utilizó para expresar el punto de partida del cristianismo; así, la sabiduría más sublime se utilizó para ver a través de este misterio. Debemos ser capaces de situarnos completamente en esa época, no en el sentido de una concepción externa, sino de captar interiormente la forma en que la gente veía el mundo en ese momento.

Hay una gran ruptura entre Platón y Aristóteles. Por otra parte, todo el estilo del Evangelio de Juan está compuesto de tal manera que vemos: Se produjo a partir de una comprensión viva del principio creador del mundo y, al mismo tiempo, porque quien escribió el Evangelio de Juan estaba familiarizado con el concepto de Logos que ya se había perdido. Toda traducción del Evangelio de Juan es imposible si no se puede penetrar en el origen del concepto del Logos. Este concepto de Logos habitaba, en efecto, con toda vitalidad entre los sabios representantes de la parte más civilizada del mundo entre el siglo IV a.C. y el siglo IV d.C.

Cuando el cristianismo se convirtió en una religión de estado, algo a partir de lo cual se desarrolló la posterior Iglesia católica, se llegó a la época en que, en cierto sentido, se perdió hasta el último matiz de la antigua "palabra", del antiguo concepto de palabra, de esta idea. Fundamentalmente, Aristóteles no hizo más que separar la lógica subjetiva del Logos y desarrollar la teoría de esta lógica subjetiva. Sin embargo, en aquella época la condición dominante del alma y del espíritu de la humanidad prestaba poca atención a lo que Aristóteles había establecido como lógica subjetiva. Por el contrario, el aristotelismo fue olvidado, y sólo volvió a entrar en la época posterior a través de los árabes. Existía; pero aparte de estar presente de esta manera indirecta a través de la tradición, la gente seguía sintiendo claramente que se trataba, por un lado, de una lógica subjetiva, y por otro, de la percepción de un principio creador de mundo en el Logos. En este concepto, todavía se contenía algo de lo que se había captado en la antigua concepción del resonar de la palabra en el ser interior del hombre como la contraimagen de la palabra-silenciosa, es decir, como el Logos creando la naturaleza en este devenir silencioso.

Luego, en el siglo IV d.C., este matiz del concepto de Logos se perdió. Ya no se puede descubrir; desapareció. A lo sumo se conserva en unos pocos pensadores aislados y buscadores místicos. Se desvaneció de la conciencia general incluso de los Padres y maestros representativos de la Iglesia. Lo que todavía aparece como una visión del mundo más completa e idealmente espiritualizada en alguien como Escoto Erigena ya no contiene el antiguo concepto de Logos, aunque se utilice ese término. El antiguo concepto de Logos está totalmente filtrado en un concepto de pensamiento abstracto. El principio creador del mundo se entiende ahora no por medio del antiguo concepto de Logos, sino sólo a través del concepto de pensamiento sublimado o filtrado. Esto es lo que aparece entonces en el texto de Escoto sobre la división de la naturaleza, pero es algo que en el fondo ya había desaparecido completamente de la conciencia: esta pérdida del concepto de Logos, esta transformación del mismo en el concepto de pensamiento.

Con respecto a la humanidad europea, de la que dije que conservaba para sí un desarrollo más antiguo hasta una época posterior, se consideró necesario retroceder incluso más allá del período durante el cual el concepto del Logos había estado activo en toda su vitalidad. Pero se remontó en forma abstracta, y este retorno en forma abstracta fue incluso dogmatizado. En el Octavo Concilio Ecuménico de Constantinopla, en el año 869 d.C., se estableció que el mundo y el ser humano no deben ser concebidos como miembros del cuerpo, del alma y del espíritu, sino simplemente como cuerpo y alma, y que el alma posee algunas cualidades espirituales.

El otro proceso de evolución que acabo de mencionar es paralelo a lo que allí se había establecido dogmáticamente. Para una persona que estudie el desarrollo de la civilización occidental desde los primeros siglos cristianos, en los que mucho estaba todavía impregnado de elementos gnósticos, hasta los siglos IV y V de nuestra era cristiana, es un hecho extraordinariamente interesante experimentar esta disminución del concepto de Logos. Más tarde, cuando se tradujeron los Evangelios, no se pudo introducir en estas traducciones ningún sentimiento por el concepto del Logos, tal como había prevalecido dentro de la humanidad precristiana en esos ocho siglos, en medio de los cuales se encuentra el Misterio del Gólgota. Esta peculiaridad de la época de la que surgió la Cristiandad debe ser estudiada también mediante aspectos tan íntimos. Hoy en día, la gente prefiere resolver incluso los problemas más difíciles por medio de los conceptos más banales, conceptos que se adquieren fácilmente. Los problemas históricos como los que acabo de mencionar, sin embargo, permiten una solución sólo si buscamos la preparación para la solución en la adquisición de ciertos matices de la vida anímica humana, si estamos dispuestos a partir de la suposición honesta de que en la época cultural actual simplemente no poseemos en nuestra vida anímica el matiz que conduce al concepto de Logos tal como se entiende en el Evangelio de Juan. Por eso no debemos intentar comprender el Evangelio de Juan con el vocabulario y las concepciones del presente. Si intentamos comprender el Evangelio de Juan con conceptos actuales, la superficialidad nos dictará desde el principio. Esto es algo que hay que discernir con un ojo de alma alerta y hay que hacerlo con respecto a la historia en estos ámbitos, pues las cosas están mal en la actualidad con respecto a esta historia.

Recientemente, he tenido que recordar un hecho extraordinariamente importante en referencia a este tema. Me llamó la atención una carta escrita por uno de los teólogos más reconocidos, que no iba dirigida a mí. Este estimado teólogo del presente se expresó sobre los antroposofistas, los irvingitas y la chusma similar. Lo confundió todo. En su exposición, un punto en particular destaca de manera extraña. Dice de sí mismo que no tiene sentido para el tipo de punto de vista que apunta a lo suprasensible como intenta hacer la antroposofía; tiene que limitarse a lo que se da en la experiencia humana.

Se trata de un teólogo cuya vocación es hablar sin cesar de lo suprasensible. Se ha hecho famoso por haber escrito gruesos volúmenes históricos sobre la vida de lo suprasensible en la evolución humana. Es una autoridad para innumerables personas de talla en la actualidad. Tal teólogo moderno admite que no tiene sentido para lo suprasensible, sino que desea atenerse a la "experiencia humana". Sin embargo, habla de lo suprasensible y no dice: Deseo quedarme en la experiencia sensorial humana; por lo tanto, niego toda teología. ¡Oh no, en nuestra época, se convierte en un famoso teólogo! Mis queridos amigos, es tan importante que estemos atentos a todo lo que en cierto sentido es determinante hoy en día entre nuestros jóvenes, pero que al mismo tiempo se revela como una imposibilidad interior.

Es necesario captar con energía interior cómo se ha de proceder a una visión sincera y honesta. Tal vez se pueda discernir especialmente en problemas como el del Logos, y quien vea lo que la Antroposofía expone sobre tal problema, debería darse cuenta de que la Antroposofía no toma ciertamente el camino fácil. Trata de investigar con seriedad y honestidad y sólo por eso entra en conflicto con una serie de tendencias contemporáneas. En efecto, hoy en día se odia o se teme esa minuciosidad, que, sin embargo, hay que procurar y es necesaria en todos los ámbitos de la vida científica. Les pregunto: la oposición, que tan fácilmente emite juicios superficiales sobre la antroposofía, ¿sabe siquiera de qué se ocupa la antroposofía? ¿Sabe que esta antroposofía lucha con problemas como el del Logos, que, al fin y al cabo, es sólo un detalle, aunque importante? En realidad, sería el deber de los dirigentes de las ciencias echar al menos un vistazo a lo que juzgan desde el exterior. Pero este es el problema, que la vida exterior puede hacerse cómoda -y esto se aplica a mucha gente- si se rehúye la molestia de buscar de manera seria. Sin duda, por todo este amor a la comodidad, uno no es consciente de las poderosas fuerzas de la decadencia en nuestra civilización actual. La actitud de "después de nosotros el diluvio" domina poderosamente el mundo científico actual.

Esto es lo que he querido ilustrar hoy mediante un importante problema de investigación filológica e histórica. Al fin y al cabo, tengo la esperanza de que si, sobre todo los estimados estudiantes, se dan cuenta cada vez más de cómo se intenta concienzudamente centrarse especialmente en los problemas que la investigación actual ignora, los jóvenes, sobre todo, se darán cuenta de que hay que seguir esos caminos. Albergo la esperanza y también lo sé: Si trabajamos lo suficiente en la dirección de desarrollar el entusiasmo y la confesión de la verdad, lo que se necesita para lograr de nuevo fuerzas de regeneración en la civilización humana se alcanzará después de todo. Tal vez ciertas fuerzas de la oscuridad puedan suprimir por un tiempo lo que aquí se lucha. A la larga, no podrán hacerlo si la realidad corresponde a la voluntad, si, de hecho, algo lleno de luz está contenido en lo que la antroposofía quiere. En efecto, la verdad tiene medios que sólo la verdad puede descubrir y que son indescifrables para los poderes de la oscuridad. Unámonos, viejos y jóvenes, jóvenes y mayores, para alcanzar una visión clara para descubrir tales caminos hacia la verdad.

Traducido por J.Luelmo jul.2022


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