GA113 Munich 27 de agosto de1909 Las vías de desarrollo tomadas por las corrientes norte y sur de los pueblos de la humanidad post-atlante

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ORIENTE A LA LUZ DE OCCIDENTE

RUDOLF STEINER

5ª conferencia

Munich 27 de agosto de1909

 

Las vías de desarrollo de las corrientes norte y sur de los pueblos de la humanidad postatlante: la vía hacia los dioses superiores en la penetración del velo sensorial y la vía hacia los dioses inferiores en la penetración del mundo interior del alma. Su desarrollo separado y su reencuentro en la cultura griega. - La preparación del cuerpo físico para el Cristo por Zaratustra. La futura comprensión de la entidad Crística a través de la luz de Lucifer.

En la conferencia anterior se ha mostrado hasta qué punto el mundo externo es una ilusión que oculta el mundo espiritual detrás de él. La conciencia del clarividente que penetra a través de esta ilusión representa un camino hacia el mundo espiritual. Sin embargo, también se ha demostrado que todo en la vida interior del alma, el pensar, el sentir, las sensaciones, así como los fenómenos más complicados de la conciencia, etc., forman una especie de velo que oculta un mundo espiritual. Y la conciencia del clarividente que penetra en estos velos representa el otro camino hacia el mundo espiritual. La existencia de estos dos caminos diferentes ha sido conocida en todos los tiempos por los hombres que buscaban la iniciación. De ahí que encontremos que los pueblos antiguos hacían una distinción entre los dioses superiores y los inferiores. En los Misterios de todas las épocas se enseñaba que en una determinada etapa de la iniciación el hombre entra en el mundo de los dioses superiores y de los inferiores, pero se hacía una gran distinción entre ellos. El hombre no tiene ninguna influencia sobre la forma en que el mundo exterior se enfrenta a él en el tapiz multicolor de las impresiones de color, las impresiones de calor, etc., o en los fenómenos de los elementos de fuego, aire, agua y tierra. El sol sale por la mañana; derrama sus rayos de luz sobre la tierra, y según las diferentes condiciones establecidas aparece el mundo exterior de los sentidos; cuando el hombre penetra a través de estos fenómenos exteriores, llega al mundo espiritual.

El hombre no está en condiciones de destruir este mundo de los sentidos mediante sus propios recursos, porque no puede afectar materialmente a los fenómenos exteriores que le rodean; el mundo de los sentidos es presentado ante él por los seres espirituales de los que es expresión y manifestación; mediante su propio poder no puede deteriorarlo. En la iniciación puede penetrar el velo del mundo de los sentidos, pero debe dejarlo tal y como los seres espirituales lo han modelado.

La relación del hombre con su propia vida interior es diferente. Sus percepciones, su sentir, su voluntad, su pensar y el desarrollo de su conciencia dependen de la medida en que haya trabajado en la evolución de su vida anímica. El hombre no puede evocar un color rojo o verde puro o impuro de la aurora o de una planta: pero la corrupción de su vida anímica puede muy bien dar lugar a sentimientos grotescos y a malos juicios morales; puede someterse en mayor o menor grado al dictado de su conciencia; en sus fantasías puede entregarse a la belleza o a la fealdad, a imágenes de pensamientos verdaderos o falsos. A través de su propia conducta el hombre modifica o cambia el velo extendido sobre el mundo espiritual por la vida interior del alma. Y como lo que vemos detrás del velo de nuestra propia vida anímica depende de si este velo mismo es puro o está corrompido, es fácil comprender que en los casos en que la vida interior está corrompida o apenas desarrollada, cuando se produce el ascenso a los mundos espirituales o el descenso al reino de los seres espirituales inferiores, pueden surgir imágenes grotescas en forma de conceptos y fuerzas anormales falsas y sin sentido. Por esta razón, en todas las épocas se distinguía entre el ascenso a los dioses superiores y el descenso a los dioses inferiores, y este descenso se consideraba más esencialmente peligroso que el ascenso a los dioses superiores, y en este último camino, a través de los velos de la vida interior hacia los mundos espirituales, se planteaban exigencias muy altas al alumno de los Misterios y de la Ciencia Oculta.

Era necesario mencionar esto, porque estos dos caminos hacia el mundo espiritual han desempeñado un gran papel en la evolución humana y porque el Oriente y el Occidente y la relación entre los "Hijos de Lucifer" y los "Hermanos de Cristo" sólo pueden comprenderse correctamente si se tiene en cuenta su existencia. En el mundo exterior, que para el ojo humano ordinario puede parecer una red abigarrada de muchos y variados hechos y fenómenos, no hay nada que no esté guiado por la sabiduría, nada en lo que no entren en juego seres, fuerzas y hechos espirituales; y sólo comprendemos el asunto correctamente cuando nos hemos dado cuenta de que los acontecimientos espirituales se han reunido bajo la dirección de esos poderes que se han descrito desde muchos aspectos diferentes. Para comprender por qué una determinada forma de sabiduría ha florecido en Oriente y por qué el futuro del impulso cristiano depende del desarrollo de los poderes que residen en Occidente, debemos considerar el origen y la tendencia histórica de los dos mundos (Oriente y Occidente).

Sabemos que la vida espiritual del presente tuvo su origen en la antigua Atlántida. Que una antigua vida espiritual se desarrolló en una tierra de Occidente situada entre la Europa y la América modernas, y que las civilizaciones asiáticas, africanas y americanas que existen son los últimos restos de las de la antigua Atlántida. La Atlántida es el padre y la madre de toda la vida culta actual. Antes de la poderosa catástrofe que cambió la faz del globo en su configuración actual, se encontraban en la antigua Atlántida especies de hombres muy diferentes de las actuales, hombres guiados por altos iniciados y guías. Allí se desarrolló una civilización esencialmente bajo la influencia de una antigua clarividencia, y los hombres poseían una facultad natural e instintiva para penetrar a través de los velos exteriores del mundo de los sentidos al mundo espiritual superior, así como a través de su propia vida anímica a los dioses inferiores. Al igual que es natural para los hombres de hoy en día ver con sus ojos, oír con sus oídos, etc., era natural para los hombres de aquella época no sólo ver los colores y oír en el mundo exterior, sino ser conscientes de los seres espirituales como realidades detrás de estos colores y tonos. Del mismo modo, era natural para los hombres de aquella época no sólo oír la voz de la conciencia, sino también percibir a esos seres espirituales llamados Erinyes por los griegos. Los antiguos atlantes conocían íntimamente un mundo espiritual. El propósito de la evolución humana implica que los hombres se alcen gradualmente de esta antigua conciencia instintiva pero espiritualmente perceptiva y avancen hacia la conciencia propia de nuestro tiempo moderno. Era necesario que los hombres pasaran por esta etapa de la vida en el plano físico. No era posible guiar toda la evolución de la humanidad desde el mundo espiritual de una manera tan simple que una corriente de la humanidad pasara de la antigua Atlántida sobre las regiones de Europa y África a Asia, y que todo se desarrollara, por así decirlo, a lo largo de líneas rectas. La evolución nunca es una simple línea recta de desarrollo a partir de una sola semilla; tiene que intervenir otro factor, y una analogía muy simple mostrará que este es el caso. Pensemos en una planta. La semilla se pone en la tierra y de ella se desarrollan los órganos elementales de la planta, las hojas, y más tarde, el cáliz, los estambres, los pistilos, etc. Ahora bien, para que el desarrollo continúe en la vida de la planta, tal como la conocemos, es esencial que ocurra algo más. La formación del fruto a partir de la flor depende de la fecundación: las sustancias fecundantes de una planta deben pasar a otra, ya que el fruto no podría desarrollarse simplemente a partir de la flor. Para que el desarrollo pueda progresar es necesario introducir una corriente de influencias procedentes del exterior. Lo que se puede percibir en la planta es una imagen de la vida universal y es también una indicación de las leyes de la vida espiritual. Es bastante falso creer que en la vida espiritual una corriente de cultivo surja aquí o allá y produzca continuamente nuevos vástagos a partir de ella. Esto puede ocurrir durante un tiempo, pero no bastaría para producir lo que ha de suceder, como tampoco la flor, sin fertilización, podría producir el fruto. En un momento determinado de la evolución cultural, debe llegar una influencia lateral, una fecundación espiritual del desarrollo humano. Así como en la vida de las plantas los elementos masculinos y femeninos se desarrollan de forma independiente, en la evolución humana, desde la época de la Atlántida, debía formarse no una corriente, sino dos, que pasaran de la antigua Atlántida hacia Oriente. Era necesario que estas corrientes de civilización se desarrollaran por separado durante un tiempo, y que luego volvieran a encontrarse para fecundarse mutuamente en un período determinado. Podemos seguir estas dos corrientes de la evolución humana si examinamos los registros de la videncia espiritual. Una corriente de evolución está formada por la transmigración de ciertos pueblos desde la antigua Atlántida hacia regiones más septentrionales, tocando territorios que ahora incluyen Inglaterra, el norte de Francia, y que desde allí se extienden a la actual Escandinavia, Rusia y a Asia hasta la India. En este movimiento se encontraban pueblos de diversa índole, que formaban el vehículo de una vida espiritual definida. Una segunda corriente siguió un camino diferente, en una dirección más meridional, a través del sur de España y África hasta Egipto y de ahí a Arabia. Cada una de estas dos corrientes de civilización sigue su propio camino hasta que se encuentran para fecundarse mutuamente en un momento posterior.

Ahora bien, ¿en qué consiste la diferencia entre estas dos corrientes de cultura? Los hombres que pertenecían a la corriente del norte estaban más adaptados al uso de los sentidos exteriores de la percepción externa, su tendencia era mirar hacia fuera, hacia el velo del mundo circundante. Entre estos hombres del norte había iniciados que les mostraban el camino hacia los mundos espirituales donde se encontraban los dioses superiores, dioses a los que se llega penetrando a través de los velos del mundo sensorial exterior. A esta categoría pertenecen los seres venerados como dioses germánicos del norte. Odín, Thor, etc., son los nombres de los seres divinos que se encuentran detrás del velo exterior del mundo de los sentidos. Los hombres pertenecientes a la corriente del sur estaban constituidos de manera diferente. Estos pueblos tenían una mayor tendencia a profundizar en su vida anímica, en su naturaleza interior. Digamos -y no tomemos la palabra a mal- que los pueblos del norte tenían un mayor don para observar el mundo, los pueblos del sur para cavilar sobre su propia vida anímica, buscando el mundo espiritual a través de este velo interior. De ahí que no sea de extrañar que los dioses de los descendientes de la corriente del sur pertenecieran al mundo de las tinieblas y fueran gobernantes de la vida anímica. Consideremos el Osiris egipcio. Osiris es la divinidad encontrada por el hombre al atravesar la puerta de la muerte; Osiris es el dios que no puede vivir en el mundo sensorial externo. Sólo vivió allí en la antigüedad, y al acercarse la nueva era fue vencido por los poderes del mundo de los sentidos, por el malvado Set; y desde entonces vive en el mundo que se entra después de la muerte, al que sólo se puede acceder sumergiéndose en el principio humano inmortal y permanente que pasa de encarnación en encarnación. Por eso se consideraba que Osiris estaba más íntimamente ligado a la vida interior del hombre.

Aquí tenemos la diferencia fundamental entre los pueblos del norte y del sur. Hubo, sin embargo, una raza que en el primer período de la época postatlante combinó ambas cualidades. Esta raza fue especialmente seleccionada para seguir los dos caminos que conducen al mundo espiritual y para descubrir, en cada uno de ellos, lo que era útil y correcto para esa época, ya que poseía la capacidad tanto de alcanzar el mundo espiritual detrás del mundo sensorial externo como de encontrar el mundo espiritual detrás del velo de su propia vida anímica, hundiéndose en las profundidades místicas de su naturaleza interior.

Esta facultad, preferentemente en las primeras épocas de la antigua era atlante, la poseían todos los hombres, y en relación con ella había una experiencia muy definida. Si un hombre que sólo es capaz de llegar al mundo espiritual a través del mundo sensorial externo y de encontrar a los dioses superiores, oye que en algún otro lugar de la tierra hay otros dioses, no los entiende bien. Pero cuando se unen las dos facultades de penetrar a través del mundo de los sentidos externos y a través del velo de la vida anímica, el hombre hace el descubrimiento muy significativo de que lo que se encuentra detrás del velo de la vida anímica es exactamente lo mismo, en esencia, que lo que está detrás del velo del mundo de los sentidos externos. Un mundo espiritual uniforme se revela desde fuera y desde dentro. Si un hombre llega a conocer el mundo espiritual por ambos caminos, se da cuenta de su unidad. Los pueblos de la antigua India estaban en condiciones de realizar la unidad de la vida espiritual. Cuando la mirada suprasensible del antiguo indio se dirigía hacia el exterior, percibía a los seres espirituales que mantenían unidos y coordinaban los fenómenos externos. Cuando se sumergía en su naturaleza interior, encontraba a su Brahman; y sabía que lo que encontraba tras el velo de su vida anímica era idéntico a lo que, pasando por el Cosmos en poderosos piñones, creaba y moldeaba el mundo exterior. Tales poderosas concepciones -frutos de la antigua cultura atlante, conservadas en los tiempos postatlánticos- todavía nos influyen. Pero la evolución, recordemos, no progresa por la mera transformación de la preservación de lo antiguo, sino por el nacimiento de otras corrientes de evolución para que se produzca un enriquecimiento mutuo. Si seguimos la corriente evolutiva del norte hacia Asia, encontraremos que el pueblo indio fue el que viajó más lejos y, tras amalgamarse con otros elementos, construyó la antigua cultura india. Pero más al norte, en la región de Persia, encontramos una antigua civilización conocida en la historia posterior como la cultura zaratustra. Cuando investigamos esta cultura zaratustra con visión suprasensible, encontramos que la característica de su gente era mirar más al mundo exterior, y avanzar hacia el mundo espiritual por este camino. En virtud de esta característica es evidente por qué Zaratustra, el líder de esta antigua cultura persa, concedía menos importancia a la absorción interior, mística, y por qué se oponía en cierto modo a ella. Zaratustra señaló más particularmente el mundo sensorial externo y el sol visible, para llamar la atención de los hombres sobre la existencia, detrás de este sol visible, de un Ser Solar espiritual, Ahura Mazdao. Este es un ejemplo exacto del camino seguido por los iniciados de los pueblos del norte. La forma más elevada de esta realización más externa del mundo espiritual se desarrolló en la antigua cultura persa bajo la dirección del Zaratustra original. Esta forma de percepción externa era cada vez menos perfecta cuanto más se rezagaban los pueblos respecto a los antiguos persas que avanzaban hacia el Asia occidental. Otros pueblos quedaron rezagados en Asia y Europa, pero la tendencia de todos ellos era mirar más hacia el mundo exterior, y todos sus iniciados eligieron el camino de señalar a sus seguidores el mundo espiritual tras el velo del mundo sensorial exterior. En Europa, si hacemos uso de la mirada espiritual, encontramos en esa maravillosa cultura celta que realmente subyace a toda la demás cultura europea el remanente de lo que surgió como resultado de la cooperación de la mente de los pueblos con la sabiduría de los iniciados. Hoy en día la sabiduría celta se ha perdido en gran medida, y sólo puede ser descifrada hasta cierto punto por aquellos que tienen visión espiritual. Allí donde el antiguo celtismo sigue brillando como base fundamental de otras civilizaciones europeas, se encuentra el eco de civilizaciones europeas aún más antiguas que, aunque sus caminos eran en realidad los mismos, se mantuvieron con la poderosa cultura Zaratustra en lo que respecta a las características de sus pueblos. Según la distribución externa de los pueblos, su camino hacia el espíritu era diferente.

Debe entenderse que la interacción del hombre con el mundo externo, ya sea el mundo espiritual externo o el mundo sensorial externo, no tiene ningún efecto sobre él. Las experiencias que surgen no son una especie de reflejo cósmico, sino que existen para hacer progresar a la humanidad de una manera perfectamente definida. Ahora bien, ¿Qué es, en realidad, el hombre de una época determinada? El hombre es el resultado o el producto de las actividades de las potencias cósmicas que lo rodean, y se modela según la forma en que estas potencias cósmicas lo impregnan. Un hombre que inhala aire sano desarrolla sus órganos de forma correspondiente, y lo mismo ocurre con el organismo espiritual de un hombre que absorbe uno u otro tipo de vida y cultura espiritual. Como el organismo corporal es un producto de lo espiritual, se ve afectado en consecuencia. La evolución humana es un proceso continuo y, por lo tanto, es evidente que en todos los pueblos de esta corriente del norte se nota el desarrollo de las cualidades corporales externas, pues las fuerzas y los poderes del mundo exterior -todo lo que se puede formar desde fuera- fueron los que fluyeron especialmente en ellos. A través de estas fuerzas externas se desarrolló lo que se puede ver y percibir exteriormente. De ahí que en estos pueblos encontremos no sólo un desarrollo de las cualidades bélicas, sino también un instrumento cada vez más apto para penetrar en el mundo exterior; el propio cerebro crece hasta alcanzar una mayor perfección bajo la influencia de estas fuerzas externas. Los factores fundamentales, por lo tanto, para la comprensión del mundo externo están presentes en los hombres pertenecientes a esta corriente del norte, y sólo de ellos pudo derivarse esa cultura espiritual que condujo finalmente al dominio de los poderes y fuerzas de la naturaleza externa. Puede decirse que la principal tarea de estos pueblos consistió en perfeccionar el instrumento exterior del hombre, aquella parte de él que es perceptible desde fuera, no sólo en un sentido físico sino también intelectual, moral y estético. Se vertió más y más del espíritu en la corporeidad exterior. La corporeidad física se desarrolló hasta una perfección cada vez mayor, por lo que las almas individuales que pasaban de una encarnación a otra podían, en general, encontrar mejores vehículos en los nacimientos sucesivos, no sólo en el sentido físico, sino también en el moral.

Preguntemos ahora qué característica especial se desarrolló entre los pueblos que tomaron el camino más meridional. Por supuesto, fue el refinamiento de la vida anímica, de la vida interior. El concepto de conciencia no se encuentra en la antigüedad entre aquellos pueblos cuya tarea era la espiritualización de las cualidades corporales externas. La conciencia como concepto surge entre los pueblos del sur; entre ellos la vida interior del alma se enriqueció con ideas y conceptos hasta tal punto que finalmente se desarrolló en esa riqueza de ciencia hermética secreta que poseían los antiguos egipcios y que nos asombra aún hoy. La sabiduría de los egipcios, considerada en tan alto honor por quienes tienen conocimiento de tales asuntos, sólo podía surgir como resultado del desarrollo de la vida anímica interior. Todo el arte y la sabiduría que el hombre tuvo que desarrollar desde dentro aparecieron en la corriente de la evolución, en la que se dio menos importancia a la espiritualización de la corporeidad externa que al refinamiento y elaboración de las fuerzas internas del alma.

Consideremos ahora la escultura griega. Cuando un escultor griego deseaba representar un cuerpo físico purificado y espiritualizado, producía un tipo de los pueblos del norte. Todas las formas externas de Zeus, de Afrodita, de Palas Atenea, son tipos raciales del norte. Cuando se trataba de indicar el desarrollo interno de la vida del alma, era necesario mostrar que las fuerzas se desarrollan invisiblemente dentro del alma, y entonces se producía una figura como Hermes o Mercurio. La forma de Hermes es la de los pueblos africanos, y difiere de las figuras de los otros dioses; las orejas son diferentes, así como el cabello, y los ojos son estrechos y diferentes a los de los tipos del norte. - Se sabía que este tipo de humanidad representaba el vehículo del elemento científico, de la sabiduría, de todo lo que actúa sobre el alma, y con ello estaba relacionada la concepción de Hermes como mensajero de los dioses inferiores.

También podríamos caracterizar la diferencia entre las dos corrientes evolutivas diciendo que los pueblos del norte trabajaron en la producción de un ser humano cuya forma corporal externa es una imagen del espíritu; mientras que los pueblos del sur se ocuparon de desarrollar las fuerzas invisibles del alma, perceptibles sólo cuando la mirada se dirige hacia adentro (a la vida interior). Las razas del norte crearon el aspecto exterior de la imagen de la divinidad en el hombre; los pueblos del sur crearon la imagen anímica invisible de la divinidad en la vida interior.

Por tanto, los dioses de los pueblos del sur son divinidades invisibles con las que el hombre entra en contacto en su naturaleza interior, que despiertan cierto temor y miedo, pero que desde otro aspecto inspiran confianza y seguridad. Se ha señalado que el hombre ve a estos dioses del mundo interior según su propia naturaleza; si es moralmente desarrollado, se enfrenta a estos dioses con las cualidades morales del alma y se revela su verdadera imagen; su esencia fluye en él y experimenta la iluminación interior y el esclarecimiento. Si un hombre es inmoral y sus concepciones son malas, o feas, o falsas, percibe una imagen distorsionada de este mundo de los dioses; aparecen temibles formas y figuras demoníacas, al igual que el rostro más bello queda retorcido y caricaturizado si se observa en un espejo esférico. Por eso, el hombre que se enfrenta a estos dioses interiores puede sentirlos como compañeros espirituales amistosos e íntimos, que vierten fuerzas en lo más profundo de la vida del alma, que le pertenecen en el sentido más íntimo, que le fortalecen y le iluminan; pero si los ve en imágenes distorsionadas por sus propias cualidades, puede surgir el horror y el terror; puede ser atormentado, perseguido y llevado a los más salvajes excesos de la vida sólo por su manifestación en la imagen grotesca de sus bajas pasiones. A partir de ahí, podemos juzgar por qué se cuidaba de que ningún ser humano no preparado se encontrara con estos dioses particulares; pero allí donde se posibilitaba el acceso al mundo espiritual se exigía imperativamente un desarrollo previo de la naturaleza moral y se aseguraba una preparación muy completa; los iniciados no se cansaban de advertir sobre los peligros que esperaban a las almas débiles en el encuentro con estos dioses.

De acuerdo con la naturaleza de los poderes que dominan el mundo espiritual accesible a los pueblos del sur, se le llama el mundo de Lucifer, el portador de la luz. Es un mundo, espiritual y divino en su naturaleza, iluminado en el ser interior del hombre por una luz invisible a la mirada exterior y que tiene que ser adquirida por el proceso de perfeccionamiento individual. Este fue el camino que tomaron los pueblos de la corriente evolutiva del sur hacia el mundo de Lucifer.


Como hemos visto, el ideal ante la corriente más septentrional era la producción de una individualidad humana, tan perfecta, tan llena de espíritu, tan noble respecto a todo en la vida entre el nacimiento y la muerte, que el cuerpo exterior debería ser un recipiente digno para la espiritualidad del más alto orden. Y en Zaratustra, el ser que más verdaderamente había mostrado el camino hacia el mundo espiritual detrás del velo de los fenómenos de los sentidos, surgió el pensamiento de que un cuerpo exterior debía ser creado por una fuerza moral, intelectual y espiritual tal que lo llevara al punto más alto de espiritualidad del que es capaz un cuerpo exterior. Y como este pensamiento surgió por primera vez en Zaratustra, se propuso alcanzar un nivel de perfección cada vez más elevado, viviendo en cada encarnación sucesiva en cuerpos de cualidades morales, estéticas e intelectuales más elevadas. Zaratustra, entonces, llevó estas cualidades físicas a un punto de excelencia tal que su cuerpo se convirtió no en una mera imagen del mundo divino del espíritu, sino en un recipiente para la recepción de la Divinidad que, de otro modo, sólo podría verse detrás del velo del mundo de los sentidos. Aquello que el antiguo Zaratustra había señalado como el mundo de los Seres del Sol detrás del sol físico, como el espíritu oculto del Bien - Ahura Mazdao, necesitaba, a medida que se acercaba más y más a la tierra, encontrar una morada dentro de un cuerpo de gran perfección espiritual. Y así, en una de sus encarnaciones, Zaratustra apareció en el cuerpo de Jesús de Nazaret, un cuerpo tan espiritualizado, tan noble, que en su corporeidad externa pudo verterse aquella esencia espiritual que antes sólo se encontraba tras el velo del mundo de los sentidos. [Esto mostrará cuán errónea es la afirmación de que el Dr. Steiner ha identificado alguna vez a Cristo con Zaratustra. Esto nunca lo ha hecho, como tampoco ha declarado que Cristo sea el mismo ser que Buda]. El cuerpo humano que se había desarrollado en la corriente evolutiva del norte al volver la mirada externa hacia el mundo espiritual, estaba preparado para la recepción de la esencia espiritual oculta tras el mundo de los sentidos. De esta manera, se preparó para el poderoso acontecimiento de la recepción del espíritu detrás del mundo de los sentidos, invisible para todos excepto para la vista espiritual, en la tierra, y su maduración allí durante tres años en el cuerpo de Jesús de Nazaret. Por lo tanto, correspondía a los pueblos del norte no sólo desarrollar una comprensión de lo que había detrás del mundo de los sentidos, sino también prepararse para la posibilidad de que ese espíritu inundara nuestro mundo terrenal, del ser hasta ahora oculto detrás del sol, pisando la tierra durante tres años, como hombre entre los hombres. Así, Lucifer había entrado en la humanidad en los pueblos del sur, y Cristo en los pueblos del norte, cada uno conforme a las características de las dos corrientes de la evolución. Nosotros mismos vivimos en una época en la que las dos corrientes deben unirse como se unen las sustancias fecundantes masculinas y femeninas de las plantas; vivimos en una época en la que el Cristo que fue atraído desde el exterior como un Ser objetivo hacia el cuerpo purificado de Jesús de Nazaret debe ser comprendido a través de una profunda contemplación por parte del alma, y su unión con el mundo del espíritu debe ser descubierta en el ser interior, el mundo que surge del reino de Lucifer. De este modo se producirá la fecundación mutua de estas dos corrientes evolutivas de los hombres. Ya ha comenzado; comenzó en el momento indicado en la historia que nos cuenta que la sangre sacrificial del Cristo que fluye de la Cruz fue recibida en el vaso del Santo Grial y llevada a Occidente desde Oriente, donde la preparación para la comprensión de la encarnación de Cristo se había hecho de manera muy definida cultivando lo que representa la luz de Lucifer. De este modo, la unión de estas dos corrientes en la humanidad será cada vez más completa. Independientemente de lo que diga o haga la humanidad actual, la curación de la humanidad futura se realizará por el hecho de que dentro de la unión de las dos corrientes, el poderoso Ser Cristo, guiando como lo hace la evolución del universo y del hombre, es comprendido a través de la luz recibida por el alma desde el interior, a partir del reino de Lucifer. Cristo dará la sustancia, Lucifer la forma, y de su unión surgirán impulsos que impregnarán la evolución espiritual de la humanidad, y harán realidad lo que el futuro tiene reservado para la salvación y la bendición de los pueblos.

Traducido por J-Luelmo ago.2022


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