GA113 Munich 26 de agosto de1909 La acción de los espíritus de Saturno, del sol y de la luna en el desarrollo de la tierra.

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ORIENTE A LA LUZ DE OCCIDENTE

RUDOLF STEINER

4ª conferencia

Munich 26 de agosto de1909

 

La existencia de seres espirituales superiores que no tienen huella en el mundo de los sentidos o del alma. El trabajo de los espíritus saturnianos, solares y lunares en el desarrollo de la tierra. El eco de esto en las enseñanzas de de Pherekydes de Syros (Kronos, Zeus, Chthon). Occidental y Oriental forma de pensar. El concepto de historia. Indra. Jehová. Cristo.

En vista de lo que se ha dicho, podemos preguntar si todos los seres espirituales existentes se encuentran detrás de los fenómenos del mundo de los sentidos, o si hay otros que no tienen expresión o manifestación en el mundo físico. La conciencia suprasensible sabe que, si bien es cierto que detrás de todo fenómeno externo se encuentra un ser o hecho espiritual, existen seres espirituales que no tienen expresión en el mundo físico. Al iniciado le esperan experiencias distintas a las de las proyecciones o imágenes de sombra que se arrojan en el mundo sensorial físico. Existen, además, seres espirituales y hechos espirituales que no tienen expresión en la vida interior del alma, en los fenómenos de la conciencia, del pensar, del sentir y de la sensación... La conciencia superior considera que el mundo espiritual abarca mucho más de lo que puede experimentarse en el mundo físico.

Aquellos de mis lectores que hayan estudiado las conferencias anteriores sobre estos temas, se darán cuenta de que una gran cantidad de seres espirituales, en diferentes etapas de la evolución, han estado involucrados en lo que ha sucedido en los reinos humano, animal, vegetal y mineral durante el curso de nuestra evolución terrestre Todos estos seres intervienen de una manera u otra en la textura evolutiva de la Tierra y de los reinos que pertenecen a ella. Detrás de los fenómenos que nos rodean hay un mundo espiritual ricamente constituido, tal como lo hubo durante los períodos del Antiguo Saturno, el Antiguo Sol y la Antigua Luna. No debemos intentar comprender estos reinos espirituales inventando nombres permanentes para estos seres espirituales. Los nombres utilizados no pretenden, en su mayoría, designar individualidades, sino rangos o ámbitos de funciones. Por lo tanto, si un nombre particular se utiliza en relación con un ser activo durante el período del Antiguo Sol, no puede aplicarse en el mismo sentido a ese ser en lo que respecta a su trabajo o función en la evolución de la Tierra; para entonces ya ha progresado. Es necesario hablar de estas cuestiones con gran exactitud y precisión.

El período terrestre no sólo fue precedido por tres encarnaciones del globo terrestre, sino por tres poderosos reinos espirituales, esencialmente diferentes entre sí cuando son examinados por la conciencia suprasensible. La investigación de los períodos del Antiguo Saturno, del Antiguo Sol y de la Antigua Luna revela muchas cosas que no pueden ser comparadas con nada que podamos nombrar en la Tierra, y de las cuales sólo se puede hablar por analogía.

Se recordará que he hablado del antiguo período de Saturno como uno esencialmente de calor, o de fuego; en el antiguo Sol este calor se condensó en aire; en la antigua Luna el aire se condensó en agua, y en la Tierra apareció por primera vez el elemento tierra. Pero la aplicación de nuestro concepto de fuego o calor directamente a la evolución del Antiguo Saturno daría lugar a una imagen incorrecta, pues el fuego de Saturno difería esencialmente del fuego de nuestra Tierra. Sólo hay un fenómeno que puede compararse legítimamente con el fuego de Saturno, y es el fuego que impregna la sangre como calor. Este calor vital, o principio vital, es más o menos comparable a la sustancia de la que estaba compuesto enteramente el viejo Saturno, y el fuego físico de hoy es un descendiente, un producto posterior del fuego de Saturno; en su forma externa, tal como se percibe en el espacio, ha aparecido por primera vez en la Tierra. El calor de la sangre, pues, es lo único que puede compararse con lo que había durante el período evolutivo físico del viejo Saturno. Hay muy poco en el ámbito de nuestra experiencia actual que pueda compararse de alguna manera con las cualidades de estos períodos evolutivos anteriores, todos los cuales eran muy diferentes de nuestra existencia terrestre actual.

Sin embargo, debe entenderse que todo lo que hay en los períodos de Saturno, del Antiguo Sol y de la Antigua Luna está contenido en la evolución terrestre, sólo que ha cambiado de carácter. Lo que fue plantado como semilla en el antiguo Saturno y evolucionó a través de los períodos del Sol y de la Luna, se encuentra en la evolución de la Tierra, aunque en una condición cambiada; podemos, sin embargo, ejemplificar los elementos fundamentales traídos de los períodos evolutivos anteriores examinando lo que no se encuentra en este estado transformado.

Cuando la Tierra apareció por primera vez, había absorbido en sí misma tres condiciones evolutivas precedentes, y todos los grados de seres espirituales implicados en ellas. Sin embargo, los seres se encontraban en diferentes estados de evolución, por lo que es evidente que hay que distinguir entre estos tres reinos diferentes de seres espirituales y de sustancias espirituales; debemos darnos cuenta, al considerar los comienzos de la Tierra, de que ciertas cosas que encontramos en ella sólo pudieron llegar a existir porque los períodos de Saturno, Sol Antiguo y Luna Antigua precedieron a nuestra evolución terrestre, y en su comienzo los tres están unidos en ella.

Este hecho siempre estuvo presente en la antigua conciencia instintiva del hombre, que lo conectaba con el mundo espiritual. Y cuando se mencionaba el número Tres como característico de los mundos superiores, aquellos individuos que miraban las cosas en lo concreto y no en lo abstracto, que tenían en el ojo de su mente hechos más que conceptos o ideas, siempre sintieron en sus almas la verdad de que nuestra Tierra ha recibido, en su seno, por así decirlo, todo lo que vino de Saturno, el Antiguo Sol y la Antigua Luna. Esa es la llamada tríada superior, pre-terrestre... Esta tríada formada por el Antiguo Saturno, el Antiguo Sol y la Antigua Luna ha evolucionado hacia nuestra Tierra. En su significado concreto, la tríada superior significa estos tres estados pre-terrestres; pero el cuaternario se refiere a la transformación gradual de estos tres en la Tierra. En consecuencia, los hombres cuya conciencia instintiva los ponía en contacto con las realidades del mundo espiritual sentían que el misterio del nacimiento de la Tierra se expresaba por la relación de tres a cuatro. Y volvieron sus ojos reverentes a la tríada sagrada de Saturno, Sol y Luna, que se había convertido en el cuaternario manifestado por el período terrestre. Es obvio que las expresiones modernas Saturno, Sol y Luna tenían otros equivalentes en la conciencia instintiva de la humanidad antigua.

Si ahora seguimos el curso de la evolución terrestre, podemos preguntar cómo participan en su progreso las distintas clases de seres espirituales. Los seres espirituales, en diferentes etapas de la evolución, dirigieron los procesos de separación del Sol y la Luna de la Tierra, como resultado de los cuales se produjo ese progreso. En primer lugar debemos considerar una clase de seres espirituales que alcanzaron un determinado estadio de evolución durante el período del Sol Antiguo; pertenecen a la evolución del Sol Antiguo porque estaba destinada a proporcionarles un campo de acción. Se trata de seres que separaron el sol de la tierra durante el período terrestre, porque durante el Antiguo Sol estaban ligados al sol de la misma manera que la humanidad está ahora ligada a la tierra. Como hemos visto, necesitaban el Sol para su evolución ulterior y con el Sol abandonaron la Tierra para trabajar en ella desde fuera. Cuando los espíritus del Sol se retiraron, los espíritus de Saturno y de la Luna quedaron en la Tierra. El desarrollo de los espíritus de Saturno era tal que podían dirigir y guiar la separación de la Luna de la Tierra; habían pasado por la misma etapa en el Antiguo Saturno que los espíritus del Sol habían pasado en el Antiguo Sol; su madurez había precedido a la de los espíritus del Sol, y por lo tanto eran capaces de separar la Luna de la Tierra y de estimular desde dentro el desarrollo interior del hombre, que, de otro modo, se habría endurecido y momificado. Se puede decir que la retirada del Sol fue provocada por los espíritus del Sol, y la de la Luna por los espíritus de Saturno. El Sol es un símbolo cósmico para el acto de los espíritus del Sol, la Luna para el de los espíritus de Saturno. Y lo que queda sobre la propia tierra Espíritus del período de la Antigua Luna.

Será útil en este punto tener en cuenta una época definida de la evolución de la Tierra; aquella en la que la Luna acababa de abandonar la Tierra. Dicha Tierra, de la que el Sol se había retirado aún antes, se encontraba entonces en una condición muy diferente a la actual. Si la Tierra hubiera estado entonces en un estado exactamente similar al actual, todo el proceso habría sido innecesario.

Comparada con los actuales reinos mineral, vegetal, animal y humano, era muy imperfecta en aquella primera época. Los diversos continentes no se habían separado unos de otros, todo estaba en una especie de caos. La mirada suprasensible buscaría en vano en tal periodo los reinos mineral, vegetal, animal y humano tal y como son hoy en día. Todas estas formas se han desarrollado como resultado de la influencia del Sol y de la Luna desde el exterior, y este fue el propósito de la retirada de estos dos cuerpos. Las influencias que ejercieron sobre la Tierra desde el Sol y la Luna hechizaron de ella, por así decirlo, todo lo que desde entonces ha surgido sobre ella y todo lo que hoy nos rodea. Las formas exteriores de los minerales, las plantas, los animales y del hombre físico han sido producidas por los seres que actúan desde el Sol; mientras que los seres que actúan desde la Luna han estimulado la vida anímica de los hombres y de los animales. Este es un esbozo aproximado y amplio de la evolución desde la llamada época lemúrica hasta la de la Atlántida. Fue durante la época atlante cuando, muy lenta y gradualmente, la Tierra comenzó a tener una apariencia más o menos similar a la que vemos hoy en día a nuestro alrededor. Es necesario, por lo tanto, distinguir en el curso de la evolución de la Tierra desde la retirada de la Luna, entre una Tierra caótica y una organizada que ha sido influenciada por los seres espirituales de su entorno.

Lo que aquí se afirma no tiene por qué ser adquirido de la tradición histórica. Supongamos, por ejemplo, que la sabiduría iniciática de la antigua y venerable India, de los sabios persas, de los iniciados egipcios o de los Misterios griegos se hubiera perdido; supongamos que no quedaran documentos externos de ningún tipo para hablarnos de la enseñanza prístina relativa a los fundamentos espirituales de nuestra evolución terrestre. Incluso entonces la posibilidad de desarrollar la conciencia suprasensible no se perdería; todo lo que se dice aquí puede descubrirse por medio de la investigación suprasensible sin la ayuda de ningún documento histórico. Estamos hablando de algo que en la actualidad puede ser estudiado en su origen; incluso las matemáticas pueden ser aprendidas de las fuentes originales.

Intentemos ahora encontrar un vínculo entre los resultados que la investigación suprasensible nos ha proporcionado y la vida en la antigüedad. Es obvio que podría adoptarse algún otro método, pero el propósito de este curso de conferencias es comparar lo que puede encontrarse independientemente de cualquier registro histórico, con lo que ha sido transmitido por otro tipo de tradición. Nos remontaremos, no muy lejos, a un personaje histórico que vivió en un período comparativamente antiguo de la cultura griega, del que la historia sabe muy poco y la duración de su vida incluso está velada por mucha incertidumbre. Ferécides de Siros es en cierto modo el precursor de los demás sabios griegos.

Vivió en una época del desarrollo espiritual griego llamada la época de los Siete Sabios. - Este período precedió al de toda la filosofía histórica griega. Lo poco que la historia externa nos dice de Ferécides de Siros es muy interesante; se habla de él, entre otros, como el maestro de Pitágoras; y muchas de las enseñanzas de Heraclito, de Platón y de los sabios posteriores pueden remontarse a él. Se dice que enseñó la existencia de tres principios fundamentales para toda la evolución, y los llamó Zeus, Kronos y Chthon. Ahora bien, ¿Qué quería decir exactamente con estos nombres? Se comprenderá enseguida que Kronos no es más que otro nombre para la evolución del Antiguo Saturno. En la enseñanza de Ferécides, Kronos es la totalidad de los seres espirituales pertenecientes al reino del Antiguo Saturno, que durante el curso de la evolución terrestre fueron capaces de provocar la separación de la Luna. Y a continuación, Zeus. Zeus es una palabra de significado incierto cuando se utilizaba en la antigüedad, pues se aplicaba a individualidades espirituales en etapas muy diferentes de la evolución. Pero los hombres de la antigua Grecia que conocen algo de la iniciación reconocieron en Zeus al regente de los espíritus del Sol. Zeus vive en las influencias que llegaron a la Tierra desde el Sol. Chthon es una designación de la condición un tanto caótica de la tierra después de la retirada de la luna, momento en el que no se encontraban ni plantas ni animales ni formas humanas. En palabras muy notables, Ferécides hablaba de la sagrada tríada primordial, de Zeus, Kronos y Chthon, principios fundamentales de la tierra, venidos de épocas pre-terrestres; también habla de una evolución posterior. Pero en los tiempos antiguos los hombres no revestían asuntos de este tipo con conceptos tan secos y burdos como los de ahora, sino que dibujaban vívidas imágenes de lo que veían y reconocían en los reinos espirituales. Ferécides dijo: "Chthon se convierte en Gea (hoy llamada tierra), por el don de Zeus por el que llegó a cubrirse como con un vestido". Esta es una maravillosa descripción de la evolución que acabo de esbozar en pocas palabras. La tierra estaba sola; fuera de ella estaban el sol y la luna, los reinos espirituales de Zeus y de Kronos. El sol, desde fuera, comenzó a trabajar sobre la tierra y a fecundarla en su estado entonces caótico; o, en el lenguaje del antiguo sabio griego, Zeus fecundó a Chthon. Las influencias benéficas del reino de Zeus fueron enviadas a la tierra física en el calor y la luz del sol. Este fue el regalo hecho por Zeus a la tierra. La tierra se cubrió con la vestimenta de formas vegetales y animales, y con las formas de los hombres físicos. Chthon se convierte en Gea; por lo tanto, debido al regalo de Zeus, la tierra se cubre con una vestimenta.

Esta es una imagen maravillosa, expresada en un bello lenguaje, de lo que la conciencia suprasensible es capaz de redescubrir hoy en la época de los Siete Sabios griegos. Y Ferécides no podría haber hecho afirmaciones tan sorprendentemente vívidas, que pueden ser verificadas por la conciencia suprasensible moderna, sin un conocimiento personal definido. Este conocimiento lo obtuvo de la llamada iniciación fenicia. Era un iniciado de los templos de la antigua Fenicia y había traído a Grecia la sabiduría del Templo que tenía la libertad de enseñar. De esta manera llegó una gran cantidad de sabiduría oriental.

Este es un ejemplo, entre muchos otros, de las cosas que se pueden redescubrir en las palabras de los antiguos sabios independientemente de la tradición histórica. En este caso, no hemos retrocedido tanto en la historia de la humanidad. Si somos capaces de interpretar correctamente las expresiones utilizadas, también es posible redescubrir enseñanzas originales de tiempos muy antiguos. Sin embargo, sería falso aceptar la simple explicación de que tal o cual enseñanza oriental relativa a la evolución del mundo se encuentra bajo la misma forma en Ferécides de Syros, en la antigua época egipcia, en los días de los sabios caldeos y en el antiguo período indio. Si este fuera el caso, bien podría imaginarse que una sabiduría redescubierta hoy se encuentra, en forma diferente, dondequiera que la humanidad se haya esforzado por alcanzarla; esa sabiduría es una y la misma en todos los tiempos y en todos los lugares. En su sentido abstracto no cabe la menor objeción a esta afirmación; es cierta, pero sólo expresa una parte de toda la verdad. Así como desde el resto de una planta hasta el fruto no hay una sucesión regular de formas similares, sino una variedad, compuesta de hojas verdes, pétalos coloreados, estambres, etc., de desarrollo cada vez mayor, así aparece la diversidad en el progreso de la vida humana en la tierra. Aunque sea correcto decir que la sabiduría de los sentidos aparece una y otra vez en diferentes formas, se produce, sin embargo, una evolución o un desarrollo; y no es en absoluto correcto decir que encontramos en los antiguos tiempos de la India exactamente las mismas condiciones que existen hoy. Eso sería tan inexacto como afirmar que la flor de una planta es la misma que la raíz. Es cierto que existe la misma fuerza en ella, pero la realidad sólo emerge si se reconoce que el progreso y el desarrollo son expresiones fundamentales de los secretos que subyacen a la evolución humana. Las enseñanzas de la primera época postatlante pueden seguir dándose hoy en día; lo que enseñó Ferécides de Syros puede repetirse hoy en día; pero la evolución terrestre también se ha enriquecido, y desde entonces se han vertido impulsos en ella.

Ya se ha indicado la importancia del impulso crístico en la evolución humana. Es una cosa aparte, aislada en la evolución de la tierra; no hay nada que pueda compararse con ella. He llegado a saber que la gente ha hablado de injusticia en relación con la evolución humana si fuera cierto que, durante tantos miles de años antes de la venida de Cristo, no se pudo impartir a la humanidad una sabiduría plena. ¿Por qué, se preguntan estas personas, se pudo retener algo a los hombres precristianos? Parecen pensar, en vista del hecho de que la justicia es universal, que aunque las formas de la verdad hayan cambiado, no pueden haberse añadido nuevas verdades a las antiguas; pues si fuera de otro modo, los hombres que viven en los días postcristianos estarían destinados a recibir algo más elevado que los hombres de los tiempos precristianos. Ahora bien, es comprensible que tales cosas se digan en el mundo exterior, pero no es comprensible que los estudiantes de la ciencia espiritual hagan tales afirmaciones. ¿Y por qué? Porque los hombres que se encarnan durante la época postcristiana son los que han pasado por encarnaciones anteriores, y lo que no pudieron aprender antes de la aparición de Cristo en la tierra, deben aprenderlo después de ese acontecimiento. Quien crea que el hombre se encarna una y otra vez sólo para aprender exactamente la misma sabiduría, no tiene un aprecio y un sentimiento serio por la reencarnación en su alma; pues creer seriamente en la reencarnación significa darse cuenta de su objetivo y su finalidad y saber que hay una buena razón para que volvamos a la tierra repetidamente. Volvemos para tener nuevas experiencias. Es una perogrullada decir que exactamente la misma sabiduría se encuentra una y otra vez en diferentes concepciones del mundo. El hecho concreto es que la sabiduría se desarrolla, que adopta formas cada vez más elevadas, hasta que surge en la Tierra algo que está maduro para pasar a otra condición, del mismo modo que Saturno, el Antiguo Sol y la Antigua Luna pasaron a la condición terrestre. Se trata de un progreso real y no de una mera repetición, de eso se trata. Y aquí radica la diferencia entre los modos de pensamiento oriental y occidental. El pensamiento occidental, de cara a toda la tarea y misión de Occidente, nunca puede separarse de un concepto histórico real y concreto de la evolución de la Tierra; y un concepto histórico implica la idea de progreso, no de mera repetición. Fue en Occidente donde surgió el verdadero concepto de desarrollo histórico. Si alguien cae en un pensamiento puramente oriental (y su verdad no se cuestiona en absoluto, sólo hay que añadirle el sentido histórico) porque no ha captado la idea de progreso histórico, puede perder fácilmente de vista el sentido de la historia por completo. Puede encontrarse con la pregunta: "¿Para qué sirve esta eterna repetición o recurrencia de lo mismo?". Ese fue un problema planteado por Schopenhauer, que no tenía ninguna comprensión de la historia en su sentido real, y cuya enseñanza exotérica estaba influenciada en alto grado por lo que había absorbido de la vida oriental. La afirmación de una verdad superior no impugna en modo alguno una verdad inferior, menor; la ciencia espiritual acepta plenamente las afirmaciones de carácter no histórico de la vida espiritual oriental. Pero de lo que se trata aquí es de elevar un modo de pensar a un nivel superior; o, como podemos decir, de iluminar el pensamiento oriental con la luz de Occidente. 

Lo que he dicho aquí en términos generales quisiera ilustrarlo con un ejemplo. De lo dicho se desprende que los descubrimientos de la investigación suprasensible moderna se encuentran bajo otra forma en la antigüedad, si los buscamos allí. Sólo es posible arrojar luz sobre la antigüedad partiendo del presente. Tomemos en este sentido una individualidad espiritual definida. Si nos remontamos a una época en la que los hombres recogieron en los Vedas lo que en cierto sentido era un eco de la sublime sabiduría de los Santos Rishis, encontramos, entre muchos apelativos de seres divinos, el nombre de Indra. Si, desde el punto de vista de la investigación suprasensible moderna, tuviera que dar una respuesta a la pregunta: "¿Qué clase de ser es el Indra mencionado en los Vedas?", lo mejor sería que explicara cómo es posible que un hombre moderno adquiera un concepto de ese ser por medio de la visión espiritual. Ya hemos visto que al elevarse del mundo físico al anímico, los seres espirituales pueden ser percibidos detrás de todo lo que nos rodea en el mundo, detrás del fuego, el aire, el agua y la tierra, que son sus expresiones o manifestaciones externas. En el reino espiritual, detrás del elemento aire, por ejemplo, aparece una multitud de seres espirituales, seres que no descienden hasta el mundo físico, sino que se expresan -en él- a través del aire. En el mundo anímico nos encontramos con ellos como entidades, como individualidades, y el más poderoso de ellos se encuentra todavía hoy en aquel que en la antigua India se llamaba "Indra". Indra está asociado con toda la regulación del proceso respiratorio del hombre, y a su actividad debemos el hecho de que respiremos como lo hacemos hoy. La humanidad puede mirar a este ser para siempre y darse cuenta de que es el poderoso Indra quien le ha dotado del instrumento de la respiración. Sin embargo, las actividades de tal ser no se limitan a una sola esfera, y la humanidad debe mucho más a Indra; debe a Indra la fuerza que debe fluir a través de sus músculos si quiere vencer a sus enemigos en la guerra. De ahí que los hombres pudieran rezar al poderoso Indra para que les diera poder para salir victoriosos en la batalla, ya que ésta era también una de sus funciones. A este mismo ser (que no necesita nombre, si sólo se percibe su presencia) debe atribuirse el destello de los efectos del rayo de las tormentas. También por estas cosas se pueden elevar oraciones, si, al orar, se piensa en los dioses.

Indra existe para nosotros hoy como existía en los antiguos tiempos védicos, pero ahora debemos pasar a otra consideración. Supongamos que tomamos a este ser llamado Indra tal como lo veían realmente los antiguos iniciados indios cuando su vista espiritual se abría en el mundo anímico, y preguntémonos si el iniciado de los días modernos lo ve en la misma forma. La respuesta es que, de hecho, ve todo lo perceptible para el antiguo iniciado, pero también algo más. Para tomar un ejemplo bastante trivial, supongamos que consideramos a un hombre en el cuadragésimo año de su vida y lo llamamos Muller. Es la misma persona que treinta años antes era un niño de diez años, pero ha cambiado, aunque su nombre sea el mismo. Sería incorrecto describir a este hombre Muller como un hombre de cuarenta años si tomáramos su apariencia a la edad de diez; ha pasado por un cierto desarrollo, que debe ser tenido en cuenta al hablar de él en su condición actual. ¿Cabe imaginar, pues, que mientras los hombres de la tierra se desarrollan continuamente durante sus vidas individuales y también de vida en vida, los seres espirituales permanecen en el mismo estadio en que se manifestaron a la conciencia espiritual de un antiguo iniciado indio? ¿Es correcto concebir que los dioses permanezcan inalterados a lo largo de miles de años? Ciertamente no lo es; Indra ha pasado por una evolución desde los días en que los videntes de la antigua India lo miraban con reverencia. Ahora bien, ¿Qué ha sucedido con esta poderosa figura de Indra, y cómo se manifiesta su evolución si miramos hacia atrás con conciencia espiritual? En un determinado momento de la evolución ocurre algo muy notable con respecto a Indra. 

Para tener un concepto claro debemos repetir ciertas cosas. Dirigiremos nuestra conciencia espiritual en el mundo anímico al antiguo dios indio Indra y lo seguiremos a través de miles de años. Llegamos a un momento en el que aparecen rayos de luz que caen de un ser espiritual totalmente diferente sobre Indra, quien es iluminado por ellos y asciende a una etapa superior de desarrollo. Es más bien como aprender algo importante de otro individuo a cierta edad, que cambió toda su vida. Esto sucedió en el caso del gran Indra, y desde entonces ha fluido de él la misma influencia que se encontraba en la antigua India, sólo que enriquecida por la luz espiritual de otro ser que se derramó sobre él. Es posible indicar el momento preciso en la historia de la evolución de la humanidad en que esto tuvo lugar. El Dios, Indra, se encuentra en el mundo anímico en una época en la que el Cristo aún no era perceptible para la evolución terrestre, aunque la luz crística brillaba sobre él. El hombre que es capaz de percibir a Indra bien puede decir que este Ser revela ahora algo diferente de sus primeras revelaciones; pues al principio la luz de Cristo no se reflejaba en él. Desde el momento en cuestión, Indra no ha derramado su propia luz en la evolución espiritual de la tierra, sino que ha reflejado la luz de Cristo, al igual que la luna refleja la luz del sol. La luz así reflejada por Indra, no perceptible directamente en la tierra y en la que, por tanto, no podemos reconocer realmente a Cristo, fue proclamada por Moisés a su pueblo. Moisés dio el nombre de Jahvé o Jehová a esta luz de Cristo devuelta por Indra como la luz del sol es reflejada por la luna. En las conferencias sobre el Evangelio de San Juan, he hablado de otro aspecto de este asunto. El Cristo es anunciado, y Jahvé o Jehová es el nombre de la luz de Cristo emitida por una antigua deidad. Es un anuncio profético del Cristo. El propio Indra pasó a una etapa superior de la evolución a través de este contacto con la luz de Cristo. Por supuesto, no se convirtió en Jehová. No es correcto decir que Jehová es Indra. Pero podemos entender que así como Indra se manifiesta en el rayo y el trueno, así también Jehová se manifiesta en él, porque un ser sólo puede reflejarse de acuerdo con su propia naturaleza. Por lo tanto, Jehová se manifestaba en el rayo y el trueno.

Este es un ejemplo de que el ser espiritual se realiza en su propio reino de la misma manera que la evolución humana en nuestro mundo, y del hecho de que la misma imagen de los seres espirituales no se presenta después del lapso de miles de años. La historia se está haciendo en el mundo espiritual, y la historia terrestre es sólo la expresión externa de esta historia espiritual. Cada acontecimiento terrenal tiene su curso en los acontecimientos del mundo espiritual, y es necesario comprender estos acontecimientos espirituales en detalle.

Con este ejemplo he tratado de mostrar lo que significa arrojar luz sobre la antigüedad desde un punto de vista moderno. La historia es un concepto que debe tomarse muy en serio, y el ejemplo dado debe dilucidar la vida espiritual. Si tenemos en cuenta el hecho de que hay seres de sabiduría que se encuentran hoy en día por medio de la investigación oculta y que volvemos a encontrar cuando retrocedemos en el tiempo, sólo que bajo diferentes nombres y manifestaciones - y al mismo tiempo recordamos que la evolución y el progreso históricos son realidades en la vida espiritual - que subyacen a todo lo que es físico, hemos captado dos principios de importancia fundamental para toda ciencia espiritual progresiva que ha de influir en el futuro de la humanidad.

Traducido por J.Luelmo ago.2022


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