GA111 Röterdam, 8 de marzo de 1908 - La vida esotérica

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RUDOLF STEINER

INTRODUCCIÓN A LOS FUNDAMENTOS DE LA TEOSOFÍA

LA VIDA ESOTÉRICA

Röterdam, 8 de marzo de 1908

conferencia 22

La vida esotérica debe entenderse como el conocimiento de las cosas de los mundos superiores hacia las que ya nos sentimos atraídos por un deseo, por una nostalgia. ¿Cómo podemos llegar a conocerlas? En pocas palabras: a través de la iniciación, que el Dr. Steiner comparó con una persona que nace ciega y llega a ver. La iniciación va acompañada de un despertar gradual de habilidades y poderes a través de los cuales percibimos cosas desconocidas que pertenecen a un mundo de luz, color y brillo que se encuentra fuera del ámbito de los órganos sensoriales materiales. Los mundos astral, devacánico y aún más elevados nos rodean, y el desarrollo de la vida espiritual tiene lugar según las leyes de la naturaleza, y no fuera de su desarrollo regular. Un día llegaremos a todos estos mundos, y ha habido iniciados en la antigüedad cuya evolución fue más rápida que la del resto de la humanidad. Mirando hacia el pasado distante, encontramos que en aquellos tiempos antiguos las almas de los hombres aún no habían tomado plena posesión de sus cuerpos. Los hombres de aquella época carecían de la capacidad de formarse ideas fijas, y se necesitaban grandes maestros para guiarlos.

El primer punto a destacar es que nadie puede conquistar la iniciación para sí mismo. Existe una misteriosa ley oculta según la cual ningún deseo egoísta puede promover nuestro avance espiritual, sino sólo el sentido del deber y el altruismo, y no sólo el sentimiento de que quiero ayudar a mis semejantes, sino también la comprensión de que debo poner los medios para ello de la manera más decidida.

La conciencia de este deber es una de las primeras grandes condiciones para la vida interior y la influencia de sus leyes. La razón de esto es que hay una gran diferencia entre el pensamiento del hombre primitivo y el de una persona desarrollada esotéricamente. De los pensamientos y sentimientos de esta última fluyen consecuencias y efectos hacia el mundo exterior. Por lo tanto, la persona que desea iniciar la vida esotérica debe primero imbuirse del sentido del deber hacia la humanidad, de la responsabilidad por las consecuencias de su influencia oculta en el mundo exterior.

El siguiente punto, que debe estar claramente ante nuestras mentes, es que la vida esotérica depende de ciertas condiciones en conexión con las grandes leyes del mundo oculto. Ahora nos resulta bastante difícil darnos cuenta de que no es como imaginamos que debe ser, sino como nos lo dicen quienes lo conocen por experiencia. Una varilla de vidrio se vuelve eléctrica frotándola. Pero si se empieza diciendo «no quiero frotar», nunca se conseguirá hacer eléctrica la varilla. Si no se somete uno a las grandes leyes de la vida oculta, no llegará más lejos. Para obtener una descripción preliminar de estas leyes, debemos visualizar claramente el estado actual de la humanidad.

Si examinamos con la mirada oculta el pasado de la humanidad, llegamos a un extraño descubrimiento. En la antigua Lemuria y también más tarde, en la época atlante, la Crónica Akáshica nos enseña que el hombre sentía la influencia de su entorno mucho más que hoy. La posibilidad física de dormir dependía de la salida o la puesta del sol. De otra manera, la gente estaba sujeta a la influencia de la luna. Ciertas funciones del cuerpo dependían con gran precisión del reloj planetario. Ciertos acontecimientos ocurrían con la salida y la puesta del sol. En aquella época era físicamente imposible convertir la noche en día, como ocurre ahora en nuestras grandes ciudades. La humanidad vivía en armonía con el ritmo de la naturaleza. El hecho de esta armonización en Lemuria se debía al yo inconsciente. Sólo a través de la evolución consciente de este yo surgió la desarmonía. El yo empezó a mostrar su autoconciencia desviándose del ritmo de la naturaleza. Las actividades que antes estaban relacionadas con el curso del sol y de la luna se desplazaron. Hasta el momento en que esto tuvo lugar (en la época de transición a la quinta raza), el hombre había poseído una especie de clarividencia onírica. Ahora, en la conquista de nuestra forma actual de conciencia, que, como dije, se expresó por primera vez en la desviación de los ritmos de la naturaleza, esta clarividencia se perdió temporalmente. La eficacia del yo que despertó a la conciencia consistió en el ordenamiento y purificación del cuerpo astral, y esta parte purificada y ordenada se convirtió en Manas. Este Manas abarca todos los pensamientos, todos los recuerdos, todas las funciones intelectuales, y podemos llamarlo el yo del espíritu, el yo espiritual. Y es tarea del yo convertir el cuerpo astral en un cuerpo manásico mediante la purificación. Pero, ¿cómo puede adquirirse de nuevo la clarividencia, la clariaudiencia, que antes eran inherentes al hombre, -aunque fuera de un modo onírico-, pero que se han perdido para él por la desviación del ritmo de la naturaleza? Esto sólo puede suceder mediante la influencia del principio de Budhi sobre el cuerpo etérico, que es su sombra en los mundos inferiores. De esta manera puede ser conquistado de nuevo, pero no de manera onírica, sino con plena conciencia.

La vida esotérica quiere despertar este estado clarividente de conciencia mediante métodos que influyan en el alma. El don de la clarividencia no se concede al hombre. El maestro o [el discípulo probado por él] da al candidato instrucciones cuya observancia debe devolverle a la armonía con el ritmo de la naturaleza. Como preparación, puede ponerse en contacto con las teorías y enseñanzas de la gran sabiduría esotérica a través del estudio, pero este ejercicio puramente intelectual no es suficiente. El candidato debe dedicarse a la meditación y a la concentración a horas regulares cada día, cultivando la contemplación interior de su propia vida anímica. La repetición regular tiene un efecto sobre la vida superior del alma, de la cual el cuerpo etérico es el vehículo. Como contenido de la meditación debe elegirse una u otra frase profunda, y es mejor que la elija el maestro, aunque es deseable que la propia frase nos haya llegado con alta autoridad espiritual, como por ejemplo: «Antes de que el ojo pueda ver, debe despojarse de las lágrimas». Hay un mundo de profundidad espiritual en esta frase, y es dada por un maestro de sabiduría.

La verdad fluye inagotablemente de tal fuente y, cuando se reconsidera, brota una y otra vez en mil matices diferentes de luz espiritual. La vida esotérica no consiste en comprender intelectualmente tal dicho, siempre hay que «volver a él con toda el alma». No hay que buscar o querer siempre un nuevo dicho, sino que el mismo contenido debe pasar siempre de nuevo por el alma. Esto explica también el poder trascendental de la oración: quien reza permite que la misma corriente espiritual fluya por su alma una y otra vez. Y la repetición significa actuar sobre un vehículo espiritual distinto al del intelecto.

Si seguimos la estructuración del ser humano, encontramos, por un lado, el yo, ese nombre impronunciable para el entorno, y, por otro, los cuatro principios inferiores iniciales, cada uno de los cuales debe ser reelaborado y hecho consciente por el yo. De este modo, los deseos deben transformarse en ideales morales. Si con la mirada oculta, comparamos al salvaje con el civilizado vemos que en el primero el cuerpo astral es uniforme, pero en el segundo una parte ha sido reelaborada como manas por el yo. La visión del aura lo demuestra. Y en ocultismo este manas es el yo espiritual, pero en su forma más baja. Pero el hombre no es sólo manas. A medida que el hombre envejece, aumenta su conocimiento, al menos hasta cierta edad. Pero lo que permanece casi igual, -a menos que desarrolle su naturaleza según los métodos ocultos-, son sus hábitos y su temperamento. Este temperamento, estos rasgos de carácter, estos hábitos surgen del cuerpo etérico. Una influencia determinante y en desarrollo sobre el cuerpo etérico sólo puede producirse a través de impulsos del budhi, del cual el etérico es el reflejo. Estos impulsos, que deben actuar una y otra vez sobre el cuerpo etérico, son despertados por los sentimientos religiosos devocionales, el arte verdadero, la música. Así, del cuerpo etérico, despertado y reelaborado por la influencia de budhi, brota el poder, la fuerza de voluntad, para cambiar conscientemente un hábito, lo que en realidad significa renunciar a un hábito o abandonar un defecto moral.

Y la repetición también desempeña un papel en esto. En momentos regulares, todos los días, una persona debe dedicarse a la meditación, como se mencionó anteriormente, y no sólo darse cuenta del contenido de la meditación, sino estar absorto en ella con su alma. Tanto se recrea el etérico en la conciencia, tanto se recrea la conciencia de Budhi. Más tarde, cuando el candidato quiera traer a la conciencia el principio del Atma, tendrá que actuar sobre el cuerpo físico.

Ahora - dijo el Dr. Steiner - todavía tenemos que formarnos un concepto claro de esta repetición en ritmos. Debemos visualizar el asunto análogamente a las leyes del crecimiento en el mundo vegetal. El crecimiento de una planta se rige desde dentro por el principio etérico. Este principio etérico está guiado por la ley de la repetición, de modo que las ramas crecen sobre el tronco y las hojas sobre las ramitas. El principio astral de la planta la rodea desde el exterior como una luz resplandeciente que guía y doma al principio de repetición en su trabajo y detiene la formación de más hojas en el momento adecuado a fin de crear espacio para la formación de la flor, la flor, el fruto y la semilla. El principio etérico es el de la repetición, el astral el de la conclusión. En el ser humano, el efecto del principio etérico puede verse en la construcción de la columna vertebral, que se cierra con la formación del cráneo. Vivir esotéricamente significa influir en el cuerpo etérico a través de la repetición, porque lo que sucede inconscientemente debe repetirse en el espíritu. Esta repetición debe producirse día tras día en la meditación. Así como todo el poder de una planta trabaja hacia afuera a través del crecimiento, así todo el poder de un ser humano debe trabajar hacia afuera a través de la meditación. El alma vuelve a tener ritmo a través de esta repetición espiritual, es decir, tiene puntos de reposo espiritual regulares.

Se puede seguir un ritmo sencillo todos los días o tomar el mismo dicho semana tras semana, pero también se puede hacer que el ritmo sea compuesto, por ejemplo, teniendo un dicho determinado para cada día de la semana. De este modo, el ritmo se desarrolla a partir de lo que nosotros mismos nos desarrollamos, y el yo se independiza y surge de sí mismo en el ritmo. Por eso en las leyendas antiguas a los iniciados del sexto grado se les llama héroes del sol, ya que no se desviaban del ritmo que el curso del sol da a la naturaleza.

La vida esotérica no es mera repetición; también debe tener orientación y limitación, como el brillo astral en las plantas. Este elemento está representado en el desarrollo de la vida esotérica del hombre por los sentimientos devocionales, la religión, el arte verdadero; orientarse hacia una individualidad como ideal propio. Y esta meditación y esta devoción deben entonces coincidir, como en el caso de la planta, germen y fruto.

Pero la persona que se dedica a la vida esotérica también debe vigilar el mundo que le rodea. Escapar del mundo no es su objetivo final. Tiene trabajo y capacidad y no quiere ser un santo en la distancia, sino un santo en el mundo. No es esotérico seguir su propio camino cuando hay mucho que ver, aprender y hacer ahí fuera. Y el trabajo de esa persona en el exterior debe ser la expresión de su interior. Por eso, el aislamiento basado en la incomprensión debe dejar paso a la santidad al servicio de la humanidad.

Traducido por J.Luelmo jul.2025

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