La transformación del significado de los nombres propios como ejemplo de otros cambios en el lenguaje. -
A lo largo de toda una serie de conferencias les he hablado del cambio que necesariamente debe producirse en toda nuestra civilización. Y lo que se ha dicho en este sentido, se ha dicho sobre todo, de
Ahora se trata de poder comprender tales cosas en los fenómenos particulares de la vida social, también de la vida natural, pero hoy estamos hablando de fenómenos particulares de la vida social. Me gustaría partir de un hecho muy concreto. Supongamos que alguien, en algún lugar, se pone en contacto, envía primero su tarjeta; donde dice: Edmund Müller. Pero, ¿qué clase de persona sería usted si, tras recibir esta tarjeta «Edmund Müller», pensara que se trata de un molinero que muele el grano hasta convertirlo en harina? Porque tal vez la persona que se llama Edmund Müller y se da a conocer es, digamos, un maestro de obras o un profesor o un consejero de la corte o cualquier otra cosa. No es así? En cuyo caso nadie tiene derecho a hacer conjeturas con el nombre Müller, sino que se trata quizás de no precipitarse en sacar conclusiones en absoluto, sino de esperar a ver qué hay detrás del nombre Müller,
En tal caso, uno se da cuenta de lo equivocado que sería sacar conclusiones sobre el carácter de la persona que entra a partir del nombre Müller. O si se presenta alguien que se llama «Schmied» (herrero), por ejemplo, no concluiremos que es herrero ni nada parecido. En otras palabras, tenemos la necesidad de averiguar qué o con quién estamos tratando realmente con palabras que percibimos como nombres propios por medio de algo que no se deduce del nombre.
Pues bien, los nombres propios también han pasado por una cierta historia en este sentido. Alguien que hoy se llama «Schmied» (herrero) ya no tiene nada que ver con un herrero. Alguien llamado "Müller ya no tiene nada que ver con un molinero. Pero los nombres proceden originalmente del hecho de que en algún pueblo, en una época en la que no existía un sistema de nomenclatura como el actual, la gente pensaba que lo había dicho el herrero; pero entonces se referían al herrero de verdad. O lo dijo o lo hizo el molinero, o: yo he visto al molinero. - Cualquiera que haya vivido en pueblos sabe que allí la gente a menudo no se refiere a las personas por sus nombres propios, sino que dicen que han visto al herrero o al constructor o a alguien así. Así que originalmente el nombre daba pie a inferir de él, de la palabra, lo que había detrás de las palabras.
El mismo camino que toman tales nombres propios, donde ya hoy podemos ver este camino con total claridad, en el tiempo de desarrollo al que nos acercamos, tomará el mismo camino en el transcurso del quinto al sexto período postatlante, a través de todas las palabras, atravesará todo el lenguaje. Sin embargo, como seres humanos hoy en día todavía estamos atascados casi en todo el ámbito del lenguaje, básicamente sacando toda nuestra sabiduría del lenguaje. Básicamente, nos comportamos con respecto a casi todo el ámbito del lenguaje de tal manera que deducimos la materia de las palabras. Uno puede encontrar conveniente deducir la cosa de las palabras; pero el curso del desarrollo humano es muy diferente, y uno debe comportarse con tales cosas de la misma manera que, digamos, con los fenómenos naturales. Hay necesidades objetivas en esas cosas. Las necesidades objetivas también existen en relación con la causalidad de la naturaleza en el ámbito de la vida que muchas personas perciben y viven en una abstracción etérea. Ocurre muy a menudo, -he hablado a menudo de ello-, que uno dice: Sí, yo no quería esto o aquello, no lo quería, lo quería de otra manera, tenía tal o cual intención con esto o aquello. - Pero por mucho que el niño tenga la intención de no quemarse y meta la mano en el fuego, se quemará igualmente. Las cosas de la vida no se deciden por intenciones que no están inmersas en la vida, sino a lo sumo sólo por aquellas intenciones que están realmente inmersas en la vida o por los hechos y las conexiones legítimas entre estos hechos.
Acostumbrarse a esta forma de pensar es, sobre todo, necesario en el sentido más eminente desde un trasfondo científico-espiritual. Y también hay que acostumbrarse a pensar: Por muy bonito que fuera si uno pudiera quedarse cómodamente con las palabras, ocurre sin embargo que el curso objetivo y la legitimidad objetiva del desarrollo humano hablan de otra manera, hablan de tal manera que toda la concepción humana, toda la vida anímica humana se emancipa de las palabras, y que las palabras se convierten cada vez más en meros gestos, que se convierten cada vez más en aquello que señala al ser en cuestión, a la cosa en cuestión, pero que ya no lo describe plenamente, ya no explica completamente la cosa en cuestión. Si uno se lo toma en serio, por ejemplo, con las representaciones científico-espirituales, entonces tiene que ocurrir lo que tantas veces se critica: que uno ya no puede utilizar las palabras del mismo modo que en el presente se acostumbra a utilizar las palabras y las frases. Porque cuando se representa la ciencia espiritual, se representa hoy, en el sentido más eminente, un asunto del futuro, se representa algo que debe llegar a ser propiedad de la humanidad en el futuro. Así que, en cierto sentido, hay que anticipar lo que va a suceder en el futuro. Uno debe incluir en su voluntad lo que ha de ocurrir en el futuro. Y por tanto, hay que presentarlo en términos científico-espirituales, de tal manera que las palabras ya apunten en cierto modo a la realidad real que se esconde tras ellas. Y puesto que lo que hoy pensamos en términos de construcción social, como expliqué ayer, debe nacer de la ciencia espiritual, también es necesario hablar desde ese punto de vista, especialmente en lo que se refiere a las cosas que sirven a la construcción social. Eso fue, por ejemplo, lo que la gente no quiso entender de mis «puntos centrales de la cuestión social».
Sin duda preferirían encontrar algo presentado al viejo estilo, que no puede ser presentado así
Y así podemos decir: Ante todo, a la hora de describir los contextos sociales del futuro, hay que demostrar primero que debemos sumergirnos en esta emancipación de una vida anímica que ya no se aferra a las palabras. Quien siga mis exposiciones en los más diversos campos de la ciencia espiritual, y más recientemente también en el campo de las ciencias sociales, comprobará que siempre me esfuerzo por explicar un asunto desde los más diversos lados, que generalmente utilizo dos frases en lugar de una, porque una frase apunta al asunto desde un lado, por así decirlo, y la otra frase desde el otro lado, y entonces se evoca un sentimiento en el oyente o lector: éste debe, por así decirlo, acercarse al asunto yendo más allá de las palabras y más allá de las frases. Eso es lo que hay que decir con respecto a la transformación del sentido humano del lenguaje para la vida del alma humana. Y eso es algo importante. Es importante porque una gran parte de la confusión de pensamiento y de ideas que existe hoy en realidad no proviene de otra cosa que del hecho de que los impulsos objetivos y legítimos de la evolución humana, exigen ya que nos liberemos del lenguaje, pero que las personas, por sus cómodos hábitos de pensamiento, no quieren liberarse de su apego al lenguaje. Y tal fenómeno, claramente comprendido, conduce entonces a una comprensión más profunda de todo el desarrollo de la humanidad. Prácticamente podemos tender un puente hacia hechos altamente espirituales a partir de esta transformación de nuestra lengua o lenguas. Por supuesto, esto ocurre más con una lengua y menos con otra. Pero como he mostrado, eso es entonces una cuestión del tratamiento especial del lenguaje, de
Nos encontramos en el quinto periodo postatlante del desarrollo humano y nos acercamos al sexto estado de evolución postatlante. Estos estados de evolución no son del tipo que se puedan trazar fronteras muy nítidas entre uno y otro, sino que el uno con sus peculiaridades pasa al otro, y el siguiente proyecta su sombra mucho antes de nacer, también se podría decir: sus luces por delante. Hay que captar las luces si se quiere participar con el alma en el desarrollo de la humanidad. Este hecho suprahistórico, por así decirlo, de tener que abrirnos paso hacia el sexto período post-atlante, queremos ponerlo en relación con el otro hecho, también conocido por todos nosotros, que el hombre con su ser anímico-espiritual desciende de un mundo espiritual a la encarnación terrenal a través del nacimiento o de la concepción, que luego vive una vida aquí en la tierra entre el nacimiento y la muerte, que luego pasa por la puerta de la muerte, y al pasar por la puerta de la muerte, lleva a su vez su ser anímico-espiritual a ese ambiente de vida que es de naturaleza completamente espiritual y anímica.
Ahora debemos darnos cuenta, -y lo importante que es esto para el arte de la educación, por ejemplo, también se ha explicado aquí en este momento-, de que traemos del mundo espiritual, al menos en sus efectos, aquello que hemos experimentado en este mundo espiritual. De la misma manera que, cuando uno deja un lugar para ir a otro, no sólo se lleva la ropa, sino también lo anímico-espiritual del antiguo lugar al nuevo, así también uno trae del mundo anímico-espiritual, a través de la concepción y el nacimiento, a este mundo las consecuencias, los efectos de lo que ha vivido en el mundo espiritual. Y en el período que la humanidad acaba de vivir, y del cual sabemos que comenzó alrededor de mediados del siglo XV del período post-cristiano, en este período el hombre se dotó a sí mismo con su ser anímico-espiritual de poderes sin imaginación de la vida anímica, poderes sin imaginación. Esta es también la razón por la que la vida intelectual se desarrolló y floreció en este período. Así, hasta cierto punto, antes de descender a la vida física a través de la concepción o el nacimiento, el hombre se imprimió en este período con algo sin rasgos, algo sin imaginación. De ahí la escasa disposición de la humanidad, desarrollada desde mediados del siglo XV, para las creaciones originales de la imaginación. En realidad, la fantasía no es más que un reflejo terrenal de la imaginación sobrenatural. El Renacimiento no es prueba de lo contrario, pues el hecho mismo de que fuera necesario recurrir no a un nacimiento, sino a un renacimiento, demuestra que no existía una imaginación original, sino una imaginación que necesitaba la fecundación de épocas anteriores. En resumen, es por lo que el alma estaba en cierto modo impregnada de fuerzas sin imágenes. Y ahora comienza, -y ahí radica en muchos aspectos la razón de lo tormentoso de nuestro tiempo-, ahora comienza el tiempo en que las almas del mundo espiritual, al descender a través de la concepción y el nacimiento a la vida terrenal, traen consigo imágenes. Las imágenes, cuando son traídas de la vida espiritual a esta vida física, deben en toda circunstancia, si ha de surgir la salvación para el ser humano y para su vida social, conectarse necesariamente con el cuerpo astral, mientras que lo sin imágenes sólo se conecta con el yo. Y ha sido preferentemente la manifestación del yo lo que ha florecido en la humanidad desde mediados del siglo XV. Pero ahora comienza el tiempo en que el hombre debe sentir que, las imágenes viven en él desde la vida prenatal, durante su vida debe vivificarlas en él. Esto no puede hacerse con el mero yo, debe trabajar más profundamente en él debe profundizar hasta el cuerpo astral.
Ahora bien, suele suceder con la humanidad que se resiste a esta vivencia en el cuerpo astral de las imágenes experimentadas antes de la concepción. Hasta cierto punto, la gente rechaza lo que se supone que vive en las profundidades de su ser en el cuerpo astral. La sobriedad, la naturaleza prosaica de los tiempos modernos es un rasgo básico del carácter, y hoy en día hay incluso amplias corrientes que se oponen a la idea de asegurar, mediante la educación, que lo que quiere surgir del alma y afirmarse en el cuerpo astral realmente llegue a vivir. Hay adictos a lo seco que en realidad quieren excluir la educación a través de cuentos de hadas, leyendas, a través de aquello que está impregnado de fantasía. En nuestro sistema de escuelas Waldorf hemos hecho hincapié en que la enseñanza y la educación de los niños que ingresan en la escuela primaria deben basarse en la representación pictórica, en la presentación viva de imágenes, en leyendas y cuentos de hadas. Y también lo que los niños deben aprender primero sobre los seres y procesos del reino animal, el reino vegetal y el reino mineral no debe contarse de forma seca y sobria, sino que debe revestirse de imágenes, de leyendas, de cuentos de hadas. Porque lo que yace en lo más profundo del alma del niño son las imaginaciones recibidas en el mundo espiritual. Quieren surgir. Y si el maestro o educador se comporta correctamente con el niño, le trae imágenes. Y cuando el maestro pone imágenes delante de la mente del niño, los poderes de visualización que se recibieron antes del nacimiento o, digamos, antes de la concepción, brotan de la mente del niño.
Si esto se suprime, si el que educa y enseña hoy en día es un adicto a lo árido, entonces aporta al niño desde una edad temprana algo que en realidad no tiene nada que ver con él: las letras. Porque las letras, tal como las tenemos hoy, ya no tienen nada que ver con las antiguas letras de los libros ilustrados, son básicamente algo ajeno al niño que primero hay que extraer de la imagen, tal como intentamos hacer en la escuela Waldorf. Llevamos lo no pictórico al niño; pero el niño tiene fuerzas en su cuerpo, -me refiero al alma, por supuesto, cuando ahora hablo del cuerpo, también decimos el «cuerpo astral»-, el niño tiene fuerzas en su cuerpo que lo destrozan si no se educan en la representación pictórica. ¿Y cuál es la consecuencia? Estas fuerzas no se pierden; se extienden, ganan existencia, entran en los pensamientos, los sentimientos, los impulsos de la voluntad. ¿Y qué tipo de personas surgen de esto? Rebeldes, revolucionarios, personas insatisfechas, personas que no saben lo que quieren porque quieren algo que no se puede saber, porque quieren algo que no es compatible con ningún organismo social posible, algo que sólo imaginan, algo que debería haber entrado en su imaginación, pero no entró en ella, sino que entró en sus impulsos sociales.
Por eso se puede decir que aquellas personas que no son honestas con sus semejantes de forma ocultista, simplemente no se atreven a decirlo: Cuando el mundo se revuelve hoy, es el cielo el que se revuelve, es decir, el cielo que está retenido en las almas de los hombres, y que entonces no sale en su propia forma sino en su opuesto, que sale en batalla y sangre en vez de en imaginaciones. Por lo tanto, no es de extrañar que las personas que participan en una obra tan destructiva del orden social tengan en realidad la sensación de que están haciendo algo bueno. Porque, ¿qué sienten en su interior? Sienten el cielo en su interior, pero en sus almas sólo adopta una forma caricaturesca. Así de graves son las verdades que debemos reconocer hoy. Confesar las verdades que hoy nos ocupan no debería ser un juego de niños, sino que debería estar impregnado de la mayor seriedad. Generalmente no es fácil presentar tales cosas, en primer lugar porque la gente no las ama, y en segundo lugar porque la gente se apega a las palabras. Y el que dice que el cielo gira en el alma humana se interpreta naturalmente según las palabras, y uno no se da cuenta de cómo primero se esfuerza por demostrar que hay que conocer otra cosa, por lo que uno asocia a la palabra «cielo» algo distinto de lo que está acostumbrado a asociar a la palabra cielo, igual que, cuando se habla del Sr. Molinero, uno no tiene por qué entender a un molinero que muele maíz. Esta emancipación del lenguaje es absolutamente necesaria en casos concretos individuales si realmente queremos progresar en el sentido exigido por las leyes de la evolución humana.
Ahí vemos cómo lo que realmente procede de la vida prenatal se dispara hacia la vida social. Y cualquiera que conozca las conexiones sabe que en lo que aparece aquí en la tierra en caricatura, tiene que reconocer a su vez lo que en realidad es celestial. Esto es con referencia a lo social. Pero también hay algo más.
En la era del intelectualismo, que se ha desarrollado sobre todo desde mediados del siglo XV, la gente también recibía extraordinariamente poco del período en que duerme, en forma de imaginaciones para su vida de vigilia. Incluso aquellos que tienen sueños algo más vívidos tienen tendencia a explicar estos sueños de una manera completamente racionalista e intelectualista. Los teósofos, por ejemplo, son racionalistas e intelectualistas en este sentido. Cuántas personas han acudido a mí en el transcurso del tiempo y querían explicaciones racionalistas de sus sueños que no podrían describirse en un libro pequeño, ¡sólo en uno grande! De lo que se trata aquí es de que incluso esas imaginaciones que se presentan en sueños señalan a una vida espiritual más profunda. A menudo he dicho que los sueños no tienen nada que ver con la apariencia exterior; ésta ya se ha emancipado del contenido real. Y lo que recibimos como contenido y luego traducimos a las palabras del lenguaje, de las que en realidad tenemos que emanciparnos, no es el verdadero rumbo del sueño, en realidad tiene terriblemente poco que ver con el verdadero rumbo del sueño. Lo que es el contenido del sueño, es lo que es el drama del sueño, es cómo se suceden de una imagen a otra, es cómo se aprietan y se aflojan los nudos, de modo que uno
Pues hoy también empezamos a dormir de forma diferente a como hemos dormido en la vida regular del periodo intelectualista desde mediados del siglo XV. Entonces el hombre traía poca inclinación a la vigilia por aquello que las imágenes quieren experimentar y no interpretar. Ahora estamos en el punto del desarrollo de la humanidad en el que también sacamos del sueño las imaginaciones, que quieren vivirse a sí mismas no sólo en nuestro yo, donde rige la proporción, sino que las imágenes quieren vivirse a sí mismas en nuestro cuerpo astral. Si trabajamos en contra de esto, estamos empujando de nuevo hacia atrás algo que quiere subir desde las profundidades del alma humana a la conciencia, y estamos trabajando en contra de todo el curso del desarrollo de la humanidad. Y el punto es que no estamos trabajando contra el curso del desarrollo de la humanidad, sino que estamos trabajando en el sentido de este curso del desarrollo de la humanidad. Lo hacemos cuando, en primer lugar, impregnamos de nuevo nuestra cultura con todo lo que sea posible que esté conectado de alguna manera con el mundo espiritual. Por supuesto, para la vida externa se trata de impregnarnos de aquello que se capta del mundo espiritual, de impregnarnos de un verdadero conocimiento espiritual, de impregnarnos de algo que no se puede captar en este mundo físico a partir del mundo físico. Todo el período pasado de la vida humana fue en realidad contrario a esto. Tomemos un caso que ya he mencionado varias veces.
El cristianismo se acercó a las personas de tal manera que en realidad sólo pueden comprender su esencia, es decir, que sólo pueden comprender el Misterio del Gólgota en su esencia, si se permiten comprender lo suprasensible. Pues hay que imaginar que un ser que no estaba previamente relacionado con el desarrollo terrenal, como el Cristo, se conectó con el hombre Jesús de Nazaret, que tuvieron lugar procesos supersensibles; hay que imaginar que el nacimiento y la concepción ya tuvieron que ser diferentes para este acontecimiento del Gólgota, que para los procesos humanos ordinarios. En resumen, la cristología exige que el misterio del Gólgota se entienda en un sentido supersensible. Hay un pasaje interesante de un naturalista reciente en el que despotrica contra la «conceptio immaculata», diciendo que afirmar que existe una concepción inmaculada es una burla descarada de la razón humana.
Pues bien, el racionalista moderno, el puramente intelectualista, debe sentirse así. En cierto sentido es una burla descarada de la razón humana, lo que se quiere de la vida espiritual. Pero la cuestión es que vivimos en una época en la que debemos empezar a llevar a nuestra vida de vigilia lo que experimentamos espiritualmente entre el dormir y el despertar, de tal modo que nuestro cuerpo astral -no sólo nuestro yo, que es la sede de la razón, del intelectualismo-, pueda impregnarse, impregnarnos de imágenes. Y es interesante que incluso la teología del siglo XIX se desarrollara de tal manera que opuso a la cristología el racionalismo, el puro intelectualismo. Cada vez más, la teología moderna se sentía obligada a negar a Cristo como tal y a presentar al simple hombre de Nazaret, al mero Jesús, como una personalidad humana algo superior a los demás hombres. La gente no quería tomarse la libertad de comprender algo sobrenatural. Querían comprender aquello que debía acercarse al hombre supersensiblemente, que debía despertarlo a lo supersensible, con los conceptos que se adquieren aquí, en el mundo sensorial.
Un teólogo protestante con el que discutí una vez este asunto me dijo después de que hubiéramos hablado de ello durante algún tiempo: Sí, nosotros los teólogos modernos, en realidad ya no deberíamos llamarnos cristianos, porque en realidad ya no tenemos un Cristo; si el nombre de «jesuita» no hubiera sido ya tomado, tendríamos que reclamarlo para nosotros. - Esto no lo digo yo, sino que me lo dijo una vez, como confesión de su propia alma, un teólogo protestante de un color más reciente.
Pero quien vea a través de todo el carácter de nuestro tiempo, comprenderá que debemos avanzar hacia tal comprensión del Misterio del Gólgota, que, precisamente por ser el fenómeno central de nuestra evolución humana, nos arranca de la concepción terrena y nos arrastra con todas nuestras fuerzas a comprender algo que no puede ser captado desde el ámbito de lo terrenal-sensible. Quien quiera ceñirse al ámbito de lo terrenal-sensible dice: La conceptio immaculata es una burla descarada de la razón humana.
Cualquiera que comprenda la tarea del hombre contemporáneo dice: Debo adquirir esas ideas. Entonces, sin embargo, debo emanciparme de la forma en que hoy se usan las palabras, no sólo debo suponer, cuando alguien llamado herrero o molinero se acerca a mí, que el uno viene con un martillo y el otro con una bata de moler rociada de harina, sino que debo suponer algo muy distinto de lo que puedo deducir de las palabras. Así que también debo acostumbrarme a emanciparme de lo que se ha impreso en las palabras a partir de la mera vida sensual-física.
Para nosotros hoy, el Misterio del Gólgota es, en efecto, la primera prueba de si queremos aceptar la comprensión de algo que va más allá de la esfera de lo físico-sensual. Por lo tanto, aún hoy ya no podemos contentarnos con una mera presentación histórico-tradicional del cristianismo, sino que necesitamos una comprensión creativa del Misterio del Gólgota, necesitamos el poder del alma desde el punto de vista de la ciencia espiritual, que se acerque al Misterio del Gólgota de una manera nueva y sea capaz de comprender este Misterio del Gólgota como un hecho suprasensible. Y luego, si así colocamos el Misterio del Gólgota en el centro del pensamiento, del sentir y del sentir humano, debemos comenzar de nuevo por la educación y preparar al niño para que no tenga que reprimir o suprimir las imaginaciones que quieren surgir de las profundidades del alma. Tenemos que acomodarlo visualizando las representaciones.
Esa es la razón más profunda por la que, en el último número de Social Future, que es un folleto educativo, presenté la educación y la enseñanza en el sentido más eminente como un arte. Donde esto debe ser hecho por el maestro y el educador, como es realmente el caso con el artista, e incluso en un estilo más elevado, debe hacerse de la misma manera, donde no es posible dar principios abstractos en una pedagogía abstracta, pero donde es importante penetrar en la esencia del hombre y a través de esta penetración en la esencia del hombre, leer del ser humano lo que uno tiene que hacer en cada caso
Esta visualización de toda la vida cultural, esta visualización exigida por las leyes de la evolución humana, sólo se producirá si toda la vida espiritual se coloca en la libre decisión de aquellos que participan en la vida espiritual, si las instrucciones y las regulaciones escolares no son dadas por el Estado, que necesariamente está fuera de la vida espiritual. Porque allí se puede proclamar todo tipo de cosas bellas y buenas. No se trata de dar normas pedagógicas en abstracto por parte del Estado, de elaborar planes de estudio, etc., sino de tener en el seno de las personas una vida espiritual emancipada que actúe según su propia personalidad libre, y de hacer con ellas lo que se quiera o se pueda hacer con ellas.
El hecho de que el hombre comience ahora a traer consigo, a través de la concepción y el nacimiento, otras cosas de las que traía consigo desde mediados del siglo XIV, que también traiga otras cosas del sueño cuando se despierta, ambas cosas exigen que uno mire atentamente tales cosas, que uno realmente penetre en sí mismo con el conocimiento de un hecho tan incisivo. ¿De dónde debería uno obtener tal conocimiento de un hecho tan incisivo que de la ciencia espiritual? Las cosas de las que nos ocupamos hoy no tienen nada que ver con la cultura externa, con la ciencia externa. Los pasa de largo, y debe pasarlos de acuerdo con sus métodos. Y me gustaría decir que el asunto se vuelve más amargo cuando uno ve cuán extrañamente discrepantes son a menudo las demandas internas de la evolución humana en relación con lo que se satisface por el lado humano a estas demandas. En los tiempos modernos, esta demanda surgió para tener en cuenta lo que fluye hacia el hombre desde el mundo espiritual. Y cuando la gente era intelectualista, cuando no contaba con lo que fluye desde el mundo espiritual, planteaban la hipótesis de los átomos, las moléculas, etc.
Se pensaba que los cuerpos, que son volúmenes, apuntan a formaciones atomísticas y así sucesivamente. De las causas de la evolución humana surgió la necesidad de captar lo espiritual. Y este instinto de captar lo espiritual también se expresó en algo como la Sociedad Teosófica, por ejemplo. Pero uno de los héroes de esta Sociedad Teosófica es, por ejemplo, un tal Mr. Leadbeater; Escribió una química oculta. ¿Qué hizo? Ha hecho la cosa horrible de que ahora presenta el mundo espiritual atomísticamente, es decir, la forma materialista de pensar se lleva al mundo espiritual. Ya he enfatizado lo muy grotesco el otro día: una vez apareció algo muy inteligente en la Sociedad Teosófica. Querían demostrar: Hay una vida, hay la otra vida (ver dibujo). Bueno, ¿no es así?, algo debe pasar de la vida anterior a la siguiente. Se puede ver el cuerpo en descomposición. El verdadero materialista dice que el cuerpo se descompone, entonces es el fin del hombre. Sí, pero el teósofo quiere que venga una próxima vida terrenal; ¡Algo tiene que pasar! El verdadero materialista dice que todos los átomos se unen con la tierra. TheosoPh no pensaba de otra manera que materialista, pero al mismo tiempo quería pensar "teosóficamente"; Quería que algo pasara por allí. Y luego dijo: "Sí, los átomos, todos caen en la tierra; sino un átomo que permanece, y que pasa todo el tiempo de la vida entre la muerte y un nuevo nacimiento. Allí aparece de nuevo: este es el átomo permanente. - ¡Un átomo! ¡Los teósofos se sintieron particularmente orgullosos cuando descubrieron este átomo "permanente"! ¡No tenían idea de que con ello estaban introduciendo el materialismo en la concepción espiritual del mundo! Este materialismo les ha hecho creer que cualquier cosa -qué, nunca dijeron- de los muchos átomos que se hunden en la tierra, ese uno se salvará; Y este átomo permanente, felizmente salvado, es el que luego aparece de nuevo en la próxima vida terrena. Mucho se ha escrito acerca de este átomo permanente. No es más que una prueba de que lo que no se puede pasar más allá debe ser llevado a la ciencia espiritual: el materialismo, que, por cierto, ya está presente en toda la presentación del hombre, si se hace como se hace a menudo en la literatura de la Sociedad Teosófica, donde, como he dicho a menudo, El cuerpo físico es denso, luego el cuerpo etérico más delgado, el cuerpo astral nuevamente más delgado. Y luego pasa a tal delgadez que el pensamiento y la imaginación también se vuelven muy delgados; pero todavía tienes algo material, como la niebla; de modo que Buddhi y Atma son en verdad niebla, pero aún así niebla. No se tiene la voluntad de abandonar realmente el materialismo en la vida de la imaginación y de pasar de la concepción de lo material a la concepción de lo espiritual.
Todas estas cosas demuestran lo estrechamente vinculadas que están las personas a las viejas formas de pensar. Y en realidad, cualquiera que quiera profesar honestamente la ciencia espiritual debería extraer de tales puntos de vista el desafío interior de examinarse a sí mismo hasta qué punto ha roto con las viejas ideas materialistas, o hasta qué punto ciertamente, incluso sosteniendo algo espiritual para sí mismo, imagina esto espiritual en imágenes materialistas y no es consciente de que son sólo imágenes.
Siempre es cuestión de ser consciente de ello. Porque si yo dibujara, por ejemplo, a uno de ustedes aquí en este tablero, podría tener una gran parte de la imagen cuando la persona en cuestión ya no esté allí. Pero si yo me imaginara que me daría la mano, o que me hablaría, es decir, que sería el ser mismo, entonces sería un soñador. Así, por supuesto, uno puede visualizar lo espiritual en imágenes, pero siempre debe tener claro el hecho de que está tratando con imágenes sensuales. En el caso de las palabras, sin embargo, los hombres deben tener cada vez más claro que el lenguaje está en camino de hacer de la palabra un gesto, y que no debemos ir más allá de dejarnos indicar por la palabra algo que ya no está en la palabra. Todas las demás palabras deben tomar el mismo camino que han tomado los nombres propios.
Para los filósofos, incluso podría decir algo muy bonito. Los filósofos de los tiempos modernos a menudo han propuesto teorías. Cuando digo: El niño es pequeño, tiene una idea de "pequeño", tiene una idea de "niño"; ¿Pero ese "es", la cópula de lo que realmente significa? Mucho se ha escrito sobre esta cópula, también en el sentido filosófico, no sólo en el sentido gramatical o filológico. Y todo lo que está escrito sufre de una cosa, que de hecho este "es" ya no tiene el significado del que la gente está hablando, que también se ha emancipado de su significado, que el contenido del alma ya se ha vuelto diferente. Y así se filosofa sobre lo que ya no vive vivo en el alma.
Esta es sólo una observación filosófica, que tal vez sea de menor importancia, pero que tiene la intención de llamar la atención sobre el hecho de que lo que no es notado por el mundo externo no es inmediatamente notado por los filósofos. Por el contrario, a menudo sucede que los filósofos son los últimos en comprender las cosas que se pueden encontrar en el mundo. ¡Y muchos de nuestros sistemas filosóficos en realidad están considerablemente rezagados con respecto a muchos otros que existen además de ellos!
Quería mostrarles hoy, preferiblemente a partir del ejemplo del lenguaje, cómo la evolución de la humanidad se presenta en el momento actual. Sólo se observa lo que realmente está sucediendo en la evolución de la humanidad cuando se observa lo suprasensible. La antropología ya no puede encontrar lo que realmente está pasando, sino sólo la antroposofía. Por lo tanto, el pensamiento cultural antroposófico debe ser la base precisamente de lo que hoy se trabaja sobre el progreso de la humanidad.
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