GA199 Dornach, 4 de septiembre de 1920 - Los efectos de la vida espiritual sobre el cuerpo físico en la vida presente y especialmente en la próxima vida terrenal.

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RUDOLF STEINER
Las ciencias espirituales como conocimiento 
de los impulsos básicos de la estructura social 

Los efectos de la vida espiritual sobre el cuerpo físico en la vida presente y especialmente en la próxima vida terrenal. -

Dornach, 4 de septiembre de 1920

décimo tercera conferencia

Ayer traté de iluminar desde cierto punto de vista la necesidad de una estructura en el orden social, y señalé que lo que podría llamarse razonamiento dentro de la ciencia espiritual consiste en el hecho de que los hechos a los que se hace referencia están apoyados desde los más diversos ángulos, y que finalmente el grado de convicción aumenta cada vez más. más apoyos reciba. Quisiera repetir brevemente lo que se ha dicho. Conocemos la estructura del hombre, sabemos que el hombre está dividido en su cuerpo físico, su cuerpo etérico, su cuerpo astral y lo que llamamos el ego. Pero también sabemos que esta división del hombre es, por así decirlo, algo que está en constante cambio. Podéis seguir mis exposiciones tal como las he dado en mi Teosofía, en mi Ciencia Oculta en Bosquejo, y veréis en ellas cómo el cuerpo físico, el cuerpo etérico, el cuerpo astral y, finalmente, también el ego no están realmente fijos, sino que la evolución humana consiste precisamente en el hecho de que el hombre trabaja sobre estos miembros de su organismo a través de repetidas vidas terrestres. De modo que en cierto tiempo, después de cierta suma de vida terrenal, el ser humano nace de tal manera que se puede decir que normalmente se compone, por así decirlo, del cuerpo físico, el cuerpo etérico, el cuerpo astral y el ego. Pero entonces comienza a trabajar en su ego, trabaja en él a través de repetidas vidas terrenales. Si el ego se fortalece, si el ego ha hecho un cierto trabajo interno sobre sí mismo, entonces este trabajo pasa al cuerpo astral. Además, si el cuerpo astral ha realizado así un trabajo interno sobre sí mismo a través del ego y con su propia ayuda, entonces este trabajo pasa al cuerpo etérico y finalmente al cuerpo físico. Pero luego entramos en el largo futuro. Porque ustedes saben que el ser humano sigue siendo esencialmente el mismo en su forma física exterior a lo largo de las vidas terrenales que inicialmente seguimos. Pero esta forma humana, -también lo sabéis por la descripción de mi «Ciencia Oculta»- ha cambiado considerablemente en el transcurso del tiempo, y también cambiará en el futuro. Se ve obligada a sufrir estos cambios, estas metamorfosis, por lo que los miembros más finos, el cuerpo astral, el cuerpo etérico, realizan sobre el cuerpo físico. Y así, en un futuro lejano, el cuerpo físico del ser humano también adoptará otras formas.

Ahora bien, lo que el hombre trabaja en sus miembros está conectado con el entorno humano, al igual que el hombre, me gustaría decir, está conectado con el entorno natural en sus miembros individuales desde su origen.

Hay que tener clara una cosa: Tomemos el cuerpo físico del hombre. Éste se sitúa dentro del orden natural como un fenómeno aislado. Está, por así decirlo, separado del orden natural. Y si tenemos suficientemente en cuenta la fuerte diferenciación entre el hombre y los diversos miembros del reino animal, no podemos dejar de decir: El hombre no debe situarse al final del reino animal, como hacen los teóricos de la evolución, sino que no sólo es un compendio de todo el mundo animal, de todas las formas animales, sino también un compendio en un nivel superior. Por lo tanto, no podemos equiparar este cuerpo físico del hombre con nada más que consigo mismo. De modo que en todo el entorno del hombre, en el entorno natural del hombre, no encontramos nada aquí en la tierra con lo que podamos encuadrar el cuerpo físico del hombre como en una clase. Por lo tanto, este cuerpo físico del ser humano se sostiene por sí mismo (véase el diagrama).

fig. 1

Avancemos ahora, yendo más hacia el interior, hasta el cuerpo etérico. Allí llegamos a la parte siguiente, ya móvil, del ser humano. Y ayer les describí, -quizá de forma un tanto extraña para algunas sensibilidades-, lo móvil que es este cuerpo etérico del ser humano. Al fin y al cabo, tiene cierta tendencia a ser opuesto al mundo animal. Tiene un cierto parentesco con el mundo animal. Dije: Cuando nos enfrentamos a un elefante o a un burro o a otras formas animales, nuestro cuerpo etérico tiene la tendencia interna a imitar la forma animal, -se le impide llevarlas a cabo completamente-, pero tiene la tendencia interna a asemejarse a la forma animal; cuando el ser humano se enfrenta a un burro, a un elefante, a un ternero, el cuerpo etérico quiere adoptar estas formas. Tiene una relación especial con estas formas animales. Las fuerzas concentradas en el cuerpo físico le impiden a uno darse cuenta de ello, pero se esfuerza por conseguirlo. Y una primera experiencia de iniciación consiste en que surja esta tensión interior y este impulso hacia el mundo animal, que uno quiera asemejarse a los animales. De modo que se puede decir que el hombre no está relacionado con el mundo animal en lo que se refiere a su cuerpo físico, pero su cuerpo etérico muestra un parentesco muy definido con el mundo animal. 

Ahora pasamos al cuerpo astral. Allí encontramos la misma relación interna ahora con el mundo vegetal. El cuerpo astral tiene la tendencia, cuando se enfrenta con el mundo vegetal, a volverse vegetal, es decir, a asemejarse a la planta con la que se enfrenta. Ayer les decía más a modo de recordatorio: Cuando nos enfrentamos a un burro que come cardos, el cuerpo etérico quiere parecerse al burro y el cuerpo astral al cardo. - Es así. De esta manera nos relacionamos con el entorno de los reinos de la naturaleza. Así que en cuerpo astral estamos relacionados con el mundo vegetal.

Y en relación con nuestro yo, ya se lo he dicho, estamos relacionados con el mundo mineral.

Esto es, por supuesto, porque está presente para la conciencia inmediata, aquello que nosotros como seres humanos podemos enunciar más fácilmente para la conciencia ordinaria. Todo nuestro contenido de conciencia se debe en realidad a esta relación con el mundo mineral. Formamos el contenido de nuestra conciencia esencialmente a partir del mundo mineral, y ya se lo he dicho, debido a que el hombre con su yo, tal como existe hoy en día, está organizado hacia el mundo mineral, en realidad no podemos penetrar en nuestros esfuerzos científicos para captar el mundo vegetal o incluso el mundo animal, no podemos penetrar para captar lo vivo, que siempre se discute si lo vivo se puede captar, si no se puede captar. Sólo las personas que parten de un punto de vista diferente, como Goethe, por ejemplo, adquieren conciencia del hecho de que lo vivo puede ser penetrado de una determinada manera. Y la iniciación permite naturalmente seguir interiormente lo que ocurre en el cuerpo astral en relación con el mundo vegetal, en el cuerpo etérico en relación con el mundo animal, de manera semejante a como se sigue con la conciencia ordinaria sólo la relación del ser humano con el mundo mineral. Y entonces, les decía, el hombre trabaja su yo. Elabora su yo a través de sus repetidas vidas en la tierra. Lo que es contenido nacido del reino mineral, él así lo reelabora. Lo convierte en su ciencia, lo convierte en su arte, lo convierte en su religión. Todo lo que aparece así como cultura, como contenido de la civilización, es en el fondo un reino mineral remodelado.

Tengan en cuenta que cuando miran, digamos, una estatua griega, están entonces mirando la vida; pero todo lo que se decide dentro del mineral, la forma, la estructura, lo han logrado a través de su transformación, es decir, aquí a través de la transformación artística de esas ideas y sensaciones que se absorben directamente en la conciencia desde el reino mineral. Y lo mismo ocurre con los demás contenidos culturales. En estos contenidos culturales, en la medida en que la cultura consiste en arte, ciencia y religión, se expresa aquello que el yo trabaja sobre sí mismo, naturalmente en cooperación humana, y que es esencialmente contenido transformado obtenido del reino mineral. Quien realmente pueda seguir estas cosas imparcialmente, encontrará que hay contenido remodelado tomado del reino mineral. Si delimitamos con precisión lo que vive en el entorno social del hombre, encontramos que: Todo lo que surge de tal manera que el yo transforma el contenido obtenido del reino mineral y forma de él una vida espiritual, forma lo que vive entre nosotros como arte, como literatura, como ciencia o como contenido de la fe de las comunidades religiosas y así sucesivamente, todo lo que está así esencialmente englobado por esta reelaboración del yo en sí mismo, todo eso delimita muy nítidamente lo que llamamos el campo espiritual del organismo social tri-articulado.

De modo que aquí se puede obtener una posibilidad de delimitar tajantemente el campo espiritual del organismo social tri-articulado. No habría campo espiritual del organismo social si el yo no transformara su propio ser de tal manera que procesara el contenido obtenido del reino mineral artística, religiosa y científicamente.

Además, el hombre también transforma su cuerpo astral. No transforma este cuerpo astral de la misma manera consciente. Cuando observamos el contenido cultural, los componentes más conscientes de este contenido cultural son los del reino espiritual, tal como acabamos de caracterizarlo. Medio inconscientemente justo donde han surgido más nítidamente esbozadas, medio inconscientemente están aquellas ideas que regulan la vida del hombre con el hombre, aquellas ideas que abarcan la ley y todo lo que puede considerarse como ley, es decir, la relación del hombre con el hombre. Quien no comprenda la diferencia que existe entre una idea que pertenece al ámbito religioso o científico o artístico y una idea que pertenece al ámbito jurídico o nacional, indudablemente no es un buen psicólogo, no es un conocedor del alma. Porque cuando regulamos nuestro trato de persona a persona, lo hacemos de una forma completamente distinta, regulamos esta conciencia embotada: la de los seres humanos: ¿Cuál es mi deber hacia la otra persona? ¿Cuál es su derecho frente a mí? ¿Cuál es mi derecho contra él? - Todas estas cuestiones que se plantean de persona a persona surgen de una conciencia mucho más apagada que la que vive en la ciencia, la religión y el arte. Y el ámbito que tiene lugar entre hombre y hombre, que en realidad no puede ser decidido por el individuo del mismo modo que la ciencia, el arte y la religión, sino que sólo puede ser decidido mediante la convivencia de los hombres, mediante, me gustaría decir, el acuerdo mutuo y la comprensión mutua de los hombres, eso debe incluirse en el ámbito de la vida jurídica o estatal, es decir, el ámbito jurídico del organismo social.

Aún más débilmente experimenta el ser humano, una tercera área que surge al remodelar su cuerpo etérico. Se trata de una zona de la que el ser humano toma conciencia de forma muy indirecta, a través de todo tipo de vagas prescripciones dietéticas y similares. Es el campo que el hombre vive casi dormido, y que llega a la plena conciencia tan ínfimamente, que ni siquiera puede ser iluminado por la comunicación de persona a persona. El campo del derecho puede ser iluminado por la comunicación de hombre a hombre, y un cierto ideal de nuestro orden social consiste en que hayamos plasmado la democracia completa en el campo del derecho, donde todos los hombres que han alcanzado la mayoría de edad se enfrentan entre sí en igualdad y obtienen sus derechos de común acuerdo. La debilidad de la conciencia, que tiene como contenido las transformaciones del cuerpo astral, es suficiente para el ser humano individual si tiene su apoyo en la comunicación con otros seres humanos individuales. El hombre debe comprender la ciencia por sí mismo, el hombre debe comprender la religión sólo por sí mismo, el hombre debe hacer surgir el arte de su fuente individual más íntima, de la fuente de su personalidad. Esto es lo que debe surgir desde lo más abierto, desde la conciencia más clara. Allí el hombre debe dejarse enteramente a sí mismo, a su individualidad. Ya se siente como algo bastante anormal cuando en los últimos tiempos ha surgido ocasionalmente en el arte la «asociación»; sin embargo, por regla general se trataba sólo de una asociación de dos, con dramaturgos que escribían dramas juntos, de modo que a veces se encontraba en las carteleras de los teatros la obra de los aficionados X Y y U Z. No es cierto, normalmente, como saben los iniciados en este campo, no se trataba de una verdadera asociación de dos, sino que por regla general se daba el caso de que había un señor mayor que había escrito obras de teatro en su juventud y cuyo talento, -si se puede llamar así-, para escribir tales obras ya había desaparecido. Entonces se asociaba con un hombre más joven que aún era completamente desconocido, le hacía escribir el drama, luego lo corregía un poco y añadía su nombre. Como resultado, el poeta se mostraba ahora a la opinión pública, y han surgido asociaciones en este ámbito. Pero, por supuesto, todo el mundo piensa que esto es algo anormal, y que lo que realmente pertenece al ámbito espiritual debe pertenecer también a la personalidad del individuo. Por otra parte, el ser humano puede hacer frente a la determinación del derecho si él, como ser humano individual, tiene su apoyo en otro ser humano individual. Pero esto no es suficiente en una tercera área, donde la conciencia no penetra realmente. En el cuerpo etérico, donde tienen lugar los procesos, no basta con que el ser humano como individuo se sitúe frente a otro individuo. Allí donde el ser humano se enfrenta a la totalidad como individuo, es necesario que se formen asociaciones, que los juicios se formen mediante la asociación de personas individuales, que las personas reúnan sus experiencias y que los actos, las obras surjan de las asociaciones, no de las personalidades individuales. Nos referimos a una vida en la que el individuo no es capaz de hacer nada por sí mismo, sino que sólo es capaz de hacer algo si forma parte de una asociación y una asociación interactúa a su vez con otra asociación. En resumen, nos referimos a lo que realmente ocurre dentro de la sociedad humana en esta conciencia más apagada, nos referimos al campo económico del organismo social.

De modo que podemos decir: Si miramos hacia atrás, por así decirlo, hacia la naturaleza, a lo que es el hombre tal como es hoy, encontramos que con su cuerpo etérico él está cimentado en el mundo animal, con su cuerpo astral en el mundo vegetal, con su yo en el mundo mineral. Pero él ya está transformando estos sus miembros existentes, está transformando su cuerpo etérico, y de este modo surge a su alrededor en la convivencia humana en la que se fundamenta de nuevo con su cuerpo etérico en el mundo exterior, en el organismo social: la vida económica. Con su cuerpo astral se encuentra en el ámbito jurídico del organismo social, y con su yo se encuentra en el ámbito espiritual del organismo social. Así pues, como seres humanos estamos, por un lado, unidos a los tres reinos de la naturaleza y, por otro, como seres humanos integrados en la vida social según sus tres miembros diferentes: el miembro espiritual, el miembro legal y el miembro económico.

Para profundizar ahora aún más toda esta visión que obtenemos así, debemos situarnos en un terreno de conceptualización completamente claro. Comprendamos bien que a través de la transformación que realizamos en las repetidas vidas en la tierra, a través de la transformación del cuerpo etérico, del cuerpo astral, del yo, se efectúa en su propio organismo la vida social. Si miramos de esta manera, entonces encontramos hasta cierto punto lo que el ser humano aporta por sí mismo a través de su organismo para que surja la vida social. Pero ahora la vida social, a su vez, actúa sobre él, sobre el ser humano. Quisiera decir que hasta ahora hemos visto el lado volitivo de la vida social, hemos visto cómo surge, la vida social, cómo fluye a partir de la articulación de la naturaleza humana. Pero está ahí cuando ha fluido. Así pues, el ámbito económico fluye del cuerpo etérico o de la transformación del cuerpo etérico, el ámbito jurídico fluye del cuerpo astral, el ámbito espiritual fluye de la transformación del yo, pero una vez que ha fluido hacia fuera, este ámbito espiritual, este ámbito jurídico, este ámbito económico, estos tres elementos son realidades, y luego, a su vez, tienen un efecto sobre el ser humano. En otras palabras, el ser humano primero los crea a partir de sí mismo, y ellos a su vez tienen un efecto sobre él.

También debemos considerar este segundo tipo de interacción humana. Podemos decir que se trata más bien del lado perceptivo. Lo que hemos visto aquí era más desde el lado de la voluntad, cómo el hombre produce la triple articulación. Ahora queremos ir más al lado de la percepción, qué tipo de impresiones surgen allí, en que el entorno del hombre a su vez afecta al hombre. Y aquí la observación muestra que el ámbito espiritual actúa a su vez sobre el cuerpo físico del ser humano (véase fig. 2), pero sólo en un grado muy limitado, sobre el cuerpo físico en la vida actual en la Tierra.

fig. 2

En efecto, podemos afirmar hasta cierto punto que el hombre, al desarrollarse con una relación con su entorno, toma algo de este entorno, en la medida en que se trata del ámbito espiritual. Si el hombre crece en un determinado ambiente artístico, se puede ver en su fisonomía, si se tiene un sentimiento de ello; si crece en un ambiente filisteo, se puede ver en su fisonomía. Pero eso es, me gustaría decir, algo que es sólo un matiz muy sutil de la vida. En general, podemos decir que no es el caso que el cuerpo físico del ser humano muestre una fuerte influencia del ambiente del ámbito espiritual con respecto a su formación en esta vida. Esta influencia es tanto más fuerte para las siguientes vidas en la tierra. Es cierto que en las próximas vidas terrenales llevaremos fuertemente esa fisonomía que proviene del ambiente espiritual en esta vida terrenal. Y la forma en que nos vemos ahora, la forma en que tenemos nuestra fisonomía ahora, es esencialmente el resultado de la influencia del ámbito espiritual en el que estuvimos en la vida terrenal anterior. Si se tiene sensibilidad para ello, se puede saber por el rostro de una persona en qué entorno estuvo en vidas terrenales anteriores, aunque esto sólo sea posible, diría yo, en cierto sentido general. Estas cosas también dan lugar a ciertas discrepancias que a veces encontramos con bastante fuerza en la vida humana. 

Consideremos ahora que una persona procede de una familia afinada en relación con su vida anterior en la tierra y ahora crece en una familia cruda, entonces lleva en su rostro ese fino matiz de vida del que hablaba antes, aunque, quisiera decir, de manera insignificante. Quizás lleva en su rostro precisamente aquello que ha traído consigo de su vida anterior en la tierra. A menudo, sólo desde este contexto se comprende cómo es posible que un tipo tosco pueda tener a veces un rostro muy fino. Las cosas en la vida humana están conectadas de una manera muy compleja.

Se podrá decir: Sí, pero el hombre no se lleva consigo su cuerpo físico para la próxima vida terrestre, sino que lo abandona. - Así es con respecto a la materia, pero quisiera repetir lo que dije hace algún tiempo. Lo que ustedes ven en realidad como el cuerpo físico en su forma no es el organismo físico del ser humano, es la forma (ver dibujo). Y la materia sólo está integrada en esta forma. Es concebida por la forma, y la forma es algo bastante espiritual, y a esta forma me refiero cuando hablo ahora de la influencia del ámbito espiritual sobre el cuerpo físico. Lo que se desecha son sólo las partículas materiales que se incorporan. Pero la forma que tiene el ser humano no se descarta, sino que se trabaja en la próxima vida, -es decir, lo que el ser humano desarrolla a través de la agilidad y la movilidad de sus miembros, sus manos y brazos, sus pies y piernas-, que sale a la luz en la formación de la cabeza de la próxima vida.

Así pues, el organismo físico lleva ciertamente sus huellas a la próxima vida terrestre, y las lleva a ella en función del ámbito espiritual que lo rodea en esta vida terrestre

. Por otra parte, el ámbito jurídico repercute en el cuerpo etérico (véase fig. 2). Es cierto que después de la muerte, mientras que el cuerpo físico, es decir, lo que es material en el cuerpo físico, -no la forma- ,se entrega a la tierra, se entrega al cosmos, se disuelve en él; pero lo que actúa en él como fuerzas se lleva a la próxima vida terrestre, al menos actúa. Pero no sólo afecta a la próxima vida en la tierra; como sabemos empíricamente por la ciencia espiritual, incluso la afecta en un grado muy pequeño. Mientras que la forma del cuerpo físico tiene un fuerte efecto en la próxima vida terrenal, y con ella todo lo que el cuerpo físico ha conquistado del ámbito espiritual que lo rodea, lo que ahora viene del ámbito jurídico en el cuerpo etérico tiene un efecto sobre todo en el cosmos. Y este es un descubrimiento muy importante que hace la ciencia iniciática.

Vivimos en el mundo. Tenemos una determinada constitución anímica debido a la forma en que estamos socialmente situados en el mundo. Nos relacionamos con las personas con las que entramos en contacto en la vida según conceptos jurídicos o conceptos y sentimientos que se asemejan a conceptos jurídicos. Esto da a nuestra alma una configuración determinada. Hablando en términos generales, estoy en una determinada relación con diez personas en la vida por mi propio bien, amo a una persona, odio a otra, soy indiferente a la tercera, dependo de la cuarta, dependo de la quinta, y así sucesivamente. Así que mis derechos y deberes hacia esas diez personas se configuran de diversas maneras. Esto, sin embargo, se recarga en mí como constitución anímica, no sólo de forma superficial, sino que el contenido emocional de mi alma depende de ello. Este estar presente en la vida social desde el punto de vista de la esfera jurídica confiere a mi cuerpo etérico una determinada configuración que, cuando muero, se transfiere al cosmos. Lo que vibra en mi cuerpo etérico sigue vibrando en el cosmos cuando el cuerpo etérico se separa de mí, y sigue haciendo allí sus ondas.

Desgraciadamente, lo que hoy se llama ciencia no tiene en cuenta en absoluto estas cosas. Por eso esta ciencia no tiene conciencia de las conexiones más íntimas entre la vida humana y la vida cósmica. La forma en que el viento y el tiempo se mueven hoy en la Tierra, es decir, el ritmo de nuestro clima exterior, es esencialmente la progresión de ritmos causados por la vida jurídica en el organismo social de épocas pasadas. El hombre tiene una determinada relación con la realidad exterior, incluida la realidad natural. Y es necesario darse cuenta de que lo que se desarrolla a nuestro alrededor como ámbito jurídico no es algo meramente abstracto que los hombres establecen, que nace y vuelve a desaparecer, sino que lo que inicialmente es ideal, lo que inicialmente vive en el ámbito jurídico, vive en un tiempo posterior de existencia terrenal en la atmósfera, en las vibraciones, en toda la configuración, en los movimientos de la atmósfera.

Bien entendido, esto da al hombre un sentido de su conexión con toda la vida terrenal. Le hace darse cuenta de lo importante que es para él desarrollar tal o cual vida jurídica, una vida jurídica buena o mala. Todo lo que es físico surge originalmente de algo espiritualmente ordenado o espiritualmente desordenado. La ciencia espiritual debe insistir en que el hombre tiene una conexión de desarrollo plena, viva y consciente con el cosmos.

¿Cómo es esto hoy? En nuestra actual era de decadencia, hemos llegado al punto de utilizar conceptos abstractos para describir la naturaleza, estableciendo una ciencia natural que en realidad no contiene nada de lo que vive en el hombre, que da un contenido que básicamente no es el contenido de la vida humana. Y lo que una persona experimenta en su interior no guarda ninguna relación con lo que ocurre en el exterior. Es decir, eso por un lado, y por otro el hombre, me gustaría decir, debería desarrollar una especie de conciencia de Dios o una conciencia de su relación con Dios, bastante separada de este conocimiento de la naturaleza que desarrolla. Las dos cosas no quieren tener nada que ver entre sí, en realidad no pueden tener nada que ver entre sí, según la forma en que se han desarrollado hasta nuestros días. La ciencia espiritual, en cambio, nos muestra cómo el hombre no sólo está conectado con todo el mundo de una manera muy concreta, sino cómo él mismo coopera. Podemos ver a partir de lo que surge cómo vivía en vidas terrenales anteriores. En vidas terrenales anteriores fundamos sistemas jurídicos. Ahora estamos viviendo de nuevo. Ahora tenemos un cierto clima, viento y similares, estaciones con tal o cual configuración: ahora experimentamos fuera en la atmósfera lo que una vez establecimos como sistema legal. La conciencia del hombre crece junto con lo que es su entorno. Allí no sólo hablamos en términos generales y abstractos de que el hombre tiene en su interior una conciencia de Dios y que forma una unidad con el mundo exterior, sino que aprendemos a reconocer en detalle cómo se forma esta unidad, cómo el hombre fluye junto con lo que hay en el mundo entero.

Piensen, ¿qué sabría uno del hombre si no tuviera idea de que es la sangre de su cabeza la que corre por sus piernas, si no mirara todo el ciclo de acontecimientos del organismo, en la medida en que se decide en la piel? Pero de la misma manera que no se debe, digamos, mirar la cabeza aisladamente sin considerar su conexión con el resto del organismo, de la misma manera tampoco se debe mirar al ser humano en una vida terrenal aisladamente, sino que hay que mirar el ciclo de metamorfosis. Lo que en un tiempo es un orden jurídico espiritual-social se convierte en otro tiempo, ciertamente en tiempos muy alejados de él, en un orden natural, y con la ayuda de la ciencia espiritual se puede ver cómo el orden jurídico espiritual-ideal de un tiempo coopera con el orden natural, atmosférico, del otro.

Si estas cosas se desarrollan de tal manera que el sentido del hombre de su ser en el mundo se profundice, que el hombre se sienta uno con el mundo, entonces se producirá realmente esa necesaria, indispensable reconciliación de la ciencia y la religión que es absolutamente esencial para la construcción de nuestra vida social.

Así como el ámbito jurídico actúa sobre el cuerpo etérico, el ámbito espiritual actúa sobre el cuerpo físico, el ámbito económico actúa sobre el cuerpo astral, ¡y podemos decir que el ámbito económico actúa precisamente sobre esta parte más íntima de la naturaleza humana! Hay que diferenciar: el ámbito económico surge del cuerpo etérico, pero cuando vuelve a actuar sobre el ser humano, entonces vuelve a actuar sobre el cuerpo astral. El efecto retroactivo es diferente del que emana del ser humano. Uno no puede limitarse a construir estas cosas esquemáticamente, sino que debe sacarlas empíricamente de la observación. Y precisamente porque el ámbito económico actúa sobre el cuerpo astral, precisamente por eso, esa fraternidad que se supone en el ámbito económico es llevada a través de la puerta de la muerte, pues el cuerpo astral es llevado por el ser humano durante un tiempo. Y lo que se establece en el alma humana a través de la fraternidad es llevado a través de la muerte al mundo espiritual y continúa funcionando como tal. De modo que lo que ya he tratado desde otros puntos de vista vuelve a salir a la luz precisamente a través de este punto de vista.

El ámbito económico, es decir, la manera en que el hombre forma la base de los criterios económicos y de las acciones económicas junto con otros en asociaciones, tiene un efecto sobre el cuerpo astral del hombre, y esto moldea el cuerpo astral del hombre, y el hombre lleva realmente a través de la muerte esa conformación del cuerpo astral que conquista para sí mismo a partir de la fraternidad de la vida económica. Como idealista o incluso como místico, uno no debe despreciar la vida económica en particular, porque es precisamente en la vida económica donde uno puede desarrollar la fraternidad, como hemos explicado a menudo. Y lo que se lleva a la vida aparentemente material como espiritual, el hombre lo conquista para su ámbito superior. Lo que establece en la esfera espiritual, lo que extrae de la esfera mineral, es algo que tiene básicamente en sus disposiciones, que trae consigo a través del nacimiento. Pero lo que lleva al ámbito económico es aquello que está tan firmemente unido al alma que lo lleva consigo a través de su muerte.

Es cierto que tenemos que decir: Sí, la gente se cree idealista o mística y que tiene que despreciar la materia, pero no se es idealista despreciando la materia, sino que se es idealista sabiendo espiritualizar la materia. Y enfrentarse a la vida económica con falso ascetismo, despreciarla, desentenderse de ella, eso no es lo importante, sino que lo importante es modelar esta vida económica de tal modo que el espíritu deje su huella en ella por todas partes, de modo que precisamente este ámbito económico del organismo social sea un ámbito espiritualizado modelado por el hombre. Eso es también lo esencialmente importante para el futuro. Y a pequeña escala, ¿no es cierto, esto ya es evidente, -ya lo he mencionado una vez-, en el hecho de que las personas se creen idealistas, espirituales, cuando niegan al espíritu, digamos, el tributo de lo material y piensan: ¡No es necesario ofrecer realmente esto o aquello como sacrificio por lo espiritual! Lo espiritual es precisamente lo espiritual -dicen-, ¡hay que valorarlo mucho, no hay que arrastrarlo al polvo dando dinero como sacrificio por lo espiritual! Por eso uno es un verdadero idealista si se dice a sí mismo: Sí, honro al espíritu, pero mantengo mis bolsillos cerrados y no hago nada por el cultivo de la vida espiritual. Se desprecia la materia, se desprecia sobre todo lo peor de la materia, lo más Ahrimánico de la materia, se cierran los bolsillos tan herméticamente que nada puede salir para el cultivo de la vida espiritual. Estas son cosas que también están un poco relacionadas con la actitud que tan fácilmente surge entre los idealistas y los místicos. Se desprecia la materia en lugar de espiritualizarla. Sí, despreciar la materia, ¿de dónde viene eso? Porque los idealistas y los místicos de hoy en día son a menudo los materialistas más fuertes, porque están tan subyugados por la materia que no tienen otra forma de aceptarla que soñándose a sí mismos en el desprecio. Sólo se sueñan a sí mismos en el desprecio. Y por eso desprecian la materia, porque ellos mismos no se levantarían contra ella, porque están tan profundamente incrustados en ella.

Hay que percatarse de que en nuestro tiempo existen ciertos sentimientos y emociones que en realidad son máscaras. Y algunas personas que hoy se pavonean de místicas en realidad no son más que materialistas, como he intentado explicar desde otros puntos de vista en las últimas semanas. Pero, sobre todo, de lo que he tratado de transmitirles hoy se desprende cómo la ciencia espiritual puede despertar el sentido de pertenencia del hombre al mundo y hacerlo cada vez más intenso. ¡Esto es necesario en el presente!

En realidad, el hombre ha llegado a cierto punto en su desarrollo porque no ha tenido que hacer nada. En nuestro desarrollo en la tierra empezamos desde el origen mismo de la existencia terrenal. Allí los seres divino-espirituales se ocupaban de nosotros al principio del desarrollo de la tierra, allí ellos ya han incorporado en la organización de la tierra el suelo, el clima e incluso finalmente la vida espiritual; pues ustedes saben que había grandes maestros en los misterios, cuyos maestros mismos eran a su vez los dioses. De modo que no era lo humano lo que se guardaba, sino lo divino lo que se asumía. Los dioses se ocupaban organizadamente de todo lo que estaba a disposición de la humanidad. Pero esto, -se lo he mostrado desde los más diversos contextos-, todo esto se ha desvanecido esencialmente en nuestro tiempo; y lo catastrófico en nuestro tiempo está relacionado con el hecho de que el antiguo contenido de los dioses se ha desvanecido, que los hombres están creando un nuevo contenido a partir de sí mismos. Ellos entonces crean este nuevo contenido no sólo para la vida humana en el ámbito espiritual, en el ámbito jurídico, en el ámbito económico, sino que lo crean para lo que emana de estos ámbitos hacia la vida natural. Y el futuro de la tierra debe ser creación del propio hombre, debe ser preocupación del propio hombre.

Por lo tanto, un hombre como Spengler tiene mucha razón con respecto a la visión actual de la humanidad si las personas no estimulan la fuente dentro de sí mismas que puede ser creadora no sólo para la vida jurídica o económica o espiritual, sino que debe ser creadora desde estos ámbitos para toda la vida en la tierra, incluida la vida natural terrestre. Porque entonces no sólo la civilización se convertirá en barbarie, como ya está demostrando hoy científicamente Spengler, sino que toda la Tierra se dirigirá hacia la destrucción y no alcanzará su meta. Ojalá las personas se impregnen de la conciencia de que lo que ocurra en el futuro del desarrollo terrenal depende de la propia humanidad. Entonces podría surgir de este sentimiento el fuerte impulso que sería necesario hoy en día para transformar el orden terrestre bastante descendente en un orden terrestre ascendente, para llamar a las almas adormecidas que no quieren ver lo que realmente sucede, para transformar estas almas adormecidas en almas despiertas. Porque hoy necesitamos una humanidad despierta, y una humanidad despierta es sólo aquella que es consciente de lo que sucede a su alrededor y que también reconoce las tareas que se encuentran en el curso del desarrollo de la humanidad y en relación con las cuales la humanidad está siendo sometida actualmente a duras pruebas.

Traducido por J.Luelmo jun,2025

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