GA206 Dornach, 14 de agosto de 1921 - La afluencia del cuerpo etérico a la conciencia como fuente del mal.

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RUDOLF STEINER
DEVENIR HUMANO, ALMA DEL MUNDO Y ESPÍRITU DEL MUNDO (II)

  La afluencia del cuerpo etérico a la conciencia como fuente del mal.-

Dornach, 14 de agosto de 1921

vigésimo segunda conferencia

Ahora hemos reunido algunos pilares que deberían ser adecuados para erigir una especie de edificio con el fin de penetrar más profundamente en la esencia del hombre a través de este edificio de conocimientos. Para avanzar adecuadamente a partir de las discusiones que mantuvimos ayer y anteayer, es necesario que hoy ampliemos nuestras consideraciones a los ámbitos que hemos tocado, de tal manera que consideremos en su contexto lo anímico-espiritual, que actúa en el hombre, y lo físico-material, que también actúa en él. En el desarrollo científico de los últimos tiempos se ha hecho difícil reunir de forma fructífera esta visión de la interacción de lo anímico-espiritual y lo físico-corporal en el hombre, pues el hombre moderno en realidad sólo conoce una dualidad en este campo. Conoce la materia con sus efectos y sus configuraciones y luego también observa esta materia en el ser humano. Lo observa desde una perspectiva humana, por ejemplo estudiando fisiología, química y biología. De todo ello se derivan ciertos puntos de vista que son absorbidos por la conciencia popular. La gente se aferra a ellos con cierta tenacidad, y hay que subrayar una y otra vez que incluso quienes aún viven con sus sentimientos dominicales en viejos conceptos religiosos tradicionales reconocen como autoritario lo que la ciencia dominante dice sobre el cuerpo humano, quizá con mayor razón. Por otra parte, algunas personas tienen ideas sobre lo anímico espiritual. Pero estas ideas sobre lo anímico-espiritual son tan abstractas que a veces no son más que palabras vacías sobre algo que antaño se conocía con mayor precisión y cuya comprensión se ha perdido, de modo que no se puede hacer gran cosa con ellas. Hoy se habla de pensar, de sentir, de voluntad, se habla de imaginar. Pero no tenemos ninguna opinión verdaderamente experimentada sobre estas cosas. Se podría decir que las palabras se han propagado y que la humanidad se aferra a ellas sin darles mucho significado. Esto también se puede ver en las obras literarias que aparecen hoy en día sobre psicología y temas similares, en las que se utilizan palabras huecas o, al menos, abstracciones huecas sobre el pensar, el sentir y la voluntad.

Entonces la gente se da cuenta de que, por un lado, tiene la percepción de la materia, que no puede negar, porque tiene ojos, tiene manos con las que la materia se puede tocar y ver, porque tiene balanzas con las que se puede pesar, porque puede medir y cosas por el estilo. Así que la materia se reconoce como tal por la apariencia inmediata del ojo, por la percepción sensorial.

Por otra parte, la gente ya habla de lo anímico espiritual, pero de la manera que acabo de exponer. Y entonces no pueden encontrar de algún modo una relación entre eso anímico-espiritual y lo físico-corporal, lo material-físico. La gente ha inventado todo tipo de teorías sobre cómo lo anímico-espiritual debería cooperar con lo físico-material. Sin embargo, todas estas teorías son producto de la imaginación. Porque antes de poder comprender estas cosas, es absolutamente necesario poder entrar en la totalidad del ser humano. Al fin y al cabo, en la totalidad del ser humano nunca hay una manifestación espiritual entre el nacimiento y la muerte sin que haya una manifestación corporal-física. Y cuando hablamos de lo corporal-físico y lo anímico espiritual como opuestos, se trata de abstracciones, pues es una misma cosa vista desde lados diferentes. Pero no sabemos si son una y la misma cosa, y podemos ver las dificultades de teorizar cómo interactúan ambas. Pero sólo lo que captamos en una observación verdaderamente mejorada y educada es lo que ayuda en este campo. Y para ello es necesario que prestemos atención a las cosas que surgen en tal observación. Es natural que la observación exacta en este campo deba ir precedida de un cierto entrenamiento en el sentido que he descrito en mi escrito «¿Cómo se adquiere el conocimiento de los mundos superiores?». Pero si uno tiene los puntos de mira, si uno sabe lo que se ha observado, entonces ya puede seguirlos con sentido común, con sólo quererlo, con sólo implicarse en el seguimiento de las ideas, que entonces salen a la luz mediante la observación científico-espiritual, propiamente en su contenido.

Por supuesto, estas ideas son siempre tales que si se les aplica lo que se sabe de la ciencia ordinaria, no se podrá seguir el ritmo. Hay que implicarse con las ideas que se dan. Pero siempre puede uno implicarse con las ideas utilizando el sentido común. Las ideas pueden venir de los mundos más desconocidos; si están ahí, puedes involucrarte con ellas. Si sólo las experiencias de los mundos correspondientes son realmente llevadas a tales ideas comprensibles, entonces uno ya puede involucrarse con ellas. Pero hay que elevarse a aquello para lo que no se necesita formación ocultista: captar las ideas.

Por supuesto, la mayoría de la gente hoy en día es incapaz de hacer esto, y menos aún los científicos de hoy en día. Están acostumbrados a tener ideas sólo cuando éstas se toman prestadas del mundo sensorial externo. Y como mucho se permiten hacerlo en matemáticas, pero por lo demás no se permiten captar ideas en absoluto, que entonces se persiguen por sí mismas, igual que las construcciones matemáticas se persiguen por sí mismas. Todo lo que aporta el científico espiritual puede ser perseguido si uno desarrolla la voluntad de comprometerse con tales ideas, y uno puede realmente examinar todo idealmente. Pero hay que querer. Esto no requiere, -y hay que subrayarlo una y otra vez-, ninguna formación ocultista en absoluto, pero sí superar lo que hoy se acepta como métodos científicos de pensamiento reconocidos, que no coinciden en absoluto con el sentido común, porque han creado los hábitos de pensamiento de aceptar sólo aquello que tiene un equivalente en el mundo sensorial.

Hoy tenemos que desarrollar una serie de ideas que pueden llevarnos más lejos en las observaciones que hemos realizado. Cuando nuestra vida imaginativa tiene lugar, cuando estamos imaginando, algo está ocurriendo en nuestro interior. Y lo que está ocurriendo ahí no es el proceso abstracto que se describe a menudo hoy en día, sino que es un proceso en el que también vive algo que se llama procesos materiales. No se es materialista por perseguir lo espiritual hasta sus efectos materiales, sólo se es materialista por rechazar lo espiritual por prejuicio.

Tan pronto como uno llegue a tener completamente claro lo que realmente sucede en el alma cuando piensa, cuando imagina, entonces podrá, incluso sin entrenamiento ocultista, llegar gradualmente a una comprensión interna del proceso anímico-corporal que está presente. Y este proceso anímico-corporal en el pensar, en el imaginar, es algo que ya muestra por sus características espirituales que es lo opuesto a otro proceso. Traten ustedes de encontrar en el ámbito de la conciencia ordinaria cuál es el proceso opuesto del pensar. El proceso opuesto es aquel en el que nuestros pensamientos se desvanecen, en el que nos volvemos incapaces de perseguir pensamientos de una manera brillante y clara, en el que cesa lo que llamamos consciente en la vida ordinaria, al menos lo que llamamos consciente en la vida ordinaria. Ahora se puede observar precisamente en esta contraimagen del pensamiento que tiene un paralelismo físico: Dondequiera que el proceso real de crecimiento, el proceso de devenir en nosotros, el proceso de alimentar, de crecer, es particularmente fuerte, el elemento pensamiento, el elemento conceptual, retrocede. Basta con echar una mirada sensata a la animada actividad de crecimiento orgánico en los primeros años de la infancia. Esta actividad de crecimiento es particularmente vivaz allí. Pero el pensamiento sólo está presente en germen, al menos el poder del ser humano sobre el pensamiento. O seguir los procesos de enfermedad, a través de los cuales, como en los fenómenos febriles, la actividad orgánica se vuelve particularmente vehemente, allí donde se intensifica, el control consciente sobre la viveza de las representaciones desaparece.

Vemos, pues, un contraste que siempre podríamos describir con más detalle, pero sólo me gustaría señalar las líneas maestras. Una es la vida de la imaginación; la captamos inicialmente en términos del alma. La otra es la vida del crecimiento. Para señalarles con más precisión lo que está realmente presente, escribiré la «proliferación del crecimiento», donde el contraste se capta ahora más corporalmente.

Pero traten de avanzar a partir de este punto inicial. Recuerden que a menudo he señalado que, en su conciencia ordinaria, el hombre tiene en realidad esta conciencia diurna, clara y luminosa, que lleva desde que se despierta hasta que se duerme, sólo a través de su vida imaginativa, mientras que la que tiene lugar en nosotros cuando desarrollamos la voluntad desciende a una oscuridad como la que nos invade entre el momento de dormirnos y el de despertarnos. Dormimos, como he dicho a menudo, no sólo completamente desde que nos dormimos hasta que nos despertamos, sino que para nuestra actividad volitiva, también dormimos en el estado de vigilia parcialmente. Todo lo que vive en nosotros como actividad volitiva está en realidad envuelto en un estado de sueño. Cuando queremos levantar la mano, sabemos de nuestras intenciones, de nuestros motivos volitivos, pero nos comportamos hacia lo que realmente está ocurriendo en nosotros al levantar realmente la mano, al desplegar nuestra voluntad, igual que nos comportamos hacia nosotros mismos cuando estamos dormidos. ¿Qué es lo que ocurre realmente? ¿Qué ocurre realmente?

Lo que ocurre es lo siguiente: Eso que subyace orgánicamente a la voluntad en nosotros hay que buscarlo abajo, en los procesos de crecimiento que permanecen inconscientes para nosotros. La voluntad está sumergida en los procesos de crecimiento. Todo lo que crece dentro de nosotros como crecimiento está al mismo tiempo relacionado con la voluntad, exteriormente se ve corporalmente como proceso de crecimiento, interiormente se ve anímicamente como voluntad. De modo que ya podemos ver que la proliferación del crecimiento, que todo lo que hay dentro de esas corrientes de fuerzas que se expresan en el crecimiento, en la alimentación, en la vida en general, está relacionado con la voluntad. Así que si lo vemos en términos del alma, podemos decir que está relacionada con la voluntad.

Este es ciertamente el caso cuando consideramos al ser humano entre el nacimiento y la muerte: Lo que llamamos nuestra voluntad es una abstracción en cada actividad. Esta voluntad no procede aisladamente. Siempre está presente en nosotros un proceso metabólico, un proceso de crecimiento, un proceso de alimentación o un proceso de desnutrición en el que se desenvuelve la voluntad. Lo mismo está presente en una forma menor que, digamos, extingue la conciencia en un proceso particularmente intensificado de crecimiento o de vida. Por lo tanto, nuestra conciencia también se extingue en la región actual de la voluntad. Esta región de la voluntad es donde está la proliferación del crecimiento; por lo tanto, está en el inconsciente. Como seres humanos debemos, pues, distinguir dentro de nosotros una zona, -lo estoy dibujando, naturalmente, esquemáticamente-, donde está la proliferación del crecimiento, y la voluntad está arraigada en esta proliferación del crecimiento, que ahora no cae en la conciencia ordinaria. Pero esto es en realidad una cosa en el ser humano concreto. Sólo en el pensamiento separamos la voluntad de este crecimiento.

pizarra 1

Otro ámbito que inicialmente sólo hemos considerado en términos de alma es el que comprende nuestro pensamiento. Este pensamiento, la imaginación, se desarrolla bien en relación con ideas externas, bien por el hecho de que el proceso de la memoria se transforma en representaciones cuando se recuerdan experiencias.

Pues bien, desde el punto de vista del alma, en el fondo se ve muy claramente que esta vivencia de la imaginación es la antípoda de la vivencia de la voluntad y también la antípoda de la vivencia del crecimiento, de la vivencia del organismo en general. Esta vivencia del pensamiento, esta vivencia de la representación, es precisamente donde tenemos pleno control sobre nosotros mismos, donde encadenamos las ideas, donde analizamos y sintetizamos dentro de la vivencia de la representación. Podemos contrastar el pensamiento con la voluntad. La voluntad es, en esencia, completamente inconsciente para nosotros. Ahora sabemos que es inconsciente para nosotros porque está arraigada en el crecimiento, en los procesos vitales, en los procesos metabólicos. El pensamiento se opone a la voluntad. Nosotros lo controlamos.

Sin embargo, en el momento en que el investigador espiritual se adentra en la imaginación, inmediatamente se da cuenta de lo que está realmente presente en el pensamiento. Pues imagínense el proceso exacto por el que pasa una persona cuando pasa del pensamiento ordinario a la imaginación.

El pensamiento ordinario es abstracto. El hombre, al pensar, sólo es consciente de la vida del pensamiento (amarillo). Cuando este pensamiento se condensa en la vivencia imaginativa mediante los métodos que he descrito en «¿Cómo se adquiere el conocimiento de los mundos superiores?», entonces aparecen las imágenes de la vivencia imaginativa. Pero es comprensible que nada de lo que ocurre en el alma, es decir, de lo que se experimenta, no tenga también algún equivalente físico en la vida ordinaria entre el nacimiento y la muerte. Cuando se asciende a la imaginación se percibe algo en uno mismo. Y lo que se percibe es precisamente el proceso que tiene lugar en el pensar en general, porque esta cognición imaginativa, no es más que un desarrollo ulterior del pensar. Ya he dicho que los hechos sobre el hombre no se vuelven diferentes por el hecho de que uno ascienda a lo superior, al conocimiento suprasensorial. Sólo se aprende a reconocer aquello que siempre está presente en las personas. Eso que se aprende a reconocer siempre está presente, pero uno no lo sabe con la conciencia ordinaria. Cuando se tiene ahora las imágenes en la conciencia avanzada, entonces sabe que estas imágenes corresponden a ciertos sedimentos figurales en el organismo humano, verdaderos sedimentos materiales (rojos). Estos sedimentos materiales reales están siempre presentes en el ser humano; sólo que no se notan. Pues lo que se experimenta en la imaginación no son nuevos sedimentos, sino que la imaginación sólo permite ver los sedimentos que siempre están presentes. No se podrían tener imaginaciones si no se viera de una determinada manera, -difícilmente se le puede llamar «ver», por cierto-, si no se tomara conciencia de estos sedimentos, porque las imaginaciones se reflejan en ellos. Entonces uno se da cuenta de que estos sedimentos ya están presentes en el pensamiento ordinario. Están relacionados con la sutil organización de nuestro sistema nervioso y de lo que pertenece al sistema nervioso. Constituyen el sistema nervioso. La vida de nuestro sistema nervioso depende de estos sedimentos. Permanecen, como he dicho, desconocidos para la conciencia ordinaria. Son reconocidos por la conciencia imaginativa.

Con esto concluye una serie de consideraciones que pueden hacerse de este modo:

La vida de la imaginación se opone a la voluntad. Pero la voluntad está ligada, - como pueden aprender de las consideraciones que les he presentado-, a la proliferación del crecimiento. Ahora se puede considerar: Entonces la vida de la imaginación estará ligada a lo contrario de la proliferación del crecimiento, a la muerte. Y, en efecto, lo que tiene lugar en nosotros y que, por así decirlo, se percibe interiormente en la cognición imaginativa, es la caída de la materia como materia orgánica del proceso de proliferación del crecimiento.

Ya tenemos en nuestro interior el proceso de crecimiento y proliferación, es decir, el proceso metabólico, y la materia moribunda se desprende constantemente. Al pensar, nos llenamos continuamente de esa materia moribunda. Percibimos este morir de la materia cuando ascendemos a la imaginación. Y nuestro pensamiento, nuestra imaginación está ligada a esta materia moribunda.

Lo cierto es que los seres humanos llevamos dentro el proceso metabólico, la disolución y composición de sustancias, etc., que la vida de la voluntad vive en ella, y que la materia está constantemente muriendo en sí misma, es decir, que excreta partes que ya no están incluidas dentro de sus fuerzas organizativas. Lo inorgánico se desprende continuamente de lo orgánico, y la vida de la imaginación está ligada a esta desintegración. Así pues, si el proceso de crecimiento, el proceso metabólico, crece en exceso, nuestra vida imaginativa mengua. Si predomina este proceso de muerte, nuestras ideas se vuelven cada vez más rígidas y pedantes. Difícilmente puede esperarse que el ser humano sin formación ocultista llegue fácilmente a tal introspección; pero podría llegar a ella, podría llegar a una introspección a través de la cual se da cuenta: Así como cuando de alguna manera, aunque sólo sea al dormirse, desaparece la conciencia, así también hay una victoria de las fuerzas del crecimiento, del metabolismo, sobre aquellas fuerzas que subyacen a la actividad interior que domina el pensamiento. Pero también se puede percibir, basta con ser lo bastante imparcial para adoptar esa introspección interior, cómo se produce en el interior una fatiga interior, un hundimiento de la materia, a medida que se desarrollan los pensamientos, a medida que se vive cada vez más consciente y deliberadamente en la propia vida imaginativa.

En efecto, llevamos dentro de nosotros continuamente el nacimiento y la muerte. Y lo que está al principio de la vida como nacimiento, donde al principio las fuerzas del crecimiento son todavía más activas, donde la conciencia ha retrocedido todavía completamente, vive con nosotros continuamente hasta la muerte y es básicamente el portador de nuestra voluntad, nuestra voluntad inconsciente, que sólo se hace consciente a través de la luz del pensamiento que se arroja sobre ella. Pero lo que allí crece está impregnado por continuos procesos de desintegración, por un continuo, continuo llevar a término lo que luego se comprime en uno en el momento de la muerte, por un proceso de muerte. Y así como el proceso de crecimiento revela exteriormente el elemento de la voluntad, el proceso interior de la muerte revela el elemento del pensamiento, el elemento de la representación. Al final, si cultivamos este conocimiento en nuestro interior, llegamos a saber que en realidad estamos naciendo y muriendo constantemente, y que el nacimiento único al comienzo de la vida terrenal no es más que un resumen de lo que ocurre a lo largo de toda nuestra vida en pequeñas dosis hasta la muerte.

Para los matemáticos, se podría decir que el nacimiento real es una integral de todos los diferenciales de nacimiento que son efectivos a lo largo de la vida. Pero del mismo modo, los diferenciales de muerte también están activos, y la muerte real no es más que la integral de ellos. Es decir, si morimos interiormente de forma tan continua que la muerte se cancela constantemente, que ya se cancela en el momento de su surgimiento, entonces esa es la base material de la vida de la imaginación. Cuando la muerte ocurre una vez, es decir, cuando aquello que está continuamente activo en nosotros simplemente se hace más intenso de una manera ilimitada, entonces el momento de la muerte está ahí, igual que en el nacimiento real aquello que está continuamente en proceso de crecimiento se hace más intenso en nosotros de una manera inconmensurable. Así se ve el proceso anímico-espiritual y el corporal-material en uno. Y sin esto uno no puede realmente llegar a un conocimiento espiritual en absoluto.

Pues bien, en un momento determinado de nuestra vida siempre estamos muy cerca de ese punto en el que hacemos una transición entre el pensamiento, que debe llenar nuestra conciencia sana desde que nos despertamos hasta que nos dormimos, y entre lo que crece allí y que el pensamiento quiere constantemente apagar. Este es el momento de dormirse. Podemos decir que llegamos a un máximo de proliferación con el que hay que contar inicialmente en la vida. Quien avanza hacia la cognición imaginativa llega a conocerla muy bien. Porque en el momento en que surge el conocimiento imaginativo, él también está en condiciones de tener tales experiencias que se duermen en la conciencia ordinaria, donde la conciencia ordinaria se extingue porque está desbordada por el desarrollo del crecimiento de la voluntad.

Son estados en los que la conciencia ordinaria no debe entrar. Cuando la conciencia ordinaria entra, la proliferación de crecimiento se adueña, por así decirlo, de lo que yace en la vida de la representación muerta; impulsando , -debo expresarme ahora en imágenes, pero también se habla en la imaginación o desde la imaginación-, la proliferación de crecimiento que yace en la vida de la representación muerta.  Impidiendo, hasta cierto punto, que la vida de la representación alcance su desarrollo superior.

Este es el proceso que tiene lugar en la vida alucinatoria y, hasta cierto punto, también en la vida en ilusiones, en visiones. Las visiones son entidades patológicas, las alucinaciones son también entidades patológicas. Uno las comprende, quiero decir, anímica y físicamente, si ve la voluntad en cierta armonía con la proliferación del crecimiento, que entonces se apodera y hasta cierto punto desgarra lo que debería estar consolidado en el proceso moribundo del pensamiento. En cierta medida, se anula el interior, el continuo devenir cadáver. Se arranca del ser humano y prolifera algo que debería morir en él si estuviera sano. Son masas de pensamientos que han crecido, y sólo las comprendemos como masas de pensamientos que han crecido si vemos lo que es corporal y material en armonía con lo que es anímico-espiritual. Siempre hay algo de proceso de crecimiento en las personas cuando experimentan alucinaciones o visiones. Aprenden a reconocer ciertos entrenamientos preparatorios para lo imaginativo; si estos entrenamientos preparatorios se llevan a cabo de manera adecuada, entonces el ser humano es capaz de vivir conscientemente en aquello que tiene lugar continuamente en el cambio del día de la vida, a saber, que realmente vivimos en el estado completo del sueño a través de las imágenes oníricas.

Uno aprende a vivir en este estado, en el que la conciencia ordinaria se aleja de nosotros, avanzando hacia la imaginación. Así se llega a un punto en el que el proceso de morir se supera realmente de una determinada manera. En la vida cotidiana se supera en un estado dormido. Pero en tal estado, que es entonces un estado consciente, el hombre se introduce en el conocimiento superior. Y cuando el hombre supera su conciencia ordinaria de esta manera, entonces aprende a reconocer que esta conciencia ordinaria no puede entrar en este estado. El ser humano en el estado de conciencia ordinaria emerge de su cuerpo físico y etérico dormido; el ser humano con cognición imaginativa emerge despierto. Pero la zona en la que uno entra por primera vez, me gustaría decir, la primera zona en la que uno entra cuando entra en este mundo espiritual, que luego se abre en la imaginación, se percibe inicialmente como un espacio absolutamente vacío, oscuro, y uno no puede realmente entrar en el mundo espiritual sin hacer estas desviaciones a través de esta oscuridad vacía.

Pero eso es lo que hay más allá del límite de nuestra percepción sensorial. Si recuerdan el dibujo esquemático que dibujé ayer en la pizarra, -las percepciones sensoriales que nos llegan, por así decirlo, y que son las ondas sobre las que se mueve el yo-, verán en este dibujo cómo el yo sale al entorno en el que, por lo demás, también está presente. Pero en la vida de vigilia extiende sus tentaculos sensoriales hacia el cuerpo. Ahora, sin embargo, se retira del cuerpo y sale al mundo que está más allá de nuestros sentidos, incluso con aquellas partes que se han acostumbrado a participar en la vida corporal. Llega a conocer el reino espiritual. No aprende a conocer los átomos, aprende a conocer el mundo espiritual más allá de los sentidos. Pero debe atravesar el vacío oscuro absoluto, pues sólo de este vacío oscuro le nace lo espiritual.

Me gustaría decir que la experiencia humana tiene un límite con el mundo. Ahí está el único límite. Este límite debe estar ahí. Si no existiera, no estaríamos separados de lo que nos rodea como por un abismo vacío, nunca podríamos desarrollar lo que es el verdadero amor, pues para ello es necesario que el hombre pueda llegar a conocer el vacío que le rodea. Porque si se llenara de todo lo que le rodea, nunca podría fluir con su ser hacia el otro. Pero eso es lo que se desarrolla en la esencia del amor.

Si se quiere conocer la esencia del amor en un proceso real de cognición, entonces hay que saber cómo el ser humano, precisamente cuando se desarrollan en él sentimientos de amor, se expande, por así decirlo, hasta allí donde su conciencia está vacía. Así puede realizarse con otra cosa. El desarrollo del amor es precisamente la confrontación del vacío de la conciencia con el otro, que entonces colma la conciencia.

Pero si no existe la armonía correcta entre lo anímico-espiritual y lo físico-corporal, -uno se da cuenta de que esto es sólo una expresión que no expresa plenamente el hecho, pues se habla de armonía como una armonía para los otros procesos, pero, no obstante, uno comprende de qué se trata en esta expresión-, si no existe la armonía correcta, si lo anímico-espiritual o lo físico-corporal unilateral se desarrolla demasiado hacia un lado o hacia el otro, de modo que ninguno de los dos lados se exprese plenamente, entonces se produce un estado patológico. Por un lado, cuando una persona vierte su propio ser en lo que se supone que es vacío para ella, se produce algo patológico. Entonces él vive el mundo de sus visiones y alucinaciones en este ser vacío. Esto es precisamente lo que se supera mediante un verdadero entrenamiento ocultista: Alucinar y tener visiones. Nunca se insistirá lo suficiente en ello: Esto es simplemente patológico. - Y lo que el entrenamiento ocultista desarrolla es el perfeccionamiento de fuerzas que son opuestas a las fuerzas que se producen cuando hay alucinaciones o visiones.

Al alucinar, al tener visiones, el hombre desarrolla en sí mismo poderes opuestos a los que deben ser convenientes para la vivencia imaginativa. Por lo tanto, uno lo experimentará una y otra vez: Hay personas que no están necesariamente enfermas en grado sumo, pero que tienen visiones, no quiero decir alucinaciones, porque entonces hay que hablar de estar enfermo. Muchas personas van por la vida con visiones y están muy orgullosas de ellas y viven en estas visiones, creyendo que en ellas se revela un verdadero mundo espiritual, cuando sólo se trata de la proliferación de sus fuerzas vitales que se vierten en el vacío. También hay quienes son tan arrogantes, que se vuelven megalómanos, que dicen que están experimentando una iniciación, mientras que lo que están experimentando es simplemente un crecimiento anormal que sobrecrece su pensamiento. Y cuando tales personas se acercan entonces a lo que debe recomendarse como ejercicios para la imaginación en el sentido serio, entonces sucede a veces algo muy especial. Porque si entonces dicen: Sí, ahora he perdido mi visión espiritual, -han perdido su vista visionaria; y eso es porque estos ejercicios para la verdadera imaginación, que se aplican a sí mismos, contrarrestan su poder de visión patológico. Las personas que creen de esta manera que viven en el mundo espiritual a través de las fuerzas de la naturaleza, viven en él de una manera mórbida, y por regla general pierden aquello a lo que se han aficionado en un amor propio bastante arrogante. Esto siempre se puede volver a experimentar, y esto sólo prueba, si se experimenta, cómo las fuerzas visionarias son fuerzas patológicas, y cómo lo que se busca para la visión imaginativa son las fuerzas opuestas, sanadoras.

De ello se desprende que interiormente, más allá de la percepción sensorial, la experiencia humana está conectada con un ámbito que sólo puede captarse objetivamente en la vida imaginativa. En la vivencia visionaria sólo irradiamos nuestra propia vida hacia el vacío. Pero cuando experimentamos la vacuidad, entonces, al igual que el mundo exterior funciona a través de nuestros sentidos, en este caso llega a esta vacuidad, lo que ya les he descrito como el mundo donde teje y trabaja la Jerarquía de los Ángeles. Ese tejer del mundo operante de la Jerarquía de los ángeles trabaja a nuestro alrededor.

Pero ahora también podemos encontrar la zona limítrofe con la experiencia humana en el otro lado, y es la zona que se encuentra más allá del pensamiento, más hacia el interior del ser, y podemos decir que esta percepción está conectada con el yo (véase pizarra 2). Ahora entramos en el cuerpo astral: Tenemos la imaginación. Ahora bajamos al cuerpo etérico: Tenemos la actividad de la memoria. Y en el cuerpo físico tenemos imágenes. La conciencia ordinaria no baja aquí al cuerpo etérico; tampoco sale de aquí. Fuera está el mundo del que hay que decir que es el mundo del Ángel viviente y tejedor. 

pizarra 2

Es, por tanto, un mundo espiritual que existe por encima de nuestro mundo de conciencia. No se encuentra fuera del ámbito de la vida humana, pero sí fuera del ámbito de la conciencia ordinaria. Pues nuestro yo, del que se dijo expresamente que se encuentra fuera de las percepciones sensoriales y las lleva dentro, es decir, nuestro yo está definitivamente conectado con este mundo. Es el mundo en el que sólo podemos entrar con una conciencia reforzada, porque de lo contrario nuestra conciencia disminuiría y caeríamos en la inconsciencia. nconsciencia en la que caemos cada vez que nos dormimos y entonces entramos en este mundo. Entonces es cuando penetramos en este reino más allá de la percepción sensorial.

Pero ahora también podemos descender al otro lado, a nuestro ser real. Esto sucede cuando los poderes destructivos de la muerte que yacen en nuestro interior se apoderan de nosotros más de lo habitual; o mejor dicho, cuando se hacen conscientes. Así como podemos penetrar más allá del límite de la vida sensorial, también podemos penetrar hacia abajo a través de lo que yo llamo entrenamiento oculto.

Pero lo que se experimenta debe permanecer en el interior del ser humano para que no aparezca allí de una determinada manera patológica. El ser humano no debe permitir que suba a su conciencia ordinaria. Debe dejar esta zona abajo, donde por lo demás es inconsciente. En otras palabras, el hombre no debe permitir que esta zona, que se encuentra en el cuerpo etérico, suba a su conciencia ordinaria, sino que debe canalizar su conciencia ordinaria hacia abajo, hacia el cuerpo etérico. Así que lo que está ahí abajo no debe penetrar en la imaginación ordinaria, sino que la imaginación ordinaria debe penetrar ahí abajo.

Pero de esto se desprende que se trata de una zona que, al igual que la otra que he descrito, está hasta cierto punto alrededor del cuerpo físico del hombre, de modo que esta zona está siempre presente dentro del cuerpo físico del hombre. Pertenece a las entidades humanas internas a las que se ha hecho referencia a menudo en contextos científico-espirituales, y siempre se hace referencia a esta zona de tal manera que aquellos que la han reconocido, que han visto algo de ella, dicen: Es imposible expresar con palabras humanas lo que hay ahí abajo. - Se puede seguir este rastro desde las descripciones de las antiguas iniciaciones egipcias hasta Bulwer.

Sin embargo, en cierto modo, este ámbito puede y debe tratarse hoy. Porque es en esta zona donde está arraigado todo aquello de la vida anímica humana que, en el sentido ordinario, puede no desarrollarse realmente en el comportamiento exterior del hombre. La maldad humana está arraigada allí.

De esto se desprende un hecho muy notable. Esta fuente del mal está realmente en nosotros todo el tiempo. No debemos ceder ni por un momento a la ilusión de que la fuente del mal no está dentro de nosotros. Está, si se me permite decirlo, por debajo de la vida de la imaginación. Simplemente no debe infectar la vida imaginativa, de lo contrario las imaginaciones se convierten en motivos para el mal; debe permanecer por debajo. Y la persona que quiera mirarlo allí debe ser tan fuerte moralmente que no lo deje subir, que realmente sólo envíe la conciencia hacia abajo.

Ahora bien, ustedes dirán: Pero, ¿por qué se da esto en el hombre? - Sí, esta pregunta sólo puede plantearla alguien que dijera: ¿Por qué la planta no deja de crecer cuando tiene hojas verdes? - Sigue creciendo por su propia fuerza. Llevamos dentro de nosotros el proceso de muerte que desarrolla nuestro pensamiento. Este proceso sigue siendo consciente, pero debe descender al inconsciente. Porque si este proceso no continuara, entonces nuestros pensamientos nunca se consolidarían de tal manera que la memoria pudiera surgir en nosotros, que los pensamientos pudieran reaparecer más tarde en nosotros de las experiencias que hemos tenido a través del pensamiento. Por tanto, el proceso de la muerte debe continuar para que tengamos memoria. Y la entidad a la que, como seres humanos, debemos nuestra memoria es la misma entidad que, cuando surge de forma equivocada, surge cuando los motivos del mal aparecen en los seres humanos. En cierto sentido, la tendencia al mal que se da en ciertas personas es un rechazo de lo anímico-espiritual, -perdón por utilizar esta expresión-, un rechazo de lo anímico-espiritual a aquello que debe permanecer abajo y ocupar la memoria.

Este poder de la memoria está arraigado en el ser humano. Y así como hay un estallido corporal, también hay un estallido espiritual. Cuando lo que se nos ha dado en sabiduría divina en las profundidades de nuestro ser como el poder de la memoria, cuando irrumpe en la conciencia, al igual que algo, -perdón por la expresión desagradable-, irrumpe corporalmente, entonces tienes la tendencia criminal.

No hay nada en el mundo que no esté justificado en su lugar y que no pueda conducir al desastre si está mal colocado. Si algo en el mundo nos parece que no debería estar ahí, debemos plantearnos la pregunta: ¿Dónde debe estar para cumplir su cometido? - Y aquí, al sumergirnos, entramos en el otro reino, en el reino de la Jerarquía de los Serafines, Querubines y Tronos, del mismo modo que salimos del reino de los sentidos y entramos en el reino tejedor de los Ángeles, Arcángeles y Archai. Descendemos a una región donde ahora vemos claramente cómo esa fuerza de la naturaleza que está conectada con nuestros recuerdos tiene un lado moral.

Piensen en lo que eso significa: ¡la ciencia espiritual descubre algo así, donde un proceso natural tiene un lado moral, es decir, donde algo que parece fuera de lugar adquiere un carácter moral! Eso es precisamente lo que aqueja a nuestro tiempo, que la vida moral y religiosa es abstracta por un lado, y lo natural, lo causal, por otro. No hay método para unir ambas cosas. Aquí tenemos un proceso bastante concreto en el que un elemento natural lleva en sí mismo aquello que, en contraste con lo moral, puede ahora convertirse en inmoral.

Pero, ¿no les parece aquí algo extraño? Si observamos el asunto tal como está degenerando, por un lado, estamos, por así decirlo, entrando en lo antimoral bajo nuestra conciencia. Lo necesitamos para la memoria. Pero cuando pasamos por encima de las percepciones sensoriales, entramos en el reino del amor, ya se lo he dicho. Ese es básicamente el poder de lo moral. Entramos en el reino de la moral. Estamos en camino de poder construir cada vez mejor el puente entre el mundo moral-religioso, por un lado, y el mundo físico-corporal, el mundo de la causalidad natural, por otro. Este puente debe construirse. Y, en efecto, cuando salimos a lo espiritual, cuando descendemos a lo espiritual, entramos en el mundo de las jerarquías. Hemos podido, por así decirlo, acercarnos al reino de las jerarquías desde dos lados.

Por supuesto, esta reflexión sólo puede hacerse de manera que nos acerquemos a la meta en círculo, por así decirlo. No puede hacerse como en matemáticas, partiendo de conceptos elementales y construyendo hacia arriba, sino que debemos acercarnos en círculo a lo que, en última instancia, hay que comprender.

Traducido por J.Luelmo jun,2025


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