GA206 Dornach, 13 de agosto de 1921- Las imaginaciones y los recuerdos y el mundo de las jerarquías

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RUDOLF STEINER
DEVENIR HUMANO, ALMA DEL MUNDO Y ESPÍRITU DEL MUNDO (II)

  Las imaginaciones y los recuerdos y el mundo de las jerarquías-

Dornach, 13 de agosto de 1921

vigésimo primera conferencia

Ayer nos ocupamos del modo de acción del hombre en sus diversos miembros -cuerpo físico, cuerpo etérico, cuerpo astral y portador del yo-, tomando en consideración lo que realmente tiene lugar en estos miembros a partir del alma del hombre. Ustedes han visto que hemos tenido que conceder especial importancia, por un lado, a la observación de la percepción de los sentidos y a cómo el ser humano vive según su yo en esta percepción de los sentidos, y por otro lado, que el recuerdo nos ha llevado más al interior del ser humano mismo. Aquí tenemos algo que hay que mirar de cerca, y ya hoy debo hacer la pretensión de que me sigan hacia áreas que quizás sean más difíciles de entender, porque sólo a través de tal entendimiento es posible una comprensión seria de lo que realmente está conectado con la naturaleza del hombre. Pongamos de nuevo ante nuestras almas algunas de las cosas que se dijeron ayer.

Para la conciencia ordinaria, el yo vive en la percepción de los sentidos. Hasta donde llegan nuestras percepciones sensoriales, hasta allí llega al principio esta conciencia ordinaria del yo. No estoy diciendo el yo, estoy diciendo la conciencia del yo, y lo que experimentamos como el yo y la percepción sensorial está ligado a nuestras experiencias imaginativas. Vivimos con estas experiencias imaginativas en nuestro cuerpo astral.

Visualicemos una vez más esto esquemáticamente. Tenemos percepción sensorial en el ámbito de la conciencia del yo, de modo que hemos activado nuestro yo en esta percepción sensorial, luego, hasta cierto punto, hemos extendido esta actividad sobre nuestro cuerpo astral y allí experimentamos las representaciones. A continuación, vimos que a través de la actividad de nuestro cuerpo astral los convertimos en recuerdos. Y en el cuerpo físico, -como dije ayer-, se forman todas las imágenes. Ahora estamos tratando de traer a la conciencia algo que ya puede ser traído a la conciencia a través de la contemplación interior sutil.

fig. 1
Si dirigen su mirada espiritual, por así decirlo, al ámbito de las percepciones sensoriales y penetran en cómo se desenvuelve en él la conciencia del yo, entonces se dirán: Para las percepciones sensoriales nos sentimos estimulados desde fuera. Así pues, si quiero dibujar esquemáticamente la relación del ser humano con sus percepciones sensoriales, en realidad debo dibujarla de tal manera que diga: Si aquí hay un mundo exterior, entonces las percepciones sensoriales son estimuladas por el mundo exterior (ver fig. 1, azul), pero en estas percepciones sensoriales de dentro, que son estimuladas allí, vive el yo (naranja). Por tanto, ya es un hecho que en realidad no deberíamos decir: Nuestro yo en la medida en que somos conscientes de él, está dentro de nosotros, sino que lo experimentamos desde fuera hacia dentro. Del mismo modo que experimentamos nuestras experiencias sensoriales desde fuera hacia dentro, experimentamos nuestro propio yo desde fuera hacia dentro. Así que hablar de que nuestro yo está dentro de nosotros es una ilusión. Inhalamos, si se me permite decirlo así, el yo con las percepciones sensoriales cuando nos imaginamos esa captación de las percepciones sensoriales, mas como una respiración sutil. De modo que tenemos que decirnos a nosotros mismos: Este yo, que en realidad vive en el mundo exterior y nos llena a través de las percepciones sensoriales, luego nos llena aún más uniendo las percepciones sensoriales (naranja), penetrando hasta el cuerpo astral, con las representaciones (amarillo). 

Así que ya lo ven, si quieren imaginarse de la manera correcta esta relación del yo con lo que habitualmente se identifica al ser humano y que se piensa que está limitado dentro de la piel, en realidad deben imaginarse aquí, -si primero dibujo el ojo como representante de las percepciones sensoriales aquí-, que el yo no está dentro, sino que el yo vive aquí fuera y penetra hacia dentro a través de los sentidos. Solemos caer en la ilusión de que nuestro yo se encuentra dentro de lo que llamamos nuestro organismo físico. Pero en realidad el yo está situado en relación con este organismo físico en el mundo exterior y extiende sus tentáculos, por así decirlo, hacia nuestro ser interior, en primer lugar en la imaginación, hacia el cuerpo astral o hasta el cuerpo astral.

Veamos ahora más de cerca el mundo de los recuerdos. Los recuerdos son impulsados hacia arriba por lo que llamamos nuestro ser interior. Al ser impulsados hacia arriba, representan inicialmente una actividad en el cuerpo etérico y éste, a su vez, estimula divisiones preliminares en el cuerpo astral; sin embargo, éstas vienen ahora a la inversa (véase fig. 1, flechas). Pero en última instancia deben proceder de lo que son las imágenes en el cuerpo físico.

Ahora observarán que, partiendo del cuerpo físico, la excitación que subyace a la memoria fluye hacia el cuerpo etérico, y puesto que el yo está dentro, el yo también está aquí. Por lo tanto, debo dibujar el asunto de tal manera que esquemáticamente no sólo piense que el yo está aquí fuera, sino que el yo también está en el cuerpo físico (rojizo) y desde el cuerpo físico estimula los recuerdos (verde), que luego se convierten en representaciones (amarillo).

fig. 2
Como ven, en realidad no puedo arreglármelas con el diagrama que he dibujado. Tendría que dibujarlo de otra manera. Tendría que decir: yo, cuerpo astral, cuerpo etérico, cuerpo físico. Pero si tengo en cuenta la memoria, entonces también tendría que colocar eso que está ahí arriba como yo en el cuerpo físico. Al mismo tiempo está separado en sí mismo, y por otro lado también llena el cuerpo físico. Como ven, reconociendo cuidadosamente lo que sucede en el ser humano, es posible hacerse una idea de la integración de este yo, tal como es, por un lado, en el mundo exterior y, por otro, en el mundo interior.

Y ahora consideren el siguiente proceso. Imaginen que se encuentran con una persona en la calle y tienen una percepción sensorial de esa persona. Su yo está dentro, pero al mismo tiempo surge el recuerdo desde dentro: vuelve a reconocer a la persona. El recuerdo viene de dentro y las percepciones sensoriales vienen de fuera. Se entrelazan.

Este fenómeno de entrelazamiento ya era conocido por los antiguos investigadores espirituales dotados de instinto. De nuevo lo estamos extrayendo de la suma de los hechos. Lo que ahora les extraigo de la suma de los hechos ya lo conocían los antiguos investigadores espirituales, y estaban acostumbrados a registrar tales cosas en imágenes y dibujaron lo que acabo de decirles, esta presencia del yo, aquí el entrelazamiento con lo que viene de fuera, como la serpiente que se muerde la cola, (ver fig. 2 dcha.). La forma en que el hombre se relaciona con el mundo exterior se representaba pues, como la serpiente que se muerde la cola. Si se observan las representaciones más antiguas que surgieron de percepciones instintivas, a menudo se puede reconocer lo profundas que son las percepciones escondidas tras ellas. La gente abstracta viene entonces e interpreta todo tipo de cosas. De este modo, a veces surge algo terriblemente espiritual; sólo carece de valor si uno lo simboliza e interpreta, porque, al fin y al cabo, uno no puede captar los hechos interpretándolos con el intelecto, sino que en realidad sólo puede encontrar lo que hay si penetra en las fuentes mismas.

Pero visualicemos también en otra imagen, (fig. 1 izda.), lo que está realmente presente. Pensemos en este yo humano tal como es en la percepción de los sentidos y en la imaginación relacionada con ella. En realidad vivimos en una ilusión que se ha producido de la siguiente manera. Imaginen que tienen un espejo y que se ven a sí mismos en este espejo, y que nunca han tenido la oportunidad, hipotéticamente puedo suponer, de adquirir otro conocimiento que aquel en el que siempre se han visto a sí mismos en el espejo, y esto les habría llevado, -sólo piensen cómo podría ser esto posible-, a confundirse con la imagen del espejo. El reflejo va y viene. Digamos que ustedes no se sienten dentro de su piel, pero ven el reflejo moviéndose de un lado a otro, y entonces piensan: Ése soy yo, y siempre dicen: Ése soy yo. - En realidad están ustedes mirando su reflejo, pero lo confunden con ustedes mismos. Eso es lo que hace la gente. De hecho, el yo es como una corriente que lleva el estímulo sensorial al cuerpo. El cuerpo lo irradia de vuelta, primero al lugar donde se encuentra el propio yo. El yo está aquí, pero también está en el mundo exterior. E incluso está en el cuerpo físico, pero es irradiado de vuelta hacia uno. El ser humano no percibe su yo real, sino la retro irradiación. Ya percibe la irradiación reflejada a través de su percepción sensorial. Son imágenes especulares.

He explicado esto con más detalle en mi libro «De los enigmas del alma». Las representaciones son ahora también imágenes especulares, son los reflejos de las experiencias en el mundo exterior. El yo vive realmente en el mundo exterior y se experimenta a sí mismo en la conciencia en aquello que excita en el cuerpo como yo inconsciente y que se refleja en él. Es decir, si consideramos las percepciones sensoriales y la imaginación.

Sin embargo, la situación es diferente cuando surge el recuerdo. Allí estamos realmente aquí abajo, en las imágenes que han surgido con nuestro yo dentro. Allí, sin embargo, lo inconsciente está trabajando en un alto grado. Piensen en lo difícil que es traer recuerdos, en lo poco que puede hacerse con toda su conciencia intelectual. Está trabajando lo inconsciente. Hay una realidad que actúa, y pueden sentirla. Allí es diferente. Allí, sin embargo, ya no confunden lo que ven con su yo, porque se siente uno a si mismo en esta actividad dentro de él. Pero también permanece muy oscuro; este yo, como he mencionado a menudo, permanece en una actividad interior como un sueño o incluso como algo dormido, porque la voluntad está trabajando en él. Y la voluntad está trabajando esencialmente al recordar. Allí actúa una voluntad extrañamente fluctuante y cambiante. Y si queremos utilizar una imagen, podemos decir: Imaginemos que nos vemos así espiritualmente con nuestro yo. Si tenemos esta percepción e imaginación, así es como nos vemos. Cuando formamos recuerdos y todo lo relacionado con ellos, entonces estamos, por así decirlo, dándonos la vuelta mentalmente. De hecho, cuando pasamos de la percepción sensorial a la memoria, este concepto de dar la vuelta en el alma es un concepto importante: dar la vuelta en el alma. Pues si nos imaginamos tal giro del alma, obtenemos un concepto interior de movilidad.

Ya no se puede simplemente colocar el yo, el cuerpo astral, el cuerpo etérico y el cuerpo físico uno al lado del otro. Esto es conveniente cuando uno presenta la antroposofía a grupos de antropósofos y ellos quieren recibir ideas bastante tranquilas y suaves que son buenas para sentarse en sillones cuando uno debe absorberlas. Pero en realidad no es así. En realidad, cuando nos acercamos al ser humano, cuando queremos captar la vida del alma, tenemos que considerar un continuo girar y girar de todo el hombre interior, es decir, del verdadero hombre. El yo es así, y porque es así, irradia hacia dentro a través de las percepciones de los sentidos; porque es así (girado), irradia hacia arriba desde el cuerpo físico. Aquí los conceptos deben ser llevados a la movilidad.

Esto es algo que les muestra, sin embargo, que si queremos captar al ser humano debemos pasar a la movilidad, a los conceptos vivenciados interiormente. Pues basta pensar en cómo somos en nuestra vida anímica ordinaria. Sólo hay que pensar en una pequeñísima parte de la vida cotidiana del alma, y se verá esto, aquello y lo otro en el mundo exterior. Todo esto es el mundo de los sentidos. Esto entra como un mundo de imaginación. Surgen todo tipo de recuerdos. Y sólo pueden imaginarse que, mientras hay percepciones sensoriales, están, por así decirlo, mirando anímicamente hacia un lado y, cuando surgen los recuerdos, están mirando desde el otro lado. Pero como esto está constantemente mezclado, hay que pensar constantemente en el alma en un movimiento de torbellino interior.

Y eso es también lo que hay que pensar como imagen: el alma en movimiento interior arremolinado. Esto es también lo que se presenta a la vista. Por eso he indicado en mis libros y también he subrayado una y otra vez: Quien quiera hacer dibujos adecuados a lo que en realidad está presente como miembros superiores de la naturaleza humana se encuentra en el mismo caso que un pintor que quiere pintar relámpagos. Pintar un relámpago en la realidad, es tan difícil como pintar lo que es el miembro superior de la naturaleza humana. Incluso el cuerpo etérico no se puede pintar en la realidad. Se puede hacer la cosa esquemáticamente, pero no es posible pintarla en la realidad, porque en realidad no hay quietud allí.

La memoria y las impresiones del mundo exterior, se encuentran, decía yo. Se trata de algo que hay que comprender con mucha precisión. Si consideramos el cuerpo físico humano como tal, el yo está en él para recordar. Pero el yo también está en el mundo exterior. Así que en todo lo que subyace a las percepciones sensoriales, el yo está realmente dentro. Pero también está en el cuerpo físico del ser humano. Si ustedes repasan todas las filosofías de los últimos tiempos, -y estos últimos tiempos vienen de lejos-, oirán hablar mucho de lo subjetivo y lo objetivo. También es posible hacerlo en la medida en que uno se detiene en la imaginación, porque se puede distinguir entre lo que vive en uno y lo que vive fuera de uno, pero si se penetra más profundamente en la materia, estos términos pierden su sentido. ¿Por qué es objetivo aquello que vive detrás de las percepciones de los sentidos y a partir de lo cual el yo trae las percepciones de los sentidos? Es objetivo precisamente por los mismos medios por los que el cuerpo físico es objetivo aquí. No hay diferencia entre lo subjetivo y lo objetivo. El yo vive en el mundo externo de la misma manera que vive en su propio cuerpo físico. Allí la diferencia entre subjetivo y objetivo cesa por completo.

Esta diferencia entre lo subjetivo y lo objetivo sólo se produce cuando estamos aquí arriba, en la representación. ¿Y por qué se produce aquí? No por la razón que uno suele imaginar, sino porque aquí arriba sólo tratamos con imágenes. Aquí arriba sólo experimentamos imágenes. Pero las imágenes no son reales en sí mismas. Lo sentimos al experimentar las imágenes. Por eso hablamos de las imágenes como algo subjetivo, de los procesos subyacentes a las imágenes como algo objetivo. Pero no podemos hacer eso con las impresiones del mundo exterior, porque aquí los procesos en los que vive el yo son, por supuesto, objetivos, como lo son los procesos a través de los cuales el yo trabaja emitiendo las imágenes de la memoria en el cuerpo físico. Todo esto es objetivo y, si se quiere, todo subjetivo. Lo subjetivo y lo objetivo están completamente confundidos y entrelazados y ya no se pueden distinguir. Y eso es lo importante, porque este concepto de subjetivo y objetivo es lo que ocupa a la gente, con lo que algunos filósofos hacen malabarismos.

Sin embargo, esto se basa en algo más profundo. El hombre vive primero en sus experiencias cotidianas. Ahí es donde alcanza el tipo de vida anímica que tan bien se conoce en todas partes. Pero detrás de todo esto, por supuesto, vive un mundo completamente diferente. Describí en «¿Cómo se alcanza el conocimiento de los mundos superiores?», en mi «Ciencia Oculta en Esbozo», cómo se puede penetrar en este mundo. Pero aquello en lo que penetra la investigación espiritual es, por supuesto, una realidad para todo ser humano. Siempre está ahí, lo sepa o no. Por eso, cuando se habla de realidad, hay que contar con ella. Si se desarrollan los conocimientos que surgen de la imaginación, la inspiración y la intuición, se llega a lo que está presente en todo ser humano, a lo que todo ser humano lleva consigo todo el tiempo. Si uno asciende a la imaginación, como he descrito, entonces uno tiene primero un mundo anímico diferente del que está presente en la vida cotidiana. A través de la imaginación, en lugar de las habituales representaciones abstractas, uno recibe imágenes, -de ahí que se haya elegido el término imaginación, representación imaginativa-, imágenes que se hacen claramente conscientes como imágenes. En contraste con las imaginaciones, uno tiene la clara conciencia de que está tratando con imágenes. Esa es la diferencia entre lo que está realmente presente para el investigador espiritual y lo que vive en sueños o alucinaciones: los que sufren ensueños o alucinaciones consideran sus imágenes como realidad. El investigador espiritual nunca hace esto. Sólo aquellos que quieren escribir refutaciones tontas hablan del hecho de que lo que el investigador espiritual tiene también podría ser una alucinación o una ensoñación. El investigador espiritual nunca confunde lo que ve en imágenes con la realidad. Pero también tiene claro por la naturaleza de estas imágenes que no son imágenes inventadas, no son imágenes suscitadas por la imaginación, sino que son imágenes que apuntan a la realidad espiritual.

En primer lugar, nunca confunde sus imágenes con realidades, sino que se da cuenta de que esas imágenes apuntan a realidades espirituales. Hay muchas cosas que pueden llevar a una persona a ser plenamente consciente de estas imágenes, por un lado, y de la referencia de las imágenes a un mundo espiritual, por otro. Si uno es una persona plenamente reflexiva, tiene una clara conciencia del hecho de que uno mismo vincula y separa sus imaginaciones. Sólo hay que reflexionar sobre algo así una vez. Piensen en lo diferente que sería la vida de su alma si no pudieran combinar arbitrariamente las representaciones que tienen, sino que éstas se combinaran a la fuerza: Serían ustedes como autómatas. Sin embargo, esta capacidad interior de conectar y separar representaciones, cesa en cierto sentido cuando se entra en el mundo imaginativo. Y es necesario saber que cesa, porque de ese modo se tiene una clara conciencia del hecho de que la libertad, tal como el hombre la valora, en realidad sólo puede experimentarse y adquirirse en este mundo físico entre el nacimiento y la muerte. Entonces también se tiene la clara sensación de que no descendemos innecesariamente de los mundos espirituales a este mundo físico. Si sólo viviéramos en los mundos espirituales que nos son accesibles entre la muerte y un nuevo nacimiento, nunca podríamos alcanzar allí la libertad. Esta libertad la conseguimos en el mundo físico. Sólo las personas que no están interesadas en la libertad odian o tienen en poca estima este mundo que el hombre vive entre el nacimiento y la muerte.

Esta libertad la apreciamos especialmente bien cuando la desarrollamos como una fuerza, digamos, como un recuerdo, es decir, después de la muerte. Sólo sintiendo nuestro regreso a la vida terrenal podemos participar de la libertad entre la muerte y un nuevo nacimiento. Pero para poder participar también de esa libertad, debemos permanecer conectados con la vida terrenal. El investigador espiritual puede sentir esto realmente cuando se sumerge en el mundo imaginativo. Si no pisara firmemente el suelo que pisamos dentro de la realidad física antes de instalarse en el mundo imaginativo, no entraría en el mundo espiritual en un estado saludable. Por eso se insiste una y otra vez en que uno debe haberse preparado bien en el mundo físico si quiere entrar en el mundo espiritual.  Es preciso haber alcanzado realmente todo lo que en principio se puede alcanzar en el mundo físico, es decir, no estar sometido a los instintos, lo que significa falta de libertad; no estar sometido a ninguna regla automática de la costumbre, a la que el hombre se somete tan fácilmente. Para poder entrar en el mundo espiritual, el hombre tiene que haber tomado realmente conciencia de su libertad. Ideas como las que he desarrollado en mi «Filosofía de la libertad» deben haber cobrado vida ya en el hombre si éste quiere realmente lograr su ascensión al mundo espiritual. Esto también se ha subrayado en «¿Cómo se alcanza el conocimiento de los mundos superiores?».

Puesto que aquí hablamos de imágenes en el caso de la imaginación, éstas deben entenderse como algo totalmente subjetivo. Debo decir que el grado de experiencia subjetiva es aún mayor en la vida imaginativa que en la vida anímica cotidiana ordinaria. La vida anímica es más rica en las imaginaciones, pero es una experiencia en imágenes. Uno sabe que detrás de esta experiencia en imágenes está la verdadera realidad; pero primero se tiene la experiencia en imágenes.

Pero hay algo en las imágenes que hace que nos parezcan menos libres. No podemos conectarlas y separarlas de este modo, ni seríamos capaces de penetrar en una realidad si pudiéramos conectar y separar estas imágenes de la cognición imaginativa, del mismo modo que podemos conectar y separar lo que experimentamos como representaciones ordinarias. Experimentamos las representaciones ordinarias de la manera siguiente: he aquí una representación, he aquí la segunda, he aquí la tercera. Las experimentamos, formamos conexiones. Tenemos la idea de «rosa», tenemos la idea de “bonito”, la idea de «me gusta». Formo la conexión: Me gusta la rosa hermosa. Lo que formo aquí como conexión es definitivamente una actividad interior; depende de mí, en esto soy libre. En el mundo imaginativo no se es libre de esta manera. Cuando se tienen las imágenes del mundo imaginativo, no se da el caso de que en ese momento se sienta una actividad interior a través de la cual se conectan y se separan esas imágenes. Piensen que no puede ser así, porque ustedes se sienten libres en el mundo físico, al poder conectar y separar, pero lo hacen en el mundo físico de la manera que exige el mundo físico-sensorial exterior. Por lo tanto, se necesita un regulador para conectar y separar. También es necesario tener ese regulador en el mundo imaginativo. Simplemente no hay que trasladar a este mundo imaginativo lo que el mundo físico nos impone. Esto lo hacen los que son nebulistas, que son fantasiosos o tal vez personas imaginativas en el mejor sentido de la palabra. Toman algunos medios del mundo sensorial-físico y los combinan y separan según algún criterio de preferencia. Eso puede ser muy bonito, pero con la cognición imaginativa no puede ocurrir. Tiene que haber algo ahí que dé lugar de tal manera a unir un eslabón con otro, a establecer conexiones.

Si ahora toman esta idea, verán: Aquí llega uno a algo que vive en el mundo imaginativo, que actúa en el mundo imaginativo del mismo modo que nuestra propia mente actúa conectando y separando las ideas del mundo ordinario. Ahí es donde se llega a lo objetivo. Se sale de los mundos que se dan como percepciones sensoriales; pero se entra en algo que conecta y separa.

¿Qué es entonces eso? Me gustaría decir que se experimenta de tal manera que la imaginación comienza a desplegar su propia vida. Permítanme una comparación: Si observamos un embrión humano en una fase muy temprana, se aprecia que ha desarrollado en gran medida la cabeza, con los demás órganos sólo vagamente unidos a ella; pero después van adquiriendo su forma. Del mismo modo, lo que vive en el mundo imaginativo crece interiormente. No se le pueden asignar ideas arbitrariamente. Surge por sí mismo. Por lo tanto, en él vive algo que surge por sí mismo. Y esto se reconoce gradualmente como el mundo que llamamos el mundo de la tercera jerarquía: Ángeles, Arcángeles, Arcai.

Es un proceso muy real de la experiencia humana el que se vivencia. Ahora se lo he descrito como un proceso de cognición. Pero no es un mero proceso de cognición, porque lo que está activo allí es lo que vive en el yo y en el cuerpo astral.

Ahora recuerden: somos niños, crecemos. Primero recibimos el mundo de la imitación dentro de nosotros hasta la edad de siete años, luego el mundo que aceptamos con autoridad hasta la edad de catorce o quince años, y así sucesivamente. Si podemos observar la vida, nos daremos cuenta de cuánto, -no todo, por supuesto-, de lo que absorbemos de este modo, a través del hecho de que las percepciones sensoriales llegan a nosotros y nosotros procesamos las percepciones sensoriales y las ideas, entra en nosotros a partir de lo que más tarde leemos en el rostro de la persona. Comparemos el rostro apagado de una persona que no pudo asimilar nada, que no pudo procesar nada de las percepciones sensoriales en la vida de la imaginación, con el rostro parlante, la fisonomía parlante de alguien que de niño fue introducido en el mundo sensorial y su procesamiento en la imaginación de la manera correcta. Esto es algo que vive en nosotros desde lo anímico-espiritual. Allí nos moldeamos. Es, me gustaría decir, lo más sutil que actúa en nosotros y que sólo de forma muy sutil extiende sus poderes a toda la vida física del ser humano. ´

Si pueden ustedes observar a las personas, podrán ver todavía en sus últimos años si han tenido una infancia feliz o el tipo de infancia que a veces es el caso entre los maestros contemporáneos. No se trata de una irrealidad que actúa desde el yo y el cuerpo astral en toda la persona. El investigador espiritual sólo mira lo que realmente vive allí, en el yo y en el cuerpo astral, y lo descubre a través de su mundo imaginativo. Descubre el mundo de los Ángeles, Arcángeles y Arcai. Pero esto está contenido en lo que se desarrolla en el ser humano, en que lo forma lo anímico-espiritual, lo forma de tal manera que su formación es inicialmente individual. Podemos observarlo de la manera que acabo de describir. Pero esta formación es también de tal naturaleza que pertenece a un grupo humano, a un pueblo. Distinguimos lo que crece en el ser humano en la medida en que pertenece a un grupo humano, a un pueblo, y a su vez distinguimos a un ser humano moderno de un griego antiguo. En resumen, distinguimos el desarrollo individual del hombre, dependiente de la Jerarquía de los Ángeles; el desarrollo nacional, el desarrollo en los diversos grupos étnicos internos, provocado por la Jerarquía de los Arcángeles; y distinguimos entre los hombres de diferentes épocas, provocado por la Jerarquía de los Archai.

Lo que se descubre a través de la ciencia espiritual son realidades que son efectivas, efectivas en los espíritus de los tiempos, efectivas en los espíritus de los pueblos, efectivas en esos espíritus que llevan la vida del ser humano individual de la conciencia a lo constitucional, a la vida orgánica. No hacemos nuestra propia fisonomía, a la manera en que el relojero hace un reloj, por el hecho de que tal vez hayamos sido educados en nuestra juventud para tener una perspectiva alegre y se nos haya dado una fisonomía amable; algo debe ayudar. El ser de la jerarquía de los ángeles ayuda. Y ciertamente no nos situamos en un pueblo, ni formamos las diversas fisonomías del pueblo, a la manera en que el relojero hace el reloj.

Como ven, llegamos a realidades que sólo se revelan en el conocimiento, pero que son efectivas en el interior del ser humano. Tenemos al ser humano, por así decirlo, desde un lado, para hablar con los antiguos clarividentes: desde el lado de la cabeza de la serpiente. Abordemos ahora el asunto desde el otro lado. Llegamos a ese otro lado, a la cola de la serpiente, volviéndonos hacia el mundo de los recuerdos que surgen desde abajo, desde donde el hombre también reconoce este mundo, donde lo subjetivo y lo objetivo pierden su sentido.

Sí, lo que emerge como poder de la memoria es captado efectivamente por el yo, pero emerge de profundidades muy subterráneas del ser humano. Sabemos, o al menos podemos saber, lo íntimamente conectados que estamos con nuestra naturaleza humana cuando desplegamos este poder de la memoria. Esto nos introduce aún más en esas profundidades que no podemos alcanzar en la vida ordinaria con nuestra experiencia espiritual. Nos lleva a algo que somos, pero que es lo mismo que nuestra naturaleza exterior. Hay algo dentro de nosotros que es exactamente igual a nuestra naturaleza exterior. No estamos en esa conexión íntima con ella como lo estamos con el mundo, que entendemos bajo la jerarquía de los Ángeles, Arcángeles, Arcai. Allí actúa algo que no está en absoluto tan cerca de nuestra conciencia actual. Me gustaría decir que sólo hay un fino velo entre nuestra conciencia actual y los Ángeles, los Arcángeles, los Archai. Pero cuando descendemos a esa parte interna del ser humano, nos sumergimos en un mundo que está profundamente oculto a la conciencia ordinaria, desde la cual sólo brilla el poder de la memoria, que aún podemos, me gustaría decir, interceptar. Pero lo que interceptamos allí está relacionado con contenidos que sobrepasan la conciencia ordinaria.

Pero del mismo modo que podemos alcanzar el mundo que acabo de describir y del cual estamos separados en nuestros conceptos como por una fina piel, ahora también podemos, progresando en la ciencia espiritual, reconocer el mundo que se nos señala en el otro lado: en el lado al que llegamos cuando damos la vuelta o nos volvemos hacia el otro lado de la serpiente. Pero sólo alcanzamos este mundo cuando nos elevamos al tercer nivel de cognición espiritual, a la intuición. Y entonces llegamos a esos seres que en mis libros se enumeran como serafines, querubines y tronos. Este es el mundo de los querubines, serafines y tronos, que está tan detrás de lo que resplandece como actividad en la memoria en nuestra vida anímica, como el mundo de los Ángeles, Arcángeles y Arcai vive detrás de las percepciones sensoriales y las representaciones.

Mañana hablaremos de estas conexiones entre el mundo humano que vive bajo los recuerdos con estas jerarquías y con lo que se interpone entre ellas, kyriotetes, dynamis, exusiai.

Traducido por J.Luelmo jun,2025


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