El desarrollo del niño hasta su madurez sexual -
Si queremos comprender el significado de la era materialista, debemos considerar el desarrollo del ser humano, en la medida en que todas las fuerzas básicas esenciales de este ser humano entran en consideración en este desarrollo. Consideremos en primer lugar este desarrollo humano desde un cierto punto de vista. Retomaré algunos de los puntos que ya he expuesto en el transcurso del último período para llegar a una determinada meta.
A menudo me he referido a la gran importancia del período en el desarrollo humano individual, que coincide con el cambio de dientes alrededor de los siete años. Este cambio de dientes significa que ciertas fuerzas que estaban presentes en el organismo humano hasta este momento y que estaban activas en este organismo se liberan de cierta manera y ya no realizan la actividad que realizaban hasta este cambio de dientes. En el momento en que comienza este cambio de dientes, y en el tiempo o a través del tiempo en que tiene lugar, el ser humano es de hecho un ser transformado, metamorfoseado. Lo que sale a la luz en la aparición de los segundos dientes, en esta expulsión de los segundos dientes, es lo que hasta ahora ha estado actuando en el organismo humano. Y después, cuando emerge, cuando se libera del organismo, por así decirlo, aparece como una fuerza más espiritual que antes. Siguiendo esto, llegamos a la conclusión de que hasta estos siete años actúa en el ser humano una fuerza espiritual, que hasta cierto punto concluye su trabajo en el organismo con el cambio de dientes. Si hemos adquirido cierta inclinación y capacidad para observar tales cosas, podemos ver cómo se transforma toda la constitución del alma del niño en esta etapa de la vida, cómo surge la capacidad de formar conceptos contorneados a partir de esta etapa de la vida, cómo aparecen otras facultades mentales. ¿Dónde estaban estas facultades mentales hasta el cambio de dientes? Estaban en el organismo, trabajaban en el organismo. Lo que más tarde se convierte en psíquico antes estaba trabajando en el organismo.
Llegamos a una visión de la interacción entre el alma y el cuerpo, completamente diferente de la que se describe en todas las descripciones psicológicas abstractas que hablan de un paralelismo psicofísico o de una interacción abstracta entre el alma y el cuerpo y similares. Llegamos a una visión real de aquello que durante los primeros siete años de la vida de una persona, actúa de manera importante en el organismo. Hasta cierto punto, vemos lo que hasta ese momento estaba oculto y luego se libera, apareciendo ahora como una fuerza anímica. Sólo tenemos que adquirir un don de observación para tales cosas, entonces veremos un cierto sistema de fuerzas trabajando en el cuerpo, por así decirlo, durante los primeros siete años de la vida de una persona, y después de este período de vida lo veremos emerger como una fuerza espiritual. Entonces sabemos lo que realmente actúa en el organismo humano, al menos en parte, para esta sustancialidad; entonces sabemos lo que actúa en el organismo humano en los primeros siete años de vida.
Ahora bien, cuando una persona se encuentra en el estado de su vida que tiene lugar entre dormirse y despertarse, entonces lo que acabo de describir desempeña un papel importante en dos estados sucesivos. También se puede observar cómo el niño duerme de cierta manera diferente a la persona en la que se convierte después del cambio de dientes. Aunque la diferencia no es tan evidente, está ahí. Hasta su séptimo año el niño no puede todavía enviar a su estado dormido, -al estado propio del alma entre el dormirse y el despertarse-, con el mismo poder lo que más tarde envía como fuerzas del alma; porque estas fuerzas tienen que ver todavía con lo físico, precisamente con el organismo corporal. Por lo tanto, el niño todavía no envía al estado dormido los conceptos claramente definidos. Lo que envía al estado dormido son conceptos todavía poco definidos, ideas todavía poco definidas; pero estas ideas menos definidas tienen la particularidad de que pueden abarcar lo real anímico-espiritual mejor que las ideas definidas.
Esto es algo importante, cuanto más definidos sean nuestros conceptos para la vida diurna de vigilia, menos enviamos al estado dormido para captar allí las realidades. Por lo tanto, desde su estado dormido en muchos casos, el niño adquiere un cierto conocimiento de la realidad espiritual. Esto cesa luego en la misma medida en que las fuerzas descritas se liberan con el cambio de dientes, aparecen conceptos nítidamente definidos y éstos influyen luego en la vida dormida. Estos conceptos nítidamente definidos amortiguan, por así decirlo, la visión de las realidades espirituales en las que vivimos entre el dormir y el despertar.
Lo que acabo de decir puede comprobarse mediante la visión suprasensible, si esta visión suprasensible desarrolla el poder que a menudo he descrito, y que también encontrarán descrito en mi «Ciencia Oculta en Esquema», en mi escrito «¿Cómo se alcanza el conocimiento de los mundos superiores?». Cuando la visión suprasensorial llega al poder de la imaginación, es decir, cuando aparecen esas imágenes de las que sabemos que subyacen realidades espirituales, entonces llegamos gradualmente a ver esas realidades espirituales en medio de las cuales estamos entre el dormir y el despertar, y entonces podemos también juzgar cómo es la diferencia entre el niño dormido antes del séptimo año y el niño dormido después del séptimo año. Entonces podemos ver cómo se amortigua, hasta cierto punto, al mirar lo que se nos vuelve bastante claro de nuevo hasta cierto punto en la imaginación, al mirar estas realidades espirituales, en el centro de las cuales nos encontramos entre quedarnos dormidos y despertarnos.
Cuando se ha producido el cambio de dientes, lo que se puede captar en cierto modo a través de la imaginación se forma en el alma hasta la madurez sexual. A través de la imaginación, es como simplemente adquirimos experiencia de lo que está desarrollándose en el alma humana. La experiencia que acabo de describir con respecto al estado entre dormirse y despertarse es sólo una de las experiencias que uno tiene a través de un conocimiento imaginativo. En esos interesantes estados que tienen lugar en el niño desde el cambio de dientes hasta la madurez sexual, vemos cómo hay en realidad una fuerte lucha en el ser humano en desarrollo. En esta etapa de la vida, el cuerpo etérico, que experimenta su organización particular hasta la madurez sexual, lucha contra el cuerpo astral. Se trata de un verdadero estado de lucha que tiene lugar en el niño. Y si consideramos el equivalente físico que corresponde a este estado de lucha, podemos decir que en esta etapa de la vida del niño hay una lucha pronunciada entre las fuerzas del crecimiento y las fuerzas que actúan en nosotros a través del acto físico de inspirar, a través de la respiración. Se trata de un proceso muy significativo dentro del ser humano, un proceso que, para conocer al ser humano, habrá que estudiar cada vez más. Porque lo que se libera en parte en el alma a través del cambio de dientes es, después de todo, las fuerzas del crecimiento. Por supuesto, una parte considerable de estas fuerzas del crecimiento permanece todavía en el cuerpo y es responsable del crecimiento allí; una parte se libera cuando cambian los dientes, y esto aparece como fuerzas del alma.
Pero aquello que sigue funcionando como fuerzas de crecimiento en el niño se opone a algo que ahora tiene lugar en el niño esencialmente a través del proceso respiratorio. Lo que ocurre en ese proceso respiratorio no podría ocurrir antes. Es verdal que el proceso respiratorio también está presente en el niño, pero mientras el niño tenga en su crecimiento corporal y en su organización corporal las fuerzas que luego surgen durante el cambio de dientes, no tiene lugar en el organismo del niño nada de lo que el proceso respiratorio producirá en realidad tan llamativamente, tan significativamente más tarde en el cuerpo humano. Pues gran parte de nuestro desarrollo depende de este proceso respiratorio. De ahí esos ejercicios orientales que se ocupan particularmente del proceso respiratorio, porque con esta vivencia del proceso respiratorio, que se da en estos ejercicios, uno entra realmente en contacto con algo que organiza al ser humano, que lleva al ser humano corporalmente a una movilidad interior que tiene algo que ver con ver a través de los secretos del mundo.
Como ya hemos dicho, antes de que se produzca el cambio de dientes, no puede activarse en el organismo humano, lo que la respiración realmente requiere de nosotros. Sin embargo, después se produce una lucha entre las fuerzas de crecimiento restantes y la introducción de lo que penetra en el ser humano mediante el proceso respiratorio. Pues el primer gran y significativo acontecimiento que ocurre físicamente, como consecuencia del proceso respiratorio, es la madurez sexual.
Esta conexión entre la respiración y la madurez sexual aún no está reconocida por la ciencia natural. Pero sin duda existe. En realidad respiramos aquello que nos hace madurar sexualmente, pero que también nos da la oportunidad de entrar en una relación de abrazo amoroso con el mundo en un sentido más amplio. Esto es lo que realmente respiramos. También hay un elemento espiritual en todo proceso natural. En el proceso de respiración hay un elemento espiritual y otro anímico-espiritual. Lo anímico-espiritual penetra en nosotros a través del proceso de respiración. Sólo puede entrar cuando las fuerzas que antes actuaban en el organismo se han vuelto espirituales y dejan de actuar en el organismo con el cambio de dientes. Entonces lo que quiere venir del proceso respiratorio fluye hacia el interior del ser humano.
Pero esto es contrarrestado, -y de ahí viene la lucha-, por lo que proviene de los procesos de crecimiento, que acaban de seguir siendo procesos de crecimiento, en otras palabras, aquello que proviene de las fuerzas etéricas. Y esta lucha existe entre las fuerzas etéricas, entre las fuerzas que surgen de nuestro cuerpo etérico y que encuentran su equivalente físico en el sistema metabólico, en la circulación sanguínea, y las fuerzas astrales. El metabolismo participa en el sistema circulatorio, en el sistema rítmico. De modo que podemos decir esquemáticamente: Tenemos nuestro sistema metabólico, pero éste interviene en nuestro ritmo sanguíneo, en el sistema rítmico circulatorio; el sistema metabólico, que he dibujado aquí esquemáticamente en blanco, interviene en el sistema circulatorio (ver dibujo, en rojo). Esto es lo que irrumpe hacia arriba desde el lado del cuerpo etérico en el ser humano en este tiempo entre el séptimo y el decimocuarto año.
El cuerpo astral trabaja en contra de esto. Entonces tenemos ese ritmo en el correlato físico que proviene de la respiración, y esta batalla tiene lugar entre el ritmo de la circulación sanguínea y el ritmo de la respiración (azul). Esto es lo que ocurre internamente en el ser humano en esta etapa de la vida.
Y se puede decir, hablando un poco en sentido figurado, en una imagen quizá aparentemente radical: Es aproximadamente entre el noveno y el décimo año de vida cuando en cada niño lo que antes, quiero decir, tenía lugar en el enfrentamiento preliminar, lo que tenía lugar en las escaramuzas previas al enfrentamiento decisivo propiamente dicho, se transfiere al enfrentamiento decisivo. El cuerpo astral y el cuerpo etérico llevan a cabo su encuentro decisivo entre el noveno y el décimo año de vida.
Por eso este periodo, este momento, es tan importante de observar para el profesor. Como profesor, educador o instructor, hay que prestar mucha atención a algo que ocurre entre el noveno y el décimo año de vida. En cada niño se puede ver algo muy especial. Ciertos rasgos temperamentales sufren una cierta metamorfosis. Surgen ciertas ideas. Pero, sobre todo, en este momento es cuando uno debe empezar, -mientras que antes era bueno no dejar que el niño se diera cuenta de nada sobre la diferencia entre el yo y el mundo exterior-, a permitir que surja esta diferencia entre el yo y el mundo exterior. Mientras que antes era bueno contarle al niño cuentos de hadas y demás, como si los procesos de la naturaleza fueran como los procesos humanos, al personificarlos y explicarlos, después ya puede uno empezar a enseñarle al niño sobre la naturaleza de una manera más didáctica.
Sólo a partir de este momento debería presentarse al niño, la historia natural, incluso en su forma más elemental. Porque el niño acaba de sentir el yo cuando empieza a sentirlo claramente en la primera etapa de la vida. Es en este momento cuando relaciona un concepto claramente definido, un concepto más o menos naturalmente definido, con este yo. Sólo en este momento el niño aprende realmente a diferenciarse del mundo exterior. Y esto corresponde a un enfrentamiento muy definido del ritmo respiratorio y del ritmo circulatorio, del cuerpo astral y del cuerpo etérico.
En las personas estas cosas siempre tienen dos caras. Una se presenta en el estado entre despertarse y dormirse. Acabo de describir la situación en este estado. En el estado entre dormirse y despertarse, la situación es algo diferente. Si acabamos de avanzar hasta la imaginación y hemos desarrollado algo de inspiración, de modo que mediante la inspiración podamos juzgar lo que sucede allí debido al proceso respiratorio, que es el equivalente físico, encontramos que en realidad sólo en este momento tiene lugar, -para algunos niños ocurre un poco antes y para otros un poco después, pero en promedio entre el noveno y el décimo año de vida-, cuando duerme una verdadera separación del yo y del cuerpo astral, de su enlace de los cuerpos etérico y físico. El niño está muy íntimamente conectado con sus cuerpos físico y etérico, en particular con su yo, incluso cuando está dormido. Pero a partir de este momento, el yo comienza a iluminarse como un ser independiente cuando el yo y el cuerpo astral no participan en las funciones del cuerpo etérico y del cuerpo físico.
Por lo tanto también sucede que los niños que mueren antes de esta edad, tienen básicamente algo en la vida por la que atraviesan hasta el quinto, sexto, séptimo, incluso hasta el octavo, noveno año de vida, algo que todavía los separaba un poco de aquel mundo anímico-espiritual por el cual él atraviesa entre la muerte y un nuevo nacimiento; de modo que los niños son atraídos con relativa facilidad de nuevo a este mundo anímico-espiritual, que están, por así decirlo, sólo un poco apegados a la vida que han completado al ser concebidos o al nacer, que sólo se produce, si tenemos en cuenta este morir, un corte real de una nueva vida, únicamente cuando los niños mueren después de esta edad. En cierto sentido, la nueva vida no se vincula a la antigua de forma tan intensa. Sólo entonces se experimentan claramente los estados que he descrito en mi «Teosofía», mientras que en el caso de los niños que mueren antes ocurre que son, por así decirlo, lanzados de nuevo hacia atrás y conectan la vida que han experimentado en la tierra con la vida que llevaron hasta el momento de la concepción o nacimiento. Hay que decir que lo que tenemos ante nosotros en el niño hasta este momento entre el noveno y décimo año de vida es realmente tal que contiene lo físico-espiritual y lo anímico-espiritual mucho más inseparablemente de lo que el ser humano posterior los contiene. El ser humano posterior es un ser mucho más dualista que el niño. El niño tiene lo anímico-espiritual dentro de su cuerpo, y lo anímico-espiritual actúa sobre el cuerpo. Lo anímico-espiritual aparece como dualidad en relación con lo anímico-físico sólo después de este momento descrito. De modo que hay que decir: A partir de este momento, lo anímico-espiritual en el ser humano se ocupa menos de lo físico que antes. El niño como ser corporal es un ser mucho más espiritual que el ser humano posterior. El cuerpo del niño todavía está impregnado por las fuerzas anímicas en su crecimiento, porque las fuerzas anímicas todavía permanecen, aunque una gran parte acaba de cambiar con el cambio de dientes.
Por tanto, podemos decir: A partir del duodécimo año de vida, este enfrentamiento que he descrito se calma gradualmente en cierto modo, y con la madurez sexual el cuerpo astral entra en su pleno apoderamiento en la constitución humana. Pero aquello que entonces se desprende del ser humano, aquello que más tarde se preocupa menos de lo físico, por así decirlo, es entonces también aquello que lleva al ser humano de vuelta a través de la puerta de la muerte al mundo anímico-espiritual cuando muere. Como he dicho, el niño en su edad más temprana es devuelto más a su vida anterior, el ser humano después de este período de tiempo se separa de su vida anterior. Y lo que se libera allí contiene las semillas para atravesar la puerta de la muerte. A través de estas cosas puede verse con mucha precisión con un conocimiento imaginativo, y pueden señalarse los detalles con mucha precisión. Se puede señalar cómo las fuerzas que surgen allí conducen a conceptos de contornos agudos, -que, sin embargo, amortiguan las realidades espirituales en medio de las cuales vivimos cuando dormimos-, y que convierten al ser humano en un ser independiente.
Al aislarse, al amortiguar las realidades espirituales, el hombre se convierte en el espíritu entre espíritus que debe ser cuando atraviesa la puerta de la muerte. El niño, me gustaría decir, siempre se desliza en las realidades espirituales; el hombre posterior se desprende de estas realidades espirituales, se vuelve consistente en sí mismo. Sin embargo, lo que se convierte en consistente sólo puede verse a través del conocimiento imaginativo e inspirativo, pero está presente en el ser humano. El proceso al que me referí ayer tiene lugar. Si el hombre no permite que la ciencia espiritual tenga efecto en él, entonces ya es así: Lo que allí se desprende. -especialmente en una época en la que el hombre sólo recibe conceptos materialistas y conceptos intelectualistas, en la que el intelectualismo y el materialismo son llevados a la escuela, porque nuestras materias escolares individuales son materialistas-, lo que allí se desprende se organiza en la dirección ahrimánica. Como durante el día también estamos dormidos en relación con nuestra voluntad, y por lo tanto también en relación con nuestros instintos, lo que allí se desprende capta los instintos. Absorbiendo los conceptos de la ciencia espiritual es como nos educamos para superar esta vida instintiva.
Cualquiera que sea un mero intelectualista y materialista o sensorialista dice que sí de estos conceptos científico-espirituales: Sí, estos conceptos científico-espirituales son fantasías, ¡no describen nada de lo que es real! - Él sólo llama «real» lo que los sentidos pueden ver. Pero no es eso lo que estos términos pretenden describir. Todos los términos que se encuentran en mi «Ciencia Oculta» no pretenden describir el mundo sensorial externo, sino un mundo suprasensible. Si uno acepta estos conceptos, entonces acepta conceptos sobre este mundo suprasensible, aunque todavía no pueda mirar en él. Uno adopta conceptos que son adecuados para el mundo suprasensible, que no son aplicables al mundo sensible, físico, y también se desprende de aquello que en sí mismo vive del hombre en el mundo físico-sensible, es decir, de los instintos.
Pero la raza humana necesita esta educación, de lo contrario la humanidad descendería cada vez más al caos social. Porque la consecuencia real, -como dije ayer-, la consecuencia real del intelectualismo y el materialismo en la ciencia, la consecuencia real de nuestro enfoque científico actual en general, es una condición social que es caótica y que ahora está emergiendo en el este de Europa de una manera tan terrible.
Como he dicho, no se puede utilizar la lógica para deducir el bolchevismo de la filosofía de Mach, de la filosofía de Avenarius o de la filosofía de Bergson; pero la verdadera lógica lleva a ello, lo deduce. Esto es algo que la humanidad actual debe comprender, que el desarrollo de los últimos siglos ha provocado un dualismo entre la visión que el hombre tiene de la naturaleza y su mundo moral de ideas. Por un lado, tenemos una visión de la naturaleza que trabaja sólo con la necesidad natural, como he subrayado a menudo, que quiere ser estricta y exacta, que quiere atribuirlo todo a ciertas conexiones causales, causalidades, como se suele decir. Esta visión de la naturaleza construye una estructura del mundo, formula hipótesis sobre el principio y el fin de la Tierra.
Se contrasta con lo que el hombre experimenta en los ideales morales y religiosos. Pero esto está completamente desligado de lo que vive en la visión de la naturaleza. Por eso hay tanto empeño en justificar este contenido moral-religioso por una mera certeza de fe. Se ha convertido casi en un sistema dejar que este contenido moral-religioso se mantenga solo, dejarlo intocado, por así decirlo, por el contenido que se tiene cuando se describe la naturaleza externa, pues se siente cómo el uno destruye al otro, cómo no puede existir junto a él. Y nuestra visión actual de la naturaleza, tal como es en su última fase, donde ha unido la óptica y la electrodinámica, esta visión de la naturaleza, que vive allí en su última fase, conlleva necesariamente la idea de la muerte del calor. Pero entonces la tierra muere con toda su gente al final de la tierra, y entonces ningún alma humana se desarrolla a pesar de todos los ideales morales. Más allá de este fin de la tierra rige la ley de la conservación de la fuerza, de la conservación de la energía; entonces, mediante esta ley de la conservación de la energía, se da la muerte en la tierra, entonces la tierra muere con todas las almas humanas, del mismo modo que, según el punto de vista del materialista, el alma humana debe morir con el cuerpo humano. Sólo si nos damos cuenta de que lo que vive moralmente en nosotros, lo que está impregnado de ideales religiosos, vive en nosotros como un germen que contiene una realidad en sí mismo, igual que el germen en una planta que crece hasta convertirse en la siguiente forma de la planta al año siguiente; Sólo si tenemos claro que lo que vive moralmente en nosotros es el principio germinal de una futura existencia natural, y que la tierra con todo lo que contiene en su interior, visible a nuestros ojos, audible a nuestros oídos, perceptible por nuestros otros sentidos, no está sujeta a la ley de la conservación del poder, sino que muere, se desprende de todas las almas humanas, que entonces llevan los ideales morales como un nuevo acontecimiento natural, como la existencia de Júpiter, Venus, Vulcano; sólo si tenemos claro esto: El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras, es decir, el Logos que se forma en las almas humanas, no pasarán, -cuando tengamos clara, literalmente clara esta palabra, sólo entonces podremos hablar con honestidad sobre el contenido moral y religioso de nuestras almas humanas. De lo contrario, es deshonesto. De lo contrario, estamos, por así decirlo, colocando la moral en el mundo y aferrándonos a una certeza distinta de la que es la certeza de la naturaleza. Pero si nos damos cuenta de que, si las palabras de Cristo son ciertas, un cosmos comienza con la moral que se liberará a sí misma de las envolturas muertas cuando este cosmos se desmorone en polvo, entonces tenemos una visión del mundo que muestra lo moral y lo natural en sus metamorfosis.
Esto es lo que la humanidad contemporánea debe penetrar. Porque es imposible llegar ni siquiera al concepto social más simple que utilizamos aplicando el pensamiento natural que se ha desarrollado en los últimos siglos. Pues en estos conceptos sociales debe vivir algo de lo que la moral reconoce al mismo tiempo en su significación cósmica. El hombre debe aprender de nuevo cómo es un ser cósmico. No entenderá cómo organizar los asuntos sociales aquí en la Tierra hasta que no haya reconocido que él, como ser humano, está conectado con intenciones cósmicas, con entidades cósmicas.
Esto es lo que sienten las personas de nuestra época que pueden sentir en sus almas toda la tragedia que ha supuesto el abismo entre la visión de la naturaleza y la visión moral que tenemos. Tal vez sólo unos pocos sientan todo el significado de este abismo, pero debe ser salvado. Debe surgir de nuevo la posibilidad de tomar al pie de la letra esta palabra: «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán». Es decir: lo que germina en el alma humana se desplegará justo cuando la tierra haya perecido.
Pero no se puede ser un seguidor honesto de la ley de la conservación de la energía y creer al mismo tiempo que el mundo moral tiene un sentido eterno. Sólo en la medida en que uno encuentre el valor de ver a través de la esencia de nuestra visión de la naturaleza desde este mismo centro, encontrará una salida al caos del presente. Esta salida sólo se puede encontrar si la gente decide recuperar, y ahora conscientemente, aquella sabiduría que la humanidad tuvo antaño en aquellos antiguos misterios de forma instintiva. Si la humanidad decidiera penetrar conscientemente en el mundo espiritual, la posibilidad objetiva está ahí, queridos amigos. Desde finales del siglo XIX, una oleada del mundo espiritual intenta penetrar en nuestro mundo físico. Me gustaría decir que está entrando a toda prisa, que está ahí. La gente sólo tiene que abrir sus corazones y sus mentes y hablará a los corazones humanos y a las almas humanas. El mundo supra-sensorial tiene buenas intenciones, pero la humanidad sigue resistiéndose a él. Y lo que la segunda década del siglo XX experimentó de manera tan terrible es, en última instancia, la resistencia de la humanidad a la oleada del mundo espiritual que quiere irrumpir. Pero uno quisiera decir que es en su peor momento cuando el espíritu científico se vuelve contra esta afluencia del mundo espiritual. Al fin y al cabo, una vez que han surgido los hábitos materialistas e intelectualistas del pensamiento, no se quiere aportar de ninguna forma lo que se puede obtener del mundo espiritual.
En este sentido, la ola intelectualista-materialista alcanzó su apogeo en la segunda mitad del siglo XIX. Por supuesto, el materialismo se venía gestando desde hacía mucho tiempo. Siempre he señalado su comienzo histórico-mundial real; pues lo que se vivía en Grecia como materialismo fue sólo un preludio, por ejemplo en Demócrito y otros. El materialismo sólo ha desarrollado gradualmente su significado histórico-mundial a partir de mediados del siglo XV. Ciertamente se desarrolló lentamente, pero incluso aunque la tradición dogmática, incluso aunque la tradición real hubiera muerto, todavía existían, me gustaría decir, sensaciones de que hay un mundo espiritual al igual que un mundo físico, que este mundo espiritual puede ser captado, pero que no puede captarse por el mero comportamiento humano intelectualista.
Hoy en día, algunas personas que todavía no ven la esencia de esto miran hacia atrás con cierta nostalgia incluso a tiempos no tan lejanos, cuando incluso los pensadores positivistas y materialistas todavía se habrían avergonzado de considerar lo humano de una forma tan completamente inhumana. En el fondo, sólo en la segunda mitad del siglo XIX se intentó hacer esto, considerar al hombre de un modo completamente inhumano, extinguir lo específicamente humano. Esto se compensó con el hecho de que el hombre desarrolló gradualmente un modo de pensar relativamente abstracto, como el que ha surgido en la forma más reciente de la teoría de la relatividad. Por eso es interesante, y hay que tenerlo en cuenta, que todavía haya algunos espíritus que se remitan a los tiempos en que incluso los espíritus de orientación materialista querían saber que lo que había que hacer con respecto al hombre debía tratarse desde el espíritu.
Ciertamente, Auguste Comte era un espíritu completamente intelectualista, positivista, pero no vivía todavía en la época de finales del siglo XIX, cuando el hombre ya había sido totalmente expulsado de la visión humana, cuando, debido a que el intelectualismo y el materialismo sólo comprenden la naturaleza exterior, sólo se comprendía la naturaleza exterior, cuando ya no se consideraba la propia humanidad o sólo de tal manera que también se pensaba en la propia humanidad en las imágenes de la naturaleza meramente extrahumana. Y por eso es interesante cuando podemos leer ahora que un pensador inglés, Frederick Harrison, hizo recientemente una declaración sobre Auguste Comte. Dice: "Pienso en un comentario conciso que Auguste Comte hizo hace más de setenta años. Auguste Comte, el positivista, el intelectualista, que todavía estaba algo tocado por la espiritualidad de antaño, ya veía acercarse el momento en que el hombre sería eliminado por completo. Pero a pesar de su positivismo, a pesar de su intelectualismo, le disgustaba lo que se avecinaba y lo que aún no había visto en la forma que tomó en el último tercio del siglo XIX: Nuestros médicos modernos, decía Comte, me parecen esencialmente veterinarios. - Pensaba, -sigue diciendo Harrison-, que con demasiada frecuencia tratan a las personas, especialmente a las mujeres, como si fueran caballos o vacas.
Comte subrayó que las enfermedades deben considerarse normalmente desde más de un lado, que tienen un elemento espiritual en ellas, a veces incluso un elemento espiritual de forma destacada, de modo que un médico para los seres humanos debe ser tanto un filósofo del alma como un anatomista del cuerpo. Afirmaba que el verdadero remedio tiene dos caras. Por esta razón, dice ahora Harrison, rechazaría la unilateralidad freudiana. Y luego Harrison continúa diciendo cómo esta forma que tenía Auguste Comte de ver las cosas, se ha desarrollado más en cierto modo, pero cómo se ha caído sin embargo cada vez más en la forma de ver las cosas que trata a las personas como caballos y vacas y que ha convertido gradualmente a los médicos humanos en veterinarios. Y dice que no se ve por ninguna parte la doctrina principal de Auguste Comte: todo es relativo, -que ya contenía el núcleo justificado de la doctrina de la relatividad. Esta doctrina principal de Auguste Comte tiene un mejor fundamento y una mayor profundidad en la filosofía y en la vida que Einstein. Al fin y al cabo, es refrescante oír hoy una afirmación así, porque vivimos en una época en la que el espíritu de la ciencia se opone a todo lo que viene del lado espiritual, y en particular a todo lo que quiere trasladar el espíritu a la vida humana, a la acción humana, especialmente en ámbitos tan importantes como la acción médica.
Si ahora nos preguntamos: ¿Qué es lo que hace que el materialismo y el intelectualismo sean tan atractivos para la ciencia contemporánea? Bien, miremos cómo van las cosas. Tal como está organizado nuestro sistema escolar, queremos que el profesor se acerque lo menos posible a la configuración completa del niño. El profesor está demasiado cómodo, y él mismo ha sido educado demasiado cómodamente, para acercarse realmente a las sutilezas del desarrollo del niño, como he vuelto a describir hoy. No quiere ocuparse de tales cosas. ¿Qué exigen estas cosas? Exigen que no rehuyamos la transición de la vida ordinaria, en la que vivimos en la ilusión, a una vida completamente diferente, en la que por primera vez tomamos conciencia de la realidad.
Esta transformación del hombre, este cambio del hombre en aras del conocimiento, eso es lo que la gente hoy en día rehúye, lo que no quiere. La gente quiere ascender lo más cómodamente posible a las verdades más elevadas, que entonces sólo pueden ser las abstracciones más elevadas, porque a las abstracciones se llega con cierta comodidad. No es necesario convertirse en otra cosa. Pero no se puede llegar a un contenido real de la vida, tal como subyace a nuestro contenido sensorial exterior, si no se asciende al menos a conceptos que no tienen significado para esta vida sensorial ordinaria, cuyo significado hay que penetrar primero desde el poder del propio ser interior. El hombre ya ha sido colocado en la vida, que también llega hasta este mundo suprasensible, y en nuestra época depende de que este mundo suprasensible le sea iluminado sanamente. Y cuando ayer dije que la cosmovisión materialista-intelectualista no sólo abarca a las pocas personas científicamente instruidas que acaban de pasar por una educación científica, sino que es popular, que vive en términos populares incluso entre las personas más sencillas que hoy creen pertenecer todavía a los viejos credos, entonces hay que decirlo: Es urgentemente necesario que lo que da conocimiento del mundo espiritual fluya en nuestra vida en su conjunto de una manera popular.
Pero los rasgos característicos de la época actual son evidentes allí donde se intenta introducir en ámbitos de la vida lo que puede aportar la ciencia espiritual antroposófica. En la medicina, en la religión, en la vida social, en todas partes debe introducirse lo que ciertamente no se quiere decir de manera sectaria: la ciencia espiritual de orientación antroposófica, la que aparece con la misma seriedad científica que se cultiva en la humanidad desde mediados del siglo XV en la ciencia natural, que está plenamente reconocida.
Y cuando el niño ha crecido, cuando tiene la suerte de pasar por algún tipo de educación superior, - bueno, ya ven cómo es hoy: estos jóvenes, los médicos, teólogos, filólogos, abogados, no se supone que se conviertan en otra cosa, no se supone que se transformen, se supone que permanezcan como son y sólo absorban en abstracciones lo que es su ciencia. Si se intenta dar algo de conocimiento al mundo, entonces es inmediatamente rechazado por aquellos que quieren seguir viviendo esta vida tan cómodamente en abstracciones, -lo que llevaría al caos-, especialmente allí. Y así nos enfrentamos a un síntoma interesante, que me gustaría mencionar como único síntoma. Con ocasión de bastantes conferencias pronunciadas por el predicador de Nuremberg Geyer en diversos lugares, se hizo evidente que la gente, especialmente los científicos, percibían que se estaba intentando introducir la ciencia espiritual de orientación antroposófica en su ámbito de vida. La gente no quiere eso. E incluso la gente bienintencionada no quiere eso. Sienten que tienen que volver a aprender todo su enfoque científico, que tienen que pensar de forma muy diferente sobre sus propios conceptos básicos. Por eso, cuando ocurre algo así, prefieren juzgar las cosas según sus propios conceptos básicos, según sus cómodas abstracciones. Y así, precisamente en relación con las conferencias de Geyer, vemos un ensayo de un alto consejero médico Kolb, director del sanatorio y residencia de ancianos de Erlangen, un psiquiatra, es decir, una persona que en realidad tendría que acoger con la más profunda satisfacción y alegría que esas áreas que sólo pueden ser iluminadas fructíferamente por la ciencia espiritual, las áreas psiquiátricas, fueran iluminadas provechosamente.
La ciencia espiritual sigue de forma sana los caminos que el psiquiatra tiene que recorrer de forma patológica, y la psiquiatría misma sólo puede volverse sana si es iluminada en todos sus ámbitos, en todos sus detalles, por lo que se encuentra de forma sana a través de la ciencia espiritual antroposófica. Por lo tanto, un psiquiatra debe, en primer lugar, permitir que su psiquiatría sea impregnada por la ciencia espiritual; porque esta psiquiatría, después de todo, se ha convertido básicamente en nada más que una psicopatografía. Es algo terrible en el presente, esta psiquiatría. ¿Qué hace el psiquiatra? No siente cómo los rayos de luz que le pueden llegar de la ciencia espiritual antroposófica iluminan la psiquiatría, sino que presenta la ciencia espiritual tal como le parece según la psiquiatría anterior, es decir, aplica el rasero psiquiátrico a la ciencia espiritual. Y si además es bienintencionado, entonces se vuelve particularmente interesante, porque entonces vemos, igual que cuando uno ve su cara reflejada en una bola de jardín: si es una cara hermosa, seguirá viendo la belleza, pero está caricaturizada. Así que, por supuesto, las humanidades deben parecer caricaturescas cuando las retrata alguien que lucha contra ellas con todas sus fuerzas y, sin embargo, es bienintencionado. Al menos es interesante leer algunas de las palabras de este Dr. Kolb, médico psiquiatra jefe, que al fin y al cabo es de buena opinión:
«Considero que el conocido antropósofo Rudolf Steiner es», -perdónenme, tengo que leer esto-, «una personalidad brillante pero extraordinariamente desigual, con algunos rasgos sorprendentes que sólo pueden comprenderse a partir de conocimientos psiquiátricos». El Sr. Geyer, el principal predicador en Nuremberg, parece apoyarse en las enseñanzas de Steiner. He asistido en dos ocasiones a una conferencia pública de este clérigo, al que muchos tienen en gran estima. La conferencia fue una deliciosa obra de arte. Me parecería bárbaro desmenuzar la flor azul de la poesía, que tan graciosamente se nos presentó, y empañar la fragancia azul«, -el azul no parece criticar la fragancia-, »en la que nos pintó el acercamiento de la era Steiner, con colores críticos.
Sólo una cosa debo decir como psiquiatra: lo de Steiner no es otra cosa que pensamiento ordinario, que está influido por una especie de autohipnosis; si una personalidad brillante y, como quiero suponer al principio" -¡más tarde será distinto! - «personalidad moralmente íntegra con una brillante formación científica y general, informada con precisión sobre las enseñanzas religioso-filosóficas hasta la fecha, como es Steiner, mira en su cerebro, por así decirlo, y nos presenta el contenido de su cerebro, entonces, además de numerosos rasgos fantásticos, se encontrarán muchos pensamientos buenos, nobles y moralmente íntegros, ocasionalmente quizá incluso científicamente valiosos».
Ahora les pido que escuchen esto: El pensamiento ordinario, influenciado por la autohipnosis, mira en el cerebro, ¡y lo que entonces se ve en el cerebro se presenta como antroposofía! Por favor, sólo tomen esta ingeniosa frase de este psiquiatra: ¡así que todo cuando se mira en el cerebro está influenciado un poco por la autosugestión!
«Pero si su enseñanza, hasta ahora accesible sólo a los instruidos, fuera lanzada desde el púlpito al pueblo, entonces personas aún menos ingeniosas, sin educación previa, proclamarían los productos de la suya al pueblo asombrado».
¡Ya lo han hecho bastante, estas personas menos instruidas! En efecto, es como si este psiquiatra, que ve en la antroposofía una forma de pensar influida por la autohipnosis que ve en el cerebro, viviera en absoluto fuera del mundo real.
"Puesto que el ocultismo, como el comunismo, ejerce una atracción fatal sobre los débiles mentales, sobre la juventud aún inmadura, sobre los prematuramente ancianos, sobre los fantasiosos, sobre los histéricos, sobre todo sobre los psicópatas, los inestables, los morbosos mentirosos y estafadores, experimentaríamos que en nuestro pueblo, desmoralizado y susceptible por la guerra, la muerte y las penurias y las preocupaciones por el futuro, surgirían semejantes a aquellos cuyas hazañas leemos con horror en la historia de los anabaptistas de Münster. Es un gran mérito de la Iglesia católica que haya rechazado a Steiner con la mayor claridad y rigor« - ¡puede leer sobre esta »claridad y rigor" de gente que vive bastante cerca de nosotros aquí! - «y como protestante, quisiera pedir muy sinceramente a cada uno de los clérigos protestantes que examinen muy atentamente este peligro y el peligro de que nuestra Iglesia degenere en un sectarismo desolador y peligroso antes de recomendar la enseñanza de Steiner, que a menudo resulta peligrosamente tentadora, sobre todo para los cristianos de mentalidad ideal, pero que es difícil de aplicar con rasgos patológicos.»
Así pues, esta lección fue impartida al predicador principal Geyer por un psiquiatra, el oficial médico superior Dr. Gustav Kolb, director del sanatorio y residencia de ancianos de Erlangen.
Pueden ver el estado mental de una persona que ha absorbido completamente los hábitos de pensamiento del espíritu científico moderno. Y, por favor, piensen por un momento, incluso me gustaría que meditaran sobre lo que ocurriría si, en lugar de dirigir su mirada hacia el mundo exterior, en lugar de agudizarla espiritualmente a través de la imaginación, la inspiración, la intuición y luego hacer surgir lo que está escrito en mi «ciencia oculta», por ejemplo, dirigieran esta mirada hacia el interior y describieran ahora el cerebro humano, algo influenciado por la autohipnosis. ¿No es cierto que lo que describe el psiquiatra es una locura? Realmente está inmersa en la psiquiatría, ¡la descripción que surge! Pero hay que decir que una persona como este Gustav Kolb es incluso bienintencionada, porque no cree que deba distinguir el aroma azul con otros colores críticos, incluso piensa que es una barbaridad enfrentarse a la flor azul que lleva el pastor Geyer. Así que por un lado es incluso bonachón; pero es un representante verdaderamente típico de la ciencia moderna.
Esto es lo que cabe esperar y desear de la ciencia moderna para la ciencia espiritual de orientación antroposófica. Por eso hay que mencionarlo siempre: Esta ciencia espiritual de orientación antroposófica necesita ya colaboradores activos que rastreen en todos los rincones lo que se plantea de este modo, y que ahora lo pongan realmente bajo la luz correcta, en la que se pone cuando se señala, en primer lugar, que no puede ser de otro modo desde el punto de vista científico actual, y en segundo lugar, tal como es: cerebro en lugar de antroposofía.
Realmente, hay que liberarse del prejuicio de que hoy es posible convencer a cualquiera aquí o allá de los que están completamente imbuidos de este hábito científico moderno. La alegría que algunos de nuestros miopes seguidores sienten repetidamente por el hecho de poder persuadir a tal o cual persona está fuera de lugar. De lo que se trata es de que la humanidad imparcial se impregne de lo que puede dar de sí la ciencia espiritual de orientación antroposófica, y que esta cientificidad moderna se caracterice entonces con implacabilidad precisamente allí donde se convierte en un sinsentido, aunque sea benigno.
Hoy nos enfrentamos a una tremenda gravedad. Por eso hay que insistir una y otra vez en que debe levantarse el mayor número posible de personas que sientan esta gravedad, que no sólo quieran sentarse y escuchar un poco para sentir placer por las verdades antroposóficas, sino que quieran introducir activamente en toda la vida lo que la ciencia espiritual de orientación antroposófica quiere ser para la vida, y que también tengan el valor y la fuerza de levantarse allí donde sea necesario. Una y otra vez llamo la atención sobre el hecho de que la batalla que se libra contra la ciencia espiritual ha adoptado todo tipo de formas grotescas, ridículas, mendaces y bonachonas pero impotentes. La batalla que se libra contra ella sigue siendo muy exigua. Pero debe librarse para la salvación del desarrollo ulterior de la humanidad. Lo que hay que curar es lo que enferma el espíritu moderno de la ciencia -que, como sabéis, allí donde está justificado, también es plenamente apreciado por la ciencia espiritual- porque también quiere lucirse en aquellos ámbitos de los que no entiende nada.
Traducido por J.Luelmo jun, 2025
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