GA027-10 Función de la grasa en el organismo humano y los engañosos síndromes locales

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CAPÍTULO X


De todas las sustancias en el organismo, la grasa, cuando se toma del mundo exterior es la que menos resulta ser un cuerpo extraño. Pasa más fácilmente que cualquier otra sustancia, de la calidad que trae consigo cuando se toma como alimento, al modo de acción del propio organismo humano. El 80% de la grasa contenida, por ejemplo, en la mantequilla, pasa sin cambios por los dominios de la ptialina y la pepsina y únicamente es transformada por el jugo pancreático en glicerina y ácidos grasos.

Este comportamiento de la grasa sólo es posible porque es la que menos propiedades de la naturaleza específica de un organismo extraño, (de sus fuerzas etéricas, etc.) lleva consigo al organismo humano, pudiendo este último incorporarla fácilmente a su propia actividad.

Esto también se debe al hecho de que la grasa desempeña su papel sobre todo en la producción del calor interior. Ahora bien, el calor interior es el elemento del organismo físico en el que la organización del yo prefiere vivir. De todas las sustancias que se encuentran en el cuerpo humano, sólo aquellas que dan lugar al desarrollo del calor son apropiadas para la organización del yo. Por su comportamiento total, la grasa demuestra ser una sustancia que meramente llena el cuerpo, es meramente transportada por el cuerpo, y es importante para la organización activa a través de aquellos procesos en los que sólo engendra calor. Derivado como alimento, por ejemplo, de una fuente animal, la grasa no aportará nada del organismo animal en el humano, excepto solamente su facultad inherente de desarrollar calor.

Ahora bien, este desarrollo del calor es uno de los últimos procesos del metabolismo. La grasa recibida como alimento se preserva por lo tanto como tal a través de los procesos iniciales y medios del metabolismo; su absorción sólo tiene lugar en la región de las actividades más internas del cuerpo, comenzando con el líquido pancreático.

La presencia de grasa en la leche humana indica una actividad muy importante del organismo. El cuerpo no consume esta grasa, sino que la convierte en un producto de secreción (a través de las glándulas mamarias). Ahora bien, a esta grasa secretada también pasa la organización del yo. En esto consiste la capacidad plástica de la leche materna. La madre transmite así sus propias fuerzas formativas de la organización del yo al niño, y añade así algo más a las fuerzas formativas que ya ha transmitido por herencia.

El proceso saludable se produce cuando las fuerzas formadoras humanas consumen la reserva de grasa presente en el cuerpo en el desarrollo del calor. Por otro lado, cuando la grasa no es utilizada por la organización del yo en los procesos de calor, sino que es arrastrada sin usar al organismo, no es saludable. Dicha grasa dará lugar en un punto u otro del cuerpo a un poder excesivo de producción de calor. El calor así engendrado confundirá otros procesos vitales interfiriendo en el organismo aquí y allá sin ser captado por la organización del yo. Puede surgir lo que puede llamarse focos parasitarios de calor. Estos llevan en sí mismos la tendencia a las condiciones inflamatorias. El origen de los mismos debe buscarse en el hecho de que el cuerpo desarrolla una tendencia a acumular más grasa de la que la organización del yo requiere para su vida en el calor interior.

En el organismo sano, las fuerzas astrales 1 producirán o recibirán tanta grasa como la organización del yo sea capaz de traducir en procesos de calor y, además, tanta como sea necesaria para mantener el mecanismo de los músculos y los huesos en orden. Entonces se creará el calor que el cuerpo necesita. Si las fuerzas astrales suministran a la organización del yo una cantidad insuficiente de grasa, la organización del yo experimentará hambre de calor. El calor necesario debe ser retirado de las actividades de los órganos. Estos últimos se vuelven entonces internamente rígidos y frágiles. Sus procesos esenciales se desarrollan con demasiada lentitud. Vemos la aparición, en un momento u otro, de procesos patológicos para una comprensión de los cuales será necesario reconocer si se deben a una deficiencia general de grasa.

Si por el contrario, como en el caso ya mencionado, hay un exceso de grasa, dando lugar a focos parasitarios de calor, los órganos se adueñarán de tal manera que se volverán activos más allá de lo normal. Surgirán entonces tendencias a la alimentación excesiva, de modo que se sobrecargue el organismo. Esto no implica necesariamente que la persona se convierta en un comedor excesivo. Puede ser, por ejemplo, que la actividad metabólica del organismo suministre demasiada sustancia a un órgano de la cabeza, retirándola de los órganos de la parte inferior del cuerpo y de los procesos de secreción. La acción de los órganos así privados se verá entonces disminuida en su vitalidad. Las secreciones de las glándulas, por ejemplo, pueden ser deficientes. Los constituyentes fluidos del organismo entran en una relación no saludable en su mezcla. Por ejemplo, la secreción de bilis puede llegar a ser demasiado grande en comparación con la del líquido pancreático. Una vez más será importante reconocer cómo un síndrome que surge localmente debe ser juzgado en que puede proceder de una manera u otra de una actividad insalubre de la grasa.

Traducido por J.Luelmo junio2021


1  En el texto original en alemán aparece con el término die animalischen (astralischen)

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