GA027-2 ¿Por qué se enferma el ser humano?

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CAPÍTULO II


Quien reflexione sobre el hecho de que el ser humano pueda enfermarse, se verá envuelto en una paradoja que no podrá evitar si se limita a pensar puramente en la línea de la ciencia natural, tendrá que asumir para empezar que esta paradoja radica en la propia naturaleza de la existencia. Pues, considerado superficialmente, aquello que tiene lugar en el curso de la enfermedad no deja de ser un proceso natural. Lo que tiene lugar en el estado de salud es también un proceso natural.

En primer lugar, los procesos de la naturaleza sólo los conocemos a través de la observación del mundo externo al ser humano, y del propio ser humano en la medida en que lo observamos del mismo modo como una parte de la naturaleza; concebimos que los procesos que tienen lugar en su interior, por complicados que sean, son sin embargo del mismo tipo que los procesos que podemos observar fuera de él, los procesos externos de la naturaleza.

Sin embargo, aquí surge una pregunta que no tiene respuesta desde este punto de vista. ¿Cómo surgen en el hombre (por no hablar, en este punto, del animal) procesos de la naturaleza que van en contra de los procesos saludables?

El organismo humano saludable parecería ser inteligible como parte de la naturaleza; no así el enfermo. Por lo tanto, de alguna manera debe ser inteligible por sí mismo, en virtud de algo que no obtiene de la naturaleza.

La idea que predomina es que lo espiritual en el hombre tiene como base física un proceso muy complicado de la naturaleza, como una continuación de los procesos naturales que encontramos fuera del hombre. Sin embargo, veamos si la continuación de cualquier proceso de la naturaleza basado en el organismo humano sano, suscita alguna vez experiencias espirituales como tales. Es mas bien lo contrario. Cuando el proceso natural continúa de forma ininterrumpida, la experiencia espiritual se extingue. Esto es lo que sucede en el sueño y también en la inconsciencia.

Consideremos, por otra parte, cómo se agudiza la vida espiritual consciente cuando un órgano se enferma. Sobreviene el dolor, o al menos el malestar y el disgusto. La vida del sentimiento recibe un contenido que de otro modo no tiene. La vida de la voluntad se ve perjudicada. El movimiento de un miembro que se produce de forma natural en el estado sano ya no puede realizarse correctamente, el dolor o la incomodidad lo dificultan y lo impiden.

Observa ahora la transición del movimiento doloroso de un miembro a su parálisis. En el movimiento acompañado de dolor tenemos las etapas iniciales de un movimiento paralizado. El espíritu activo interviene en el organismo. En la salud, esta actividad se revela al principio en la vida del pensamiento o de la representación. Activamos una determinada representación y se produce el movimiento de un miembro. Con la representación no entramos conscientemente en los procesos orgánicos que culminan en el movimiento. La representación se sumerge en el inconsciente. Entre la representación y el movimiento interviene el sentimiento a nivel anímico en el estado sano. No se vincula a ningún órgano físico concreto. Sin embargo, en el estado de enfermedad no ocurre lo mismo. El sentimiento que se experimenta en la salud como libre del organismo físico, al sentir la enfermedad este sentimiento se experimenta unido a lo físico.

Esto muestra la relación del proceso de la sensación de salud y la experiencia de la enfermedad. Tiene que haber algo que, cuando el organismo está sano, está menos intensamente unido a él que cuando está enfermo. Para la percepción espiritual este algo se revela como el cuerpo astral. El cuerpo astral es una organización suprasensible dentro de la organización física. Puede intervenir vagamente en un órgano cuando conduce a una experiencia anímica que se sostiene por sí misma y no se experimenta en conexión con el cuerpo. O interviene intensamente en un órgano; entonces conduce a la experiencia de la enfermedad. Una de las formas de enfermedad debe ser concebida como una apropiación anormal del organismo por parte del cuerpo astral, que hace que la parte espiritual del hombre se sumerja en el cuerpo más profundamente que en el caso de la salud.

Pero el pensar también tiene su base física en el organismo. En el estado de salud está aún más libre de lo físico que el sentir. Además del cuerpo astral, la percepción espiritual descubre una especial organización del yo que se expresa libremente en el alma al pensar. Si, con esta organización del yo, el hombre se sumerge intensamente en su naturaleza corporal, la condición resultante hace que la observación de su propio organismo se asemeje a la del mundo exterior - es un hecho que cuando observamos un objeto o proceso del mundo exterior, la idea en el hombre y lo que observa no están en una relación recíproca viva, sino que son independientes entre sí. En un miembro humano esta condición sólo tiene lugar cuando está paralizado. El miembro se convierte entonces en una pieza del mundo exterior. La organización del yo ya no está ligeramente unida a él como lo está en la salud, cuando puede unirse al miembro en el acto del movimiento y retirarse de nuevo en seguida; se sumerge en el miembro permanentemente y ya no es capaz de retirarse.

También en este caso el proceso de movimiento sano de un miembro y el de la parálisis se encuentran uno al lado del otro en su relación. Se ve claramente que la etapa inicial del movimiento sano es el primer comienzo de una parálisis, una parálisis que se libera tan pronto como comienza.

En esta unión intensiva del cuerpo astral o de la organización del ego con el organismo físico debemos ver la esencia misma de la enfermedad. Sin embargo, esta unión no es más que una intensificación de la que existe de una manera más leve en un estado de salud. Incluso la forma normal en que el cuerpo astral y la organización del ego se adueñan del cuerpo humano, está relacionada no con los procesos sanos de la vida, sino con los enfermos. Allí donde el alma y el espíritu actúan, anulan el funcionamiento ordinario del cuerpo, transformándolo en su contrario. Al hacerlo, llevan al organismo a una línea de acción en la que la enfermedad tiende a instalarse. En la vida normal esto se regula directamente, ya que surge por un proceso de auto curación.

Una cierta forma de enfermedad se produce cuando el espíritu, o el alma, se abre paso demasiado en el organismo, con el resultado de que el proceso de auto curación no puede tener lugar en absoluto o es demasiado lento.

Por lo tanto, hay que buscar las causas de la enfermedad en las facultades del alma y del espíritu. La curación debe consistir entonces en liberar [soltar] este elemento anímico o espiritual de la organización física.

Este es un tipo de enfermedad. Hay otro. La organización del ego y el cuerpo astral pueden verse impedidos de alcanzar incluso esa unión más suelta con la naturaleza corporal que está condicionada, en la vida ordinaria, por las actividades independientes del sentir, el pensar y la voluntad. Entonces, en los órganos o procesos a los que el alma y el espíritu no pueden acercarse, habrá una continuación de los procesos sanos más allá de la debida medida que es apropiada para el organismo. Pero la percepción espiritual muestra que en tal caso el organismo físico no se limita a realizar los procesos sin vida de la naturaleza externa. Pues el organismo físico está impregnado de un éter. El organismo físico, por sí solo, nunca podría suscitar un proceso de auto curación. Es en el organismo etérico donde se desencadena este proceso. Por lo tanto, nos lleva a reconocer la salud como aquella condición que tiene su origen en lo etérico. Por consiguiente, la curación debe consistir en un tratamiento del organismo etérico.

Traducido por J.Luelmo junio2021

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