GA027-20 Sustancias terapéuticas típicas

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CAPÍTULO XX


Sustancias terapéuticas típicas

Introducción

A continuación describiremos y explicaremos la eficacia de algunos de nuestros medicamentos típicos. Están concebidos para los trastornos típicos, y en la medida en que un estado patológico sea típico, nuestro medicamento representará el medio necesario para provocar una acción terapéutica en el sentido explicado en este libro. Desde este punto de vista se describirán algunos de nuestros medicamentos.


1. "Esclerón"

El esclerón se compone de plomo metálico, miel y azúcar. El plomo actúa sobre el organismo de tal manera que estimula la acción catabólica de la organización del yo. Si lo introducimos en el organismo donde esta acción es deficiente, la estimulará por tanto, si se administra en dosis suficientemente fuertes. Si las dosis son excesivas, se produce una hipertrofia de la organización del yo. El organismo destruye más de lo que puede acumular y debe desintegrarse. En la enfermedad esclerótica, la organización del yo se debilita demasiado; ella misma no es suficientemente catabólica. Por lo tanto, la destrucción sólo se produce a través del cuerpo astral. Los productos catabólicos se precipitan fuera del organismo y provocan el refuerzo de aquellos órganos que existen en las sustancias salinas. En la dosis adecuada, el plomo retoma el proceso catabólico en la organización del yo. Los productos catabólicos son eliminados y no permanecen como zonas endurecidas en el organismo. Toda la curación de la esclerosis sólo puede consistir en abrir la vía de salida del organismo de los procesos de formación de sal que de otra manera permanecen en el cuerpo.

A través de la conducción se determina la dirección de los procesos de la organización del yo. Además es necesario que estos procesos en su curso, permanezcan transitorios hasta cierto punto. Esto se consigue añadiendo miel. La miel lleva a la organización del ego al estado en que puede ejercer el necesario dominio sobre el cuerpo astral. Por lo tanto, le quita al cuerpo astral su relativa autonomía en la esclerosis. El azúcar actúa directamente sobre la organización del yo. La fortalece en sí misma. Nuestro remedio, por lo tanto, tiene el siguiente efecto: el plomo trabaja catabólicamente a la manera de la organización del yo, no del cuerpo astral. La miel transfiere la acción catabólica del cuerpo astral a la organización del yo y el azúcar pone a la organización del yo en condiciones de cumplir su tarea específica. Se puede observar que las etapas iniciales de la esclerosis se expresan en que la rapidez de pensamiento y el dominio preciso de la memoria cesan. Aplicado en esta fase inicial de la esclerosis, nuestro remedio evitará las fases avanzadas. Sin embargo, resulta eficaz también en las fases posteriores. (Las instrucciones se incluyen con el preparado).

2. "Bidor" como remedio para la migraña

La organización de la cabeza está constituida de tal manera que la porción blanca interna del cerebro (la materia blanca) representa físicamente la parte más avanzada de la organización humana. Esta porción del cerebro contiene una actividad sensorial, que comprende los otros sentidos y en la que trabajan el yo y el cuerpo astral. Participa también en el sistema rítmico del organismo, en el que trabajan el cuerpo astral y el etérico, y también participa, aunque en muy pequeña medida, en el sistema metabólico y de extremidades en el que trabajan el físico y el etérico. Esta parte del cerebro se diferencia de la periferia circundante, la materia gris, que en su organización física contiene mucho más del sistema metabólico y de los miembros, algo más del sistema rítmico, y menos del sistema de los nervios y los sentidos. Si ahora el cerebro central está empobrecido en cuanto a la actividad nerviosa-sensorial y más rico en actividad metabólica debido a una actividad reprimida de la organización del yo, es decir, si el centro se asemeja más al cerebro periférico que en el estado normal, surge la migraña. Su curación dependerá, por tanto, de: 

1. Una estimulación de la actividad nerviosa-sensorial; 

2. Una transformación de la actividad rítmica que se inclina hacia el metabolismo, en una que se inclina más hacia el proceso respiratorio; 

3. Un freno a la actividad metabólica puramente vegetativa que renuncia a la regulación por parte de la organización del yo. 

El primero de estos resultados se consigue con el uso del ácido silícico. El sílice, en combinación con el oxígeno, contiene procesos equivalentes a los que tienen lugar dentro del organismo en la transición de la actividad respiratoria a la nerviosa. 

El segundo resultado se consigue con el azufre. Este contiene aquel proceso por el cual el ritmo inclinado al sistema digestivo se transforma en un ritmo inclinado a la respiración. 

El tercero se logra mediante el hierro, que inmediatamente después del proceso (digestivo) guía el metabolismo hacia los ritmos de la sangre, lo que lleva a la supresión del proceso metabólico mismo. Por lo tanto, el hierro, el azufre y el ácido silícico (procesado) en una forma adecuada deben ser terapéuticos en la migraña. Esto nos ha sido confirmado en innumerables casos.

3. Un remedio para la traqueítis y la bronquitis - Piritas

A continuación hablaremos de un remedio que debe su existencia al conocimiento que puede relacionar los procesos en las sustancias con los procesos en el organismo humano de manera correcta. En este sentido, debemos tener en cuenta que una sustancia es realmente un proceso detenido, un proceso congelado, por así decirlo. Hablando con propiedad deberíamos decir, no piritas, sino piritas-proceso. Este proceso, que está detenido como congelado en las piritas minerales, representa lo que puede resultar del trabajo conjunto de los procesos del hierro y del azufre. El hierro, como vimos en la sección anterior, estimula la circulación de la sangre, mientras que el azufre media la conexión de la circulación y la respiración. El origen de la traqueítis y de la bronquitis, así como de ciertos tipos de tartamudez, se encuentra justo en el lugar donde la circulación y la respiración entran en relación. Este proceso entre la circulación y la respiración es también el proceso por el cual los órganos correspondientes se crean en el período embrionario, y se renuevan continuamente durante la vida. Este proceso puede ser asumido, si no funciona normalmente en el organismo, por la sustancia hierro-azufre introducida en el cuerpo. Partiendo de esta percepción, preparamos un remedio para las formas de enfermedad mencionadas a partir del mineral pirita; y al preparar el remedio, el mineral se transforma de tal manera que sus fuerzas pueden encontrar su camino a través de una indicación interna hacia los órganos enfermos. Debemos, por supuesto, tener conocimiento de los caminos que los procesos de ciertas sustancias tomarán dentro del cuerpo. El proceso del hierro es conducido desde el metabolismo hasta la circulación de la sangre. El proceso del azufre pasa de la circulación a la respiración.

4. Efectos de los compuestos de antimonio

El antimonio tiene una afinidad extraordinariamente fuerte con otros cuerpos, por ejemplo con el azufre. Así, se revela que acompañará fácilmente al azufre en el camino que éste recorre a través del organismo, por ejemplo, en todos los procesos respiratorios. Otra propiedad del antimonio es su tendencia a agrupar formas de cristales. Aquí muestra la facilidad con que obedece a ciertas radiaciones de fuerzas en el medio terrestre. Esta propiedad se hace más evidente cuando el antimonio se somete al proceso Seiger. A través de éste se vuelve filamentoso. Y lo que es aún más significativo, cuando el antimonio se somete al proceso de combustión y se desarrolla su vapor blanco. Este vapor se deposita en superficies frías y forma las flores tan características del antimonio. Ahora bien, así como el antimonio se somete a las fuerzas que actúan sobre él cuando está fuera del organismo humano, también obedece a las fuerzas que le dan forma cuando está dentro. En la sangre existe, por así decirlo, un estado de equilibrio entre las fuerzas que dan y las que disuelven la forma. En virtud de sus propiedades descritas anteriormente, el antimonio puede llevar las fuerzas creadoras de forma del organismo humano a la sangre, si se prepara el camino para ello mediante la combinación con el azufre. 

 Las fuerzas del antimonio son, pues, las mismas que actúan en la coagulación de la sangre. Para la ciencia espiritual el proceso aparece como sigue: el cuerpo astral se fortalece en esas fuerzas que conducen a la coagulación de la sangre. Pues debemos reconocer en el cuerpo astral fuerzas similares a las del antimonio, que actúan en el organismo humano de forma centrífuga desde dentro hacia fuera. Estas fuerzas antimonizantes se oponen a las fuerzas dirigidas desde fuera hacia dentro, que licúan la sangre y ponen la sangre licuada plásticamente al servicio de la formación del cuerpo. Las fuerzas proteicas también actúan en esta dirección. Las fuerzas contenidas en el proceso proteico dificultan perpetuamente la coagulación de la sangre. Tomemos el caso de la fiebre tifoidea; se debe a un exceso de influencia de las fuerzas albuminizantes. Si se administra antimonio en dosis muy pequeñas al organismo, se contrarrestan las fuerzas que dan lugar a la fiebre tifoidea. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el efecto del antimonio es muy diferente si se administra por vía interna o externa. Administrado externamente, en ungüentos y similares, debilita las fuerzas centrífugas del cuerpo astral que se expresan, por ejemplo, en los síntomas del eczema; administrado internamente, contrarresta las fuerzas centrípetas excesivas que se manifiestan en la fiebre tifoidea.

El antimonio es un remedio importante en todas las enfermedades acompañadas de una peligrosa disminución de la conciencia (somnolencia). Aquí las fuerzas formativas centrífugas del cuerpo astral, y por lo tanto también los procesos del cerebro y de los sentidos, están hasta cierto punto excluidos. Si se administra antimonio, se engendran artificialmente las fuerzas astrales deficientes. Observaremos siempre que la absorción de antimonio fortalece la memoria, aumenta las facultades creadoras del alma y mejora el aplomo y la compostura interior del alma. A partir del alma fortalecida el organismo se regenera. En la medicina antigua esto se percibía. Por ello, el antimonio era considerado como un remedio universal. Incluso aunque no adoptemos una postura tan extrema, debemos ver en el antimonio un remedio versátil, como puede concluirse de lo anterior.

5. Cinabrio

Hemos podido identificar una importante sustancia terapéutica en el cinabrio. Se trata especialmente de una sustancia que ofrece la oportunidad de estudiar la tan defendida y atacada relación del azogue con el organismo humano. El azogue es ese proceso solidificado que se encuentra en el medio entre los procesos de reproducción que, trabajando en el organismo, lo desprenden casi por completo de su ser (los procesos regenerativos que, trabajando en el organismo, se desprenden casi por completo de su existencia). Las fuerzas del azogue tienen la peculiar propiedad de que pueden traer de vuelta esas fuerzas desprendidas para que sean reabsorbidas en todo el organismo. El azogue, por lo tanto (en la dosis más fina), puede ser utilizado como terapia en todas partes donde se desarrollan procesos de separación en el organismo que tienen que ser devueltos al dominio de todo el organismo. Todos los procesos catarrales están incluidos en esto. Surgen cuando uno u otro tracto dentro del organismo es arrancado por alguna agencia externa del dominio de todo el organismo. Este es el caso, por ejemplo, de la traqueítis y otros síntomas catarrales en la misma región. Las fuerzas del mercurio, transportadas a esta parte del cuerpo, tendrán un efecto curativo. Ya nos hemos referido a la propiedad característica del azufre, que hace sentir su influencia en aquel dominio del organismo donde la circulación y los procesos respiratorios lindan entre sí, es decir, en todo lo que procede de los pulmones. El cinabrio es un compuesto de mercurio y azufre; es un remedio eficaz para todos los síntomas catarrales en estas regiones.

6. "Gencydo" como remedio para la fiebre del heno

Los síntomas patológicos de la fiebre del heno representan una condición inflamatoria de las membranas mucosas de los ojos, la nariz, la garganta y las vías respiratorias superiores. La historia pasada del enfermo de fiebre del heno generalmente indica que en la infancia hubo procesos patológicos que pueden incluirse en el término "diátesis exudativa". Estos indicios apuntan al cuerpo etérico y al comportamiento del astral. Las fuerzas del cuerpo etérico son dominantes, mientras que el cuerpo astral se retrae y muestra una desgana por apoderarse de lo etérico y lo físico. Los síntomas catarrales resultan del hecho de que en las partes enfermas la influencia regulada del cuerpo astral -y por lo tanto, también de la organización del yo- está perturbada. El cuerpo astral y la organización del yo se vuelven hipersensibles y se manifiestan así, también en las reacciones convulsivas a las impresiones sensoriales: a la luz, al calor y al frío, al polvo, etc. Un proceso de curación de la fiebre del heno debe, por tanto, acudir en ayuda del cuerpo astral, ayudándole a entrar e intervenir adecuadamente en el etérico. Esto puede hacerse con la ayuda de los jugos de las frutas que poseen una piel o corteza coriácea. La observación muestra en tales frutas cuán fuertemente están sujetas a las fuerzas creadoras de formas del tipo que trabajan de afuera hacia adentro. Aplicando los jugos de tales frutas externa e internamente, podemos estimular el cuerpo astral e impulsarlo en dirección al etérico; en los constituyentes minerales de los jugos de frutas (potasio, calcio y sílice, por ejemplo) esta influencia recibe un apoyo adicional del lado de la organización del YO (cf. Capítulo XVII). De este modo, se efectúa una verdadera cura de la fiebre del heno. Con el preparado se incluyen instrucciones detalladas.

Traducido por J.Luelmo junio2021

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