GA027-1 el verdadero conocimiento del ser humano como fundamento de la medicina

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CAPÍTULO I


Este libro indicará nuevas posibilidades para la ciencia y el arte de la Medicina. Sólo será posible formarse una idea exacta de lo que se describe si el lector está dispuesto a aceptar los puntos de vista que predominaban en la época en la que surgió el enfoque médico aquí esbozado.

No se trata de una oposición a la medicina moderna [homologada] que trabaja con métodos científicos. Reconocemos plenamente el valor de sus principios. También es nuestra opinión que lo que ofrecemos sólo debe ser utilizado en el trabajo médico por aquellos individuos que pueden ser plenamente activos como médicos calificados en el sentido de esos principios.

Por otra parte, a todo lo que puede conocerse del ser humano con los métodos científicos hoy reconocidos, añadimos un conocimiento más, cuyos descubrimientos se realizan por métodos diferentes. Y a partir de este conocimiento más profundo del Mundo y del Hombre, nos vemos obligados a trabajar por una ampliación del arte de la medicina.

Fundamentalmente hablando, la medicina [homologada] de hoy no puede ofrecer ninguna objeción a lo que tenemos que decir, ya que por nuestra parte no negamos sus principios. Sólo podría rechazar nuestros esfuerzos a priori aquel que nos exigiera no sólo afirmar su ciencia, sino no aducir ningún otro conocimiento que se extienda más allá de los límites de la suya.

Esta ampliación del conocimiento del mundo y del hombre la vemos en la Antroposofía, fundada por Rudolf Steiner. Al conocimiento del hombre físico, que es el único accesible a los métodos científico-naturales de hoy, la Antroposofía añade el del hombre espiritual. Tampoco se procede desde el conocimiento de lo físico hasta el conocimiento de lo espiritual simplemente por medio del pensamiento reflexivo. En tal camino, uno sólo se encuentra frente a hipótesis más o menos bien concebidas, de las cuales nadie puede probar que haya algo que se corresponda con la realidad.

Antes de hacer afirmaciones sobre lo espiritual, la Antroposofía desarrolla los métodos que le dan derecho a hacer tales afirmaciones. Se podrá comprender la naturaleza de estos métodos si se considera lo siguiente: todos los resultados de la ciencia aceptada de nuestro tiempo se derivan en última instancia de las impresiones de los sentidos humanos. Por mucho que el hombre amplíe la esfera de lo que le proporcionan sus sentidos, en la experimentación o en la observación con ayuda de instrumentos, nada esencialmente nuevo se añade por estos medios a su experiencia del mundo en el que los sentidos le sitúan.

Su pensamiento, también, en la medida en que lo aplica en sus investigaciones del mundo físico, no puede añadir nada nuevo a lo que le dan los sentidos. En el pensamiento él lo que hace es combinar y analizar las impresiones de los sentidos para descubrir leyes (las leyes de la naturaleza), y sin embargo, como investigador del mundo material debe admitir: este pensamiento que brota de mi interior no añade nada real a lo que ya es real en el mundo material de los sentidos.

Pero si no nos detenemos en el pensamiento que el hombre adquiere a través de su experiencia de la vida ordinaria y de la educación, entonces todo cambia inmediatamente. Este pensamiento puede fortalecerse y reforzarse dentro de nosotros mismos. Colocamos en el centro de la conciencia alguna idea sencilla y fácilmente abarcable y, con exclusión de todos los demás pensamientos, concentramos toda la fuerza del alma en tales representaciones. Lo mismo que un músculo se fortalece cuando se ejerce una y otra vez en la dirección de la misma fuerza, así nuestra fuerza del alma se fortalece cuando se ejercita de esta manera con respecto a esa esfera de la existencia que, por lo demás, domina el pensamiento. Hay que subrayar de nuevo que estos ejercicios deben basarse en pensamientos sencillos y fácilmente abarcables. Porque al realizar los ejercicios el alma no debe estar expuesta a ninguna clase de influencias del subconsciente o del inconsciente. (Aquí sólo podemos indicar el principio de tales ejercicios; una descripción más completa, y las instrucciones que muestran cómo deben hacerse tales ejercicios en casos individuales, se encontrarán en los libros, tales como Conocimiento de los Mundos Superiores y Ciencia Oculta, y otras obras antroposóficas.

Es tentador objetar que quien se entrega así con todas sus fuerzas a ciertos pensamientos colocados en el foco de la conciencia, se expondrá así a toda clase de autosugestiones y cosas semejantes, y que entrará simplemente en un reino de fantasía. Pero la Antroposofía muestra cómo deben hacerse los ejercicios desde el principio, de modo que esta objeción pierde su validez. Muestra la manera de avanzar dentro de la esfera de la conciencia, paso a paso y con plena conciencia en la realización de los ejercicios, igual que para resolver un problema aritmético o geométrico. En ningún momento de la resolución de un problema de aritmética o de geometría nuestra conciencia puede desviarse hacia regiones inconscientes; tampoco puede hacerlo durante las prácticas aquí indicadas, siempre que se observen debidamente las sugerencias antroposóficas.

Con esta práctica conseguimos fortalecer un poder de pensamiento del que antes no teníamos ni la más remota idea. Sentimos este poder de pensamiento como un nuevo contenido de nuestro ser humano que se impone dentro de nosotros. Y con este nuevo contenido de nuestro propio ser humano se revela al mismo tiempo un contenido del mundo que, aunque tal vez hayamos adivinado su existencia antes, nos era desconocido por la experiencia real hasta ahora. Si en momentos de introspección consideramos nuestra actividad cotidiana de pensamiento, encontramos que los pensamientos son pálidos y sombríos al lado de las impresiones que nos dan nuestros sentidos.

En cambio, lo que experimentamos en la ahora fortalecida capacidad del pensamiento no es ni mucho menos pálido o sombrío. Está lleno de contenido interno, vívidamente real y gráfico; es, de hecho, de una realidad mucho más intensa que los contenidos de nuestras percepciones sensoriales. Un nuevo mundo comienza a amanecer para la persona que ha potenciado así la fuerza de su facultad perceptiva.

Aquel que hasta ahora sólo era capaz de percibir en el mundo de los sentidos, aprende a percibir en este nuevo mundo; y al hacerlo, descubre que todas las leyes de la naturaleza que conocía antes sólo son válidas en el mundo físico; porque correponde a la naturaleza intrínseca del mundo en el que ha entrado el hecho de que sus leyes sean diferentes, de hecho, todo lo contrario a las del mundo físico. En este mundo, por ejemplo, no se aplica la fuerza de gravedad terrestre, sino que, por el contrario, surge otra fuerza que no actúa desde el centro de la tierra hacia fuera, sino en sentido inverso, desde la circunferencia del universo hacia el centro de la tierra. Y lo mismo ocurre con las demás fuerzas del mundo físico.

La facultad del hombre de percibir en este mundo, alcanzable como lo es por el ejercicio y la práctica, se denomina, en Antroposofía, facultad imaginativa del conocimiento. Imaginativa no porque se trate de "fantasías", la palabra se utiliza porque el contenido de la conciencia está lleno de imágenes, en lugar de las meras sombras del pensamiento. Y como en la percepción de los sentidos sentimos como experiencia inmediata que estamos en un mundo de realidad, así es en la actividad del alma, que aquí se llama conocimiento imaginativo. El mundo con el que se relaciona este conocimiento se denomina en Antroposofía mundo etérico. No se trata de sugerir el éter hipotético de la física moderna, sino de algo que se ve realmente en el espíritu. El nombre se utiliza en consonancia con los presentimientos más antiguos e instintivos con respecto a ese mundo. Frente a lo que ahora se puede conocer con total claridad, estos antiguos presentimientos ya no tienen valor científico; pero si queremos designar una cosa tenemos que elegir algún nombre.

Dentro del mundo etérico es perceptible una naturaleza corporal etérica del hombre, que existe además de la naturaleza corporal física.

Este cuerpo etérico también se encuentra en su naturaleza esencial en el mundo vegetal. Las plantas también tienen su cuerpo etérico. Las leyes físicas sólo son válidas para el mundo de la naturaleza mineral sin vida.

Debido a que hay sustancias en el reino terrenal que no se quedan encerradas o limitadas a las leyes físicas, sino que pueden dejar de lado todo el complejo de la ley física y asumir una que se oponga a ella, hace que el mundo vegetal sea posible en la tierra. Las leyes físicas actúan a partir de la tierra; las etéricas actúan desde todos los lados del universo hacia la tierra. No es posible que el hombre comprenda cómo surge el mundo vegetal, hasta que no ve en éste la interacción de lo terrenal y físico con lo cósmico-etérico.


Lo mismo ocurre con el cuerpo etérico del propio hombre. A través del cuerpo etérico se produce en el hombre algo que no es una simple continuación de las leyes y el funcionamiento del cuerpo físico con sus fuerzas, sino que se apoya en un fundamento muy diferente: en efecto, las sustancias físicas, al verterse en el reino etérico, se despojan, para empezar, de sus fuerzas físicas.

Las fuerzas que prevalecen en el cuerpo etérico están activas al principio de la vida del hombre en la tierra, y más claramente durante el período embrionario; son las fuerzas del crecimiento y del desarrollo formativo. En el transcurso de la vida terrestre, una parte de estas fuerzas se emancipa de esta actividad formativa y de crecimiento y se convierte en las fuerzas del pensamiento, justo aquellas fuerzas que, para la conciencia ordinaria, hacen surgir el mundo de sombras de los pensamientos del hombre.

Es de suma importancia saber que las fuerzas ordinarias del pensamiento del hombre son fuerzas formativas y de crecimiento refinadas. En la formación y el crecimiento del organismo humano se revela algo espiritual. Así pues, el elemento espiritual aparece en el curso de la vida como la fuerza espiritual del pensamiento. Y esta fuerza del pensamiento es sólo una parte de la fuerza humana formativa y de crecimiento que actúa en el etérico.

La otra parte permanece fiel al propósito que desempeñó en el comienzo de la vida del ser humano. Pero debido a que el ser humano continúa evolucionando incluso cuando su crecimiento y formación han alcanzado una etapa avanzada, es decir, cuando se han completado en cierto grado, la fuerza espiritual etérica, que vive y actúa en el organismo, hace posible que en la vida posterior emerja como capacidad de pensamiento.

Por tanto, la fuerza formativa o esculpidora, que aparece por un lado en el contenido anímico de nuestro pensamiento, se revela a la visión espiritual imaginativa desde el otro lado como una realidad etérico-espiritual.

Si ahora seguimos la sustancia material de la tierra en el proceso formativo etérico, encontramos que dondequiera que entren en este proceso formativo, estas sustancias asumen una forma de ser que las aleja de la naturaleza física. Mientras están así alejadas, entran en un mundo donde lo espiritual sale a su encuentro transformándolas en su propio ser.

La forma de ascender a la naturaleza etéricamente viviente del hombre, tal y como se describe aquí, es algo muy diferente a la postulación no científica de una "fuerza vital" que era habitual incluso hasta mediados del siglo XIX para explicar las entidades vivientes. Aquí se trata de la visión real -es decir, la percepción espiritual- de una realidad que está presente, al igual que el cuerpo físico, en el hombre y en todo lo que vive. Para lograr la percepción espiritual de lo etérico no nos limitamos a continuar con el pensamiento ordinario ni inventamos otro mundo a través de la fantasía. Más bien ampliamos los poderes humanos de cognición de una manera exacta; y esta extensión produce la experiencia de un universo extendido.

Los ejercicios que conducen a la percepción superior pueden llevarse más lejos. Así como ejercemos un poder mejorado al concentrarnos en pensamientos colocados deliberadamente en el centro de nuestra conciencia, ahora podemos aplicar tal poder mejorado para suprimir las imaginaciones - (imágenes de una realidad espiritual-etérica) - logradas por el proceso anterior. Entonces alcanzamos un estado de conciencia completamente vaciada. Estamos despiertos y conscientes, pero nuestra vigilia, para empezar, no tiene contenido. Pero esta vigilia no se queda sin contenido. Nuestra conciencia, vaciada como está de cualquier impresión pictórica física o etérica, se llena de un contenido que se vierte en ella desde un mundo espiritual real, al igual que las impresiones del mundo físico se vierten en los sentidos físicos.

Mediante el conocimiento imaginativo hemos llegado a conocer un segundo miembro del ser humano; cuando la conciencia vaciada se llena de contenido espiritual aprendemos a conocer un tercer miembro. La Antroposofía llama al conocimiento que se produce de este modo conocimiento por inspiración. (El lector no debe dejarse confundir por estos términos, que han sido tomados de las formas instintivas de mirar a los mundos espirituales que pertenecían a épocas más primitivas, pero el sentido en que aquí se emplean está expresado con exactitud). El mundo al que el hombre accede por "inspiración" se llama "mundo astral". Cuando se habla en el sentido aquí explicado de "mundo etérico", se trata de aquellas influencias que actúan desde la circunferencia del universo hacia la tierra. Si hablamos de "mundo astral", procedemos, como se ve por la percepción de la conciencia inspirada, de las influencias del cosmos hacia ciertos seres espirituales que se revelan en estas influencias, así como los materiales de la tierra se revelan en las fuerzas que irradian desde la tierra. Hablamos de verdaderos seres espirituales que actúan desde el universo lejano, del mismo modo que hablamos de las estrellas y las constelaciones cuando miramos físicamente al cielo por la noche. De ahí la expresión "mundo astral". En este mundo astral el hombre lleva el tercer miembro de su naturaleza humana, es decir, su cuerpo astral.

Las sustancias de la tierra también deben fluir en este cuerpo astral. Mediante este fluir se alejan de su naturaleza física. - Así como el hombre tiene el cuerpo etérico en común con el mundo de las plantas, también tiene su cuerpo astral en común con el mundo de los animales.


Lo que esencialmente eleva al ser humano por encima del mundo animal puede ser reconocido a través de una forma de cognición aún más elevada que la inspiración. En este punto la Antroposofía habla de intuición. En la inspiración se manifiesta un mundo de seres espirituales; en la intuición, la relación del ser humano que discierne con el mundo se hace más íntima. Ahora lleva a la máxima conciencia dentro de sí lo que es puramente espiritual, y en la experiencia consciente de ello, se da cuenta inmediatamente de que no tiene nada que ver con la experiencia de la naturaleza corporal. De este modo, se traslada a una vida que sólo puede describirse como una vida del espíritu humano entre otros seres espirituales. En la inspiración se revelan los seres espirituales del mundo; a través de la intuición nosotros mismos vivimos con estos seres.

A través de esto llegamos a reconocer el cuarto miembro del ser humano, el "yo" esencial. Una vez más nos damos cuenta de cómo la materia de la tierra, al adaptarse a la vida y al ser del "yo", se aleja aún más de su naturaleza física. La naturaleza que esta materia asume como "organización del yo" es, para empezar, la forma de sustancia terrestre en la que más se aleja de su carácter físico terrenal.

En la organización humana, lo que así aprendemos a conocer como "cuerpo astral" y "yo" no está ligado al cuerpo físico de la misma manera que el cuerpo etérico. La inspiración y la intuición muestran cómo en el sueño el "cuerpo astral" y el "yo" se separan del físico y del etérico, y que sólo en el estado de vigilia se produce la plena impregnación mutua de los cuatro miembros de la naturaleza del hombre para formar una entidad humana.

En el sueño, el cuerpo físico y el cuerpo etérico del hombre quedan en el mundo físico y etérico. Sin embargo, no están en la misma posición que el cuerpo físico y etérico de una planta o de un ser parecido a una planta. Porque llevan en su interior los efectos subsiguientes derivados de la naturaleza astral y yoica. En efecto, desde el momento en que ya no llevan dichos efectos en su interior, el ser humano debe despertar. Un cuerpo físico humano nunca debe ser sometido a lo meramente físico, ni un cuerpo etérico humano a los efectos meramente etéricos. Con ello se desintegrarían.

Sin embargo, la inspiración y la intuición también muestran algo más. La sustancia física experimenta un mayor desarrollo de su naturaleza en su transición a vivir y moverse en lo etérico. Es una condición de la vida que el cuerpo orgánico sea arrebatado del estado terrenal para ser construido por el cosmos extraterrestre. Sin embargo, esta actividad de construcción da lugar a la vida, pero no a la conciencia, ni a la autoconciencia.

El cuerpo astral debe construir su organización dentro de lo físico y lo etérico; el ego debe hacer lo mismo con respecto a la organización del ego. Pero en esta construcción no hay desarrollo consciente de la vida anímica. Para que esto ocurra, debe oponerse al proceso de construcción un proceso de destrucción. El cuerpo astral construye sus órganos; los destruye permitiendo que el alma desarrolle una actividad de sentimiento dentro de la conciencia; el ego construye su "organización del ego"; lo destruye, en cuanto la actividad de la voluntad se activa en la autoconciencia.

En el sueño, el cuerpo físico y el cuerpo etérico del hombre quedan en el mundo físico y etérico. Sin embargo, no están en la misma posición que el cuerpo físico y etérico de una planta o de un ser parecido a una planta. Porque llevan en su interior los efectos subsiguientes derivados de la naturaleza astral y yoica. En efecto, desde el momento en que ya no llevan dichos efectos en su interior, debe producirse el despertar. Un cuerpo físico humano nunca debe ser sometido a lo meramente físico, ni un cuerpo etérico humano a los efectos meramente etéricos. Con ello se desintegrarían.

Sin embargo, la inspiración y la intuición también muestran algo más. La sustancia física experimenta un mayor desarrollo de su naturaleza en su transición a vivir y moverse en lo etérico. Es una condición de la vida que el cuerpo orgánico sea arrebatado del estado terrenal para ser construido por el cosmos extraterrestre. Sin embargo, esta actividad de construcción da lugar a la vida, pero no a la conciencia, ni a la autoconciencia.

El cuerpo astral debe construir su organización dentro de lo físico y lo etérico; el ego debe hacer lo mismo con respecto a la organización del ego. Pero en esta construcción no hay desarrollo consciente de la vida anímica. Para que esto ocurra, debe oponerse al proceso de construcción un proceso de destrucción. El cuerpo astral construye sus órganos; los destruye al permitir que el alma desarrolle una actividad de sentimiento dentro de la conciencia; el ego construye su "organización del ego"; lo destruye, en cuanto la actividad de la voluntad se activa en la autoconciencia.

El espíritu dentro del ser humano no se desarrolla sobre la base de la actividad material constructiva, sino sobre la base de lo que destruye. Allí donde el espíritu ha de actuar en el hombre, la materia debe retirarse de su actividad.

Incluso el origen del pensamiento en el cuerpo etérico no depende de un desarrollo posterior sino, por el contrario, de una destrucción del ser etérico. El pensamiento consciente no tiene lugar en los procesos de crecimiento y formación, sino en los procesos de deformación, desvanecimiento y muerte que se entrelazan continuamente con los acontecimientos etéricos.

En el pensar consciente, los pensamientos se liberan de la forma física y se convierten en experiencias humanas como formaciones del alma.

Si consideramos al ser humano sobre la base de tal conocimiento del hombre, nos damos cuenta de que la naturaleza de todo el hombre, o de cualquier órgano individual, sólo se ve con claridad cuando se conoce cómo funcionan en él el cuerpo físico, el etérico, el astral y el ego. Hay órganos en los que el agente principal es el ego; en otros, el ego trabaja muy poco, y la organización física es predominante.

Así como el hombre sano sólo puede ser comprendido reconociendo cómo los miembros superiores del ser humano se apoderan de la sustancia terrestre, forzándola a su servicio, y a este respecto también reconociendo cómo la sustancia terrestre se transforma cuando entra en la esfera de acción de los miembros superiores de la naturaleza del hombre; así también sólo podemos comprender al hombre enfermo si entendemos la situación en que se encuentra el organismo en su conjunto, o un determinado órgano o serie de órganos, cuando el modo de acción de los miembros superiores cae en la irregularidad. Sólo podremos pensar en sustancias terapéuticas cuando desarrollemos un conocimiento de cómo alguna sustancia terrestre o proceso terrestre se relaciona con lo etérico, con lo astral y con el ego. Sólo entonces seremos capaces de lograr el resultado deseado, introduciendo una sustancia terrenal en el organismo humano o mediante un tratamiento con un proceso terrenal de actividad, que permita a los miembros superiores del ser humano desplegarse de nuevo sin obstáculos, o bien que la sustancia terrenal (del cuerpo físico) encuentre, en lo que se ha añadido, el apoyo necesario para llevarla al camino en el que se convierte en una base para el trabajo terrenal de lo espiritual.

El hombre es lo que es en virtud del cuerpo físico, el cuerpo etérico, el alma (cuerpo astral) y el ego (espíritu). En la salud, debe ser visto y comprendido desde el aspecto de estos sus miembros; en la enfermedad debe ser observado en la perturbación de su equilibrio, y para su curación debemos encontrar las sustancias terapéuticas que puedan restaurar el equilibrio.

En este libro se va a sugerir un enfoque médico construido sobre esta base.

Traducido por J.Luelmo junio2021

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919