CAPÍTULO VI
En la formación de la sangre y de los nervios se expresan de forma llamativa las actividades de los diversos organismos humanos en relación con el organismo en su conjunto. Cuando los alimentos son absorbidos por el cuerpo, éstos se transforman progresivamente en el proceso de formación de la sangre, todo este proceso está bajo la influencia de la organización del yo. La organización del yo actúa desde los procesos que tienen lugar en la lengua y el paladar, acompañados por la sensación consciente, hasta los procesos inconscientes y subconscientes en el funcionamiento de la pepsina, el jugo pancreático, la bilis, etc. Luego el trabajo de la organización del ego se retira, y en la posterior transformación de los alimentos en lo que es la sustancia de la sangre, predomina la actividad del cuerpo astral. Esto continúa hasta el punto en que, en el proceso de respiración, la sangre se encuentra con el aire, el oxígeno. En este punto el cuerpo etérico realiza su actividad principal. En el ácido carbónico que está a punto de ser exhalado, pero que aún no ha salido del cuerpo, tenemos una sustancia que, en su mayor parte, sólo está viva, es decir, no es ni sensible ni muerta. La cantidad principal de este ácido carbónico vivo abandona el organismo; una pequeña parte continúa trabajando en los procesos que tienen su centro en la organización de la cabeza. Esta porción muestra una fuerte tendencia a pasar a la naturaleza inorgánica sin vida, pero no se vuelve totalmente sin vida.
El sistema nervioso muestra un fenómeno opuesto. En el sistema nervioso simpático que recorre e impregna los órganos de la digestión, el cuerpo etérico es primordial. Los órganos nerviosos de los que nos ocupamos aquí son principalmente órganos vivos. La organización astral y del ego no los organizan desde dentro sino desde fuera. Por esta razón, la influencia de la organización astral y del ego que trabajan en estos órganos nerviosos es poderosa. Las pasiones y las emociones tienen un efecto profundo y duradero sobre el sistema nervioso simpático. El dolor y la ansiedad lo destruirán gradualmente.
El sistema nervioso espinal, con sus muchas ramificaciones, es en el cual interviene principalmente la organización astral. Por lo tanto, es el portador de todo lo que es psicológico en el hombre, es decir, los procesos reflejos, pero no de lo que tiene lugar en el ego, en el espíritu autoconsciente.
En realidad, son los nervios craneales los que subyacen a la organización del yo. En ellos se repliegan las actividades de la organización etérica y astral.
Podemos distinguir tres regiones distintas que surgen en el organismo como un todo. En una región inferior, los nervios impregnados desde el interior principalmente por la acción del organismo etérico trabajan con una sustancia sanguínea que está sujeta predominantemente a la actividad de la organización del ego. En esta región, durante el período de desarrollo embrionario y post-embrionario, tenemos el punto de partida de todas las formaciones de órganos relacionadas con la dotación de vida interior al organismo del hombre. En la formación del embrión, esta región, siendo todavía débil, recibe influencias formativas y vivificantes del organismo materno circundante. Luego hay una región intermedia, donde los nervios, influidos por la organización astral, trabajan con procesos sanguíneos que dependen igualmente de esta organización astral y, en sus partes superiores, de la etérica. Aquí, en los períodos de formación del hombre, se encuentra el punto de partida para la formación de aquellos órganos que son instrumentales en los procesos del movimiento exterior e interior, esto se aplica no sólo a los músculos por ejemplo, sino a todos los órganos que son causas de la movilidad, sean o no músculos en el sentido propio. Por último, hay una región superior donde los nervios, sujetos a la actividad organizadora interna del yo, trabajan con procesos sanguíneos que tienen una fuerte tendencia a pasar al reino mineral sin vida. Aquí se encuentra el punto de partida, durante la época de formación del hombre, para la formación de los huesos y todo lo que sirve al cuerpo humano como órganos de soporte.
Sólo entenderemos el cerebro del hombre si vemos en él una tendencia a la formación de huesos interrumpida en su primer comienzo. Y sólo comprenderemos la formación de los huesos cuando reconozcamos en ella el funcionamiento de los mismos impulsos que en el cerebro; en la formación de los huesos, el impulso cerebral es llevado a su conclusión final e impregnado desde fuera por los impulsos del organismo medio, donde los órganos nerviosos determinados astralmente trabajan junto con la sustancia sanguínea determinada etéricamente. En la ceniza ósea que permanece con su configuración particular cuando los huesos son sometidos a la combustión, vemos los resultados de la región superior de la organización humana. Mientras que en el residuo orgánico cartilaginoso que queda cuando los huesos son tratados con ácido clorhídrico diluido, tenemos el resultado de los impulsos de la región media.
El esqueleto es la imagen física de la organización del ego. En el proceso de creación del hueso, la sustancia orgánica humana, al tender hacia el mineral sin vida, está totalmente sujeta a la organización del ego. En el cerebro, el ego está activo como un ser espiritual. La capacidad del ego para crear la forma en la sustancia física es aquí desbordada por completo por la actividad organizadora de lo etérico, incluso por las fuerzas propias de lo físico. El cerebro se basa sólo mínimamente en el poder organizador del ego, que aquí se sumerge en los procesos de la vida y en el funcionamiento de lo físico. Sin embargo, esta es la misma razón por la que el cerebro es el portador del trabajo espiritual del ego. Porque, en la medida en que las actividades orgánicas y físicas del cerebro no implican a la organización del ego, ésta puede dedicarse libremente a sus propias actividades. En el sistema óseo del esqueleto, por perfecto que sea como imagen física de la organización del ego, ésta se agota en el acto de formar y organizar lo físico, y como actividad espiritual, no queda nada. Por lo tanto, los procesos en los huesos son los más inconscientes
Mientras esté en el organismo, el ácido carbónico que se expulsa en la respiración sigue siendo una sustancia viva; la actividad astral que tiene su sede en la región media o espinal del sistema nervioso lo toma y lo impulsa hacia el exterior. La porción de ácido carbónico que el metabolismo lleva a la cabeza se combina allí con el calcio, y así desarrolla una tendencia a entrar en la esfera de acción de la organización del yo. A través de esto, el carbonato de calcio es conducido bajo la influencia de los nervios de la cabeza, motivado interiormente por la organización del ego, hacia la formación de huesos.
Las sustancias miosina y miógeno producidas a partir de los alimentos, tienden a depositarse en la sangre; son sustancias condicionadas astralmente para empezar, y están en interacción recíproca con el simpático, que está organizado desde dentro por el cuerpo etérico. Sin embargo, estas dos proteínas también son tomadas en cierta medida por la actividad del sistema nervioso medio, que está bajo la influencia del cuerpo astral. Entran así en relación con los productos de descomposición de la albúmina, con las grasas, el azúcar y otras sustancias similares al azúcar. Esto les permite, bajo la influencia del sistema nervioso medio, encontrar su camino en el proceso de formación de los músculos.
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