GA027-12 La construcción y la excreción en el organismo humano

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CAPÍTULO XII


El cuerpo humano, al igual que otros organismos, se forma a partir del estado semifluido [coloidal]. Sin embargo, para su formación es necesario un suministro constante de material gaseoso. El más importante es el oxígeno transmitido por la respiración.

Podemos considerar en primer lugar un componente sólido del cuerpo, por ejemplo, una estructura ósea. Se precipita a partir de un material semifluido. En esta separación actúa la organización del yo. Cualquiera que estudie la formación del sistema óseo puede convencerse de ello. Pues, en el período embrionario y en la infancia, el sistema óseo se desarrolla en la misma medida en que el ser humano recibe su forma y figura humanas, la expresión característica de la organización del yo. La transformación de la proteína que subyace a este proceso separa primero las fuerzas extrañas (astrales y etéricas) de la proteína; ésta pasa entonces al estado inorgánico, y al hacerlo, tiene que convertirse en fluida. En esta condición, la organización del ego, trabajando en el elemento del calor, se apodera de ella y la introduce en el propio cuerpo etérico del hombre. De este modo se convierte en proteína humana, pero todavía tiene un largo camino que recorrer antes de que se logre la transformación en sustancia ósea.

Después de su transformación en proteína humana, primero debe estar preparada para recibir y transformar carbonato de calcio, fosfato de calcio y similares. Para ello debe pasar por una etapa intermedia. Debe estar bajo la influencia de la absorción de sustancias gaseosas. Esto aporta a la proteína los productos de transformación de los hidratos de carbono. Las sustancias que surgen de este modo pueden servir de base para la forma de los órganos individuales. No representan las sustancias acabadas de los órganos, por ejemplo el hígado o la sustancia ósea, sino una sustancia más general, menos diferenciada, a partir de la cual se pueden construir los órganos individuales del cuerpo. Es la organización del yo la que actúa en el modelado de la forma final de los órganos. El cuerpo astral actúa en la mencionada sustancia orgánica indiferenciada. En el animal, este cuerpo astral también asume la tarea de moldear la forma final de los órganos; en el hombre, la actividad del cuerpo astral y, con ella, la naturaleza animal como tal, persiste sólo como fundamento general subyacente para la organización del yo. En el hombre, el desarrollo animal no se lleva a término; se interrumpe en su camino y la humanidad le es impuesta, por así decirlo, por la organización del yo.

Ahora bien, la organización del yo vive enteramente en estados de calor. Extrae los órganos individuales de la naturaleza astral indiferenciada. Trabaja sobre la sustancia indiferenciada que le proporciona la naturaleza astral, aumentando o disminuyendo los estados de calor de los órganos nacientes.

Si la organización del ego disminuye el estado de calor, los materiales inorgánicos entran en la sustancia y se inicia un proceso de endurecimiento; se proporciona la base para la formación de los huesos. Se absorben sustancias similares a la sal.

Si, por el contrario, la organización del yo aumenta el estado de calor, se forman órganos cuya acción es disolver la sustancia orgánica, llevándola a un estado líquido o gaseoso.

Supongamos que la organización del yo no encuentra suficiente calor desarrollado en el organismo, para el aumento adecuado de las condiciones de calor en aquellos órganos que lo requieren. Los órganos cuyo funcionamiento adecuado se encuentra en la dirección de un proceso de disolución caerán entonces en una actividad de endurecimiento. Asumen de forma patológica la tendencia que en los huesos es saludable

Ahora bien, el hueso, una vez formado, es un órgano que la organización del yo libera de su dominio. Entra en una condición en la que ya no está bajo la tutela de la organización del yo, sino sólo de forma externa. Se retira del dominio de los procesos de crecimiento y organización, y sirve al yo en una capacidad meramente mecánica, llevando a cabo los movimientos del cuerpo. Sólo un resto de la actividad interna de la organización del yo continúa impregnándolo a lo largo de la vida, porque el sistema óseo debe, después de todo, permanecer como una parte orgánica integral dentro del organismo; no se debe permitir que caiga completamente fuera de la esfera de la vida.

Las arterias son los órganos que, por la razón antes mencionada, pueden pasar a una actividad formativa similar a la de los huesos. Tenemos entonces la enfermedad calcificante de las arterias conocida como esclerosis. La organización del yo es, en cierto sentido, expulsada de estos sistemas de órganos

Lo contrario ocurre cuando la organización del yo no logra ese descenso del estado de calor que es necesario para la región de los huesos. Los huesos asumen entonces una condición similar a la de aquellos órganos que normalmente despliegan una actividad de tipo disolvente. Debido al deficiente proceso de endurecimiento, ya no son capaces de proporcionar una base para la incorporación de sales. Así, el proceso final en el desarrollo de las formaciones óseas, que pertenece propiamente al dominio organizador del yo, no tiene lugar. La actividad astral no se detiene en el punto adecuado de su camino. En ese caso, deben aparecer tendencias a la malformación de la forma, ya que la creación saludable de la forma y la figura humanas sólo es posible en el ámbito de la organización del yo.

Aquí nos encontramos con las enfermedades del raquitismo. Todo esto pone de manifiesto cómo los órganos humanos están conectados en sus actividades. El hueso nace en el ámbito de la organización del yo. Sigue sirviéndole incluso cuando la formación real ha concluido, cuando la organización del yo ya no forma y crea el hueso, sino que lo utiliza para los movimientos voluntarios. Lo mismo ocurre con lo que surge en el dominio de la organización astral. Allí se engendran sustancias y fuerzas indiferenciadas. Éstas aparecen en todo el cuerpo como base subyacente de los procesos de formación de órganos diferenciados. La actividad astral las lleva hasta un determinado estadio y luego las utiliza. Todo el organismo humano está impregnado de un material semifluido, en el que domina una actividad dirigida astralmente.

Esta actividad se difunde en las secreciones que se utilizan para formar el organismo en la dirección de sus miembros superiores. Las secreciones que tienden en esta dirección se ven en los productos de las glándulas que desempeñan un papel tan importante en la economía del organismo y sus funciones. Además de estas secreciones internas, tenemos entonces los procesos que son excreciones en sentido propio, hacia el mundo exterior. Pero cometemos un error si consideramos las excreciones simplemente como aquellas porciones de los alimentos consumidos que el organismo no puede aprovechar y, por tanto, desecha. Pues lo importante no es el mero hecho de que el organismo arroje determinadas sustancias, sino que realice las actividades que dan lugar a las excreciones. El ejercicio de estas actividades es algo que el organismo necesita para su subsistencia. Esta actividad es tan necesaria como aquella por la cual las sustancias son recibidas en el organismo, o depositadas internamente. En la sana relación de ambas actividades, se encuentra la esencia misma de la vida y la acción orgánica.

Así, en las excreciones externas vemos el resultado de la actividad orientada astralmente. Y si las excreciones contienen sustancias que han sido llevadas hasta la naturaleza inorgánica, entonces la organización del yo también se está expresando en ellas. De hecho, esta parte de la vida de la organización del yo es de especial importancia. Porque la fuerza que se gasta en tales excreciones crea, por así decirlo, una contrapresión interior. Y esta última es un factor necesario para la existencia saludable del organismo. Así, el ácido úrico, que se segrega a través de la orina, crea como reacción interna la tendencia correcta del organismo a dormir. Muy poco ácido úrico en la orina y demasiado en la sangre dará lugar a tan poco sueño que es insuficiente para la salud del organismo.

Traducido por J.Luelmo junio2021

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