GA138 -Munich 27 de agosto de 1912 - La imaginación que vive de lo sensorial debe transformarse para llegar a las ideas del mundo suprasensible.

LA INICIACION, LA ETERNIDAD Y EL INSTANTE

Por Rudolf Steiner


Conferencia 3

La imaginación que vive de lo sensorial debe transformarse para llegar a las ideas del mundo suprasensible. En el ámbito sensorial, el orden natural y el orden moral pueden coexistir; en los mundos suprasensibles, están entrelazados. En los mundos suprasensibles se llega a seres que tienen perfectamente lo que uno no tiene o lo tiene imperfectamente.

Munich 27 de agosto de 1912

Si queremos hablar de la iniciación y de su significado para la vida y la evolución humanas, debemos tratar de indagar en la naturaleza esencial de todo esto con los conceptos y modos de pensamiento que son indispensables para cualquier descripción verdadera de los mundos suprasensibles. Es comprensible que el alma humana experimente en cada etapa de su desarrollo el más profundo anhelo de descubrir la naturaleza de los mundos más o menos justificadamente descritos como eternos. Seguramente también es comprensible que, al principio, las almas humanas intenten indagar en los mundos superiores sin mucha preparación y con las ideas y conceptos ordinarios de la vida sensorial.

Digo expresamente que es comprensible, y esto puede aplicarse, hasta cierto punto, cuando el anhelo de eternidad es satisfecho por una u otra de las creencias religiosas. Pero cuando se trata de obtener una visión más profunda del curso de todas las cosas espirituales, particularmente del curso de toda la vida anímica en el verdadero sentido antroposófico, debemos acostumbrarnos gradualmente a la necesidad de someter nuestras ideas, conceptos y modos de pensar a un cierto cambio antes de poder formarnos ideas correctas de los mundos superiores, suprasensibles. Dado que esto es particularmente necesario para una descripción real del acontecimiento de Cristo, como veremos en las próximas conferencias, tal vez se me permita decir hoy algunas palabras sobre la necesaria transformación y remodelación de la vida conceptual del hombre si quiere llegar a tener ideas sobre los mundos suprasensibles.

Para ello, debemos familiarizarnos con la idea de que en el mundo suprasensible todo es diferente de como es en el mundo de los sentidos, porque en ninguna parte del universo se encuentra una repetición exacta de cualquier existencia del mundo. Luego, si todo es diferente, ¿Por qué hay que suponer que los conceptos y las representaciones humanas sean válidas en los mundos superiores tal como lo son en la vida sensorial? Ciertamente no es así. Cualquiera que persiga realmente el camino práctico hacia los mundos que se le abren por la iniciación, cualquiera que tenga experiencia real de la vida suprasensible, sabe bien que no sólo debe transformar muchas cosas en sí mismo -podría decir igualmente, dejarlas atrás con el Guardián del Umbral- sino que también debe dejar de lado muchos de sus hábitos, representaciones y conceptos antes de poder entrar en los mundos superiores.

En primer lugar, partiremos de ciertas ideas a las que, sin duda, todos debemos estar sometidos en la vida física. Aquí hay dos conceptos, o sistemas de conceptos, que tienen un efecto decisivo. En nuestra vida de los sentidos están uno al lado del otro; corren paralelos. El primero consiste en todas las ideas que nos formamos sobre el mundo natural, sobre las fuerzas y leyes de la naturaleza. Junto a todas estas ideas nuestras, existe en la vida sensorial ordinaria lo que llamamos el orden moral del mundo, la suma de nuestros conceptos, pensamientos e ideas morales. Si un hombre hace un balance exacto de sí mismo, pronto debe llegar a la conclusión de que en la vida de los sentidos estos dos sistemas de conceptos -el orden natural y el orden moral del mundo- deben mantenerse separados. Si describimos una planta, la analizamos según las fuerzas naturales y las leyes naturales. Supongamos que es una planta venenosa. No confundimos nuestra descripción con la cuestión de si es o no moralmente responsable por ser venenosa. Sostenemos que forma parte del pensamiento sano en la vida de los sentidos, al describir el mundo de la naturaleza, desprenderse de lo que llamamos conceptos e ideas morales. Sabemos que también debemos hacer lo mismo cuando queremos hacernos una idea clara y objetiva del mundo animal. Para nosotros, por ejemplo, carecería de sentido responsabilizar a un león de su crueldad de la misma manera que a un hombre. Pero si muchos naturalistas modernos encuentran algo parecido a conceptos morales en el reino animal, podría decirse que puede estar justificado hasta cierto punto, más por una cuestión de preferencia que por una necesidad real. Al mismo tiempo, podemos hablar respecto a lo que hacen los animales y a lo que sucede en el reino animal, como mucho, de un eco, de una sugerencia, de conceptos morales. Un simple desarrollo de la interpretación de la naturaleza requiere que nos liberemos de los conceptos morales mientras estas interpretaciones se limiten al mundo sensorial. Luego, sin embargo, como debe confirmar nuestra propia observación desprejuiciada y reflexiva, el orden moral del mundo entra con autoridad en nuestra vida, planteando exigencias incondicionales y absolutas. Sabemos que son sus ideas morales las que deciden el mundo de un hombre, y de hecho no sólo su valor en la vida social humana. También se puede decir que incluso un hombre que no es moral, si se le concede la gracia en algún momento especial de reflexionar tranquilamente sobre sí mismo, determinará su propio valor como ser humano según las ideas morales que se encienden en su conciencia. Hay que subrayar repetidamente que estos dos sistemas de conceptos deben mantenerse debidamente diferenciados.

Todo esto se vuelve muy diferente en el momento en que se entra en los mundos suprasensibles más elevados, y se adquiere el poder de percibir, observar, experimentar y vivir fuera del cuerpo físico. Cuando tal observación se alcanza realmente, tiene lugar al principio en el cuerpo etérico del que hablé ayer. Luego, más tarde, el mundo, o más bien un segundo mundo suprasensible, se observa con el cuerpo astral. Cuanto más nos elevamos a los mundos superiores, más pierden su significado los conceptos e ideas que hemos trabajado y adquirido en el mundo físico ordinario. Deben ser transformados si queremos describir y comprender correctamente lo que viene a nuestro encuentro en los mundos suprasensibles. En el mundo ordinario de la existencia de los sentidos, sólo tenemos una cosa que nos recuerda un hecho fundamental y familiar para todo clarividente, y es cuando hablamos en símbolos y metáforas para que nuestras palabras se hagan eco de lo que en realidad sólo se experimenta en los mundos superiores. Cuando se utiliza la expresión de que la codicia o los celos o el odio "arden", hay algo en tal expresión que pertenece a los muchos y maravillosos misterios de la actividad creadora del lenguaje, donde brilla en la conciencia humana primitiva y elemental lo que, en su realidad, sólo está presente en los mundos superiores. Todo el mundo sabe que cuando habla de un "odio ardiente" no se refiere a un ardor como el de un fuego en el mundo exterior. Sabe que habla en sentido figurado, pero que de nada le serviría tratar de explicar los objetos y procesos de la naturaleza recurriendo a las ideas morales en su ayuda. Sin embargo, al hablar de los procesos en los mundos superiores, no usamos tales expresiones en el mismo sentido metafórico y figurado. Tal vez puedan recordar que en mi drama misterio, El Guardián del Umbral, se habla dos veces de ciertos procesos del alma, de los sentimientos y de los deseos, como "ardiendo" en el mundo superior. Esta expresión no debe tomarse como una metáfora; representa algo muy real y actual, una realidad espiritual. Lucifer, por ejemplo, nunca diría que algo le quema en el mismo sentido en que un hombre del mundo físico hablaría de que el odio le quema. Lucifer lo diría en un sentido real y literal. Porque lo que en los mundos suprasensibles podría compararse con el orden natural, con los procesos naturales del mundo de los sentidos, está mucho más íntimamente relacionado con lo que puede llamarse el mundo moral dentro del mundo suprasensible, que lo que ocurre con estas dos ideas en el mundo de los sentidos.

Podemos hacernos de inmediato una idea de todo esto si nos dirigimos al cuerpo etérico del hombre. Al hablar del cuerpo físico, podemos hablar de levantar una mano para realizar una acción moral. Podemos ver la mano con nuestros ojos físicos y, para explicar sus funciones, podemos investigarla a través del conocimiento perteneciente al mundo material. Esta descripción de la mano en la existencia física no es esencialmente diferente si se trata de una mano que realiza una acción moral o inmoral. En la medida en que podemos dar una descripción de la mano en la vida física, no tenemos por qué mezclar con la cuestión de cómo está formada la mano y todo lo que aportamos a su explicación, la otra cuestión de si tiene el hábito de realizar acciones morales o no.

El asunto es diferente cuando se trata del cuerpo etérico del hombre. Supongamos que a la visión clarividente el cuerpo etérico de un hombre, o alguna parte particular del mismo, aparece incompletamente desarrollado. Al indagar sobre la verdadera causa de que se den estos casos en algún órgano en particular, encontramos que la razón del desarrollo imperfecto radica en una falta moral, en alguna deficiencia moral del hombre. Así, las cualidades morales del hombre se expresan realmente en cierta medida en su cuerpo etérico. En su cuerpo astral se expresan aún más claramente y con mayor intensidad. Por lo tanto, si en el caso del hombre, haríamos una gran injusticia al suponer que alguna deformidad física fuera la expresión de algo en su naturaleza moral, en lo que concierne al mundo moral es indudablemente cierto que si pensamos en las expresiones orden natural, procesos naturales y causas morales como si se fusionaran entre sí en los mundos superiores, las cualidades morales son causas naturales reales y se expresan allí en formas y procesos. Para evitar cualquier malentendido, quisiera declarar expresamente que el desarrollo perfecto o imperfecto del organismo superior del hombre -sus cuerpos etérico y astral, sus cuerpos superiores si podemos llamarlos así- no tiene por qué tener nada que ver con el desarrollo perfecto o imperfecto de su cuerpo físico. Un hombre puede incluso tener algún órgano físico lisiado desde su nacimiento, mientras que el órgano etérico correspondiente puede no sólo mostrar un desarrollo perfectamente normal, sino, en ciertas circunstancias, un desarrollo más perfecto y completo en sí mismo, cuando el órgano físico correspondiente está así lisiado o deformado. La idea, por lo tanto, de que las cualidades morales se expresan fielmente en la forma del cuerpo, no puede aplicarse a la existencia física, pero es, sin embargo, absolutamente cierta para la parte del hombre que pertenece a los mundos suprasensibles.

Vemos pues que el orden natural y el orden moral, que aparentemente corren a la par en la vida ordinaria de los sentidos, se entrelazan en los mundos suprasensibles, y al hablar de alguna parte del cuerpo etérico, bien podemos decir que tal o cual forma se debe al odio. El odio se manifiesta en este miembro del cuerpo etérico de manera muy diferente a como se expresa el amor. Podemos hablar así cuando se trata de los mundos suprasensibles, pero no tendría sentido si nos limitáramos a una descripción de la naturaleza en el mundo de los sentidos. Esta necesidad de cambiar nuestros conceptos cuando se trata de los mundos superiores es un rasgo particularmente distintivo en lo que respecta a lo que, en la vida sensorial ordinaria, se considera como apetencias o deseos. Podemos preguntarnos cómo se nos aparecen las apetencias, los deseos y las emociones en la vida de los sentidos. Aparecen de tal manera que nos parece verlos surgir de las entrañas mismas del ser anímico del hombre. Si vemos que se despierta algún anhelo particular en un hombre, entonces podemos reconocer algo de su condición interna y cómo hace que surja este anhelo. Podemos ver que es sobre todo la naturaleza interna del alma la que determina el carácter de los deseos del hombre. Sabemos muy bien, por ejemplo, que un trozo de carne de ternera provocará antojos muy diferentes en dos hombres distintos. No depende de la ternera, sino de todo lo que el hombre físico tiene en su alma. Una Virgen de Rafael puede dejar a un hombre completamente frío, mientras que otro puede experimentar todo un mundo de sentimientos. Podemos decir, pues, que el mundo del deseo del hombre se enciende en su naturaleza más íntima.

Todo esto cambia cuando entramos en el mundo suprasensible. Es una tontería decir que no se puede hablar de deseos y demás en los mundos suprasensibles. Existen realmente, y están determinados en la gran mayoría de los casos por cosas externas, por lo que el ser ve y percibe. Por consiguiente, un clarividente en estos mundos no puede tener una visión tan cercana de las condiciones internas del ser que encuentra cuando quiere descubrir sus deseos y apetencias, sino que tiene que observar el entorno suprasensible del ser en cuestión. Así pues, cuando en el mundo suprasensible percibe a un ser que tiene deseos, anhelos, emociones, no mira al propio ser, como deberíamos hacer en el mundo físico, sino que mira el entorno. Mira para ver qué otros seres están presentes en la vecindad. Siempre encontrará que la naturaleza de los deseos y las emociones del ser varían según el tipo de seres que lo rodean, porque allí los deseos y las emociones siempre pueden explicarse por cosas externas.

Un caso concreto puede aclarar todo esto. Supongamos que un hombre entra en los mundos suprasensibles, ya sea a través de las primeras etapas de la iniciación o pasando por la puerta de la muerte. Un clarividente lo observa entonces en los mundos suprasensibles. Supongamos que el hombre se ha llevado consigo alguna imperfección perteneciente a su carácter mas allá de la existencia física - algún tipo de incapacidad, una imperfección moral, tal vez algún crimen cometido en el mundo físico que permanece con él en los mundos suprasensibles como un recuerdo torturante. Para buscar esto, no se trata tanto de que el clarividente busque en el alma interior del hombre, como de observar su entorno. ¿Por qué ha de ser así? Porque este contenido del alma, esta cualidad del alma que el hombre lleva consigo como imperfección o defecto moral realiza algo real, algo actual. Guía al hombre y lo lleva a un lugar particular en el mundo suprasensible, al lugar mismo donde hay algún ser que posee en perfección lo que es imperfecto en el hombre recién llegado. De este modo, este defecto moral, esta conciencia de una facultad que falta, tiene un efecto real. Guía al hombre por un determinado camino y lo enfrenta a un ser que posee en perfección la misma cualidad que le falta a él, y está condenado a la contemplación continua de este ser.

Por tanto, en los mundos suprasensibles llegamos a encontrarnos con seres que poseen todo lo que nosotros mismos no poseemos, y ellos nos muestran lo que nos falta a nosotros. No somos atraídos hacia ellos por lo que en la vida física se llama deseos, sino por medio de un proceso real. Cuando el clarividente ve qué clase de seres rodean a un hombre allí, puede, por observación objetiva, decir de qué carece el hombre y cuáles son sus defectos. El ser a cuya presencia llega el hombre, al que está abocado a seguir mirando, se encuentra allí como un reproche continuo, se podría decir. Este reproche, que es externo a él, tiene el efecto de despertar en él lo que en los mundos suprasensibles podría llamarse un anhelo, un deseo, de llegar a ser diferente. Despierta en él la actividad y la fuerza para obrar su propia transformación, para librarse de su falta, de su imperfección. No hace falta decir que los mundos suprasensibles deben, por lo tanto, poder mostrar siempre seres que tengan en perfección todo lo que nos falta. Los mundos suprasensibles son, en efecto, lo suficientemente ricos como para poder enfrentarnos a seres perfectos en todo aquello en lo que nosotros fallamos. Son mucho más ricos de lo que podemos imaginar en la vida física. Sí, en efecto, el mundo suprasensible es siempre capaz de equiparar al hombre con un ser que tiene en perfección todo aquello en lo que él mismo es imperfecto.

Esto da una idea de cómo los deseos y las ansias son fuerzas reales, que determinan nuestro camino en el mundo suprasensible. No es que nuestros deseos representen algo objetivo en lo que podamos quedarnos inmóviles. Pero según lo que somos, somos conducidos en nuestro camino y colocados donde todo lo que nos falta aparece ante nosotros como algo real, o como un reproche efectivo. Podría decirse fácilmente que, de ser así, el hombre carecería por completo de libertad en los mundos suprasensibles, porque se vería confrontado con un mundo exterior que determinaría cómo ha de obrar sobre sí mismo. Sin embargo, si se observa más detenidamente, en los mundos suprasensibles resulta que mientras un ser puede sentir el reproche y empezar a trabajar hacia la perfección, otro puede resistirse y luchar contra la imitación de lo que se le pone así como reproche. Pero esta resistencia funciona de manera muy diferente en los mundos suprasensibles que en el mundo de los sentidos. Cuando un ser se niega así a trabajar sobre sí mismo, se ve empujado a otros mundos que le son extraños, donde no conoce el camino y donde faltan las condiciones necesarias para la vida. En otras palabras, este ser se condena a sí mismo a una especie de proceso de destrucción interior. Uno siempre puede elegir el proceso fructífero y útil que se le muestra y comportarse en consecuencia, o inocularse las fuerzas destructivas resistiéndose a ellas. Uno tiene esta cantidad de libertad. Pero la acción recíproca tiene lugar definitivamente entre lo que es moral y todo lo que ocurre en el espacio suprasensible.

Otro ejemplo de ello es que nuestros conceptos de belleza y fealdad, bastante vigentes en el mundo de los sentidos, realmente ya no pueden aplicarse cuando ascendemos a los mundos suprasensibles. En efecto, hay múltiples razones por las que estos conceptos ya no pueden utilizarse allí del modo en que se utilizan en el mundo de los sentidos. Cuando percibimos en los mundos suprasensibles, vemos sobre todo una diferencia significativa en los diversos seres que salen a nuestro encuentro. En virtud del conocimiento intuitivo que dispondremos, podremos decir que el ser que miramos es capaz, y tiene la voluntad, de revelar realmente en su apariencia externa todo lo que hay en él.

Supongamos que dicho ser tiene un cuerpo etérico de luz, que es un ser de los que no se encarnan en el mundo de los sentidos, sino que sólo en los mundos superiores toman un cuerpo de luz o algo de esa naturaleza. Este cuerpo de luz puede ser la expresión de lo que tal ser es en su interior. No es como un hombre en el mundo de los sentidos que se presenta ante nosotros en una forma definida y que, sin embargo, puede esconder en su interior los más variados sentimientos y sensaciones, de modo que es capaz de decir: "Mis sentimientos son sólo para mí. Lo que se ve de mí externamente es mi forma natural, y soy muy capaz de ocultar lo que aparece en mi alma." Este no es el caso de ciertos seres de los mundos suprasensibles; su forma externa es la expresión más directa de lo que llevan dentro. En sus componentes, lo que son está totalmente abierto a la vista. Pero hay otros seres que no pueden expresar directamente, manifestar, su verdadera naturaleza en su apariencia externa suprasensible. Frente a seres de este tipo, la conciencia clarividente tiene la sensación de algo repelente, algo de lo que quiere alejarse, algo opresivo que puede ser incluso ofensivo.

De esta manera, podemos distinguir dos tipos de seres, aquellos que están perfectamente dispuestos a exponer su naturaleza interior, a revelar lo que hay en su interior, y los seres que dan la sensación de que lo que exponen está definitivamente distorsionado y lo que hay en su interior está oculto y no sale a la luz. En la vida sensorial del hombre, no se puede decir en la misma medida, cuando una persona es capaz de ser reservada y otra es perfectamente franca, que la diferencia radica en sus naturalezas. Sus rasgos pueden ser diferentes, pero pertenecen al mismo mundo en cuanto a sus naturalezas. Sin embargo, en los mundos suprasensibles, los que revelan todo lo que llevan dentro y los que no lo hacen, son dos tipos de seres radicalmente diferentes. Si queremos utilizar las palabras bello y feo con el significado aproximado que tenemos en el mundo de los sentidos, debemos aplicarlas a estas dos clases de seres. En el mundo suprasensible sólo vamos al grano llamando bellos a los seres que lo revelan todo, pues ante ellos nos sentimos igual que ante un cuadro bello. Pero los seres que no revelan su naturaleza en su forma externa son sentidos como feos. Así pues, si podemos decirlo así, la belleza o la fealdad depende de las naturalezas fundamentales de los seres.

¿Cuál es la consecuencia de esto? Cuando la conciencia clarividente entra en un mundo en el que debe tener estos sentimientos sobre la belleza y la fealdad, gran parte de su modo de sentir debe sufrir un cambio. Es muy natural que el clarividente diga que un ser que revela todo lo que tiene en su interior es bello, e inmediatamente surge la otra idea de que ser bello es ser recto y honesto. Un ser es bello porque no esconde nada, porque lleva en su propio rostro lo que hay en él. Verdadero y bello son una misma cosa cuando entramos en el mundo suprasensible. Un ser que no revela lo que hay en él es feo. Eso lo siente inmediatamente la conciencia clarividente. Pero existe el sentimiento adicional de que miente y no muestra lo que debe. Lo que es feo es al mismo tiempo falso. Lo que es verdadero, recto y honesto es al mismo tiempo hermoso; lo que es feo es falso. En los mundos suprasensibles se llega a un punto en el que la separación entre los conceptos bello y verdadero, en un caso, y entre feo y falso en el otro, pierde todo su sentido. Así, la expresión bello debe usarse para un ser que es percibido como honesto y recto, mientras que el sentimiento contrario debe llamarse feo.

Vemos pues, cómo los conceptos morales y estéticos se funden al llegar a los mundos superiores. Una característica peculiar de este ascenso a los mundos suprasensibles es que los conceptos se funden entre sí, que las cosas a las que nos referimos por separado en el mundo de los sentidos físicos se vinculan y se funden entre sí. De ahí que haya que adquirir otros modos de sentir si se quiere utilizar expresiones del mundo de los sentidos para referirse a los seres suprasensibles. Uno se ve casi siempre obligado a representar estas cosas de manera más simple, y aún más de acuerdo con la conciencia física de lo que realmente coincide con una representación estrictamente correcta, porque se vuelven muy complicadas.

Debo añadir algo más a mi explicación de cómo los conceptos verdadero, recto y bello, en un caso, y feo y falso, en el otro, se vinculan entre sí. Al abrirse paso en los mundos suprasensibles, uno puede encontrarse con un ser que, según todas las ideas adquiridas en la vida de los sentidos, debe ser llamado bello, tal vez incluso exquisito - bello, radiante y exquisito. ¡Ahí está la imagen! Pero el simple hecho de que este ser aparezca en tal forma, no es prueba de que sea también un ser bueno; puede incluso ser un ser bastante malo y, sin embargo, presentarse ante uno en esta forma sublime y angélica. De acuerdo con la idea de belleza que tenemos en el mundo de los sentidos, deberíamos llamar bello a tal ser en su apariencia suprasensible. ¿Cómo podríamos evitarlo? Viéndolo así en el mundo de los sentidos tendríamos toda la razón en llamarlo bello. Puede ser realmente el ser más feo que existe y, sin embargo, si se utilizan las expresiones del mundo de los sentidos, hay que utilizar la palabra bello. Puede ser un ser totalmente malvado, que contenga maldad y falsedad ocultas, un verdadero diablo en forma de ángel; esto es muy posible en los mundos suprasensibles. Sin embargo, de diversas maneras de las que todavía tenemos que hablar, uno puede llegar gradualmente a la verdad del asunto acercándose a él en conciencia clarividente. Uno se enfrenta a esta forma angélica y si, durante la visión suprasensible, se ha vuelto capaz de un pensamiento coherente, es posible que diga: "No debo dejarme engañar por el hecho de que estoy viendo algo angélico o una forma maravillosa de algún tipo; cualquier cosa es posible; puede ser un ángel pero también podría ser un demonio". Ahora se puede comenzar con lo que tan a menudo se debe emprender al entrar en los mundos superiores, es decir, un buen examen de uno mismo.

Podemos buscar consejo con nosotros mismos para averiguar cuántos puntos malos, como el egoísmo o la egolatría, poseemos. Entonces nuestra alma se impregna de amargura y remordimientos. Pero esta amargura, este dolor, puede ser lo que nos lleve a purificarnos y a limpiarnos de nuestro egoísmo y nuestra egolatría. Cuando, a través de esto, uno llega a ver lo poco libre que está del yo, y lo necesario que es luchar para ser libre, entonces todo el proceso en el alma se ilumina. Ahora bien, si hemos llegado a no perder la visión al hacer el balance de nosotros mismos, como suele suceder al principio, el ángel en ciertos casos puede revelarse como ningún ángel, sino que puede asumir una forma fea. Entonces se puede llegar gradualmente al punto de decirse a sí mismo: "Yo mismo le di a este ser malvado el poder de expresar su maldad disfrazándose ante mí de una forma muy diferente, pero, al impregnarme de sentimientos más puros, le he obligado a mostrarme su verdadera forma."

Por consiguiente, un proceso del alma tiene una fuerza de atracción en el mundo suprasensible. Nosotros mismos hacemos posible que estos seres nos mientan, o los obligamos a mostrarse en su verdadera forma. La apariencia del mundo suprasensible para nosotros depende de cómo y con qué cualidades entramos en él. Lo que se llama la fuente de la ilusión debe ser tratado de una manera muy diferente a la habitual.

Cualquiera puede entrar en el mundo suprasensible y describir toda clase de cosas gloriosas. Si se le dijera que ha sido engañado, no lo creería, pues ¿Acaso no lo ha visto todo? Pero no vio lo que habría visto si hubiera hecho lo que acabo de describir. Si hubiera actuado así, habría visto enseguida la verdad: es hermoso que un diablo se muestre como tal, pero es feo que aparezca en forma de ángel.

Cuando entramos en el mundo suprasensible, debemos sobre todo deshacernos de la costumbre de hablar de las cosas según las ideas que nos hicimos de ellas en el mundo de los sentidos. Si nos atenemos a estas ideas, diremos primero a la forma que se nos aparece que es un hermoso ángel y después que es un horrible demonio. Pero la conciencia clarividente, si ha de dar una descripción correcta, no puede expresarla así. Por el contrario, tiene que decir del diablo feo que es un diablo hermoso, aunque, según las concepciones materiales, sea bastante horrendo. No llegamos a este punto simplemente dando la vuelta a todas las ideas obtenidas de la vida de los sentidos. Eso sería ciertamente un camino fácil. Cualquiera podría entonces describir el plano devachánico, por ejemplo, poniendo bello por todo lo que era feo en el mundo de los sentidos, feo por bello, rojo por verde, blanco por negro, y así sucesivamente. Pero eso no puede hacerse; los conceptos de los mundos suprasensibles deben ser adquiridos por la experiencia. Debemos adquirirlos gradualmente, como un niño en crecimiento adquiere los conceptos de los sentidos, no por teoría sino por experiencia.  Cuando nos hemos hecho conscientes de que hablamos en el lenguaje del mundo suprasensible, ya no nos parecerá natural llamar feo a un diablo si se presenta como tal. Si queremos orientarnos en el mundo suprasensible y conocer nuestro camino en él, debemos adquirir este tipo de sentimientos. De ahí que sea fácil hacerse una idea de lo que se entiende cuando, en aras de la simplicidad, decimos: "De un lado está el mundo de los sentidos, del otro, los mundos suprasensibles". Se entra en la existencia suprasensible cruzando el límite de la vida sensorial, pero si se entra en ella con todo lo que se ha adquirido de esta vida, si se aplican allí los conceptos e ideas adquiridos en el mundo de los sentidos, no sirven de nada y se hace una construcción errónea de las cosas. Hay que aprender a transformar los conocimientos en el límite, no sólo teóricamente, sino de forma viva. Las ideas adquiridas en la vida sensorial no pueden utilizarse en absoluto al cruzar ese límite; deben dejarse atrás. Por lo tanto, se ve cómo  hay que dejar mucho de todo lo que está tan íntimamente entretejido en nosotros en el mundo de la existencia sensorial.

Aquí nos encontramos en el límite entre la vida sensorial y la vida espiritual, enfrentados no a un sistema de conceptos sino a una realidad que sólo actúa de forma suprasensible, y tan concreta y viva como un ser humano. Me refiero al Guardián del Umbral.

Estampa antigua de la Divina Comedia de Dante

Está ahí como un ser concreto y real. Cuando aprendemos a conocerlo, sabemos que pertenece a esos seres que, en cierta medida, han participado en la vida en la tierra desde los tiempos primitivos, pero que no han pasado por lo que uno experimenta como ser anímico. Este es el ser que, en el drama misterio El guardián del umbral, se quiere expresar dramáticamente con las palabras:

Tú sabes bien, quien ha sido guardián
del umbral de este reino desde el comienzo del mundo,
Qué seres necesitan cruzar el umbral

Que pertenecen a tu tiempo y a tu especie...

Este "a tu tiempo y a tu especie" es algo que procede, en efecto, de la esencia misma de la materia. De otros tiempos y otras clases son los hombres, los seres, que desde los tiempos primitivos se han separado en cierto modo del camino de la humanidad en la tierra, y en cada uno de ellos nos encontramos con un ser del que podemos decir: "Tengo ante mí un ser que experimenta y vive mucho en el mundo, pero no se ocupa de todo el amor y la pena y el dolor que pueden experimentarse en la tierra, ni tampoco de las faltas y la inmoralidad en ella. No sabe ni quiere saber nada de lo que ha ocurrido hasta ahora en lo más profundo de la naturaleza del hombre". La tradición cristiana lo expresa con las palabras: "Al enfrentarse al misterio del devenir del hombre, tales seres velaron su rostro". Todo un mundo se expresa en este contraste entre tales seres y los seres humanos.

En ese momento surge un sentimiento tan inmediato como el que tenemos al conocer a un hombre rubio, de que "tiene el pelo rubio". Este sentimiento surge: Al pasar por varias culturas terrenales. He adquirido naturalmente defectos, pero debo volver a mi estado original; debo volver sobre mis pasos en la tierra, y este ser puede mostrarme el camino precisamente porque no posee mis defectos. Uno tiene ante sí a un ser que se erige majestuosamente como un reproche real, pero que al mismo tiempo le estimula a uno hacia todo lo que uno no es. El ser le muestra a uno esto muy vívidamente, y uno puede sentir su propio ser completamente lleno del conocimiento de lo que es y lo que no es. Uno se encuentra ante este reproche viviente. Este ser pertenece al rango de los arcángeles. El encuentro tiene lugar realmente, y tiene el efecto de revelarnos de repente en qué nos hemos convertido como hombre terrenal en la existencia sensorial. Este es el autoconocimiento directo en el sentido más amplio y verdadero. Te ves a ti mismo como eres; ¡también te ves a ti mismo como deberías llegar a ser!

Pero no siempre es adecuado que el hombre se vea así. Hoy sólo he hablado del mundo de los conceptos e ideas que hay que desechar. Pero hay que dejar de lado muchas otras cosas además. Cuando llegamos al Guardián del Umbral, debemos realmente dejar de lado todo lo que conocemos de nosotros mismos, pero aún debemos conservar algo para llevarlo con nosotros. Eso es lo principal. Este conocimiento de que tenemos que dejar todo atrás en el umbral es una experiencia interior en sí misma a la que hay que haber llegado, y la preparación para esta etapa de clarividencia debe consistir en entrenarse a fin de soportar lo que de otro modo estaría lleno de terror y miedo. Con un adecuado entrenamiento no es necesario hablar de peligro, porque ese entrenamiento elimina el peligro. Debemos alcanzar las facultades de resistencia mediante la debida preparación; son la fuerza fundamental necesaria para toda experiencia posterior. En la vida ordinaria el hombre no es capaz de soportar todo lo que debe soportar cuando se encuentra ante el Guardián del Umbral.

Porque el guardián del umbral se ve obligado a hacer algo extremadamente extraño, que debe ser juzgado desde el punto de vista del mundo suprasensible si no se quiere malinterpretarlo. En el hombre, las actividades del mundo suprasensible están siempre actuando, aunque él no sepa nada de esto. Cada vez que pensamos, sentimos y pretendemos algo (actividad volitiva), siempre es necesaria una cierta actividad del cuerpo astral y una conexión con el mundo astral. Pero el hombre no sabe nada de ello; si supiera lo que realmente son sus cuerpos, no podría soportarlo y quedaría aturdido. Así que cuando el hombre se encuentra con este ser sin la suficiente preparación, todo debe estar velado para él, incluido el ser. El ser debe correr un velo sobre el mundo suprasensible. Debe hacer esto para la protección del hombre que, estando dentro del mundo de los sentidos, no podría soportar tal visión. En esto vemos realmente un concepto que, en el mundo de los sentidos, sólo puede ser juzgado moralmente, como la ordenación más directa de la naturaleza. La protección del hombre de la visión del mundo suprasensible es la función del Guardián del Umbral. Él debe retener al hombre hasta que haya completado la preparación necesaria.

Aquí hemos tratado de recoger algunas ideas que pueden ayudarnos a formar un concepto del Guardián del Umbral. He tratado de reunir ideas, conceptos y experiencias de este tipo en un pequeño libro, Un camino hacia el autoconocimiento, que estará en sus manos en el transcurso de los próximos días. Puede ser útil para usted en conjunción con estas conferencias. El libro consistirá en una serie de ocho meditaciones, y está concebido de tal manera que, si el lector las lleva a cabo, obtendrá algo definitivo para su vida anímica. Hoy he intentado tratar algunas de las ideas que pueden conducirnos al Guardián del Umbral. A partir de este punto, pasaremos más allá del Guardián del Umbral, y trataremos de obtener algún grado de comprensión y perspectiva desde el cual podamos alcanzar una comprensión aún más profunda del Ser Crístico y de la Iniciación Crística.

Traducido por J.Luelmo junio 2021

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919